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Roig-Vila, R., López-Padrón, A. y Urrea-Solano, M. (2023). Dependencia y adicción al smartphone entre el alumnado universitario: ¿Mito o realidad? Alteridad, (18)1, 34-47. https://doi.org/10.17163/alt.v18n1.2023.03
1. Introducción
El desarrollo de las telecomunicaciones en las últimas décadas ha provocado que la telefonía móvil, y en particular el smartphone, se convierta en una herramienta esencial en nuestra vida cotidiana (Seel, 2022), vinculada a lo digital (Pangrazio y Sefton-Green, 2021). Las múltiples prestaciones que presenta han expandido notoriamente su uso, de modo que, hoy en día, más del 78 % de la población mundial dispone de un dispositivo de estas características (Statista, 2022). De hecho, en países como España, el uso de los teléfonos móviles inteligentes ha crecido un 102 % durante los últimos diez años (Europa Press, 2021). Algunas de las razones que explican esta notable extensión radican precisamente en las posibilidades casi ilimitadas que ofrece para comunicarse y participar en la sociedad (Cabero-Almenara et al., 2019; de Almeida y Cabero, 2020; de Sousa et al., 2022; Navarro-Mateos y Pérez-López, 2022; Roig-Vila et al., 2021a; Roig-Vila et al., 2021b; Salcines-Talledo et al., 2020); potencialidades de las que se ha tomado conciencia, sobre todo, durante la reciente pandemia (Stevic et al., 2022). Así, se ha podido constatar que el uso del smartphone puede resultar especialmente útil para mejorar la atención sanitaria (Piaggio et al., 2022), la integración social (Jansen-Kosterink et al., 2020; Roig-Vila et al., 2020a) e, incluso, para potenciar el desarrollo turístico y urbano de las ciudades y comunidades rurales (Javed et al., 2021; Voda et al., 2022).
Sin embargo, el uso desmedido y desproporcionado de este tipo de dispositivos, u otros similares (Gómez et al., 2021), puede resultar también especialmente negativo para el estado de salud de sus usuarios (Sohn et al., 2019). Como resultado de ello, se ha propuesto un conglomerado de términos que aluden a los efectos derivados del consumo abusivo del smartphone. Entre otros, se puede destacar tecnoestrés (Yao y Wang, 2022), smombies (Hasan y Hasan, 2022), phubbing (Al-Saggaf y O’Donnell, 2019; Han et al., 2022; Lai et al., 2022; Ríos et al., 2021), vamping (Vedova et al., 2022), Fear of missing out (FOMO por sus siglas en inglés) (Çatiker et al., 2021; Li et al., 2022) y nomofobia (Kara et al., 2021). Este último concepto, surgido de la abreviatura de NO MObile PHone phoBIA, remite al temor que genera la imposibilidad de utilizar el teléfono móvil y que, en la práctica, puede llegar a provocar respuestas notablemente desadaptativas en el sujeto (Aguilera-Manrique et al., 2018; Anshari et al., 2019; Bekaroğlu y Yilmaz, 2020; Elhai et al., 2020; Zwilling, 2022), tales como ansiedad, estados depresivos, desequilibrios emocionales o problemas de sueño y de alimentación (Elhai et al., 2017; Jahrami et al., 2021; Rodríguez-García et al., 2020). Ante esta situación, y con el fin de indagar en la capacidad adictiva de este tipo de herramientas, este estudio se propuso identificar el perfil de uso del smartphone entre el estudiantado universitario y, en segunda instancia, determinar si este resulta de carácter problemático.
