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Sophia, Colección de Filosofía de la Educación

versión On-line ISSN 1390-8626versión impresa ISSN 1390-3861

Sophia  no.22 Cuenca ene./jun. 2017

https://doi.org/10.17163/soph.n22.2017.09 

Artículos

La heurística de el Autómaton aristotélico en fenómenos de recurrencia cíclica del sector inmobiliario y financiero

The heuristic value of Aristotle’s Automaton applied to cyclic recurrence phenomena of the real estate and financial sector

Diego Alberto Beltrán1  [1]diegoabeltran@yahoo.com.ar

1Universidad Católica Argentina/ Argentina


Resumen

Este artículo tiene como objetivo principal analizar las posibilidades hermenéuticas del concepto Autómaton en la explicación de ciertos tipos de fenómenos de recurrencia cíclica en la economía del sector inmobiliario y financiero. Por otra parte, se realza el valor heurístico de este concepto a través de su diálogo con la perspectiva recurrente de la historia de Louis Auguste Blanqui. La hipótesis principal señala que los ciclos de crecimiento inmobiliario de la construcción y posterior crisis financiera se dan en un marco de falta de finalidad o de causa final; según la perspectiva aristotélica. La actualización de la perspectiva aristotélica o el giro interpretativo que proponemos es que esta falta de finalidad debe verse como una imposibilidad de trascender o de superar la reiteración constante de esos ciclos. Esta imposibilidad de trascendencia se debe a la pérdida progresiva, por parte de la sociedad de consumo, de la noción legal de límite. En función del diálogo entre el Libro II de la Física de Aristóteles y el texto de Louis Auguste Blanqui La eternidad a través de los astros planteamos que lo que se reitera en vano no es una excrecencia paralela al esquema de cuatro causas aristotélico sino que todo el tiempo histórico humano es Autómaton. Es decir, el texto de Blanqui nos da la posibilidad de transformar el Autómaton aristotélico en un concepto de valor heurístico más amplio que trabaje la recurrencia cíclica inmanente o sin capacidad de superarse. Para las dos hipótesis desarrolladas ha sido clave la perspectiva teórica aportada por Gilles Deleuze y Félix Guattari en sus estudios sobre el capitalismo.

Palabras clave Autómaton; recurrencia; finalidad; temporalidad; causalidad

Abstract

This paper is aimed to analyze the hermeneutics possibilities of the concept Automaton applied to the explanation of some type of cyclic recurrence phenomena in the Economics of financial and real estate market. On the other hand, the heuristic value of this concept is stood out in relation with the recurrent perspective of the story of Louis Auguste Blanqui. The main hypothesis points out that the cycles of real estate growth of the construction and subsequent financial crisis occur in a frame of lack of purpose or of final cause; according to the Aristotelian perspective. The updating of the Aristotelian perspective or the interpretive turn we propose is that this lack of purpose must be seen as an impossibility of transcending or overcoming the constant reiteration of those cycles. This impossibility of transcendence is due to the progressive loss, on the part of the society of consumption, of the legal notion of limit. According to the dialogue between Book II of Aristotle’s Physics and the text of Louis Auguste Blanqui Eternity through the stars we propose that what is reiterated in vain is not an excrescence parallel to the scheme of four Aristotelian causes but that all human historical time is Automaton. That is to say, the text of Blanqui gives us the possibility of transforming the Aristotelian concept Automaton into a notion of greater heuristic value that can analyze the cyclic recurrence immanent or incapable of surpassing itself. For the two hypotheses developed has been key the theoretical perspective provided by Gilles Deleuze and Felix Guattari in his studies on capitalism.

Keywords Automaton; recurrence; purpose; temporality; causality

Introducción

Autómaton es un concepto de la Física de Aristóteles, al mismo tiempo críptico y heurístico. Definido en un sentido amplio como lo que es producido por una trama de causas que lo co-determinan produciéndose entonces de suyo y sin la presencia de la causa final; supera la clásica traducción romana como Casus o casualidad. Lo Autómaton se reitera como a-normalidad, monstruosidad en forma flotante o desarticulado a una causa final. Sin embargo, la reiteración se presenta como algo que reclama un estatus epistémico más allá o más acá de la concepción abstracta, matemática y lineal del tiempo acuñada en la Grecia Clásica, heredada y transformada por el cristianismo medieval y transformado nuevamente por la concepción historicista-positivista del tiempo. Autómaton es lo que retorna sin una finalidad aunque mostrando la incidencia de algún factor no considerado por el paradigma del tiempo occidental. Aristóteles ofrece un esquema tranquilizador del suceder temporal; todo transcurre de acuerdo a un fin y a tres causas que se estructuran en función de este. La Física presenta una concepción lineal del tiempo adoptada por el occidente cristiano medieval y moderno:

… el carácter fundamental de la experiencia griega del tiempo que, a través de la Física de Aristóteles, determinó durante dos mil años la representación occidental del tiempo es concebirlo como un continuum puntual, infinito y cuantificado. El tiempo es definido así por Aristóteles como ‘número del movimiento según el antes y el después’ y su continuidad resulta garantizada por su división en instantes (tó nyn, el ahora) inextensos, análogos al punto geométrico (stigmé) ( Agamben, 2007, p. 134 ).

