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ALTERIDAD.Revista de Educación

versão On-line ISSN 1390-8642versão impressa ISSN 1390-325X

Alteridad vol.13 no.2 Cuenca Jul./Dez. 2018

https://doi.org/10.17163/alt.v13n2.2018.05 

Monográfica

Acoso sexual en las universidades ecuatorianas: validez de contenido de un instrumento de medición

Sexual harassment in Ecuadorian universities: content validation for instrument development

1Profesora e Investigadora de la Universidad Politécnica Salesiana, Ecuador

2Profesora Invitada de la Universidad Andina Simón Bolívar, Ecuador

3Director Ejecutivo de la Fundación DONUM y Máster en Desarrollo por la Universidad Politécnica Salesiana, Ecuador

4Profesora-Investigadora de FLACSO, Ecuador

5Profesor de la Universidad Politécnica Salesiana (Ecuador), y de la Universidad Andina Simón Bolívar (Ecuador)

6Profesora y Coordinadora de investigación del Instituto de Altos Estudios del Ecuador, Ecuador

7Profesora Titular de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (Ecuador) y doctoranda por la Universidad Católica del Perú (Perú)

8Profesor Titular de la Universidad Central del Ecuador

9Analista de Igualdad de Oportunidades de la Universidad de Cuenca

10Profesora Titular de la Universidad de Cuenca

11Coordinadora de Bienestar Estudiantil de FLACSO

12Profesora Titular de la Universidad Central del Ecuador

13Profesora Titular y Directora del Instituto de Investigación en Igualdad de Género y Derechos de la Universidad Central del Ecuador (Ecuador)

14Doctoranda en la Universidad Andina Simón Bolívar (Ecuador)


Resumen

El acoso sexual en las instituciones de educación superior (IES) es una problemática que se está explorando y visibilizando en el Ecuador. Sin embargo, la falta de datos que ayuden a estimar la magnitud del fenómeno es notoria. Esto alimenta la idea de que no se trata de un problema prioritario. Este artículo da cuenta del proceso de validación de contenidos entre expertas para la construcción de un instrumento de medición de la prevalencia de este fenómeno. Este proceso se efectuó mediante el juicio de personas expertas para elaborar un inventario de prácticas y la selección de las más relevantes y representativas mediante el sistema de porcentaje de acuerdo (Grant y Davis, 1996). Se concluye que la fase de validación de contenidos por personas expertas es clave para la elaboración de instrumentos sobre el acoso sexual debido a la multiplicidad de definiciones y la escasa delimitación del fenómeno. El panel de expertas incorporó nociones que no están contempladas en la literatura. En referencia a la jerarquía se incluyó las relaciones emergentes en dinámicas interseccionales, algo que no puede dejarse de lado en el contexto ecuatoriano. También se consideró la delimitación de las prácticas asociadas al contenido, el efecto, la frecuencia, el fin, el contexto y el modo. Finalmente el planteamiento común favoreció contar con los indicadores para la medición y la futura obtención de cifras que no sean dispares para comparar los resultados entre universidades y en clave feminista.

Palabras clave Acoso sexual universitario; violencia de género; validación de contenido; prevalencia de acoso sexual

Abstract

Sexual harassment in institutions of higher education (IHE) is a problematic about which awareness and exploration is on the rise in Ecuador. However, there is a notorious lack of data to aid in estimating the magnitude of the phenomenon. This feeds into the idea that we are not dealing with a problem that needs to be prioritized. In this article, we describe the process for validating contents among experts for the construction of an instrument to measure the prevalence of this phenomenon. This process was carried out with the judgment of experts of the practices by the level of interrater agreement method. (Grant y Davis, 1996). We concluded that the content validation phase for experts is important for the development of instruments on sexual harassment because there are multiplicity of definitions and it isn’t clear the delimitation of the phenomenon. The panel of experts incorporated notions that are not contemplated in the literature. In reference to the hierarchy, emergent relationships in intersectional dynamics are included, something that cannot be left aside in the Ecuadorian context. The delimitation of practices related to content, effect, frequency, purpose, context and mode was also considered. Finally, the common approach favored having the same indicators to allow comparing results between universities in a feminist perspective.

