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Revista Economía y Política

versión On-line ISSN 2477-9075

Revista Economía y Política  no.35 Quito ene./jun. 2022  Epub 31-2022

 

Artículo Original

Estudio de los predictores del comportamiento de ahorro en estudiantes universitarios ecuatorianos

A study of the predictors of saving behavior in Ecuadorian university students

Marcos Zumárraga-Espinosa1 
http://orcid.org/0000-0001-9930-9005

1Universidad Politécnica Salesiana, Ecuador mzumarraga@ups.edu.ec


Resumen

Esta investigación explora, desde una perspectiva interdisciplinaria, los determinantes del comportamiento de ahorro individual en el contexto ecuatoriano. Para ello, se propone un modelo explicativo que integra aportes teóricos producidos desde la economía, la sociología y la psicología. El estudio cuantitativo se basó en una muestra de 1535 estudiantes universitarios de establecimientos públicos y privados de Quito-Ecuador. El modelo de regresión multivariante desarrollado indica que variables socioeconómicas como los ingresos familiares, la edad, la escolaridad parental y el género no predicen significativamente el comportamiento de ahorro. En contraste, la socialización financiera familiar, el altruismo y el alfabetismo financiero se relacionan positivamente con el comportamiento de ahorro. Entre los predictores significativos, el alfabetismo financiero se posicionó como el factor explicativo más relevante del comportamiento de ahorro.

Palabras clave: ahorro; comportamiento de ahorro; predictores; investigación interdisciplinaria; Ecuador.

Abstract

From an interdisciplinary perspective, this research explores the determinants of individual savings behavior in the Ecuadorian context. To this end, an explanatory model that integrates theoretical contributions produced from economics, sociology, and psychology is proposed. We based the quantitative study on a sample of 1535 university students from public and private institutions in Quito, Ecuador. The multivariate regression analysis shows that socioeconomic variables such as family income, age, parental education, and gender do not significantly predict saving behavior. In contrast, there is a positive relationship between family financial socialization, altruism, and financial literacy to saving behavior. Financial literacy was positioned as the most relevant explanatory factor of saving behavior among the significant predictors.

Keywords: saving; saving behavior; predictors; interdisciplinary research; Ecuador.

Introducción

La globalización, el auge de las nuevas tecnologías y la creciente complejidad de los mercados financieros han introducido niveles crecientes de incertidumbre en el funcionamiento de las economías nacionales. En este contexto, las habilidades financieras configuran una competencia individual crucial para intervenir, con decisiones adecuadas y racionales, en un mundo económico cada vez más cambiante, interconectado y competitivo (Denegri Coria, Martínez Toro & Etchebarne López, 2007; Fatoki & Oni, 2014). Específicamente, el comportamiento de ahorro constituye una habilidad financiera fundamental, incidiendo en gran medida en la capacidad que individuos, y por consiguiente familias, tienen para enfrentar contratiempos económicos y crisis financieras (Rodríguez & Sandoval-Escobar, 2018).

En términos macroeconómicos, el ahorro interno de los países se presenta como una fuente de financiamiento indispensable para el sostenimiento de procesos de desarrollo económico de largo plazo (Banco Interamericano de Desarrollo, 2016; Loayza, Schmidt-Hebbel & Servén, 2001). A nivel microeconómico, la investigación disponible muestra que los ahorros favorecen el bienestar de los hogares, permitiendo, entre otras cosas, una mejor planificación para el retiro, mayor capitalización y acumulación de activos, una capacidad más elevada de afrontamiento frente a gastos de salud o emergencias de todo tipo, mayores posibilidades de suavizar el consumo cuando los ingresos se tornan inestables e inciertos, mayor inversión en educación, prácticas de endeudamiento más saludables, así como problemas financieros menos frecuentes (Garcia Bianchi, Santillan Leiba & Sotomayor Valenzuela, 2020; Falahati & Paim, 2011; Mahdzan & Tabiani, 2013). En resumen, el ahorro permite que los hogares e individuos incrementen el control de su seguridad financiera, lo cual también tiene implicaciones sobre cuestiones como la salud mental y el bienestar psicológico (Chen, Van Assche, Vansteenkiste, Soenens & Beyers, 2015; Marshall, Kahana, Gallo, Stansbury & Thielke, 2020; Ramírez Marrero, 2021).

Dadas las tendencias que manifiesta la economía contemporánea, la necesidad de desarrollar actitudes y habilidades financieras sólidas, con énfasis en los hábitos de ahorro, se torna más imperiosa entre la población más joven. Pues son quienes, en el futuro, pasarán a integrar el mercado laboral, estarán a cargo de sus propias familias y deberán afrontar cambios en los sistemas de seguridad social producto del envejecimiento poblacional, así como la complejización del mundo financiero (Blackburn, 2014; Sabri & MacDonald, 2010; De Bassa Scheresberg, 2013). Todo lo cual hace que las nuevas generaciones deban asumir mayor responsabilidad por su propia seguridad financiera, a comparación con las generaciones pasadas (Fatoki & Oni, 2014). Por tanto, las decisiones financieras tomadas en la juventud tienen repercusiones cada vez más decisivas en el futuro (Lusardi, Mitchell & Curto, 2010).

Asimismo, cabe diferenciar entre disponibilidad de ahorro y conducta de ahorro, pues si bien, lo primero responde al balance entre ingresos y gastos de consumo (Keynes, 1936), posibilitando situaciones de ahorro cero por contratiempos financieros o realización de inversiones, el comportamiento de ahorro es un patrón de conducta, compuesto por una serie de prácticas financieras cotidianas, que el individuo desarrolla, en menor o mayor medida, con el objetivo de generar ahorros (Chai, Chia, Fong, Lew & Tan, 2011; Furnham, 1999). En otras palabras, aunque no se determine completamente el nivel de ahorro de una persona o familia, el comportamiento de ahorro opera como un principio explicativo fundamental para la formación deliberada y voluntaria de ahorros.

