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Revista Chakiñan de Ciencias Sociales y Humanidades

versión On-line ISSN 2550-6722

Revista Chakiñan  no.7 Riobamba ene./abr. 2019

 

Artículo de investigación

¿LA ARQUEOLOGÍA ES ANTROPOLOGÍA? TÓPICOS PARA LA CARACTERIZACIÓN DE UNA CIENCIA SOCIAL

¿IS IT ARCHAEOLOGY OR ANTHROPOLOGY? TOPICS FOR CHARACTERIZE A SOCIAL SCIENCE

1Universidad de Cuenca, Ecuador, email: miguel.novillo@ucuenca.edu.ec

2 Universidad de Cuenca, Ecuador, email: fernando.20040@hotmail.com


RESUMEN

El prestigio y vigor -que algún día lo tuvo- de las Ciencias Sociales ha ido decayendo constantemente. Son múltiples las razones que han generado este estado, desde aspectos educativos, económicos, o simplemente funcionalidad, pues se tiene la visión de incentivar el desarrollo a partir del adelanto tecnológico, informático, relegando de ésta manera el carácter social y colectivo inherente de las personas que compartimos un mismo espacio y tiempo. De esta forma, desde la Arqueología se generan y cuestionan conceptos que matizan a esta ciencia desde una perspectiva antropológica. Por ello, el presente artículo tiene por objetivo exponer determinados aspectos sobre la ciencia arqueológica y el empleo de la analogía como potencial medio para inferir un acontecimiento, considerando que para la arqueología se convierte en una tarea esencial el estudio disciplinado y sistemático de los vestigios, de las actividades de los hombres del pasado, entender esas etapas de la humanidad bajo una mirada desde la contemporaneidad. El arqueólogo como historiador tendrá que dotarse de suficientes argumentos conceptuales y técnicos para inferir un acontecimiento, con el afán, por supuesto, de hacer historia.

PALABRAS CLAVE: Analogía; antropología; arqueología; ciencia social; etnoarqueología

ABSTRACT

The prestige and vigour -that used to have- the Social Science has been constantly declined. There are multiple reasons that had generated this status. Since the educative, economical, and educational aspects or just a functionality. So, we have the vision to stimulate the development starting from the informatical and technological advance, laying aside the collective and social character from the people who share the same space and time. Thus, from the archaeology there are some notions that explain this science from an archaeological perspective. So, this article has the objective to explain certain aspects about the archaeological science, and the use of the analogy as a potential way to infer an event, considering that, for archaeology, it is an essential labor the disciplinal and systematic study of the remains of the past human activities; to understand this phases of humanity, with a contemporary perspective. The archaeologist, as an historian, has to provide the enough conceptual and technique arguments to infer an event, with the eagerness, of course, to make history.

KEYWORDS: Analogy; anthropology; archaeology; social science; ethnoarchaeology

INTRODUCCIÓN

Las relaciones sociales en el tiempo serán tratadas como un general y complejo sistema de interacción, que puede ser explicado únicamente por el carácter de las Ciencias Sociales. Es en este sentido que la Antropología y la Arqueología tienen objetivos, funcionalidades y conceptos que vigorizan la esencia y razón de existir dentro de dichas ciencias. La primera, matizada como una ciencia que integra diversos enfoques, tanto naturales (ciencias naturales), sociales (ciencias sociales) y humanos (humanidades), generando una visión conjunta y holística para entender un proceso, que a su vez estará particularizado en un contexto (tiempo-espacio).

De la misma forma, la Antropología ha diversificado sus ámbitos según su unidad de análisis -sea de pueblos antiguos o modernos-, fundando ramas de conocimiento. Así tenemos, por ejemplo, a la Antropología Física, Antropología Cultural, Antropología Lingüística y a la Arqueología, cada una de estas con su campo de acción específico. De ahí, la clasificación tradicional de la Antropología ha sido criticada ferozmente por distintos académicos; en un principio dependía de las escuelas inglesa, norteamericana y francesa. Hoy se habla de una antropología contemporánea que borra los esquemas “conservadores” de dicha ciencia.

