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Universitas-XXI, Revista de Ciencias Sociales y Humanas

versión On-line ISSN 1390-8634versión impresa ISSN 1390-3837

Universitas  no.39 Cuenca sep./dic. 2023

 

0000-0001-5318-0170

Comunicación en pandemia. Implicaciones tecnológicas y simbólicas en la experiencia de jóvenes universitarios

Communication in pandemic. Technological and symbolic implications in the experience of young university students

Raul Anthony Olmedo-Neri1 
http://orcid.org/0000-0001-5318-0170

1 Universidad Nacional Autónoma de México, México. raul.olmedo@politicas.unam.mx


Resumen

La comunicación, sus estructuras tecnológicas y sus valores simbólicos se dislocaron por la digitalización de la vida cotidiana como consecuencia de la pandemia. Este contexto impactó la experiencia juvenil universitaria, por lo que resulta importante analizar los cambios socioculturales en cuanto al uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) de un grupo de universitarios, el tiempo de conexión, el dispositivo utilizado y su relación con el espacio doméstico durante la pandemia en México.

Para ello se articula un marco teórico desde los Estudios Culturales para analizar la relación jóvenes-tecnología durante la pandemia e identificar su relevancia dentro de la experiencia juvenil contemporánea.

La metodología utilizada tiene un enfoque mixto con un grupo de estudiantes universitarios mexicanos de la licenciatura en Comunicación (N=29), donde se empleó un formulario y un grupo focal para recuperar sus experiencias.

Los resultados muestran que la pandemia suprimió las fronteras entre lo íntimo y público, generando procesos de negociación entre los miembros de la familia sobre el uso de dispositivos y los espacios domésticos. Además, las actividades educativas, familiares y sociales incrementaron el tiempo de conexión de jóvenes universitarios, pero además resignificaron los espacios domésticos por el solapamiento de actividades.

Finalmente, se reconoce que la habitación de los participantes se vuelve el espacio estratégico para la experiencia juvenil en la pandemia porque las actividades universitarias, familiares y de socialización se desarrollaron en un mismo lugar.

Palabras clave: Internet; TIC; comunicación móvil; estudios culturales; jóvenes; domesticación; experiencia juvenil; vida cotidiana

Abstract

Communication, its technological structures, and its symbolic values ​​have been dislocated by the digitization of everyday life as a consequence of the pandemic. This context impacted the university youth experience, so it is important to analyze the sociocultural changes regarding the use of Information and Communication Technologies (ICT) of a group of university students, the connection time, the device used and their relationship with the domestic space during the pandemic in Mexico.

For this, a theoretical framework is articulated from Cultural Studies for analyzing the youth-technology relationship during the pandemic and identify its relevance within the contemporary youth experience.

The methodology used has a mixed approach with a group of Mexican university students of the Communication bachelor (N=29), where a form and a focus group were used to recover their experiences.

The results show that the pandemic abolished the borders between the intimate and the public, generating negotiation processes between family members on the use of devices and domestic spaces. In addition, university, family and social activities increased the connection time of students, but also resignified domestic spaces due to the overlapping of activities.

Finally, it is recognized that the bedroom of the participants becomes the strategic space for the youth experience in the pandemic because the university, family and socialization activities took place in the same space.

Keywords: Internet; ICT; mobile communication; cultural studies; youth; domestication; youth experience; everyday life.

Introducción

La experiencia juvenil de las y los universitarios se modificó durante la pandemia; en el caso mexicano, se estima que 89 940 estudiantes de educación superior no concluyeron el ciclo escolar 2019-2020 y que el 44,6 % lo atribuyeron directa o indirectamente a la pandemia de COVID-19 (INEGI, 2020).

Las clases en línea, la restricción de actividades en espacios públicos, la brecha digital de cobertura y acceso de Internet, así como la heterogénea disponibilidad de dispositivos en los hogares fueron factores que trastocaron la experiencia juvenil en la pandemia. Por ello, la pregunta de investigación que guía este trabajo es ¿de qué manera la pandemia afectó la relación de los jóvenes universitarios con las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) e Internet?

Para responder a esto se articula un marco teórico desde los Estudios Culturales y su enfoque en el uso de los dispositivos tecnológicos por parte de jóvenes universitarios (Winocur, 2006, 2009; Lemus-Pool, 2019). Después se presenta la estrategia metodológica utilizada para recuperar, sistematizar y analizar el impacto de la pandemia en la experiencia de un grupo de estudiantes universitarios de la carrera de Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Finalmente, los resultados muestran los efectos cualitativos y cuantitativos sobre la experiencia juvenil durante la pandemia.

Marco teórico

La perspectiva de los Estudios Culturales o Estudios de Comunicación y Cultura1 ofrece un marco conceptual-metodológico para analizar e interpretar la doble articulación (usos sociales y valores simbólicos) que los medios adquieren conforme son integrados a la vida cotidiana. Desde esta perspectiva la relación jóvenes-tecnología inicia con los medios de comunicación masiva, sin embargo, desde los años ochenta del siglo XX su presencia en la experiencia juvenil los vuelve objeto de estudio (Medina, 2010); conforme se crean e innovan las TIC, los jóvenes muestran una mayor destreza tecno-operativa y les atribuyen mayores sentidos culturales que los adultos, por lo que se convierten en elementos característicos y a la vez distintivos de las nuevas generaciones.