Keywords Sexual harassment; higher education; gender violence; contents validation; sexual harassment prevalence

Forma sugerida de citar:

Guarderas, P., Larrea, M., Cuvi, J., Vega, C., Reyes, C., Bichara, T., Ramírez, G., Paula, Ch., ... Arteaga,E. (2018). Acoso sexual en las universidades ecuatorianas: validez de contenido de un instrumento de medición. Alteridad,13(2), 214-226. https://doi.org/10.17163/alt.v13n2.2018.05.

1. Introducción y estado de la cuestión

El acoso sexual en las instituciones de educación superior (IES) es una problemática que brega por salir a la luz. Diversos colectivos de estudiantes y docentes han hecho públicas situaciones históricamente silenciadas y naturalizadas en nuestras1 universidades. No obstante, a la hora de identificar las concepciones en torno a estas prácticas hay un claro desconocimiento. Por otro lado, cuando se logra detectarlo la opción es silenciarlo para evitar represalias; en buena medida, esto se debe a que no en todas las IES se cuenta con políticas y rutas claras para prevenirlo, atenderlo y sancionarlo. La responsabilidad de solucionar esta situación recae en quien ha vivido el acoso, porque se entiende que está en sus manos poner la denuncia, tal como sucede con otros tipos de violencia (Marugán y Vega, 2002). Cuando se da paso a visibilizar o denunciar la situación, se tiende a responsabilizar a quienes son agredidas por haberlo provocado. Si los casos llegan a las instancias de justicia, quedan atrapados en un sistema lento y revictimizante. Finalmente, cuando se logran sentencias en algunas IES, las autoridades recurren a artimañas —acciones administrativas que sortean la ley—, para permitir que los agresores vuelvan a ejercer sus funciones. Estas constataciones nos alertan sobre un cotidiano, dentro del ámbito educativo, que produce y reproduce concepciones y prácticas patriarcales. Lejos de conformar un espacio de transformación social, las IES parecerían constituir mecanismos para perpetuar relaciones desiguales.

Estas situaciones suscitaron nuestras preguntas de investigación: ¿Qué está sucediendo en las universidades ecuatorianas en torno al acoso sexual? ¿En qué relaciones aparece? ¿Quiénes son las personas agredidas y agresoras? ¿Qué efectos tiene el acoso sexual? ¿Cómo se actúa en las IES?

Para responder a estas preguntas, inspirándonos en la noción de conocimiento situado (Haraway, 1995), hicimos una elección metodológica desde nuestra posición política. En nuestro contexto parece necesario contar con datos empíricos para dotar de visibilidad a este problema social. Como lo indican varios autores (Blumer, 1971; Fuller y Myers, 1941; Kohn, 1976; Merton, 1971; Sullivan, Thompson, Wright, Gross y Spady, 1980; citados por Pérez Guardo, 2012), para que un fenómeno adquiera la condición de problema social debe ser posicionado como tal por un colectivo social que busca su solución, debe suscitarse un consenso en la sociedad para señalarlo como problema social y finalmente debe contarse con datos que evidencien su presencia y sus efectos. Como los datos sobre acoso sexual en el ámbito universitario son escasos, se fomenta la idea de que no se trata de un problema prioritario.

El objetivo de nuestra investigación es contribuir a la visibilización, detección, prevención y atención del acoso sexual en las IES. Hemos considerado primordial visibilizar la prevalencia del acoso sexual y sus efectos en al ámbito laboral y académico mediante el diseño y posteriormente la aplicación de un cuestionario de prevalencia desarrollado por personas expertas y validado en nuestro país, con miras a establecer políticas, planes y programas dentro de nuestras universidades. En este artículo nos centramos en dar cuenta de parte del objetivo, es decir, presentamos los resultados del proceso de validación de contenido en la construcción del instrumento de identificación de la prevalencia del acoso sexual en las universidades.

La validación del contenido en el desarrollo de un instrumento es crucial, pues durante esta fase se eligen los ítems que se seleccionarán para ser medidos (Grant y Davis, 1996). Asimismo es relevante mostrar el proceso y la metodología de validación de contenido, lo cual representa un aporte al campo de la investigación cuantitativa. Por otro lado, este proceso también puede contribuir a la delimitación de la conceptualización del acoso sexual en el contexto nacional. Además, es necesario comprender esta problemática en función de los efectos y consecuencias que tiene en el rendimiento laboral y académico. En este sentido, compartimos la idea de Preciado y Franco (2013): los procedimientos de construcción de instrumentos cuantitativos resultan aportes fundamentales para quienes realizan investigaciones dentro de campos poco explorados.