Un primer acercamiento a la definición de Antropología señala que esta “

explora la diversidad humana en el tiempo y en el espacio, estudia toda la condición humana, su pasado, presente y futuro; su biología, sociedad, el lenguaje y la cultura. De particular interés es la diversidad que proviene de la adaptabilidad humana

” (Kottad 2011:4). De esta manera, una de las tantas herramientas antropológicas radicará en la etnografía conceptualizada en sus inicios como el estudio de asentamientos locales hasta configurarse en una estrategia de investigación para sociedades de mayores complejidades, mediante el registro y análisis de modos de vida, creencias, valores, entre otros, la cual permite describir e interpretar a las sociedades, basadas en aspectos tradicionales, para posteriormente utilizarlas como un modelo de idear hipótesis, siempre y cuando se consideren las diferencias y similitudes entre sociedades del pasado y el presente.

Así, la importancia de la Antropología estará en su carácter comparativo y a la vez global, pues sus resultados pueden ser contrastados -en ocasiones- a nivel general, tomando en consideración la diversidad social y cultural. Además, sus ramas -en sentido interdisciplinar- conjugan una suerte de panacea al momento de inferir un hecho, contribuyendo al entendimiento tanto biológico y cultural de las etnias y consecuentemente aspectos que, en ocasiones, derivan de la interacción como: racismo, etnicidad, marginación, exclusión, etc.

En este contexto, la Arqueología dispone de varios conceptos que fueron postulados en diferentes momentos. Sin embargo, esta puede ser tratada como la ciencia social que estudia las sociedades humanas y sus transformaciones en el tiempo, por ende, estará provista de una visión histórica hacia el estudio del pasado. Además, será parte de la antropología, pues estudia al hombre como ente social, así como su influencia sobre el medio: “Es una disciplina que integra a la información procedente del conocimiento de la Tierra (geología, geofísica y geografía) con datos procedentes de la biología (paleobotánica, paleozoología y paleoantropología) y, en consecuencia, la arqueología es un poderoso puente interdisciplinario de unión” (Manzanilla & Barba 1994: 13).

En efecto, la Arqueología y la Antropología tienen objetivos similares, pero se diferencian en los métodos que emplean y en las culturas que estudian, puesto que, para la primera los restos materiales son importantes y necesarios -en ocasiones-, debido a que las fuentes de información no son las mismas en las sociedades, por ello el único registro que aportará a la inferencia será el material.

A pesar de ser considerada una subdisciplina de la Antropología, la Arqueología es cuasi una propia ciencia, pues tiene su propio método, su propia fundamentación teórica y corporal, así como su objeto de estudio:

La arqueología se define como un método para el estudio de las manufacturas o monumentos de los pueblos antiguos, que prepara, con la filología los materiales que permiten la reconstrucción histórica de la vida del pasado en sus distintos aspectos

(Perinetti 1975: 16).

En los últimos años, la Arqueología está perfilándose como una ciencia independiente, separándose de los contiguos y confinados límites antropológicos. Sin embargo, la visión integradora e interdisciplinar de la ciencia antropológica está fundamentada en lo complejo que se torna el estudio de lo humano. Uno de los elementos o puntos de inflexión que relacionan la Arqueología y la Antropología son los utensilios, los instrumentos, los materiales, etc. que alguna vez fueron creados o utilizados por antepasados y que ayudan al entendimiento de un pretérito, sumamente sospechoso e intrigante.

METODOLOGÍA

Por lo expuesto, el presente artículo reflexiona sobre el desarrollo de la Arqueología como Antropología y, a su vez, introduce conceptos hacia la propuesta etnoarqueológica. Así, a partir de una metodología descriptiva y analítica, se recolectaron ciertos datos que permiten identificar las relaciones entre las materias antes mencionadas.

De esta manera, se toma los fundamentos expuestos por Linda Manzanilla y Luis Barba (1994), quienes señalan que entre los principales objetivos de la Arqueología estarán: registrar patrones repetitivos de conducta en las distribuciones de utensilios, construcciones y sitios; reconstruir las actividades y relaciones entre los grupos sociales; observar la sucesión de sociedades de distinta complejidad a través del tiempo; proponer esquemas de cambio; tratar de explicar los factores que intervinieron en esas transformaciones y sus causas.

