Introducción
A través del tiempo han ido existiendo diferentes problemas que han generado que muchos adolescentes cambien sus perspectivas de una búsqueda de superación y de lograr algo más, con un estilo de vida mucho más complejo y pesimamente denominado cómodo, situaciones como las deserciones escolares, las drogas, el alcohol, las pandillas, el maltrato dentro del hogar, entre otros, han sido los principales potenciadores para que las cosas que se deciden tengan un rumbo diferente, ante el caos que muchas veces existe dentro de la vida de una persona, la resiliencia puede surgir como algo que puede permitir una nueva forma de ver las cosas y tomar mejores decisiones.
En los últimos años, para la psicología, el estado resiliente ha tomado un fuerte impacto e importancia que ha ido potenciando el querer lograr esto sobre las personas, independientemente su estilo de vida, aunque se puede llegar a entender que existen algunos factores que permiten que esto pueda darse de una mejor manera.
Durante la niñez y adolescencia el individuo presenta cambios en su comportamiento, pensamientos, y relaciones interpersonales, en relación a los periodos previos. En la adolescencia se presentan cambios y crisis que suelen ser propias de la edad, durante esta etapa, la relación con la familia y pares juegan un papel importante en la construcción de su personalidad, y, por tanto, en su desarrollo personal, en la niñez y adolescencia, las dificultades económicas y sociales pueden retrasar, e incluso eliminar, la posibilidad de tener un desarrollo óptimo y adecuado.
En la adolescencia, el individuo ha fortalecido sus hábitos, tanto sociales, como las relaciones interpersonales y emocionales, varios factores psicosociales, como la exposición al abuso, la violencia, ya sea física o verbal, la pobreza, la deserción en el ámbito educativo, el peligro en su ubicación, la falta de apoyo del Estado, el hacinamiento, la exposición a la venta de drogas y pandillas, entre otras, hacen que los adolescentes sean vulnerables a caer en conductas de riesgo, así como a sufrir problemas en su salud mental. Por ello es esencial promover un bienestar psicológico, además de protegerlos de los factores de riesgo que puedan impedir un desarrollo de su potencial (Lozano, 2014).
Un factor importante es la estabilidad afectiva, que tiene un gran peso en todo sentido de la vida de un niño/a. La persistencia familiar, la violencia y motivación son factores que influyen en esta estabilidad afectiva y pueden generar múltiples variaciones en la personalidad y presentan una amplia afectación en relación al rendimiento académico y escolar (Pacho y Chiqui, 2011).
Las tensiones económicas afectan a las familias, las relaciones dentro de casa pueden llegar a cambiar en la adolescencia, en este caso, los adolescentes que sienten un rechazo por parte de alguno de los familiares, llegando a tener varios problemas en su adaptación y en las relaciones dentro del hogar, además que existen factores que pueden hacer que esto empeore aún más, entrando en pandillas como una búsqueda de libertad y estatus, las coaliciones, como una pertenencia étnica, las amistades como una búsqueda de libertad que sustenta parte de la adolescencia y por último, las relaciones románticas que se desarrollan por experiencia y diversidad. Los infantes que padecen de maltrato infantil suelen ser introvertidos, en otros casos violentos, afectando su personalidad y que a largo plazo afecta en la socialización con sus semejantes, ya sea en espacios sociales, laborales y/o personales.
Durante la adolescencia se busca la identidad frente a los roles impuestos por la sociedad, la autoestima toma protagonismo en encontrar regular las habilidades sociales junto con las necesidades y las aspiraciones del ser humano. El individuo expresa en un contexto interpersonal sus necesidades, sentimientos, preferencias, opiniones o derechos, sin ansiedad excesiva y de manera asertiva, el ambiente familiar es el primer sistema con el cual el niño tiene contacto, y, por tanto, todos sus aprendizajes provienen de este, socialmente la familia se convierte en un pilar fundamental de la sociedad. En este sentido, la familia se convierte en una fuente de afecto, protección y seguridad para niños y adolescentes; sin embargo, las cifras revelan una historia diferente. En 2016, en la última encuesta sobre la situación de la niñez y adolescencia en Ecuador, reveló que el principal desafío para la infancia en el país es la violencia. Los datos confirman que el maltrato ocurre en los lugares donde los niños deberían estar seguros: el hogar, la escuela y el entorno comunitario.