Si bien la violencia de género en el Ecuador fue posicionada desde mediados de la década de los 80, el acoso sexual en el ámbito universitario ha sido un tema escasamente investigado. Algunas tesis de licenciatura son interesantes excepciones (Álvarez y Guarderas, 2018; Ormaza, 2013), así como un informe de una investigación cualitativa con una muestra cuantitativa del Consejo Nacional de Mujeres (Logroño, 2009). En otras latitudes sí se han profundizado estos estudios (Benson y Thomson, 1982; Bosch et al., 2012; Fitzgerald et al., 1988; Kury, Chouaf, Obergfell-Fuchs, y Woessner, 2004; Piqueras, 2013; Valls et al., 2008). Asimismo, también se encuentran incipientes investigaciones en algunos países de América Latina, tales como México (Evangelista, 2017; Silva, Vázquez y Lara, 2012), Colombia (Castaño-Castrillón et al., 2010) o Perú (Castañeda, Espinoza, y Manrique de Lara, 2016).

En referencia a la definición de acoso sexual partimos del presupuesto de que el acoso sexual es un tipo de violencia de género, es decir, es parte de un complejo entramado material y simbólico constituido por discursos y prácticas hegemónicas heteropatriarcales, atravesados por concepciones racistas y clasistas (Guarderas, 2014). Estos discursos y prácticas violentos colocan al sujeto en situación de inferioridad y desigualdad, y se activan en las relaciones familiares, comunitarias, barriales, institucionales, universitarias: “es un mecanismo para, en última instancia, perpetuar las relaciones desiguales de poder” (Guarderas, 2014, p. 98).

Según varias autoras (Bosch et al., 2012; Pérez Guardo, 2012), el origen del concepto de acoso sexual fue jurídico, hacía referencia al acoso en el mundo laboral y se lo definió como comportamiento masculino intrusivo e indeseado sobre las mujeres. Desde la perspectiva de Bosch y sus colaboradoras (2012), el acoso sexual aludía a la negación del valor a las mujeres en el ámbito laboral, que se manifestaba en términos sexuales con la intención de ejercer poder sobre ellas. El 1992, Paula Nicolson y Jane Ussher (citadas por Pérez Guardo, 2012) incluyeron en la definición el ámbito académico, y lo definieron como:

Cualquier indeseada e inaceptada insinuación sexual, petición de favores de tipo sexual, contacto físico o de palabra, cuando ese contacto tiene el propósito o efecto de interferir irrazonablemente en el trabajo de un individuo, en su actuación académica o intenta crear un ambiente laboral o académico intimidatorio, hostil u ofensivo (p. 5).

El concepto nace, por tanto, asociado con las relaciones de poder: “el acoso sexual es un problema de poder, no un problema sexual” (Kornblit y Petracci, 2002, citadas por Bosch et al., 2012, p. 9). El acoso sexual incluye el empleo de la autoridad para exigir satisfacciones sexuales o imponer requerimientos sexuales indeseados a quien es agredida en el contexto de una relación, concibiendo a las mujeres como objeto sexual y a disposición de quien la agrede (Hirigoyen, 2000). A partir de lo expuesto es necesario acentuar que el acoso sexual no es un problema de poder jerárquico sin más, sino de poder de género, que puede entrelazarse con las jerarquías universitarias.

Por otro lado, en el contexto ecuatoriano encontramos algunas definiciones. El Código Orgánico Integral Penal (2014) establece explícitamente lo que se considera acoso sexual:

La persona que solicite algún acto de naturaleza sexual, para sí o para un tercero, prevaliéndose de situación de autoridad laboral, docente, religiosa o similar, sea tutora o tutor, curadora o curador, ministro de culto, profesional de la educación o de la salud, personal responsable en la atención y cuidado del paciente o que mantenga vínculo familiar o cualquier otra forma que implique subordinación de la víctima (…) (p.28).

