INTRODUCCIÓN
La ansiedad es una emoción que se manifiesta en el sujeto ante situaciones de peligro que le amenazan, existiendo dificultades responder;(1) cuando esta se torna exagerada, descontrolada y por tiempo prolongado se cataloga como un trastorno mental que involucra disfunciones de tipo cognitivo, conductual y psicofisiológico.(2)
Todas las personas se ven afectadas por la ansiedad en algún momento de su vida, pero esta se manifestó a nivel patológico en el personal de salud debido a las complejidades vividas por a raíz de la pandemia de COVID-19, la que generó situaciones de miedo a la muerte, sensación de soledad y tristeza, comportamiento irritable, entre otros.(3,4)
La posibilidad constante de contagio por el contacto directo con pacientes diagnosticados de COVID-19, el autoaislamiento del entorno familiar como medida de protección de sus seres queridos, las medidas epidemiológicas extremas en los centros de atención, entre otras condiciones extremas, propiciaron la aparición de cuadros patológicos de ansiedad en el personal de salud, exacerbada en los casos de hábitos nocivos como el tabaquismo y alcoholismo.(5,6,7,8,9)
Al respecto, los primeros estudios en los profesionales de la salud en China durante la pandemia de COVID-19 mostraron una incidencia del 23,04%;(5) sin embargo, un estudio posterior en el mismo ambiente reveló la presencia de trastornos de angustia (71,5%), estado de ánimo (50,4%), ansiedad (44,6%) e insomnio (34%) que afectaron su concentración en el desempeño de su labor.(10) Similarmente, en México se reportó que alrededor del 50% de su personal desarrolló cuadros de ansiedad y pánico, siendo más frecuente entre los profesionales de enfermería.(10)
En Lima y el Callao, Perú, se halló que 126 profesionales de enfermería (39,1%) presentaron algún grado de ansiedad, el 24,6% de depresión y el 8,8% de estrés.(11)
Las principal consecuencia de la ansiedad es el incremento de la probabilidad de errores en el trabajo,(12) pudiendo desarrollar un cuadro depresivo como consecuencia.(13) La Organización Mundial de la Salud realizó un grupo de recomendaciones dirigidas al cuidado de la salud mental.(14)
Las principales recomendaciones para el autocuidado psicológico de los trabajadores de salud son: reorganización de las actividades individuales de adaptación a la nueva situación, adecuados hábitos alimentarios, la práctica de ejercicios respiratorios e incorporación de actividades de ocio a la rutina diaria que produzcan bienestar, alegría y descanso mental.(15)
También existen propuestas de autocuidado de la salud mental desde la pirámide de apoyo psicosocial, partiendo desde el cubrimiento de las necesidades básicas, la protección y la seguridad, pasando por la comunicación/información, el apoyo social y psicológico, hasta llegar a la intervención psicológica.(16)
En Perú, el Ministerio de Salud emitió la guía titulada: Cuidado de la salud mental del personal de la salud en el contexto del COVID-19, en la que se incluyen recomendaciones al respecto y se dan indicaciones para garantizar condiciones trabajo adecuadas al contexto de pandemia: provisión de equipos ergonómicos en óptimas condiciones técnicas, material de bioseguridad permanente, alimentación balanceada y saludable, desarrollo de pausas activas saludables, alternar entre tareas generadoras de alto y bajo estrés, entre otros.(17)
Atendiendo a lo mencionado, la presente investigación tuvo el objetivo de analizar los factores predisponentes de la ansiedad en el personal de enfermería durante la pandemia de COVID-19, en el Servicio de Medicina del Hospital Nacional Ramiro Prialé, Huancayo, Perú.
MATERIAL Y MÉTODOS
Se llevó a cabo un estudio de tipo observacional, analítico de corte transversal, durante la tercera ola de COVID-19.(18) La población estuvo constituida por 102 profesionales de enfermería, que laboraron en los turnos diurnos en el mes de febrero del 2022 en el Servicio de Medicina del Hospital Nacional Ramiro Prialé, Huancayo, Perú.
Los involucrados completaron cuestionario titulado Escala de Autoevaluación de la Ansiedad de Zung, agregando una sección de características generales individuales asociadas con la ansiedad,(20,21,22) la que estuvo compuesta por 18 ítems que exploraban cinco dimensiones (sociodemográficos, educativos, laborales, antecedentes familiares, antecedentes de violencia y hábitos nocivos para la salud).
La sección agregada se validó mediante criterio de expertos, participando 15 profesionales seleccionados atendiendo a los siguientes requisitos: profesionales de Psicología o Psiquiatría con más de 15 años de experiencia en el ejercicio y la investigación. Luego de tres rondas de revisión y corrección, todos lo valoraron como muy adecuado.
