INTRODUCCIÓN
Este trabajo hace referencia a dos proyectos de investigación sobre el Diseño gráfico y su historia. El primero está enfocado a recopilar información sobre la historia del Diseño gráfico en Ecuador, fue auspiciado por la PUCE, y culminó con la publicación de un libro y un archivo documental de imágenes que incluye dos herramientas digitales con sus respectivos métodos de búsqueda, uno, la base de datos FileMaker Pro y, dos, la página web: historiadiseno.ec. En segundo lugar está el proyecto LIPADA - PUCE, laboratorio/archivo, que investiga, conserva y difunde materiales que contribuyen a la construcción de la memoria de la Arquitectura, el Diseño y las Artes del Ecuador en el siglo XX; proyecto en el que me encargo del área de diseño.
El primer cuestionamiento al plantearnos una investigación histórica sobre el diseño, fue respecto a cómo acercarnos a la historia del diseño sin ser historiadores. Para solventar esta situación, hemos consultado autores que hacen un recorrido por los principales ejes de desarrollo por los que ha transitado la historia y la ‘historiografía’, como define Le Goff: “historiografía o historia de la historia” (2005, p.13).
ACERCA DE LA HISTORIA Y SU EVOLUCIÓN
El Diseño es una disciplina relativamente joven en el mundo; en Latinoamérica cuenta con aproximadamente sesenta años y en Ecuador solamente con unos cuarenta. Poco o casi nada se conoce sobre la historia del Diseño en América Latina y menos aún en Ecuador, de ahí la necesidad de realizar una historia del diseño del Ecuador, que haga aportaciones no solo al propio país, sino también a la construcción de una historia del diseño en Latinoamérica.
En Ecuador, y en general en Latinoamérica, el Diseño ha nacido cobijado por otras disciplinas tales como el Arte, la Arquitectura, la Comunicación. Su historia y teoría como disciplinas autónomas, escasamente se han desarrollado. Si bien en los últimos años se han producido algunas publicaciones al respecto, la mayoría se encuentran en los países centrales, enfocados en su propia experiencia y formas de hacer diseño y muy poco se ha escrito sobre los países periféricos, dentro de su contexto y maneras de hacer diseño.
A pesar de que, actualmente, la interrelación e intercambio de información entre los países es cada vez más amplia, existen muchas diferencias entre la producción de publicaciones, participación en grupos o discusiones entre el centro y la periferia. La mayoría de publicaciones, encuentros y agrupaciones, se concentran en los países del norte, mientras el sur tiene una escasa producción y, por tanto, no tiene voz propia. Por estos motivos consideramos de vital importancia construir un pensamiento, un discurso y una historia basados en la investigación y el conocimiento, a fin de consolidar y legitimar el diseño en los países de Latinoamérica, en general, y de Ecuador en particular, donde muy poco se ha hecho para recuperar la memoria y entender el proceso evolutivo que ha tenido la disciplina, a fin de conocerla y proyectarla hacia el futuro.
Para poder hablar de una historia del Diseño en Ecuador es necesario primero entender la Historia y la Historiografía. Nos referimos a la historia cuando hablamos de los acontecimientos, de los hechos de una realidad, sucedidos en un determinado espacio y tiempo, acontecimientos que pueden ser de diversa índole, intensidad, duración y escala; por ejemplo, una crisis económica, una revolución política, la muerte de un personaje, una fiesta nacional o una revuelta popular, entre otros. Pero estos acontecimientos, que aparecen como entes autónomos, aislados, son como parte constitutiva de un contexto, de un flujo que se encuentra ligado a varios flujos diferentes, que a la vez se relacionan entre sí y que son los que le confieren una coherencia; esa coherencia solo puede darse cuando a alguien le sucede algo y hay alguien que percibe y comprende ese fenómeno, entendimiento que permite crear conceptos y significados. La historia solo existe a partir de los hechos ocurridos, los estudia y atestigua sus cambios y transformaciones. Esto puede ser abordado desde dos puntos de vista: uno, como una secuencia de hechos sucesivos y, dos, como un análisis e interpretación de esos hechos. Es necesario, entonces, que haya una mente que ordene y dé cohesión a los fenómenos para que adquieran sentido y coherencia.