La Ley Orgánica Integral para la Prevención y Erradicación la Violencia de Género contra las Mujeres (2018) no contiene un articulado específico sobre acoso sexual, aunque lo incluye como una de las prácticas de la violencia psicológica de modo explícito y de modo implícito en la violencia sexual. La misma ley se refiere a la violencia en el ámbito educativo como “aquella que se ejerce mediante palabras, acciones, omisiones o conductas que infringen o inducen docentes, personal administrativo, compañeros u otro miembro de la comunidad educativa (…) contra las mujeres” (p.10).

Conforme se evidencia es en el código penal donde se define legalmente al acoso sexual que se lleva a cabo en las relaciones de poder institucionales laborales y educativas, sin embargo, en esta definición quedan de lado las relaciones de poder patriarcales que lo dotan de significación social.

Este artículo consta de tres secciones. En la primera se da cuenta de la perspectiva metodológica y el procedimiento de la investigación. La segunda parte describe los principales resultados sobre el proceso de construcción del instrumento. Se cierra con la discusión y las conclusiones.

2. Metodología, métodos y materiales

Siguiendo a Balasch y colaboradoras (2005), la propuesta de la investigación crítica y comprometida pretende identificar y actuar frente a las formas de dominación. Se trata, como indican las autoras, de considerar al conocimiento producido como una versión del fenómeno estudiado, sin quedarnos en una mera actividad interpretativa sino reconociendo el carácter transformador de la práctica científica. Basadas en estos presupuestos apostamos por realizar una investigación desde la perspectiva de la objetividad situada y encarnada (Haraway, 1991/1995), conscientes de que investigar es entregar versiones del mundo para hacerlo más vivible y menos violento.

Para la validación del contenido del instrumento sobre la prevalencia del acoso sexual se han seguido los siguientes procedimientos sugeridos por Grant y Davis (1996): selección de grupo de personas expertas, uso del panel de expertas y guías de validación de contenidos.

La selección del grupo de expertas se basó en cuatro indicadores: experiencia en investigación cuantitativa o cualitativa en temas de género; entrenamiento pertinente en intervención vinculadas al género, la violencia de género y la salud; experiencia de trabajo en la universidad y; lugar geográfico de procedencia para garantizar la pertinencia lingüística del instrumento. Siguiendo a Lynn (1986, citada por Grant y Davis, 1996) el grupo debería estar conformado entre tres y 20 personas expertas que cumplan con al menos uno de los indicadores señalados, siendo muy pertinente la participación de quienes cumplan más de un criterio. Asimismo una variable que entraba en juego en este proceso era el deseo e interés de participar en este proceso.

Se contactaron a cinco personas expertas que trabajaban en universidades como investigadoras en tema de género, violencia o salud. Todas, excepto una, respondieron de inmediato y expresaron su interés en participar de este proceso. Estas personas, conforme el sistema de muestra de bola de nieve, nos contactaron con otras investigadoras e interventoras vinculadas a la temática. Se conformó un grupo de 15 personas expertas: 10 contaban con experticia en investigación en género; dos en investigación cuantitativa y cualitativa; y un investigador de salud. También se contó con la participación de una persona de bienestar estudiantil que atiende situaciones de acoso en la universidad. Las personas expertas eran de dos universidades privadas y cuatro públicas; tres universidades exclusivamente de posgrado y cuatro de universidades de pregrado y posgrado; seis universidades quiteñas y una cuencana. La procedencia de las personas expertas cubrió las regiones geográficas del país donde operan más universidades: sierra norte, sierra sur y costa. También se conformó un grupo de expertas externas al proceso para la revisión del constructo final. Las siete personas externas fueron expertas en género, comunicación y psicología.

En referencia al uso del panel de expertas (Grant y Davis, 1996) se realizaron tres talleres grupales presenciales y varias consultas individuales virtuales. En un primer momento se realizó una aproximación a las experiencias que se reportaron en las siete universidades que hicieron parte de este proceso registrando lo presentado. Adicionalmente se presentaron las definiciones normativas de acoso sexual con la finalidad de que las personas expertas contasen con las bases conceptuales necesarias.