En el caso de Ecuador, según los datos de Inclusión Financiera Global del Banco Mundial (Global FINDEX) para el 2017, el 33.9% de las personas con edades de 15 años o más reportó haber ahorrado dinero durante el año pasado, esta tasa aumenta a 43.1% en el 60% más rico de la población, y desciende a 20.1% en el 40% más pobre. En el caso de adultos jóvenes [15-24 años], el porcentaje de ahorro se sitúa en el 35%, mientras que el ahorro en instituciones financieras se reduce al 9.9%. Por otra parte, apenas el 11.2% de las personas encuestadas [15 años o más] indicó haber ahorrado para la vejez en el año pasado, y el 12.8% ha ahorrado para iniciar, operar o expandir algún negocio. Cabe resaltar que con respecto a cifras del 2014, si bien el porcentaje de ahorro del grupo poblacional más rico registró crecimiento, esto contrasta con un empeoramiento en el segmento más pobre. Además, aunque la proporción de adultos jóvenes que ahorra aumentó, el ahorro en instituciones financieras se redujo. Retomando el año 2017, las cifras ecuatorianas se sitúan por debajo del promedio latinoamericano en todos los indicadores examinados.

Considerando la relevancia macroeconómica y microeconómica del ahorro, así como su vinculación directa con los hábitos de ahorro desarrollados por la población, una mejor comprensión de los factores explicativos del comportamiento de ahorro resulta de vital importancia para la generación de estrategias orientadas a su fortalecimiento. Sin embargo, la literatura reciente ha señalado la necesidad de avanzar hacia enfoques interdisciplinarios para un entendimiento más completo de los fenómenos relacionados con el ahorro (Copur & Gutter, 2019; Gutter, Hayhoe & DeVaney, 2008).

Así, con base en los antecedentes establecidos y adoptando un enfoque interdisciplinario que integre factores explicativos provenientes de la economía, la sociología y la psicología, el objetivo general de esta investigación consiste en explorar los determinantes socioeconómicos, sociológicos y psicológicos del comportamiento de ahorro en Ecuador.

Un modelo explicativo integrador: Exploración interdisciplinaria de contribuciones teóricas

El estudio del ahorro se situó inicialmente como un tópico de interés para la ciencia económica, tratándose de una variable relevante para la comprensión de cuestiones como el consumo, la inversión y la generación de riqueza. No obstante, disciplinas como la sociología y la psicología continúan realizando valiosos aportes para la configuración de mapas explicativos, cada vez más completos, en torno a los hábitos y conductas de ahorro.

En primer lugar, la economía ha abordado el ahorro de los hogares principalmente desde los enfoques del ingreso permanente y del ciclo de vida. Considerando que el ahorro es aquella parte del ingreso que no se consume inmediatamente (Keynes, 1936), la teoría del ingreso permanente, postulada por Friedman (1957), plantea que las decisiones de ahorro no solo responden a la disponibilidad actual de ingresos, sino también a las expectativas sobre el ingreso futuro. En este sentido, si bien el ahorro aumenta a medida que los ingresos se incrementan, dada una propensión al consumo determinada, esto además responde a estimaciones sobre el ingreso futuro, basadas en aspectos como las habilidades, conocimientos y activos del individuo para generar recursos, la coyuntura macroeconómica o el tipo de actividad económica a la que se dedica (Garcia Bianchi et al., 2020).

En el caso de la población joven, una emancipación financiera temprana resulta cada vez menos frecuente (Pew Research Center, 2019; Soriano, 2019), por lo que su capacidad de ahorro se encuentra fuertemente conectada al estatus socioeconómico del hogar, considerando variables como el ingreso familiar y los niveles educativos del padre o la madre. De este modo, una mejor posición económica del hogar aumentaría la transferencia de ingresos hacia los miembros jóvenes, favoreciendo no solo su disponibilidad de ahorros (pues se facilita la generación de excedentes), sino también su comportamiento de ahorro, dado que las personas con mayores ingresos se encuentran más propensas a incurrir en conductas de manejo financiero responsable (Chang, 1994; Perry & Morris, 2005; Sabri, Mokhtar, Ho, Anthony & Wijekoon, 2020). Siguiendo este razonamiento, los ingresos obtenidos por vía laboral, al aumentar los ingresos totales, igualmente contribuyen a estimular el comportamiento de ahorro. En consecuencia, se esperaría que aquellos jóvenes que realizan actividades laborales remuneradas consoliden hábitos de ahorro más robustos.

Por otra parte, el ahorro también se encuentra afectado por el género, siendo los hombres quienes ocupan una posición más favorable al respecto. En términos de capacidad de ahorro, la brecha de género existente en la distribución del ingreso repercute en una menor posibilidad de ahorro por parte de las mujeres, lo cual ha podido evidenciarse en la literatura empírica disponible (Cáceres, 2020; Fisher, 2010; Whitaker, Bokemeiner & Loveridge, 2013). A su vez, un acceso a ingresos relativamente más bajo debilita el desarrollo de conductas de gestión responsable de recursos en las mujeres, incluyendo las conductas de ahorro (Sabri et al., 2020). Es así que varias investigaciones empíricas indican brechas desfavorables para las mujeres en cuestiones como pensiones e ingresos después de la jubilación, lo cual se acompaña de una menor propensión a preparar, definir y asegurar planes de ahorro para el retiro a comparación con los hombres (Jacobs-Lawson, Hershey & Neukam, 2004; Levine, Mitchell & Moore, 2000; Sunden & Surette, 1998).

Por último, la teoría del ciclo de vida, planteada por Modigliani y Brumberg (1954), le asigna importancia central a la edad, y las etapas que una persona transita a lo largo de su vida, para la explicación del comportamiento de ahorro. Según este enfoque, los individuos aumentan su percepción de ingresos a medida que se adentran cada vez más en la adultez, gracias al incremento de experiencia y el ascenso profesional (Remble, Marshall & Keeney, 2014), mientras que su capacidad para generar ingresos decae al envejecer. Por lo tanto, las personas aprovechan su etapa productiva para acumular ahorros en la juventud, con el objetivo de estabilizar su consumo en la vejez gracias al uso de aquellos recursos previamente ahorrados. Puesto que la población joven se sitúa en el tramo inicial de la etapa del ciclo vital que se destina a la generación de ingresos, es razonable suponer que el comportamiento de ahorro tienda a incrementarse a medida que la edad del individuo aumente.

