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Siembra

versión On-line ISSN 2477-8850

Siembra vol.10 no.1 Quito ene./jun. 2023

https://doi.org/10.29166/siembra.v10i1.4119 

Artículo original

Identidades campesinas en el turismo rural comunitario latinoamericano. Estudio etnográfico en San Miguel de Chade, Manabí, Ecuador

Peasant identities in Latin American community-based rural tourism: An ethnographic study in San Miguel de Chade, Manabí, Ecuador

1Universidad Estatal del Sur de Manabí. Facultad de Economía. Carrera Turismo. Vía Noboa. Jipijapa, Manabí, Ecuador

2Universidad Estatal del Sur de Manabí. Facultad de Economía. Carrera Turismo. Vía Noboa. Jipijapa, Manabí, Ecuador


Resumen

Esta investigación tuvo como objetivo analizar la etnografía y su relación con la identidad cultural de la localidad San Miguel de Chade de Ecuador, conociendo sus tradiciones, creencias, organizaciones sociales y su cosmovisión como comunidad rural. Mediante el método etnográfico se logró obtener información relevante y se pudo observar los aspectos positivos y negativos que tiene esta comunidad. Se realizaron un total de 42 encuestas etnográficas a familias integrantes de la comunidad; así también, se efectuaron entrevistas a los adultos mayores, ya que poseen un mayor conocimiento y una riqueza de saberes derivada de sus antepasados; logrando crear un nexo entre lo cultural y lo turístico a través del estudio de las representaciones sociales y culturales de la comunidad, para de esa forma poner en debate la situación actual del turismo rural comunitario no solo en Ecuador, sino en el ámbito latinoamericano.

Palabras clave tradiciones; creencias; identidad cultural; etnografía; turismo rural comunitario

Abstract

This research analyzes ethnography and how it relates to the cultural identity of the town of San Miguel de Chade (Ecuador) by exploring its traditions, beliefs, social organizations and its worldview as a rural community. The ethnographic method allowed to obtain relevant information, making it possible to observe the positive and negative aspects of this community. A total of 42 ethnographic surveys were conducted to families within the community, and interviews were conducted with elders as they possess greater knowledge and richness embodied in their ancestors. A link between the cultural and the tourism bound can, thus, be achieved through the study of the social and cultural representations of the community, in order to debate the current situation of rural community tourism in Ecuador and, more broadly, at the Latin American level.

Keywords traditions; beliefs; cultural identity; ethnography; rural community based tourism

1. Introducción

1.1. El campesino como sello identitario del turismo rural comunitario latinoamericano

Si el turismo rural es considerado como toda aquella actividad turística realizada en el espacio rural, compuesto por una oferta integrada de ocio dirigida a una demanda cuya motivación incluye el contacto respetuoso con el entorno natural y una interrelación con la población local (Barrera, 2006), la interrelación que busca el turista en entornos rurales es justamente con todo aquello que el imaginario colectivo considera como rural, en donde, a través de construcciones sociales, se ha generado una idea (sea esta real o no real) del campo y sus actores. Siendo el imaginario todo aquello que nace y vive en la mente del ser humano y se traduce en la conducta, y en elementos y manifestaciones físicas y culturales (Villar Lozano y Amaya Abello, 2010). Las representaciones culturales que trabaja el turismo rural comunitario son aquellas que el colectivo social latinoamericano ha aceptado y ha convivido durante la masificación del turismo en la región latinoamericana. Dichas representaciones culturales van desde el establecer una imagen social de la ruralidad latinoamericana y cómo esta debe ser aceptada como normal para la visión del otro. Se concibe las representaciones sociales como construcciones simbólicas, individuales o colectivas, a las que los sujetos apelan o crean para interpretar el mundo, para reflexionar sobre su propia situación y la de los demás y para determinar el alcance y la posibilidad de su acción histórica (Vasilachis de Gialdino, 1997).

Lo que Latinoamérica ha trabajado desde la perspectiva del turismo rural comunitario en toda la región es la de un campo alegre, lleno de riquezas naturales, orgulloso de su mestizaje, de su tradición –que a pesar el paso de los años no ha perdido su identidad cultural–, de considerarlo su mayor tesoro patrimonial, en donde la creciente urbanización no ha llegado. Pero sí las representaciones sociales que son construcciones mentales de los sujetos que, influenciadas y determinadas por el imaginario social, se relacionan con el contexto socio-histórico-cultural (Romero, 2004). El contexto socio-histórico-cultural de Latinoamérica, desde su ingreso al mercado turístico internacional, se ha visto afectado por continuas crisis económicas, devaluaciones de moneda, flujos migratorios importantes hacia países con mayor desarrollo económico, democracias regionales en constante fracturación política y procesos de aculturación agresivos debido a la rapidez por cómo se han introducido en el capital cultural de la región signos culturales distintos a los locales.

Latinoamérica comienza a apostar por el turismo rural comunitario uniéndose a esa nueva ola de modalidades de turismo que comienza a surgir a nivel global en la llamada “Nueva era del turismo” (Serra, 1999). La gestión se la ha llevado a cabo mediante el denominado turismo rural comunitario, agroturismo o turismo campesino, entre otros apelativos, que debía ayudar a la consolidación de las maltrechas economías campesinas latinoamericanas ofreciendo un aporte de recursos económicos y diversificando sus fuentes de ingresos (Gascón, 2011). Se considera al turismo rural comunitario como una herramienta eficaz para contribuir al desarrollo económico y social de las comunidades locales, al ser un catalizador de inclusión y desarrollo sostenible para los destinos (García López, 2017). Mediante esta modalidad, las zonas rurales de la región de turismo se abren al mundo como territorios llenos de identidad cultural, patrimonios naturales, vivos, materiales e inmateriales en donde la persona no solamente es mano de obra, sino que el campesino comienza a ser considerado como aquel guardián de la tierra, deseoso de transmitir y hacer conocer al mundo sus tradiciones, sus creencias y cosmovisiones, buscando ser enaltecido y revalorizado socialmente.

De varios casos presentados en la región latinoamericana destaca México, país que apostó

a la introducción del turismo en el medio rural como política de desarrollo y de lucha contra la pobreza y como política ambiental de conservación de los recursos. Aunado a esto, la creciente presión por minimizar los impactos negativos del turismo convencional y por diversificar la oferta turística en el país, basada en los principios del turismo sustentable, hizo emerger nuevas formas de turismo (Kieffer, 2019, p. 44).