Además, la investigación arqueológica puede estar guiada bajo la siguiente escala: a) estudio regional, que permite ubicar a un sitio particular en un contexto común de estudio a escala mayor; b) la prospección del sitio, que comprende la definición de áreas específicas de trabajo y el planteamiento de algunas hipótesis sobre su función; c) la excavación estratigráfica, que establece una relación cronológica entre los diversos niveles de ocupación; d) el análisis de los materiales, que permite determinar las materias primas, su procedencia, las técnicas de elaboración y su función; e) el fechamiento, que proporciona un marco cronológico para ubicar los sucesos en el tiempo; f) la integración y la interpretación, que obliga al investigador a dar la explicación final del caso (Manzanilla & Barba 1994).

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Desde la perspectiva de Marvin Harris la Arqueología puede clasificarse de la siguiente manera:

Arqueología Histórica: Estudia las culturas del pasado reciente por medio de una combinación de material escrito archivado y excavaciones arqueológicas. Arqueología Industrial: Usa técnicas de la arqueología histórica para centrarse en factorías e instalaciones industriales. Arqueología Contractual: lleva a cabo encuestas arqueológicas para la defensa del medio ambiente y la protección de lugares históricos

(2001 :13).

No obstante, esta clasificación está tambaleante, pues, se habla en nuestra época de arqueología de urgencia, de arqueología de salvamento, arqueología de la basura, etc., que cambiarán la visión coyuntural de esta ciencia y reorientará su accionar investigativo (Rahtje & Murphy 2001; Botiva 1990).

En esta perspectiva, la arqueología ha sido tratada, casi exclusivamente, como medio para datar tiempos prehistóricos. También se ha hablado -en Europa- que la Arqueología serviría hasta la Edad Media; equivocación que a criterio de Perinetti (1975) carece de sustento pues esta ciencia es tan práctica que se utiliza en nuestra cotidianidad. De igual manera, la Antropología, también, fue desafiada; se creía que sólo servía para entender a grupos “primitivos” o tribales, de “segundo orden”.

Fue Philip Phillips (1958) quien postuló la frase: “Archaeology is anthropology or it is nothing”, y desde ese momento la Arqueología tomó un nuevo cambió conceptual y metodológico, incentivando la necesidad de generar distintos conceptos y enfoques para el desarrollo del trabajo arqueológico.

De esta manera, la antropología observará el comportamiento de grupos humanos en dos dimensiones: social y cultural; además, tomará matices adversos a los tratados con anterioridad:

había interés en el comportamiento simbólico (lenguaje, artes, mitos, etc.) y en la cultura material (artefactos, tecnología, etc.), esto lleva a conjugar los aspectos materiales del comportamiento colectivo por medio de las inferencias, así pues, parece que las materias primas de ambas disciplinas no son tan diferentes después de todo

(Williams 2005: 13).

Es necesario reconocer la determinación de nuevas corrientes en el pensamiento, sea en la antropología o en arqueología que, paulatinamente incorpora, descarta o sistematiza postulados ideológicos que argumentan un concepto. Gamble “diferencia” a la arqueología como encargada:

de las cronologías y los hechos, la historia cultural, que sigue entre nosotros desde la época de Thomsen, en el siglo XIX. Luego hay la arqueología de las ideas y la imaginación que adopta muchas formas, por más que solo haya cumplido unos escasos 40 años, una vez se difundieron los principios de la arqueología antropológica

(2002 :53).

Entre los varios dilemas que afronta la ciencia arqueológica estarán el definir acertadamente los elementos constitutivos de esta, sus concepciones e implicaciones. Es así que su significación estará relacionada tácitamente -consciente o inconscientemente-, como una medida del tiempo en un lugar determinado y con actores específicos, y por ende abordando otros giros como el definir qué es un dato del pasado y qué es un hecho histórico. Para definir estos dos elementos claves para el entendimiento arqueológico e histórico es necesario plantear el papel del investigador, pues él es quien determinará la funcionalidad y categoría entre datos y los hechos.

