INTRODUCCIÓN
La sociedad actual se enfrenta a cambios acelerados, hechos que conducen a la población a llevar estilos de vida apresurados, que influyen en las relaciones interpersonales. En dicho contexto, las familias cuentan con menos tiempo para la interrelación, la cual se hace cada vez menos frecuente (García, 2017).
Esta dinámica puede llevar a las personas a experimentar soledad, que si bien se presenta en diferentes grupos de edades, su prevalencia cada vez es más común entre jóvenes y niños (Salas et al., 2022), por lo tanto, se puede acentuar en etapas de la vida como la adolescencia, tras el surgimiento de cambios importantes referentes a los roles, relaciones y expectativas sociales (Houghton et al., 2014). La importancia que el intercambio entre pares tiene para los adolescentes, podría llevar a este grupo etario a experimentar soledad (Carvajal-Carrascal & Caro-Castillo, 2009); si percibe sus relaciones interpersonales como deficientes o insatisfactorias (Peplau & Perlman, 1982).
La literatura científica hace referencia a la soledad voluntaria/deseada o elegida como un sentimiento positivo, que favorece y estimula la reflexión y la inspiración, pero a su vez, es posible concebirla como negativa cuando es impuesta (García, 2021).
Del mismo modo, existen diferencias entre estar solo, o sentirse solo. Una persona acompañada podría percibirse sola y una persona que vive sola podría no percibir soledad, si cuenta con relaciones interpersonales satisfactorias (García, 2021; García-Valdecasas, 2018).
Si bien es cierto que, diversos autores han tratado de definir esta variable, en su mayoría coinciden en que la soledad se experimenta cuando existen discrepancias entre las relaciones deseadas y las percibidas actualmente (Peplau & Perlman, 1982). Desde esta posición, la percepción de soledad es una experiencia subjetiva que acontece a la persona producto de relaciones sociales deficientes, las cuales pueden ser cuantitativas o cualitativas (Peplau & Perlman, 1982; Russell et al., 1984), sustento teórico que se asume para el presente estudio.
A partir de la tipología de Weiss (1973), como se citó en Russell et al. (1984):
De este constructo se distinguen dos dimensiones: soledad emocional, que resulta de la falta de un vínculo íntimo y cercano con otra persona y soledad social, que resulta de la falta de una red de relaciones sociales, en la que la persona es parte de un grupo de amigos que comparten intereses y actividades comunes. (p. 1314)
La primera implica una percepción subjetiva, no es lo mismo estar solo que sentirse solo (De Jong-Gierveld, 1987; García, 2021). La segunda comprende percibirse socialmente aislado incluso cuando se está entre otras personas (Cacioppo & Cacioppo, 2018).
Por tanto, es preocupante encontrar evidencias sobre los problemas de salud a los que puede conducir la soledad, como: el consumo de alcohol (Telumbre-Terrero et al., 2022), la baja autoestima (Laredo, 2019; Portillo et al., 2021) y el aumento del uso de las redes sociales (Costa et al., 2019; García, 2021).
Paralelamente, con el avance tecnológico, se produce un aumento del uso de internet y, sobre todo, de las redes sociales (RS), las cuales se han convertido en un medio casi esencial dentro de la cotidianidad (Arab & Díaz, 2015), por los beneficios y facilidades que proporcionan en varios aspectos de la vida de las personas y de las organizaciones (Salas et al., 2022).
La popularidad de las RS entre los jóvenes y adolescentes se atribuye en parte a la rápida trasmisión de mensajes de manera masiva y la capacidad de compartir contenido en tiempo real (Brandão, 2021; Escurra & Salas, 2014; Kuss & Griffiths, 2017; Marín-Díaz & Cabero-Almenara, 2019). La disponibilidad de una variedad de aplicaciones de rápido acceso como Instagram, Facebook, TikTok, entre otros, con componentes lúdicos y de entretenimiento, ha absorbido a los usuarios, lo que resulta en un uso excesivo de las RS y puede desencadenar comportamientos adictivos (Arab & Díaz, 2015; García et al., 2019; Nunes et al., 2018).