Al ampliar las aportaciones de los Estudios Culturales sobre Internet y las TIC es posible afirmar que son elementos que se integran a la cultura y simultáneamente la (re)producen porque son espacios de socialización y productores de imaginarios colectivos (Lemus-Pool, 2019; Martín-Barbero, 2017; Morduchowicz, 2008; Kellner, 1995). Así, las TIC e Internet se convierten en elementos indisociables a la condición material-estructural de cada joven y son a la vez componentes indisolubles de la experiencia juvenil contemporánea (Becerra, 2015; Lemus-Pool, 2019). La carga simbólica que las tecnologías adquieren para los jóvenes deriva de su papel como agentes nodales en la construcción de la identidad juvenil y su soporte para visibilizarlos en el espacio público (Becerra, 2015).

Desde los Estudios Culturales las TIC e Internet no poseen un nombre ni una definición consensados (Morley 2008; Silverstone, 1996; Williams, 2011). Por ello, se propone pensar estos elementos como dispositivos tecnológicos, es decir, objetos tecnológicos diseñados bajo una función comunicativa y que son apropiados de acuerdo con las necesidades, posibilidades y realidades del sujeto; su uso, por lo tanto, es heterogéneo y determinado tanto por las condiciones materiales e históricas de quien decide utilizarlos como por la finalidad que pretende conseguir a través de ellos. Desde los Estudios Culturales la noción de dispositivo tecnológico puede articularse con el proceso de domesticación tecnológica (Silverstone y Haddon, 1996; Silverstone, 1996, 2004) y la privatización móvil (Williams, 2011). Esta articulación conceptual cobra relevancia empírica en el contexto pandémico: las medidas de confinamiento para evitar el contagio le dieron una nueva carga simbólica al hogar y lo transformó en el centro de operación de la vida cotidiana. Este proceso no solo difuminó las fronteras entre la esfera pública y la privada, sino que el solapamiento espacial y tecno-operativo de las actividades de los integrantes de la familia reconfiguró las dinámicas individuales y colectivas alrededor de los dispositivos tecnológicos plenamente integrados en el espacio doméstico. En otras palabras, la pandemia no solo resignificó el hogar, sino que paralelamente reconfiguró la relación sujeto-tecnología y recalibró el uso y el sentido de los dispositivos tecnológicos.

En términos generales, el modelo de domesticación de la tecnología reconoce tres procesos particulares: la objetivación (reconfiguración espacial del hogar para que los dispositivos tecnológicos puedan ‘hacerse de su lugar’), la incorporación (dislocación simbólica de los rituales individuales/familiares para integrar los dispositivos tecnológicos y cargarlos de sentidos) y la conversión (legitimación de los integrantes de la familia en el espacio público a través de los usos de los dispositivos como símbolo de integración cultural); todos estas dinámicas están estrechamente vinculadas y derivan de la apropiación tecnológica2, es decir, el tránsito de un dispositivo del espacio público a la esfera privada que representa el hogar (Silverstone y Haddon, 1996; Silverstone, 2004). Así, domesticar la tecnología describe el proceso que reduce la incertidumbre de un dispositivo tecnológico nuevo y ajeno al individuo mediante su progresiva integración en prácticas específicas y espacios comunes como lo es el hogar. A pesar de esto, la domesticación de la tecnología y su respectivo modelo teórico-metodológico han sido objeto de crítica por la preponderancia dada al hogar y su aparente linealidad conceptual (Sandoval y Cabello, 2019).

La preponderancia del hogar en el proceso de domesticación descansa en que el primer encuentro del sujeto contemporáneo con un objeto tecnológico-comunicativo se da en el espacio doméstico (Olmedo-Neri, 2022). Esto significa que los dispositivos tecnológicos no están aislados a las dinámicas familiares y sociales, por el contrario, están articulados espacialmente y de acuerdo con el significado de cada espacio o la práctica que allí se desarrolla de manera individual/colectiva -Silverstone y Haddon (1996) definen estos procesos como objetivación e incorporación respectivamente-.

Históricamente, la domesticación de la tecnología inició en el siglo XX ya que los medios, y después los dispositivos tecnológicos, se convirtieron progresivamente en elementos estructurales del hogar (Helles, 2014). De este modo, cada dispositivo tecnológico no solo se relaciona con el espacio, sino que en conjunto articulan un sistema de significados y símbolos derivado de su incorporación a las prácticas comunicativas que se vivencian dentro y fuera del hogar (Olmedo-Neri, 2022). Así, cualquier espacio se construye no solo por los objetos que lo integran, sino por los símbolos y los procesos que derivan del uso simultáneo de sus componentes materiales y espaciales a nivel individual y/o colectivo.

