1. Introducción
El agua constituye uno de los recursos naturales más importantes para la existencia de la vida en el planeta. Aproximadamente, el 70 % del cuerpo humano está formado por agua, mientras que las plantas y animales están constituidas por el 50 % y 95 %, respectivamente (Cortez Lázaro et al., 2019; Franco, 2018; Mayorga et al., 2017). Se estima que el 70 % de la superficie del planeta está cubierta por agua: el 97 % es agua salada y el 3 %, dulce. Del total de agua dulce en el mundo, tan solo el 1 % está disponible para el consumo humano y de los ecosistemas (González, 2018).
El crecimiento exponencial de las poblaciones ha ocasionado severos impactos ambientales; se prevé que un cuarto de los países sufrirá escasez de agua dulce en los próximos 30 años (Garros Martínez y Safar, 2020). Es evidente que las fuentes de agua han experimentado deterioro de su calidad debido a su uso como receptor de los vertimientos generados por los poblados, zonas industriales, las actividades agropecuarias y escorrentías (Castro Chila, 2020; Morales Virgilí y Rivera Soto, 2017; Quiroz Fernández et al., 2017; Romeu Álvarez et al., 2015).
Gómez-Duarte (2018) sostiene que los principales contaminantes pueden ser de origen bacteriano, viral, fúngicos, parasitarios y químicos, los cuales afectan la calidad de vida. Mendoza Chancay (2019) y Corrales Ramírez et al. (2018) argumentan que gran parte de las enfermedades bacterianas y virales ocasionadas por agentes infecciosos, transmitidos al ser humano, provienen del consumo de agua no apta, por lo que existe un déficit respecto al manejo de este recurso que expone al riesgo de contaminación fecal. La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019) sostiene que el agua contaminada puede transmitir enfermedades como: diarrea, cólera, disentería, hepatitis A, esquistosomiasis, fiebre tifoidea y la poliomielitis. Consecuentemente, se ha estimado que provoca más de 502.000 muertes por diarrea cada año, y que cerca de 2.000 millones de personas se abastecen de una fuente de agua contaminada por heces.
De acuerdo con WaterAid (2017), existen diez países con mayor número de población rural sin agua limpia, entre estos se encuentran: India, China, Nigeria, Etiopía, República Democrática del Congo y otros, en donde las principales dificultades que impiden el acceso digno al líquido vital son: deficiente gestión y sostenibilidad de los servicios, desigualdades sociales, pobreza, crecimiento demográfico y la variabilidad climática. Situación similar experimenta América Latina y el Caribe, donde millones de personas en la región carecen de una fuente adecuada de agua potable, más aún, de instalaciones seguras y funcionales para la eliminación de los desechos orgánicos (World Water Assessment Programme [WWAP], 2019).
Respecto a Ecuador, durante muchos años el manejo del agua se ha centrado en iniciativas para mejorar el aprovisionamiento, más no su calidad. Esta problemática es agravada por la baja disponibilidad de los recursos económicos para la conservación de fuentes primarias y la falta de un buen criterio de manejo (Terneus Jácome y Yánez-Moretta, 2018). Esta investigación tuvo como objetivo describir los impactos ambientales y sociales que ocasionan los coliformes fecales presentes en fuentes de agua en los cantones del centro-sur de la provincia de Manabí, Ecuador.
2. Materiales y Métodos
Este estudio fue de carácter descriptivo y analítico, desarrollado por medio de un meta-análisis, el mismo que requirió de revisiones bibliográficas, artículos, bases de datos y otras fuentes de interés. En este contexto, la información provino de las siguientes fuentes: Dialnet, Redalyc, ResearchGate, SciELO, ScienceDirect, Google Académico, entre otras.
El estudio contempló la exploración de investigaciones comprendidas durante el período 2015-2021. Los datos fueron organizados para su posterior análisis. Se revisaron 86 fuentes bibliográficas para el desarrollo del presente contenido. A continuación, en la Figura 1 se presenta la ubicación geográfica de cada uno de los cantones que conforman el centro-sur de la provincia de Manabí.
2.1. Caracterización hidrológica de los cantones del centro-sur de la provincia de Manabí
La cuenca del río Portoviejo se encuentra localizada al oeste del Ecuador, con una extensión aproximada de 11.500,68 km., constituye el sexto lugar respecto al tamaño de las demarcaciones hidrográficas del país. Se considera como una zona de elevada densidad poblacional en donde se desarrollan actividades agropecuarias. En este sentido, abastece a más de 600.000 personas en las ciudades locales como Portoviejo, Santa Ana, Rocafuerte e incluso otras fuera de su cuenca, tales como Manta, Montecristi, Jaramijó y Jipijapa (Chonlong Alcívar y Pacheco Gil, 2021).
Esta cuenca presenta problemas de contaminación desde hace varios años que han afectado los componentes social, económico y ambiental (Quijano Mera, 2022). Ante lo expuesto, Macías Párraga y Díaz Aguirre (2010) señalan que sus principales contaminantes son las descargas de aguas servidas de las comunidades rurales, las cuales carecen de sistemas de alcantarillado sanitario, disposición de residuos sólidos en las riberas, escurrimiento de aguas con agrotóxicos, residuos peligrosos de lavanderías y lubricadoras a lo largo del cauce.