De esta forma, encontramos las diversas relaciones que tienen los acontecimientos entre sí y frente a otros. Si tratamos los hechos como fenómenos particulares, aislados de otros y de su contexto social, la interpretación histórica puede ser incompleta; en cambio, ver los acontecimientos como parte integral de un conjunto de hechos relacionados entre sí, como parte de un flujo coherente dentro del contexto social, permitirá una interpretación histórica más completa y de conjunto. Esta visión nos lleva a plantearnos que no existe una sola historia “la historia” sino una variedad y diversidad de historias que responden a la multiplicidad de hechos y acontecimientos que pueden ser estudiados, interpretados y reconstruidos por una mente, en este caso la del historiador. Trabajar en una historia del Diseño, pensada e interpretada por los propios conocedores de su actividad, los diseñadores, es fundamental para complementar la historia del país. Toda actividad tiene su pasado, tiene su historia, que se relaciona con otras historias construidas social y culturalmente.
Hablamos de reconstrucción de los hechos ya que estos no se dan por sí mismos aisladamente, sino que entran en relación con una mente que, desde el presente, los analiza y los interpreta. Encontramos aquí un factor de temporalidad, pues hay una relación entre el pasado y el presente, entre el hecho ocurrido en el pasado y la intervención intelectual que se hace alrededor de este en el presente, factor fundamental en el pensamiento histórico. Cuando el investigador se enfrenta al hecho, lo primero que hace es tratar de encontrar su causa. Si vemos el hecho aislado, buscaremos la causa de ese único acontecimiento, lo veremos como caso único, como algo extraordinario, singular, fuera de la vida común, lo que no permite mirar la serie de acontecimientos y causalidades que se relacionan con este. De esta manera no podremos entender al acontecimiento como parte de una serie mayor en la que encuentra su coherencia y por tanto, tampoco se podrá advertir la relación de la historia con las otras ciencias como la Economía, la Sociología y la Antropología:
“[…] no puede existir el acontecimiento aislado sino siempre ligado a los demás por algún tipo de relación; que cada acontecimiento forma parte de una serie mayor, que es la que le da coherencia. Esta coherencia, como ya se dijo, no es espontánea sino que tiene que ver con el punto de vista de quien lo estudia; la coherencia es el producto de una mente que percibe y que comprende, porque dar coherencia a los hechos o a las series de hechos es darles un sentido” (González, 1995, p.1).
Entendida así la historia en términos generales, nos preguntamos, entonces, cuál ha sido la evolución de la historia y cuál puede ser su relación con el Diseño. Creemos necesario hacer un breve recorrido que nos sitúe en los periodos y movimientos históricos importantes. La Historia, al igual que las otras ciencias, ha tenido sus cambios y transformaciones en el devenir del tiempo. En la antigüedad la historia fue concebida para relatar los hechos extraordinarios y destacados de la vida común de una sociedad, como por ejemplo el de ciertas personalidades que ocupaban espacios de poder en algunos periodos. La Historia se caracterizó por estar al servicio de los diferentes poderes, en especial del Estado y la Iglesia.
LA HISTORIA EN LOS AÑOS 30
Hasta los años treinta se continuó con la historia-relato y la historia-testimonio, que nunca han dejado de utilizarse en el desenvolvimiento de la ciencia histórica. Estos modos de hacer historia, sin embargo, han sido criticados y cuestionados, lo que ha producido un cambio al observar la necesidad de desarrollar la explicación histórica. En esta etapa la información oral fue superada por la información escrita, para ser utilizada como testimonio, como apunta Le Goff: “así como en el XX se hizo la crítica de la noción de hecho histórico, que no es un objeto dado, puesto que resulta de la construcción de lo histórico, así también se hace hoy la crítica de la noción de documento, que no es material bruto, objetivo e inocente, sino que expresa el poder de la sociedad del pasado sobre la memoria y el futuro: el documento es monumento” . (Le Goff, 2005, p.11). El relato histórico, además, se vio influido por la situación política, económica y social por la que atravesaba el mundo a principios del siglo. Es en este momento que se replantea y cuestiona la forma en que se venía desarrollando esta disciplina.