López Pardo y Palomino Villavicencio (2014) afirman que entre 2005 y 2015 se dio un auge del financiamiento de centros ecoturísticos, y que la proliferación de proyectos turísticos de base comunitaria se dio a través del financiamiento de inversiones públicas. Así, el turismo en el medio rural, y en particular el turismo rural comunitario, ha sido un sector de mucho crecimiento, con una evolución de las prácticas turísticas muy rápida; es decir, un sector dinámico y fluctuante, con iniciativas nuevas que evolucionan de manera constante, y otras abandonando el camino (Kieffer y Jouault, 2017). Con respecto a los efectos positivos o negativos del turismo rural comunitario existe actualmente en México un contexto de polarización en las posturas sobre los efectos del turismo en las comunidades rurales, en donde investigadores se dividen entre los efectos positivos, donde valoran la dinamización económica de las comunidades con esta modalidad turística, frente a investigadores que avalan la negatividad social y cultural de este tipo de turismo en las comunidades receptoras (Kieffer, 2018).

Complementariamente, se puede mencionar el caso de Perú, en donde las experiencias de desarrollo del turismo rural comunitario (o turismo responsable), surgidas hasta la fecha, se han dado, en su mayoría, por iniciativa de emprendedores que identificaron oportunidades de negocio para atender una incipiente demanda o gracias a proyectos desarrollados con el apoyo de organizaciones de cooperación y/o empresas privadas. Actualmente, son más de setenta los destinos comunitarios con los que cuenta el Perú (Sariego López, 2014), en distintos grados de desarrollo, articulados dentro del Programa de Turismo Rural Comunitario. Su rápida evolución está permitiendo que estas iniciativas ya cuenten con un referente capaz de coordinar y garantizar todos sus servicios. Además, las condiciones del país permiten diversificar las experiencias por climas, ecosistemas y culturas. Estos emprendimientos se están ejecutando con una gran aceptación entre las comunidades locales, así como por parte de los turistas que las visitan.

Actualmente, la participación de la comunidad peruana en la gestión y operación de los emprendimientos está garantizada de forma directa y unitaria mediante organizaciones asociativas comunitarias, o de forma directa y múltiple en alianza estratégica con otros actores cuyos objetivos son afines, como gobiernos locales, Organización No Gubernamentales [ONG] y cooperación internacional (Sariego López, 2014). Pero al igual que en el caso mexicano, investigadores han evidenciado comunidades peruanas que ponen en evidencia cómo el desconocimiento absoluto de la actividad ha hecho que la población tuviera que confiar a ciegas en la percepción y propuestas de agentes foráneos (organismos gubernamentales y no gubernamentales), confiando la intervención a desconocidos y haciendo que las decisiones adoptadas sean las propuestas por actores foráneos, o que se tomen sin un conocimiento real de las potencialidades (Gascón Gutiérrez, 2010)

Sumando experiencias regionales, se puede también hacer referencia a la experiencia argentina, país en donde se han ido presentando nuevos emprendimientos turísticos, que tienen como principal objetivo la diversificación de opciones para hacer turismo, consolidando una oferta que reúne varias modalidades turísticas y suma nuevos destinos. Específicamente, en relación con el turismo comunitario en el país han surgido desde la década del 2000 varias experiencias de importante distribución en el territorio nacional (Cáceres et al., 2013). Desde el sector público nacional se puso el acento en la promoción de este tipo de turismo alternativo, acompañando y asesorando a los gestores de los distintos emprendimientos provinciales a través de la consolidada Red Argentina de Turismo Comunitario [RATurC]. Esta red, creada en 2006, se enmarca en el Plan Federal de Turismo Estratégico de Turismo Sustentable y promueve la autogestión de las familias originarias y campesinas, en consonancia con las nociones actuales de empoderamiento que esta clase de gestiones turísticas propician. De esta manera, desde el sector público de Argentina, el Ministerio de Turismo de la Nación busca como objetivo que las comunidades de pueblos campesinos logren desarrollar (de manera autogestionada) un nuevo producto turístico cultural-vivencial hacia el interior de sus comunidades, generando, en términos de discursos oficiales, nuevas oportunidades de desarrollo (Lacko, 2011).

La mayoría de los proyectos turísticos comunitarios argentinos, presentan un fuerte carácter organizativo y cumplen con los requisitos para la recepción de turistas, ya que un alto porcentaje de sus miembros están capacitados para la actividad que ofrecen, poseen una adecuada infraestructura y tienen una oferta definida (Moser, 2021). Aun así, investigadores consideran necesario el fortalecimiento en el ámbito comercial, forjando alianzas entre el sector privado y el sector público para una mejor promoción territorial. Esta necesidad se debe a que en la actualidad, existe una invisibilización de las poblaciones indígenas y, como consecuencia, una afectación de su cultura. Por ello, el turismo comunitario es un impulsor de la reivindicación, tanto cultural como territorial, y es un medio para visibilizar la diversidad cultural que existe en Argentina (González e Izcara, 2019).

Con respecto a la región centroamericana:

en Costa Rica, el desarrollo del turismo rural comunitario está relacionado con el desarrollo del ecoturismo. La dinámica turística en Costa Rica ha ido evolucionando desde un planteamiento de aprovechamiento de la riqueza natural –exclusivamente ecoturística– hacia una visión de carácter social que empezó con la observación y la participación en proyectos agrícolas de cooperativas y que, a medida que se ha ido avanzando, se ha combinado con otras facetas culturales y sociales (Nel-lo Andreu, 2008, p. 172).

El turismo rural se articula en Costa Rica en dos redes nacionales: la Red Ecoturística Nacional COOPRENA R.L. y la Asociación Comunitaria de Turismo Rural [ACTUAR], quienes desarrollan programas de apoyo, promoción, formación y de calidad dirigidos a las asociaciones y cooperativas socias (Nel-lo Andreu, 2008, p. 177).

Al igual que las organizaciones de turismo comunitario a lo largo de Latinoamérica, las redes de turismo rural comunitario en Costa Rica optan por financiación de la cooperación internacional y de grupos muy diversos, como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, ONG nacionales e internacionales con base en Estados de Europa y Estados Unidos, departamentos de ayuda externa de diferentes gobiernos, como el de Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, España, etc. (EplerWood International, 2004).

Según los datos recabados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD] en Costa Rica existe una oferta en la que participan más de 90 organizaciones sociales. Asimismo, encuestas de salidas efectuadas en el aeropuerto Juan Santamaría permitieron conocer que un 15 % de los turistas indican haber tenido una experiencia de turismo rural comunitario (Solano, 2006). Existe un marcado interés por parte de las comunidades en organizarse para conformar un producto turístico basado no solo en sus atractivos naturales, sino también en actividades relacionadas con la producción agrícola y agropecuaria. Igualmente, se agregan ingredientes de tipo histórico y cultural, haciendo del turismo rural comunitario un producto auténtico del ser costarricense (PNUD/ICT y PRODOC, 2005).