En esta condición se encuentran expuestos los ríos Bravo, Muerto, Burro y Manta, los mismos que están situados geográficamente en forma longitudinal en pendiente leve, abarcando desde el cantón Montecristi hasta la ciudad de Manta, en dirección este a oeste, para finalmente desembocar en el mar (Moreira-Cevallos, 2020).
La cuenca hidrográfica predominante en el cantón Olmedo es la del río Guayas que contiene a la subcuenca del río Daule, representada por los afluentes de mayor extensión, tales como Chicompe y Calvo. Existen drenajes menores como el río Puca, que también es afectado por pasivos ambientales atribuido a las actividades agropecuarias y domésticas del cantón. Se conoce que el 64 % de la población que habita en la zona urbana se abastece de la red pública para satisfacer su consumo, el 31 % lo hace a partir del agua de pozo y el porcentaje restante lo obtiene de otras fuentes, como ríos, canales, acequias, carro repartidor, albarradas y otras. El abastecimiento en las zonas rurales es por medio de agua entubada no potabilizada y en otros casos se la extrae directamente de la fuente hídrica (Gobierno Autónomo Descentralizado Municipal del cantón Olmedo 2019; Guerrero Calero, 2018).
Respecto al cantón Bolívar, el río Carrizal constituye la mayor cuenca hidrográfica de la provincia de Manabí; esta nace en las montañas y se extiende hasta el cantón Tosagua desembocando en el cantón Sucre, y representa la principal fuente de provisión (Calderón 2021). Políticamente este cantón se encuentra dividido en una parroquia urbana y dos rurales: Calceta, Quiroga y Membrillo. El medio de abastecimiento de agua por parte de los habitantes de Calceta se distribuye de la siguiente manera: el 26,6% tienen acceso a la red pública, el 55% la proveen a partir de pozos, el 16,3% lo hace por medio de ríos o acequias y una minoría lo realiza a partir de otras fuentes. Mientras que, en la parroquia Membrillo se abastece de la siguiente manera: el 11,3 % acceden a la red pública, el 44,4 % lo hacen por medio de pozos y el 44,2 % realizan su provisión a través de ríos o acequias. Respecto a la parroquia Quiroga se expone la siguiente situación: el 20,7 % tienen acceso a la red pública, el 34,2 % lo cumplen por medio de pozos, el 44,1 % a través de ríos o acequias y el porcentaje restante satisface sus necesidades por otros medios. El mismo autor expone que, dado la limitación de los servicios públicos sanitarios una minoría de la población (0,3 %) realiza las descargas de los desechos biológicos directamente a las fuentes hídricas y otra parte de los habitantes (1,5 %) arroja la basura a los afluentes (Vélez et al., 2012a).
El cantón Chone se encuentra representado por tres ríos importantes los cuales son: Garrapata, Mosquito y Grande, estos nacen en las estribaciones de la cordillera, es decir, en las partes altas de la cuenca. Con pendientes fuertes y cauces torrentosos atraviesan la zona de transición para llegar a la llanura costera conformando el gran río Chone, el mismo que desemboca en el océano Pacífico. La confluencia de estos tres ríos provoca que la ciudad sea afectada por inundaciones y, a su vez, se encuentre expuesta a contaminaciones que se distribuyen hacia otros ríos e incluso hasta el humedal La Segua, aunque esta última no represente una fuente de abastecimiento para consumo humano es utilizada para el riego agrícola, en este lugar se ha evidenciado presencia de metales pesados, alto contenido de coliformes fecales y baja cantidad de oxígeno vulnerando el ecosistema (Gutiérrez et al., 2008; Montilla Pacheco et al., 2017).
En cuanto a la hidrología del cantón Rocafuerte, este se encuentra representado por los ríos Portoviejo, Chico, Bachillero, los esteros Ojo de Agua y La Papaya. Su principal actividad económica se desarrolla en torno a la agricultura, ganadería y producción artesanal de dulces (Mendoza Cedeño y Campos Cedeño, 2021). El Gobierno Autónomo Descentralizado Municipal de Rocafuerte (2019) manifiesta que las fuentes de abastecimiento de agua del cantón Rocafuerte se ejecutan de la siguiente manera: el 96,5 % y el 39,5% de las viviendas urbanas y rurales, respectivamente, tienen acceso al agua potable, mientras que el 45,4 % a nivel cantonal optan por otros medios. La calidad del líquido vital se expone a riesgos de contaminación, dadas las limitaciones del acceso a servicios básicos, sustentándose lo siguiente: el 82,5 % de la zona rural carece de un sistema público de alcantarillado, por lo tanto sus excretas las realizan a través de pozos o son descargadas directamente a los ríos y quebradas por medio de letrinas. Mientras que el 17,4 % de las viviendas en la zona urbana se encuentran conectadas a la red pública de alcantarillado.