Este fenómeno ha dado lugar a una preocupación creciente sobre la adicción, una condición caracterizada por la falta de control y la dependencia (Gutiérrez & Buiza, 2024), que tradicionalmente se asociaba con sustancias; sin embargo, existen las adicciones sin sustancias, también llamadas adicciones psicológicas, en las cuales se incluye la adicción a las RS (Escurra & Salas, 2014).
Existen discrepancias frente a este nuevo fenómeno de la adicción a las RS; autores como Carbonell y Oberst (2015) recalcan que acceder a ellas no siempre termina en una adicción; sin embargo, otros autores expresan que los adolescentes que acceden a las RS están más expuestos a desarrollar una adicción (Cobis & Viloria, 2022; García et al., 2019).
De acuerdo con Arab y Díaz (2015), dentro de los aspectos positivos del uso de las RS se encuentran: la creación de material formativo y de entretenimiento, páginas personales o institucionales, y dentro de los aspectos negativos se destacan: el grooming, el ciberbullying, el sexting y los comportamientos adictivos a internet.
Si bien no existe un consenso en las recientes investigaciones respecto a la definición de la adicción a las RS, para la presente investigación se considera la siguiente:
. (Echeburúa & De Corral, 2010, p. 93)La dependencia de internet o a las redes sociales está ya instalada cuando hay un uso excesivo asociado a una pérdida de control, aparecen síntomas de abstinencia (ansiedad, depresión, irritabilidad) ante la imposibilidad temporal de acceder a la Red, se establece la tolerancia (es decir, la necesidad creciente de aumentar el tiempo de conexión a internet para sentirse satisfecho) y se producen repercusiones negativas en la vida cotidiana
Sobre la base de la anterior definición, se toman en cuenta las tres dimensiones señaladas por Escurra y Salas (2014):
. (p. 81)1) Obsesión por las redes sociales, entendida como el compromiso mental con las redes sociales, pensar constantemente y fantasear con ellas, la ansiedad y la preocupación causada por la falta de acceso a las redes sociales; 2) Falta de control en el uso de las redes sociales, considerada como la preocupación por la falta de control o interrupción en el uso de las redes sociales, con el consiguiente descuido de las tareas y los estudios; y 3) Uso excesivo de las redes sociales, conceptualizada como la dificultad para controlar el uso de las redes sociales, indicando el exceso en el tiempo de uso, el hecho de no poder controlarse cuando usa las redes sociales y no ser capaz de disminuir la cantidad de uso de las redes sociales
Al respecto, García et al. (2019) y Soria y Villegas-Villacres (2024) plantean que, la accesibilidad a las RS y la preferencia de su uso coloca en una situación de vulnerabilidad a los adolescentes en vista de los riesgos a los que quedan expuestos; con importantes repercusiones en la salud mental, ya antes mencionadas. A su vez, la soledad se encuentra dentro de las consecuencias por el uso excesivo de las RS (Gutiérrez & Buiza, 2024).
Por lo tanto, el análisis de la relación entre ambas variables de estudio es particularmente relevante
en el contexto de los adolescentes ecuatorianos. Ante esta situación problémica se planteó como hipótesis la existencia de una relación directamente proporcional entre la percepción de soledad y la adicción a las redes sociales en adolescentes de la ciudad de Quito.
METODOLOGÍA
El estudio que antecedió al presente artículo de investigación se sustentó en el paradigma post-positivista, con enfoque cuantitativo y diseño no experimental, de corte transversal, de alcance descriptivo y correlacional, de acuerdo con la clasificación de Hernández-Sampieri y Mendoza (2018).