Desde una perspectiva sociológica, el comportamiento de ahorro se ha vinculado con factores como la socialización financiera familiar y la experiencia con el manejo de dinero durante la infancia. En cuanto a la socialización financiera, esta se refiere al aprendizaje informal sobre asuntos y prácticas financieras que tiene lugar a través de las experiencias de la vida cotidiana (Ameliawati & Setiyani, 2018; Kim, Spangler & Gutter, 2016). Al respecto, los padres actúan como los principales agentes de socialización financiera en las primeras etapas de desarrollo de las personas, generando oportunidades para que los hijos puedan enrolarse, desde la niñez, en conversaciones sobre actividades y tópicos relativos a las finanzas del hogar (Copur & Gutter, 2019). Dado el aprendizaje financiero que posibilita, la socialización financiera familiar favorece la construcción de habilidades financieras, entre ellas, hábitos de ahorro adecuados (Kim et al., 2016; Ningsih, Widiyanto & Sudarma, 2018). Estudios empíricos apuntan a que la socialización financiera en la niñez influye positivamente en el comportamiento financiero a futuro, en etapas como la juventud y la adultez, tanto en lo que respecta al ahorro como a la planificación de largo plazo (Afsar, Chaudhary, Iqbal & Aamir, 2018; Cho, Gutter, Kim & Mauldin, 2012; Zhao & Zhang, 2020). Asimismo, en el marco de la socialización financiera, disponer de una experiencia más temprana con el manejo del dinero ejerce un impacto positivo sobre el comportamiento de ahorro (Ameliawati & Setiyani, 2018; Sabri & MacDonald, 2010). Esto se debe al aprendizaje práctico que posibilitan experiencias concretas en el ámbito financiero como tener una cuenta de ahorro personal, recibir pagos por trabajos efectuados, o recibir y gestionar una mesada (Peng, Bartholomae, Fox & Cravener, 2007). En este orden de ideas, mientras más tempranamente una persona experimente activamente con tareas y asuntos financieros, mayores serán sus probabilidades de lograr una administración efectiva del dinero en su tránsito hacia la adultez.

La psicología económica también ha generado aportes importantes para el entendimiento de las prácticas de ahorro. Entre estos, la identificación del alfabetismo financiero como un factor explicativo central del grado de competencia financiera que una persona posee, misma que abarca aspectos como la capacidad de diagnosticar el estado financiero actual, la planificación y establecimiento de metas económicas a futuro, la toma de decisiones adecuadas en cuanto al manejo del dinero, la formulación de presupuestos de ingresos y gastos, el desarrollo de estrategias de ahorro, así como la elección de patrones de endeudamiento más saludables y la habilidad para aprovechar los instrumentos financieros disponibles en función de las metas establecidas (Ameliawati & Setiyani, 2018; Cho et al., 2012; Lusardi & Mitchelli, 2007; Sabri et al., 2020; Stango & Zinman, 2006; Zhao & Zhang, 2020). El alfabetismo financiero puede definirse como la capacidad individual para procesar información económico-financiera, tomar decisiones racionales y administrar apropiadamente el dinero en términos de aseguramiento, inversiones, ahorro y manejo presupuestario. Además, el alfabetismo financiero implica disponer de nociones básicas sobre el funcionamiento de la banca y el mundo financiero, especialmente respecto a cuestiones como tasas de interés, crédito y productos de ahorro (Denegri Coria et al., 2007; Garay Anaya, 2015; Mahdzan & Tabiani, 2013). Cabe resaltar que el alfabetismo financiero se refiere especialmente a conocimientos de naturaleza práctica, que se ponen de manifiesto en la forma como el individuo afronta, en su cotidianidad, las circunstancias y necesidades relativas a sus finanzas personales (Roy Morgan Research, 1993). En otras palabras, si bien el alfabetismo financiero se puede fortalecer mediante programas formales de educación financiera, es recomendable que su medición evite evaluar conocimientos excesivamente especializados o de carácter teórico, como por ejemplo, una comprensión detallada de la amplia gama de instrumentos y servicios ofertados por el sistema financiero, muchos de los cuales difícilmente serán utilizados por el individuo promedio en su día a día.

Empíricamente, la relación positiva entre alfabetismo financiero y comportamiento de ahorro ha podido verificarse de manera bastante consistente a lo largo de investigaciones efectuadas en varios países y continentes (Afsar et al., 2018; Babiarz & Robb, 2014; Chowa, Masa & Ansong, 2012; Jamal, Ramlan, Karim & Osman, 2015; Mahdzan & Tabiani, 2013). Situación similar ocurre con la asociación entre el alfabetismo financiero y el ahorro en instituciones financieras (Copur & Gutter, 2019). El mecanismo causal que subyace a tal relación puede explicarse a través de dos vías: la planificación y la optimización del dinero. Siguiendo los planteamientos de Lusardi (2008), el alfabetismo financiero favorece la planificación financiera, mejorando la comprensión de las ventajas del ahorro y las habilidades de cálculo monetario necesarias para fijar metas financieras a futuro, lo cual, a su vez, estimula la adopción de conductas de ahorro. De igual manera, quienes cuentan con mayor conocimiento financiero tienden a formar juicios más racionales e informados en torno a sus decisiones de gasto y endeudamiento, haciendo que el ahorro adquiera mayor relevancia en términos de optimización (Lusardi & Mitchell, 2014).