Prieto Bravo (2019) sostiene que en el cantón Jipijapa se encuentran nueve cuencas hidrográficas, citadas a continuación: Río Bravo, Canta Gallo, Portoviejo, Jipijapa, Salaite, Buenavista, Ayampe, Guayas y Valdivia. Existen otras fuentes de menor consideración como las vertientes, esteros y pozos de agua azufrada. El agua que consumen los habitantes la obtienen a partir de otros cantones, como los embalses de Poza Honda y Daule Peripa, en menor proporción de arroyos y acuíferos del subsuelo, los cuales se recargan naturalmente en época de lluvias.
Una parte importante de la población goza del abastecimiento de agua potable, otro porcentaje no dispone de la red pública, lo cual lo compensa con otros medios de abastecimiento poco fiables en calidad lo que deriva en enfermedades. Se ha evidenciado que el 0,31 % de la población realiza la descarga de aguas servidas directamente al mar, ríos, lagos y quebradas, otra minoría (0,58 %), en cambio, arroja los desechos sólidos como la basura a dichas fuentes (Vélez et al., 2012b).
En relación con la hidrología del cantón Santa Ana, aquí nacen los ríos Pata de Pájaro y Mineral con sus afluentes Chontilla y Chacra, que principalmente dan origen al río Portoviejo. A su vez cuenta con los esteros; Lodana, Bonce, Sasay, Caza Lagarto, El Mate y Ayacucho. Cabe mencionar que en la parroquia Honorato Vásquez los ríos Tigrillo, Mineral y San Germán son de mucha importancia ya que originan la represa Poza Honda (Gobierno Autónomo Descentralizado Municipal del cantón Santa Ana, 2004).
Se conoce que el 61,4 % de los habitantes de Santa Ana de Vuelta larga se abastecen de la red pública, el 21,9 % a partir de pozos, el 10,7 % a partir de ríos o acequias y el porcentaje restante lo hace por medio de otras fuentes. En la parroquia Ayacucho el 50,6 % de los habitantes satisface sus necesidades a través de la red pública, el 28,1 % se abastece de pozo, el 20,3 % a partir de ríos o acequias y el porcentaje restante lo hace por medio de otras fuentes. En la parroquia Honorato Vásquez el 19,8 % de los habitantes tienen acceso a la red pública, el 26,7 % lo realizan a través de pozos, el 53 % por medio de ríos o acequias y el porcentaje restante corresponde a otras fuentes. En la parroquia La Unión el 0,6 % se abastece del sistema de red pública, el 44,7 % de pozos, el 53,9 % de ríos o acequias y el porcentaje restante de otras fuentes. Mientras que en la parroquia San Pablo el 4,8 % se abastece del sistema de red pública, el 70,4 % de pozos, el 24 % lo hace a partir de ríos o acequias y una minoría a partir de otras fuentes (Vélez et al. 2012c.
En relación con el cantón Puerto López, la cuenca del Río Ayampe es la más importante y la comparte con los cantones Jipijapa y Santa Elena, este último pertenece a la provincia del Guayas. A su vez, está conformado por las subcuencas de los ríos Blanco, Plátano, Piñas, Grande, La Curia, Vidal y otros. Aproximadamente, el 80 % de la superficie la habitan a lo largo de las riberas (Instituto Universitario de Investigación para el Desarrollo Social Sostenible [INDESS], 2019b). El agua que consume la localidad proviene del sitio Ayampe, la cual es captada de pozos profundos y transportada a partir de un acueducto que opera la Junta de Recursos Hidráulicos que abastece a los cantones Jipijapa, Paján y Puerto López. El servicio en dichos cantones es irregular y su provisión es por medio de tanqueros. La concepción técnica se basa en la captación del líquido vital a través de tres pozos ubicados en las riberas del río Ayampe, los cuales recargan sus fuentes mediante galerías filtrantes ubicadas para el efecto. Este cantón carece de agua potable, razón por la cual no existen garantías de higiene. Para precautelar la salud, sus habitantes tienen el hábito de hervir el agua para mantener un estado de salubridad apto para los pobladores y los turistas (INDESS, 2019a). Por otro lado, carece de sistemas de alcantarillado para la eliminación de aguas servidas, se conoce que el 40,5 % de los habitantes realizan la evacuación de las excretas a partir de pozos sépticos, el 32,8 % lo hace mediante letrinas y el porcentaje restante lo hace por distintos medios, lo que expone al riesgo de contaminación y vulnerabilidad a la población (INDESS, 2019a).
En la Figura 2 se presenta el mapa de las cuencas hidrográficas de la provincia de Manabí, Ecuador.
3. Resultados
Los resultados demostraron que, del 100 % de las investigaciones, el 47 % no cumplen con las normativas estipuladas por el Ministerio del Ambiente, el 33 % se ajustan a las disposiciones jurídicas, mientras que el 20 % presentan un cumplimiento parcial. A continuación, se detallan los estudios acontecidos en relación con el período descrito, los cuales están regularizados por el Texto Unificado de Legislación Secundaria del Ministerio del Ambiente [TULSMA] y el Instituto Ecuatoriano de Normalización (INEN).
