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Revista de Ciencias Humanísticas y Sociales (ReHuSo)

versión On-line ISSN 2550-6587

ReHuSo vol.3 no.2 Portoviejo may./jul. 2018  Epub 02-Ago-2018

https://doi.org/10.33936/rehuso.v3i2.1372 

Articles

EDUCOMUNICACIÓN HOY: UN RETO NECESARIO

EDUCOMMUNICATION TODAY: A NECESSARY CHALLENGE

Ana María Narváez Garzón1 
http://orcid.org/0000-0002-5631-0863

Ana Victoria Castellanos Noda2 
http://orcid.org/0000-0001-5770-7750

1 Universidad Politécnica Salesiana, Ecuador. E-mail. anarvaez@ups.edu.cu

2 Universidad de La Habana, Cuba. E-mail. anav@cepes.uh.cu


Resumen

Este artículo tiene como objetivo analizar el rol de los actores de la educación desde las orientaciones de la educomunicación. Para ello se realizó un estudio de tipo descriptivo empleándose el método de análisis documental en la revisión bibliográfica, así como el histórico lógico en la exposición de las ideas. Como resultados se destaca que este entramado entre comunicación y educación alienta la construcción de andamiajes y la mediación entre la información que el estudiante recibe, la presión de las relaciones en la sociedad y lo que puede darle la institución educativa. Asimismo, resulta significativo que la educomunicación cobre vigencia al concebir los procesos de comunicación e interacción en el aula como fuentes principales de la construcción social del conocimiento y de la estructuración de espacios-tiempos invaluables para la valoración del otro y la gestación de una sociedad basada en principios y valores ideales del ser humano. Entre las conclusiones se señala el hecho de que el docente se valora desde una mirada educomunicativa, pasando de su criticado rol bancario hacia acciones y actitudes de un auténtico mediador y guía, considerándose a los actores de la educación en todo su potencial comunicativo.

Palabras clave: Educomunicación; educación; comunicación; institución educativa; potencial comunicativo.

Abstract

This article aims to analyze the role of education actors from the orientations of educommunication. For this, a descriptive study was carried out using the method of documentary analysis in the bibliographic review, as well as the logical history in the presentation of the ideas. As results, it is highlighted that this framework between communication and education encourages the construction of scaffolding and the mediation between the information that the student receives, the pressure of relations in society and what the educational institution can provide. Likewise, it is significant that educommunication becomes valid when conceiving the processes of communication and interaction in the classroom as main sources of the social construction of knowledge and the structuring of invaluable spaces-times for the valuation of the other and the gestation of a society based on in principles and ideal values of the human being. Among the conclusions is the fact that the teacher is valued from an educommunicative perspective, going from his criticized banking role to the actions and attitudes of an authentic mediator and guide, considering the actors of education in all their communicative potential.

Palabras clave: Educommunication; education; communication; educational institution; communicative potential.

Introducción

En las últimas décadas, los cambios sociales, científicos, tecnológicos, y comunicacionales, que caracterizan este momento histórico, nos instan a enfrentamos a situaciones nuevas en el panorama de la enseñanza, del aprendizaje, del conocer y del saber, de las relaciones y del comportamiento de los individuos y los colectivos. La educación, la sociedad, la institución educativa y desde luego docentes y estudiantes, nos prepararnos para asumir una educación de tendencia inevitablemente digital y virtual, donde la ubicuidad, la conectividad, el aprendizaje invisible, las aulas invertidas, permean concepciones nuevas, atrayentes, para la formación y la vida de las actuales generaciones de niños, jóvenes y adultos que se disponen a aprender a aprender y a un aprendizaje a lo largo de toda la vida.

Sin embargo, a la institución educativa le cuesta responder a estas demandas; la situación educativa dista mucho de ser la ideal, mientras, paralelamente, se moldean relaciones y comportamientos que perfilan una sociedad a la que muy poco le interesa el ser humano, sus relaciones y su trascendencia en el mundo. Parecería que a la sociedad le satisface más la inmediatez, la gratificación y el facilismo que pueden devenir del uso de las tecnologías de la información y la comunicación.