En la mayoría de los hogares contemporáneos, los dispositivos tecnológicos se distribuyen espacialmente de acuerdo con las dinámicas de socialización o las funciones a las que se articulan; además de este ensamblaje espacial-funcional, cada dispositivo se interconecta operativamente con los demás para conformar un entorno tecnológico-digital (Olmedo-Neri, 2022). Aunque cada dispositivo cambia de lugar de acuerdo con las prácticas familiares y sus reglas de (con)vivencia, todos promueven un consumo interno diferenciado, así como una mirada al exterior unificada mediante sus pantallas y de la propia comunicación resultante (Baudrillard, 1988). A partir de esta presencia, los medios y los dispositivos tecnológicos adquieren una ubicuidad empírica que los ensambla funcional y simbólicamente con la vida cotidiana (Silverstone, 2004).

Sin embargo, ante la abrupta digitalización, la heterogénea infraestructura tecnológica-comunicativa y el solapamiento espacial de actividades laborales, educativas, familiares y sociales provocado por la pandemia, los espacios domésticos sufrieron un ajuste tanto en su significado como en su uso.

En otras palabras, durante la pandemia el hogar adquirió un papel estratégico para la reproducción de la vida cotidiana, sufriendo transformaciones espaciales y simbólicas.

Bajo este contexto, el hogar adquirió un carácter ‘inteligente’ ya que “ofrece no tanto una imagen de movilidad, sino un ‘espacio sensible’ que, como suele decirse, trasciende profundamente las divisiones interior/exterior y trabajo/casa, en el sentido de que realmente hace innecesario trasladarse adonde sea” (Morley, 2008, p. 122). En esta transformación los dispositivos tecnológicos se articularon contingentemente a través de aquellas prácticas sociales internas y externas que se desarrollaron simultáneamente en el hogar; sin embargo, esto no impidió que las personas desarrollaran estrategias para mantener la diferencia entre lo público y lo privado, aunque tuvieron variados resultados. Así, la preponderancia conceptual y empírica del hogar descansa en que es allí donde se manifiesta la doble articulación (Silverstone, 1996), ya que los medios y los dispositivos tecnológicos operan a la vez como una máquina que se maneja y un medio que posee una ambivalente función de ventana por la que se mira y se es mirado.

Respecto a la linealidad analítica de la domesticación, vale la pena decir que este término tiene un sentido nominativo para referir a un conjunto de procesos heterogéneos no por su esencia, sino por los elementos involucrados: el sujeto y el dispositivo. Así, la domesticación reconoce la heterogeneidad empírica en el proceso de apropiación tecnológica: la clase social, el género, la ubicación espacial, el estilo de vida, la experiencia con otros objetos tecnológicos, el diseño tecno-operativo, la retórica publicitaria y los objetivos que espera conseguir el sujeto con la integración parcial o completa de éstos en su vida cotidiana evidencia que no todos pueden/quieren apropiarse de la tecnología y que no todos se apropian de ellas de la misma manera (Silverstone, 1996; Silverstone y Haddon, 1996).

Entonces, el grado de domesticación está determinado por los intereses y disposiciones del sujeto, por su condición sociohistórica y por las resistencias operativas del dispositivo en cuestión. Esto último es importante porque los medios y los dispositivos tecnológicos no son neutrales (Sandoval, 2022; Silverstone y Haddon, 1996), por el contrario, poseen un sello material y simbólico distintivo que los dota de una autonomía relativa producto de su producción mercantil; solo con la domesticación la independencia del dispositivo se reduce para cumplir los designios del sujeto que lo somete. En otras palabras, la domesticación de la tecnología permite reconocer los niveles de apropiación tecnológica, así como las tensiones entre el dispositivo y el poder subjetivo del sujeto. Esto permite pensar la domesticación como un continuum donde la exclusión/resistencia y la integración/apropiación son sus polos extremos, por lo que los sujetos se mueven permanentemente en dicho continuum siempre a partir de sus posibilidades, intereses y realidades.

Por su parte, la noción de privatización móvil (Williams, 2011) cobra sentido en los medios de comunicación y aquellos dispositivos que se incorporan paulatinamente a las prácticas cotidianas al grado que “el hogar, el lugar de trabajo, el esparcimiento y el transporte se vuelven dependientes de una gama de servicios tecnológicos que imponen una conexión incesante” (Moraes, 2007, p. 24). La privatización móvil se manifiesta en el contexto pandémico por la alta demanda de dispositivos tecnológicos de uso individual para realizar las actividades laborales, educativas y sociales digitalizadas.

Si bien los dispositivos tecnológicos como la radio, televisión y la PC estuvieron anclados al espacio doméstico, el celular y la laptop se convierten en dispositivos que se movilizan con el usuario y sus prácticas. Estos dispositivos cobran relevancia para las y los jóvenes universitarios; por ejemplo, el celular no solo representa “la personalización total de la tecnología, sino que muchos usuarios lo consideran como una parte de su cuerpo, como un reloj de pulsera” (Morley, 2008, p. 129). Para las y los jóvenes, el celular se ha convertido en una extensión de su capacidad de socialización, así como un espacio para el (re)diseño de su identidad, memoria y autonomía ante las dinámicas espaciales y jerarquías sociales que se desarrollan dentro y fuera del hogar. Así, “los teléfonos celulares acompañan a sus dueños en los diferentes contextos que constituyen la vida cotidiana” (Helles, 2014, p. 536).