Los hechos históricos hacen referencia a la acumulación de datos que genera el investigador según el interés individual y colectivo que surja en ese momento -es necesario encontrar significado a los datos del pasado-. Ahora bien, las relaciones entre datos del pasado y hechos históricos están enlazados, ya que el investigador es el que selecciona el cuerpo y jerarquiza los temas y contenidos a investigar. Sin embargo, para que un dato sea hecho histórico debe tener interpretación y ser aceptado por la comunidad como valedero. En sí los datos no dicen nada, solo las conjunciones de muchos datos crean un hecho histórico y para interpretar los resultados, la única herramienta que se utiliza es la inteligencia humana (Manzanilla & Barba 1994: 15).

La singularidad de la arqueología tradicional, y de hecho un aspecto constantemente repetido por sus detractores, fue la carencia de interpretaciones a partir de los datos. Se constituyeron como órganos generados de información, pero que no trascendieron más allá. Tuvieron un papel receptivo y estático. Mientras tanto, Binford concibió a la generación de datos, cronologías y tipologías como elementos insuficientes para interpretar los procesos culturales, y proponer trabajos arqueológicos serios (Canady 2009).

Los argumentos expuestos hasta el momento evidenciaron largas y continuas visiones que alimentan la figura del antropólogo y su área de trabajo:

por no sé qué estereotipos con frecuencia se nos identifica con los que buscan el eslabón perdido entre el mono y el hombre o miden pacientemente los cráneos de viejos enterramientos; otras veces se nos confunde con los arqueólogos, que hacen prolijas excavaciones para reconstruir antiguas civilizaciones; los más enterados dicen que los antropólogos se pasan años enteros conviviendo con grupos étnicos marginales, olvidándose de la marcha incontenible de la historia que va a cavar borrando todas las diferencias y establecer una cultura universal. Todo eso -cráneos, restos arqueológicos y costumbres extrañas- lo ha estudiado alguna vez la antropología y hoy lo siguen estudiando algunas de sus ramas, pero la antropología no es sólo eso

(Marzal 1993: 15).

Por otro lado, la visión estructural de la Antropología, cuyo principal representante es Claude Lévi Strauss, menciona con prolijidad “

que la antropología debe buscar las estructuras que hay tras los hechos socioculturales, los fundamentos inconscientes de la vida social

” (1958), esto se puede enlazar con la arqueología, como disciplina comarcada a su realidad. Obviamente que la antropología (arqueología) va más allá, explica los procesos continuos y de larga duración presentes en la sociedad (Renfrew & Bahn 2007).

Existen elementos que la arqueología no los puede explicar a través de su tradicional metodología, por ende interpretará a la sociedad pasada por medio de la etnografía (etnoarqueología). Por ello muchos arqueólogos optan por vivir en comunidades contemporáneas, pero con el propósito específico de entender cómo usan la cultura material dichas sociedades (Renfrew & Bahn 2007). En consecuencia, se emplea la analogía como una herramienta más para inferir los hechos.

En este sentido es necesario abordar una perspectiva metodológica que surge a partir del desarrollo de la arqueología tomando como herramienta de investigación y fundamento de estudio a la etnografía, pues la conjugación de ambas -es decir la Etnoarqueología, como subdisciplina- ayudan a entender aspectos que la arqueología no los puede explicar. Esta corriente en Latinoamérica está siendo utilizada cada vez más, pues como estrategia analítica va de un razonamiento particular hacia otro particular a fin de obtener conclusiones a partir de la comparación de sociedades pasadas y contemporáneas.

Un factor importante a tener en consideración es el constante devenir conceptual de la Arqueología, y por ende la aplicación de herramientas y técnicas apropiadas al momento de pensar un sitio. Posiblemente este paulatino avance científico genera un aporte al conocimiento e interpretación de la ciencia.