La institución educativa, si bien ha ido perdiendo su posición privilegiada en la construcción, tenencia y difusión del conocimiento, no debe ni puede perder su derecho legítimo de formar integralmente al ser humano; formación que contempla, desde la perspectiva educomunicativa de este artículo, orientar un comportamiento moral y ético frente a toda la información disponible en internet; guiar al estudiante hacia un pensamiento crítico y propositivo frente a la injerencia de los medios y la tecnología; fortalecer criterios adecuados para el uso de la tecnología, enriquecer los procesos de enseñanza y aprendizaje con el uso de herramientas tecnológicas y, sobre todo, valorar el potencial comunicativo del ser humano y la importancia del diálogo como medio de construcción social del conocimiento y de relaciones humanas más fructíferas.

Entonces, activar la interacción social, el diálogo, la convivencia respetuosa y fructífera entre los sujetos, se convierte en una preocupación prioritaria para la institución educativa. Este interés -que parecería no ser nuevo, pero si actua, ha buscado sustento en distintos abordajes teóricos, el que proponemos analizar se construye desde el campo de la Educomunicación, que busca la construcción de un sujeto y una sociedad empoderadas, que desde posiciones críticas y participativas aporten al desarrollo personal y contextual.

Diseño metodológico

Estudio de tipo descriptivo, en el que se han consultado los presupuestos teóricos haciendo uso del método análisis documental y del método histórico lógico en el discurso.

Desarrollo

Educomunicación: algunos referentes

Los estudios de las imbricaciones entre comunicación y educación se han interesado por un lado, en el uso de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs) en la educación, la alfabetización digital, el acceso a la información, los nuevos entornos de aprendizaje y, por otro, en una valoración más profunda del potencial cultural, pedagógico, humano y de construcción del conocimiento que se evidencia en distintos procesos, entornos y actores educativos-comunicativos. Las relaciones entre comunicación y educación construyen un andamiaje que posibilita fundamentar las relaciones, implicaciones y posibles interacciones en la construcción del sujeto que queremos y se requiere en nuestras sociedades actuales.

Valderrama (2000), sintetiza los aportes de varios autores al campo de interacción comunicación y educación, menciona que para Jorge Huergo “como campo puede ser atravesado a partir de tres tipos de relaciones: instituciones educativas y horizontes culturales, educació n y medios de comunicación, y educación y nuevas tecnologías” ; William Fernando Torres quien la asume como “un campo estratégico del conocimiento que posibilita construir saber experimental y transdisciplinario con el fin de proponer políticas para la construcción del sujeto”; Ismar de Oliveira por su parte considera este campo desde cuatro áreas de intervención social: “educación para la comunicación, mediación tecnológica en la educación, gestión de la comunicación en la educación, y el área de la reflexión epistemológica” (Oliveira, 2009, p. 205)

Es en el ámbito de la gestión de la comunicación en la educación, sobre todo de su influencia en el entorno del aula y mediando entre las relaciones interactivas del estudiante, el docente y los objetos del conocimiento, donde pensamos la importancia vital de que la Educomunicación cobre dinamismo en las instituciones educativas de todo nivel, pero con mayor énfasis en el nivel superior, donde el compromiso de los actores del aprendizaje tiene una incidencia evidente en el ámbito social, laboral y del desempeño profesional.

Como transdisciplina, la Educomunicación ha realizado valiosos aportes y consideraciones para una mirada integral del ser humano, que se forma e interactúa en diferentes contextos donde se comunica y aprende en compañía de otros (Freire, 2006; Arrieta-Espinoza & Guido-Guido, 2017); donde es sujeto de la mediación pedagógica del docente, pero edifica sus propios andamiajes para la construcción de subjetividades y sentidos (Prieto y Gutiérrez, 1999); donde usa y comprende los medios tecnológicos y aporta a la cultura y desarrolla una postura crítica ante las realidades de su entorno; donde se concreta al empoderarse de su palabra y se construye en la interacción con el otro pero a través de sus procesos personales. (Kaplún, 1998; Gil-Quintana, 2017).

Según Castro (2012), los estudios que se han gestado en Latinoamérica, no se han difundido suficientemente y se ha impuesto una forma de entender y estudiar la comunicación-educación desde el ámbito anglosajón. El término educomunicación, por lo menos en países como Cuba y Ecuador se fortalecido en los últimos años.