Por su parte, la laptop adquiere un sentido disruptivo porque su incorporación en la dinámica familiar se impulsó desde el exterior (la escuela), como parte de la incorporación de la tecnología en el proceso de enseñanza-aprendizaje (Becerra, 2015; Sánchez, 2020, Winocur, 2006; Winocur y Sánchez, 2018). Esto ha generado un proceso de extrañamiento en la familia derivado de los diferentes grados de domesticación por parte de sus integrantes (Winocur, 2009). Esto decanta en dos procesos paralelos: la ampliación de la autonomía de los hijos respecto de la autoridad de sus padres, y el incremento de la incertidumbre de los adultos sobre la seguridad de sus hijos ante la disminución de su ejercicio de poder en Internet (Morduchowicz, 2008; Olmedo-Neri, 2022).

Así, el celular y la laptop se han convertido en los dispositivos articuladores más relevantes para las juventudes contemporáneas, pero al mismo tiempo han dislocado la producción de sentido y convivencia en el hogar (Winocur y Sánchez, 2018; Sánchez, 2020). Esto se presenta por la individualidad que fomenta la personalización de la tecnología, así como por la posibilidad de acceso a Internet que ofrecen dichos dispositivos, lo cual modifica las dinámicas familiares y sus estructuras de conocimiento/poder (Winocur, 2009; Lemus-Pool, 2019).

En la pandemia, el uso de estos dispositivos tecnológicos se profundizó en el hogar y en la experiencia juvenil. El confinamiento y la digitalización de la vida cotidiana modificó los comportamientos construidos de manera histórica por jóvenes para contener la incertidumbre de este contexto. Así, el uso de Internet y los dispositivos tecnológicos en el hogar da cuenta de la transformación de la casa como el nodo central de conexión e interacción social durante el confinamiento.

A partir de lo anterior, los Estudios Culturales sirven como perspectiva para analizar: 1) el papel que cada dispositivo juega dentro de la experiencia biográfica de los individuos, 2) la función que cumple la tecnología en el marco de las actividades cotidianas y 3) la relación que se construye con el lugar donde se desarrollan prácticas sociales y comunicativas. Por ello resulta útil reconocer la relevancia del dispositivo y su uso en relación con la reconfiguración de prácticas que se materializan en un hogar donde lo privado, lo público y lo íntimo se sobrepusieron (Morduchowicz, 2008; Martín-Barbero, 2017). Sin embargo, no solo basta analizar el tránsito de un dispositivo tecnológico ajeno y extraño a uno común e íntimo, sino que es necesario abordar su ensamblaje con los espacios-tiempos y la función operativa que desempeñan dentro de las prácticas comunicativas, culturales y sociales que desarrolla el sujeto de manera cotidiana.

Metodología

La investigación tiene un carácter mixto aplicado a un grupo de 29 estudiantes universitarios (12 hombres y 17 mujeres), cuyas edades oscilan entre los 20 y 26 años. Los participantes son estudiantes de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la UNAM. Dentro de los criterios de delimitación del estudio se encuentra: 1) el periodo estudiado, 2) las técnicas empleadas, 3) las unidades de análisis y 4) alcance de la investigación.

Respecto el primer punto, este se realizó del 1 de abril al 31 de mayo de 2021. La delimitación temporal es importante porque en esos meses el semestre se encontraba a mitad de su desarrollo. Así, el uso de Internet para las actividades educativas no estaba ni en su nivel más bajo (al inicio del semestre) ni en el más alto (al final).

Por su parte, las técnicas se utilizaron en dos etapas: en la parte cuantitativa se aplicó un cuestionario en Google Forms para caracterizar el uso de los dispositivos tecnológicos; esto implicó que cada participante registrara las actividades realizadas en un día entre semana y las realizadas durante el sábado o domingo. La segunda etapa tuvo un carácter cualitativo ya que después de la sistematización de los datos se realizó un grupo focal. Esta técnica tiene un carácter interactivo para tratar un tema específico con los sujetos investigados, por lo que con el grupo focal no solo se recupera el rol de los participantes, sino que contextualiza la información obtenida, identificando aquellos matices y lógicas que los datos por sí mismos no muestran (Arboleda, 2008).

Las unidades de análisis en el cuestionario fueron: el tiempo de conexión, el dispositivo utilizado, el lugar dentro del hogar donde se utilizó el dispositivo, la finalidad de la conexión y si los padres realizaron alguna acción de vigilancia.

Finalmente, ya que la pregunta de investigación se articula con el uso de las TIC e Internet por los participantes, el trabajo no aborda el contexto económico de dichos jóvenes ni los resultados trascienden su ubicación territorial urbana. Estas delimitaciones son importantes porque la condición socioeconómica no se manifestó en la experiencia de los participantes durante la pandemia. Además, el territorio urbano en el que residen se caracteriza por una mayor conectividad que las zonas rurales (Asociación de Internet MX, 2020; Olmedo-Neri, 2022).