Posteriormente se elaboró un inventario de acoso sexual en las IES, inspirado en el trabajo realizado por Bustos y sus colaboradoras (2011). Luego se sumaron situaciones basadas en otros instrumentos (Bosch et al., 2012; Preciado y Franco, 2013 ). Este inventario fue presentado a las participantes en forma de una guía para medir la pertinencia y la especificidad de los contenidos de los ítems. El modo de selección de los ítems se basó en el porcentaje de acuerdo —level of interrater agreement— (Grant y Davis, 1996).

Posteriormente, se presentó una segunda guía de selección de prácticas asociadas al acoso sexual, para identificar la correspondencia entre la práctica descrita y el acoso sexual, es decir cuan relevante y representativo era cada comportamiento.

Se añadieron variables socio demográficas, variables de presentismo y ausentismo trabajadas por Arístides Vara-Horna y colaboradores (2016), frecuencia, circunstancias en las que sucedió el acoso y las acciones realizadas tras el acoso.

Finalmente se presentó una primera versión del constructo al panel de expertas quienes realizaron modificaciones en el estilo de la escritura de cada ítem. Tras lo cual se presentó a expertas externas para que analizaran el nivel de comprensión de cada ítem.

En referencia a los recaudos éticos en esta parte del proceso se explicó a las personas participantes: la finalidad de la investigación; se indicó que se trataba de una participación voluntaria y que podían dejar de participar en cualquier parte del proceso y; que su participación no implicaría ningún riesgo. Se les envió una invitación formal por escrito para participar del proceso. También se definió que la autoría del instrumento y los productos que se desprendiesen del proceso sería colectiva.

3. Análisis y resultados

3.1. Primera fase

La primera fase de la construcción del instrumento se basó en la sistematización de las experiencias de acoso sexual que conocíamos dentro de las IES. Se mostró que, en una de las universidades, el acoso sexual se había presentado de modo distinto por área: administrativa (37%), estudiantil (27%), docente (25%) y docentes por contrato (14%) (Larrea, 2018). Se indicó también que, a partir de una investigación cuantitativa realizada en otra universidad, los y las estudiantes no conocen con claridad qué es y qué no es acoso sexual (Álvarez, 2018).

Se presentaron los siguientes casos: estudiantes de una universidad pública citadas por sus docentes en sus despachos, que en ese momento aprovechaban las situaciones de cerco para hacerles insinuaciones; un docente que, con el pretexto de salidas académicas, llevaba a sus estudiantes a piscinas para observarlas de modo morboso; asistentes de cátedra que recibían en sus celulares mensajes con insinuaciones sexuales del docente de la cátedra y que al no mostrar reciprocidad se les exigió cumplir con más actividades en menos tiempo; estudiantes espiadas en el baño; estudiantes intimidadas al realizar una exposición en clase porque los varones susurraron “mucha ropa” o silbaron al pasar al frente. También se conoció el caso de una docente acosada por un estudiante.

Solamente dos universidades públicas cuentan con un protocolo para responder a los casos de acoso sexual. En otras se los maneja mediante Códigos de Ética. Los casos son atendidos desde el régimen disciplinario, es decir, por comisiones de ética, bienestar estudiantil e incluso por los consejos de carrera cuyos integrantes carecen de formación sobre la materia. Por lo general no se aportan pruebas y, por ende, las personas acusadas no son sancionadas, ni siquiera por la Fiscalía a pesar de que la Ley de Educación Superior contempla la responsabilidad de la institución en este ámbito. En una universidad pública se logró una sentencia gracias a la acción conjunta de estudiantes, docentes y medios de comunicación; lamentablemente, la sentencia fue apelada y el agresor volvió a su cátedra.

3.2. Segunda fase

En esta etapa el panel de expertas debatió, a partir de la delimitación del concepto sobre los sujetos del acoso es decir quien lo ejerce y quien lo recibe y las relaciones jerárquicas que permean esta relación. Se adoptó la idea de tomar en cuenta a las diversas posiciones sexo-genéricas, es decir hombres, mujeres, intersex y personas trans, a fin de contar con mayores posibilidades de análisis sobre la incidencia y la casuística. Esto se incluyó en el instrumento en la sección del contexto socio demográfico.

