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Revista Chakiñan de Ciencias Sociales y Humanidades

versión On-line ISSN 2550-6722

Revista Chakiñan  no.1 Riobamba ene./abr. 2017

 

Artículo de Investigación

LA ILUSTRACIÓN, EN LA CIRCULACIÓN DE IDEAS DE LA INTELECTUALIDAD QUITEÑA

THE ILUSTRATION, IN THE IDEAS CIRCULATION OF INTELLECTUALITY QUITEÑA

Amparo Cazorla Basantes1 

1Universidad Nacional de Chimborazo, Ecuador, acazorla@unach.edu.ec


RESUMEN

A fines del siglo XVIII el movimiento intelectual de la Ilustración, faculta el inicio de un proceso de modernización. Este artículo analiza las concepciones ideológicas asumidas por los intelectuales, hasta crear su hábito en los distintos escenarios en los que se interrelacionan; distinguiendo actitudes y comportamientos empleados y difundidos mediante la lógica centro-periferia, que posibilita la asimilación de significaciones basadas en los derechos individuales y nacionales que les conducirán a la definición de grandes concepciones que logran configurar al ciudadano, sin dejar de identificar ciertas ideologías autonomistas y separatistas en el nacimiento de una nueva etapa histórica.

Palabras clave: cultura política; ideologías; ilustración; modernidad

ABSTRACT

In the late eighteenth century the intellectual movement of Illustration, through the practice of culture-politics, empowers the beginning of a modernization process. The ideological conceptions assumed by intellectuals are analyzed in this article, to create their own ethos in the different interrelated scenarios; differentiating attitudes and behaviors adopted and dispersed by center-periphery logic, which enables the meaning assimilation based on individual and national rights leading to the definition of major concepts that configure the citizen, without allowing to identify certain autonomy and separatists ideologies in the new historical stage rising.

Keywords: ideologies; illustration; modernity; political culture

INTRODUCCIÓN

La sociedad quiteña, a fines de la colonia, presentó características que la definen como una época de transformaciones ideológicas (Vovelle 1995: 12), las mismas que buscamos analizar a través de la dialéctica de la Ilustración. El artículo busca lograr definir el esfuerzo que demostraron un grupo de letrados quiteños, al defender los valores de la razón, la tolerancia, libertad e igualdad (Barona e Igea 2003: 22) entre iguales y diferentes, transformando la sociedad liberando al habitante quiteño de las coerciones de la costumbre y la autoridad arbitraria.

La vida intelectual en Quito, estaba representada por la práctica de la lectura de libros impresos en la capital o traídos desde Europa (Guerrero 2006: 28), y por el tipo de educación practicada en la época. Estos factores hacían que tanto el criollo como el mestizo intelectual asumieran modelos paradigmáticos eclécticos, que facultaron la circulación de ideas, entre ellos y el medio circundante más inmediato. Es allí, donde surge la interrogante que regirá este estudio: indagar cuáles son las concepciones ideológicas ilustradas que han sido utilizadas por los intelectuales en la práctica de la cultura-política desde sus propios pensamientos hacia los pensamientos de los demás, conduciendo a la aparición de ideas cada vez más modernas.

De esta manera, nos proponemos analizar concepciones ideológicas, así como los mecanismos a través de los cuales los intelectuales quiteños practicaron una cultura política orientada hacia el progreso, cambio y transformación de una sociedad a otra.

METODOLOGÍA

La “nueva historia cultural”, que significa ir más allá de la mera identificación y cuantificación de lectores, se sitúa estratégicamente en las prácticas lectoras de los intelectuales quiteños, para lo cual emplearemos dos opciones metodológicas: la una, reconstruir las variaciones que diferencian los “espacios legibles”, es decir, la presencia de textos en sus formas discursivas y materiales, sin dejar pasar por alto, los planteamientos de Pierre Chaunu cuando declara la necesidad del establecimiento del hecho, la autentificación y la interpretación. Este análisis constituye la columna vertebral de este trabajo (Chaunu 1974 :74) .