El cuestionamiento y replanteamiento de la posición del historiador y de la manera de hacer historia surge con la creación de la revista Annales, proyecto de Marc Bloch y de Lucien Febvre. La revista nace en 1929 en Francia, año de la gran crisis mundial, y no responde tanto a la posición de estos autores frente a la crisis, sino a la necesidad de entender y actuar en un periodo en el que el mundo se mueve de lo político a lo económico. Hasta la Primera Guerra Mundial la historia había enfocado su acción en el registro del nacionalismo y el patriotismo. A partir del trauma de la guerra, busca nuevos planteamientos que se distancian del poder y se acercan a la gente común, a lo cotidiano, a lo popular. Antes de la guerra, el referente del discurso era, sobre todo, Europa; al finalizar la guerra, se ve desplazado por el surgimiento de las nuevas potencias, como Japón y Estados Unidos. Afloran diversas problemáticas que provocan un giro de la visión eurocentrista, tales como la dependencia frente al Nuevo Mundo y la toma de conciencia de los “otros mundos”, es decir, de la pluralidad y multiplicidad de civilizaciones. Frente a este contexto, la Historia también cambia su óptica y se opone a la historiografía dominante, la positivista (Dosse, 2006, ´pp.29-31).
En medio de las dos concepciones opuestas que se observan en este tiempo, por un lado, el capitalismo con sus contradicciones, que provoca inflación, recesión, desempleo y paro, reforzados por regímenes totalitarios como el fascismo y el nazismo, y, por otro lado, la propuesta revolucionaria de corte soviético, Annales, impulsada por las ciencias sociales, propone una tercera posición para un nuevo futuro, moderno e independiente del Estado. La publicación Pregona un cambio hacia una historia experimental que viene de la influencia del pensamiento científico. La historia tiende hacia lo singular, lo particular, hacia lo que no se repite y se distancia de las ciencias que buscan leyes que implican repetición y regularidad, como las ciencias exactas. La revista busca enfocar la atención tanto en las fuentes y su clasificación, como en la interrelación y unidad entre el pasado y el presente. Investigar el pasado desde el presente tiene, para los fundadores de Annales, un valor heurístico, y permite enriquecer la visión del pasado; en este sentido si el presente contribuye al conocimiento del pasado, para tener una cabal comprensión del presente, debemos conocer el pasado (Dosse, 2006, pp.31-32).
El tiempo y la cronología son materiales fundamentales para el trabajo histórico; pues funcionan como su hilo conductor y auxiliar para determinar un inicio y un final. Es decir, hay que marcar una periodización de los procesos históricos mediante unidades mensurables de tiempo, concebido, ya no como sucesos lineales, sino como una multiplicidad y pluralidad de tiempos con sus respectivas relaciones. Los niveles de larga y corta duración llevan al historiador a pensar en la movilidad de los acontecimientos. Los de larga duración, aparecen como inmóviles, por lo que los asociamos a las estructuras; los de corta, como es el caso de la Antropología Histórica, encuentran movimientos en cualquiera de los objetos sociales, por esto podemos decir que la Historia es una ciencia del cambio y de la explicación de ese cambio. (Le Goff, 2005:, pp.14-15).