Es, simultáneamente, un tiempo inasible y tranquilizador. Es inasible porque el instante es la continuidad del tiempo como un fin y un principio del tiempo. Es en parte fin del pasado y comienzo del futuro estando constantemente “en trance de empezar y terminar” pareciendo siempre otro; es otro de él mismo alienándose en pasado y futuro ( Agamben, 2007, pp. 133-134 ). Ahora bien; este tiempo abstracto puntual y lineal puede no tener principio ni fin retornando constantemente como en el caso griego o puede ser lineal y continuo de principio a fin como el tiempo bíblico o el tiempo laico historicista-positivista. En el primer caso, y según un pasaje de los problemas , Aristóteles señala la imposibilidad del sistema de referencia atrás-adelante en la concepción circular del tiempo. El principio, centro y fin temporales del universo son relativos porque vuelven a recrearse en el tiovivo del tiempo circular. Es difícil decir que los hombres de Troya son anteriores a nosotros si estamos más cerca del principio que ellos. El tiempo circular es predecible aunque sin referencias estables dada esta “paradoja temporal” del universo finito aristotélico. En la concepción lineal-recta del tiempo el universo no es eterno y tienen una dirección específica. A pesar de no prestar atención a los hechos mundanos; el cristianismo “sentó las bases para una experiencia de la historicidad” dado que escinde al tiempo humano del tiempo y el movimiento circular de los astros ( Agamben, 2007, p.137 ). San Agustín plantea que si se apagase la luz de los astros que vemos en el firmamento se podría seguir midiendo el tiempo por las rotaciones de la rueda del alfarero que no sólo reproduce la temporalidad celeste sino que nos introduce en otra clase de tiempo subjetivo. Esta hipótesis es la respuesta a la afirmación de “un hombre docto” que planteaba la existencia del tiempo por la rotación regular de los astros que servía, así mismo, como punto de referencia para medirlo. Dado que la rueda del alfarero podría tener giros más lentos o más rápidos y nosotros percibir esta temporalidad diferencial; San Agustín se pregunta si “no hablaríamos nosotros también en el tiempo” ( San Agustín, 2014, p. 336 ). A pesar de esta puerta a la dimensión subjetiva del tiempo, San Agustín retoma una concepción aristotélica del tiempo donde el instante presente tiene el estatus de una partícula indivisible de tiempo fugaz dada la evanescente velocidad de desplazamiento que la lleva del futuro al pasado. Aparece entonces la imagen del tiempo geométrica: una línea formada por partículas de instantes indivisibles sometidas a la paradoja de tener más existencia cuando no son porque ya han sido (pasado) o aún no son (futuro). El presente es el lugar de pasaje y de disolución del ser del tiempo:

Pero con seguridad afirmo que si nada pasara no habría tiempo pasado; y si nada llegara, no habría tiempo futuro; y si nada existiera, no habría tiempo presente. Esos dos tiempos, pues, el pasado y el futuro, ¿cómo existen, dado que el pasado ya no existe y el futuro todavía no existe? Y el presente, si siempre fuera presente y no se convirtiera en pasado, ya no sería tiempo sino eternidad. Por eso, si el presente, para ser tiempo, llega a serlo porque pasa a ser pasado, ¿cómo decimos también en su caso, que existe, si la causa por la cual existe es que no existirá, es decir, que no afirmamos en verdad que es tiempo sino porque tiende al no ser? ( San Agustín, 2014, pp. 327-328 ).

El tiempo moderno es un tiempo lineal, unidireccional e irreversible de matriz cristiana aunque laicizado. Tomado en su estructura formal y vaciado, al menos en su mayor parte, del sentido de redención final. Queda entonces huérfano de la ratio religiosa que le daba un sentido. El antes y el después antaño subsidiarios del sentido de redención son ahora enmarcados en el concepto de proceso que se hace explícito con el historicismo del siglo XIX. El contexto de una sociedad industrial colabora para que esto se presente así. La representación benjaminiana del tiempo como homogéneo, rectilíneo y vacío emana del tipo de experiencia de los obreros de una fábrica, que en sus distintas fases, encontramos en el siglo XVIII, XIX, XX y, seguramente bajo una forma más cruda y terrible, en los talleres esclavos del siglo XXI:

El antes y el después, nociones tan inciertas y vacuas para la Antigüedad y que para el cristianismo sólo tenían sentido con miras al fin del tiempo, se vuelven en sí y por sí mismas el sentido, y dicho sentido se presenta como lo verdaderamente histórico ( Agamben, 2007, p. 140 ).

El sentido de la historia pertenece al proceso en tanto tal como Gestalt o totalidad; el ahora puntual del individuo trabajador de la fábrica o del transeúnte del espacio urbano amenazante que media entre la casa y la oficina queda privado de sentido y de una experiencia verdadera más allá de la multitud inasimilable de sucesos que median entre el despertar y el ocaso de un día laboral. La única opción que se contempla para retener la apariencia de un sentido es la idea de un progreso continuo e infinito privada, a juicio de Agamben, de todo fundamento racional. Idea anclada en el progreso exponencial de las ciencias naturales en el siglo XIX, en las que los conceptos de desarrollo y progreso hacen referencia a un proceso con una dirección temporal en la que puede hablarse de la evolución de lo indiviso a lo diversificado; como planteaba el evolucionismo decimonónico.