La Educomunicación alienta la formación de un docente que comparta, comprenda y articule la gestión del aula desde sus fundamentos. Prieto, en el año 2003, siendo invitado a un seminario con los maestrantes en la especialidad de Educomunicación en la Universidad Politécnica Salesiana en la ciudad de Quito, expresaba la necesidad de que el docente desarrolle una mirada educomunicativa, que le permitiría ver a ese sujeto de la educación no como un ser sin voz que va a ser educado, sino a un sujeto en plena construcción de intersubjetividades, que va al encuentro del otro para construir nuevas realidades.

Esta misma mirada educomunicativa nos alienta a considerar también el aula como un campo de interacciones que se enriquecen con la iniciativa del docente en la dirección y organización del proceso de enseñanza aprendizaje, sobre la base de considerar los elementos clásicos de la construcción didáctica, pero enriquecidos desde los aportes educomunicativo s.

La entretejida comunicación y educación son coexistentes, no se podría concebir una educación que no involucre la comunicación, aunque no todo en educación sea comunicación, ni toda comunicación sea educativa. En este campo se interrelacionan el aprendizaje, la enseñanza, la construcción de sentidos compartidos, la creación de ambientes de aprendizaje positivos y motivadores, todos estos elementos mediados por las competencias comunicativas del docente y del estudiante. En una relación dialéctica, las competencias comunicativas se desarrollan gracias a la interacción y consecuentemente, el aprendizaje y la interacción se optimizan por el desarrollo de las competencias comunicativas.

No intentamos reducir la educación a un acto comunicativo, ya que de por medio está el sujeto que aprende, con sus realidades sociales, con su personalidad, con sus necesidades, con sus particulares estilos de aprendizaje y, por otro lado está el educador, que es un profesional de la enseñanza, que organiza sus acciones pensando en el proceso didáctico, que articula su accionar en función de los objetivos institucionales, que elabora sus actividades y tareas de acuerdo a su manera de organizar la disciplina que desarrolla, un sujeto que tiene su criterio establecido y su formación para el uso de recursos didácticos o medios tecnológicos, que evalúa en función de sus logros o metas, entre muchos otros desempeños que se vinculan a la profesión docente.

Lo que se pretende es que el docente optimice, a partir de los aportes de la Educomunicación, la interacción y la construcción social del conocimiento. “Lograr que los contenidos del proceso docente sean no solo “significados” para los alumnos, sino que adquieran “sentido personal” (…) es uno de los altos fines de la educación que sólo podrá alcanzarse cuando se rescate su esencia social, humana, interactiva, comunicativa ” (Ojalvo, et al., 2017, p. 146)

El rol del docente como mediador entre el estudiante y las nuevas tecnologías y con los objetos del conocimiento; están siendo cada vez más abordados en las propuestas de formación docente, sin embargo, otros elementos que son importantes para la Educomunicación no se han profundizado. Hoy más que nunca se requiere que el docente se empodere de su responsabilidad en el acontecer comunicativo en el aula y ponga a disposición del estudiante las mediaciones sociales e instrumentales que permitan mejorar la interacción entre los sujetos de la educación y consecuentemente lograr mejores procesos de aprendizaje.

El considerar los procesos educativos en el aula atravesados por multiplicidad de interacciones comunicativas, permiten que el docente pueda alentarlas, perfeccionarlas, matizarlas, y potenciarlas desde un manejo educomunicativo adecuado.

Comunicación, relación e interacción: consideraciones a realizar desde la mirada educomunicativa

Compartir desde el inicio del trabajo con un determinado grupo de estudiantes, la responsabilidad del proceso de enseñanza-aprendizaje exige del profesor un cambio en la posición de poder tradicionalmente asumida; sustituida por una relación de compromiso, donde ambos están igualmente implicados en el proceso educativo.

Lastimosamente el rol del docente, en ocasiones, se ha limitado a un desempeño ejecutivo, planificamos, impartimos el conocimiento, evaluamos, asentamos notas… y el proceso empieza de nuevo. Se requiere de un espacio para la reflexión sobre la actuación docente, pensar en la priorización del sujeto que aprende, en la construcción social del conocimiento o del indisoluble lazo de afecto entre quienes compartimos un espacio educativo.