La población estuvo conformada por 1680 estudiantes desde octavo año de Educación General Básica (EGB) hasta el tercer año de Bachillerato General Unificado (BGU), de tres instituciones privadas y una fiscal de la capital del Ecuador (Quito). Se trabajó con una muestra de 568 adolescentes, con edades comprendidas entre los 12 a 18 años. Se aplicó un muestreo no probabilístico por conveniencia, con los siguientes criterios de inclusión: rango de edad entre 12 y 18 años, ser estudiante de las instituciones educativas contactadas, hacer uso de al menos una red social, contar con el consentimiento informado del representante legal y con el asentimiento del participante.
Criterios similares fueron utilizados por Cobis y Viloria (2022), Escurra y Salas (2014), Rosero et al. (2022) y Salas et al. (2022). El tamaño de la muestra correspondió a los participantes que dieron su asentimiento y el consentimiento de sus padres o tutores, respetando los principios de confidencialidad y anonimato.
Para el desarrollo de la investigación recogida en este artículo se desarrollaron los siguientes siete pasos, de acuerdo con el criterio de sus autores; en el primero, se examinó el estado del arte y de la práctica sobre el tema.
Para la percepción de soledad se tomó como referente teórico a los siguientes autores: Peplau y Perlman (1982); Russell et al. (1980); Russell et al. (1984). El análisis de sus dimensiones se basó en el estudio realizado por Russell et al. (1984), a partir de la tipología de Weiss (1973), quienes analizaron la soledad emocional y la soledad social; en dicho estudio se encontró que la escala era consistente con esos dos tipos de soledad, lo cual es afirmado también por Vázquez y Jiménez (1994).
La pesquisa de la segunda variable, adicción a las redes sociales, se basó en la concepción de Echeburúa y De Corral (2010), como se mencionó anteriormente. La exploración de las tres dimensiones que la componen se realizó a partir de la propuesta de Escurra y Salas (2014); estas fueron: obsesión por las RS, falta de control en el uso de las RS, y uso excesivo de las RS.
En el segundo paso, se procedió a la selección de los instrumentos; para evaluar la percepción de soledad se utilizó la Escala de Soledad de UCLA, versión 3 (Russell, 1996), adaptada al español por Expósito y Moya (1993), que evalúa la soledad percibida (López et al., 2014), utilizada en diversas poblaciones (Nunes et al., 2018; Pérez & Quiroga-Garza, 2019; Telumbre-Terrero et al., 2022; Vázquez & Jiménez, 1994).
El cuestionario consta de 20 ítems, la puntuación se realiza mediante una escala tipo Likert de cinco puntos, entre 0=nunca y 4=siempre; la escala original era de 1 a 4, la cual se ajustó para igualarla a la escala del Cuestionario de Adicción a Redes Sociales (ARS) y realizar el análisis de correlación. Las puntuaciones más altas corresponden a mayores niveles de percepción de soledad.
Para el análisis de los resultados, se calculó el valor ajustado, obtenido de la división del valor total para el número de ítems (20), y se interpretó de la siguiente manera: de 0-1= ocasional, 2= leve, 3= riesgo, 4= presencia alta de soledad. Se analizaron dos dimensiones: soledad emocional (SE) conformada por los ítems: 2, 3, 4, 7, 8, 11, 12, 13, 14, 17 y 18; soledad social (SS), a la cual corresponden los ítems: 1, 5, 6, 9, 10, 15, 16, 19, 20 (Russell, 1996).
Los ítems de la segunda dimensión se evaluaron con la escala invertida y se los reinvirtió para su análisis estadístico. Estos ítems se refieren a sentirse: a) comprendido, b) parte de un grupo, c) vinculado a otras personas o d) con falta de compañía. Los ítems se refieren también a sentir que cuenta con personas para hablar y a pensar en que: a) tiene cosas en común con otros, b) que es una persona amistosa, c) que puede encontrar compañía cuando lo desea, d) que existen personas a quienes puede pedir ayuda.