La Nueva Arqueología o llamada también Arqueología procesual toma como leiv motiv la frase: “La arqueología americana o es antropología o no es nada”, vinculando a esta disciplina como parte de la Antropología Cultural que, en su tiempo tuvo fuerte influencia dentro de la arqueología, sea en Europa como en América, pues criticaba fuertemente a la visión historicista y materialista europea, en donde no se generaban hipótesis de trabajo, sino se trabajaba en crear taxonomías, descripciones, tipologías, ausentes de la aplicación del método científico. Es decir, se contraponía el carácter humanístico de concebir la labor arqueológica con el aspecto científico propuesto por los arqueólogos norteamericanos, intento por dotar de carácter de cientificidad a la labor.

Con esta visión antropológica los arqueólogos ya no se iban a limitar al registro arqueológico como depósito de restos materiales, sino, estos datos servirían para explicar el cambio cultural por medio de procesos, es decir, la materialidad producida por una cultura podría percibirse temporal y espacialmente en la variación de tradiciones, usos y funciones atribuidas a objetos, entre otros aspectos. Binford concibió a la cultura “como un sistema dinámico de adaptación, una herramienta en la que las clases representan soluciones funcionales a un conjunto de condiciones ecológicas, como su principio organizativo” (Canady 2009: 84) y con ello no aceptó que los conocimientos sobre el pasado fueran reflejo de una realidad pasada, sino que era una especie de modelo de vida en construcción.

En Sudamérica, la Etnoarqueología ha tenido poco desarrollo, puesto que hay dificultades para extrapolar la información actual hacia las sociedades del pasado y tomando en consideración que las culturas indígenas están sumidas en la globalización. Además, algunos investigadores problematizan a la Etnoarqueología bajo el argumento de: “ir a molestar a los indios vivos para entender lo que les pasaba a los indios muertos” (Politis 2002: 63).

Pero a su vez -en Sudamérica-, es favorable la Etnoarqueología gracias a la existente y numerosa población indígena, las fuentes etnohistóricas y también etnográficas. Esta subdisciplina obtiene información sistemática acerca de la dimensión material de la conducta humana, tanto en el orden ideacional como en el fenomenológico. Es una generadora de referentes analógicos para la interpretación arqueológica y es una fuente de producción de hipótesis y modelos acerca de cómo funcionan las sociedades. Además, la Etnarqueología es uno de las mejores vías para proveer la información requerida para contextualizar las analogías y para justificar asunciones (Politis 2002).

Dada la escasez de sociedades cazadoras-recolectoras en el mundo y la privilegiada posición de América del sur a este respecto (Williams 2005), es asombroso que no se hayan llevado a cabo más investigaciones etnoarqueológicas en el continente -es una constante señalada por Politis-. Hay aspectos donde la arqueología no puede dar una interpretación adecuada sobre los procesos sociales. Información que por medio de la analogía puede ser inferida a partir de las comunidades vivas, que en cierto sentido mantienen “vivas” las prácticas pasadas.

Sin embargo, esta labor también lleva implicaciones éticas y metodológicas, pues la aplicación de una analogía no puede darse en cualquier situación, siendo necesario un correcto estudio bibliográfico, etnohistórico y etnográfico, a fin de no errar al momento del estudio.

CONCLUSIONES

Respecto a la arqueología como antropología es adecuado señalar que, para comprender una acción del ser humano en determinado contexto, es necesario partir de la conjugación entre disciplinas. En determinados ámbitos y bajo ciertas perspectivas, investigadores han pretendido desvincular a la Arqueología del campo antropológico. A pesar de ello, esta brecha está siendo superada paulatinamente.

Conceptualmente, la Antropología es “el estudio comparativo de la humanidad; sus objetivos son descubrir, analizar y explicar tanto las similitudes como las diferencias entre los seres humanos” (Spaulding 1987: 4); mientras que la Arqueología es la ciencia que “reconstruye, describe e interpreta el comportamiento humano y los patrones culturales a través de restos materiales” (Kottad 2011: 11).