La otra, que gobierna la circunstancia de su ejecución, las “lecturas” entendidas como prácticas concretas y como procedimientos de interpretación, que servirán de base para la reconstrucción de las formas establecidas para definir los conceptos ideológicos que utilizaron los intelectuales quiteños, como modalidad de cultura política.

Para esta operatividad se partió del proceso exploratorio de inducción y análisis, guiados por la pregunta empírica y el objetivo general. En este caso se habla también de un proceder emergente, pues a medida que se avanza en la investigación la teoría va surgiendo en formas de categorías de análisis nuevas, propiciando la necesidad de acudir a categorías conceptuales previstas para interpretar el corpus y volver a éste, con mayor seguridad.

La investigación se realizó mediante el estudio y análisis del Fondo Notarial comprendido entre 1750 a 1800, perteneciente Archivo Nacional Histórico de Quito, utilizando tablas de contingencias que permitan avalar una reconstrucción del grupo de lectores validados, bajo los parámetros planteados por Roger Chartier. Nos estamos refiriendo a las fuentes históricas que a través del tiempo han sido utilizadas como referentes económicos, que sin duda, han guardado celosamente extensa información cultural no considerada hasta la actualidad en la historiografía ecuatoriana.

DISCUSIÓN

La autonomía de la ilustración quiteña

La ilustración que imbrica en Quito ha sido abordada como un cambio histórico que ha perturbado la individualidad del sujeto (Foucault 2006: 90) y a la existencia política-social de la colectividad, practicada por hombres herederos de la ilustración hegemónica francesa y de la ilustración periférica española (Astuto 1969: 11).

Los ilustrados son hombres que participaron de un proceso de divulgación y aplicación práctica de los grandes principios establecidos por la filosofía y el método científico del siglo anterior (León y Sanz 1989: 14). Por lo que es necesario precisar si los intelectuales de Quito demostraban mediante actitudes la independencia de tutelas sociales, políticas y religiosas tradicionales, acaso estaban convencidos de sus acervos: razón y ciencia; logrando catalogarse como solucionadores de problemas de existencia, dentro de un humanismo optimista y progresivo.

Los teóricos de la actualidad definen a la Ilustración con un concepto más amplio, como un sistema de ideas que proyectan un nuevo modo de ver la vida (Guerra 2010: 244), conceptualización que facilita la indagación de ideologías con que un grupo de ilustrados quiteños empezaban a demostrar en medio de argumentos y conversaciones mantenidas.

Los intelectuales de Quito, en sus inicios, estaban representados por criollos que personificaban un sistema de ideologías conducida hacia la lealtad a la corona y a un cierto liberalismo individualista, caracterizando un patriotismo criollo persistente que más tarde, por la afluencia de nuevas ideas, dan paso al desarrollo de una nueva conciencia nacional, de un estatus social noble hacia un estatus más igualitario.

La presencia de los intelectuales quiteños en el espacio temporal en análisis ostenta indicios que traban el auge de las ideas ilustradas, porque algunos lo practicaban como un asunto personal adquirido por su formación académica, o por sus experiencias alcanzadas en la sociabilidad con “otros”, sean amigos o adversarios intelectuales. De cualquier forma, lo que interesa en este artículo es detectar la importancia en que los intelectuales empiezan a forjar ideas, como motores principales de cambio y transformación (Marín y Morales 2010: 12). Por ejemplo, los primeros ilustrados de las congregaciones religiosas de los Jesuitas, Agustinos y Franciscanos, exhiben al final de la colonia un ultramontanismo, a través, de su vida intelectual, promoviendo la exaltación del espíritu patriótico (De Velasco 1837) dentro de su labor misionera y educativa.

