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Estoa. Revista de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Cuenca

versión On-line ISSN 1390-9274versión impresa ISSN 1390-7263

Estoa vol.11 no.21 Cuenca ene./jun. 2022

https://doi.org/10.18537/est.v011.n021.e01 

Editorial

La emancipación del espacio

The emancipation of space

Pedro Jiménez-Pacheco1 

1 Universidad de Cuenca, Ecuador, pedro.jimenezp@ucuenca.edu.ec


El último árbol del planeta lo talará un proyecto de energía sostenible (Gustavo Duch, 2020)

Si hay algo que ha movilizado a las editoriales recientes de Estoa es que cada una ha sido pensada como si fuera la última. Por esta razón, han procurado ubicarse en el centro de antiguas discusiones sobre el giro espacial en las ciencias sociales y las humanidades, iniciadas en la segunda mitad del siglo anterior y lamentablemente repelidas por la eficacia del experimento neoliberal. Varias cuestiones han sido tratadas, entre ellas, la verdad, la democracia, la universidad y la participación social. Este clivaje en el ejercicio editorial sirve para señalar el camino por donde no podemos dejar de transitar y permite sacar a relucir dos preocupaciones alrededor de la producción del espacio, tanto en el orden global como en el bloque regional. Por un lado, los desafíos globales de la arquitectura y el urbanismo en medio de la crisis ecológica mundial, y por otro, la responsabilidad de hallar potenciales salidas regionales que infrinjan los modelados espaciales de siglos de colonialidad y patriarcado en la producción espacial.

Es probable que no tengamos ninguna garantía de que, al conocer la verdad ecológica, se generen respuestas socialmente justas, dado que enfrentamos décadas de señales inobjetables acerca del desbaratamiento de las condiciones físicas del planeta, palpables en las inclemencias del clima y las catástrofes ambientales acontecidas tanto en el norte como sur globales. En este contexto, se vive con incertidumbre sobre diversos escenarios de colapso sin opciones para la mayoría social, pero también escenarios de transición tecnocapitalista con beneficios eminentemente corporativos, y otros de transformación cultural, que proponen reducir nuestro horizonte de crecimiento. Así, la arquitectura y el urbanismo -traídos desde la posmodernidad hasta el primer cuarto de siglo XXI- no han conseguido ponerse de acuerdo para adoptar una postura unificada sobre estos desafíos.

Y es que la herencia de la era industrial que impuso la mercantilización del suelo se mantiene intacta; y se ha sofisticado, hasta el punto de aniquilar cualquier posibilidad de pensar la producción del espacio urbano o arquitectónico fuera del circuito del capital inmobiliario, encontrando su realización en la financiarización de la vida cotidiana, mediante estrategias de endeudamiento masivo en vivienda para el beneficio sin límites del sistema bancario. Y es aquí, cuando las soluciones espaciales que se proponen para salir de la crisis no están resolviendo la grave huella que deja la industria de la construcción o la urbanización planetaria. Al parecer, tampoco los grandes proyectos de cambio de la matriz energética, apalancados por inversiones tecnológicas en el mundo rural, estarían contrarrestando el peso de las infraestructuras territoriales. En este trayecto, no son menores las condiciones de violencia que atraviesan los ritmos urbanos desde una perspectiva de género, cuando además del tormento doméstico, mujeres en todas partes del mundo no pueden estar ni sentirse seguras en las calles de sus ciudades.

Aún con los botones institucionales en manos de tomadores de decisiones que gobiernan apelando a buenos propósitos, somos presa fácil de salidas en falso. Ya que esas decisiones siguen privilegiando a la propiedad privada sobre los bienes comunes, mientras sucumben a las trampas del poder inmobiliario con apego a las máximas rentabilidades, atrapadas en el mantenimiento de un sector parasitario, la ilusión ecoeficiente y la financiarización generalizada del espacio por el recurrente chantaje de la generación de empleo.

Y si de salidas fraudulentas se trata, el extractivismo se acentúa como política de tradición colonial para sostener y acrecentar los procesos de acumulación generadores de miseria y desgracia en territorios de dominación transnacional. Casa adentro, al concentrarse la pobreza urbana, se profundiza su criminalización y estigmatización en el espacio, vía estrategias de clase e higienismo urbano. Luego, sobre estos conflictos recae la idea del urbanismo táctico o intersticial (bien intencionado), pero que por sí solo no puede reemplazar a la planificación a gran escala y hacer frente a los problemas estructurales del espacio neoliberal.

Asistimos a la confluencia de retos que conminan el reemplazo del consumo de combustibles fósiles por energías limpias, pero a costa de una especie de neocolonización del mundo rural. Sin embargo, esto no es tan popular como el consumo improductivo del espacio por la presión turística. Industria considerada un motor económico para el despliegue de mecanismos de apropiación espacial por el capital inmobiliario, profundizando los procesos de desposesión social hacia un futuro híper-rentista. Al totalitarismo de las salidas erráticas se ha sumado el problema de salud en las ciudades, situación que no necesariamente implicaba salir corriendo a rellenar el vacío del campo, desencadenando una extraña gentrificación rural. Esta transitoriedad viene acompasada por dolorosas olas migratorias en todos los continentes.

Desde la esfera de nuestras preocupaciones, lo posibleimposible se presenta entonces como un llamado a quienes producen el paisaje construido, en un escenario próximo de escasez material y energética que nos deja dos opciones en el horizonte: o bien se opta por compartir lo que hay, o bien se perpetúa un modelo para mantener los niveles de consumo del norte global a expensas del resto de territorios. Así, mientras los políticos de siempre meten las manos en la arquitectura y el urbanismo, lo que se necesita es que estas asignaturas transmuten hacia una nueva política del espacio, reclamando el derecho a la ciudad y la vivienda como una práctica social más allá de consensos normados e instituidos. En esos términos, el diseño arquitectónico y urbanístico debe asumir la rebelión del espacio vivido en un ejercicio de humildad permanente.

La investigación en estas áreas debe insertarse con responsabilidad en el marco de unas políticas de emancipación inspiradas por la producción decolonial del espacio urbano y arquitectónico, esparciendo las posibilidades de un nuevo modelo de desarrollo, desprendido de las bases eurocéntricas y neoimperiales, así como de la lógica de la modernidad impuesta, y un patriarcado que jerarquiza el espacio por roles especializados en el tiempo. Hacia allá reflota la producción abierta del conocimiento en Estoa, despertando la construcción sensible de una ciencia del uso del espacio, patentada no únicamente por su actualidad, originalidad y una rigurosa revisión por pares, sino guiada por la justicia espacial.

Cómo citar este editorial/How to cite this editorial:

Jiménez-Pacheco, P. (2022). La emancipación del espacio. Estoa. Revista de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Cuenca, 11(21), 5-6 https://doi.org/10.18537/est.v011.n021.e01

Referencia bibliográfica

Duch, G. (2020, 27 de noviembre). Panfleto para la DesCivilización. Ctxt. Contexto y acción, (266) [ Links ]

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