La Escala de Autoevaluación de la Ansiedad de Zung fue validada por los mexicanos Hernández Pozo et al.,(18) obteniendo un alfa de Cronbach de 0,770. Este instrumento consta de 20 ítems evaluados a través de una escala de tipo Likert de cuatro opciones (nunca o casi nunca, a veces, con frecuencia y siempre o casi siempre).
Para llevar al cabo el análisis inferencial, se realizaron primero análisis bivariados haciendo uso de regresión logística con reporte de odds ratio (OR), para seleccionar las variables con valor p<0,30; las que se sometieron a un modelo de regresión logístico multivariado de ajuste, a este análisis se agregaron otras variables sociales justificadas por la fundamentación teórica. El modelo resultó parsimonioso con buen ajuste global y sin influencia por observaciones aisladas u otros patrones covariables.
En el estudio se cumplieron los requerimientos establecidos para la investigación en seres humanos, cumpliendo con los estándares de la Declaración de Helsinki y las pautas éticas internacionales para la investigación biomédica;(19,20) además de basarse en las normas establecidas por el Instituto de Evaluación de Tecnologías en Salud e Investigación (IETSI) de la Seguridad Social del Perú (EsSalud).(21) El proyecto fue aprobado por el Comité de Ética del Hospital Nacional Ramiro Prialé Prialé (lugar donde se desarrolló la el estudio). Los participantes firmaron el correspondiente consentimiento informado.
RESULTADOS
En los participantes, el 51% tenía una edad mayor de 34 años; el 44,1% tenía estatus de soltero(a); el 82,4% correspondió al sexo femenino; el 83,3% declaró filiación religiosa católica; el 67% vivía en zona urbana; el 66,7% estaban en una relación de pareja; el 66,7% no tenían hijos y el 56,9% vivía en un núcleo familiar con más de dos miembros (tabla 1).
La mayoría de los profesionales de enfermería incluidos en el estudio tenía un nivel formativo de técnico superior (49%). El 61,8% trabajó en el servicio especial de atención al paciente con COVID-19, el 75,5% laboró bajo la modalidad de CAS COVID-19 y el 77,5% evidenció más de dos años de experiencia profesional en general; pero, el 76,5% se incorporó al servicio de atención en el que se encontraban dos o menos años antes (tabla 2).
La mayoría no informó antecedentes familiares de enfermedad mental (90,2%). Con respecto a la presencia de antecedentes de violencia, el 93,1% no padeció de violencia familiar, siendo una incidencia menor de ausencia de violencia en el trabajo (73,5%) en los últimos 6 meses. El 92,2% declaró no consumir alcohol y el 99% no fumaba, teniendo en cuenta una frecuencia de una vez semanal al menos (tabla 3).
El 61,8% de los profesionales de enfermería no manifestó ansiedad según los resultados del instrumento, existiendo la menor incidencia en el nivel de marcado a severo (5,9%) (tabla 4).
El análisis de regresión logístico bivariado permitió establecer que el hecho de residir en zonas rurales o urbano marginales incrementaba la probabilidad de padecer de ansiedad en 2,74 veces más que aquellos que vivían en zona urbana (p=0,021). Aunque, sin significación estadística en el contexto de estudio (p>0,05), otras variables tuvieron valor de OR mayor que uno: edad mayor de 34 años (1,02); sexo femenino (1,29); nivel de formación académica de licenciatura o mayor (1,02); antecedentes familiares de enfermedad mental (1,08); víctima de violencia en el trabajo en los últimos 6 meses (1,75) y consumir alcohol una vez por semana al menos (1,68) (tabla 5).
Los resultados de la regresión lineal multivariada indicaron mayor probabilidad de padecer de ansiedad ante la característica de residencia en zona rural o urbano marginal (OR=3,89; p=0,005); sin embargo, con respecto al hecho de consumir alcohol una vez por semana a menos, se obtuvo un OR=3,56 sin que fuera estadísticamente significativo (p>0,05) (tabla 6).
La adecuada calibración del modelo se constató mediante la prueba de Hosmer Lemeshow (p>0,05), sin que se apreciaran diferencias entre los sextilos de riesgo, mostrando buen ajuste global (p>0,05). La capacidad de discriminación fue aceptable (ROC=0,70; IC=0,60-0,81) y robusta; aunque, se identificaron dos grupos de outliers (valores atípicos) y un grupo de potenciales influyentes que no produjeron alteraciones ni tuvieron significación al concluir el análisis.