Reyes Vélez (2015) determinó la variación del nivel de contaminación del río Portoviejo en dos sitios distintos: posterior a “La Laguna” y en la desembocadura del sector “La Boca-Las Gilces”, Manabí, constató que los valores de coliformes fecales para los sitios estudiados fueron 3.000 y 167,4 NMP/100 mL, respectivamente. En el primer caso, comprobó que el valor incumple la normativa estipulada en el TULSMA (1.000 NMP/100 mL), lo que indica que el agua no es propicia para el riego agrícola, tampoco para el consumo humano, ni doméstico, condición atribuida al vertimiento de aguas servidas por parte del cantón homónimo. En relación con el segundo valor (167,4 NMP/100 mL), el nivel de coliformes fecales cumple con el criterio de calidad admisible para la preservación de la vida acuática del estuario.
Molina Flores (2015) analizó la calidad del agua en el sector urbano del “Malecón de Manta”, Manabí, y encontró que los sitios presentan influencia negativa a causa de las descargas industriales vinculadas al procesamiento de productos pesqueros y domésticos en general, registrando que la contaminación orgánica es significativa para el indicador coliformes fecales con un valor de 8.789 NMP/100 mL, superando el límite propuesto (200 NMP/100 mL) atentando contra la preservación de la vida de los ecosistemas marinos.
Andrade Dicao y Lugo Nazareno (2016) evaluaron la calidad del agua en el área marino-costera a nivel superficial y su variabilidad espacial en dos épocas del año, considerando varios cantones de la provincia de Manabí, entre estos, “Puerto López”, determinando un valor mínimo de coliformes fecales de 1,40 NMP/100 mL en la época lluviosa y descartando su presencia durante la época seca, por lo tanto, concluyó que cumple con el criterio de calidad admisible para la preservación de la flora y fauna del ecosistema estudiado (200 NMP/100 mL).
Mera Toala y Vásquez Sánchez (2017) indagaron sobre la calidad de agua para riego en el sistema de conducción del cantón Santa Ana, Manabí, evaluando los siguientes sitios: “La represa Poza Honda”, “El canal de riego de la entrada a la parroquia Lodana y la salida”, obteniendo valores de coliformes fecales de 49; 49 y 540 NMP/100 mL, correspondientemente, concluyendo que la calidad de agua es propicia para satisfacer las necesidades agrícolas ajustándose con la normativa vigente (1.000 NMP/100 mL).
Quiroz Fernández et al. (2017) determinaron el índice de calidad de agua (ICA) en el río Portoviejo, Manabí, evaluando 4 sitios de estudio: la comunidad “Santa Cruz”, la “ciudadela La Paz”, “puente Las Piedras” y el “puente 5 de Junio-Picoazá”. Mediante el estudio, se obtuvo que el ICA disminuyó conforme a la trayectoria del cauce del río, alcanzando resultados promedios de 59,18; 50,28; 42,88 y 34,76, respectivamente, constatando que existe un deterioro paulatino de su calidad considerando a la comunidad Santa Cruz como el lugar con “calidad media” de agua en relación con los demás sitios estudiados, los cuales presentaron “mala calidad”, situación atribuida a la presencia de coliformes fecales en cada uno de los sitios estudiados (1.286, 2.966, 130 y 5.200 NMP/100 mL) cuyos valores promedios fueron cercanos o superiores al límite de descarga permisible en cuerpos de agua dulce (2.000 NMP/100 mL).
Mure Zambrano y Vera Bailón (2017) determinaron las influencias de las actividades ganaderas sobre la calidad del agua para consumo humano en la comunidad “Julián” del cantón Bolívar, Manabí. Mediante este estudio constataron que el agua procedente de las microcuencas alta, media y baja del río Carrizal no son aptas para el consumo humano si es tomada directamente de la fuente para tal finalidad, dado que la carga orgánica es alta y está comprendida dentro del rango 0-16 NMP/100 mL, sin embargo, con un pretratamiento de desinfección puede mejorarse su calidad, criterio sustentado en la normativa otorgada por el INEN y el TULSMA.
Ávila Palma y Granda Cárdenas (2018) evaluaron la contaminación química y microbiológica en la represa “Poza Honda”, Manabí, encontrando que el nivel de coliformes fecales oscila entre 0-2.400 NMP/100 mL superando el límite establecido (1.000 NMP/100 mL), el cual no es apto para el consumo humano ni doméstico, tampoco para el riego, debido a la presencia de bacterias como Escherichia coli, patógeno promotor de graves enfermedades.
Guerrero Calero (2018) determinó 36 pasivos ambientales en el río “Puca” del cantón Olmedo, Manabí. Durante su recorrido (14,3 km) identificó 16 botaderos de desechos sólidos, 12 descargas de aguas residuales (pozo séptico, camal municipal y de la urbe cantonal), 7 descargas procedentes de sitios productivos (corrales y chancheras) y 1 botadero de escombros. Además, encontró que la contaminación bacteriológica por coliformes fecales era muy alta >200 NMP/100 mL, sobrepasando los límites permisibles (200 NMP/100 mL). No obstante, comprobó altas concentraciones de hierro (Fe) y cromo (Cr), que afectan al desarrollo y la diversidad de las especies acuáticas y promueven enfermedades.