La población estudiantil, y en especial el alumnado universitario, constituye uno de los sectores que más utiliza este tipo de dispositivos (Ditrendia, 2020), lo que lo convierte, a su vez, en uno de los colectivos más vulnerables ante este tipo problemas (Alosaimi et al., 2016; Jahrami et al., 2021; Marín et al., 2022; Martínez-Sánchez et al., 2020; Oviedo-Trespalacios et al., 2019; Romero y Aznar, 2019; Ruiz-Palmero et al., 2021; Yang et al., 2021). Una tendencia, además, que se ha visto acentuada por los problemas de aislamiento social experimentados durante la reciente pandemia (Zwilling, 2022). Su uso desadaptativo se encuentra íntimamente relacionado con el miedo que les genera quedar al margen de su red social o la pérdida de información, si no están frecuentemente conectados (Leonardi et al., 2006; Servidio, 2021; Yuan et al., 2021). Por ello, manifiestan una necesidad constante de consultarlo y tienen serias dificultades para silenciarlo o apagarlo en aquellas situaciones en las que su utilización no está permitida (Anshari et al., 2019). A esto se ha de añadir, además, el refuerzo que suponen las notificaciones recibidas en el dispositivo y que pueden acabar convirtiéndose en un elemento especialmente útil para relajarse y evadirse en determinados momentos de estrés (Canale et al., 2019; Panova y Lleras, 2016). Incluso en algunos casos pueden llegar a experimentar ansiedad por separación o el síndrome de la vibración fantasma, pese a no haber recibido ningún tipo de aviso (Sunitha et al., 2020). Cuando este tipo de conductas resultan excesivas y desadaptativas existe un elevado riesgo de que el rendimiento académico se vea afectado, así como de que se produzcan alteraciones del sueño, dificultades en la capacidad de concentración, conductas de riesgo al volante, un importante deterioro de la salud y, en los casos más graves, trastornos de carácter psicopatológico (Alkhateeb et al., 2020; Busch y McCarthy, 2021; Cachón-Zagalaz et al., 2020; Jahrami et al., 2021; Lin y Zhou, 2022; Romero-Rodríguez et al., 2020; Rozgonjuk et al., 2019).
Todo ello ha provocado que algunos estudios hayan indagado en la capacidad adictiva del teléfono inteligente. De hecho, para Simó et al. (2017) y Yu y Sussman (2020) el uso compulsivo y desadaptativo del smartphone formaría parte de las denominadas adicciones comportamentales, lo que explica que no aparezca recogida en la 5º edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (American Psychiatric Association, 2013). Este tipo de adicciones no precisa del consumo de ninguna sustancia, sino que el uso inadecuado del dispositivo genera cambios en las conductas del sujeto y en su capacidad de autocontrol, por lo que tendrá serias dificultades para regular su perfil de uso (Romero y Aznar, 2019). Entre otros aspectos, se ha podido constatar que las personas que presentan este tipo de problemas pasan una gran cantidad de tiempo conectados a su dispositivo (Romero y Aznar, 2019), lo que puede provocar síntomas muy similares a los que se manifiestan con otro tipo de adicciones (Pera, 2020). Uno de estos signos, según Ruiz-Palmero et al. (2019), es el síndrome de dependencia que puede ser definido como el impulso y deseo incontrolable por utilizar el dispositivo, incluso, en situaciones en los que este no está permitido; un trastorno frecuentemente manifestado por el alumnado universitario, especialmente aquel que se encuentra en las primeras etapas de sus estudios (Sharma et al., 2022). Pese a ello, todavía se trata de una adicción emergente, por lo que se precisa de investigación adicional en esta área (Cuesta et al., 2020; Yu y Sussman, 2020).
Como consecuencia de todo ello, algunos estudios se han centrado en examinar el patrón de uso del smartphone entre el estudiantado universitario. Así, se ha podido constatar que los alumnos del sur de Europa, en concreto de Italia y de España, suelen poseer una menor autopercepción del uso problemático que sus iguales de los países del norte, como Reino Unido o Bélgica (López-Fernández et al., 2017). Además, el empleo del smartphone como recurso didáctico es mucho más reducido en los países mediterráneos, utilizándose sobre todo para la comunicación, la interacción y el ocio. En esta misma línea, Marín-Díaz et al. (2020) pusieron de manifiesto la resistencia del alumnado español y colombiano a la hora de catalogar su patrón de uso como excesivo. Por otra parte, la investigación de Panova et al. (2020) con estudiantes de Estados Unidos, España y Colombia permitió evidenciar que, si bien el consumo era similar en los tres países, en España los servicios de mensajería instantánea podían llegar a convertirse en un importante elemento estresor para sus usuarios. A la vista de tales antecedentes, y teniendo en cuenta la responsabilidad de las instituciones de Educación Superior para prevenir las conductas adictivas del alumnado, el presente estudio se realizó con dos objetivos: (1) identificar el perfil de uso del smartphone entre el alumnado universitario y (2) determinar si este resulta de carácter problemático.