El maltrato a niños y adolescentes es en todo sentido perjudicial, las lesiones físicas, emocionales, psicológicas, negligencia y maltrato físico, al tener lugar en el entorno familiar, dejan graves secuelas, las mismas que se van a manifestar no solo en problemas emocionales y académicos, sino también en sentimientos de desconfianza hacia sus progenitores o cuidadores. Los índices de trauma por lo sucedido en casa se van a manifestar en los problemas que se presentan al momento de socializar, ya que el adolescente muestra miedo e inseguridad, y en ocasiones ira, la misma que puede llevar a confrontaciones, agresiones, peleas, rebeldía hacia los padres, y esto va a incrementar el malestar interno y llegar a separaciones.
De acuerdo a un estudio, casi el 40% de los niños, niñas y adolescentes recibe un trato violento por parte de sus padres. El 26% por parte de sus profesores. El 60% es testigo de peleas entre alumnos, y 4 de cada 10 se siente inseguro en el transporte público (Apolo et al., 2016). Otros estudios muestran que existe un traspaso de la violencia de generación a generación, casi el 40% de los niños, niñas y adolescentes que fueron golpeados en sus hogares, provienen de hogares en los cuales sus padres también fueron maltratados por sus cuidadores. También se evidencia que en estos casos los niños y adolescentes que fueron víctimas de violencia no reciben una atención, tanto médica, como psicológica adecuada y oportuna, manteniéndose un ciclo de violencia que dificulta superar la condición de víctimas, y esto conlleva, a su vez, a una limitada capacidad en el afrontamiento de dificultades y resolución asertiva de conflictos.
Cifras de la Unicef muestran que en Ecuador la violencia afecta más a los niños y niñas entre 5 y 11 años (casi el 50% fue agredido física y psicológicamente), incide de mayor manera en las zonas rurales (42% frente 36% en lo urbano) y es más frecuente en los niños y niñas afroecuatorianos (52%), le sigue la población indígena (48%) y luego la mestiza (34%). “Con respecto al uso específico de golpes, es importante anotar que se registra una disminución entre 2010 y 2015 en la población mestiza e indígena, pero aumenta en la afrodescendiente de 38% a 47%”. (Apolo et al., 2016).
Debido a esto, los adolescentes deciden buscar un lugar en donde logren sentirse adecuadamente, y esto puede traer consecuencias para la persona, ya que, de alguna manera, en su búsqueda de bienestar, puede pasar y vivir cosas mucho más complejas en los últimos dos años producto de la pandemia. Se ha evidenciado un alto número de casos de niños y adolescentes extraviados, en algunos de los casos la principal procedencia para que los niños y adolescentes abandonen su hogar de manera voluntaria se debe a que han sido víctimas de maltrato, del mismo modo, en otros casos se ha evidenciado que tanto niños como adolescentes, pese a enfrentar situaciones críticas, pérdidas significativas, y demás, han logrado desarrollar herramientas que le han permitido estar en un punto más equilibrado, han mostrado ser resilientes.
Para Rutter (1990), la resiliencia es la capacidad que tienen los individuos para poder resistir un acontecimiento adverso para su experiencia vital, sin consecuencias negativas o perturbadoras a largo plazo para su desarrollo o su socialización. Por su parte, Luthar et al. (2000) (citado enRua y Andreu, 2011), señalan a la resiliencia como un proceso dinámico que tiene como resultado la adaptación positiva en contexto de gran adversidad.
En el contexto ecuatoriano, a lo largo de la historia se han presentado situaciones críticas que han puesto a prueba al individuo y su capacidad de sobre llevar las perdidas y al mismo tiempo adaptarse de manera positiva; sin embargo, se observa también que esta capacidad no se observa en toda la población por igual, hay quienes ante un evento critico puede resultarles más difícil, e incluso imposible sobreponerse.