Rendón Chavarría (2019) realizó un estudio comparativo sobre la calidad del agua de consumo humano en 8 pozos de la comunidad “Balsa en Medio” del cantón Bolívar, Manabí. Los resultados determinaron que el índice promedio de coliformes fecales se aproximó a 16,63 NMP/100 mL, valor que se mantiene por debajo del límite establecido; caso contrario ocurre con el valor de coliformes totales (101,75 NMP/100 mL) lo cuales incumplieron la normativa (50 NMP/100 mL). Concluyó que el agua debe estar sujeta a un proceso de desinfección para mejorar su calidad.
Mendoza Chancay (2019) determinó el índice de calidad de agua (ICA) en las albarradas “San Francisco” y “La Grande”, localizadas en el cantón Jipijapa, Manabí, registrando valores de 58,29 y 61,79, respectivamente, categorizando a este recurso de “calidad media o aceptable”. Además, constató que los valores de coliformes fecales fueron de 8,83 y 42,17 NMP/100 mL para las albarradas estudiadas, manteniéndose dentro del límite establecido (1.000 NMP/100 mL), lo que indica que el agua puede ser utilizada para riego en la mayoría de los cultivos, excepto, para consumo humano, lo cual sugirió que deberá estar sujeta a un tratamiento de potabilización.
Moreira-Cevallos (2020) analizó la contaminación ambiental de los ríos “Bravo” y “Muerto”, y su incidencia en la salud de los habitantes de la parroquia “Los Esteros” del cantón Manta, Manabí. Los resultados constataron la presencia de coliformes fecales y E. coli. Casi todas las muestras investigadas (río Muerto, río Bravo+Muerto, agua de mar y arena de mar) registraron un valor de 1.100 NMP/100 mL, superando el límite establecido para la conservación de dichos ecosistemas, excepto la muestra procedente del río Bravo, la cual reportó un valor inferior de 23 NMP/100 mL, respetando la normativa.
Ante lo expuesto, Paredes Vera (2014) y Moreira-Cevallos (2020) sostienen que el inicio de la contaminación de las playas de la ciudad se atribuye a los ríos Burro y Manta, los cuales atraviesan por varios poblados y son tomados equivocadamente como canales de descarga de aguas residuales, afectando la salud pública de los moradores, quienes se abastecen de estas fuentes. Esta situación no solo causa impactos sociales, sino ambientales, dado que por medio de su unión hidrológica desembocan en el mar.
Chilan Intriago (2020) realizó un análisis microbiológico de las aguas azufradas de la comuna “Joa” del cantón Jipijapa, Manabí, en donde reportó la presencia de coliformes fecales en los pozos azufrados 1 y 2, cuyos valores oscilaron entre 200,33 y 203,66 NMP/100 mL, concluyendo que existe deterioro de la calidad del agua, incumpliendo la normativa para uso recreativo (200 NMP/100 mL), razón por la cual, sugiere que se ejecuten programas enmarcados dentro del “Plan de Manejo Ambiental”, a fin de precautelar el entorno natural, beneficiar al personal que lo visita y a su población aledaña.
Cedeño-Muñoz (2020a) evaluó el impacto ambiental de las lagunas de tratamiento de aguas residuales, sector “Colinas San José” del cantón Rocafuerte, Manabí, determinando elevadas concentraciones de coliformes fecales >1.100 NMP/100 mL, además, registró altos valores de cobre, conductividad, cloruros, oxígeno y sólidos disueltos, incumpliendo el límite establecido de descarga, afectando al cuerpo receptor, cultivos de ciclo corto, terrenos, más aún, expuso el riesgo de inocuidad alimentaria, dado que el 67 % de las familias encuestadas se benefician de la fuente de agua para riego agrícola. Loo Gil (2021) manifiesta que el uso de aguas residuales en la agricultura representa una amenaza para la salud de los consumidores.
Peñarrieta Macías y Díaz Ponce (2020) determinaron la influencia de las actividades antropogénicas en la parroquia “San Antonio” y su incidencia en la calidad del agua del humedal “La Segua”, Manabí. Los resultados obtenidos en las cinco estaciones muestreadas demostraron que el agua es de “calidad media” la cual se encuentra deteriorada por las actividades agropecuarias y domésticas, comprobando un valor promedio de coliformes fecales de 205 NMP/100 mL, que afecta la preservación de la flora y fauna acuáticas.
Santana Quiroz y Medrano García (2021) analizaron la incidencia del consumo de agua envasada en la salud pública de los habitantes de la ciudad de “Calceta”, Manabí, constatando que la mayoría de las marcas de agua (no especificadas) presentaron altos niveles de la bacteria E. coli, con rangos que oscilaron entre 1,73 y 8,77 NMP/100 mL, incumpliendo los requisitos microbiológicos del agua purificada envasada estipulada por la normativa NTE INEN 2200:2008 (<1,8 NMP/100 mL), atribuyendo que este tipo de contaminación se debe a la falta de higiene por parte del personal de almacenamiento o de distribución.