El docente debe centrar su función orientadora en las potencialidades del estudiante, como espacio, momento óptimo de aprendizaje; valiéndose de toda su preparación científica y pedagógica para lograr el despliegue del proceso, guiar al estudiante en el redescubrimiento y reconstrucción del conocimiento, de sus particularidades personales; lo que supone que docentes y estudiantes, en un ambiente de comunicación y colaboración, compartan la responsabilidad del proceso de enseñanza aprendizaje, de crecimiento personal y grupal.

Este enfoque cambia la relación de poder tradicionalmente existente entre profesor y estudiante, establecida sobre la base de un desigual vínculo con el conocimiento y el autoritarismo del profesor, por una relación de igualdad sustentada en el respeto e influencia mutua, en la que el profesor asume como función fundamental la orientación y guía del estudiante con el fin de potenciar sus posibilidades de desarrollo, a través de una elevada competencia profesional - pedagógica y calidad humana, como portador de los valores más auténticos de nuestra sociedad. “No se trata de un demagógico igualitarismo entre docente y discente, ni de profesar el no directivismo, sino de asumir su rol de forma profundamente humana, renovadora y no manipuladora, respetando la personalidad del joven” (Ojalvo, et. al.,2017, p. 153)

Esta ruptura supone el establecimiento de una relación diferente del docente y los estudiantes con el objeto de conocimiento, donde el estudiante participa activamente y asume la responsabilidad de su proceso de construcción, búsqueda y descubrimiento, a partir de la dirección y orientación del profesor. Disminuye así la asimetría en la relación profesor-alumno a través del establecimiento de un diálogo constructivo, de relaciones de igualdad, democráticas; de un elevado contenido humano, donde el estudiante aporta toda la riqueza de su saber cotidiano, de su experiencia, de sus vivencias, de su mundo espiritual, que es sistematizado y organizado por el profesor y el estudiante a un nivel científico.

La comunicación a través del diálogo entre el docente y el estudiante y entre éste y sus pares, constituye una evidencia del modelo pedagógico y comunicativo que se está viviendo al interior del aula. Al contar con estrategias precisas que estimulen estos procesos de interrelación y conocimiento, se favorece la creación de un clima afectivo y positivo en el aula que predispone a estudiantes y docentes a una construcción, reflexión, reelaboración, cuestionamiento, contrastación de los conocimientos de la disciplina.

Además, para el docente constituye la posibilidad de conocer al estudiante y su contexto, hacer un seguimiento más cercano y desde luego retroalimentar y evaluar los resultados del aprendizaje a partir de los comentarios sobre las actividades, valoraciones, avances o dificultades del proceso formativo.

En esta dirección resultan precisos los argumentos de Freire en relación al rol que debe asumir el educador: “Una educación revolucionaria debe estimular esa capacidad crítica y autónoma de pensamiento entre los educandos, pero jamás dejarlos entregados a ellos mismos (…). Entonces, el problema que se nos plantea como educadores no es el de negar el rol activo, crítico, decisivo del educador en el acto educativo” (Ojalvo, 2017, p. 49)

De esta forma el conocimiento se le presenta al estudiante no de forma a cabada, sino abierta, flexible y permanente, en sus continuidades y discontinuidades, articulando pasado y presente, lo viejo y lo nuevo, redefiniendo lo viejo desde el presente y apropiándose de las estrategias y procedimientos para su construcción y reconstrucción.

Todo ello requiere de una adecuada organización de la actividad del estudiante, de las relaciones comunicativas que se establecen durante la ejecución de las tareas docentes, estructuradas y elaboradas desde una dimensión social, profesional y ética. Es preciso promover la cultura del diálogo y el debate como práctica y producción de valores en el proceso de apropiación activa de la realidad, a través de la creación de espacios para la libre expresión y enriquecimiento personal, del intercambio abierto, liberado de prejuicios, estereotipos, esquemas convencionales, redimensionando el carácter activo, creador, significativo y humano del proceso de enseñanza aprendizaje y estimulando un clima de respeto, comprensión, confianza, seguridad, ayuda entre los miembros del grupo y el docente.

Es en este sistema de actividad y comunicación, de interacción y diálogo, en el espacio donde convive y que comparte con el otro, que el estudiante aprende, construye sus valores, configura su mundo interno.