Enfocándonos en la región andina de Sudamérica, destaca la labor realizada en Bolivia. El turismo rural comunitario en Bolivia se materializa, de manera particular, en el Plan Nacional de Turismo 2006-2011, constituido en la política principal del gobierno, como una estrategia de turismo centrado en el desarrollo sostenible para los pueblos indígenas originarios y campesinos del país (Gómez Ticona, 2016). El gobierno central de Bolivia dentro de su Plan Económico y Social interviene con su política de turismo comunitario como una opción para el despegue del turismo en el país, cuyo alcance general de la propuesta se centra en la inclusión social y la promoción de un producto con tres requisitos: sostenibilidad, competitividad y participación. Esta visión, bien gestionada, ha permitido a Bolivia despegar en dos direcciones: ser el destino de culturas vivas del mundo y destino turístico internacional de Sudamérica (Cox Aranibar, 2009). Lo novedoso de la política turística de Bolivia con respecto al turismo rural comunitario es que la política de turismo comunitario no puede ser solo para el área campesina, indígena ni originaria porque de esa manera sería excluyente y también discriminatoria, sino que la orientan para todos los actores del sector, sea privado, comunidad, Estado, municipio, prefectura, artesanos, guías, etc., de todas las regiones y circuitos del país, en suma, de todo el sistema turístico, sin exclusiones (Gómez Ticona, 2016).

En la experiencia de turismo comunitario en Bolivia cabe recalcar que para la política pública del país sudamericano es importante que se pueda impulsar los sitios con características potenciales en turismo. La implementación de un modelo de gestión del turismo rural comunitario es una necesidad para Bolivia, con base en un diseño de productos turísticos, circuitos y/o rutas con paquetes alternativos que aumentará la atracción a la región como destino turístico permitiendo el pernocte y el disfrute del visitante e incrementará la afluencia del mercado nacional e internacional (Aruquipa Choque y Quispe Choque, 2018).

Colombia, por su parte, toma la experiencia del turismo rural comunitario como uno de sus tantos escudos de batalla contra el narcotráfico y territorios en disputas de bandas narcodelictivas que tanto han azotado a este país. “La ausencia de Colombia en las principales cumbres regionales sobre turismo comunitario, como la de Otavalo (2001), Quebec (2002) y San José (2003), indica que el país ha llegado tarde al desarrollo de esta estrategia, por lo que urge redoblar esfuerzos para cerrar la brecha” (Rodríguez Rodríguez, 2018, p. 196). El único documento de política pública que tiene este país como objeto de reflexión el turismo comunitario son los Lineamientos de política para el desarrollo del turismo comunitario en Colombia del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo año 2012, del cual varios detractores expresan que funciona más como un marco teórico previo sobre turismo comunitario que como una formulación de políticas públicas (Rodríguez Rodríguez, 2018).

De los pocos casos de éxito del turismo rural comunitario en Colombia está el caso del Centro Ecoturístico “El Ángel”. Una muestra del papel que el turismo comunitario jugó en la consolidación del proceso de paz es el Centro Ecoturístico y Arqueológico “El Carlos”, municipio de Necoclí, Antioquia, el cual

Si bien empezó a funcionar en el año 2008 a través de una Cooperativa de Trabajo Asociado llamada COOTUCAR la firma de la paz entre las FARC, los paramilitares y el Estado colombiano ha permitido que exmiembros de la guerrilla y de las fuerzas paramilitares trabajen juntos en su gestión convirtiéndose en un ejemplo de cómo, a través de iniciativas comunitarias, el turismo puede ayudar a consolidar la paz (Travé Molero, 2019).

Es importante recalcar que las dificultades derivadas del conflicto armado que sufre Colombia especialmente en las zonas más rurales y remotas dificultan el acceso a datos más precisos y desagregados sobre la demanda en este sector. Travé Molero (2019) acertadamente afirma que la recopilación de datos fiables sobre la demanda de turismo comunitario debe ser uno de los objetivos que se plantee el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo en su apuesta por crear y mejorar esta oferta en Colombia.

1.2. El desarrollo del turismo rural comunitario en Ecuador

Si bien para la perspectiva ecuatoriana el turismo rural comunitario es catalogado simplemente como turismo comunitario, la práctica social en marcha guarda mucha similitud con las actividades que se realizan dentro del turismo rural comunitario. Ecuador basa sus experiencias de turismo comunitario a lo largo de su territorio bajo los lineamientos de la Organización Internacional de Trabajo [OIT], la cual define a este tipo de turismo como el tipo de turismo en el que pequeñas comunidades rurales reciben en su seno a los turistas y permiten tener un acercamiento y conocimiento de sus costumbres, diario vivir y conocimientos (OIT, 2006). Complementariamente, Cabanilla (2018), uno de los mayores referentes de la investigación en turismo comunitario en Ecuador, recoge lo indicado por la OIT (2006) donde se afirma que “los habitantes de los diferentes pueblos se benefician directamente con esta clase de turismo, ya que los dividendos les llegan directamente. A su vez, el turista puede tener más contacto y conocimiento de las costumbres, folclor, cultura, hábitos, etc., de los pueblos” (p. 53). Así también, Ruiz Ballesteros et al. (2008), como se citó en García Palacios (2016), expresan que el turismo comunitario

es un modelo que se caracteriza porque las comunidades rurales indígenas o mestizas se encargan de, al menos, una parte del control de esta actividad, recibiendo también una parte de los beneficios y se entendería mejor desde la economía social y las economías populares que desde el sector turístico tradicional, ya que su elemento definitorio es su organización comunitaria (p. 598).

De esta forma, Ecuador define su oferta de turismo comunitario, actividad que es regida principalmente por la Federación Plurinacional de Turismo Comunitario del Ecuador [FEPTCE], que surgió gracias a los movimientos indígena y afroecuatoriano, con el apoyo de autoridades municipales y nacionales, y el acompañamiento del Consejo de Desarrollo de las Nacionalidades y Pueblos del Ecuador [CODENPE] y la Organización Internacional del Trabajo (García Palacios, 2016). Roux (2013) señala que las principales metas de la FEPTCE son promover y reforzar iniciativas turísticas comunitarias a nivel nacional e internacional, así como la mejora de la calidad de vida de las comunidades mediante el desarrollo sostenible y el mantenimiento de la identidad cultural. La visión de la FEPTCE es desarrollar el turismo comunitario como una actividad sustentable que genere beneficios económicos para las comunidades involucradas, que contribuya a la conservación de la herencia natural y al fortalecimiento de la diversidad étnica y cultural.