Ahora bien, Aristóteles nos lega otra concepción del tiempo que asedia como en una pesadilla recurrente la visión lineal, procesual y vacía del tiempo histórico moderno. Lo Autómaton parece reiterarse (quizá cíclicamente) sin una finalidad y con una lógica ajena al constructo occidental aquí esquematizado. Las posibilidades heurísticas de este concepto serán exploradas a partir del análisis de la perspectiva de repetición y reiteración que encontramos en Louis Auguste Blanqui y en David Harvey. Blanqui es un revolucionario francés del siglo XIX que escribió un libro muy particular; “La eternidad a través de los astros” en el cual se encuentra una concepción de un eterno retorno de series de sucesos causales con mínimas variaciones que terminan para volver a comenzar en alguna línea de tiempo y espacio no determinada de antemano. En esta obra, nombra al pasar al urbanista-arquitecto Georges-Eugéne Haussmann que quizás fue el primer mascarón de proa de una serie reiterativa de un ciclo inmobiliario-financiero-económico que analiza David Harvey en “Ciudades Rebeldes” retomando la serie iniciada por Haussmann para compararla con su “sosías” neoyorkino del siglo XX Robert Moses. Si lo Autómaton es aquella anomalía que se reitera sin finalidad; Blanqui (en el Fuerte Toro y al final de su vida) logra explicar esa falta de finalidad en la reiteración y ese vacío en el sentido histórico. Harvey, representante de la corriente de la geografía radical, logra evidenciar la lógica de repetición de estos ciclos como captadores de la mano de obra y capital excedentes e implementadores de sus máximas rentabilidades. Aun así son ciclos que se reiteran sin poder trascenderse; si la finalidad de un proceso implica la posibilidad de que el proceso se trascienda así mismo, dichos ciclos de reforma urbanística profunda tienen como finalidad salir de la crisis económica. Pero dicho fin no logra superar-trascender la reiteración-repetición del mismo tipo de crisis que acaecen en el mismo tiempo-espacio histórico o en otro diferente. Es decir, la absorción de mano de obra y capital excedentes por medio del ciclo de re-construcción o de destrucción-reconstrucción inmobiliaria con su respectivo andamiaje jurídico (que funciona como un oxímoron: como leyes que no prohíben) lleva a una crisis posterior tan profunda como la anterior. De esta manera, el fin no se cumple del todo porque persiste la reiteración en vano. Dicho en otros términos: cada uno de estos ciclos soluciona una crisis precedente pero no se transforman en un paradigma anti cíclico que avente el advenimiento repetitivo de la crisis (siempre diferente, pero siempre la misma).

Las causas per accidens o por ignorancia

En Metafísica, Aristóteles plantea que las cosas son por cuatro motivos diferentes: Téchné, Physis, Tyché y Autómaton (1993.1070 a8-10). La Téchné es un principio de generación o transformación que opera externamente a la cosa; por ejemplo el carpintero transforma la madera en una cama o mesa a partir de una serie de habilidades y técnicas artesanales. La Physis es un principio de generación que es inmanente, es decir; está en la cosa misma dado que “un hombre engendra un hombre”. Tyché es una privación de Téchné y Autómaton una privación de Physis . Lo que ambas tienen en común es su excepcionalidad al ser “efectos per accidens de series causales distintas” (Guillermo de Echandía, 1995). Las cuatro causas (material, formal, eficiente y final) o, más bien, los cuatro factores que intervienen en una explicación causal aristotélica se refieren a una regularidad natural que incluye a la Téchné practicada por el hombre y a la Physis . Para todos los fenómenos que suceden excepcionalmente o irregularmente Aristóteles emplea los conceptos Tyché y Autómaton . Los romanos tradujeron Tyché (diosa griega) por Fortuna (diosa romana) y Autómaton por Casus (casualidad). De esta manera; Génesis Automaté se traduce por Generatio Spontanea . En ambos casos se trata de traducciones parciales.

a. Causa por ignorancia o por designio divino

Lo que es causado por Tyché o por Fortuna no puede ser captado por el pensamiento ( Nóus ), es de ocurrencia irregular/excepcional y determina el acontecimiento de forma accidental ( Per Accidens ). Aristóteles da el ejemplo de un hombre que se dirige a determinado lugar; sin saberlo, en ese mismo sitio su deudor está recibiendo una suma de dinero que puede servir para cancelar la deuda con él. El acreedor ha recuperado su dinero por accidente o por un suceso afortunado. En este ejemplo la Fortuna/Tyché sería el encuentro accidental de dos series causales diferentes:

1° Serie: el deudor (B) del acreedor (A) recibe dinero de X en determinado lugar acordado de antemano

2° Serie: A camina hacia ese lugar con otro propósito (por ejemplo encontrarse con otra persona).

En las dos series se maneja la regularidad de las causas material-eficiente-formal-final, pero la intersección de las dos series causales es por fortuna. Es decir, hay una coincidencia fortuita de dos series causales independientes. La pregunta a realizarse es si esta convergencia es por una intersección divina o si implica un desconocimiento de una serie de datos que, poseídos por un tercero, hubiesen servido para predecir/anticipar la convergencia. Si nos desplazamos del concepto de Tyché al concepto de Azar un físico newtoniano clásico diría que el azar sólo es una convergencia inesperada por falta del conocimiento de las conexiones causales de cada serie y de su ocurrencia simultánea. Si conociésemos los datos relativos al origen de ambos procesos de causación y su ocurrencia simultánea podríamos predecir la mala suerte del deudor y la buena suerte del acreedor. Desde esta perspectiva el azar no es causa es desconocimiento. Mucho tiempo después, en el siglo XX, el premio nobel de química Ilya Prigogine (1998) planteará que el azar se constituye como un punto de bifurcación de un proceso en el que hay varias posibilidades potenciales y el camino tomado por dicho proceso es aleatorio e impredecible.

Si pensamos en dos series causales que deberían converger pero no convergen nos encontramos con un concepto de azar ligado a Tyché . El ejemplo a tratar es el de los casos de las personas que se salvan de ser víctimas de un atentado:

1° Serie causal: un grupo de terroristas planea un atentado en un día, mes y año preciso en X lugar público (Torres Gemelas, AMIA, Estación de Atocha, etcétera).

2° Serie causal: una persona que habitualmente se dirige todos los días a ese lugar para trabajar en él debería estar el día del atentado pero ese día se queda en casa por una fuerte descompostura.