Tabla 6 Análisis de regresión logística multivariado de ajuste de la ansiedad con respecto a las características asociadas
Gráfico 1. Capacidad de discriminación del modelo (curva ROC)
DISCUSIÓN
Los trastornos relacionados con la ansiedad suelen producirse ante una pérdida importante y/o la presencia de factores estresantes.(22) La pandemia originada por el SARS-CoV2 generó ambas situaciones en las condiciones de trabajo de los profesionales de la salud.
Los hallazgos en la presente investigación con respecto al sexo no coincidieron con los de Rojas,(23) quien reportó mayores niveles de ansiedad en las mujeres, existiendo diferencias estadísticamente significativas entre ambos grupos (p<0,05).
Guelac(24) observó que un 42,2% de personas residentes en un asentamiento humano mostraban ansiedad disfuncional, concluyendo que la calidad de vida en el lugar en el lugar de residencia influye en el desarrollo de ansiedad en los individuos, lo que es parcialmente congruente con los resultados obtenidos en la actual investigación.
El nivel de formación académica no constituyó un factor predisponente de la ansiedad, los datos informados por Palacios(25) fueron similares al indagar acerca del desarrollo educativo en su población de estudio.
Las condiciones laborales tampoco se identificaron como un factor desencadenante de ansiedad, aunque existen numerosas evidencias de las dificultades vividas por los profesionales de la salud durante el servicio de atención del COVID-19; análogamente, Pérez(26) informa que un 52,9% de personal asistencial estudiado en el sector salud mostró un bajo nivel de ansiedad.
Guillen(27) reportó ausencia de correlación entre el nivel de ansiedad de las madres y el de sus hijos (p<0,05); al respecto, en el contexto de la presente investigación, el antecedente de historial familiar con enfermedades psicológicas o psiquiátricas no fue un factor de riesgo de la ansiedad patológica.
La mayoría de los participantes declararon no sufrir violencia laboral y familiar. Chavarry y Rojas(28) platean que muchas veces las personas comienzan a percibir estas manifestaciones como normales en determinados contextos. Este resultado fue parcialmente congruente con lo hallado por Sornoza,(29) observándose que el 63% de las personas que estudió percibían un leve nivel de presencia de violencia en su centro de trabajo.
En la población estudiada prevalecieron aquellos individuos sin hábito de alcoholismo ni tabaquismo; sin embargo, Suarez y Verona hallaron que un 78% de personas involucrados en su investigación que padecían de ansiedad ingería alcohol habitualmente y el 40% fumaba cigarrillos.(30) Los individuos afectados por esta entidad psicológica tienden a consumir estas sustancias como estrategia de control de sus síntomas, pero terminan generando un círculo vicioso que los exacerba.(31)
En futuras investigaciones se sugiere la evaluación de la prevalencia de este trastorno, así como de otros relacionados con la ansiedad y las condiciones de trabajo complejas producidas por la pandemia de COVID-19 (estrés postraumático, conducta obsesivo compulsivo, entre otras); además de las estrategias de afrontamiento empleadas para controlar o encubrir los correspondientes síntomas.(32)
CONCLUSIONES
En el contexto de estudio predominó: el grupo etario de mayores de 34 años, el estatus de soltero(a), el sexo femenino, la filiación religiosa católica, los residentes en zona urbana, profesionales de enfermería con nivel técnico superior, los que trabajaban directamente en la atención al paciente con COVID-19, no tener antecedentes familiares de enfermedad mental, sin reportes de violencia familiar o laboral y ausencia de hábitos de tabaquismo o alcoholismo.
La mayoría de los profesionales de enfermería no manifestó ansiedad. En ese entorno, el hecho de residir en zonas rurales o urbano marginales quedó establecido como factor de riesgo de ese trastorno psicológico según resultado del análisis de regresión logística.
Financiamiento: recursos propios.
Agradecimientos: al personal del Hospital Nacional Ramiro Prialé de Huancayo y a los miembros de la Jefatura de su Departamento de Enfermería.
Conflicto de intereses: los autores declaran no tener.
Contribución de los autores:
Selmy Quispe Condezo y Luis Alberto Orna Tiburcio trabajaron en la conceptualización y búsqueda bibliográfica.
Viter Gerson Carlos Trinidad hizo curación y análisis de datos, además de elaborar la metodología.
Demetria Ade Condor Esteban fue parte del proceso investigativo de manera integral.
Duanny Gabriela Valentín Bustamante asesoró el proyecto de investigación.
Demetria Ade Condor Esteban recolectó datos y verificó validez de los instrumentos.
Mely Ruiz Aquino redactó y editó el artículo, además de colaborar durante la curación de los datos.