Finalmente, el altruismo constituye otra variable psicológica relevante al momento de explicar el comportamiento de ahorro. Como señala el modelo dinástico, además de la acumulación egoísta de ahorros para la vejez, que se contempla en la teoría del ciclo vital, las personas también ahorran por razones de altruismo intergeneracional, con el propósito de heredar activos a su descendencia (Horioka, Fujisaki, Watanabe & Kouno, 2000). A nivel intrafamiliar, el modelo de riesgo compartido de Nordblom (1997) propone que el altruismo contribuye al sostenimiento de conductas de ahorro precautorio entre los miembros del hogar. En escenarios de incertidumbre financiera, las familias tienden a compartir el riesgo a través de estrategias de ahorro precautorio, como una manera de aseguramiento colectivo. Sin embargo, el compromiso de las partes hacia el ahorro puede resultar inconsistente en el tiempo a causa de actitudes no cooperativas. Ante esto, el altruismo mutuo contrarresta tales ineficiencias, estimulando el comportamiento cooperativo y haciendo que los riesgos se compartan de manera más consistente entre los miembros del hogar (Nordblom, 2004). Con base en esta lógica, un mayor grado de altruismo en los jóvenes conducirían a manifestar conductas de ahorro más frecuentes, pues el encontrarse aún ligados a la economía de sus hogares en la mayoría de los casos, el ahorro personal puede actuar como una forma de reducir transferencias y cargas financieras a los padres, liberando recursos para que la familia pueda enfrentar posibles contratiempos u otro tipo de gastos.

Objetivos de investigación

Con base de las explicaciones y argumentos teóricos revisados, el presente trabajo se plantea los siguientes objetivos específicos de investigación:

  1. Estudiar los predictores socioeconómicos del comportamiento de ahorro

  2. Analizar los predictores sociológicos del comportamiento de ahorro

  3. Explorar los predictores psicológicos del comportamiento de ahorro

Metodología

Diseño, participantes y procedimiento

Esta investigación posee un diseño no experimental, transversal y cuantitativo. La muestra se conformó por 1535 estudiantes universitarios de establecimientos públicos y privados del Distrito Metropolitano de Quito (DMQ), Ecuador. El proceso de muestreo se efectuó de forma no probabilística, empleando una estrategia mixta por conveniencia y accidental. El 51,9% de la muestra corresponde a mujeres, y el 48,1% a hombres. La edad promedio de los participantes fue 20,9 años (DT = 2,36). El ingreso familiar de los participante se registró a partir de intervalos de ingreso que van desde “374 USD o menos” (10,3%) hasta “3375 USD o más” (5%), con la moda ubicándose en el rango “Desde 750 hasta 1124 USD” (22,7%). Asimismo, el 61% de los participantes pertenece a universidades públicas, mientras que el restante 39% estudia en establecimientos privados.

Si bien el estudio empírico se concentra en el caso del DMQ, cabe mencionar que en términos de población universitaria constituye una imagen bastante representativa del contexto universitario ecuatoriano, pues según cifras de la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (SENESCYT) para el año 2016, la provincia de Pichincha (en donde se sitúa Quito) por sí sola absorbía alrededor del 25% de la totalidad del estudiantado universitario de pregrado matriculado en el sistema de educación superior del Ecuador. Asimismo, esta provincia concentraba alrededor del 25% de la oferta académica de tercer nivel y el cerca del 47% de los programas de posgrado ofertados a nivel nacional (Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación, 2018). Aspectos que demuestran que el DMQ, como capital del país, siempre se ha caracterizado por ser un punto de gran afluencia de estudiantes universitarios provenientes del resto de zonas del país.

La recolección de datos se realizó mediante una encuesta auto-diligenciada y presencial, aplicada con la ayuda de estudiantes universitarios de la Universidad Politécnica Salesiana (UPS), Sede Quito-Ecuador. En términos de logística, el proceso de encuestado procuró captar cuotas representativas de 6 de las principales instituciones de educación superior de Quito, manteniéndose paridad entre el número de universidades privadas (3: Pontifica Universidad Católica del Ecuador, Universidad de las Américas, Universidad Politécnica Salesiana) y públicas (3:Universidad Central del Ecuador, Escuela Politécnica Nacional, Universidad de las Fuerzas Armadas). El proceso de encuestado tuvo lugar entre los meses de junio y julio del año 2018. Con respecto a las consideraciones éticas, los participantes consintieron, de manera informada, intervenir en el estudio, una vez se les informó debidamente sobre los objetivos y garantías de confidencialidad de la investigación.

Considerando que el estudio se enfoca netamente en estudiantes universitarios, debe resaltarse que los hallazgos que se realicen no son aplicables a la población general. Igualmente, el tipo de muestreo realizado tampoco admite generalizaciones a la totalidad de la población universitaria ecuatoriana. No obstante, tomando en cuenta las características antes mencionadas sobre el estudiantado universitario del DMQ, la información analizada constituye una aproximación razonable a la realidad universitaria del Ecuador. Además, conviene señalar que el presente estudio tiene la finalidad de desarrollar una exploración inicial de los factores explicativos del comportamiento de ahorro en el contexto ecuatoriano, por lo que se espera que los resultados empíricos a presentarse cumplan una función orientadora para futuras investigaciones de mayor alcance y rigurosidad.