Esta capacidad debe irse desarrollando y fortaleciendo en la familia y en la comunidad, en el caso de adolescentes y niños que viven situaciones de violencia al interior de la familia, son más vulnerables a que surjan situaciones de riesgo, entre esta, el consumo de alcohol o sustancias psicotrópicas, incurrir en conductas de riesgo, embarazo adolescente, entre otros, debido a una baja capacidad de hacerle frente a la situación y a la falta de apoyo familiar externo o apoyo social.
Para Gómez Cobos (2008), un factor de riesgo se puede entender como diferentes situaciones que hacen que la salud de la persona pueda dañarse y crear inestabilidad social, psicológica y física, lo cual retrasa el desarrollo adecuado del individuo.
Existen una serie de factores que pueden ir apareciendo en la vida de los adolescentes y estos pueden ir cambiando la forma en la que se van desarrollando en el medio donde viven, los múltiples efectos que suelen ir apareciendo también depende de cómo se produce este y de qué manera puede ser considerado como un riesgo para la vida (Salazar et al., 2004). Bajo la situación experimentada a nivel mundial por el brote de Covid-19, y el posterior confinamiento, han afectado no solo la economía, sino también ha afectado la dinámica familiar y social, en el caso de niños y adolescentes ha limitado su interacción con pares, esto a su vez, ha generado mayor preocupación y frustración en la población.
Se ha evidenciado como producto de esta frustración un aumento en los índices de violencia intrafamiliar, y como consecuencia de esto, y la baja capacidad de sobreponerse, se ha observado a niños y adolescentes huir de casa de su familia para evitar de alguna manera ser víctimas de maltrato.
A causa de la pandemia, la educación ha tenido que enfrentar nuevos desafíos como la virtualidad, pese a los esfuerzos realizados por muchos por tratar de disminuir esa brecha tecnológica y de conectividad, se ha evidenciado que los estudiantes aprenden mejor a través de vivencias y experiencias basadas en la realidad. Pero en medio de la pandemia, este derecho parece haber sido vulnerando, causando un gran impacto y problemas a mediano y largo plazo (Barre y Castro, 2021).
A lo largo de los meses el Gobierno ecuatoriano ha tomado medidas que salvaguarden la economía del país, es por este motivo que se recurrió a un recorte al presupuesto designado a la educación, teniendo como consecuencia lo mencionado por la Unesco: “La pandemia ha causado el trastorno más grave registrado en los sistemas educativos en toda la historia y amenaza con provocar un déficit de aprendizaje que podría afectar a más de una generación de estudiantes” (El Comercio, 2020).
Un factor que influye significativamente en la incidencia al abandono o deserción escolar es el sentimiento de soledad, pues se ha demostrado gracias a los estudios, que el sentirse solos y todo lo que abarca ese aspecto, aumenta las probabilidades de que estudiantes de bachillerato dejen los estudios de tipo virtual y a distancia (Vivanco, 2020).
En el último año se han registrado varios casos de suicidio entre menores de edad, las motivaciones principales por las cuales las personas deciden acabar con su vida son de índole familiar, mental y sentimental, informó Paulo Viteri, jefe de la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestro (Dinased) (La Hora, 2021).
En el Ecuador, el promedio nacional del suicidio adolescente es de 10 por 100 mil adolescentes; en 2016, la cifra de acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), refleja que en Pichincha se registraron 37 adolescentes fallecidos por suicidio. En 2019, se registraron 148 defunciones en menores de 12 a 17 años (INEC, 2020). Entre los principales factores por los cuales se da están el padecer un trastorno depresivo, el cual se manifiesta de manera diferente en niños de cómo se manifiesta en adultos, otra de las causas en este último año han sido los estresores psicosociales, la pandemia ha provocado que los adultos, al perder su empleo, se enfrenten a problemas económicos, esto a su vez va a generar un ambiente desalentador en los hogares, y a la vez hostil, esto conlleva a que los menores de edad reciban por parte de sus padres palabras y frases desalentadoras, amenazas, insultos, e incluso pueden ser víctimas de actos agresivos por parte de sus padres.