2. Método
Se utilizó una metodología cuantitativa y un diseño no experimental (Campbell y Stanley, 1963), con los que se llevó a cabo un estudio de tipo descriptivo (Hernández y Mendoza, 2018).
2.1 Participantes
La muestra, no probabilística, se conformó mediante un muestreo por conveniencia (Etikan y Bala, 2017). En concreto, participaron 350 estudiantes de la Universidad de Alicante (UA) (España), que estaban matriculados en primero del Grado en Maestro en Educación Infantil y Primaria. Los motivos que justifican la elección de esta institución, como contexto de análisis, radican en su política desarrollada durante los últimos años para integrar las herramientas digitales en las aulas. En este sentido, se ha de destacar el especial interés de la UA por la utilización de este tipo de dispositivos para maximizar las posibilidades de las metodologías didácticas activas, como la gamificación (Ferriz-Valero et al., 2020) o la clase invertida (Sentana-Gadea et al., 2121).
Atendiendo al perfil sociodemográfico de la muestra, el 75,4 % de los sujetos era menor de 20 años, el 76,3 % estaba cursando el Grado en Maestro en Educación Primaria y el 75,7 % era mujer, lo que resulta coherente con la feminización propia de esta área de conocimiento en España (Instituto Nacional de Estadística, 2022). Además, casi la totalidad de participantes poseía un smartphone (99,7 %) y más de la mitad reconoció utilizarlo durante un periodo diario de cuatro horas o más (55,1%), resultados alineados con el estudio de Salcines-Talledo et al. (2020).
2.2 Instrumento
Los datos fueron recogidos mediante la escala diseñada por Bianchi y Phillips (2005), cuyo objetivo es conocer el posible uso problemático del smartphone entre la población adulta. En concreto, se seleccionó la adaptación del instrumento realizada por López-Fernández et al. (2012), dada su amplia utilización en el contexto español y, de manera específica, con el alumnado universitario (Capilla y Cubo, 2017; de-Sola et al., 2019; Marín et al., 2018; Ruiz; 2016). Esta es una escala Likert con 5 opciones de respuesta, que fluctúan de 1 (“Totalmente en desacuerdo”) a 5 (“Totalmente de acuerdo”). Los rangos oscilan de 27 a 135 puntos, de forma que una mayor puntuación se vincula con un uso más problemático del smartphone. A los 27 ítems que integran la escala, se añadieron cinco preguntas cerradas. El objetivo de estas era recopilar información de tipo sociodemográfico: sexo, edad, titulación, si los participantes disponían de un smartphone y, en caso de ser así, el tiempo medio de uso en su vida diaria. El instrumento definitivo presentó un elevado índice de fiabilidad interna. El análisis del Alpha de Cronbach arrojó un valor de α = .905 para el conjunto de los ítems. Para facilitar la difusión y el tratamiento de los datos, la escala se construyó con Google Forms.
2.3 Procedimiento y análisis
En un principio, el equipo investigador se puso en contacto con el profesorado del Departamento de Didáctica General y Didácticas Específicas (UA) que imparte docencia en el primer curso de las titulaciones anteriormente mencionadas. El objetivo era pedir su colaboración en el estudio. De estos, siete respondieron positivamente y permitieron la administración del cuestionario a su alumnado. El instrumento se aplicó de manera individual, durante el horario lectivo y con la presencia de uno de los miembros del grupo de investigación. Este fue el responsable de comunicar al alumnado, antes de la aplicación de la escala, los objetivos del estudio, el carácter voluntario de la participación y la confidencialidad y anonimato de sus respuestas. Esta misma información, junto con el consentimiento auto informado, se recogía también en la cabecera del instrumento. Cabe señalar además que, durante todo el proceso, se tuvieron en cuenta las directrices de la Declaración de Helsinki y las indicaciones establecidas por el Comité de Ética de la Investigación de la UA (https://cutt.ly/P1g6IBV). Para facilitar la cumplimentación del cuestionario, se creó un código QR asociado a la encuesta. Durante la recogida de los datos, este se proyectó en cada una de las aulas, permitiendo que el alumnado lo escaneara con su smartphone. El tiempo medio de cumplimentación del instrumento osciló entre los 15-20 minutos aproximadamente.