LA NUEVA HISTORIA
En palabras de Le Goff: “La oposición pasado/presente es esencial en la adquisición de la conciencia del tiempo”. (Le Goff, 2005, p.15). Estos dos elementos se encuentran en continua construcción, ya que podemos ver que el mismo pasado cambia de acuerdo con las diferentes épocas desde las que se mira y el historiador está sujeto al tiempo en que vive. De esta concepción se puede deducir que el pasado tiene interés en la medida de la necesidad de aclarar el presente. En Annales se reconocen varios de los elementos que han permitido avanzar a la Historia; por un lado, el entendimiento de que un acontecimiento interactúa y es parte de una serie mayor que lo contiene y, por otro lado, la ubicación del punto de vista del historiador como factor determinante para dar coherencia a una serie; es decir que no hay una realidad histórica que se presenta como tal ante el historiador, sino que es tarea del historiador tanto reconstruir el hecho, como tener un papel activo frente a los documentos, a fin de explicar el pasado. Con estas premisas nace el pensamiento de una nueva Historia.
El “documento”, que ha sido una fuente de información clave para la investigación histórica, también ha sido objeto de cuestionamiento por parte de la nueva Historia, que se enfrenta a la historia positivista que afirma que el documento es objetivo y no puede ser interpretado. Con las nuevas posiciones históricas se entiende el documento como consecuencia de la interpretación de un hecho seleccionado por un historiador. El documento aparecía como un material objetivo y veraz, ya que los investigadores consideraban que contenía partes relevantes de una realidad que debía ser registrada, idea que se reforzó con la creación de los archivos y bibliotecas. Le Goff va más allá:
[…] Al mismo tiempo se amplió el área de los documentos, que en la historia tradicional se reducía a los textos y productos de la Arqueología, una Arqueología a menudo separada de la Historia. Hoy los documentos llegan a comprender la palabra, el gesto. Se constituyen archivos orales; se recogen etnotextos. El hecho mismo de archivar documentos ha sufrido una revolución con los ordenadores” (2005, p.11).
Con el reconocimiento de que cualquier documento implica el estudio e interpretación realizados por una mentalidad en un tiempo pasado, se insiste en una concepción mucho más amplia del documento. En primer lugar el documento y su veracidad pueden ser cuestionados, ya que son producto de una memoria colectiva que ha sido recogida e interpretada por el investigador, quien a su vez es un individuo perteneciente a una sociedad en un espacio y tiempo determinados, por esto es primordial analizar todas las condiciones en que cualquier documento ha sido producido. Además del documento escrito, se ha considerado también como documento lo arqueológico, la oralidad, y aquello no dicho en los documentos, así como lo que se ha dicho respecto de los documentos. Le Goff se refiere a la necesidad de estudiar los “silencios” de la historia, aquellas “inhibiciones” orgánicas que están vinculadas a su propia estructura y continúa diciendo “un sistema histórico funciona justamente a través de sus silencios” (Maiello, 1998, p.98).
Según Foucault (González, 1995), el documento ha sido interrogado, se le ha pedido no solo lo que quería decir, sino también si era verdad o no lo que decía. Se trataba de reconstruir el pasado a partir de lo que estaba escrito en los documento. Este autor plantea que el historiador debe elaborar el documento, organizarlo, ordenarlo, repartirlo en niveles, establecer series, distinguir lo que es pertinente de lo que no lo es, distinguir unidades, descubrir relaciones. Por otro lado, el monumento, que ha sido percibido por la memoria colectiva como un ente para perpetuar las sociedades del pasado, ha sido también cuestionado por la historia en su significado y veracidad. No hay, entonces, mayor diferencia entre documento y monumento:
“Como afirma Foucault, la historia se ocupaba de transformar los monumentos del pasado en documentos y en hacerlos hablar como vestigios, que por sí mismos no hablan. De allí que proponga una inversión: si el documento no es algo inerte a través del cual se adivina el pasado; si la historia no puede verse como memoria colectiva que, con ayuda de los documentos, recupera sus recuerdos, entonces habría que hacer lo siguiente: en lugar de solamente reconocer lo ocurrido en el pasado, habría que desplegar una masa de elementos que es necesario agrupar y disponer en relaciones. En pocas palabras, transformar los documentos en monumentos” (González, 1995, p.5).