A través de las iniciativas de la FEPTCE se busca recuperar los símbolos indígenas, la sabiduría de los antepasados, las técnicas de arquitectura, la medicina ancestral, la agricultura; y, expresiones culturales como la danza, la música, los rituales, los mitos, los cuentos y las leyendas propias de las comunidades indígenas de Ecuador (Equator Initiative, 2012). También, la federación brinda soporte para la conservación cultural a través de la recuperación de técnicas utilizadas en la arquitectura, la infraestructura comunitaria, la agricultura y en proyectos de medicina ancestral, de manera que no la ven solo como símbolos o tótems (Orlando Narváez, 2020).

De acuerdo con Cabanilla (2004), como se citó en Orlando Narváez (2020):

la FEPTCE surge como una alternativa de turismo que brinda un modelo de desarrollo alternativo al de las comunidades indígenas, que prioriza la integridad cultural y natural de Ecuador, por encima de la predominante “visión mercantilista de poder”. La iniciativa se desarrolla como respuesta a la apropiación de tierras históricamente indígenas, y continúa como iniciativa del gobierno ecuatoriano. Entre los arquitectos originales de la iniciativa están Tarquino Tapuy, un indígena kichwa de la comunidad Capirona del Amazonas, así como miembros de las comunidades de Runatupari, Ricancie y Agua Blanca. Los miembros de la federación han crecido de manera significativa y participan con base en una visión compartida del desarrollo sostenible (p. 74).

Desde el ámbito de las políticas públicas ecuatorianas:

El turismo comunitario en Ecuador forma parte de una estrategia de desarrollo local y de consolidación política de la comunidad propiciada por el Estado para la reivindicación y autogestión sobre sus territorios y recursos naturales locales. Así lo declara el Ministerio de Turismo (2002), mediante la Ley de Turismo del Ecuador publicada en el Registro oficial el 22 de diciembre de 2002 (con su última modificación emitida el 29 de diciembre de 2014). Y también la Asamblea Constituyente (2008) mediante la Constitución de la República del Ecuador de 2008 (Montecristi) publicada en el Registro Oficial el 20 de octubre de 2008 (con modificaciones en el 2011, 2014 y 2018)” (Lucas Mantuano et al., 2019, p. 667).

En los últimos Planes de Desarrollo Nacional en Ecuador (2013-2017 “El Buen Vivir” y el 2017-2021 “Toda una Vida”) se ha previsto el desarrollo sostenible, declarado en el Plan 2013-2017 (Senplades, 2013) en los objetivos 7: Garantizar los derechos de la naturaleza y promover la sostenibilidad ambiental territorial y global (p. 221) y el 8: Consolidar el sistema económico social y solidario, de forma sostenible (p. 247). Asimismo, el Plan 2017-2021 (Senplades, 2017) declara el desarrollo sostenible en el Eje 2, Economía al Servicio de la Sociedad, objetivos 4: Consolidar la sostenibilidad del sistema económico social y solidario, y afianzar la dolarización (p. 76) y 5: Impulsar la productividad y competitividad para el crecimiento económico sostenible de manera redistributiva y solidaria (p. 80) (Lucas Mantuano et al., 2019, p. 666).

Manabí es considerado el quinto destino turístico más visitado a nivel nacional, con una entrada de turistas nacionales y extranjeros, a partir de sus bondades naturales y principales atractivos turísticos, lo cual tiene una conexión directa con el eje productivo del país. Esta realidad permite que el destino manabita sea considerado como la cima del folklore y poseedor de una gastronomía diversa y ancestral muy apetecida por los visitantes, la cual ofrece a los turistas que la visitan un clima tropical rodeado de flora y fauna, elementos que reflejan la riqueza que tiene este territorio para el desarrollo turístico y su modesta contribución al mejoramiento de las condiciones de vida de las comunidades rurales (Yépez-Franco et al., 2021, p. 930).

Con respecto al impulso del turismo comunitario en zonas rurales de la provincia de Manabí, este se encuentra en desventaja frente a prácticas turísticas comunitarias de provincias de la zona Sierra de Ecuador y de manera más cercana, de la provincia del Guayas en la región Costa de Ecuador. La provincia de Manabí en la actualidad cuenta con prácticas comunitarias activas en zonas del cantón Bolívar, Manta, Portoviejo, Puerto López y Jipijapa, en donde las principales demostraciones culturales son la vida del campesino y del pescador; en el caso del cantón Puerto López la cultura montubia es la más representativa. Pero a pesar de las iniciativas previamente mencionadas, las realidades del turismo comunitario en Manabí muestran que su insuficiente desarrollo se debe a varias causas que se convierten en los principales obstáculos que impiden su progreso sostenido. Causas como el débil apoyo de las autoridades, ausencia de capacitación, dependencia de actividades agrícola, ganadera y pesquera, falta de asociatividad y carencia de organización (Giler Moreira et al., 2022) determinan el poco desarrollo del turismo comunitario en las zonas rurales de la provincia de Manabí.

Aun así, dentro del territorio de la provincia de Manabí destaca la experiencia de turismo comunitario realizado por la comunidad de Agua Blanca en el cantón Puerto López, considerada pionera en el turismo comunitario que ha servido de ejemplo para muchas otras, dentro y fuera de Ecuador desde hace más de 35 años (Travé Molero, 2019). Desde finales de los años setenta esta comunidad comenzó a luchar por su derecho a permanecer dentro del Parque Nacional Machalilla; en esta lucha, la apuesta por el turismo comunitario apareció como una alternativa coherente con los nuevos usos del territorio que cuajó en 1992. Se trata de una comunidad formada por más de 86 familias del Parque Nacional Machalilla en la parroquia Machalilla, cantón Puerto López, provincia de Manabí. Recibe anualmente unos 16.000 visitantes nacionales e internacionales, lo que la convierte en un ejemplo de apuesta decidida por la actividad turística como fuente de ingresos. Cada turista que llega a la comunidad es acompañado por un “guía naturalista certificado” y con la entrada se puede acceder al museo de la comunidad y a la laguna de azufre. Opcionalmente ofrecen paquetes turísticos tanto para quienes pernoctan como para quienes no, estos van desde el avistamiento de aves hasta las rutas guiadas por el bosque húmedo o el ecosistema marino.

