INTRODUCCIÓN
A nivel mundial, se registra un incremento de la esperanza de vida de la población que se corresponde con la mejoría de los estándares sociales y los avances científicos en salud pública. La Organización Mundial de la Salud (OMS) pronostica un aumento del 22% del número de habitantes mayores de 60 años para el año 2050. Esta situación también implica que se requerirá la preparación de las infraestructuras de atención, para adecuarla a las limitaciones de funcionalidad de los adultos mayores (AM) y sus necesidades especiales de cuidado.(1,2)
En Ecuador, las personas adultas mayores conformaban el 7,4% de la población en el 2020, estimando que para el 2054 será del 18% según el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES).(3) En correspondencia, en 2021, el 25% de las personas registradas en el Consejo Nacional de Discapacidades (CONADIS) eran AM con discapacidad física, cognitiva o mixta.(4)
Así, la necesidad de servicios de cuidados prolongados a AM da origen a la actividad de ayuda no profesional y a la figura del cuidador principal informal,(5) también denominado como cuidador familiar, cuidador primario o cuidador principal. Esta persona se responsabiliza y encarga de asistir al AM dependiente, facilitando la ejecución de las actividades básicas e instrumentales diarias, lo que implica que asuma funciones para las que no está técnicamente capacitado y que requieren un gran esfuerzo que será poco agradecido, reconocido y visibilizado, sin que reciba compensación económica por esta labor.(6,7)
Cuando esta actividad se basa en relaciones filiales, puede crear sentimientos positivos en quien la ejerce; aunque, esto implica una gran carga de estrés y problemas de salud físicos y emocionales que afectan la calidad de vida del cuidador.(8)
Aproximadamente, el 40% de los AM en América Latina necesita de cuidados prolongados, proyectándose un incremento de ese número, lo que desbordará la capacidad asistencial de los servicios de salud públicos y privados. Así, muchas de las propias familias se ven obligadas a asumir la responsabilidad del cuidado y los costos correspondientes.(9,10)
El equipo de investigadoras realizó un estudio con el objetivo de describir el perfil del cuidador principal informal (CPI) acompañante del AM a consulta externa del Hospital de Atención Integral del Adulto Mayor en el último trimestre de 2021.
MATERIAL Y MÉTODOS
Se desarrolló un estudio cuantitativo, observacional y descriptivo, en una población de 322 CPI(11) mayores de edad y con seis meses o más de dedicación a esa actividad; los que acompañaron a AM con dependencia leve o moderada a la consulta externa del Hospital de Atención Integral del Adulto Mayor en el último trimestre de 2021. A partir de esta, se seleccionó una muestra de 190 individuos mediante un muestreo del tipo sujetos voluntarios, entrevistando a aquellos que estuvieron de acuerdo con participar y formar parte de la investigación.
El instrumento aplicado fue una guía de entrevista estructurada basada en la encuesta de caracterización del cuidado de la díada cuidador familiar-persona con enfermedad crónica. Los expertos latinoamericanos consultados por Chaparro Diaz et al.(12) evaluaron los factores incluidos como claros, coherentes, relevantes y esenciales para cada una de las dimensiones. Este constó de 4 preguntas abiertas y 16 cerradas organizadas en tres bloques:
1) Características sociodemográficas, que incluyó: sexo, edad, nivel de educación, lugar de residencia, estado civil, parentesco, integrantes del grupo familiar y relación de vivienda con el AM.
2) Características del cuidado, relativo al apoyo en tiempo para las actividades del cuidado del AM, tiempo de cuidado en años y horas diarias, percepción del nivel de cuidado que brinda, actividades que realiza durante el cuidado, beneficiario del seguro social por el cuidado y tiempo de descanso.
3) Salud del cuidador, referido a la percepción de su salud antes del cuidado, percepción actual, enfermedades crónicas diagnosticadas, efectos emocionales del cuidado y presencia de algún tipo de maltrato.
Los datos se almacenaron empleando los programas Microsoft Excel y SPSS en su versión 24.0, los que facilitaron el debido procesamiento a través de estadísticas descriptivas de análisis de frecuencias, además de su posterior presentación mediante tablas.