Variables

  • Comportamiento de ahorro: Para su medición se tomó como referencia la escala de conducta de ahorro originalmente desarrollada por Chai et al. (2011). Una vez realizados los ajustes necesarios para adaptar dicha escala al contexto cultural ecuatoriano, se obtuvo un instrumento compuesto por 8 reactivos, referidos a prácticas financieras individuales que se llevan a cabo con el objetivo de generar ahorros. Los ítems que integran la Escala de Comportamiento de Ahorro (ECA) utilizada son los siguientes: 1) guardar una parte del dinero que obtiene para usarlo en el futuro; 2) comparar precios antes de realizar una compra con el fin de ahorrar; 3) con el propósito de ahorrar dinero, considerar realmente si necesita algo antes de comprarlo; 4) seguir cuidadosamente un presupuesto mensual para poder ahorrar dinero; 5) planear reducir los gastos con el propósito de ahorrar dinero; 6) ahorrar dinero para alcanzar ciertas metas; 7) ahorrar dinero hasta el final del semestre; 8) ahorrar dinero para pagar deudas. En cada ítem se consultó la frecuencia de realización de cada actividad, con una escala de valoración de 5 puntos que va desde 1 (Nunca) hasta 5 (Siempre). Por medio de Análisis Factorial Exploratorio (AFE) se evaluó la dimensionalidad de la ECA, teniendo como resultado una solución unifactorial con una varianza explicada de 51,31%. En todos los casos de AFE utilizó una extracción factorial por máxima verosimilitud y rotación varimax. La consistencia interna de la ECA, medida a través del coeficiente Alfa de Cronbach (α), reportó un valor satisfactorio de 0,89. Habiéndose constatado la unidimensionalidad de la ECA, se procedió a calcular el respectivo índice de comportamiento de ahorro, con base en la sumatoria del puntaje de los ítems que integran la ECA (Rango teórico8 - 40).

  • Socialización financiera familiar: Se evaluó por medio de 2 reactivos relacionados con la exposición de la persona a conversaciones e información sobre los asuntos financieros de su propia familia. En este sentido, se consultó a los participantes la edad a la que comenzaron a involucrarse en las siguientes situaciones: a) discutir asuntos financieros con los padres; y b) saber el estado financiero de la familia (Sabri & MacDonald, 2010). Las opciones de respuesta priorizaron el inicio temprano de estas experiencias, siendo las siguientes: 0 (Nunca), 1 (De 23 años en adelante), 2 (De 18 a 23 años), 3 (De 14 a 18 años), 4 (De 8 a 13 años) y 5 (7 años o menos). En este sentido, se considera que existe mayor socialización financiera familiar mientras más temprana haya resultado la exposición de la persona a las situaciones recogidas por los ítems. El índice de socialización financiera familiar se obtuvo sumando los puntajes de los 2 reactivos (Rango teórico 0 - 10).

  • Experiencia financiera en la infancia: A partir de 2 ítems se consultó a los participantes la edad a la que comenzaron a involucrarse en las siguientes actividades financieras: a) tener una cuenta de ahorro personal y b) recibir dinero del trabajo. La escala de valoración utilizada proporcionó mayor puntaje a una experiencia financiera más temprana, planteándose las siguientes opciones de respuesta: 0 (Nunca), 1 (De 23 años en adelante), 2 (De 18 a 23 años), 3 (De 14 a 18 años), 4 (De 8 a 13 años) y 5 (7 años o menos). Los reactivos se basaron en las preguntas propuestas por Sabri & MacDonald (2010) para medir la experiencia de consumo en la niñez. El índice de experiencia financiera en la infancia se calculó sumando los respectivos puntajes-ítem (Rango teórico 0 - 10).

  • Alfabetismo financiero: Se operacionalizó a través de una escala compuesta por 7 reactivos extraídos y adaptados de los trabajos de Chai et al. (2011) y Hira y Loibl (2005). Así, y desde una perspectiva práctica, las capacidades financieras elementales de los participantes se evaluaron a partir de la pregunta: “En relación con la administración de su dinero ¿Con que frecuencia se ha identificado con la siguientes situaciones?”. Los reactivos empleados fueron: 1) preocuparme por entender cómo invierto mi dinero; 2) preocuparme por entender cómo administro el uso de mi crédito; 3) tener una idea clara de cuáles son mis necesidades financieras; 4) mantener registros financieros precisos de mis ingresos y gastos; 5) administrar mi dinero sin dificultad; 6) preocuparme por entender cómo funcionan los instrumentos financieros y cómo utilizarlos adecuadamente y 7) tener la capacidad para preparar mi presupuesto mensual de forma ordenada y clara. Las opciones de respuesta de los ítems se basaron en una escala de valoración de 5 puntos, que va desde 1 (Nunca) hasta 5 (Siempre). El AFE realizado arrojó una solución factorial unidimensional con una varianza explicada de 55,20% (α = 0,90). El índice de alfabetismo financiero se calculó sumando los puntajes de los reactivos (Rango teórico 7 - 35).

  • Altruismo: Se midió a través la Escala de Comportamientos Altruistas (Altruistic Behaviors Scale, ABS) adaptada y validada por Montilla Jiménez, Aranda López y Montes Berges (2009). La ABS cuenta con 11 ítems que evalúan la frecuencia con la que las personas adoptan conductas altruistas como realizar trabajo de voluntariado, brindar comida o dinero a una persona sin hogar, ayudar a un extraño a llevar sus bolsas de comida, maletas o bolsas de compras, entregar dinero a una obra de beneficencia, entre otras. Las opciones de respuesta de los reactivos emplean una escala de valoración de 5 puntos que van desde 1 (Nunca) hasta 5 (Siempre). Con base en los resultados de AFE, se decidió descartar tres ítems (1. 4, 11) por presentar cargas factoriales inconsistentes. La versión recortada de la ABS mostró una estructura unidimensional con una varianza explicada de 37,71% (α = 0,82). El índice de altruismo se obtuvo sumandos los respectivos puntajes-ítem (Rango teórico 8 - 40).

  • Variables socioeconómicas: Se consultó el sexo, la edad y el ingreso familiar de los participantes. A partir del ingreso familiar reportado por cada participante se estimó su respectivo ingreso neto equivalente, dividiendo el ingreso familiar por el número de miembros de la familia (Castillo, Miranda & Cabib, 2013). De igual manera, se registró el nivel educativo de sus padres mediante una escala de 11 niveles que va desde 0 (Ninguno, no tiene educación formal) hasta 10 (Postgrado [maestría, doctorado] terminado). En cuanto a la educación de las madres, la moda se situó en el nivel correspondiente a “Universidad terminada con título” (24,6%), ocurriendo lo mismo en el caso de los padres (27,5%). Puesto que la escolaridad de los padres se midió a través de un rango de 11 puntos, según lo recomendado por la literatura especializada dichas variables pueden ser tratadas como cuantitativas (Leung, 2011; Wu & Leung, 2017). Por último, respecto a la situación ocupacional, el 15,2% de los participantes reportó encontrarse trabajando al momento de realizarse la encuesta.