La autogestión del sitio, considerada ejemplo a seguir dentro de las experiencias de turismo comunitario en Ecuador:

… es alta dentro de los límites que le permite el Parque Nacional y considerando el contexto sociocultural en comparación con otras comunas. La comuna posee un territorio colectivo de 8.048 ha. El territorio comunal se rige por el cabildo y la asamblea comunal. Esta forma de organización se formalizó con la Ley de Comunas de 1937 (Endere y Zulaica, 2015, p. 277).

Así también,

la comuna se autofinancia y se ha reconvertido para asegurar el sostenimiento de la propia comuna. A través del turismo y la autogestión han mejorado notablemente las condiciones de vida de los comuneros. Las proyecciones a futuro reúnen potencialidades para evaluarse como altas. Los comuneros cuentan con experiencia previa de trabajos con investigadores y tienen relaciones consolidadas con profesionales, por lo que están receptivos a propuestas que les permitan mejorar instancias futuras. Es importante destacar dentro de estas proyecciones que existe un proyecto a cargo de Instituto Nacional de Patrimonio (INPC) para incluir el sitio Agua Blanca en una nominación al patrimonio mundial que incluye cinco sitios de la costa (Endere y Zulaica, 2015, p. 279).

1.3. Estudios etnográficos en prácticas turísticas comunitarias

Se estudia al turismo, específicamente, a las prácticas de turismo comunitario en zonas rurales desde el ámbito social, particularmente, desde la mirada antropológica que brinda la etnografía en donde la diversidad de enfoques antropológicos y epistemológicos de interpretar e intervenir en el turismo de la etnografía, y en otros casos algunas utilidades de las respectivas sociedades del turismo que han pasado a ser parte de la identidad social y cultural de muchas personas, de esta manera se puede decir del mundo global (Pereiro, 2020). La antropología estudia personas, culturas, lugares y, finalmente, el turismo se prepara no solo para interpretar y poder comprender sus problemas, sino también para poder intervenir y mejorar el turismo.

Hoy, la etnografía se muestra como una posibilidad para la reconstrucción del análisis social (Guerrero Arias, 2002), las prácticas de turismo comunitario deben justamente entenderse como prácticas sociales que necesitan de análisis exhaustivos de sus actores principales para conocer sus visiones, cosmovisiones, lograr interpretar su modo de vida, su cultura, su cotidianidad, sus anhelos y deseos como entes que forman parte de un grupo social para únicamente de esa forma lograr comprender el porqué de su participación en proyectos turísticos, porque justamente este tipo de proyectos fracasa y no logran desarrollarse debido a que no se llega a conocer la verdadera identidad del campesino en la sociedad de ahora, establecer si estas personas han vivido un proceso de aculturación o, por el contrario, este campesino sigue manteniendo sus tradiciones y sigue demostrando ser ese ser casi mitológico de la cultura latinoamericana, defensor de la tierra, de las costumbres y de las tradiciones propias de la región, orgulloso de su mestizaje y de sus conocimientos. Si Latinoamérica, y en este presente estudio realizado en Ecuador, sigue, mediante el turismo rural y el turismo comunitario, desarrollado en zonas rurales, utilizando esa imagen milenaria del hombre de campo orgulloso de su cultura que tanto atrae al extranjero, este tipo de turismo fracasa, porque se deja de lado el estudio de sus sociedades que evidentemente han vivido un proceso de aculturación propia de la masificación de rasgos culturales difundidos a través de medios masivos.

Conde Gaxiola (2008) acertadamente expresaba que

los saberes turísticos consisten en la transmisión de conocimientos, aptitudes y valores necesarios para entender las modalidades específicas del tiempo libre de cada clase social, así como los usos y funciones y las peculiaridades que adquiere, en una sociedad históricamente determinada. Son saberes vinculados con la relación existente entre el individuo, el ocio, la cultura y la sociedad, relacionados con los desplazamientos, movimientos, recepción y ubicación de masas humanas en un espacio o territorio específicos, en un tiempo concreto. En ese sentido, la filosofía cumple una función esencial en la medida en que se formula interrogantes como: ¿Cuál es la ética o criterios morales del turista o visitante en una localidad? ¿Cuáles son los tejidos antropológicos y ónticos de la comunidad laboral y receptora del turismo? ¿Existe justicia, autenticidad y veracidad en el vínculo entre turismo y sociedad? (pp. 203-204).

Por ello, si la investigación turística necesita replantear la temática de la identidad es necesario la introducción y la experimentación con la etnografía dialéctica. A lo que Conde Gaxiola (2008) afirma que

una etnografía dialéctica deberá establecer una visión interpretativa, superando las proposiciones ahistóricas típicas del funcionalismo. Esta indagación funcional es tan peculiar que conduce a entender la historia como un ente inerte y cerrado; y este procedimiento que alude a los hechos examinados en el más puro presente histórico, como si el tiempo no transcurriera, ha dominado durante varios lustros la teoría turística (Torre Padilla, 1976) (p. 207).

Una etnografía dialéctica supera el ámbito de lo cuantitativo propio del positivismo, el funcionalismo, el conductismo y el cognitivismo, y rebasa a su vez las ópticas cualitativistas, ya que un enfoque dialéctico articula lo deductivo y lo inductivo, lo teórico y lo práctico, lo fenoménico y lo esencial, lo objetivo y lo subjetivo, lo paradigmático y lo sintagmático, la identidad y la diferencia (p. 208).

En el campo de la investigación turística, la etnografía ha sido implementada mayoritariamente en estudios sociales y culturales en donde lo primordial ha sido obtener información descriptiva e interpretativa de la vida que gira en torno a la realidad turística que se desarrolla en los sitios que participan de esta actividad. En la región latinoamericana, destaca la experiencia mexicana con la utilización del método etnográfico en sus investigaciones, el trabajo Turismo e identidad en San Miguel de Allende (Soto de Anda et. , 2019) justamente destaca la implementación del método etnográfico para lograr determinar los rasgos identitarios que juegan un rol importante en el desarrollo de las prácticas turísticas comunitarias efectuadas en el sitio previamente mencionado. En el estudio etnográfico, los autores determinan que la identidad conlleva a descifrar elementos correlacionados que guardan proximidad con la historia y con el bagaje heredado; por tanto, conlleva a reconocer en su totalidad la complejidad de la cultura en todas sus representaciones (Figura 1).

Tomado de Soto de Anda et al. (2019)

Figura 1 Interrelación entre identidad cultura y turismo.Figure 1. Interrelation of identity, culture and tourism.  