La interpretación de los ítems mencionados se realizó de la siguiente manera: 4=ocasional, 3=leve, 2=riesgo, 1-0= presencia alta de soledad.
El cuestionario contó con buenos indicadores de consistencia interna que oscilaban entre α= 0,89 y 0.94 en función de las dos dimensiones (Russell, 1996). Diversas investigaciones (Expósito & Moya, 1993; Nunes et al., 2018; Pérez & Quiroga-Garza, 2019; Vázquez & Jiménez, 1994) indicaron sólida consistencia interna, la cual concuerda con los resultados de este estudio, α= 0.87.
El cuestionario de ARS, diseñado y validado por Escurra y Salas (2014), evalúa la adicción a las redes sociales en población joven y adolescente; cuenta con buena consistencia interna en cada dimensión (α= 0.91, α= 0.92, α= 0.89); posee 24 ítems y tres dimensiones: obsesión por las redes sociales (ORS) con los ítems: 2, 3, 5, 6, 7, 13, 15, 19, 22 y 23; uso excesivo de las redes sociales (UERS), a la cual corresponden los ítems: 1, 8, 9, 10, 16, 17, 18 y 21; falta de control en el uso de las redes sociales (FRS) con los ítems: 4, 11, 12, 14, 20 y 24. Cuenta con una escala tipo Likert, “la calificación va de cero a cuatro puntos” (Salas et al., 2022, p. 6), entre 0=nunca y siempre=4.
Para el análisis de los resultados del cuestionario de ARS se calculó el valor ajustado, proveniente de la división del valor total por el número de ítems (24). La interpretación se realizó de la siguiente manera: 0-1=conductas ocasionales, 2= conductas leves, 3=conducta riesgo, 4= presencia alta o probable dependencia. “El ítem 13 posee calificación inversa” (Salas et al., 2022, p. 6), el cual se refiere a poder desconectarse de las RS y para su análisis estadístico fue reinvertido. Para el presente artículo de investigación, se obtuvo una consistencia interna de α= 0.92. En otros estudios, se encontraron resultados similares (Nunes et al., 2018; Rosero et al., 2022; Salas et al., 2022).
Además, se elaboró una ficha sociodemográfica para recopilar los siguientes datos: edad, sexo, nivel de estudios, datos del colegio ¿a qué colegio asiste?, datos de los padres de familia ¿padres con los que vive?, número de hermanos ¿tiene hermanos?, los cuales permitieron caracterizar a los sujetos participantes del estudio y constatar el cumplimiento de los criterios de inclusión.
En el tercer paso se efectuaron reuniones con las autoridades de las instituciones educativas para comunicar: los objetivos de la investigación, la modalidad de recolección de los datos (cuestionarios impresos o en Google Forms), la participación voluntaria de los estudiantes, el anonimato, la confidencialidad de los datos, la utilización y publicación de los resultados solo para fines científicos. Para el presente estudio, se siguieron los principios éticos para las investigaciones en seres humanos provenientes de la declaración de Helsinki (Del Percio, 2020).
En el cuarto paso, una vez obtenida la autorización para avanzar con el estudio, previo a la aplicación de los instrumentos, se recolectó el consentimiento informado de los padres, representante legal o tutores y el asentimiento informado de los menores, respetando los principios de confidencialidad y anonimato. Todo el proceso fue realizado con la colaboración de los miembros del Departamento de Consejería Estudiantil (DECE), los padres de familia y los estudiantes; similar a lo realizado por Rosero et al. (2022).
En el quinto paso, se seleccionó a los estudiantes, según el cumplimiento de los criterios de inclusión. Posteriormente, se aplicaron los cuestionarios descritos y la ficha sociodemográfica a los participantes, en junio de 2022, de manera presencial (cuestionarios impresos) y mediante la plataforma Google Forms, de acuerdo con la disposición de las instituciones contactadas. La duración de la aplicación de los cuestionarios fue de 30 minutos aproximadamente (sexto paso).