El proceso educativo como proceso dialógico, comunicativo, supone no solo el intercambio de información, la interacción e influencia mutua, el conocimiento y comprensión entre profesor y estudiantes y el desarrollo de relaciones empáticas, que posibiliten un clima adecuado de aprendizaje, sino también prever todas las posibles oportunidades de participación activa y consciente de los estudiantes en su propia formación, enfatizando el papel mediatizador del lenguaje en el proceso de interiorización de los valores, en la formación no solo de significados, sino de sentidos personales.

En la realidad educativa vemos que el docente con frecuencia mantiene un discurso educativo actual, mientras en la práctica su actuación dista de las teorías que conoce: se desvincula de su compromiso de enseñar, no propicia la participación del estudiante, no crea las condiciones para dicha participación, monopoliza la palabra, se burla o ridiculiza las intervenciones del estudiante, no despeja dudas, no argumenta, no ejemplifica, descontextualiza todo el conocimiento, lo que trae consigo evidentes consecuencias negativas en el proceso educativo.

Desde luego, aún subsisten las exclamaciones y reclamaciones de los estudiantes cuando señalan “el profesor sabe mucho, pero no llega” “no comprendo lo que dice”; tales expresiones apuntan a la presencia aún en nuestras aulas universitarias del monólogo como forma cotidiana de la relación profesor- estudiante, de la llamada comunicación para sí y no para el otro, para el educando.

Ello, ¿qué significa? El profesor recrea su discurso en el empleo de un lenguaje elegante, retórico, muestra fiel de su erudición, habla elocuentemente sobre un tema, importante por demás; al final siente satisfacción por el discurso pronunciado, ¿pero es esto realmente un proceso comunicativo, enriquecedor para el estudiante, quien asume la simple postura de oyente-silencioso de un saber impuesto? Evidentemente la fuerza del saber erudito se desvanece y se constituye en un simple torrente de palabras articuladas coherentemente.

Para todos resulta un hecho conocido que no existe otra forma de educar, de enseñar que no sea a través de la comunicación, y cómo la forma en que se estructuren las relaciones con los estudiantes, y de los estudiantes entre sí, tendrá una influencia educativa determinada en el proceso de enseñanza aprendizaje, ya sea en un sentido favorecedor u obstaculizador. Al respecto señala J.C. Filloux: "No hay duda de que una clase es por excelencia un lugar de comunicación. El campo pedagógico se define por la relación del maestro y del alumno con un saber que de diversas formas posibles es comunicado, o se comunica” (como se citó en Ojalvo, 2017, p. 44)

La propia cotidianidad del hecho, sin embargo, en muchas de las ocasiones invisibiliza el papel de la comunicación en el desarrollo del estudiante, solapado por la marcada visibilidad que se le otorga en el discurso oficial y en el pensamiento colectivo a la organización de la actividad docente. Así resulta común la adecuada formulación y fundamentación de los programas de asignaturas, la adecuada planificación de los planes de clase, la completa descripción de los contenidos a abordar, los métodos a emplear, las tareas a realizar, de qué decir, cuánto decir, pero ¿se dedica tiempo a pensar en cómo decir, en cómo lograr que el contenido, que la brillante información que se posee no se quede en la simple transmisión de un saber ya construido? Esta concepción que subyace en muchas prácticas educativas legaliza una relación de poder entre el docente, dueño de un saber sistematizado y los estudiantes, un grupo de simples mortales.

La verdadera educación fundamentada en las orientaciones de la educomunicación es aquella que enaltece y enriquece, se inicia con el reconocimiento y respeto a la presencia del otro, física y espiritual, de un otro que existe no sólo en un espacio y tiempo compartido, sino de un otro dotado de una riqueza espiritual irrepetible, por su historia personal marcada de experiencias, vivencias y saberes que lo convierten en una fuente inagotable de enseñanza, y que lejos de aprovechar, se niega y se obstaculiza.