Resultados y discusión

Los estudios sobre las juventudes universitarias durante la pandemia se han centrado en el ámbito educativo (Ortiz, 2020; Reimers y Marmolejo, 2020), en los efectos psicológicos (Lugo-González et al., 2021; González, 2020) y en menor medida en la experiencia juvenil derivada de la digitalización abrupta de sus actividades (Banderas, 2020; Lemus, 2017; Olmedo-Neri, 2021). Por ende, los hallazgos encontrados abonan a una perspectiva que asume el papel de la experiencia individual dentro de un contexto que disloca la (re)producción de la vida cotidiana.

Dado que la pandemia obligó a digitalizar las actividades de universitarios, la infraestructura tecnológica del hogar adquiere un papel medular. El gráfico 1 muestra el panorama tecnológico-digital de los hogares de los participantes.

Nota. Elaboración propia con datos de formularios

Gráfico 1 Infraestructura tecnológica-comunicativa en los hogares 

La presencia heterogénea de dispositivos tecnológicos generó tensiones entre los integrantes de la familia y derivó en procesos de (re)negociación en cuanto al uso de dispositivos, el tiempo de uso y el espacio doméstico habilitado para actividades no domésticas como la educación, la socialización o el trabajo. Estas son dislocaciones en el proceso de objetivación e incorporación de los dispositivos tecnológicos dentro del hogar y las matrices socioculturales de la familia. La siguiente experiencia muestra este solapamiento de actividades.

Otro aspecto caótico de esta situación [la pandemia] fue que todos los miembros de la familia tomábamos clase más o menos a la misma hora (mis hermanos por estudiantes y mis padres por profesores); entonces, en ocasiones podías escuchar a todos hablando al mismo tiempo. (estudiante mujer, 20 años)

Estas tensiones se fueron disipando conforme los integrantes de la familia acondicionaban espacios comunes para la actividad digitalizada o conforme el contexto pandémico se hizo perceptivamente común.

Referente al tiempo de conexión, su registro permite observar la digitalización de las prácticas sociales, educativas y comunicativas de las juventudes, particularmente en el contexto pandémico. La tabla 1 evidencia el tiempo de conexión, su promedio y su distribución a partir del género.

Tabla 1 Horas de conexión 

Nota. Elaboración propia con datos de formularios.

Estos datos superan las cifras registradas en México antes de la pandemia (Asociación de Internet MX, 2020; Espinosa, 2019). El incremento en el tiempo de conexión deriva de la saturación de actividades escolares, su solapamiento con los quehaceres domésticos y la vivencia (restringida) de la experiencia juvenil a través de los dispositivos tecnológicos. La siguiente experiencia ejemplifica esto:

Lo más frustrante fue que todos los profesores se sentían dueños de nuestro tiempo, o al menos así se sentía. Despertar, tres clases, comer, tarea. Repetir. Una tarea detrás de otra y hasta ver el celular para consumir otro contenido cansaba. (estudiante mujer, 21 años)

El cansancio de consumir contenido digital, incluso si este no era de tipo educativo, es una muestra de la transformación de la subjetividad de las y los jóvenes respecto al espacio digital. Incrementar el tiempo de conexión, pero restringir sus finalidades contribuyó a la crisis en la experiencia juvenil al grado de cambiar la percepción de Internet: de un lugar de entretenimiento y socialización para las y los jóvenes se convirtió en un espacio de formación, educación y trabajo. Esto es una dislocación en el proceso de conversión, ya que se impuso la mirada adulta sobre los usos definidos y legitimados de Internet por las y los jóvenes.

Respecto al género, destaca que las mujeres disminuyeron un 38,2 % su actividad en Internet durante el fin de semana y los hombres solo un 13,5 %. En el grupo focal, algunas jóvenes adjudicaron esta reducción en el tiempo de conexión por la realización de actividades domésticas. Esta diferencia refuerza los hallazgos en otras investigaciones sobre la división del trabajo familiar y la (sobre)carga de actividades domésticas hacia las mujeres (Avendaño et al., 2020). La pandemia no supuso una renegociación de las actividades domésticas aun cuando todos los miembros de la familia se encontraban allí por más tiempo, por el contrario, se mantuvo la división del trabajo doméstico con base en el género, profundizando la diferencia experiencial de vivir el confinamiento entre las y los jóvenes y reforzando el mito de la tecnología como un campo predominantemente masculino.

Durante la pandemia, el uso de Internet por jóvenes no solo aumentó por las actividades educativas, sino que esto redujo el tiempo destinado en otras prácticas biográficamente construidas en el espacio digital como la interacción entre sus pares, el entretenimiento o las propias actividades familiares. En otras palabras, había más tiempo, pero muy poco de él estaba destinado a las actividades propias de la experiencia juvenil. Algunos participantes indicaron que esto derivó de la imposición de la mirada adulto-centrista sobre el espacio digital y qué hacer allí, modificando la relación Internet-juventud (Becerra, 2015). La siguiente reflexión refleja este cambio.