En el caso de los niños y adolescentes, el incremento del suicidio se debe a una desprotección social, no hay redes de apoyo familiar y social adecuadas que permitan a los niños y adolescentes desarrollarse de manera integral, al no poder expresar sus emociones, sentimientos, el sentirse excluidos puede llevarlos a cometer suicidio, en algunas ocasiones los cambios bruscos en el comportamiento habitual, cambios de humor como irritabilidad, abandono de actividades que antes disfrutaban, deserción escolar, poco o ningún interés en compartir con otras personas, y aislarse, pueden ser signos importantes y de alarma, en el caso de niños muchas de las veces no dan señales.
Por otra parte, el expendio y consumo de drogas es una problemática que a lo largo del tiempo ha ido aumentando, esto ha generado desequilibrio en la estabilidad emocional de los habitantes en muchos sectores a lo largo del país, y en la ciudad de Quito se ha convertido en una de las principales preocupaciones en los últimos años, esta problemática afecta a su vez la estabilidad económica familiar, debido a que en algunos casos los jóvenes que consumen se ven obligados para cubrir su necesidad de consumo a sustraer objetos y vienes de sus hogares. Con el inicio de la pandemia por Covid-19, al presentarse varias afectaciones en el campo laboral, despidos, y, por tanto, un incremento en el desempleo, se ha evidenciado que algunas personas, especialmente en sectores rurales y vulnerables, ha recurrido al expendio de las drogas.
Asimismo, Rodríguez (2015) en su investigación sobre violencia y drogas, expresa que la violencia intrafamiliar es un factor trascendental sobre el consumo de drogas en los adolescentes, ya que la influencia del ambiente, los procesos psicológicos y el comportamiento, dan paso a ciertas conductas, por lo que, en familias con más violencia intrafamiliar, existe mayor índice de jóvenes consumidores y expendedores.
En el caso de Ecuador, el consumo de drogas no solo presenta una afectación a la salud de las personas, sino también se convierte en una problemática para la educación ecuatoriana, en el contexto previo a la pandemia se podía observar a jóvenes en varias instituciones educativas consumir droga y se tenía conocimiento de situaciones en las cuales al interior de las instituciones se llegaba a comercializar. Esta situación se convierte, por tanto, en otra causa de deserción escolar. En el contexto de la pandemia, las instituciones educativas debieron cerrar sus puertas; sin embargo, esto, contrario a disminuir la situación de consumo, se ha observado que en algunos casos se llegó a aumentar el consumo.
Los problemas familiares, cambios propios durante la adolescencia, los efectos de la pandemia como aislamiento, deserción escolar, las conductas de riesgo, ha mostrado que el individuo, en especial los adolescentes, no han desarrollado de manera adecuada habilidades sociales, y producto de esto a su vez se evidencia situaciones que limitan su desarrollo.
En la investigación realizada por Jiménez (2020), sobre las habilidades sociales de adolescentes drogodependientes, realizó una comparación con sujetos que no consumen, donde pudo notar que el consumo o expendio de drogas afecta de manera directa en las relaciones inter e intrapersonales, además, actúan de mejor manera en situaciones estresantes; sin embargo, existe un deterioro a largo plazo.
De acuerdo con el Centro de Investigación y Educación para la prevención del Abuso de Drogas, en el 2013 manifiesta que los comportamientos de riesgo son acciones que pueden ser un peligro en el desarrollo biopsicosocial en los adolescentes, teniendo como resultado que perjudiquen la vida presente o futura de los adolescentes.
Debido a esto, el bienestar emocional, relacionado directamente con la autoestima y la capacidad de afrontar las situaciones que se presentan y la capacidad de buscar soluciones y recuperarse, así como, la resiliencia se vuelve de gran importancia y utilidad debido a que permite el sobreponerse a las diferentes dificultades que se presentan a lo largo de la vida. En el caso de niños y adolescentes el aprender habilidades cómo es el control de impulsos, manejo adecuado de emociones, y sobre ponerse a la adversidad, va a permitir un adecuado desarrollo y ajuste a las diferentes crisis que se presenten.
En las familias, cuando no se adquiere de manera adecuada esta habilidad se genera un sentimiento de abandono, desprotección e inseguridad, que imposibilita el desarrollo óptimo de todas las capacidades del individuo, esta condición no se limita únicamente a contextos socioculturales y socio económicos desfavorables, puede darse aun en contextos familiares y socio económicos adecuados, la presencia de duelos personales, catástrofes, pone a prueba al individuo en su capacidad de resolución de conflictos, y superación de limitaciones.