Una vez registradas las respuestas, los datos se tabularon y trataron estadísticamente con el programa IBM SPSS para Windows (versión 25). En concreto, se llevó a cabo un estudio descriptivo para identificar las medidas de tendencia central, de posición y de dispersión del conjunto de los datos.
3. Resultados
Los hallazgos se presentan con base en los objetivos planteados. Por ello, en un principio, se muestran los resultados del estudio descriptivo y, en última instancia, se recogen los relativos al perfil de usuario.
3.1 Uso problemático del smartphone
Tal y como se recoge en la tabla 1, el smartphone constituye un dispositivo notablemente utilizado por el alumnado universitario, ya que el 97,1% de los encuestados afirmó que la práctica totalidad de sus amistades disponía de este tipo de dispositivos. De hecho, un notable número de estudiantes reconoció que, en ocasiones, este se convierte en un medio para evitar la soledad y comunicarse con otras personas (67,4 %). Además, más de la mitad consideró que, si no cuenta con él, difícilmente podrá contactar con su entorno más cercano (53,1 %). Por otra parte, se ha de subrayar que un elevado porcentaje de participantes admitió dedicar más tiempo del que quisiera a sus dispositivos (51,7 %). En cambio, mostraron un posicionamiento más indeciso respecto a la posibilidad de priorizar el empleo del smartphone frente a otras tareas (48,6 %), la pérdida de horas de sueño (48 %), el aumento del tiempo de uso durante el último año (42,8 %) o su utilización como fuente de bienestar (38,3 %).
De manera paralela, el alumnado rechazó la posibilidad de experimentar dificultades para desconectarlo (43,2 %) o haber recibido críticas, por parte de sus familiares y amistades, como consecuencia de su uso desproporcionado (52,2 %). De hecho, afirmaron que no les preocupaba la idea de perderse una llamada por no estar localizables (53,1 %). De acuerdo con sus respuestas, tampoco experimentaban nerviosismo por no poder consultar los mensajes (53,7 %), así como por no disponer de tiempo para atender las cuestiones relacionadas con el smartphone (58,6 %). También rechazaron la idea de no ser capaces de dedicar menos tiempo al dispositivo (61,1 %) o que a sus amistades no les guste que lo tengan desconectado (65,7 %). Por otra parte, negaron que su rendimiento académico se hubiera podido ver afectado por el tiempo dedicado al smartphone (66 %) o haber estado en apuros por utilizarlo cuando no estaba permitido (66,6 %). Una resistencia, aún mayor, mostraron respecto al hecho de experimentar molestias asociadas al uso del dispositivo (76 %) y haber tenido un gasto económico excesivo por su uso abusivo (78,6 %). Especialmente significativa fue su oposición ante el hecho de intentar ocultar el tiempo dedicado al smartphone (88 %) y, sobre todo, a tener ensoñaciones con él (97,1 %), siendo estos dos ítems aquellos que obtuvieron las puntuaciones medias más reducidas del instrumento.
3.2 Tipología de usuario del smartphone
Para identificar el perfil de usuario del smartphone se tomó como referencia el criterio estadístico utilizado en estudios anteriores de juego patológico (de-Sola et al., 2019; López-Fernández et al. 2012; Ruiz, 2016). Este se basa en la definición de tres percentiles (15, 80 y 95), que dan lugar a cuatro patrones: (1) consumidor ocasional, (2) consumidor habitual, (3) consumidor en riesgo y (4) consumidor problemático (Chow et al., 2009). En este caso, los percentiles se establecieron con base en las puntuaciones de la suma del conjunto de los ítems que conforman el cuestionario (PC15 = 46; PC80 = 74 y PC95 = 88). De acuerdo con ello, más de la mitad de los participantes se definieron como usuario habitual, mientras que el 33,71 % de la muestra se clasificó dentro de un perfil en riesgo o problemático (figura 1).