3° Evento de la no convergencia: el último evento de 2° (la descompostura) sería un desenlace normal de no ser porque esta persona no faltó al trabajo por diez años seguidos. De esta manera; la descompostura actúa como una causa externa a los sucesos naturales (en el sentido aristotélico del término) dentro de series causales por Physis o Techné . La persona atribuye su buena suerte a un designio divino/ Tyché.

b. Causa per Accidens o Autómaton

To Autómaton es aquello que es en vano, que no es con una finalidad dado que no logra efectivizarse la causa final. De esta manera, al no cumplir con la causa final, altera el universo finalista aristotélico. En el libro II de la Física Aristóteles da el ejemplo del nacimiento de un ternero con rostro humano; es decir, da el ejemplo del monstruo. El monstruo no logra cumplir con la finalidad natural porque no primo la forma sobre la materia. Su existencia es en vano al ser un “error” de la naturaleza y esto sucede por azar ( Autómaton ). El conjunto de la obra aristotélica se ve atravesada por un sistema conceptual central que es perfectamente visible en sus niveles político, metafísico, físico y biológico ( Riedel, 1975 ).

En términos metafísicos Aristóteles realiza una distinción entre lo que puede existir por sí mismo y lo que depende de otra cosa para existir. Para realizar dicha distinción descarta una lógica de tipo cronológico. Si tomase dicha lógica una semilla, un embrión, la familia o la aldea serían entidades independientes y no a la inversa como propone Aristóteles. La perspectiva utilizada es una de tipo genético por medio de la cual la planta está contenida en la semilla, el animal en el embrión y la polis en la familia y en la aldea. Por lo tanto; la planta, el animal y la polis son anteriores por naturaleza y, en consecuencia, seres completos.

El principio de cambio en las cosas, la potencia que produce el movimiento hacia el cambio, puede obrar desde el interior o el exterior de las mismas. Para los seres orgánicos obra desde el interior; la potencia de cambio, cuando obra, lo hace desde la misma cosa. Por ejemplo, la semilla en sí tiene la potencia de ser planta. Con ciertas condiciones como la tierra, el sol y el agua desarrolla su potencialidad de planta dejando de ser semilla. Un embrión de can tiene la potencialidad de transformarse en can. Dadas ciertas condiciones como el período de gestación y los nutrientes que recibe a través de la madre; el embrión canino desarrolla la potencialidad de cambio transformándose en can. La potencialidad intrínseca de transformación para este tipo de seres, si bien es propia, al mismo tiempo es limitada; una semilla de tomate no puede transformarse en una vid o en un can al contener un desarrollo preformado. Los seres inorgánicos sólo pueden transformarse por una potencialidad de cambio exterior a dichos objetos; el bronce es transformado por el artista en estatua, la madera es trasformada por el carpintero en una mesa: el principio de cambio es extrínseco a dichas cosas y artificial al ser producido por el artista/artesano y su Techné . En el Libro II de la Física se establece que cuando la causa formal no se impone se produce un error que altera el mundo finalista aristotélico:

Se producen también errores en las cosas hechas artificialmente (Por ejemplo, el gramático comete una incorrección al escribir y el médico se equivoca en la dosis del fármaco). Por lo tanto, es evidente que estos errores se pueden producir en las cosas naturales. Pues si hay cosas artificiales en las que lo producido se ha hecho correctamente con vistas a un fin, y también otras hechas erróneamente cuando el fin que se pretendía no se ha alcanzado, lo mismo puede suceder en las cosas naturales, y los monstruos serian errores de las cosas que son para un fin ( Aristóteles, 1995 ).

El error y la monstruosidad son Per Accidens cuando la forma no se impone sobre la materia y esto es inhabitual y fuera de lo normal. En la serie de films “X-Men” nos encontramos con dos posiciones enfrentadas sobre la conceptualización de una mutación genética. Los X-Men son monstruos a la manera aristotélica dado que en ellos no se cumplen específicamente la forma humana ( causa formal ). O, pero aún, pueden adoptar múltiples formas quebrando la relación potencia-acto delimitada por un desarrollo preformado de antemano. La otra posición favorable a los X-Men es la que los consideran el último producto de la selección natural. El mecanismo de la selección natural descubierto por Charles Darwin en el siglo XIX a partir de El origen de las especies editado por primera vez en 1859 plantea que la naturaleza selecciona de manera aleatoria las características genotípicas y fenotípicas más útiles en la lucha por la existencia y la reproducción de cada especie. Desde esta perspectiva; los “X-Men” son una especie en el pináculo de la cadena alimenticia. En términos aristotélicos; son una nueva finalidad y una nueva forma que la naturaleza se impone a sí misma.

AUTÓMATON como lo que se repite en vano

To Autómaton es lo que se genera por sí mismo sin el concurso de una causa exterior. Lo generado es en vano, es decir, sin una finalidad (causa final). El ternero de rostro humano mencionado por Aristóteles es Autómaton ; es algo producido en vano, por error de la naturaleza, sin que se subordine la materia a la forma sino al revés. Lo que compartiría con Tyché es su ocurrencia excepcional si tomamos en cuenta el ternero con rostro humano o el vórtice o torbellino ( Dine ) que Aristóteles le atribuye a Demócrito ( Aristóteles, 1995 ). Según el estagirita; para los atomistas el cielo y “las cosas más divinas que vemos” se han generado casualmente ( Autómaton ) mientras que la generación de plantas y animales responde a otro nivel de causalidad. Para Aristóteles sucedería “más bien lo contrario de lo que dicen” los atomistas ( Aristóteles, 1995 ). Las cosas que suceden siempre de modo necesario ( Ananké ) o que suceden la mayoría de las veces responden a un nivel causal diferente al nivel configurado por Tyché y Autómaton . De todas formas; Aristóteles plantea que dentro del nivel de las causas Per Accidens algunas cosas suceden para algo. Sucede para algo la serie causal del acreedor que confluye con la serie causal del deudor; sucede para que el acreedor pueda recuperar su dinero y seguramente sus intereses aunque no exista la intencionalidad del acreedor de encontrar al deudor. Cuando el jinete que está en la primera línea de batalla muere y su caballo por un acto reflejo o por hábito regresa a la retaguardia salvando su propia vida, regresa no persiguiendo esa finalidad (salvar su vida) sino por Autómaton .