… muchos profesores igual “aprovechaban” que estábamos en casa para dejar mucha más carga de trabajo con la excusa de “para que se distraigan o tengan algo qué hacer”, cuando muchos de nosotros igual adoptábamos tareas de la casa, además de que igual necesitábamos un descanso de la tecnología. (estudiante mujer, 21 años)

Los profesores sobredimensionaron las habilidades e intereses de las y los jóvenes sobre el espacio digital, lo cual incrementó de manera arbitraria el número de actividades escolares y contribuyó a la redistribución del tiempo en Internet y su finalidad. Lo que para las juventudes significó como positivo e innovador reivindicar el mito de los nativos digitales y todas las implicaciones diferenciales con los adultos (Vázquez, 2015), bajo el contexto pandémico dicho mito afectó su experiencia juvenil: las/los jóvenes empezaron a reflexionar y en algunos casos a cuestionar sus habilidades ‘innatas’ alrededor de Internet y los dispositivos, particularmente su uso, percepción y domesticación.

Por tanto, para las y los participantes en este estudio la educación en línea no solo representó una actividad emergente, sino que demandó una mayor cantidad de tiempo, modificando los usos y fines de Internet establecidos antes de la pandemia, particularmente aquellos relacionados a la socialización y el consumo cultural juvenil.

Además del tiempo, los dispositivos tecnológicos son un medio fundamental para el acceso y uso de Internet; son una condición previa a la conexión, por lo que su reconocimiento y diversificación permite delimitar el entorno tecnológico de las juventudes dentro del hogar (Olmedo-Neri, 2022). La tabla 2 muestra el tiempo de conexión y el tipo de dispositivo utilizado por los participantes.

Tabla 2 Porcentaje de horas, según dispositivo 

Nota. Elaboración propia con datos de formularios.

El celular y la computadora son los dispositivos más utilizados para la conexión entre semana y fin de semana. Estos hallazgos refuerzan los estudios que indican que el 78,9 % de las juventudes mexicanas utilizó el celular para conectarse al espacio digital y realizar actividades durante la pandemia (INEGI, 2020). El uso preponderante del celular deriva de que es un dispositivo esencial para la experiencia juvenil contemporánea, pero también es resultado de las negociaciones del uso de dispositivos durante el confinamiento; su propiedad privada garantizó un medio para seguir su proceso educativo y (re)producir su experiencia juvenil. Entonces, la pandemia obligó a redomesticar el celular para explotar su multifuncionalidad operativa (Olmedo-Neri, 2022).

Si bien las y los jóvenes utilizaban el celular para actividades educativas, sociales o laborales, durante la pandemia algunos de estos usos se impusieron sobre la domesticación previa en dichos dispositivos. Tomar clases en línea, leer textos o realizar tareas en el celular obligó a iniciar, ampliar o profundizar la domesticación del celular. Estos usos emergentes transformaron la percepción del celular al grado de reconocer sus limitantes para gestionar toda la experiencia juvenil en una sola pantalla. Por ello es que se desarrolla un proceso de desencanto hacia Internet y los dispositivos tecnológicos; la demanda por ‘descansar de la tecnología’ es un cambio radical en la percepción de las y los jóvenes, sobre todo porque en los primeros estudios sobre esta relación la percepción estaba orientada a explorar y habitar estos dispositivos y espacios, más que alejarse de ellos (Winocur, 2006, 2009).

El caso de la Tablet es particular. Su utilidad y significado aún no satisface los requerimientos de las juventudes para desplazar la movilidad del celular en sus prácticas sociales y comunicativas, ni para competir con la computadora y el espacio privilegiado que ocupa en su formación educativa. En cuanto al uso simultáneo de dos o más dispositivos destaca la dupla celular-computadora con el mayor porcentaje en ambos momentos de la semana. Aunque el multitasking se percibe como una habilidad ‘innata’, positiva y característica de las y los jóvenes, la saturación de actividades derivó, en palabras de un estudiante, en un multitasking disfuncional porque “realizaba muchas actividades al mismo tiempo, pero mal realizadas” (estudiante hombre, 21 años).

Por su parte, el tiempo de conexión y el lugar donde se realizó es importante porque si bien el dispositivo tecnológico es una condición previa para la conexión, la ubicación desde la cual el participante accede a Internet responde también a su finalidad y en cierta medida a la dinámica individual-familiar que representa dicho espacio doméstico. La tabla 3 evidencia los espacios dentro del hogar con mayor preferencia por las y los jóvenes participantes para utilizar Internet.

Tabla 3 Distribución de horas y ubicación 

Nota. Elaboración propia con datos de formularios.

De acuerdo con el informe de la Asociación de Internet MX (2020) “el 45 % de los usuarios de Internet en México tuvieron que aumentar su adopción tecnológica, debido a la contingencia” (p. 6). Durante el confinamiento, los espacios públicos, el consumo cultural y la socialización juveniles redujeron su relevancia cotidiana.

Se destaca la habitación de los y las participantes como el espacio doméstico desde donde controlan, diseñan y materializan la experiencia juvenil durante la pandemia. Además, el hogar se convierte en el lugar donde la gente tiene mayor tiempo de conexión a Internet (Asociación de Internet MX, 2020). Esto concuerda con lo encontrado por Morduchowicz (2008), ya que “la tendencia en todo el mundo es que la familia se desplace de la cultura del comedor a la de la habitación” (p. 52). La siguiente reflexión muestra la transformación perceptiva del espacio doméstico y sus efectos en la experiencia juvenil.