No debemos pasar por alto que a los intelectuales también se les conocía como “letrados”, porque algunos de ellos se dedicaban a escribir y publicar obras científicas y literarias, trabajadas desde la ironía, el sarcasmo y el resentimiento en medio de una epistemología, generada por el escepticismo, manifiestamente relativista (White 2003: 56); entre sus objetivos estaban el contribuir a educar al público ciudadano, en pro de un proyecto de fundación nacional, como creando un sentido de pertenencia americana (Caldas 1917: 99). Esto permitió que más adelante surjan principios modernos que iniciaban por cimentar la incubación de un ciclo de reformas y de conciencias localistas.

Federica Morelli detecta la presencia de ideas ilustradas basadas en el derecho natural del hombre (2005: 40), lo que crea condiciones socio-culturales para que el naciente Derecho Subjetivo individualista de los hombres sea la excusa para la aparición de una problemática más profunda, la conformación de un estado mixto (Maravall 1955 :137), entre la corona borbónica y la clase de élite criolla, que pese a ser golpeados por las últimas reformas monárquicas borbónicas, llegaron a convertirse en los únicos representantes legítimos de los intereses económicos de los quiteños (Morelli 2005 :24). Reformas que no fueron producto de un campo lineal aceptado por el gobierno monárquico central, sino que, poco a poco fueron ganando una fuerte legitimidad frente a la colectividad social, como producto de relaciones cooperativistas mantenidas en la última fase de la época colonial.

La proyección de ideas con clara influencia hacia el pensamiento neo-escolástico español, y de manera especial al pensamiento jansenista (Stoetzer 1966: 4), busca la legitimación de modelos de Estado, con una constitución mixta, al conformar juntas de gobierno de carácter revolucionario, de restauración de los derechos del hombre.

Una vez identificados los múltiples matices a través de los cuales se representan las ideas de la ilustración en el período en cuestión, es evidente que éstas tuvieron un avance procesual, tanto por los intereses de la corona borbónica, como por el conocimiento y la práctica de preceptos filosóficos, como el Derecho Natural del Hombre (Pérez et al. 1993: 32), facultando de esta manera el avance hacia una ilustración que reconozca la paulatina emancipación del pensamiento hacia un patriotismo americano (Keeding 2005: 654).

La conformación de una ideología autónoma en los letrados quiteños, como una unidad significativa del cambio social basada en estrategias de desarrollo del ser humano, la libertad de pensamiento de opinión y de expresión, la igualdad de derechos y hasta la justicia social (Escudero 1990: 19), activan un punto en común: la existencia de un carácter nacional colectivo, con un cierto liberalismo individual.

Estos personajes, llamados intelectuales pese a la falta de caracteres precisos de una escuela desde el espacio en el que se encontraban, logran demostrar una autonomía en sus ideologías filosóficas, literarias y hasta políticas, con un espíritu racionalista, crítico y laico, que provoca un desplazamiento del eje cultural de las órdenes religiosas y universidades hacia conversaciones literarias. La filosofía de la Ilustración modela a un letrado quiteño productor y creador de obras, como un motor de cambios frente al debilitamiento de la monarquía y de la Iglesia, denuncian una autonomía en sus ideas, en la toma de decisiones, que a la hora de defender al pueblo de Quito ante la faz engañosa de reformas borbónicas de progreso poco a poco fueron configurando un status de ciencia y de política.

Nos referimos a los criollos académicos que aceptaron y defiendieron las filosofías francesas. Por ejemplo, Mably uno de los autores favoritos del intelectual jurista Rodríguez de Quiroga, quien insistía en los aspectos anti-despóticos de los gobiernos mixtos de Esparta y Roma (Keeding 2005) y fue conduciendo a las masas sociales de Quito: de modelos estatales antiguos a modelos de actualidad política.

La Ilustración en la Cultura política de los intelectuales de Quito

Gabriel Almond y Sidney Verba, proponen definir a la cultura política como las actitudes acerca de lo que el gobierno hace o debe hacer, así como lo que la gente fuera del gobierno intenta hacer ( Almond y Verba 1989 :170). Por ello, las actitudes producto de la historia colectiva y de la experticia individual dan sentido al orden político en una sociedad.