4. Discusión
4.1. Deterioro de la calidad del agua a causa de la contaminación microbiológica
Buitrón Cisneros (2009) sostiene que en el Ecuador existe un grave problema de contaminación y destrucción de las fuentes de agua. Se estima que la mayoría de los ríos por debajo de los 2.000 m s. n. m. se encuentran contaminados, situación atribuida a que el 92 % de los municipios del país carecen de sistemas de tratamientos de basura y de aguas servidas, razón por la cual las descargas se realizan en cuerpos de agua dulce.
Bravo-Moreira et al. (2016) y Campaña (2017) sustentaron que esta situación es agravada por los asentamientos urbanos, y también por los sectores rurales, en donde las defecaciones de los animales domésticos y silvestres, son realizadas a campo abierto y por acción de las escorrentías son arrastradas hasta los ríos. Cedeño-Muñoz (2020b) sostiene que cerca de la mitad de los humedales del planeta se han perdido, y más del 20 % de las 10.000 especies conocidas de agua dulce en el mundo se han extinguido, mientras que otras se encuentran amenazadas.
Uno de los parámetros importantes tomados en consideración para la evaluación de la calidad del agua se fundamenta en el análisis microbiológico, el cual permite detectar a organismos que poseen comportamientos similares a los patógenos, entre estos se encuentran las bacterias coliformes, las cuales representan un indicativo de contaminación. Los coliformes fecales constituyen un subgrupo de coliformes totales, aproximadamente el 95 % está representado por E. coli y ciertas especies de Klebsiella; estos patógenos pueden llegar a ser altamente nocivos e incluso ocasionar la muerte de las personas (Fontalvo Julio y Tamaris-Turizo, 2018; Ospina Zúñiga, 2015; Ríos Tobón et al., 2017).
La capacidad de reproducción de los coliformes fecales fuera del intestino de los animales homeotérmicos es favorecida por condiciones apropiadas de pH, humedad, temperatura, materia orgánica y otras (Aceves Zayas, 2018; Chacón y García, 2018; Fernández-Santisteban, 2017; Quingaluisa Parra, 2019). Sin embargo, E. coli representa la especie más abundante dentro del grupo coliformes fecales, por tal razón, es empleada como bioindicadora a escala mundial (Bianchi et al., 2014; Daly et al., 2013).
4.2. Impactos de la contaminación microbiológica sobre el medio ambiente
Meshesha et al. (2020) sustentaron que los altos niveles de carga orgánica disminuyen las concentraciones espaciales de oxígeno disuelto (OD) en relación con la tolerancia mínima de algunos peces, amenazando la supervivencia.
Cardozo et al. (2018) sostienen que E. coli no es un habitante natural de la microbiota de los peces como sucede con otras especies, sin embargo, puede presentarse en su intestino debido a la elevada exposición a los ambientes contaminados. Esta bacteria presenta cepas patógenas con potencial zoonótico, ocasionando virulencia en humanos, bovinos, ovinos y porcinos, tal es el caso de E. coli shigatoxigénica (STEC) y E. coli enteropatógena (EPEC).
Su presencia no solo amenaza a los seres humanos, sino también a los reptiles y a los animales endotérmicos. La distribución puede ocurrir por medio del agua o sedimentos de los ríos penetrando a organismos acuáticos a través de la absorción (branquias) o por consumo de alimentos contaminados, afectando a distintos órganos, como el hígado, branquias, piel, tejido muscular y el intestino (Bianchi et al., 2014; Dang y Dalsgaard, 2012; Ribeiro et al., 2015).
Abdel-Latif y Sedeek (2017) estudiaron la diversidad de enterobacterias recuperadas a partir de peces cultivados (Oreochromisniloticus) en “Egipto”, determinando alrededor de 144 cepas bacterianas, asociadas a especies enfermas ocasionándoles septicemia general, signos hemorrágicos, ulceraciones cutáneas, necrosis en el hígado, congestiones en las branquias y el bazo. Entre los patógenos vinculados a esta problemática se encuentran: E. coli, Enterobacter cloacae, Proteus vulgaris, Proteus mirabilis, Providencia sp., Salmonella sp., Shigella sp., entre otras.
En reptiles, como el cocodrilo se han observado lesiones cutáneas, además de la muerte por septicemia a causa de la enterobacteria Serratia fonticola, patógeno oportunista en especies inmunológicamente comprometidas. Este microorganismo presenta una extensa distribución en ambientes acuáticos, suelo y excrementos de aves silvestres (García et al., 2008).
Pernía et al. (2019) evaluaron los efectos de la contaminación sobre los manglares del Ecuador, constatando, entre los principales problemas: elevadas concentraciones de coliformes fecales, totales, bacterias como E. coli y Salmonella sp., situación que también fue agravada por la presencia de metales pesados y residuos sólidos, lo que ha ocasionado deformaciones, tumoraciones en especies de cangrejos y peces, y finalmente su muerte.