Ahora bien, se podría pensar, desde esta perspectiva, que el caballo posee cierto mecanismo que lo hace regresar a terreno conocido y que, reiterado el suceso innumerables veces, el caballo actuaría por Autómaton de la misma manera. Con esta modificación del ejemplo que, según la interpretación de Guillermo de Echandía, da Aristóteles nos encontramos con la reiteración “en vano” sin una finalidad prefijada. Quizá este significado se acerque al sentido homérico de autómatos . En la primera referencia conocida de este término nos encontramos que sirve para designar a los sirvientes mecánicos que crea Efesto para que lo ayuden a templar la armadura de Aquiles ( Fariña, 2013, p. 8 ). Si bien el territorio de Autómaton es el de “las cosas inanimadas, los animales y los niños” dado que estos no realizan una actividad (Aristóteles, p. 65); podría ampliarse la zona de este territorio sin incluimos al “automatismo repetitivo” de la perspectiva psicoanalítica. Cuando el analizante plantea al analista que siempre le pasa lo mismo; está borrando la diferencia entre una serie de acciones percibidas como iguales amulando “el punto de desencuentro que causa el autómaton” ( Laso, 2013, p. 31 ).

AUTÓMATON: el eterno retorno en el universo y en las crisis financieras

En el siglo XIX Auguste Blanqui, preso en el Fuerte de Taureau, escribe “La eternidad a través de los astros”. En este breve texto da una versión del Autómaton aristotélico sin mencionarlo específicamente. Para este viejo revolucionario francés, considerado por Marx como la mente y el corazón del proletariado; el universo está compuesto por una serie de elementos finitos distribuidos de manera homogénea en toda su extensión. Dichos elementos pueden combinarse de múltiples formas dando como resultado compuestos de materia numéricamente extensos pero no infinitos y diferentes pero, en algunos casos, con escasas variaciones. Dadas estas circunstancias, hay innumerables sosias del planeta tierra y de sus habitantes a lo largo de todo el universo tanto en su sentido espacial como temporal. Hay diferentes versiones de Augusto Blanqui escribiendo en el Fuerte Toro La eternidad a través de los astros y hay otras versiones fuera de la prisión y que hacen triunfar la revolución. Hay también sosias de Blanqui y sosias de la Tierra en diferentes momentos históricos dado que el origen y colapso de los mundos no son simultáneos. Cada origen seguido de un desarrollo entrópico durante millones de años y su colapso final se reiteran una y otra vez en lejanas porciones del universo. Este no tiene límites de tiempo hacia el pasado, dado que no hay origen, ni hacia el futuro; dado que no hay final. La repetición es infinita sobre una base finita de originalidad; dado que la eterna mezcla es siempre sobre los mismos elementos. El “plan y los materiales” de la naturaleza “permanecen invariables”. Con un número de elementos limitado genera múltiples combinaciones que son, sin embargo, finitas.

De esta manera; los seres orgánicos y sus medioambientes planetarios, aunque separados por distancias inconmensurables, no son muy diferentes al de nosotros. La materia es constante dado que “no llegaría a disminuir ni a crecer en un átomo” y es eterna “en sus elementos y en su conjunto” ( Blanqui, 2000 p. 29 ). Pero las formas que adquieren estos elementos están sujetas a la perennidad del tiempo. Los “muertos de la materia” vuelven a la vida bajo otras formas mediando entre la muerte y la resurrección un proceso muy particular. Cuando después de “millares de siglos” los astros se apagan quedan como tumbas congeladas errando por el espacio hasta que son sacudidas por un nuevo proceso vital. En algún momento se genera una confluencia de estos cadáveres errantes en la forma de múltiples colisiones que producen conflagraciones “sobre un campo de batalla de miles de millones de miles de millones de leguas de existencia” que van a volatilizar a estos cadáveres y reducirlos al estado de vapores (2000 p. 28). Luego la gravedad los agrupa en nebulosas de las que surgen soles con sus planetas que los circundan. Blanqui afina su abducción:

¿Será así, exactamente, que renacen los mundos? No sé. Puede ser que las legiones muertas que se chocan para recuperar la vida, sean menos numerosas, el campo de resurrección menos vasto. Pero, es cierto, se trata sólo de una cuestión de cifra y de extensión, no de medio ( Blanqui, 2000, p. 29 ).

Nos encontramos entonces con una recurrencia cíclica universal con variantes, probablemente aleatorias, que se despliega en el orden biológico y social y dentro de ese en todos los campos hasta llegar al viejo revolucionario que escribe en la prisión. Esta repetición infinita se realiza sobre un espacio infinito. Deberíamos preguntarnos si, para Blanqui, los límites del universo son tan inmanentes como los límites del capitalismo para Deleuze-Guattari. Para el universo siempre existe como límite otra dependencia espacio-temporal de la misma manera que, para el capitalismo, siempre existe una ampliación axiomática:

Dijo Pascal, con su magnificencia de lenguaje: ‘El universo es un círculo cuyo centro se encuentra en todas partes y la circunferencia en ninguna.’ ¿Qué imagen del infinito más sobrecogedora que ésa? Digamos, según él, y con mayor precisión: El universo es una esfera cuyo centro está en todas partes y su superficie en ninguna. Está ahí, delante de nosotros, ofreciéndose a la observación y al razonamiento. Los astros innumerables brillan en sus profundidades. Supongámonos en uno de esos centros de esfera’, que están en todas partes y cuya superficie no se encuentra en ninguna, y admitamos por un instante la existencia de esta superficie que, en consecuencia, se constituye en límite del mundo. ¿Será sólido, líquido o gaseoso, este límite? Cualquiera sea su naturaleza, enseguida se producirá la prolongación de aquello que limita o pretende limitar. Supongamos que no existe, en este sentido, ni sólido, ni líquido, ni gas, ni siquiera el éter. Nada más que el espacio, negro y vacío. Este espacio posee las mismas tres dimensiones, y tendrá necesariamente como límite, es decir, como continuación, una nueva porción de espacio de la misma naturaleza, y luego, otra, luego otra más, y así en adelante, indefinidamente ( Blanqui, 2000, p. 3 ).