La cultura política practicada por un grupo de intelectuales a fines de la colonia hasta la integración de las repúblicas, no fue resultado de la improvisación, sino la consecuencia lógica del acto de voluntad que implica convicción y cooperación, de encontrarse implicados en la vida política de la colonia americana.

La cultura, permite que un grupo de personas compartan valores, creencias, costumbres, acciones, y cada acción también es política. Entonces la cultura-política agrupa las actitudes, comportamientos y opiniones de los intelectuales en pro de la búsqueda de un mejoramiento de la realidad política de la época.

En primera instancia, nos vamos a referir a las actitudes, definidas dentro de la cultura política como predisposiciones relativamente estables y organizadas a reaccionar bajo formas de opiniones o de actos (Bardin 1991: 120), en ambientes de interés, para el intelectual. Esto ha facilitado la identificación de un primer grupo de actitudes de cambio social, que buscan dar estructura a un conjunto de valores genuinamente americanos, siempre protegidos y representados por las lecturas basadas en el humanismo de Erasmo de Rotterdam y el racionalismo de Voltaire. Actitudes que son reflejadas en literaturas, proclamas, periódicos, hojas volantes y otras (Vida, Pasión y Muerte de Eugenio Espejo 2009 :445) donde hacen eco de la crisis social y política en la que se encontraba sumido el escenario quiteño.

El conjunto de actitudes representan comportamientos visualizados en la ilustración praxiológica. Los jesuitas habrían reelaborado la doctrina neo-escolástica a través de la reinterpretación en un sentido anti-despótico y anti-absolutista del iusnaturalismo holandés y de la obra de Montesquieu, de ahí su papel fundamental en el proceso de redefinición de la identidad y de los derechos de los criollos, poniendo el acento sobre el pasado precolombino como antecedente histórico fundador de la identidad americana (Morelli 2005: 40).

Los ilustrados destinaron todos sus esfuerzos para llevar a la práctica las teorías filosóficas basadas en el conocimiento del Derecho Natural del Hombre (Keeding 2005: 299), fundamentado por Pufendorf, cuya aplicabilidad viabilizaban a través del ataque a dos poderosos enemigos: el dogma y el poder estatal monárquico.

Por un lado, el derecho tenía que afirmar su radicalidad y su independencia espiritual frente al dogma teológico y sustraerse a su peligrosa captación; por el otro, había que determinar y demarcar claramente la esfera del derecho frente a la esfera estatal y protegerla en su peculiaridad y en su valor frente al absolutismo del Estado (Cassirer 1972: 265). Entonces, la ideología del derecho debería convertirse en motor de desarrollo para el nacimiento de las primeras manifestaciones de ideas independentistas y autonomistas, hasta el nacimiento de la República.

Actitud y opinión son dos significantes que rigen, argumentan y caracterizan las relaciones interpersonales en la cultura quiteña de la época, por lo tanto, es necesario inquirir ¿Cuáles fueron las condiciones políticas y sociales que permitieron configurar un clima de opinión en los ilustrados de la época? Cuando las situaciones políticas surgen a partir de las lecturas sostenidas por los intelectuales a las obras escritas por Locke, Voltaire y Condorcet, dando paso, a nuevas formas de pensar que más adelante logran cimentar las bases para la formación del bienestar común de los ciudadanos basados en la razón; y en cuanto a las condiciones sociales, se manifiestan mínimas, porque la sociedad mayoritariamente carecía de educación, no tenía la práctica de la lengua de los instruidos: el latín.