Cuando un documento-monumento, imagen que se dan las sociedades de sí mismas para imponerse y perdurar en el tiempo, es seleccionado de entre muchos otros por el historiador, que además lo ha caracterizado como testimonio, lo hace desde el lugar que ocupa en la sociedad de su época y desde su propia mente. Todo ello da como resultado unos datos previamente manipulados por una sociedad que los ha producido y las posteriores que han visto su escena. Por ello es tarea del historiador analizar las condiciones en que se produjeron tales documentos-monumentos, deconstruir y desestructurar esos montajes sociales que se levantaron en el pasado. Además, en la selección, debe tomar en cuenta todos los documentos, incluidos los literarios y los artísticos.
Según Dosse (2006), Annales renueva el discurso histórico, estudia las mentalidades colectivas, uno de cuyos objetivos es la toma de conciencia de las clases sociales, e imprime relevancia a los fenómenos económicos y sociales. Lucien Fevbre muestra un interés por las realidades cotidianas de lo popular que se ubican en el centro de atención de los problemas sin dejar de lado lo político. La historia ya no se divide según los periodos clásicos, sino según los problemas que requieren solución, la historia-problema constituye la matriz teórica de una futura historia estructural, en la cual el estudio de una realidad social engloba, con la misma coherencia, lo económico, lo social y lo mental. Otro elemento incorporado por Annales, es la geografía. Se trata de estudiar los problemas en unidades geográficas pequeñas, a escala humana, lo cual permite trabajar en profundidad. Adicionalmente se trabaja en una Historia comparada, que permite al investigador analizar las diferencias y similitudes, con el objeto de acceder a las causas de los fenómenos observados, se trata de sacar a la Historia de las fronteras artificiales, de los compartimentos topográficos y de las fronteras nacionales de los Estados.
LA HISTORIA A PARTIR DE LOS AÑOS 60 Y LA MODERNIDAD
Según Le Goff (2005), en los años sesenta la Historia, influida por otras disciplinas como la Etnología o la Psicología, se torna hacia la historia de las representaciones, que puede tomar varias formas: historia de las ideologías, es decir, historia de las concepciones generales de una sociedad; historia de las mentalidades, como estructuras mentales comunes a una sociedad, a una época o a una determinada categoría social; historia de lo imaginario, donde se encuentran las producciones del espíritu, ligadas ya no solo a los textos escritos, sino a lo literario, a la imagen, a lo pictórico; historia de lo simbólico, que son aquellas que nos llevan a una realidad subyacente, como son los rituales, las práctica, las conductas. La historia cultural aún se encuentra muy limitada en estos años. Es en estos apartados de la historia de las mentalidades, la historia de lo imaginario y lo simbólico, donde el Diseño, encuentran su asidero para desarrollar su historia.
Cabe destacar otro acercamiento a lo mental planteado por Lucien Fevbre, la construcción de una historia literaria, en la que incluye la literatura de provincias, de los anónimos, de los olvidados. Pretende también conocer las condiciones de la producción y de la circulación literarias, la relación que establece el lector con la obra y las razones del éxito de las mismas. De este modo, esta Historia rompe con la concepción tradicional de los grandes autores y las grandes obras. Los libros existen para los lectores, lo esencial es quién lee y qué lee. La literatura ayuda a comprender una época, pero es parte de un conjunto más complejo, como afirma Dosse: “El historiador debe apropiarse de otros campos de estudio como es la Iconografía Artística, así como de una ciencia nueva, en pleno arranque, la Lingüística… Si la historia consigue asimilar a la Literatura, la Lingüística y la Iconografía, puede aspirar a un futuro resplandeciente en el campo del conocimiento de la cultura” (2005, Dosse, pp.86-87).