Paulo Freire destaca, con el peculiar sentido humanista de su obra, que la función del educador es partir del saber común, del saber cotidiano de sus educandos, de sus experiencias, vivencias, intereses, y de ahí elaborar y devolver al grupo una síntesis científicamente organizada de ese saber. En su concepción el método dialógico se impone ante lo que el autor denomina la Educación Bancaria, la Pedagogía de la Paz, que rompe con las fronteras impuestas entre la omnipotencia del saber del profesor y la ignorancia del estudiante, acuñada en el propio término de alumno. “El diálogo es una relación horizontal de A con B. Nace de una matriz crítica y genera criticidad. Cuando los dos polos del diálogo se ligan así, con amor, con esperanza, con fe el uno en el otro, se hacen críticos en la búsqueda común de algo. Sólo ahí hay comunica ción. Sólo el diálogo comunica”. (Kaplún, 2002; Fernández, 2015)

La comunicación constituye no solo el instrumento de enseñanza más valioso de que dispone el profesor, sino además condición necesaria para la formación del estudiante. Precisamente la genialidad de la obra de Vigotsky se sustenta en la generalidad de su teoría del desarrollo humano, de las condiciones y regularidades de este desarrollo, cualquiera sea la esfera de actuación e inserción del sujeto, por ello cuando se habla en el plano psicológico de la unidad actividad comunicación, se está destacando que esta unidad no sólo explica la propia existencia humana sino que condiciona su desarrollo, que puede ser espontáneo o puede ser consciente y planificado, en la medida que como educadores (en su sentido más amplio) se pueda organizar adecuadamente el sistema de relaciones Sujeto-Objeto, Sujeto-Sujeto, en los que se inserta el hombre en cada etapa de su desarrollo, lo que permite potenciar la fuerza desarrolladora de estas formas de relación d el hombre con el mundo (actividad y comunicación). (Ojalvo, et al., 2017)

En el plano educativo, ello se traduce en la necesidad de “repensar” y “reivindicar” el papel de la comunicación educativa en la calidad y efectividad del proceso de enseñanza aprendizaje, muchas veces deteriorada no por la calidad en la formulación de los objetivos, la selección de los contenidos, de los métodos y medios de enseñanza, sino por la manera peculiar en que se realiza la comunicación con los estudiantes, de ello depende en buena medida que el conocimiento realmente se convierta en un conocimiento vivo, que movilice al estudiante al descubrimiento, a la problematización, a la crítica, al cuestionamiento, que adquiera realmente un sentido personal.

La información verdaderamente significativa es aquella que “llega para quedarse”, que adquiere un sentido personal para el otro, no sólo por su contenido semántico, sino ante todo por la intensidad de su expresión, por la fuerza que se le imprime al mensaje dirigido a otro comunicador, interesado no sólo en recibirlo, sino en entenderlo y comprenderlo. Muchas veces ese discurso frío y lacónico se convierte en lo que Vigotsky denomina “conocimiento muerto”, no por el valor de lo que se dice, sino por cómo se dice. Pierde así la comunicación toda la riqueza de su influencia al reducirse sólo a la palabra, restando valor a todo el potencial simbólico de que se dispone para la comunicación de forma efectiva.

Dimensiones semióticas del aula

Desde la educomunicación se destaca la importancia de otros signos, además de la palabra, estos signos dotan de mayor efectividad a la comunicación entre pares en el aula y entre docentes - estudiantes y estudiantes-docentes. Siempre y cuando se comprensa la comunicación como un acto integral, humano, cotidiano, pero complejo, cuya conquista no se centra en el uso del lenguaje verbal sino en la pertinente selección de elementos paralingüísticos, no verbales, emocionales, afectivos, psicológicos o generados en el ambiente o en las estructuras físicas escolares.

La comunicación en el aula no se centra de forma exclusiva en el lenguaje verbal, ni se asocia solamente a los mensajes formales, con contenido teórico y académico que suele enviar el docente, en muchas ocasiones, “más que lo que se dice” importa el “cómo se dice” e incluso “lo que no se dice”; se debe considerar a la comunicación en un sentido amplio, donde la naturaleza social y cultural del ser humano se manifiesta a través de lenguajes no verbales,

Todos, con seguridad, mantienen en su memoria visual y auditiva la huella de aquel docente que impactaba con su presencia, que fascinaba a los estudiantes, no sólo por lo que decía, sino por la pasión que imprimía a sus palabras, por la coherencia entre su pensar y su sentir, a partir de todos los recursos no verbales que utilizaba, que cautivaban y lograban ese sentimiento de fascinación. Qué mejor manera que ésta para influir sobre los estudiantes en el amor por el estudio, por la profesión, por los proyectos del país desde el propio vínculo manifiesto y latente entre la profesión y la sociedad. Con frecuencia se desgastan esfuerzos y recursos en la implementación de estrategias educativas que fracasan en el camino de la imposición y la ausencia de la persuasión, como instrumento por excelencia para influir en el comportamiento de los estudiantes.