4. Discusión y conclusiones
La transformación digital que está experimentando la sociedad contemporánea, producto del creciente desarrollo de las tecnologías emergentes, ha provocado que el smartphone se haya convertido en una herramienta habitual, sobre todo entre la población juvenil (Roig-Vila et al., 2020b). Sin embargo, su uso desproporcionado puede generar, en algunos casos, adicción y dependencia, interfiriendo negativamente en el comportamiento del sujeto y suscitando conductas desadaptativas (Aguilera-Manrique et al., 2018; Alkhateeb et al., 2020; Alosaimi et al., 2016; Busch y McCarthy, 2021; Elhai et al., 2020; Jahrami et al., 2021; Lin y Zhou, 2022; Rozgonjuk et al., 2019; Sohn et al., 2019). Desde esta perspectiva, el presente estudio se propuso: (1) identificar el perfil de uso del alumnado universitario respecto al smartphone y (2) determinar si este resulta problemático.
En cuanto al primer objetivo, los hallazgos evidenciaron que casi todas las amistades de los encuestados tenían un smartphone, lo que manifiesta que este se ha convertido en una de las herramientas más utilizadas por la población estudiantil para interactuar y socializarse (Alosaimi et al., 2016; Capilla y Cubo, 2017; Marín et al., 2018; Ruiz-Palmero et al., 2021). Las posibilidades que ofrece a la hora de crear nuevos entornos de comunicación y participación provocan que, en la práctica, este constituya un recurso especialmente útil para que los jóvenes puedan construir sus relaciones interpersonales (Cabero-Almenara et al., 2019; Capilla y Cubo, 2017; Jansen-Kosterink et al., 2020; Jahrami et al., 2021; Oviedo-Trespalacios et al., 2019). Prueba de ello es que los participantes afirmaron haber utilizado su smartphone para contactar con otras personas en caso de sentirse solos o aislados; resultados concomitantes con aquellos estudios que manifiestan que el uso de este tipo de dispositivos puede convertirse en una estrategia para evadirse de la soledad y de los estados semi depresivos (de-Sola et al., 2019; Leonardi et al., 2006). No obstante, y pese a la relevancia concedida al smartphone, el alumnado se abstuvo de calificar su perfil de uso como adictivo o problemático. De hecho, no consideraron que el tiempo que le dedican resulte excesivo ni tampoco apreciaron molestias asociadas a su utilización. Un posicionamiento similar fue hallado previamente por Marín-Díaz et al. (2020) y Roig-Vila et al. (2020b), en cuyos estudios el alumnado universitario se mostró reacio a tipificar su patrón de uso como desproporcionado. Este comportamiento podría estar relacionado con la creciente integración del smarpthone en la vida cotidiana del estudiantado, sobre todo durante la reciente pandemia, lo que podría llevarle a normalizar su uso (Roig-Vila et al., 2021a; Zwilling, 2022).
De acuerdo con ello, los participantes rechazaron la posibilidad de presentar nomofobia. De hecho, no les preocupaba quedarse al margen de lo que ocurría en su entorno social por no consultar regularmente su dispositivo, tener que apagarlo o sentirse perdidos cuando no podían utilizarlo. Es más, según sus respuestas, nunca habían recibido críticas de sus amistades o familiares por un uso excesivo del smartphone ni tampoco habían llegado a soñar con él. Si bien estos resultados se alinean con los obtenidos por Roig-Vila et al. (2020b), difieren de los hallados en otros estudios previos, que evidencian las graves consecuencias que puede llegar a generar su uso desproporcionado en el aprendizaje, la capacidad atencional, el tiempo de descanso y la salud física y mental (Anshari et al., 2019; Busch y McCarthy, 2021; Cachón-Zagalaz et al., 2020; Jahrami et al., 2021; Lin y Zhou, 2022; Romero-Rodríguez et al., 2020). Por tanto, y a la vista de tales divergencias, se precisa de una investigación adicional para clarificar estas posibles discrepancias en la autopercepción del alumnado universitario.