La información fue procesada en una base de datos de Excel y analizada en el Software Statistical Package for the Social Sciences (SPSS), versión 25.0 (séptimo paso).
Se ejecutó el análisis descriptivo de las variables en estudio por medio de la mediana (Me); media (M), el rango mínimo (Min) y máximo (Max). Posterior a ello, se realizó el análisis comparativo de las variables en función del sexo (femenino y masculino) y del colegio al que asisten (privado y fiscal), por medio de la prueba U de Mann-Whitney para muestras independientes en datos no paramétricos, con la finalidad de identificar la existencia o no de diferencias significativas. Previo a este análisis, se determinó la distribución de los datos a través de la prueba de normalidad de Kolmogórov-Smirnov, la cual demostró una distribución asimétrica (no normal), por lo que se decidió utilizar Rho de Sperman (rs) para el análisis correlacional (octavo y último paso).
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
ANÁLISIS DEL PERFIL SOCIODEMOGRÁFICO DE LOS PARTICIPANTES
Se utilizó la clasificación del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, 2021), que agrupa a la adolescencia en tres momentos: adolescencia temprana, entre 10 y 13 años; adolescencia media, entre 14 y 16 y la adolescencia tardía, de 17 a 21. En el análisis de las características sociodemográficas de los participantes, se pudo observar que la adolescencia media (rango de edad de 14 a 16 años) fue la frecuencia más alta, con el 60 % de los estudiantes.
La frecuencia más baja se encontró en el rango de edad entre 17 y 18 años (adolescencia tardía), con el 19 %. Así también, se identificó el predominio del sexo femenino en los participantes, este representó el 54 % mientras que el masculino constituyó el 46 % como se aprecia en la tabla 1. Esta distribución coincidió con el estudio realizado por Rosero et al. (2022) en una muestra de adolescentes en Colombia.
De igual forma, se constató que el 60 % vive con sus padres. El 87 % de los participantes señaló tener hermanos, por lo tanto, en esta población el porcentaje de hijo único es menor (13 %). El 61 % de los adolescentes cursa el BGU, dato semejante al obtenido por Rosero et al. (2022), quienes encontraron mayor porcentaje de estudiantes en los últimos años de estudios. El 77 % de los evaluados asiste a una escuela privada, esto se puede explicar al hecho que, el mayor número de estudiantes participantes pertenece a instituciones privadas (ver Tabla 1).
ANÁLISIS DESCRIPTIVO DE LAS VARIABLES
El análisis descriptivo muestra que, algunas veces, el 44.5 % (Me=2) de los adolescentes evaluados manifestó la presencia de percepción de soledad, y el 36.1 % señaló experimentar soledad emocional algunas veces (Me=2). Sin embargo, el 68.3 % de los estudiantes indicó una puntuación menor en soledad social (Me=1), lo cual significa que rara vez perciben este tipo de soledad (ver tabla 2).
Por lo tanto, se plantea que los evaluados presentaron leve percepción de soledad; sin embargo, la dimensión soledad emocional, correspondiente al vínculo cercano o contacto íntimo, se ve ligeramente con una mayor percepción, no obstante, siguen siendo niveles bajos. Resultados similares se obtuvieron en el estudio realizado por Salas et al. (2022) y Ramos-Vera et al. (2022), quienes hallaron niveles bajos en población no clínica, en adolescentes y jóvenes estudiantes.
Tras analizar la percepción de soledad en función de las variables sociodemográficas mediante las tablas de contingencia, se constató una asociación significativa de la dimensión soledad social con los tres grupos de adolescencia: temprana (30.3 %), media (27.6 %) y tardía (43.5 %) en una frecuencia de algunas veces, con un nivel de significancia de p=0.009. Este resultado significa que los adolescentes experimentan algunas veces, falta de interacción con su grupo social. Esta percepción fue mayor en la adolescencia tardía (17 a 18 años).