Los criterios etnográficos, como la familia, las tradiciones y costumbres, la cultura, la historia local, la educación, la actividad laboral, el nivel económico, el lugar de nacimiento, las relaciones sociales, la religión, el lenguaje, la arquitectura, el arte, la gastronomía, la diversidad cultural, la inclinación política, el sistema turístico, los recursos naturales, la sexualidad, la música, las vivencias y/o experiencias, la vestimenta, los rasgos físicos y el origen étnico son los más destacados al momento de recolectar y bosquejar la investigación etnográfica que se esté realizando al grupo social elegido. Es justamente la información etnográfica la que da la pauta al momento de identificar la identidad de un colectivo social. Si el turismo se alimenta de la memoria colectiva, de las referencias identitarias, de los bienes culturales y del patrimonio cultural material e inmaterial es justamente necesario fortalecer a la etnografía dialéctica para lograr construir la información sociocultural que el saber turístico necesita.

1.4. San Miguel de Chade, Manabí, Ecuador

San Miguel de Chade es una comunidad asentada dentro de un valle rodeado de montañas cubiertas de bosque seco perteneciente a la parroquia San Lorenzo de Jipijapa, ubicada a 5 km aproximadamente de la cabecera cantonal de Jipijapa, provincia de Manabí, región costa de Ecuador, localizada en la vía que conduce al cantón 24 de Mayo. (Figura 2) La comunidad San Miguel de Chade limita al norte con Cuchilla de Pacheco, al sur Huesbol y El Matal, al este con Naranjal y al oeste con Jipijapa (Azua San Lucas, 2019). Existen alrededor de 65 familias de etnia montubia, en su totalidad la población domina el idioma español como lengua nativa y su principal actividad es la agrícola (López Malacatus, 2021).

EcuRed contributors (2019)

Figura 2 Mapa de ubicación de la provincia de Manabí y la comunidad de San Miguel de Chade.Figure 2. Location map of the province of Manabí and the community of San Miguel de Chade.  

Con respecto a sus condiciones climáticas, marzo es el mes más cálido del año llegando a tener una temperatura promedio de 25,0 °C (Azua San Lucas, 2019). La temperatura media más baja del año se produce en julio, cuando está alrededor de 22,8 °C. La variación en la temperatura durante todo el año es de 22,2 °C. El mes de agosto es considerado el mes más seco, con 4 mm de lluvia y la mayor cantidad de precipitación ocurre en febrero, con un promedio de 124 mm.

No existe cobertura de alcantarillado pluvial, ni tampoco sanitario, pero se abastece de agua potable desde la planta de “Caza Lagarto”, con una cobertura del 90 %, y posee energía eléctrica y servicio de internet irregular (Choez Lucas, 2023).

La comunidad San Miguel de Chade cuenta con algunas tradiciones heredadas de sus antepasados las cuales se han ido perdiendo como consecuencia de las nuevas experiencias, desconocimiento de la sociedad y por la influencia de otros grupos sociales (Azua San Lucas, 2019). Esta comunidad es conocida como San Miguel de Chade y desde una perspectiva general con el nombre de “Chade”. Según conocimiento local, en 1818 se encontró en este lugar la imagen de San Miguel, convirtiéndose en una imagen que cautivó a esta comunidad, dando inicio al apelativo con el que sus habitantes deseaban sea conocida su comunidad.

Con respecto a la economía de la comunidad, esta es sostenida principalmente por la agronomía familiar, contando con cultivos de huertos familiares, donde se cosechan productos como tomate, cilantro, cebolla y demás hortalizas aparte de cultivos de ciclo corto, como yuca, maíz, frijoles, etc. También cultivan café y naranjas que posteriormente venden a los consumidores. Con relación al turismo, la comunidad es parte de la red de turismo comunitario “Jipijapa Wankavilka” gestionado por una ONG de origen belga y la Organización “Unión Provincial de Organizaciones Campesina de Manabí” [UPOCAM]. En el sector se realizan actividades de guianza, hospedaje comunitario y se brindan servicios de gastronomía vivencial con demostraciones de la elaboración de las tradicionales tortillas de maíz en hornos de barro (Figura 3).

UPOCAM (2022)

Figura 3 Actividades turísticas comunitarias en la comunidad de San Miguel de Chade.Figure 3. Community Tourism Activities in the San Miguel de Chade community. 

2. Materiales y Métodos

El presente estudio se realizó bajo el paradigma naturalista, paradigma próximo a las ciencias sociales. “Lo que realmente cuenta en los planteamientos de este paradigma es describir e interpretar todo lo que ocurre en un proceso determinado” (Peralta Martínez, 2009, p. 3). El paradigma naturalista siempre está dispuesto a reformular las propuestas iniciales porque se basa, precisamente, en la interacción de los individuos de una comunidad que estarán mostrando continuamente nuevas cosas que pueden ser objeto de investigación (Peralta Martínez, 2009). Se consideró importante replantear la identidad cultural del campesino en los actuales momentos, tomando como referencia la constante interacción de los miembros de la comunidad de Chade, quienes con sus expresiones cotidianas y sus demostraciones en prácticas de turismo rural comunitario pondrán en estado de cuestionamiento el verdadero estado de la identidad cultural del campesinado que participa activamente en demostraciones de turismo rural. Logrando de esa forma obtener un nuevo objeto de investigación que traerá consigo nuevos replanteamientos y nuevas reformulaciones del turismo rural comunitario.

La etnografía, y específicamente el método etnográfico como herramienta de investigación dentro del campo del turismo, ha tenido poca relevancia en estudios de campo, teniendo mayor relevancia métodos tradicionales en investigaciones cualitativas como el análisis bibliográfico, las entrevistas, las encuestas cuantitativas, entre otros. La aplicación del método etnográfico como herramienta de investigación para prácticas comunitarias en zonas rurales latinoamericanas no solo aporta con un conocimiento más profundo de las realidades sociales de las comunidades rurales que participan en dichas prácticas turísticas, sino que, como plantea Estudio Racimo (2018), la etnografía busca el entendimiento y comprensión de los significados de vidas distintos que asignan las personas, quienes a través de sus acciones muestran preferencias, herramientas de búsqueda y expectativas en contextos determinados. Así también, la etnografía presenta las transformaciones sociales y culturales que experimenta un destino turístico en donde se aplica el modelo teórico de las siguientes conversiones de los lugares, la medición del espacio turístico que les permite indagar los procesos de transformación que van de la mano con algunos aspectos turísticos (Nogués Pedregal, 2015).

Menciona IDA Ideas Digitales Aplicadas (2020), que la etnografía es aplicada en un estudio de personas o de grupos durante un tiempo determinado. Dicho de otro modo, es un método que proviene de la antropología y sus campos de estudios tradicionales, como son las etnias, culturas y sociedades, donde, de algún u otro modo, se utilizan las entrevistas y observaciones como una herramienta principal para así poder conocer el comportamiento social de los participantes. De este modo se les considera como uno de los elementos más relevantes para una investigación donde se desea obtener información cualitativa.