Marc Bloch también aproxima Etnología e Historia. Para sus investigaciones no solo recurre a los documentos, sino que también integra los ritos, los mitos, los sistemas de creencias, la Psicología Comparada. No busca una relación de causalidad, sino “relaciones de interdependencia en estudios sincrónicos”. De esta manera integra nuevas fuentes, nuevos objetos, no se limita al documento escrito, lo enriquece, además, con la iconografía, a fin de acceder al inconsciente de las prácticas sociales. Los historiadores de Annales han seguido siendo partidarios de una disciplina donde el personaje es el objeto de investigación; sin embargo, ya no se trata de la persona destacada, sino del ser común, del ser social dentro de su entorno.
A mediados del siglo XX, tras la Segunda Guerra Mundial, Europa está envuelta en medio del proceso de descolonización y de luchas por la independencia. A todo ello se suma la revolución tecnológica que va a transformar la vida económica y social. El proceso de la mundialización con los cambios producidos por los avances de las comunicaciones y de los canales de información, transforma no solo la economía, sino otros elementos sociales y culturales. Todo ello trae un cambio en la visión de la historia. Por otro lado, se desarrollan la Estadística, la Cuantificación y la Demografía; Estados Unidos florece y deslumbra con sus nuevos métodos y técnicas de investigación de las ciencias sociales, que se centran en la rentabilidad, en la racionalidad y en la productividad. Las escuelas especializadas en gestión de empresas se multiplican y se nutren de las Ciencias Sociales y Humanas; nace entonces una escuela que se convierte en dominante en las ciencias Humanas, el Estructuralismo, que se define como anti-historicista.
A partir de los años sesenta el boom y el crecimiento del capitalismo pierden impulso y aparece una crisis mundial que sume a los países industrializados en la recesión, el paro y la inflación. La crisis de la idea de progreso vuelca la mirada hacia culturas anteriores a la industrialización, la nueva Historia busca las tradiciones, investiga en lo local y en lo personal; dirige su atención hacia una Antropología Histórica, un giro de lo social hacia lo simbólico y lo cultural. Se introduce el concepto de microhistoria, que considera a la historia como “historia de lo vivido” y se da una expansión de la cultura material que tiende a sobreponerse a otros niveles de lo social. Ocurre una paulatina desaparición del acontecimiento y se valora el ámbito cultural, en el que se analiza la dicotomía cultura alta y cultura popular. Con ello la historia cambia de perspectiva para entender la sociedad.
En respuesta a la crisis, el propio sistema busca nuevas alternativas para retomar el impulso a través de medios, tales como el Diseño, la Publicidad, la Mercadotecnia, que incentivan el consumo y buscan el consumismo:
“Si en un primer momento las actividades de la producción y del consumo no están separadas, a medida que transcurren las etapas históricas la brecha entre ambas se hace más amplia, al grado que se vuelven cada vez más autónomas, de modo que pueden regularse y manejarse por instituciones independientes. El punto extremo es cuando el consumo se vuelve consumismo; ello ocurre cuando el consumo pasa a ser elemento central en el conjunto de la sociedad, cuando se convierte en el propósito mismo de la existencia…” (González, 2012, p.30).
En los años 70 se da una etnologización del discurso histórico, que se presenta como un discurso de integración en la sociedad técnica, la historia no escrita, la de los usos y costumbres y la de las tradiciones orales, a las que se da un nuevo valor, gracias a los medios de comunicación. Se da un giro tanto hacia el estudio de las sensibilidades, de las mentalidades, de los comportamientos, cuanto a la cultura material, como ya se ha dicho. Es el momento de la historia de las mentalidades, más próxima a lo psicológico, con fundamento en el nivel inconsciente de las prácticas sociales del pensamiento colectivo de una época o de un grupo social; de la antropología histórica, cuya meta es el “cómo” del funcionamiento más que el “porqué” del cambio, con el acento puesto en las continuidades, menos en las rupturas, y un desplazamiento de lo social hacia lo cultural. Se trata de sostener un diálogo entre diversas disciplinas, y de proponer una historia de las representaciones en lo político, social y económico, de las ideologías y de las mentalidades, tanto de lo imaginario como de lo simbólico, es decir, que se replantea la Historia de la Historia.