En la variable adicción a las RS, el 51.9 % de los evaluados perciben adicción algunas veces (Me=2.00); el 49.3 % consideró que rara vez sienten obsesión por las RS (Me=1.00); el 45.4 % manifestó tener algunas veces falta de control en el uso de las RS (Me=2.00) y el 43% mostró un uso excesivo de las RS (Me=2.00).
Según estos resultados, los adolescentes presentaron leve adicción a las RS. Las dimensiones faltan de control en el uso de las RS y uso excesivo de las RS correspondientes a la preocupación por la falta de control y a la dificultad para gestionar el tiempo, se ven ligeramente con una mayor percepción, no obstante, estos puntajes siguen siendo bajos; pero demuestran la necesidad de supervisar el tiempo de conexión a las RS, donde los padres de familia y los docentes juegan un papel importante en la prevención del incremento de su utilización. Estos datos se asemejan a estudios realizados por Cobis y Viloria (2022), Escurra y Salas (2014), Nunes et al. (2018) y Rosero et al. (2022), quienes encontraron puntuaciones bajas en adicción a las RS en adolescentes y jóvenes estudiantes (ver Tabla 2).
Las bajas puntuaciones en las dimensiones de la adicción a las RS pueden estar relacionadas a que los adolescentes en estudio pertenecen a una población no clínica. Además, para la medición de ambas variables se utilizaron dos instrumentos de autoinforme, por tanto, las respuestas son sensibles a la subjetividad de los evaluados, los cuales pueden no autopercibir una adicción ni un uso excesivo de las RS. Esto puede ser bastante común entre los usuarios más jóvenes, ya que al estar más en contacto con las redes sociales por motivos personales o institucionales no ven como problemático su uso (Kuss & Griffiths, 2017).
En el análisis de la adicción a las RS en función de las variables sociodemográficas (mediante tablas de contingencia) se halló que, existe diferencia en dicha variable asociada a la frecuencia de conexión, en los que se conectan una vez por semana, con un nivel de significancia de p< 0.01. A su vez, en la adicción a las RS y su dimensión falta de control en el uso de las RS (p<0.01) se encontró diferencia asociada a la edad, en la etapa de la adolescencia temprana (12-13 años) con el 21%. Esto se debe a la popularidad de las RS entre los más jóvenes y a su rápido acceso (Arab & Díaz, 2015; García et al., 2019; Marín-Díaz & Cabero-Almenara, 2019).
En relación con los aspectos descriptivos tomados del cuestionario de ARS, se observó que dentro de las aplicaciones más utilizadas por los adolescentes se hallaban: Instagram y TikTok (77 %), seguido de WhatsApp (74 %) y Facebook (17 %). Los hallazgos concuerdan con lo encontrado por González et al. (2021) y Salas et al. (2022), donde Instagram, WhatsApp y Facebook fueron referidas como las aplicaciones más utilizadas. Por su parte, Luque (2022) señala que TikTok e Instagram son las RS de preferencia de los adolescentes.
A su vez, para conectarse a las RS los participantes identificaron que el celular y la computadora son los dispositivos más utilizados (89 % y 60 %, respectivamente), lo que se asemeja a lo manifestado por Salas et al. (2022), quienes obtuvieron mayor porcentaje en los mismos dispositivos. De igual manera, el Instituto Nacional de Estadística y Censo del Ecuador (INEC, 2021), halló que, un 44.6 % de la población (de 5 y más años) utiliza RS desde su teléfono inteligente.
Otro de los resultados muestra que los participantes refieren conectarse de 7 a 12 veces al día (28 %) y todo el tiempo (29 %), por tanto, es necesario prestar atención al uso que hacen de las RS, por los peligros a los que se encuentran expuestos. Si bien esta población no presenta niveles preocupantes de adicción a las RS, el uso excesivo podría llevar a los adolescentes a desarrollarla (García et al., 2019; Nunes et al., 2018).