En cuanto a la jerarquía, para el desarrollo del instrumento se eligió trabajar con dos cuestiones claves: las jerarquías que se activan en las relaciones cotidianas a partir de la interseccionalidad de clase, género, étnica entre otras y; las diversas relaciones que se dan en las IES, tanto en el orden laboral como educativo. En unos casos se refiere a relaciones educativas, mientras que en otros son de carácter laboral. No se puede perder de vista que el escalafón y el prestigio que entraña la carrera docente universitaria juegan un papel importante, especialmente en el contexto ecuatoriano, donde el componente de clase en la educación superior es un elemento acentuado de diferenciación. En ese sentido, se incluyó a personal administrativo, docentes, autoridades y estudiantes. Asimismo, incorporaron los distintos tipos de contratos laborales, de tal modo que se contemplen también aquellas personas que se encuentran en situaciones laborales que no son de dependencia, como quienes prestan servicios profesionales o servicios varios. De acuerdo con Pérez Guardó (2012), cuando se delimita el concepto de acoso sexual en el ámbito laboral se suele contemplar a quienes están dentro de la plantilla institucional, lo que ocasiona que queden por fuera las relaciones laborales precarizadas o informales.

En referencia a las conductas y percepciones se delimitó el concepto de acoso sexual considerando de forma simultánea el contenido, el efecto, la frecuencia, el fin, el contexto y el modo. El contenido alude a prácticas verbales, físicas y simbólicas que tengan un contenido sexual. El efecto se refiere al malestar e incomodidad que causa. La frecuencia tiene que ver con la asiduidad y persistencia con la que sucede. El contexto implica una situación de asedio o de cerco que se va cerrando en torno a la víctima. Y la clave para diferenciar la cuestión es el modo cómo opera, pues el acoso implica que la persona agredida no ha dado señales de consentimiento, ni ha deseado ni aceptado esa conducta; más bien la ha padecido enviando señales de no aceptación, de rechazo o elusivas.

Otra cuestión importante al momento de delimitar el problema fue el lugar donde ocurre. En la bibliografía revisada se alude escasamente a esta cuestión. Aquí radica la clave para diferenciar al acoso sexual en el ámbito universitario de otros contextos, como, por ejemplo, el acoso sexual callejero. La idea es que este acoso sucede tanto dentro de los campus universitarios como en otros espacios donde la relación que prevalece es la universitaria. Es decir, espacios como las oficinas de los profesores, los bares u otros sitios donde interactúan personas de la misma universidad. Se incluyó en el instrumento el lugar donde ocurrió la situación.

3.3. Tercera fase

Esta fase implicó la validación de los contenidos de cada ítem, a través del juicio de expertas sobre la especificidad y la pertinencia de los elementos y comportamientos que definen e identifican el acoso sexual. Se presentaron los 27 indicadores (Tabla 1). De esta manera, el 70%, de las 15 expertas consultadas, mostraron concordaron en una lista de 15 ítems pertinentes y específicos para medir el acoso sexual.

* Algunos ítems han sido adaptados del Cuestionario HOSEL de Preciado y Franco (2013) Elaboración: Larrea (2018)

Tabla 1. Tabla de porcentaje de acuerdo de especificidad y pertinencia*  

Según Grant y Davis (1996) entre el 70% y 80% implican alto nivel de aceptabilidad del indicador, por ello se excluyeron aquellas que tenían entre 0-69% de respuestas.

Habiendo decidido que el instrumento debería medir la prevalencia de prácticas de acoso sexual antes de consultar de manera directa la posible experiencia de acoso sexual, se hacía necesario identificar cuáles comportamientos serían investigados. Se presentaron treinta indicadores (Tabla 2) de diversas prácticas con el fin de indicar si se trataba de acoso sexual, de comportamiento grosero o incorrecto o de un comportamiento normal. Mediante la validación de las expertas, fueron seleccionados 18 prácticas indicadoras de acoso sexual, sobre las cuales hubo acuerdos de al menos el 70% de las personas expertas consultadas.

* Adaptada del Cuestionario de Percepción de Acoso Sexual (Bosch y sus colaboradoras, 2012) Elaboración: Larrea, 2018

Tabla 2.  Tabla de identificación de prácticas relacionadas al acoso sexual*  

En la tabla 2 se presentan los porcentajes de respuestas de las expertas referentes a la relación entre la práctica presentada en la delimitación del concepto de acoso sexual.