Aunque para obtener que la persona logre su cometido se debe tomar en cuenta los factores de riesgo, que son aquellos eventos o situaciones personales o contextuales que incrementan la posibilidad de desarrollar problemas emocionales, conductuales o de salud, dicho de otra manera, factores que atenten a la integridad de un individuo y puedan interrumpir su desarrollo y dejen secuelas negativas para la vida de la persona (Kotliarenco et al., 1996).
Para la psicología es muy importante la búsqueda de la resiliencia dentro de los adolescentes y comprender cuáles son los factores que permiten a las personas recuperarse de una situación difícil, acumulativa y continua, de manera que se puedan adaptar y fortalecer (Vera, 2019).
El desarrollo de herramientas que permitan afrontar las crisis y los problemas que pueden existir dentro de la vida de una persona puede llegar a ayudar a proseguir con las cosas que se tienen que hacer, si bien es cierto muchas personas se han dejado llevar por los problemas y han optado por estilos de vida más encaminados a los asaltos, la drogadicción y las pandillas y para ello existen varias maneras en las cuales se puede llegar a apoyar a las personas para que encaminen su vida de una manera adecuada.
El razonamiento social se desarrolla a partir de un sentimiento de justicia. Kohlberg (1958) propuso que la moral progresa desde las normas sociales y los códigos personales, teniendo en cuenta además las emociones y la guía de los padres.
Debido a esto es necesario la intervención de una promoción de salud mental de adolescentes que van a fortalecer su capacidad para regular sus emociones, obteniendo un desarrollo de la resiliencia, varios autores mencionan que la resiliencia es la capacidad empleada para enfrentar situaciones de riesgo.
Metodología
El presente trabajo es una investigación de tipo cualitativa. Para lo se realizó la observación del comportamiento a adolescentes en diferentes situaciones durante los meses de enero a marzo de 2021, en el sector de la Guachapala en el sector sur de la ciudad de Quito - Ecuador, del mismo modo se utilizó narraciones de adolescentes sobre diferentes situaciones que viven en su día a día, las mismas correspondieron a inquietudes sobre dificultades familiares, en el contexto del confinamiento debido a la pandemia, cambios emocionales provocados por el mismo, cambios en la dinámica social y académica debido a las clases virtuales.
En la revisión bibliográfica que, segúnGómez et al. (2014), es una etapa bastante importante en todo proyecto de investigación y tiene como fin el poder garantizar la obtención de información que permita encontrar un universo de conocimientos de lo que se está hablando. Para lo cual se utilizaron datos tanto del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, así como, diarios a nivel nacional y local, en los cuales se pudo evidenciar las alarmantes cifras tanto de maltrato intrafamiliar, deserción escolar, conductas de riesgo en adolescentes y por consiguiente como una baja resiliencia contribuye a socavar estas conductas de riesgo.
La muestra investigada corresponde a niños y adolescentes del sector de la Guachapala en la ciudad de Quito. Se ha mantenido la confidencialidad de sus nombres y sus datos.
Resultados
En la presente investigación se pudo identificar factores que causan en los adolescentes conductas de riesgo, entre estas se pudo identificar deserción escolar, la presencia de embarazos adolescentes, sentimientos de soledad, y debido a una baja resiliencia y una falta de redes de apoyo familiar y social se pudo evidenciar que, en algún momento, y en especial producto de la pandemia, las ideaciones suicidas han aparecido en algunas ocasiones.
En el sector de la Guachapala se puede evidenciar la dificultad que presentan los niños y adolescentes en acceder de manera óptima a clases virtuales, lo cual ha provocado que su aprendizaje no sea el esperado. En la siguiente Figura 1 se muestran algunos factores causantes de la deserción escolar.
Entre los principales factores causantes de deserción escolar se pudo evidenciar que la carencia de medios tecnológicos es uno de los principales, esto debido a que muchos de los estudiantes tenían que compartir equipos para recibir sus clases con otros hermanos, lo cual provoca que no todos puedan acceder a las mismas.