Cabe mencionar que la salud de un ecosistema acuático es esencial y no depende de su cantidad de agua, sino de su calidad, por lo tanto, es importante realizar monitoreos respectivos para proveer información sobre su condición (Rodríguez et al., 2018).
4.3. Impactos de la contaminación microbiológica sobre la salud pública
Cobeña-Zambrano y González-Arteaga (2020) sostienen que la calidad del agua varía a lo largo del año y está sujeta a continuos cambios producto de las acciones antrópicas de origen doméstico, agropecuario e industrial.
Viloria y Cañón Barriga (2016) e Izurieta et al. (2019) sustentaron que los posibles contaminantes biológicos de las fuentes de agua del Ecuador se asocian a los siguientes patógenos; bacterias (Campylobacter spp., E. coli, Helicobacter pylori, Legionella spp., Leptospira spp., Salmonella spp., Shigella spp., Vibrio cholera, Yersinia enterocolitica), virus (Rotavirus, Astrovirus, Norovirus, Hepatitis A, Hepatitis E, Coxsackie virus, Enterovirus, Polioviruses, Adenoviruses, Echoviruses), parásitos y algas contaminantes (Cryptosporidium spp, Giardia doudenalis, Entoameba histolitica, Balantidium coli, Geo helmintos, Cianobacterias) precursores de importantes enfermedades en los seres vivos.
Pauta-Calle et al. (2020) argumentaron que las bacterias como E. coli y los enterococos están relacionados directamente con enfermedades respiratorias, gastroenteritis, conjuntivitis, dermatitis, entre otras. Estos agentes han demostrado gran estabilidad en aguas marinas alcanzando un período de supervivencia de 0,8 y 2,4 días, respectivamente, razón por la cual se sugiere como indicador para vigilar la calidad del agua en playas de uso recreativo. Ocaña de Jesús et al. (2018) acotaron que, E. coli puede afectar la cadena productiva e incidir sobre la calidad e inocuidad alimentaria.
Ribeiro et al. (2015) mencionaron que la cepa patogénica E. coli EPEC, genera daños en las células epiteliales del intestino delgado de las personas, produciendo lesiones típicas, mientras que la cepa E. coli STEC, ocasiona colitis hemorrágica, insuficiencia renal aguda y secuelas crónicas superiores a la infección conduciendo a la muerte.
Rock y Rivera (2014) sustentaron que otro patógeno de importancia presente en los alimentos y agua contaminada es la bacteria Salmonella sp., precursora de la fiebre tifoidea y la Salmonelosis originando síntomas como: náuseas, vómitos, cólicos abdominales, diarrea y fiebre. Ríos Tobón et al. (2017) argumentaron que dentro del grupo de los parásitos se encuentran los protozoos y los helmintos; en el primer caso, sus formas parasitarias (quistes u ooquistes y trozofoitos) pueden ser retenidos durante el proceso de filtración del sistema de tratamiento de aguas. Por ejemplo, los ooquistes de Cryptosporidium spp., pueden permanecer viables hasta 140 días y resistir a desinfectantes corrientes (clorados) razón por la cual se dificulta su manejo. Este oportunista produce enfermedades diarreicas, incluso, muertes en niños, ancianos y pacientes inmunodeprimidos (Ríos Tobón et al., 2017).
Rock y Rivera (2014) acotaron que, a causa este parásito (Cryptosporidium spp.), en 1993 se generó una de las epidemias más grandes en Milwaukee, Estados Unidos, la cual infectó a más de 400.000 personas y ocasionó la muerte a más de 100 individuos. Esto se debe a que las fuertes lluvias inundaron llanos agrícolas en Wisconsin y produjeron escurrimientos hacia el río que abastecía de agua potable a la ciudad (Milwaukee). La planta de tratamiento no tuvo éxito rotundo sobre su control debido a la resistente capa exterior del parásito.
Respecto a Ecuador, el panorama que se vive en torno a esta temática es crítico, García-Loor et al. (2020) realizaron un análisis acerca de las plantas purificadoras y la realidad del agua embotellada en la ciudad de Portoviejo. Su estudio demostró que las unidades investigadas no cumplen con las “condiciones higiénicas sanitarias” (CHS nivel I y II), careciendo de procedimientos asépticos y de un sistema adecuado para el control de plagas, factor que está desmejorado por la falta de personal técnico capacitado.
Cobeña-Zambrano y González-Arteaga (2020) sustentaron que en muchos casos la infraestructura del sistema de captación, almacenamiento y distribución es obsoleta y deficiente, no obstante, el líquido vital que llega a los hogares no es apto, más aún, la situación empeora cuando los habitantes tienen la costumbre de ingerir agua no tratada procedente del estero o del grifo, vulnerando la salud de las personas, especialmente, aquellas que poseen entre 20 y 65 años, quienes optan por este hábito.
Lucas Vidal y Carreño Mendoza (2018) evaluaron la calidad de agua de consumo humano en las comunidades del cantón Bolívar de Manabí (microcuenca carrizal), determinando que los mayores riesgos microbiológicos están asociados a las comunidades “Balsa en Medio” y “Severino”. No obstante, el menor riesgo de contaminación lo representa la comunidad “Julián”.