Existe satisfacción en el docente cuando se logra convencer a los estudiantes de la veracidad y credibilidad de los argumentos, no solo por un razonamiento lógico, sino por la coherencia de los pensamientos y sentimientos, por la seguridad que se muestra al hablar en la expresión del rostro, la postura, el andar sereno, la mirada penetrante pero cuestionadora y amable, la sonrisa oportuna, la palmada alentadora, que promueven el diálogo constructivo, la participación democrática, libre y abierta en la construcción colectiva del conocimiento y aceptación de las transformaciones cognitivas, afectivas y conductuales- valorativas que pretendemos lograr.

Los elementos de la comunicación no verbal como la cinética, la gestualidad, los paralenguajes, la proxémica pueden dotarse de intencionalidad pedagógica, para conseguir eficacia en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Autores como Knapp (1997), Hall (1979), Davis (1994), Parejo (1995) han profundizado en algunos aspectos de la comunicación no verbal permitiendo su consideración en la educación. Knapp (1997) llama ecosistema del aula a la articulación de los elementos no verbales y verbales en el aula, que construyen un clima positivo para el aprendizaje: los paralenguajes, las miradas, las posturas, los desplazamientos, la organización espacial, incluso los colores y la ventilación aportan a la creación de un espacio adecuado para la comunicación e interacción.

Uso de las TIC y recursos comunicativos

Se facilita la mediación pedagógica en cuanto el docente realice una selección de materiales informativos pertinentes, adecuados, suficientes, actuales, que respondan a los propósitos y objetivos de la materia, tema o contenido a tratarse. Este acceso a la información se puede dar a través de distintos soportes como documentos, hipertextos, videos, gráficos, cuadros comparativos, animaciones, revistas digitales, base de datos; todo cuanto pueda ser de utilidad como insumo para la construcción social del aprendizaje. Los aportes de Vygotsky (1979) en relación a la naturaleza social de la construcción del aprendizaje son fundamentales si pretendemos considerar que “aprendemos de los otros y con los otros”, además de valorar el lenguaje como el instrumento cognitivo que permite acercarse al objeto del conocimiento y más que esto apropiarse de los instrumentos intelectuales de la cultura que hoy se acceden y actualizan constantemente a través de la cultura.

Nos encontramos en un momento de “eclipse: esto es, ausencia temporaria, no extinción definitiva” (Kaplún, 2002); de la educomunicación necesitamos que retome su esplendor, siga un nuevo protagonismo al interior de las prácticas de aula. No se trata de convertir al docente en educomunicador, sino de nutrir su mirada en la cotidianidad de su ejercicio profesional.

Conclusión

Utilizar la comunicación y la interacción para alentar la construcción de significados y sentidos compartidos basados en el conocimiento y respeto al otro.

Valorar el diálogo y el trabajo colaborativo como el camino idóneo para un aprendizaje centrado en la actividad del estudiante.

Estimar los elementos semióticos que pueden sustentar el ecosistema del aula para la potenciación de la comunicación y el aprendizaje.

Empoderar al docente en su rol de mediador y guía del proceso de enseñanza aprendizaje a través de un uso intencionalmente pedagógico del lenguaje verbal y no verbal y de las tecnologías.

Fortalecer en el estudiante una posición crítica frente a las TICs

Referencias Bibliográficas

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Citación/como citar este artículo: Narváez, A., y Castellanos, A. (2018). Educomunicación hoy: un reto necesario. Rehuso, 3(2), 25-34. Recuperado de: https://revistas.utm.edu.ec/index.php/Rehuso/article/view/1372/1249

Recibido: 05 de Febrero de 2018; Aprobado: 20 de Abril de 2018; Revisado: 03 de Mayo de 2018

Contribución de los Autores Autor Contribución Ana María Narváez Garzón Ana Victoria Castellanos Noda Concepción y diseño, redacción del artículo y revisión del artículo Adquisición de datos, análisis e interpretación

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