“La Psicología Histórica pronto se volvió anticuada, mientras que, por el contrario, las investigaciones de las lógicas internas de lo cotidiano, de las representaciones colectivas no conscientes, de las condiciones de la producción cultural, de los fenómenos mentales en su articulación en la vida social, de los grupos sociales, todo ello alimentado por el Estructuralismo, ha tenido un futuro de lo más fecundo. Un mismo interés por lo mental, pero dos vías, dos filiaciones para una misma escuela histórica” (Dosse, 2006, p. 83).
La Posmodernidad significa que la totalidad histórica se descompone en pequeñas parcelas, la conciencia de duración desaparece, el universo se vuelve inmóvil y los cambios ya no son políticos ni sociales, sino técnicos o culturales. En esta tendencia ideológica, se da un mayor corte entre el presente y el futuro y se torna en una sociedad individualista donde lo social y político pierden valor frente al crecimiento de lo privado. Según Dosse (2006), ya no existe un proyecto histórico movilizador y se abre la “era del vacío”, es también la época en la que el discurso histórico viene dado por la expansión de los media, el poder impone sus normas, lo que lo convierte en portador de una historia cultural. Deviene de esta situación una historia en migajas, característica de una sociedad cada vez más fragmentada, en la que las personas son serializadas y su pertenencia social desaparece, “…la fragmentación del grupo social es tal que uno no piensa ya más que a partir de su propia historicidad en tanto que individuo; es la exaltación de cada uno para sí y del mercado para todos…” (Dosse, 2006, p.171). En esta época se advierte la indiferencia de las masas, el sentimiento de repetición y estancamiento predominantes. Sin embargo, se expande la sociedad de la imagen, que permite al historiador reforzar la historia de lo imaginario y con ello incorporar a su análisis documentos literarios e iconográficos y así ampliar su campo de acción.
No abundaremos mucho más en los cambios que sufrió la disciplina de la Historia; solamente queremos retomar dos premisas que pueden acercarnos al objeto de estudio de esta investigación: la Historia del Diseño en el Ecuador. Por un lado, la historia de lo imaginario, que se nutre de su propia producción a manera de documentos, tales como las obras literarias e iconográficas, así como también la diversidad de imágenes que, en la actualidad, cobran gran importancia con el crecimiento de la informática, las telecomunicaciones y los media.
En los últimos tiempos nos enfrentamos a una Historia desarrollada por los medios de comunicación; son éstos los que difunden pasajes comprimidos de la Historia. Le Goff en (Maiello, 1998) plantea la necesidad de revisar la diferencia en la aceptación por parte del público de los programas y artículos históricos reproducidos por los media y los documentos académicos. Propone también analizar la forma de expresión utilizados en ambos casos.
CONCLUSIONES
El Diseño puede situarse bajo estas premisas y nos cuestionamos entonces sobre la investigación, la documentación y la escritura de la Historia del Diseño. Lo que nos interesa es entrar en una concepción de la Historia que considere el diseño como elemento ligado a otras estructuras, es decir, que considere que hacer la historia de una pequeña parte de lo social, en este caso, del diseño, es contribuir a hacer una historia de la sociedad particular de la que se trate.
Bajo las consideraciones citadas, tratamos de documentar la Historia desde diversos ángulos. Por un lado los actores del diseño, por otro, ejes temáticos que se han constituido como documentos que dan cuenta de la evolución del diseño en un área específica de la cultura. También indagamos sobre materiales y técnicas que han sustentado la producción del Diseño en el campo de la cultura material.
Tanto el material recopilado en el primer proyecto, como el que está siendo investigado en el proyecto LIPADA, tienen por objetivo aportar a la construcción histórica del Diseño a fin de interactuar con los estudiantes universitarios y con un público más amplio interesado en conocer e investigar sobre estos campos.