Para mayor detalle, la Tabla 1 presenta un resumen descriptivo del conjunto de variables de interés para la presente investigación.

Tabla 1 Resumen descriptivo de las variables de estudio 

Fuente: Datos recolectados de estudiantes universitarios de establecimientos públicos y privados del DMQ, Ecuador, junio-julio de 2018.

Elaboración propia.

Estrategia analítica

Para evaluar empíricamente el modelo teórico propuesto, para explicar el comportamiento de ahorro, se procedió a la elaboración de un modelo de regresión multivariante1. La especificación del modelo (1); es la siguiente:

1

De donde, β0 corresponde a la constante del modelo, β1- β10 son los coeficientes de regresión y ε es el término de error.

CH = Comportamiento de ahorro

SX = Sexo

ED = Edad

IE = Ingreso equivalente

EM = Escolaridad de la madre

EP = Escolaridad del padre

SO = Situación ocupacional

SFF = Socialización financiera familiar

EFI = Experiencia financiera en la infancia

AF = Alfabetismo financiero

A = Altruismo

Además, puesto que el análisis propuesto emplea información de estudiantes universitarios pertenecientes tanto a establecimientos públicos como privados, se decidió introducir un efecto fijo correspondiente al tipo de universidad ()(mediante una variable dummy (pública = 1; privada = 0), con el fin de controlar la influencia de posibles fuentes de heterogeneidad no observada entre estos dos grandes grupos de estudiantes.

Dado esto, el plan de análisis consiste en examinar dos modelos de regresión multivariante, el primero incluye todos los predictores teóricos individuales del comportamiento de ahorro, mientras que el segundo modelo adiciona el efecto fijo correspondiente al tipo de establecimiento universitario. El software estadístico empleado fue SPSS v.26. La estimación de los modelos de regresión se realiza por Mínimos Cuadrados Ordinarios (MCO). En cuanto a la robustez de los resultados a obtenerse, la aplicación de las pruebas de White (χ² = 85,915; gl = 74; p = 0,162) y Breusch-Pagan modificado (χ² = 1,674; gl = 1; p = 0,196) permitió verificar la presencia de homocedasticidad de la varianza del término de error. Esto elimina la necesidad del uso de técnicas robustas, como por ejemplo, la estimación de parámetros vía errores estándar robustos, para la resolución de problemas de heterocedasticidad2.

Resultados

Los resultados de los análisis de regresión múltiple efectuados se presentan en la Tabla 2. En cuanto a los predictores socioeconómicos, el modelo 1 muestra que únicamente el ingreso equivalente se relaciona significativamente, y de forma negativa, con el comportamiento de ahorro (β = -0,001; p < 0,05), sugiriendo que los estudiantes universitarios que reportan un menor ingreso equivalente tienden a desarrollar una mayor conducta de ahorro. No obstante, al controlar el efecto fijo producido por el tipo de universidad (modelo 2), la relación entre ingreso equivalente y conducta de ahorro se debilita hasta dejar de ser estadísticamente significativa, aunque manteniendo su signo negativo. Por su parte, el resto de factores socioeconómicos (sexo, edad, nivel educativo de los padres, situación ocupacional) no muestran efectos significativos en ninguno de los modelos analizados.

En el caso de los predictores sociológicos, según los resultados del modelo 2, la socialización financiera familiar influye de manera positiva en el comportamiento de ahorro (β = 0,170; p < 0,05). Así, se evidencia que quienes han experimentado una socialización financiera más temprana al interior de sus hogares, poseen mayor propensión a comportarse de formas más ahorrativas en su etapa universitaria.

Por su parte, los predictores psicológicos mostraron resultados favorables. Controlando el efecto fijo del tipo de universidad (modelo 2), el alfabetismo financiero produce un efecto significativo y positivo sobre el comportamiento de ahorro (β = 0,697; p < 0,001), reportándose comportamientos de ahorro más frecuentes en aquellos universitarios que se encuentran mejor alfabetizados en temas financieros. Asimismo, el altruismo también se relaciona positivamente con el comportamiento de ahorro (β = 0,084; p < 0,001), lo cual indica que quienes reportan una conducta más altruista tienden a adoptar prácticas de ahorro con mayor intensidad.

Tabla 2 Regresiones múltiples del comportamiento de ahorro 

Nota: ⁺p < 0,10 *p < 0,05; ***p < 0,001; β = Coeficientes de regresión no estandarizados; BETA = Coeficientes de regresión estandarizados. Los errores estándar se presentan entre paréntesis.

Fuente: Datos recolectados de estudiantes universitarios de establecimientos públicos y privados del DMQ, Ecuador, junio-julio de 2018.

Elaboración propia.

Al evaluar comparativamente los coeficientes de regresión estandarizados, puede concluirse que el alfabetismo financiero opera como el predictor más importante del comportamiento de ahorro (BETA = 0,626; p < 0,001), pues manteniendo el resto de predictores constantes (incluyendo efecto fijo), un aumento de 1 desviación estándar en el alfabetismo financiero produce, aproximadamente, un incremento de 0,626 desviaciones estándar en el comportamiento de ahorro. En términos globales, el modelo propuesto explica el 43,4% de la variabilidad del comportamiento de ahorro, mientras que la varianza explicada por los predictores sociológicos y psicológicos alcanza un predominante 41,9%.

Discusión y conclusiones

Esta investigación se propuso explorar, desde una perspectiva interdisciplinaria, los determinantes individuales del comportamiento de ahorro, tomando como población objetivo el estudiantado universitario en el contexto ecuatoriano. Entre los resultados empíricos obtenidos cabe destacar dos hallazgos fundamentales: a) el amplio predominio de factores sociológicos y psicológicos por encima de predictores de orden socioeconómico al momento de explicar por qué ciertas personas actúan de forma más ahorrativa que otras en su vida cotidiana; y b) la especial relevancia del alfabetismo financiero como factor que favorece la adopción de prácticas y hábitos de ahorro.