En parte de la historia de la Antropología, los estudiosos de esta han tenido una visión un tanto despreocupada sobre la complementación de su materia con otras ciencias a fin de inferir conocimientos sólidos -situación que en la actualidad ha tomado un rumbo diferente-. Esto lo han hecho de manera esquiva en varias ocasiones, a pesar de ello existen trabajos dirigidos a madurar esta visión de la Antropología (Marzal 1993), que en sus primeros momentos se dedicó a estudiar a grupos supuestamente “primitivos, exóticos”, instalando sus laboratorios “en selvas tropicales o islas lejanas” (Llobera 1990: 10).

De esta forma, hacían -únicamente- un registro etnográfico, cuando lo fundamental radicaba en el cambio de espacios y escenarios a nivel mundial, donde la evidencia etnográfica es variable y aporta nuevos datos para el entendimiento cultural. Así se definía a la Antropología como una ciencia relativamente joven y, por lo mismo, insuficientemente definida en sus métodos y en su mismo objeto. Por el mismo crecimiento de la disciplina, ha tenido que sufrir una progresiva división en nuevas especialidades (Llobera 1975).

Asimismo, la Arqueología se ha desarrollado poco a poco, generando divisiones que intentan dar nuevas interpretaciones y herramientas para su entendimiento, creando una suerte de complementariedad y multidisciplinariedad, a la vez holística (Baines & Brophy 2006; Bennett 1953; Spaulding 1987; Loulanski 2006; Earle 2000; Earle et.al. 1987).

En este sentido, los trabajos arqueológicos actualmente se fundamentan en etnografías y analogías, a fin de valerse de la contemporaneidad para explicar el hecho pasado. Pese a ello, la analogía puede ser positiva o negativa según la correcta contrastación con la evidencia arqueológica, explicando similitudes y diferencias de los contextos culturales (Binford 1962; London 2000).

La demanda de la arqueología se encuentra en un interés general en las raíces de las poblaciones y las prácticas contemporáneas (Miller et.al. 1980), y ya no solo la cerámica u otros artefactos servirán para “explicar” un hecho (Simon et.al. 1998; Knapp 1988; Emberling 1997), la idea central a defender está bajo el presupuesto de Phillip Phillips, “

la arqueología es antropología o no es nada

”, propuesta defendida por diversos autores (Watson 1995; Whallon 2000; Flannery 2006). Solo el correcto manejo y enfoque teórico y metodológico de estas dos ciencias nos permitirá estudiar con mayor precisión y fehacientemente las épocas pasadas y contemporáneas bajo una escala temporal dada por la Arqueología (Renfrew & Bahn 2007: 425).

De esta forma Politis realiza la siguiente propuesta de Etnoarqueología:

a. Las sociedades indígenas, tanto actuales como precolombinas, construyen su realidad de forma diferente a la occidental y con diferentes parámetros, para esto construyen referentes simbólicos con una dimensión material.

b. Los artefactos arqueológicos son objetos polisémicos y un análisis de ellos debería intentar contemplar su funcionamiento en tantas dimensiones como sea posible.

c. El entendimiento profundo de los significados de las conductas y de sus correlatos materiales es un aspecto de muy difícil acceso desde el registro arqueológico. Sin embargo, es posible entender cómo y bajo qué sistemas simbólicos están operando. Mediante las representaciones icónicas, la tradición oral, la historia y la mitología indígena, se han preservado y comunicado patrones cognitivos y simbólicos que dan cuenta de algunas ideas centrales y principios dominantes de las sociedades precolombinas” (2002: 78)

Por último, a pesar que algunos investigadores sostienen que la teoría arqueológica debe ser en sí y para sí, como un elemento independiente, factor que está latente dada las dificultades existentes en torno a las “polivalencias”, tanto de la antropología como de la arqueología, además de la relación de subcampo entre una y otra (Gillespie, Joyce. & Nichols 2003: 155).

La Arqueología es inherente a la Antropología, aunque sus caminos se distancien, en algún momento se interceptan o cruzan, para estudiar un determinado “grupo humano”, entendiendo a la segunda como parte indispensable de la ciencia antropológica. El cambio de paradigma es indefectible, en algún momento estaremos a las puertas de una nueva ciencia, la arqueológica.

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Recibido: 12 de Febrero de 2018; Aprobado: 09 de Octubre de 2018

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