Otro de los impactos en el aspecto social es la restricción de actividades turísticas (pesca deportiva y la natación) a causa de la contaminación, como sucede con el río Jipijapa, que reporta alta contaminación a causa de la bacteria E. coli, parásitos y diatomeas especialmente el cauce cercano a la zona céntrica de la ciudad, sin embargo, las partes extremas de la vertiente se encuentran menos contaminadas (Sánchez Guaranda et al., 2018).
Baque Mite et al. (2016) argumentaron que otro factor potencial que afecta su calidad es la presencia de agentes químicos, así como metales pesados, procedentes de fuentes industriales, agrícolas y de escorrentía urbana, tal es el caso de los organofosforados y carbamatos, precursores del cáncer, daño de órganos, alteraciones en el sistema nervioso, médula espinal, etc.
4.4. Políticas públicas ambientales: derechos de la naturaleza
En el Ecuador se ha prestado poca atención a la degradación de cuerpos hídricos, y se han realizado esfuerzos mínimos para dar solución a esta problemática, lo que ha conllevado al deterioro de muchos afluentes importantes (Pino et al., 2021). A pesar de la multiplicidad de disposiciones jurídicas, no existe la rigidez necesaria para sancionar a entes responsables sometiéndolos a pagos por medio del impuesto ambiental (Antúnez Sánchez y Guanoquiza Tello, 2019).
La Constitución de la República del Ecuador, capítulo 7º, art. 71, establece los derechos de la naturaleza como una prioridad para garantizar el “buen vivir” de las personas en un ambiente natural, sano y sin contaminación. De la misma forma, el art. 72 respalda los derechos de la naturaleza cuando esta sea intervenida a causa de las actividades socioeconómicas. En caso de generar impactos ambientales, los causantes deberán tomar las medidas de mitigación y restauración hacia el entorno.
Por su parte, en el art. 36 de la Sección Tercera de la Gestión y Administración de los Recursos Hídricos, de la Ley Orgánica de Recursos Hídricos, Usos y Aprovechamiento del Agua, se manifiesta que, el Estado a través de su máxima autoridad, que es el Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica [MAATE], tiene el deber de promover y garantizar el derecho al agua, regular sus usos, aprovechamiento y las acciones para preservarla en cantidad y calidad, sean estos, ecosistemas marino costeros, altoandinos y amazónicos, especialmente páramos, humedales y todos aquellos que almacenen agua, regularizado mediante un manejo sustentable a partir de normas técnicas y parámetros de calidad.
Terneus Jácome y Yánez-Moretta (2018) sustentan que el MAATE mediante el TULSMA, debe someterse a las disposiciones planteadas aplicándose obligatoriamente en el territorio nacional. Los siguientes criterios que aborda la norma técnica se fundamentan en el Libro IV, Anexo 1, en donde se citan:
Los límites permisibles, disposiciones y prohibiciones para las descargas en cuerpos de aguas o sistemas de alcantarillado.
Los criterios de calidad del agua para sus distintos usos.
Los métodos y procedimientos para determinar la presencia de contaminantes en el agua.
Por medio de esta estructura legal se ha intentado regular y administrar el uso adecuado del recurso hídrico. No obstante, es importante fortalecer el elemento técnico para potencializar la eficacia, eficiencia y operatividad de estas iniciativas.
5. Conclusiones
Se concluye que existen varios estudios sobre la contaminación del agua, los cuales se encuentran sustentados por diversos resultados. En este sentido, la presencia de coliformes fecales ha sido uno de los problemas más influyentes en el deterioro de los cuerpos de agua, lo que inhabilita el uso para determinadas actividades, tales como, el abastecimiento, la extracción de los recursos ictiológicos, las actividades turísticas, entre otras. No obstante, esta situación es agravada por la presencia de agentes químicos nocivos para el ecosistema y la salud pública.
Es importante mencionar que su calidad puede variar en función del manejo, tiempo y el ambiente, razón por la cual es necesario realizar un monitoreo de los recursos hídricos para conocer la situación actual de los cuerpos de aguas en distintos lugares del país, realizar los análisis correspondientes, fortalecer la educación de la sociedad, diseñar nuevas estrategias poniendo en conocimiento a las instituciones delegadas. Es evidente que, aunque existan las disposiciones jurídicas, estas no son cumplidas ni supervisadas por las autoridades competentes, razón por la cual es necesario que haya rigidez con la finalidad de precautelar la calidad del patrimonio líquido vital y mejorar las condiciones de vida.
Contribuciones de los autores
Jessica Daniela Zambrano Mero: conceptualización, investigación principal, metodología, recursos, redacción – borrador original, administración del proyecto.
Alex Gabriel Delgado Párraga: investigación de apoyo, curación de datos, redacción – revisión y edición.
Emely Tatiana Zambrano Mero: visualización, validación, redacción – revisión y edición de apoyo.
Sofía Lorena Peñaherrera Villafuerte: supervisión, validación, redacción – revisión y edición final.