En cuanto al primer punto, tan solo el ingreso familiar neto equivalente mostró resultados significativos como predictor del comportamiento de ahorro (modelo 1), no obstante, al controlar el efecto fijo del tipo de universidad, esta asociación perdió significatividad. Asimismo, en todos los casos, el signo de dicha relación fue opuesto a la expectativa teórica planteada inicialmente. Esto sugiere que la relación significativa, reportada en un inicio, puede deberse a efectos de grupo vinculados a diferencias no observadas entre quienes estudian en universidades públicas y privadas. Dado que el ingreso familiar equivalente de los estudiantes de universidades públicas presenta una concentración elevada en torno a un promedio más bajo (M = 279,83; DT = 302, 83), mientras que el ingreso equivalente de quienes estudian en universidades privadas se distribuye ampliamente alrededor de un promedio más alto (M = 503,92; DT = 433, 30), es posible inferir que los estudiantes de universidades públicas pertenecen mayoritariamente a hogares de menor estatus socioeconómico, mientras que los hogares de clase media y alta tienen mayor presencia en universidades privadas. A su vez, aunque no se trata de una diferencia significativa, los estudiantes públicos de la muestra presentan un puntaje promedio de comportamiento de ahorro más alto que los estudiantes de universidades privadas (véase modelo 2). Por lo tanto, los estudiantes públicos se sitúan en un nivel de ingreso familiar equivalente más bajo y mayor nivel de comportamiento de ahorro, ocurriendo lo opuesto con los estudiantes privados, lo cual explicaría el efecto observado inicialmente y por qué este se debilita al controlar la influencia del tipo de universidad. Sin embargo, destaca la persistencia del signo negativo de la asociación entre ingreso familiar equivalente y conducta de ahorro, pudiendo indicar que, en lo que concierne a estudiantes universitarios, las conductas de ahorro tienden a adoptarse principalmente como producto de restricciones presupuestarias, mismas que exigen un mayor desarrollo hábitos de ahorro y una administración más conservadora del dinero. Este argumento adquiere sentido si se toma en cuenta que los estudiantes universitarios en gran parte aún dependen financieramente de sus familias (apenas el 15,2 % de la muestra analizada reportó encontrarse trabajando), por lo que ante una menor disponibilidad de ingresos en el hogar, el comportamiento de ahorro se convierte en una herramienta necesaria para lograr metas de consumo, optimizar recursos frente a las necesidades de gasto o lidiar con la incertidumbre financiera. Concluyendo, puesto que el presente estudio realiza una prueba conservadora del efecto de los ingresos familiares sobre el comportamiento de ahorro, incluyendo múltiples variables de control, existe la posibilidad de que un resultado no significativo constituya un error de tipo II, por lo tanto, se recomienda que futuros estudios profundicen en el estudio de la relación entre estas variables considerando la etapa de juventud temprana (correspondiente a la mayor parte del estudiantado universitario), con el fin de corroborar o descartar los hallazgos presentados.

En el caso de la edad, los datos analizados no proporcionaron suficiente evidencia para afirmar que esta se relaciona con el comportamiento de ahorro. No obstante, puesto que el estudio se realizó en estudiantes universitarios, con un rango de edad relativamente estrecho, es posible que la Teoría del Ciclo Vital (Modigliani & Brumberg, 1954) resulte cierta al abordarse un espectro más amplio de edad, posibilitando una comparación entre diferentes etapas de vida de las personas. Por otra parte, la ausencia de diferencias significativas de género en relación con el comportamiento de ahorro revela que, aunque en términos de ahorro efectivo se ha evidenciado que los hombres tienden a tener una posición más ventajosa, en términos de conducta de ahorro no existen desigualdades de género una vez controlada la influencia del resto de predictores incluidos en el modelo. En otras palabras, el género no parece condicionar el desarrollo de hábitos y prácticas de ahorro en las personas, lo cual coincide con estudios previos enfocados en el desarrollo de intenciones y comportamientos pro-ahorro (Fisher, 2010; Sabri et al., 2020; Whitaker et al., 2013). En consecuencia, este hallazgo contribuye al entendimiento de las desigualdades de ahorro entre hombres y mujeres, sugiriendo que su origen no respondería a que los hombres se comporten de modo más ahorrativo que las mujeres per se, sino que apunta a otros factores tales como las brechas salariales, de empleabilidad y acceso al mercado laboral, etc. (Cáceres, 2020).

Por otra parte, en relación con los predictores sociológicos y psicológicos examinados, el análisis de regresión múltiple realizado permite concluir que la socialización financiera familiar, el altruismo y el alfabetismo predicen positivamente el comportamiento de ahorro. Con respecto a la socialización financiera familiar, esto significa que una implicación más temprana de la persona con aquellas actividades, información y conversaciones relativas a las finanzas del hogar favorece el desarrollo de conductas de ahorro más robustas a futuro, lo cual puede explicarse gracias al aprendizaje financiero informal que facilita este tipo de experiencias. Asimismo, el efecto positivo del altruismo sobre el comportamiento de ahorro es consistente con el modelo de riesgo compartido de Nordblom (1997), siendo los estudiantes universitarios que presentan una conducta más altruista quienes tienden a reportar prácticas de ahorro más frecuentes. Esto es así puesto que los jóvenes más altruistas están más predispuestos a preocuparse por la situación financiera de su familia, lo cual hace que sostengan conductas de ahorro precautorio más consistentes, con la intención de cooperar con el hogar evitando cargas financieras a los padres y liberando recursos que puedan aprovecharse para afrontar cualquier contratiempo o necesidades de mayor prelación.