Historiadores como Pilar Ponce detectan varias publicaciones de ilustrados quiteños con posiciones indigenistas, que al margen de sus motivaciones éticas han sido interpretadas como un mecanismo de diferenciación y afirmación de identidad, en el apogeo de la ilustración en Quito (Santisteban 1957: 92). Mientras que Arturo Roig, determina que el pensamiento que denomina humanismo ilustrado adopta posiciones antipopulares y aristocratizantes que prologan y profundizan el desconocimiento y el rechazo de las formas culturales de la población indígena (1984:44). Estos análisis historiográficos potencian dos puntos de vista: la universalidad ideológica del conocimiento de los ilustrados y la presencia de ideologías adheridas a un estatus social.

Generar un clima de opinión constituye la base para el desarrollo de la cultura política, porque permite identificar aquellos que corresponden a procesos organizados de formación de criterios colectivos y aquellos que son producto casual de hechos o acontecimientos comunicados a un grupo social. En el tema en mención, fueron las reuniones clandestinas de los próceres de la independencia las que permitieron identificar el paso de una ilustración en formación a una ilustración puesta en práctica a través de la Junta Revolucionaria, que significó un conjunto de criterios, actitudes y reacciones, es decir, diversas respuestas a estímulos sociales.

El Auge de una Cultura Política entre los Ilustrados

Galtung, un investigador interesado en la generación de una política cultural, afirma que en toda sociedad se puede distinguir dos grandes grupos: el centro y la periferia (Galtung 1964 :207). Dentro de la sociedad quiteña se identifica la presencia del grupo central, los intelectuales, mientras que la sociabilidad es el escenario donde todos los provenientes de la periferia reciben la influencia ideológica del foco céntrico.

Como ejemplo citamos a Manuel Rodríguez de Quiroga, jurista intelectual, quien defiende los intereses de sus similares en cuanto a la legalidad de la conformación de la Junta de Gobierno y afirma la soberanía en nombre del rey ante la amenaza de caer bajo el yugo de Napoleón (Ponce 1922: 62). En su testimonio explica claramente, que las causas para tal hecho eran la ilegitimidad de la abdicación y el carácter extraordinario de la vacatio regis (Hidalgo 2003: 116) y no una falta de lealtad a la metrópoli. Sus ideas llegan a la periferia formando conceptos de soberanía, lealtad y hasta identidad, que permitieron más adelante una serie de luchas intestinas independentistas.

Galtung, en su fundamento, denuncia como las ideas de la ilustración fueron acrecentándose de tal manera que no se quedaban en el seno de sus creadores, sino que van más allá, a la consecución de concepciones que más adelante sirven de base para la organización de nuevas actitudes y conceptos. Rodríguez de Quiroga, con claridad y por primera vez, llega a la definición de monarquía mixta cuando en sus declaraciones define una verdadera división de la autoridad suprema repartida entre el rey, los nobles y los representantes de las ciudades (Morelli 2005: 38).

Opiniones ilustradas reveladas en el proceso jurídico iniciado en defensa a los patriotas que participaron en el primer grito de la independencia, suscitada en la primera década del siglo XVIII, logran identificar y visualizar dos versiones: por un lado, la capacidad de argumentación con interés particular de defensa; y por el otro, la práctica de conceptos hacia el cambio social. En efecto, el objetivo de Rodríguez de Quiroga (según Morelli) no era el de especificar la división de los poderes, sino el de elogiar el tradicional equilibrio entre los tres estamentos de la sociedad: el poder estatal, la nobleza y el pueblo de Quito, insistiendo en que si se produjese la ruptura política hubiese significado el caos social en las colonias americanas (Keeding 2005: 272).

Esta práctica de cultura política también crea identidad, y a este respecto Wildavsky propone buscar respuestas a interrogantes como ¿Quién soy? ¿A qué grupo pertenezco? ¿Qué debo hacer? ¿Qué reglas debo seguir? Preguntas que guiarán la conformación de un hábito social. En el alegato presentado por Quiroga se identifica la intelectualidad del jurista como un defensor de los derechos individuales del hombre, apropiado de las ideas de Montesquieu, refleja en sus defensas el concepto de libertad, como el derecho de hacer todo lo que las leyes le permiten hacer, de modo que si un ciudadano pudiera hacer lo que las leyes prohíben,ya no habría libertad, pues los demás tendrían igualmente esta facultad (León y Sanz 1989), es decir, tomar conciencia de lo que es la independencia ideológica y de lo que es la libertad de acción.