De acuerdo con uno de los entrevistados, a quien llamaremos Carlos, comenta que “algunos días coinciden las clases de mi hermano y las mías, y solo tenemos un teléfono celular para conectarnos, y tengo que ayudarle en sus clases, y no alcanzo a conectarme a las mías”.
Por su parte, Lorena indica que “a veces mi mamá sale a trabajar y se lleva el celular y no tengo como entrar a las clases”.
En adición a estas situaciones se ha evidenciado que muchos niños y adolescentes muestran sentimientos de soledad, esto debido a la falta de interacción con sus compañeros. Desde hace casi un año ha provocado que pierdan contacto con muchos de ellos, en el caso de adolescentes, esta situación puede afectarlos un poco más debido a que pierden el sentido de pertenencia que tenían a su grupo, y buscan relacionarse con personas nuevas en sectores aledaños a sus viviendas; sin embargo, bajo las condiciones actuales debido a la pandemia, esto pone en riesgo su salud.
En este sentido, Jaime expresa que “extraño a mis compañeros del colegio, pasábamos juntos, nos ayudábamos en los deberes, a veces jugábamos, ya no les he visto ni a la chica del curso que me gustaba”.
Mientras que Luis añade que “a la salida del colegio íbamos por ahí, a veces nos íbamos a alguna caída por ahí, ahora ya no me dejan salir, porque hace tiempo les encontraron a unos chicos en una caída y llego la policía... mi mamá no quiere que salga porque tiene miedo que nos contagiemos y no hay medicinas”.
Otra de las situaciones que se pudo observar es la inversión de roles, esto debido a que los padres deben salir en busca de sustento, si bien esta es una situación usual en barrios vulnerables, los adolescentes no solo han tenido que cuidar a sus hermanos, también se evidenció que en varios casos tuvieron que cuidar de sus padres debido a que estuvieron contagiados con Covid, lo cual dificultó aún más el que puedan continuar con sus estudios de manera habitual.
Para Elena “antes llegaba de las clases y calentaba la comida y solo tenía que darles a mis hermanos y verles que hagan deberes, pero mi mamá se contagió, y se enfermaron también mi papá y mi hermana, yo tenía que cuidarles, preparar la comida y ya no podía hacer los deberes o conectarme a clases”.
En relación a las conductas de riesgo (ver Figura 2) que se han presentado en el sector, se puede evidenciar que los embarazos adolescentes, consumo de alcohol y otras sustancias, producto de la violencia intrafamiliar, son otros de los problemas que se observa en adolescentes.
En el caso de la violencia intrafamiliar, las carencias económicas causadas por despidos durante la pandemia y escases de empleos, ha provocado el aumento de estrés y frustración en los hogares, en especial en aquellos pertenecientes a sectores vulnerables, lo que ha llevado a situaciones de agresividad y violencia al interior del hogar.
En algunos casos se ha observado que a la par de estas dificultades ha aumentado el consumo de alcohol y otras sustancias, no solo por parte de progenitores, sino también en el caso de adolescentes, cuya edad de inicio del consumo de alcohol es cada vez menor, en ciertos casos puede observarse que una de las razones que manifiestan es debido a la falta de atención que reciben por parte de sus padres, o a la falta de control parental que hay en muchos casos, del mismo modo, se ha observado que el sentido de pertenencia un grupo o aceptación de pares, juega un papel importante para los adolescentes.
De acuerdo con Jaime “mi mamá pasa casi todo el tiempo fuera de la casa trabajando, como ya no tengo a mis amigos del colegio cerca me hice amigo de unos chicos que se reúnen aquí cerca de la casa, a veces nos tomamos algo, como no hay mucha plata, ponemos para comprar puntas y mezclamos con lo que haya. Mi mamá no se da mucha cuenta porque cuando ella llega ya estoy durmiendo”
Por otra parte, se evidencia que otro de los efectos producto del maltrato intrafamiliar es que los adolescentes sienten la necesidad de ser queridos y cuidados por alguien, lo que los lleva a establecer relaciones afectivas y sexuales de manera precoz, conllevando en muchos casos a embarazos adolescentes. La principal dificultad que esta situación acarrea es que las redes de apoyo familiares, de por si debilitadas o incluso inexistentes, pone a los menores en una situación aún mayor de vulnerabilidad, restando de esta manera las oportunidades de completar un proyecto de vida adecuado, sumiéndolos en un ciclo de violencia y pobreza.