El universo es infinito en el tiempo; siempre ha estado ahí dado que la materia no sale de la nada ni puede entrar allí, y en el espacio; en el cual no hay columnas de Hércules que definan un límite aunque este puede ser pensado como un límite de la misma sustancia que pretende limitar: espacio vacío y negro limitado por espacio vacío y negro. O, también, el límite no es una línea si no que es otra extensión de algunos de los compuestos finitos del universo. De esta manera; cada límite necesita otro límite. He aquí el territorio indefinido del límite blanquista del universo. No es posible homologar este esquema al universo en expansión de la física actual; dado que el universo de Blanqui “no puede disminuir ni crecer en un solo átomo”. Para Deleuze-Guattari, el capitalismo está constituido en el lugar del límite indefinido del universo concebido por el prisionero del Fuerte Toro:

La paradoja del capitalismo es que se trata de una formación social que está constituida sobre la base de lo que era lo negativo de todas las otras. Eso quiere decir que el capitalismo no ha podido constituirse más que por una conjunción, un encuentro entre flujos descodificados de todo tipo. Lo más temido por todas las formaciones sociales sería la base de una formación social que debía engullirse a todas las demás. Aquello que era lo negativo de todas las formaciones ha devenido la positividad misma de nuestra formación. Esto es estremecedor ( Deleuze-Guattari, 2013, p. 22 ).

Las nebulosas de Blanqui originan mundos que sufren los mismos ciclos sin poder trascender el proceso. Es decir, no hay un afuera espacial y temporal del universo blanquista y, además, no hay un afuera o un después en la lógica del proceso de generación y corrupción universal. Esto miso podríamos decir para el capitalismo esquizofrénico de Deleuze-Guattari. El capitalismo se sitúa en el nivel de lo Autómaton sin poder trascenderse reiterando estrategias axiomáticas como las que practico Luis Napoleón Bonaparte cuando contrato al urbanista-arquitecto Georges-Eugéne Haussmann, nombrado por el propio Blanqui en la obra analizada. Haussmann es el primer urbanista, de una serie desarrollada por David Harvey, que gestiona una crisis capitalista recurrente de “desempleo de capital y de trabajo excedentes” ( Harvey, 2013, p. 24 ). La crisis económica de 1848 muestra este desempleo a escala europea y se constituye en el vector principal de la revolución de 1848. Esta última contaba entre sus filas a trabajadores desempleados y sectores burgueses que proponían un tipo de “república social como antídoto frente a la codicia capitalista y la desigualdad” ( Harvey, 2013 p. 25 ). La revolución es derrotada y por medio de un golpe de Estado se hace con el poder Luis Napoleón Bonaparte en 1851, coronándose emperador un año después. La solución de esta crisis tuvo un nivel represivo y un nivel de empleo de brazos y capitales en desuso. A partir de 1853, fecha en el que Napoleón contratara a Haussmann, se ejecuta un vasto plan de obras públicas y de reconfiguración urbana de París que no se restringe a remodelaciones en pequeña escala del tejido urbano sino que consiste en un proceso amplio de anexión y rediseño de suburbios y barrios. Se construye una amplia red de bulevares quebrando la estructura de una ciudad medieval. El imaginario que sustentaba estas transformaciones era el organicista típico del siglo XIX. Los bulevares son el sistema circulatorio de la ciudad que se completan con el “pulmón” formado por una abertura espacial en la que se colocan una red de parques, mercados centrales, la Ópera, puentes, etcétera. Dicha abertura se realiza derribando viejos barrios proletarios. Paralelamente, se desarrolla un plan de obras de infraestructuras en el exterior (vías férreas, Canal de Suez).

Ahora bien; configurado el espacio inmobiliario se necesitan sus límites o contornos legales. Se configura entonces un marco axiomático a partir de las instituciones financieras creadas ad hoc para solventar en forma “keynesiana” la reconstrucción urbana se crean el Crédit Mobilier y la Société Inmobiliére. Los hermanos Emilio e Isaac Pereire son industriales y financistas establecidos en Francia en la década del veinte. Su ideario sansimoniano los lleva a conectarse ideológicamente con el proceso de mutación urbana que iba a comenzar al ser apoyados por el Imperio en sus proyectos. En 1852 fundan el Crédit Mobilier Francais que proporcionara una cobertura financiera a gran parte de los sectores industriales de Francia hasta su quiebra en 1868 ( Duo, 1998 ) Por otra parte, Haussmann crea un esquema financiero que articulaba ideas tradicionales y novedosas como las siguientes:

-venta de bonos municipales dirigidos al público y a los bancos privados

- creación de una caja para solventar las obras

-establecimiento de un tipo de contrato entre el Estado y las empresas inmobiliarias privadas por medio del cual estas se obligaban a pagar las expropiaciones mientras recibían como garantía bonos municipales de carácter negociable con respaldo de un banco inmobiliario de carácter estatal

-eximición de impuestos y otorgamiento de créditos a operadores privados ( Hardoy, 1988, p.12 ):

El desarrollo del sistema capitalista necesita de una correlativa transformación del entorno humano a través de reformas de la infraestructura que solo pueden realizarse a partir de una gran inversión de capital. En este punto Harvey se pregunta cómo se pueden crear incentivos al capital para que este invierta. Desde la época del Segundo Imperio el Estado ideó un mecanismo perfeccionado en el siglo siguiente por Keynes:

La teoría de los gastos productivos del Estado de la que fueron precursores los financieros saint-simonianos en el París del Segundo Imperio y que más tarde generalizó Keynes sugiere que la base impositiva debería aumentar en la medida en que el capital privado responda positivamente a las posibilidades generadas por las nuevas aportaciones infraestructurales. El resultado es cierto tipo de circulación Estado-capital en el que las inversiones estatales no sólo quedan compensadas sino que proporcionan ingresos extraordinarios que se pueden invertir en nuevas infraestructuras ( Harvey, 2012, p. 78 ).