3.4. Cuarta fase

Las 21 preguntas de la escala final fueron formuladas guardando concordancia con el constructo y con los contenidos validados, agrupados en cinco tipos de comportamientos:

  • Comportamiento verbal de contenido sexual no consentido.

  • Comportamiento no verbal de contenido sexual no consentido.

  • Contacto físico de contenido sexual no consentido.

  • Cercamiento sexual no bienvenido, repetido y no recíproco.

  • Actos de abuso de poder ejercidos con el objetivo de obtener favores sexuales.

Para responder al constructo acordado, el instrumento también recabó, mediante información contextualizada y detallada, la frecuencia, los detalles de las experiencias identificadas y sus impactos en la vida académica, laboral y personal. Indagó sobre los mecanismos de apoyo existentes en la institución educativa y su reconocimiento por parte de la población universitaria.

El instrumento pasó por varios momentos de validación. En primer lugar, fue sometido a juicio de personas expertas que no participaron de los talleres, para valorar de manera independiente aspectos como lenguaje y comprensión. Al mismo tiempo, se realizó un pre-test cognitivo con varias personas de la población universitaria, que permitió evaluar el tiempo promedio de aplicación y la comprensibilidad del instrumento. Finalmente, el instrumento fue nuevamente sometido a la validación del panel de expertas, quienes aprobaron la claridad y la pertinencia de cada una de las preguntas específicas y la estructura del cuestionario, aportando a su forma final.

4. Discusión y conclusiones

El proceso de validación de contenidos por expertos en el desarrollo de instrumentos de medida de prevalencia de fenómenos psicosociales es fundamental, pues comúnmente los test psicométricos, los cuestionarios y encuestas son desarrollados fuera del contexto ecuatoriano o adaptados sin procesos de validación rigurosos. En referencia al proceso de validación de contenidos la principal dificultad apuntada en la literatura es la incongruencia entre la conceptualización y el contenido del constructo (Grant y Davis, 1996). El caso del acoso sexual no está exento de esta dificultad, por el contrario, tiende a ser un fenómeno con amplitud de definiciones.

Siguiendo a Pérez Guardó (2012), la delimitación del concepto de acoso sexual se relaciona con los siguientes elementos: los sujetos (sexo, jerarquía y relación con la actividad), las conductas y la percepción de la persona acosada. Cada uno de estos elementos mereció profundas reflexiones en el proceso de validación de contenido presentado. Para esta autora existen distintos modos de comprender a los sujetos, se tiende a asociar a las mujeres con las víctimas y a los hombres como victimarios y en otras investigaciones se contemplan a ambos sexos como potenciales personas agredidas y agresoras. El aporte del panel de expertas a este campo ha sido ampliar la noción de sujetos hacia las diversas posiciones sexo-genéricas.

En cuanto a la jerarquía, la definición jurídica nacional establece explícitamente la autoridad en la relación laboral o docente COIP, 2014). Sin embargo, es necesario incluir las relaciones de poder, sin perder de vista que dichas relaciones están atravesadas por diversas interpelaciones sociales marcadas por la dominación patriarcal. Esto es, hay que considerar la interseccionalidad, es decir, la “diversidad y dispersión de las trayectorias del entrecruzamiento de las diferentes modalidades de dominación” (Viveros Vigoya, 2016). Nuestra lectura de la interseccionalidad se distancia de un enfoque esencialista, universalista o de una simple sumatoria de categorías, pues, la condensación de significados y prácticas en torno al género, la etnia y la clase marcan nuestras relaciones en el día a día, y las universidades no son ajenas a éstas. Asimismo, se eligió trabajar con las diversas relaciones que se dan en las IES, tanto en el orden laboral como educativo, sin perder de vista el escalafón.

