Señora editora:
Con el surgimiento de la pandemia por COVID-19 se exacerbaron las desigualdades en la mayoría de países de todo el mundo, pero particularmente en aquellos en vías de desarrollo donde a las personas con Síndrome de Down se les ofrece menos oportunidades de acceder a diversos servicios, incluidos los de índole médica. Dichos seres humanos tienen mayor riesgo de contagiarse(1)(2)(3)(4), son más propensos a la hospitalización(1)(2)(3)(4) y presentan altas tasas de mortalidad por COVID-19(2), producto de las distintas comorbilidades entre ellas: la diabetes, la obesidad y la demencia(2)(3), lo que provoca dificultades respiratorias y trágicos desenlaces(3)(4).
Por consiguiente, deben llevarse a cabo diversas medidas en busca de contribuir con la mejora de la calidad de vida de tales individuos. En primer lugar, es necesario desarrollar un trabajo colectivo con las familias y cuidadores con la finalidad de continuar entrenando a las personas con Síndrome de Down en la realización de una serie de rutinas relacionadas con la higiene y el cuidado personal. En segundo término, se requiere mejorar los hábitos alimentarios e incentivar la práctica de actividades deportivas y recreativas. Esto permitirá disminuir la obesidad, el estrés prolongado, preparar física y emocionalmente a la persona en caso de contagiarse. En tercer lugar, debe ponerse atención en los métodos de prevención y el tipo de tratamiento brindado. Estos elementos son determinantes para mitigar las infecciones y evitar las complicaciones por COVID-19(3).
En conclusión, las personas con Síndrome de Down requieren de un constante apoyo por parte de sus familias, cuidadores y los diferentes profesionales de la salud(5). Además, deben ser incluidas en los planes de vacunación, dado que son una población de alto riesgo durante la emergencia sanitaria por COVID-19(3).