Ahora bien; la circulación estado-capital por medio de un andamiaje financiero ad hoc lleva a la terminación abrupta del ciclo. No es un tipo de circulación que genere un tiempo lineal agustiniano o comtiano ni promueve una marcha lineal exponencial indefinida o de muy larga duración. Genera, en realidad, un Autómaton aristotélico a partir una “hiperampliación del mercado de la propiedad inmobiliaria”:

Las innovaciones en el nexo Estado-finanzas eran necesarias para canalizar los excedentes hacia la urbanización y proyectos infraestructurales (por ejemplo, la construcción de presas y autopistas). Pero la inversión excesiva en tales proyectos durante los últimos treinta años se ha convertido una y otra vez en detonante del estallido de crisis. Como he señalado antes, varias de las crisis financieras acontecidas desde 1970 se han debido a una hiperampliación del mercado de la propiedad inmobiliaria ( Harvey, 2012, p. 63 ).

Los mecanismos financieros se presentan como un límite blanquista del universo: como algo inexistente o siempre situable más adelante hasta llegar al retorno que no es un límite sino una reiteración sin finalidad. La crisis abierta en 1848 se resuelve a través de la reconfiguración de la personalidad cultural del ciudadano parisiense y del paisaje urbano evidenciada en las mayores posibilidades de consumo a través de los grandes almacenes, cafés, exposiciones y la moda. El desborde del marco axiomático expresado en el crecimiento descontrolado del sistema financiero cada vez más especulativo deriva en la crisis financiera de 1868.

Robert Moses, Sosías de Hausmann en los términos de Blanqui, es el vector individual que promueve la repetición a escala ampliada del ciclo del parís decimonónico. El período en el que Moses reconfigura la estructura urbana de Nueva York y su hinterland va de fines de la década del 20 a fines de la década del 60 del pasado siglo. Su proyecto tiene dos dimensiones. Una de ellas de construcción de espacios públicos y parques y otra la conexión de los primeros a partir de una “red de movilidad” formada por vías-parque o parkways ( Pesoa y Perez, 2014. p. 2 ). Este sistema propiciaba un oxímoron jurídico-político en la forma de un “espacio público singularmente privatizado” ( Berman, 1989, p. 313 ). Moses utiliza como dispositivo de filtro social al diseño físico de estas parkways de tal modo que quienes accedan a ellas lo hagan a través de sus propios vehículos privados. De esta manera; solo quienes tuvieran un Ford-T podían superar los pasos de nivel puestos deliberadamente bajos impidiendo el acceso masivo desde la ciudad hacia a la playa a través del transporte público para el caso de las parkways de Northern y Southern State que conectan Queens con Jones Beach ( Berman, 1989, pp. 312-313 ). Podemos establecer un paralelo entre este sistema de circulación a través de autopistas y la “enorme red interrelacionada de `autoridades públicas’ capaces de reunir sumas de dinero prácticamente ilimitadas para destinarlas a obras de las que no se rendían cuentas a ningún poder, ejecutivo, legislativo o judicial” (1989, p. 320). La “Autoridad Pública” es una institución inglesa que EEUU adopta a comienzos del siglo XX. Se le otorga la potestad de vender bonos con el fin de construir obras públicas como ferrocarriles, puertos, puentes, etcétera. Al concluir la obra se cobran peajes a los usuarios hasta la cancelación de los bonos.

En este punto la Autoridad Pública debería cederle al Estado la obra en cuestión. Sin embargo, el proceso continúa reiterándose sin su finalidad inicial en el nivel de Autómaton . La potestad de la Autoridad pública y el mecanismo generado por ella continúan sin límite de tiempo y espacio en el nivel de la inmanencia; es decir, sin poder trascenderse. En tanto el mercado de bonos esté en alza o con un buen nivel de actividad; la Autoridad pública puede renovar los bonos reemplazando los cancelados por otros que se seguirán vendiendo para construir nuevas obras. Todo este mecanismo de “movimiento perpetuo” está protegido por la imposibilidad legal el Estado para auditar los libros contables de estas Autoridades que llegaron a superar la docena. Se genera una nueva reproducción a escala ampliada de este proceso cuando se replica “en los principales centros metropolitanos de Estados Unidos” erigiéndose como un mecanismo de estabilización del capitalismo global de posguerra ( Harvey, 2012, p. 27 ). La “suburbanización” implicó, como en el París del Segundo Imperio, un cambio del modo de vida a través de la producción y comercialización de nuevas manufacturas. Sin embargo, la dispersión hacia afuera en la que se desplazan los sectores altos a urbanizaciones periféricas vació el centro de las ciudades purgándolo de un núcleo económico sostenible. El sistema de autopistas interconectadas y la destrucción de la calle en función de la soberanía de las parkways y los espacios públicos de acceso relativo minaron críticamente la capacidad de resiliencia y la entropía social de larga duración de los barrios como el Bronx condenándolos a una vida degradada o nuda vida en la cual la modernidad del siglo XX aplasta al modelo de modernidad del siglo XIX de Haussmann. Como resultado; se generó en el ciclo de Moses el mismo mecanismo que el ciclo de Haussmann. Por un lado una crisis financiera que mina el prestigio del proceso, pérdida de popularidad de Moses y la conexión causal entre esta mutación urbanística y social y los movimientos de protestas posteriores de 1968 comparables según Harvey a la Comuna de París de 1871. En ambos casos a un status hegemónico a nivel internacional y regional de cada Estado se le contraponen alianza de diferentes grupos sociales con diferentes grados de subalternización y potencialidades y el debate entre una conducción libertaria y otra centralizadora del movimiento.