Los participantes firmaron el consentimiento informado correspondiente luego de conocer el objetivo y procedimientos a desarrollarse durante el estudio. Los investigadores se acogieron a los protocolos de bioseguridad por la situación de pandemia por Covid-19. La máxima dirección de la institución de salud involucrada autorizó la realización del procedimiento de aplicación del instrumento.
La investigación contó con la certificación de viabilidad ética conferida por el Comité de Ética, Bioética y Bioseguridad de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Concepción, Chile (CEBB 639-2020), además del aval emitido por el Subcomité de Investigación en Seres Humanos de la Universidad Central del Ecuador (No. 003-SEISH-UCE-20), instancia reconocida por el Ministerio de Salud del Ecuador.
RESULTADOS
Las características sociodemográficas de los CPI involucrados indicaron un predominio del sexo femenino (83,2%), hijos de los adultos mayores (57,9%), personas casadas (48,9%), con edades entre 51 y 60 años (27,4%), residentes de zonas urbanas (81,1%), nivel de educación secundaria completa (37,9%) y aquellos que conviven en la casa del adulto mayor (42,6%), los grupos familiares de hasta 4 personas (60,0%) (tabla 1).
El 30% de los CPI participantes manifestaron recibir apoyo durante sus tareas del cuidado frecuentemente. Preponderaron los que realizaban esa labor por un período menor a 7 años (57,9%) y aquellos con una dedicación de entre 8 y 15 horas diarias (58,9%). El 50,5% percibió que requería de alto nivel de esfuerzo físico, psicológico y tiempo (tabla 2).
Entre las actividades complementarias al cuidado destacan los quehaceres domésticos (86,3%), siendo el baño la que preponderó entre las de apoyo a necesidades básicas de la vida diaria (66,8%). De igual forma, la actividad instrumental de la vida diaria más frecuente fue realizar las compras (81,6%). Además, la mayoría dijo no ser beneficiario del seguro social por su trabajo domiciliario no remunerado (95,3%) y el 64,7% no recibió descanso del cuidado en el último mes (tabla 2).
Todos los participantes presentaban una enfermedad crónica al menos, con predominio de las enfermedades gástrica (30,0%); sin embargo, el 86,3% declaró recibir efectos emocionales positivos debido a su trabajo, pero vale la pena destacar que el 23,2% recibía maltrato psicológico (tabla 3).
En cuanto a la percepción del estado de salud por los CPI, el 61,6% mencionó ser bueno antes de comenzar con su labor del cuidado, en contraste con el 50% que lo consideró regular después de iniciar con esas funciones (tabla 4).
DISCUSIÓN
Coincidentemente con los resultados observados, Turtós et al.(13) observaron que un predominio del sexo femenino entre los cuidadores de su población de estudio (71,7%). Al respecto, Pabón et al.(14) mencionan que existe una feminización de la actividad del cuidado informal, considerándose como un fenómeno histórico-cultural que sobrevive en las prácticas actuales de la sociedad, generando una estereotipada normalización de la asignación de ese rol a la mujer sin el debido reconocimiento social. La Organización Internacional del Trabajo (OIT)(15) se pronunció a favor de la igualdad de género en el trabajo del cuidado, realizando un adecuado reconocimiento y valoración en el caso de no ser remunerado.
Zueras et al.(16) también reportaron que la mayoría de las personas que ejercían el cuidado eran las esposas y las hijas en su sustitución (43,0%). Asimismo, investigadores de un estudio colombiano hallaron que la característica de ser mujer casada constituye un factor predictivo de la sobrecarga en el cuidador.(17) Ese resultado, también se encontró en un estudio realizado en Ecuador: 85,7% de cuidadores eran mujeres, 62,86% casados y el 71,43% eran hijos del AM.(18)
De forma diferente a lo observado en el presente estudio; en México, se informó que el rango de edades predominante en el cuidador principal informal es de 36 a 45 años (28,8%).(19) Por otra parte, Barreto Osorio et al.(20) menciona que en la región latinoamericana se observa una presencia importante de hijos adultos mayores que asumen el cuidado de sus progenitores. El incremento de la esperanza de vida al nacer en Ecuador en 2020 (77,22 años)(21) constituye un factor que indica la necesidad de asumir estrategias políticas al respecto (22).