Finalmente, el alfabetismo financiero se posiciona como el determinante más importante del comportamiento de ahorro entre los estudiantes universitarios. Dada la masificación de la educación terciaria en América Latina (Zumárraga-Espinosa & Cevallos-Pozo, 2021), los estudiantes universitarios constituyen un segmento sustancial y representativo de la población joven que, en el mediano y largo plazo, pasará a integrar el mercado laboral nacional y estar a la cabeza de las finanzas de sus propios hogares. Por lo tanto, y teniendo en cuenta las implicaciones del ahorro a nivel microeconómico y macroeconómico, este hallazgo empírico reafirma la necesidad de desarrollar y fortalecer programas de educación financiera que mejoren los niveles de alfabetismo financiero en la población joven, para así fomentar comportamientos financieros más saludables, racionales e informados en quienes pasarán a configurar la base de la economía en un futuro. Estrategias de política pública centradas en el fomento de la alfabetización y cultura financiera de la población joven resultan cruciales en un contexto demográfico global marcado por una tendencia progresiva hacia el envejecimiento poblacional, misma que impone la necesidad de avanzar hacia sistemas de pensiones mixtos, cada vez más respaldados en fondos de jubilación privados que operan a partir de las decisiones de ahorro, en gran parte voluntarias de las y los ciudadanos, más allá de los mínimos obligatorios de capitalización privada que puedan imponerse legalmente (Blackburn, 2014; Leitch, Sánchez & Villena, 2020). Dicho esto, tal realidad no es ajena al caso de Ecuador, en donde durante los últimos años se han comenzado a experimentar dificultades con respecto al sostenimiento financiero del sistema de seguridad social cimentado sobre el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), lo cual podría llevar a que en futuro el régimen de pensiones deba reformarse hacia un modelo de funcionamiento mixto, o inclusive, privatizado (González Jaramillo, Sabando-Vera, Amaya Peso & Noboa Panchana, 2018).

El escenario demográfico descrito, sumado a la creciente incertidumbre de los mercados financieros y una globalización económica cada vez más compleja, sitúan al comportamiento de ahorro como una herramienta decisiva para que las nuevas generaciones puedan cultivar niveles adecuados de seguridad financiera. Para ello, es imperativo que el Estado incentive, de forma oportuna, la creación de campañas informativas y programas de educación financiera que proporcionen las competencias y el conocimiento financiero necesario para que las personas, especialmente las más jóvenes, puedan mejorar sus procesos de toma de decisiones económicas tanto en el corto, mediano y largo plazo. Adicionalmente, cabe señalar que, según lo recomendado por Lusardi (2008), estos programas de educación financiera deben evitar contenidos excesivamente complejos (p. ej. instrumentos financieros avanzados) y centrarse principalmente en alfabetizar a las personas en tópicos financieros y económicos elementales, que permitan desarrollar habilidades para un mejor desempeño individual en situaciones financieras cotidianas, tales como decisiones de consumo, endeudamiento con tarjetas de crédito y tasas de interés, o el funcionamiento de instrumentos de ahorro e inversión. Complementariamente, el fomento de la cultura financiera y de ahorro entre los jóvenes puede potenciarse mediante la introducción de asignaturas o contenidos de alfabetización financiera que sean transversales a las mallas curriculares de los establecimientos de educación primaria, secundaria y universitaria, lo cual en Ecuador sigue siendo terreno poco explorado.

Limitaciones y recomendaciones

Entre las limitaciones del presente estudio es pertinente mencionar que aunque los hallazgos obtenidos dan cuenta de los factores que se asocian con el comportamiento de ahorro en el estudiantado universitario del contexto ecuatoriano, se requiere expandir el análisis realizado hacia toda la población joven, además de la población en general, por lo cual se recomienda que futuras investigaciones empleen muestras representativas a escala nacional. En relación a posibles problemas de endogeneidad, si bien se corroboró que no existan indicios importantes de correlación entre el término de perturbación y cada una de las variables explicativas a través del análisis gráfico de diagramas de dispersión, se recomienda que futuros trabajos aborden esta cuestión con mayor rigurosidad. Pues aunque en la literatura no se encuentran razones teóricas para pensar en una doble causalidad entre el comportamiento de ahorro y los predictores aquí explorados, especialmente aquellos que resultaron ser significativos, el modelo econométrico presentado podría padecer de cierto grado de endogeneidad a causa de variables explicativas omitidas que potencialmente pueden conectarse tanto con la conducta de ahorro como con los predictores revisados, por lo que se recomienda que futuros trabajos sobre el tema utilicen técnicas de modelado estadístico más flexibles como, por ejemplo, modelos de ecuaciones estructurales. De igual manera, problemas de endogeneidad también pueden surgir al utilizar datos auto reportados (Sabia, 2007), como sucede en este caso y especialmente con los constructos no observables estudiados, debido a potenciales errores de medición, razón por la cual se requiere aumentar la investigación psicométrica en torno a las escalas empleadas para medir las variables conductuales, psicológicas y sociológicas relevantes para el estudio empírico de las conductas de ahorro en particular, y de los comportamiento financieros, en general. Esto con el fin de lograr resultados más acertados y confiables a partir del uso de métricas de mayor calidad. Por último, se sugiere que próximos estudios sobre el tema exploren enfoques teóricos alternativos, a fin de descubrir nuevas explicaciones que permitan incrementar el entendimiento del comportamiento ahorrativo y sus diferentes manifestaciones.

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1Se utiliza un modelo de regresión lineal múltiple puesto que la variable dependiente cuenta con un rango teórico de medición (8 - 40) que excede los 11 puntos, concibiendo entonces una variable cuantitativa (Leung, 2011; Wu & Leung, 2017). Además, se propone una especificación lineal para el modelo, considerando que se trata de una primera exploración, con perspectiva interdisciplinaria, de los predictores del comportamiento de ahorro en el contexto analizado.

2Sin embargo, por motivo de rigurosidad los modelos de regresión se re-estimaron, de manera complementaria, a partir de la técnica de errores estándar robustos, sin encontrarse diferencias relevantes con respecto a los resultados y conclusiones presentadas en este trabajo.

Recibido: 15 de Octubre de 2021; Aprobado: 14 de Enero de 2022

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