Una meta de la etnografía es descubrir las visiones, creencias y percepciones locales (nativas), que pueden compararse con las observaciones y conclusiones propias del etnógrafo. En el trabajo de campo, los etnógrafos por lo general combinan dos estrategias de investigación, la emic (orientada a lo nativo) y la etic (orientada a lo científico) (Kottak, 2011, p. 59).

Un enfoque emic investiga qué piensa la gente local: ¿cómo perciben y categorizan el mundo?, ¿cuáles son sus reglas de comportamiento?, ¿qué tiene significado para ellos?, ¿cómo imaginan y explican las cosas? Al operar de manera emic, el etnógrafo busca el “punto de vista nativo”, y se apoya en la gente local para explicar las cosas y decir si algo es significativo o no. El enfoque etic (orientado a lo científico) cambia el foco de las observaciones, categorías, explicaciones e interpretaciones locales, a las del antropólogo. Del enfoque etic se deriva la interpretación de las culturas de manera imparcial, ya que los miembros de una cultura con frecuencia están demasiado involucrados en su vida cotidiana para hacerlo. Al operar de manera etic, el etnógrafo enfatiza lo que (el observador/la observadora) nota y considera relevante. Como científico capacitado, el etnógrafo debe tratar de plantear un punto de vista objetivo y comprensivo al estudio de otras culturas (Kottak, 2011, p. 60).

Como plantea Duranti (2000) la etnografía es “la descripción escrita de la organización social de las actividades, los recursos simbólicos y materiales, y las prácticas interpretativas que caracterizan a un grupo particular de individuos” (p. 126). Para lograr obtener dicha descripción se hicieron uso de varias técnicas de investigación etnográfica, siendo las herramientas implementadas las siguientes:

  • La observación participante, mediante la constante interacción con los miembros de la comunidad durante los meses de febrero a agosto del año 2022 en donde las autoras de la presente investigación realizaron diferentes actividades, como estadías cortas, salidas de campo, visitas in situ) dentro de la comunidad San Miguel de Chade para, a través de participaciones continuas, lograr obtener muestras etnográficas que aporten a la profundidad del análisis social.

  • El trabajo detallado con informantes claves, quienes aportaron a la construcción del rapport, herramienta fundamental para la verificación de datos obtenidos mediante encuestas y entrevistas.

  • Encuesta Etnográfica, tomando como referencia la Guía para una encuesta etnográfica de Barandiarán (1984), donde a través de estructuras de preguntas formuladas en formato de categorías de análisis se pudo recabar la mayor cantidad de información, que va desde la organización sociopolítica, vestimenta, tradiciones orales, alimentación, etc. y de esa forma conocer la diversidad, la pluralidad y la diferencia que caracteriza la realidad sociocultural de la comunidad San Miguel de Chade. Se encuestó a un total de 42 pobladores, mayoritariamente adultos de 40 años en adelante (Figura 4), tomando preferentemente la opinión de los adultos mayores.

Figura 4 Adultos mayores que participaron en la Encuesta Etnográfica. San Miguel de Chade, junio de 2022.Figure 4. Elders who participated in the Ethnographic Survey. San Miguel de Chade, June 2022. 

A continuación, en la Tabla 1 se detallan las siete fases de la presente investigación en donde se aplicaron las técnicas y herramientas de investigación mencionadas y cómo se utilizaron de acuerdo con el criterio de cada fase, basándose en la metodología de investigación etnográfica aplicada por Murillo y Martínez (2010).

Tabla 1 Fases de la investigación.Table 1. Research process phases. 

3. Resultados y Discusión

Citando a Korstanje (2013), quien sostiene de forma contundente que es necesario crear (fundar) una nueva epistemología del turismo que contemple cuestiones antropológicas, sociales, psicológicas y sobre todo arqueológicas e históricas, se parte de la base de que el “hecho turístico” denota una gran importancia para las estructuras culturales de las diferentes sociedades. Es de esta forma, mediante el uso de la etnografía tradicional centrada en describir y explicar la cultura y forma de vida de un grupo concreto (Cotán Fernández, 2020), que se detallan los resultados de cada uno de los criterios etnográficos de la comunidad de San Miguel de Chade, tomando como base la metodología previamente mencionada de la Guía para una encuesta etnográfica de Barandiarán (1984). A continuación, en la Tabla 2 se detallan cada uno de los ámbitos estudiados mediante las técnicas empleadas.

Tabla 2 Criterios etnográficos estudiados.Table 2. Ethnographic criteria studied. 

Relacionando los resultados con las siete fases donde se aplicaron las técnicas y herramientas de investigación se determina que en la selección del diseño los rasgos identitarios de la comunidad de San Miguel de Chade corresponden a las de un recinto estilo “caserío”, propio de la cultura campesina / montubia establecida en la zona sur de la provincia de Manabí tanto por sus rasgos culturales como por sus cosmovisiones. Sintetizando la etnografía de la comunidad de San Miguel de Chade, existe un número representativo de habitantes que desconocen las manifestaciones culturales de este sitio, lo que se convierte en uno de los principales factores de la creciente aculturación que está viviendo la comunidad. De esta manera, cabe recalcar que muchas personas empezaron a tener conocimiento de las creencias que existían en esta comunidad a partir de los 5 a 10 años; asimismo, muchas personas destacaron que desconocían las creencias que existían en la comunidad, esto quiere decir que no todos conocían los relatos o las creencias por falta de comunicación o por la falta de interés por parte de las personas que habitan en este lugar.

En esta comunidad, la falta de comunicación es mucho mayor por parte de padres-hijos, destacándose que la comunicación con los respectivos abuelos era muy buena, ya que en esos tiempos se tenía la oportunidad de trasmitir, por parte de sus antepasados, a las personas que desconocían, las creencias, la cultura y las leyendas de la comunidad. Por ello, actualmente muchas personas no conocen las fechas festivas, los bailes y las danzas de la comunidad de San Miguel de Chade. Los resultados que arroja el estudio etnográfico no hacen más que comprobar la tesis de Bourdieu (1987), quien llama a la cultura como una hipótesis, sostenida por la inversión económica que las distintas clases sociales realizan para mantener dicha estructura de patrimonio. Si la comunidad de San Miguel de Chade se refleja como un recinto estilo “caserío”, en donde no existe una clase social acaudalada y sus habitantes consideran que muchas tradiciones y costumbres propias de su identidad campesina se están perdiendo, es evidente que debe existir un capital que justamente sostenga la conservación de la cultura montubia de dicho lugar.