En conclusión, se denota una profunda defensa de la libertad del pensamiento, la ardiente proclamación del patriotismo americano y la auténtica defensa de los derechos nacional e individual. En el primer caso a elegir su gobierno y a establecer una división de poderes, mientras que, en el segundo caso, a la igualdad, la libertad y la justicia social entre los ciudadanos quiteños.

La práctica de la cultura política ilustrada conduce a la aceptación de nuevas ideas

La práctica de la cultura política desde el centro a la periferia enuncia distintos ritmos de producción, difusión y aceptación de las nuevas ideas ilustradas en la sociedad quiteña, porque los intelectuales demuestran pluralidad de opiniones hacia un público abierto al cambio y la transformación.

Los intelectuales de Quito, durante este período, fueron configurando y aplicando los esquemas mentales de los ideólogos, porque la ilustración era cualquier cosa menos un movimiento uniforme. Se trata de una convulsión de ideas que pretenden actuar sobre las ideas tradicionales de la monarquía así como también de las leyes vigentes a través del dominio de la opinión pública, el interés por la ciencia moderna, como ruptura de viejas tutelas para el inicio del proceso de cambio de mentalidad (Ibáñez 2007).

Por otro lado, el gran patrimonio libresco en conventos y bibliotecas particulares favoreció la legitimidad intelectual, facultando al intelectual a actuar desde un inquietador de problemas científicos, hasta un promotor de la discusión moderna del Derecho Natural del Hombre. La creación de la universidad pública permitió que intelectuales hagan mayor conciencia para reclamar su derecho a pensar: “la secularización del saber”, conducida por otro intelectual, el obispo de Quito, Pérez y Calama.

Este proceso proyectó mayor racionalidad liberadora, donde la nueva generación de hombres educados adquierió la pericia suficiente para estructurar modelos paradigmáticos con nuevas ideas orientadas hacia el bien común y no a los intereses individuales particulares de una naciente sociedad preburguesa representada por criollos y chapetones.

A inicios del siglo XIX se identifican cambios semánticos de ciertos conceptos que tomaron fuerza con los nuevos preceptos asumidos, uno de ellos es la soberanía, antes abordado como la vacatio regis. Empieza a desequilibrar su sentido tradicional para dar paso a la conformación de un territorio confederado de gobierno mixto compartido con comunidades autónomas que se autogobiernan (Morelli 2005: 56). El antiguo vecino de Quito comenzó a autodenominarse ciudadano, palabra introducida por Jovellanos en nuestro idioma como ciudadanía. Suponía un cambio profundo del concepto república, los ciudadanos en general fueron tomando el matiz de hombres letrados. Con ellos surge una nueva sociedad intelectual formada por grupos de profesionales mestizos de origen plebeyo y de aristócratas de la clase terrateniente criolla, que habían podido llegar a la posesión de una cultura literaria por su experticia (Roig 1984: 46).

El viejo grupo intelectual aristócrata se convirtió en difusor de autonomismos, desempeñando la función de intermediación entre el poder monárquico central y el pueblo de Quito. El maridaje ideológico entre aristócratas y mestizos fundamenta la ideología terrateniente-criolla, aun cuando siempre pretendieron mantener el independentismo separatista.

El paso de una monarquía al proyecto autonomista aparece por medio de una precipitada sucesión de hechos: Junta Soberana de 1809, Constitución Quiteña de 1812 (contemporánea a la de Cádiz) y el fin de la vigencia de ésta con la batalla de Pichincha en 1822. Producen el afianzamiento de ideologías que pululan buscando dos sentidos, el de la libertad de los derechos del hombre y el de la libertad de los intereses económicos generados por el grupo de aristócratas intelectuales que construyen las nuevas repúblicas débiles en su formación económica, política y social, como fueron Ecuador, Colombia y Venezuela.