Respecto al segundo de los objetivos, aunque un nutrido número de participantes reconoció estar en riesgo de usar el smartphone de manera abusiva, más de la mitad se identificó como usuario habitual. Si bien estos hallazgos resultan ligeramente inferiores a los hallados por Marín et al. (2018), superan los encontrados por Roig-Vila et al. (2020b) y Ruiz (2016) en sus respectivos estudios. En este sentido, se ha de tener en cuenta que el instrumento utilizado para la recogida de los datos era de autoinforme, por lo que, dado el carácter controvertido de las preguntas, las respuestas de los participantes podrían haber estado mediatizadas por algún tipo de sesgo de deseabilidad social (Elhai et al., 2020; Carbonell et al., 2018; Krumpal, 2013). Por ello, se plantea la necesidad de realizar estudios complementarios en esta línea.
Aunque esta investigación contribuye a mejorar los conocimientos en esta área, no está libre de posibles limitaciones. La primera limitación se refiere al hecho de que solo se utilizó un único instrumento de recopilación de datos, siendo este además de autoevaluación. Por esta razón, se propone el uso de técnicas de recogida de información complementarias, como el registro del consumo de datos o la organización de grupos de discusión con el entorno más inmediato del estudiantado. De este modo, se podrá triangular la información y obtener una imagen más realista del perfil de uso del smartphone entre el alumnado universitario. Asimismo, y de acuerdo con Aguilera-Manrique et al. (2018), sería recomendable tener en cuenta el contexto sociofamiliar de estudiantes en futuras investigaciones, ya que este podría haber influido en sus prácticas de uso. Por otra parte, los resultados de la investigación se circunscriben, únicamente, al alumnado de Ciencias Sociales, en concreto, de Educación, lo que dificulta la posibilidad de extrapolar los resultados a otras áreas de conocimiento. Por ello, se sugiere ampliar el estudio a otras disciplinas e instituciones, con el objetivo de contrastar las posibles diferencias con otras realidades y contextos. Otra limitación del estudio a tener en cuenta es el predominio femenino en la composición de la muestra. El número más elevado de alumnas entre los participantes puede haber influido en los resultados del estudio, dado que se constatado que el uso del dispositivo también se encuentra afectado por la ideología de género (Ruiz-Palmero et al., 2019). Por todo ello, estas nuevas investigaciones deberán analizar, además, las discrepancias existentes según la edad de los encuestados, el sexo y el nivel cursado, ya que de este modo se podrá definir un perfil más preciso y ajustado del uso desadaptativo del smartphone entre el alumnado universitario.
Sin embargo, y pese a las debilidades anteriormente mencionadas, este estudio complementa el conocimiento existente en torno al uso problemático del smartphone, a la vez que propone nuevas líneas de investigación. Se puede concluir que el alumnado universitario se autopercibe como usuario habitual y, por tanto, rechaza la idea de que su comportamiento pueda ser catalogado como dependiente o adictivo. Pese a ello, no se puede ignorar que se trata de un estudio de autoinforme y de que un notable porcentaje de estudiantes reconoce estar en riesgo, por lo que, si no se diseñan acciones educativas para favorecer su uso equilibrado y racional (Martínez-Sánchez et al., 2020), la adicción al smartphone será una inminente realidad.
Estas actuaciones resultarán básicas para integrar adecuadamente el smartphone en las aulas universitarias y, de este modo, poder aprovechar todas las potencialidades que ofrece para la transformación digital y la construcción colaborativa de conocimientos (Veytia et al., 2018). Estas iniciativas deben servir, además, para promover el uso responsable y sostenible de este tipo de dispositivos entre las generaciones más jóvenes, evidenciando las consecuencias que su utilización desproporcionada y abusiva puede llegar a generar en la salud física y mental.