Respecto a las demás manifestaciones culturales se evidencia que ya no existen trajes o vestidos tradicionales, tampoco existen amuletos y en pocas ocasiones se llevan a cabo juegos tradicionales en los juegos deportivos que realizan los habitantes por las fiestas patronales. Con respecto a las actividades de demostraciones que realizan para los turistas, únicamente se centran en la elaboración de las tortillas de maíz con herramientas bien llamada por ellos como “ancestrales” (usando ollas y pilas de barro realizada por sus antecesores), así también, son enfáticos en indicar que se reservan sus creencias y mitos para ellos y no las comparten con los turistas. Destacando el contexto social actual del campesinado inmerso en prácticas de turismo rural comunitario en Ecuador, este vive en una sociedad rural que batalla con problemáticas como la agresiva aculturación de su cultura, la lucha contra la migración, la escasez de sus productos, conflicto de intereses políticos internos, falta de servicios considerados vitales, como el acceso a la salud pública y la seguridad social. Queda en debate si la actual identidad campesina está quedando bastante alejada de aquella imagen del ser mítico robusto, alegre, lleno de riquezas naturales y se ha convertido en un ser que ha quedado arraigado a un pasado que tristemente cambia, que sus circunstancias no son las que el turismo desea anheladamente revalorizar y enaltecer.

Finalmente, San Miguel de Chade tiene como modo de vida la agricultura doméstica siendo el producto que más se cosecha el maíz. Los habitantes de esta comunidad no cuentan con ayudas de gobiernos locales ni con ayudas de seguro social, lo cual impide desarrollarse y poder generar ingresos económicos en esta comunidad. Bauman (2007) expresaba que la palabra “comunidad” como modo de referirse a la totalidad de la población que habita en el territorio soberano del Estado, suena cada vez más vacía de contenido. Entrelazados antes en una red de seguridad que requería una amplia y continua inversión de tiempo y de esfuerzo, los vínculos humanos, a los que merecía la pena sacrificar los intereses individuales inmediatos (o aquello que pudiese considerarse en interés del individuo), devienen cada vez más frágiles y se aceptan como provisionales. La exposición de los individuos a los caprichos del mercado laboral y de bienes suscita y promueve la división y no la unidad. Si el turismo como práctica social desea a través del turismo rural comunitario lograr mitigar la pobreza, enaltecer, rescatar culturas al borde de la extinción y disminuir la migración a las zonas urbanas se debe trabajar en promover la unidad, procurando mejorar los vínculos humanos, los cuales claramente, como justifica Bauman, devienen cada vez más frágiles.

Ante la observación y descripción de los datos obtenidos de la encuesta etnográfica y como esta ofrece un pantallazo más real de la situación sociocultural de una comunidad campesina inmersa en una práctica de turismo comunitario bajo lineamientos de organizaciones no gubernamentales encargadas en gestionar experiencias de turismo comunitario dentro del territorio manabita, no queda duda de cómo el progresivo avance de la aculturación y la enajenación de símbolos identitarios dentro del contexto rural repercute en el desarrollo de una actividad que se jacta de ser la modalidad turística que “revaloriza” lo local. Primeramente, el turismo comunitario dentro de la provincia de Manabí en Ecuador debe establecer pautas que trabajen por rescatar ese capital cultural que poco a poco van perdiendo sus pobladores, recuperar esa identidad, darle su lugar dentro de la etnografía ecuatoriana, la cual claramente va más allá de la identidad “indigenista ancestral”, ya que existen rasgos etnográficos que no están siendo tomados en cuenta dentro de las prácticas de turismo comunitario en Manabí.

4. Conclusiones

El turismo como modelo hegemónico colonizante, que ha implantado un sistema económico y social que deja de ajustarse a las realidades sociales de la región latinoamericana, se centra únicamente en promover patrones en el consumo de marcas, productos y destinos turísticos. Adicionalmente, en la sociedad se ha impuesto un sistema de adscripción, donde los individuos heredan prácticamente la totalidad de las características de su identidad social. Para construir identidad se debe construir sentido de pertenencia no solo en un sentido individual, sino en un sentido colectivo de comunidad, afianzando las manifestaciones socioculturales que emplea una persona para crear lazos de afinidad con el espacio geográfico y los grupos sociales que residen en él, incentivando la valoración colectiva de un determinado grupo social.

La comunidad de San Miguel de Chade de la provincia de Manabí, con los resultados obtenidos de la encuesta etnográfica aplicada, demuestra tener afinidad con el espacio geográfico, comparten objetivos y metas como grupo social, identifican rasgos que caracterizan el lugar y la población local, siendo reconocidos localmente por su distintiva gastronomía y por sus festividades religiosas, así como por sus símbolos culturales propios de la cultura montubia de Manabí. Con respecto al reconocimiento de su propia historia como comunidad, y sobre el valor y el significado de los hechos históricos de San Miguel de Chade, se puede observar un preocupante avance de aculturación en la población más joven, demostrando que no existe una preocupación por parte de las generaciones mayores sobre la transmisión intergeneracional de la historia.

Desde el sector turístico, más allá de explotar y dar a conocer aquella identidad campesina, y en este caso, la sinergia de la identidad montubia con rasgos identitarios indigenistas de la zona sur de la provincia de Manabí se debe tener injerencia en los organismos públicos y privados para la implementación de medidas de preservación de su patrimonio cultural material e inmaterial determinados como los referentes identitarios de San Miguel de Chade, además de establecer lineamientos para un modelo turístico comunitario reconocido por organismos nacionales como FEPTCE. El estudio etnográfico brindó un análisis profundo de la identidad del llamado “Chade”, el cual mediante una interpretación sociológica permitió establecer sus tradiciones, costumbres, cosmovisiones y estilo de vida, luego se analizó su repercusión en el desarrollo del turismo comunitario y si el desarrollo de la experiencia del turismo comunitario en San Miguel de Chade ha influido sobre aspectos vinculados con su cultura y su identidad individual y colectiva.

Contribuciones de los autores

  • Shyla Rocío Orlando Narváez: conceptualización, investigación, metodología, recursos, investigación, software, redacción – borrador original.

  • Glenda Choez Lucas: validación, redacción – revisión y edición.

Implicaciones éticas

Los autores declaran que no existen implicaciones éticas.

Conflicto de interés

Los autores declaran que no existen conflictos de interés financieros o no financieros que podrían haber influido en el trabajo presentado en este artículo.

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Recibido: 20 de Septiembre de 2022; : 29 de Octubre de 2022; : 25 de Enero de 2023; Aprobado: 18 de Abril de 2023

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