ANÁLISIS COMPARATIVO
En cuanto a los resultados comparativos de la percepción de soledad con el sexo, mediante el estadígrafo U de Mann-Whitney, se hallaron diferencias en la percepción de soledad y la dimensión soledad emocional (p=0.000) en el sexo femenino (mayor rango). Del mismo modo, en los resultados comparativos de la adicción a las RS, se encontró significancia (p=0.027) en la dimensión falta de control en el uso de las RS, en las mujeres (mayor rango). Este resultado puede estar relacionado a que es mayor el número de mujeres en comparación con los hombres en la presente investigación.
Este último resultado difiere de lo encontrado por Salas et al. (2022), quienes constataron significancia en la dimensión falta de control en el uso de las RS en el sexo masculino, ver Tabla 3.
En el análisis comparativo de las dos variables con el tipo de colegio, se encontró que la dimensión soledad social presenta diferencias en los adolescentes que asisten a colegios públicos (p= 0.002). Esto puede atribuirse a la calidad de las relaciones familiares o de las amistades que posee la población estudiada, pues, la soledad social está vinculada a la satisfacción que la persona experimenta en sus relaciones interpersonales y más cercanas (ver Tabla 4).
ANÁLISIS DE CORRELACIÓN
En la Tabla 5 se muestra los resultados del análisis correlacional entre las variables de estudio; se evidencia una correlación baja y positiva entre la percepción de soledad y la adicción a las redes sociales (rs=.203; p=0.000), lo que significa que, a medida que aumenta la percepción de soledad también aumenta la adicción a las redes sociales. A su vez, se observa correlación positiva y baja entre la percepción de soledad y las tres dimensiones de la ARS: ORS (rs=.227; p=0.000); FRS (rs=.178; p=0.000); UERS (rs=.211; p=0.000).
Del mismo modo, la dimensión soledad emocional guarda correlación baja y positiva con la variable adicción a las redes sociales (rs=.261; p=0.000). También se observa correlación baja y positiva entre la soledad emocional y las dimensiones de la ARS, dado el valor de ORS (rs=.249; p=0.000); FRS (rs=.231; p=0.000); UERS (rs=.295; p=0.000), ver tabla 5.
A pesar de que el nivel de relación entre las variables y sus dimensiones fue baja y positiva, se acepta la hipótesis de investigación presentada en este artículo. Se evidencia la existencia de relación entre la percepción de soledad y la adicción a las redes sociales en los adolescentes de la ciudad de Quito.
Este resultado coincide con el encontrado por Nunes et al. (2018) quienes hallaron una correlación positiva y baja (.17**) entre la percepción de soledad y la adicción a las RS; así mismo, Salas et al. (2022) mostraron una correlación positiva y baja entre las dimensiones de la soledad y la adicción a las RS que oscilaban entre rs=.19* y .25**, lo cual avala el resultado obtenido.
Datos parecidos fueron encontrados por investigadores que trabajaron con variables similares. Błachnio et al. (2018) hallaron relación positiva y baja entre intrusión en Facebook y la soledad en diferentes países como: Ecuador con r=.15** y Eslovaquia con r=.16*. A su vez, García (2021) en su estudio documental sobre la soledad en adolescentes, concluye la existencia de interrelación de esta, con las fortalezas psicológicas y con el abuso de las RS.
Los constructos en estudio son multifactoriales, por lo que se debe tener en cuenta otras variables que pueden influir en la correlación (ansiedad, estrés y depresión). Al respecto, Liu y Ma (2019) encontraron como predictores de la adicción a las RS, a la ansiedad y el estrés. Por lo cual, dichas variables podrían considerarse en investigaciones futuras.