… el aspecto negativo [de la pandemia] recae en la invasión del espacio privado y en la resignificación de este. El lugar al que llegabas después de la escuela a descansar y pasar tu tiempo libre se transformó en un lugar de estrés y trabajo. (estudiante hombre, 23 años)

La transformación simbólica de la habitación en particular, pero del hogar en general, como un salón de clases o la oficina es resultado del solapamiento de las actividades en un mismo espacio físico. Así, la pandemia suprimió la noción de tiempo libre bajo la premisa de invertir el ‘exceso’ de tiempo para todo aquello a lo que normalmente no se atendía por falta de este. El ocio y el descanso fueron actividades que se redujeron ante el ímpetu adulto-centrista por “aprovechar” la juventud en vez de disfrutarla/vivenciarla en la pandemia. De esta manera, “se borró esta ‘idea’ del tiempo libre ya que (gracias al celular) debías responder y estar disponible 24/7” (estudiante mujer, 20 años).

El solapamiento de actividades en la habitación no solo transformó su uso como un lugar para la gestión y vivencia de la experiencia juvenil, sino que además desplazó perceptivamente la apropiación hecha por el/la joven de dicho espacio. Así “era frustrante y triste el que mi habitación fuera mi salón” (estudiante hombre, 22 años). Este sentido disruptivo va de la mano con la pérdida del control que posee el sujeto sobre su espacio más próximo: la habitación. Feixa (2005) argumenta que la habitación es el primer y más cercano espacio que un(a) joven apropia para establecer su autonomía relacional y con ello delimitar lo íntimo de lo familiar y de lo público/externo. Con la pandemia, la habitación dejó de ser ese lugar propio, seguro e independiente de la/el joven para vivir y ser parte de la experiencia juvenil (Silverstone, 2004). En otras palabras, la transgresión de las prácticas educativas, laborales y sociales sobre la habitación contribuyó a su resignificación, no necesariamente positiva.

A pesar del extrañamiento del joven sobre su habitación, esto no impidió que realizara acciones de resistencia que se volvieron prácticas comunicativas digitales. No encender la cámara, no usar el micrófono, usar fondos animados o solo participar de manera textual en clases o en una ‘zoomparty’ con otros universitarios fueron prácticas comunicativas sustentadas en los dispositivos tecnológicos que tenían como finalidad establecer una frontera entre lo público (de la acción) y lo íntimo (de la habitación).

A pesar de estas transformaciones, las posibilidades de uso y articulación de los dispositivos tecnológicos cuestionó el mito del aislamiento de las juventudes por la tecnología (Becerra, 2015). La pandemia mostró que las y los jóvenes ensamblan los dispositivos tecnológicos e Internet a su vida cotidiana de tal manera que la socialización, la educación, la familia y lo personal constituyen un mundo en permanente articulación por la domesticación de la tecnología, generando una experiencia propia de la juventud contemporánea. Por ello, más que pensar los dispositivos tecnológicos como soportes de la vida cotidiana (Lemus, 2017), es necesario conceptualizarlos como articuladores de la experiencia individual-colectiva dentro de la cotidianidad. Situar los dispositivos tecnológicos como articuladores de vivencias individuales y colectivas permite reconocer los ensamblajes que hace el sujeto con los dispositivos a su alcance para (re)producir la realidad social donde participa.

Por otro lado, si bien el tiempo de conexión, el dispositivo por el que se conecta el/la joven y el espacio donde lo hacen son importantes para articular una práctica comunicativa digital, también es necesario destacar la finalidad de la conexión con el propósito de enmarcar tanto el lugar como el dispositivo utilizado para ingresar a Internet. La tabla 4 muestra el porcentaje de horas de conexión y su finalidad.

Tabla 4 Distribución porcentual de acuerdo con la finalidad de conexión 

Nota. Elaboración propia con datos de formulario.

Como se observa, la práctica educativa se ostenta como la actividad que más tiempo demanda durante la semana; después de ella se establece la finalidad de socialización a través de plataformas sociodigitales (Facebook, Instagram, Twitter, TikTok), en tercer lugar se encuentra el consumo cultural mediante diversas plataformas (Spotify, Netflix, Disney+, Starz, Deezer, Prime Video) y, finalmente, para algunos participantes también estuvo presente el uso de plataformas para realizar actividades laborales (paquetería Office, Canva y Zencastr). Durante el fin de semana, las plataformas utilizadas no cambiaron sustancialmente pero sí se modificó el tiempo destinado a cada finalidad: la socialización y el consumo cultural adquieren un mayor uso, posicionando las actividades educativas en tercer lugar.

A partir del tiempo de conexión, el dispositivo utilizado, el lugar de la práctica y la finalidad de esta se puede observar cuantitativa y cualitativamente cómo la experiencia juvenil fue trastocada por la pandemia. Todas estas variables intervienen en la construcción del ser joven, pero además afectan directamente la experiencia juvenil, la cual fue alterada por la mirada adulto-centrista sobre la relación juventud-tecnología (Becerra, 2015).