En relación con el nivel educativo preponderante en el CPI de secundaria completa, concordando con un estudio realizado en Loja, Ecuador (37,14%).(18) Este elemento ha sido señalado como un justificante para la implementación de cursos de superación dirigidos a aquellas personas que ejercen estas funciones.(23)
La mayoría de los cuidadores viven en la casa del adulto mayor bajo su responsabilidad,(19) incrementando la carga de trabajo hasta 24 horas al día como algo que se normaliza al interior de la familia. En adición, Lemus Fajardo et al.(24) encontraron que el 34,6% distribuyen su tiempo de actividad en varias actividades de diversa índole, brindando apoyo en tareas básicas, instrumentales de la vida diaria y domésticas.
La convivencia del cuidador con el AM dificulta el establecimiento de límites en las actividades de cuidado, requiriendo implementar estrategias de apoyo familiar y pausas para el descanso de esa responsabilidad.(25,26,27,28,29,30)
Los autores de varios estudios(31,32) informan deterioro del estado de salud del cuidador, señalando un 40,6% con una comorbilidad al menos y hasta un 25% con dos; de las que, un 78,5% se diagnostica con alguna enfermedad crónica relacionada con el esfuerzo que realizan durante sus funciones.
En Ecuador, el Art. 34 de la Constitución de la República(33) reconoce el derecho de la seguridad social para todas las personas que realizan trabajado no remunerado en los hogares. La experiencia del cuidado tiene la potencialidad de producir sentimientos de abandono, culpa, angustia, insatisfacción, soledad y tristeza, lo que afecta la salud física y mental de quienes ejercen esa actividad.(27)
Sin embargo, la preparación para establecer un perfil biopsicosocial en la actividad del cuidado permite estrechar las relaciones y desarrollar empatía con el AM, generando satisfacción por ayudar a otro e incrementando la seguridad en sí mismo.(34)
Con frecuencia, los AM desquitan sus frustraciones y tratan mal o maltratan a las personas en su entorno, especialmente a sus cuidadoras que pueden sufrir agresiones físicas, psicológicas, acoso, exigencias exageradas, desacreditación y calumnias.(35)
Al comparar la percepción del estado de salud antes y después de asumir las labores del cuidado del AM, todos mencionaron algún nivel de deterioro generado o incrementado. Acerca de esto, investigadores chilenos reportaron que luego de un año con la responsabilidad del cuidado de una persona dependiente, la salud del cuidador se verá afectada.(36)
CONCLUSIONES
Entre los cuidadores principales informales participantes predominaron los que pertenecían al sexo femenino, el adulto mayor era su progenitor, tenían estatus social de casado, educación secundaria completa, los que convivían con el adulto mayor en su casa y se encargaban de otras funciones domésticas en el entorno donde desempeñaban el cuidado.
La mayoría de los entrevistados declararon recibir desde nula a moderada ayuda para el cuidado, no recibían beneficio del seguro social, tenían pocos días de descanso y realizaban tareas domésticas, además de las de apoyo durante las actividades básicas e instrumentales de la vida diaria.
Se observó un deterioro de la condición de salud luego de iniciar en las funciones del cuidado y todos mencionaron padecer de alguna enfermedad; sin embargo, prevalecieron los que señalan recibir efectos emocionales positivos a partir del cuidado.
Financiamiento: se emplearon fondos propios.
Agradecimiento: a las autoridades del Hospital de Atención Integral del Adulto Mayor por la apertura a la academia.
Conflictos de intereses: las autoras declaramos no tener conflictos de intereses.
Declaración de contribución:
Patricia Guato Torres, Sara Mendoza Parra y María Soledad Chiriboga Lozada trabajaron durante todo el proceso investigativo y en la confección del artículo científico.
Katia Sáez Carrillo participó en el análisis estadístico y la redacción del manuscrito.