La ausencia de correlación entre la dimensión de soledad social y las dimensiones de la adicción a las redes sociales (ORS, FRS, UERS) reportadas en este estudio puede indicar que estos factores son independientes; tal y como señala Salas et al. (2022). Así mismo, puede suceder que los adolescentes no perciban afectada sus relaciones interpersonales ante el uso de estas plataformas, ya que el empleo adecuado del tiempo destinado a ellas puede no perjudicar la interacción con su grupo cercano ni interferir en sus actividades cotidianas (Pérez & Quiroga-Garza, 2019), por el contrario, el uso de las RS puede generar un reforzamiento de las relaciones creadas offline (Arab & Díaz, 2015).
Sin embargo, en una investigación realizada por Salas et al. (2022) sí encontraron correlación entre la dimensión soledad social y dos de las dimensiones de la adicción a las RS (obsesión por las RS con rs=.24** y falta de control en el uso de las RS con rs=.19*).
Como limitación del presente estudio se encuentra que la muestra se refiere solo al contexto estudiantil de las instituciones contactadas de una ciudad del Ecuador, lo que no hace posible generalizar los resultados.
El sesgo de deseabilidad social presente en las escalas de autoinforme, puede prestarse a distorsiones en las respuestas. Para próximas investigaciones se puede considerar utilizar otros instrumentos de medición que complementen el autoinforme tales como: la observación, el reporte de familiares y amigos.
Pese a no encontrar niveles alarmantes en las variables de estudio, la relación encontrada sigue siendo de interés, por ello, continuar investigando sobre el tema puede ampliar la comprensión del constructo y su influencia en diversos comportamientos de los adolescentes.
Por consiguiente, para futuras investigaciones se sugiere: el análisis de otros datos sobre los participantes relacionados a la variable soledad, como: cuánto tiempo pasan solos, si se sienten solos a pesar de estar acompañados, en qué situaciones prefieren la soledad, entre otros; y en cuanto a la variable ARS, se sugiere incluir información referente a: la accesibilidad a internet, las horas diarias que pasan conectados a la internet y, de ellas, cuántas conectados a las redes sociales, los horarios más frecuentes de conexión, entre otros.
De igual manera, se considera interesante estudiar la relación bidireccional y la influencia entre la percepción de soledad y la adicción a las RS, pues algunos autores señalan que la soledad conduce a la adicción (Costa et al., 2019 y García, 2021) y otros consideran que la adicción conduce a la soledad (Gutiérrez & Buiza, 2024). Estos hallazgos ofrecen valiosas orientaciones para la elaboración posterior de programas individuales y grupales dirigidos a la prevención e intervención en la atención a la soledad y al uso adecuado de las redes sociales.
CONCLUSIONES
En este estudio se encontró relación directa, positiva y baja entre la percepción de soledad y la adicción a las redes sociales en los adolescentes de la ciudad de Quito. Esto significa que a medida que la percepción de soledad aumenta o disminuye, también lo hace la adicción a las redes sociales, lo que hace que sea un factor de riesgo a considerar.
La mayoría de los adolescentes presentan niveles leves de percepción de soledad y adicción a las redes sociales; no obstante, será necesario reforzar los vínculos cercanos y una supervisión del tiempo de conexión a las redes sociales, por parte de los padres o cuidadores para prevenir afectaciones a su salud mental.
Existen diferencias significativas en la percepción de soledad y soledad emocional entre sexos y tipo de institución, siendo más notable en el sexo femenino, y en adolescentes que asisten a colegios públicos.
La percepción de soledad social varía entre los grupos de adolescencia temprana, media y tardía, existiendo mayor incidencia en la adolescencia tardía.
En la adolescencia temprana, se confirma lo que sugieren las investigaciones: las redes sociales son populares entre los jóvenes debido a su rápido acceso y la falta de control. Es decir, los adolescentes de 12 a 13 años tienen mayor acceso a las plataformas digitales y, al no ser vigilados por un adulto, enfrentan un mayor riesgo de desarrollar una adicción a las redes sociales



















