La muestra del artista Leonardo Portus,Ciudades (No) Blandas, (fig.1)inaugurada en Octubre de 2019, y realizada en el Centro Cultural Palacio La Moneda (CCPLM) en Santiago de Chile, es un proyecto que indaga en la producción fotográfica que el artista ha desarrollado a lo largo de su obra.Proponeun desplazamiento de los soportes bi y tridimensionales representativos del artista (maquetas, retablos), hacia un lenguaje propiamente fotográfico, en donde también emergen temáticas representativas de su investigación ya asentada: arquitectura, urbanismo, paisaje e historia.
Ciudades, abre un diálogo que comienza con una selección de fotografías de los proyectos anteriores¿Está será mi casa cuando me vaya yo? y Estación Utopía.El primero, realizado en 2012 (fig.2), exhibía un grupo de maquetas y fotografías acerca de un conjunto habitacional diseñado como un modelo de vivienda social modernista según los cánones y herencias arquitectónicas de la década de 1970. Este proyecto era concebido por el artista al interior de una ucronía en donde se invierten los acontecimientos post crisis de 1973, permitiendo la concreción de un conjunto habitacional en el espacio de la obra de arte. Con máxima erudición, el artista arriesga un modelo de construcción basado en proyecciones de modelos urbanísticos finalmente superados por el giro de la historia que conocemos. Del mismo modo, Estación Utopía, obra de 2014 (fig.3), profundizaba en la interrogante ucrónica de un país sin el duelo de 1973, con la perfecta elaboración de tres maquetas de estaciones ficticias de la red de Metro de Santiago.Obra insigne del país a contar de dicha época y, que para el artista, cabía como la pregunta de qué habría sucedido en Chile si el arte integrado al espacio público en la arquitectura moderna de fuerte sello social, hubiese continuado desarrollándose sin la crisis de 1973.
Es así que el artista parece contestar a aquella misma interrogante como testigo de un lapso, donde la utopía sobrevive en el sueño y la nostalgia. Perdida la experiencia de la ciudad moderna integral, sus cimientos descorporizados se yerguen como los anhelos perfectos de la infancia de un tiempo y un lugar.
En reemplazo de dicha ciudad, en cambio, es que las fotografías en blanco y negro del artista participan de un modelo urbanístico global (fig.4), en consonancia con la escritura del novelista inglés, Jonathan Raban y su primer trabajo, Soft City. En Soft City, se establecía una relación de plasticidad entre individuo y ciudad, la que era llevada a responder a las metamorfosis de sus habitantes; dándose a entender, por tanto, que la ciudad ─con sus llenos y vacíos, sus vías de traspaso─, ya no daba prioridad a una estructuración social en relación a una espacial, sino que abriéndose a la postmodernidad, proponía una polisemia tan dispar y diferenciada, como cada uno de los habitantes que la pueblan, así como sus preferencias, sueños, anhelos y esperanzas.
Es entonces que Leonardo Portus se vale de la fotografía para acometer la edificación de otra ciudad, una (no) blanda, íntima y en donde el artista recorre la distancia que va de desecho a construcción, aún con el anhelo de una realización monumental y decisiva, implícita en la tensión entre modernidad y postmodernidad. Esta nueva ciudad de Portus, hereda lo efímero de sus últimos trabajos Soplos de Luz y Desplazamiento y Devenir, en donde el artista ya se había propuesto restringir la monumentalidad de su obra anterior en beneficio de perfiles de edificaciones donde las obras son complementadas con la resonancia del recuerdo o el espectro de la imaginación.
En Ciudades (no) BlandasPortus añade un nuevo elemento a su trabajo: el del hallazgo. Con precisión arqueológica, el artista obtiene de entre los desechos de la ciudad,objetos singulares queresitúacomo elementos posibles de una arquitectura ficticia. Es así como botellas de perfume (fig. 5), elementos de embalaje y contenedores son exhibidos como construcciones, que gracias al uso de la cámara fotográfica son transformadas en iconos modernos. Portus, siguiendo una discusión vigente, nos adentra una vez más en el inconsciente del sujeto colectivo de la modernidad, en una acción que en palabras de Jacques Ranciere, tras la ruta dejada por Walter Benjamin, bien puede llamarse arqueomoderna. Son el plástico y el plumavit, el cartón y los dispensadores vacíos, los que sostienen el sueño del vidrio y el acero de la modernidad, y que bien sabe el artista situar con la mirada del niño que sueña dicha modernidad y, en ella, el desarrollo social de un país franqueado por lo definitivo de su fractura.
Las Ciudades (no) Blandasponen a resguardo no solo el sueño singular del artista, temeroso del despertar postmoderno, sino al colectivo que multiplicado en materias que le reblandecen, se afana en su existencia, que perpetua su alegorización en los cacharros descubiertos por Portus. El sueño neoliberal parece haber llegado muy pronto, relegando sus propias pesadillas a la modernidad y convocando a su propia mitología para exorcizar el tiempo infinito del capital. Pero, en la muelle convicción en que ahora se realiza el ideal, Portus autoriza a que transitemos por la gran avenida de la modernidad posible, del progreso colectivo, a fin de abrir el sello de la razón encapsulada bajo la mirada vigilante del desecho tutelar.