Erika es una menor de 17 años, estaba al cuidado de sus hermanos menores de 12, 10 y 6 años, debido a que sus padres tenían que trabajar en otra ciudad y la dejaban al cuidado de sus hermanos, un tiempo después conoció a su enamorado, con quien tuvo un bebé, unos meses antes de iniciar la pandemia, se realizó un seguimiento de su situación y la de sus hermanos, y las autoridades pudieron evidenciar que vivían en una situación de hacinamiento y desprotección, debido a esto, su madre tuvo que retornar y estar al cuidado permanente de los menores.
En los meses que estuvieron confinados debido a la situación de pandemia y las dificultades económicas presentes, el enamorado de Erika empezó a maltratarla y finalmente la abandonó. Para la familia, y en especial para el padre, que es el único que sostiene económicamente al hogar, se le ha dificultado aún más conseguir el sustento, debido a que vendía artesanías.
Es evidente como en sectores vulnerables, la carencia de redes de apoyo, tanto familiares, como sociales, pueden ser determinantes en el desarrollo adecuado de los adolescentes. A esto se suma que la falta de resiliencia que muchas familias en situación de vulnerabilidad presentan, ahonda el riesgo de ser presas de situaciones que limiten su desarrollo personal.
Como parte de la presente investigación se pudo evidenciar que en sectores rurales de Quito, como la Guachapala, el maltrato familiar, la violencia, la falta de redes de apoyo, la negligencia y desprotección, se convierten en un factor importante en la estabilidad afectiva de los niños y adolescentes, del mismo modo, esto puede influir en el rendimiento escolar, en los casos de familias con bajos recursos económicos los problemas psicosociales, agravan el desarrollo de los niños y adolescentes.
La deserción escolar en el último año ha aumentado, provocando graves estragos, tanto en el aprendizaje, como en el cambio de los roles de los adolescentes, quienes han tratado de integrarse a la sociedad como mano de obra poco calificada, y otros casos, como se ha podido observar, el abandono de sus estudios los ha llevado a vincularse con grupos con estructuras delincuenciales.
Conclusiones
La adolescencia es una etapa crucial en la vida, y existen varios factores que van a influenciar dónde se van a desarrollar hábitos, tanto sociales, como emocionales, uno de esos factores es el contexto y el ambiente en el que se desarrolla. Como se sabe, los riesgos a los que se enfrentan los niños y adolescentes en la actualidad cada vez son mayores, y más cercanos, por lo cual el desarrollar de manera adecuada la resiliencia, permite frenar o contrarrestar estos riesgos.
A partir de varios problemas psicosociales por los que pasan los adolescentes, como son las deserciones escolares, las drogas, el alcohol, las pandillas, el maltrato, entre otros que han sido principales potenciadores para que los adolescentes cambien su perspectiva de búsqueda de superación. A la par de la preparación académica, es primordial trabajar en la construcción de proyectos de vida con metas a corto, mediano y largo plazo.
Todos estos aspectos han dado a notar la gran importancia que tiene el formar un estado resiliente que ayude a los adolescentes a tener un estilo de vida adecuado, donde les permita obtener nuevas formas de ver las cosas y tomar mejores decisiones.
Se puede concluir que un factor que puede causar varios conflictos en los adolescentes es el que constantemente buscan un lugar donde puedan sentirse cómodos, aceptados o un bienestar y si no lo encuentran en su hogar, su salida será buscarlo en las calles, lo cual hará que su vida, por problemas psicosociales, puede cambiar si el adolescente tiene las herramientas para estar en un punto más equilibrado, para lo cual es conveniente generar espacios seguros, redes de apoyo sociales, integradas por un equipo multidisciplinario para dar atención y seguimiento a los adolescentes, en situación de vulnerabilidad.
Pese a que un adolescente pase por un acontecimiento adverso, se entiende que el desarrollar resiliencia ayudará a que afronte estas situaciones de adversidad, es decir, forme la capacidad de resistir y afrontar esas situaciones, y de esta manera pueda continuar con su proyecto de vida.