En definitiva se llega a un proceso de modernización a través de la vigencia de varias transformaciones que llevan a una sociedad a tener atributos propios (Barrios 2003: 45), de patrones más complejos y avanzados de organización, por lo menos en lo conceptual, representados por la libertad, justicia e igualdad, en un pueblo con tradición social y política inestables, para la conformación en toda una unidad republicana, que más adelante se convierte en una unidad paradójica. La unidad de la desunión (los separatismos en la Gran Colombia) nos arroja a todos a un torbellino de constante desintegración y renovación de lucha y contradicción. Ser modernos es formar parte de una totalidad en la cual, como dijo Marx “todo lo sólido se desvanecen en el aire”. La formación y disolución de la Gran Colombia.

RESULTADOS Y CONCLUSIONES

La estructura social de la ciudad de Quito a fines del periodo colonial aún mostraba rasgos de estratificación social, donde la familia, el linaje y las alianzas matrimoniales eran los factores decisivos para defender a la nobleza colonial, que en esencia era criolla. Sin embargo, la tenencia de ciertos elementos como el libro, que al principio era considerado como un bien económico que demostraba un estatus social alto, muy pronto dio paso a una corriente intelectual pluralista en su procedencia y en sus manifestaciones, en absoluto exenta de contradicciones internas, conducente a una variedad de convicciones ideológicas.

El intelectual, hombre dedicado a las letras, en muchas de las ocasiones de diferente condición social, se transfigura en un personaje ecléctico, con metodología diversa, que asume el reto de conducir el conocimiento hacia una mayor sociabilidad basada en la cultura política.

Los ilustrados indeterminadamente de su procedencia social y profesional, dedicados a la reforma e ilustración, son el centro del sistema de la cultura-política que le conducen a tomar personería política en el pueblo de Quito como rectores y orientadores de nuevas formas de pensar a través de la generación de ideas, opiniones, y organizaciones sociales, económicas y científicas, resultan las características más notables en el periodo de transición de la colonia hacia la República.

Actitudes y comportamientos de los ilustrados demuestran en la práctica de su cultura política ideas que conducen hacia una literatura secularizada que promueve el aparecimiento de un nuevo grupo social (entre criollos y mestizos), como los impulsadores de los autonomismos políticos al crear escenarios de gobiernos mixtos, así como el surgimiento de poderes locales intermediarios entre el poder central y el pueblo de Quito. Como resultado detectamos la apareción de efectos del humanismo ilustrado quiteño que muy pronto provocaron inestabilidades y crisis en los actos de la primera década del siglo XVIII, significando otro signo del caos inevitable que se da en la conformación del pensamiento tradicional frente a la ilustración moderna.

Finalente, estos hechos provocaron la migración de ideas fuera de los círculos selectos de los letrados hacia el resto de gente que no eran precisamente los intelectuales, pero que de alguna manera mantenían relación con los ilustrados de élite. Nos referimos al resurgimiento de una cultura más generalizada que todavía dentro del ámbito de la ilustración en la ciudad de Quito se encuentra invisibilizada. Por lo tanto, este estudio impulsa a identificar la aparición de subculturas compuestas por diferentes grupos sociales, entre ellos sacerdotes-feligreses, pulperas-clientes, patrón-jornalero, catedráticos-estudiantes, grupos que necesariamente coexistieron y convivieron entre sí pese a no comprenderse mutuamente por su estatus, función o rol desempeñado, pues existen evidencias de convergencia de ideas entre ellos, resurgiendo una etapa histórica en la que la cultura se encuentra en mayor observancia dentro de la periferia social externa, motivo de análisis de una ilustración cada vez más popular

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Recibido: 30 de Noviembre de 2016; Aprobado: 17 de Diciembre de 2016

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