A manera de conclusión

La manera de entender el concepto de Autómaton en este artículo es como lo que se repite en vano; es decir, sin una finalidad. Aumentando la capacidad heurística del término podríamos agregar que lo que se repite sin finalidad es lo que no puede superarse a sí mismo dado que su horizonte de superación no es extrínseco (operando entonces como algo que se deba trascender) sino intrínseco (operando entonces como algo inmanente o que se resuelve con la acción de la misma repetición). Cuando la “aldea global” siente que se aproxima una repetición histórica o repeticiones de momentos temporales pasados es necesario preguntarse de qué tipo es la repetición:

- Desde la Tyché aristotélica, es decir, desde un cúmulo de sentido divino/azaroso que activa el eterno retorno soportado estoicamente como la voluntad de un Daemón frente a la impotencia humana o como un designio providencial

- Desde la Techné marxiana de “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte” que señala como los revolucionarios franceses se invisten de y resucitan al espíritu revolucionario de los tribunos romanos. Para realizar el propio programa los agentes históricos deben investirse de un papel y ropaje antiguos en el ámbito de un teatro universal en el cual creen reiterar una época pasada vista como mítica e inaugural. En realidad, en esa interpretación ejecutan el imaginario de una nueva época. En la Revista Architectural Forum de 1942; Robert Moses analiza el trabajo de Haussmann en el París decimonónico detallando sus logros y errores. Este dato nos sugiere ver a Moses como un reeditor de una época que cree investirse del espíritu urbanístico de Haussmann; pero lo que hace en realidad es sepultar el modelo modernista de este último para suplantarlo por su modelo de autopistas y “destructor” de calles.

- Desde la perspectiva blanquista es una repetición por Ananké que se produce por la finitud de los elementos que componen el universo natural y social en el teatro de un espacio infinito. Hay una repetición de tiempos y de seres y situaciones que está más allá de una voluntad divina o humana. La simple limitación en la ley de las combinaciones de elementos mensurables y finitos reproduce situaciones con escasas variantes.

- Desde la compulsión a la repetición en el mundo del management. En el año 2007, antes del que comenzó de la crisis económica mundial, el economista Frederic Lordon publica en el diario Le Monde Diplomatique un artículo titulado “Crisis financiera: el eterno retorno”. En él emplea tres conceptos que refieren implícitamente al concepto madre Autómaton: “perseverancia ante el error”; “aberración reiterada”; “ceguera ante el desastre”.

Propone, por otra parte, la periodización en siete pasos de un tipo de crisis que se genera cada tres años desde que se cambió la forma de evaluar los riesgos potenciales de las actividades financieras. Es una evaluación poco voluminosa y ritualista si se la compara con la que se aplica en las universidades de todo el mundo. Desde la perspectiva de un pragmatismo extremo propone una “validación por los hechos” en función de dos criterios; el Reporting (presentación trimestral de las cuentas) y el Track Record (historial de los resultados) que llevan a crisis cíclicas de muy corta duración y persistente repetición:

Ocurre, en efecto, que el track record de la liberalización financiera no es verdaderamente ejemplar… Desde que se impuso -vale la pena recordarlo- difícilmente han transcurrido más de tres años seguidos sin un accidente importante, casi todos destinados a entrar en los libros de historia económica: 1987, crack memorable de los mercados de acciones; 1990, crack de los «Junk Bonds» (“obligaciones basura”) y crisis de los “Savings and Loans” (cajas de ahorro estadounidenses); 1994, crack estadounidense de obligaciones; 1997, primer episodio de la crisis financiera internacional (Tailandia, Corea, Hong Kong); 1998, segundo episodio (Rusia, Brasil); 2001-2003, explosión de la burbuja internet… (Lordon, 2007).

Estas crisis tienen un comienzo por esquemas financieros. Charles Ponzi fue un famoso especulador de la década del 20 del pasado siglo que realizó una particular estafa erigida luego como paradigma explicativo de las burbujas financieras. Las primeras cohortes de inversionistas de este esquema reciben los dividendos no del rendimiento del capital invertido sino de las cohortes siguientes de aportantes. Para no colapsar, necesitan que se mantenga la tasa de crecimiento exponencial de nuevos inversionistas que en algún momento se interrumpe. El imperceptible aleteo de una mariposa signado por el azar o, en otros términos; la “vulnerabilidad estructural ante una pequeña modificación del entorno” ( Lordon, 2007 ) genera efectos más allá de la localidad del suceso inicial. Se reevalúan los riesgos cuando ya es tarde y se produce el contagio en cadena a otros segmentos del mercado. La ola llega a los bancos más expuestos transformando el proceso en un peligro de crisis sistémica global y se produce “el llamado de auxilio dirigido a los bancos centrales por todos esos grandes fanáticos de la libre iniciativa privada” ( Lordon, 2007 ). Estos riesgos son muy reales dado que, en el caso de la crisis hipotecaria analizado por Lordon; los paquetes o “titulizaciones” de hipotecas fueron vendidos y revendidos en forma radial desde el epicentro estadounidense a gran parte de los bancos del núcleo capitalista central. Si bien existe una causa final (la ganancia de dinero sin barreras legales-éticas) la reiteración suicida que finalmente perjudica a todo el sistema parece carecer de finalidad o de causa final y se reitera peligrosamente en vano.

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Recibido: 15 de Agosto de 2016; Aprobado: 20 de Noviembre de 2016

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Posdoctorado en la Universidad Nacional de Rosario. Doctor en Humanidades con mención en Historia. Profesor Universitario de Historia. Docente de la Facultad de Humanidades y Artes en la Universidad Nacional de Rosario.

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