El abordaje del acoso sexual es múltiple. En unos casos tiene un carácter más amplio, y está asociado con las perspectivas feministas norteamericanas, que fueron las que por primera vez se refirieron a este tipo de acoso como prácticas que implican consecuencias negativas para las mujeres (Pérez Guardó, 2012). Otras definiciones lo vinculan con tres aspectos: el acoso de género (actitudes degradantes hacia las mujeres basadas en estereotipos que aluden a las competencias y habilidades femeninas), la atención sexual no deseada (tocamientos, preguntas de índole sexual o pedidos repetidos de citas) y coerción o chantaje sexual (Morgan y Gruber, 2001). Asimismo, varias autoras aluden a dos tipos de acoso: el chantaje sexual o acoso quid pro quo o de intercambio, y el acoso sexual ambiental (Bosch et al., 2012; Pérez Guardó, 2012). El panel de personas expertas aportó a la construcción de los ítems considerando de forma simultánea: el contenido, el efecto, la frecuencia, el fin, el contexto y el modo.

En el proceso de validación de contenidos se enfatizó en lo que Pérez Guardó ha denominado la percepción de la persona acosada. En palabras de la autora:

En todas las definiciones de acoso sexual laboral se aborda el tema de qué supone dicha conducta sexual para la persona acosada y cómo la recibe o se posiciona frente a ella. Los calificativos al respecto son numerosos y diferentes: indeseada, ofensiva, irrazonable, inaceptada o no buscada. Aunque estos son calificativos para las conductas, los consideramos en un apartado diferente porque son fruto de la percepción de que ellas tiene la persona acosada. Es decir, una conducta determinada no es ofensiva intrínsecamente, lo es en la medida que genera molestia para quien la recibe. Posiblemente este sea uno de los criterios más importantes para delimitar el fenómeno (Pérez Guardo, 2012, p. 10).

Otra cuestión clave al momento de delimitar el problema fue el lugar donde ocurre. En la bibliografía revisada se alude escasamente a esta cuestión. Se incluyó en el instrumento el lugar donde ocurrió la situación.

Partir de las experiencias vividas en las IES enriqueció el trabajo de delimitación del fenómeno, atribuyendo al concepto acoso sexual categorías que lo caracterizan con el fin de elaborar un constructo operativo y medible. Se pudo delimitar el fenómeno gracias a los debates y estudios realizados en otros contextos, pero aterrizándolo en prácticas medibles acorde a las especificidades de cada universidad.

La variedad de abordajes conceptuales del acoso sexual complejiza la posibilidad de reconocerlo, detectarlo, medirlo y establecer políticas para su erradicación. Esta investigación sorteó esta dificultad precisando sus confines, pues se seleccionaron los elementos que por medio de la discusión y a través consenso entre las expertas (mayor a 70%) fueron apuntados como pertinentes, relevantes, representativos y específicos. De igual modo, se diferenció el acoso de otros comportamientos. La existencia de un planteamiento común entre las personas expertas favoreció contar con los indicadores para la medición lo que permitirá la obtención de cifras que no sean dispares y comparar los resultados.

Es fundamental la delimitación del abordaje en clave feminista, lo que implica partir de la comprensión del acoso sexual como una expresión de las relaciones de poder en las que se ponen en juego configuraciones vinculadas al género, la etnia, la clase social, las orientaciones sexuales, etc. Este es un aporte al campo para otras latitudes.

Concluimos que la elaboración de instrumentos a través de los paneles de experticia permite que los contenidos de los instrumentos se desarrollen acorde con las realidades locales, nacionales y regionales particulares. Consideramos que la articulación entre expertas pertenecientes a diversas universidades fue enriquecedora para el tema de esta investigación, y que los procesos de validación mediante parámetros de coherencia conceptual y rigurosidad metodológica requieren de un compromiso social e institucional de las participantes.

Agradecimientos

Esta investigación es financiada por la Plataforma por el Derecho a la Salud (proyecto ejecutado por la Fundación Donum con apoyo de la ONG belga Fondo de Cooperación al Desarrollo-FOS). La gestión operativa estuvo a cargo del equipo del proyecto “Intervención psicosocial y violencia de género” de la UPS; nuestro agradecimiento particular a Martín Arroyo, Amanda Álvarez, Carlos Játiva, Sofía Almeida y Jessenia Novillo, por la sistematización de los talleres. Agradecemos a los y las lectores de este artículo por sus acertados comentarios y sugerencias.

Referencias

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1El uso de la primera persona del plural responde a nuestra postura epistemológica, metodológica y política.

Recibido: 28 de Febrero de 2018; Aprobado: 02 de Mayo de 2018

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