La legitimidad de este mito provocó que los profesores contribuyeran arbitrariamente a incrementar y redistribuir el tiempo de conexión de acuerdo con las demandas emergentes en el contexto pandémico y cambiando consecuentemente el significado de Internet. Paralelamente, el incremento de tiempo generó en los padres una percepción negativa sobre sus hijos(as). La siguiente reflexión muestra esta contradicción: “mi familia no entendía completamente que estaba tomando clases y consideraban que no hacía cosas para la casa” (estudiante mujer, 20 años). Estos constreñimientos sobre el/la joven tiene efectos en su autopercepción y en su participación en las dinámicas familiares; todas ellas provocadas por el desvanecimiento de las fronteras entre las diferentes actividades que confluyeron espacial y temporalmente en el hogar y particularmente en la habitación de la/el joven.

Finalmente, no solo las y los jóvenes trataron de articular sus actividades con las prácticas familiares, sino que los padres y las madres, ante el cambio perceptivo sobre el tiempo de conexión de sus hijos e hijas y la mayor permanencia en sus respectivas habitaciones, realizaron acciones pasivas de vigilancia. El 62 % de participantes reconoció acciones de vigilancia soft: mirar la pantalla de la computadora, preguntar sobre lo que hacen en ella, ver conjuntamente contenidos en el celular de su hijo(a), así como decir frases sarcásticas sobre la habilidad de sus hijas(os) en Internet son formas en que los padres y madres intentan reducir la incertidumbre que aún les provoca el espacio digital, especialmente durante un encierro que digitalizó gran parte de la vida cotidiana de sus hijos e hijas.

Ya sea por los grados de domesticación tecnológica o por el incremento del uso de Internet por parte de sus hijos e hijas, queda claro que las intervenciones son multidireccionales, difusas y están vinculadas a la relación saber-poder entre jóvenes y adultos. Estas acciones de vigilancia soft están ancladas a las prácticas individuales-colectivas de (con)vivencia en el hogar, por lo que futuras investigaciones podrían aportar cómo la digitalización de algunas actividades sociales, educativas y laborales implicó una mayor domesticación de la tecnología por parte de los adultos.

Conclusiones

El objetivo de este trabajo fue identificar el cambio en el uso de Internet por parte de un grupo de universitarios mexicanos durante la pandemia. Desde los Estudios Culturales fue posible identificar que el cambio cuantitativo sobre el tiempo de conexión ha tenido efectos cualitativos en la relación entre la tecnología, las juventudes y los espacios domésticos que constituyen el hogar contemporáneo.

Se observa que las actividades escolares han aumentado la conexión al espacio digital y a la par redujeron el uso de los dispositivos tecnológicos e Internet para acciones de entretenimiento, socialización o consumo cultural. La redistribución del tiempo en las actividades que las juventudes desarrollan en Internet es sutil, pero tiene implicaciones sobre la percepción del espacio digital y doméstico en la experiencia juvenil. Así, Internet, los dispositivos tecnológicos y el espacio doméstico se encadenan dentro de la vida cotidiana para darle materialidad a la vivencia de la juventud a nivel individual y colectivo. La pandemia trastocó la doble articulación de los medios y los dispositivos tecnológicos, pero también obligó a que el sujeto profundizará la domesticación tecnológica para poder cumplir con los nuevos ritos individuales/familiares y con los imaginarios sociales generados durante el confinamiento.

El hogar se convirtió en el primer espacio de conexión, pero para las juventudes la habitación es vista como el lugar desde el que se diseña la vida cotidiana en tiempos de pandemia. La habitación no está aislada del hogar, por el contrario, allí conviven lo íntimo (del sujeto), lo privado (de la familia) y lo público (de la escuela, las amistades y el trabajo), por lo que es importante destacar que este espacio se convierte en el nodo articulador de la cotidianidad juvenil durante el confinamiento.

Finalmente, si bien la pandemia está reduciendo su presencia en la vida cotidiana y las juventudes mexicanas se (re)adaptan al nuevo contexto, es claro que más de una generación ha quedado marcada. Por ello, el estudio del impacto de la pandemia en jóvenes y su relación con la tecnología no solo debe buscarse en el pasado reciente, sino también en el futuro próximo. El desdoblamiento de las prácticas cotidianas mediante la paulatina reapropiación de los espacios comunes y públicos supone un objeto de estudio emergente. Los nuevos conocimientos adquiridos, así como las experiencias vividas por las y los jóvenes durante la pandemia, son factores que intervendrán en la experiencia juvenil presente y futura.

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2Esta definición no está en contradicción a los estudios latinoamericanos sobre la apropiación tecnológica, por el contrario, esta corriente es heredera de estas aportaciones hechas desde los Estudios Culturales, aunque ha sido muy poco visibilizado en su genealogía (Sandoval y Cabello, 2019; Sandoval, 2022).

Recibido: 21 de Junio de 2023; Revisado: 06 de Julio de 2023; Aprobado: 08 de Agosto de 2023

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