Introducción
Las percepciones de riesgo de cambio climático son una construcción social íntimamente ligada a la vulnerabilidad y a las capacidades para hacer frente a los riesgos. Los estudios de percepción del cambio climático son definidos como aquellos que
indagan sobre los conocimientos, juicios, actitudes, creencias, valores y sentimientos de las personas, así como acerca de su disposición a actuar en cuanto a las circunstancias actuales y mediatas vinculadas con el cambio climático, particularmente en los aspectos relacionados con mitigación, adaptación y vulnerabilidad (Urbina 2012, 337).
Frente a la tendencia en aumento de la ocurrencia y magnitud de los eventos hidrometeorológicos extremos como efecto del cambio climático (IPCC 2014), se hace necesario encontrar estrategias para reducir las vulnerabilidades. La investigación sobre las percepciones locales de riesgo aporta elementos para avanzar en ese sentido, por diversas razones. En primer lugar, las percepciones de riesgo son uno de los factores que conforman la vulnerabilidad; en segundo lugar, permiten reconocer cómo desde la subjetividad se construyen distintas formas de relacionarse con el riesgo; en tercer lugar, posibilitan la comprensión transdisciplinaria de las interconexiones que explican los riesgos desde visiones holísticas e integradoras que nutren y amplían el conocimiento científico.
El artículo tiene el objetivo de analizar las percepciones diferenciadas por género en torno al riesgo de huracanes y el cambio climático en dos localidades de la costa sur de Jalisco, en el Pacífico mexicano. La región ya está experimentando los efectos del cambio climático, como el incremento de la ocurrencia y magnitud de eventos hidrometeorológicos extremos, que ha sido documentado en las últimas décadas (Jáuregui 2003; Álvarez-Yépiz y Martínez-Yrízar 2015; Maass et al. 2018). Las comunidades de estudio son testigos de ese cambio, al haber sido impactadas por dos huracanes a pocos años de distancia el uno del otro: el huracán Jova en 2011 (categoría 2) y el huracán Patricia (categoría 4) en 2015. A lo largo del artículo se pretende contestar las siguientes preguntas: ¿qué cambios perciben hombres y mujeres en los patrones de precipitación, temperatura y amenazas hidrometeorológicas?; ¿cómo están explicando esos cambios los hombres y las mujeres?; ¿cómo es percibida la amenaza de huracanes por los hombres y las mujeres?, y ¿cuáles son las visiones a futuro de hombres y mujeres sobre el riesgo de huracanes y el cambio climático?
El texto está estructurado en cinco apartados. En el primero, se expone la literatura de referencia sobre percepciones. En el segundo, se presentan las principales características de los casos de estudio y la metodología empleada. Los tres apartados sucesivos presentan los resultados de la investigación, divididos de la siguiente manera: percepciones de la variabilidad y el cambio climático; percepciones de los huracanes y su relación con el cambio climático y, finalmente, percepciones del riesgo de huracanes en el futuro.
Las investigaciones sobre percepciones
El tema de las percepciones ha sido abordado desde diferentes enfoques y tradiciones disciplinarias que aportan elementos para una adecuada comprensión de aquellas referidas al riesgo y al cambio climático. Recordemos la fenomenología de Maurice Merleau-Ponty (1997), la psicología ecológica de James Gibson (1950), la sociología del conocimiento de Peter Berger y Thomas Luckmann (2001), la antropología social del riesgo de Mary Douglas (1996), la sociología del riesgo de Ulrick Beck (1998), y la antropología ecológica de Tim Ingold (2000).
Desde la antropología social del riesgo se ha resaltado el rol de la interacción social en las clasificaciones del entorno físico, que los individuos incorporan a su aparato cognitivo y que influyen en sus percepciones (Douglas 1996). En cambio, otros autores destacan el rol de las vivencias individuales y la capacidad del entorno natural de influir directamente en las percepciones, sin el filtro de la cultura (Ingold 2000; Durand 2008). En varios estudios se reconoce también el papel activo de los cambios en el clima sobre las percepciones mismas. Hansen, Sato y Ruedy (2012) señalan que la opinión pública sobre el cambio climático depende de la percepción de las variaciones climáticas locales, la cual depende a su vez del tipo de relación de los individuos con el medio ambiente y los recursos naturales. En un estudio realizado en la costa de Jalisco, se muestra que en las zonas rurales hay una percepción mayor del impacto del cambio climático en comparación con las zonas urbanas, cuyos habitantes están menos en contacto con las variaciones climáticas (López-Fletes et al. 2015).
También se ha reflexionado sobre el papel de la agencia en la capacidad de seleccionar, priorizar y aceptar determinados riesgos en lugar de otros (Douglas 1996). En esa perspectiva, las percepciones del cambio climático no son respuestas automáticas frente a los estímulos de los condicionamientos socioculturales y del entorno físico, sino que se construyen a partir de la capacidad de los sujetos de visibilizar los riesgos que amenazan sus valores, moral y posicionamiento en el mundo.
La Psicología, por su parte, aporta luz sobre aspectos tanto individuales como sociales que tejen profundas relaciones entre percepciones y vulnerabilidad. La teoría del locus de control explica las diferencias de actitudes y conductas entre los individuos que perciben tener control sobre los eventos externos y los que perciben lo contrario (Rotter 1966). Esta teoría ha sido aplicada para comprender las relaciones entre la percepción de determinados riesgos y las actitudes para enfrentarlos (Belmar et al. 2012). Desde un punto de vista psicosocial, las percepciones de la comunidad y de las autoridades sobre la ocurrencia del desastre son uno de los factores que conforman la vulnerabilidad (García Renedo, Gil Beltrán y Valero Valero 2007, 75). De manera similar, en los estudios cubanos de peligro, vulnerabilidad y riesgo (PVR) se resalta que la vulnerabilidad más significativa es la no percepción de la amenaza que representa el cambio climático (Manzano Cué 2015, 54).
En México se han realizado numerosos estudios que abordan las percepciones sobre riesgos ambientales, como deforestación (Arizpe Schlosser, Paz Salinas y Velázquez Gutiérrez 1993), deterioro ambiental (Lazos y Paré 2000) y variabilidad climática (Sánchez y Lazos 2010). Desde hace al menos una década, se han empezado a estudiar también las percepciones del cambio climático (Urbina y Martínez 2006; Ortiz Espejel y Concepción Velasco 2012; Soares y García 2014; Poma 2018).
Algunas autoras están alentando la generación de conocimiento sobre las percepciones de cambio climático bajo el enfoque de género. Este enfoque permite visibilizar que las percepciones del cambio climático son influenciadas por los roles de género asignados socialmente (Ruiz Meza 2014). Los estudios que relacionan las percepciones con el género también abogan por la equidad y el empoderamiento de las mujeres en el conocimiento, los recursos y la tecnología para enfrentar el cambio climático, así como su participación en la mitigación y adaptación (Soares y Murillo Licea 2013).
Casos de estudio y metodología
Las localidades objeto de estudio son Arroyo Seco y Pérula, ambas en el municipio La Huerta, región costa sur del estado de Jalisco, en la costa pacífica de México (mapa 1). Arroyo Seco es una pequeña localidad de 358 habitantes, de los cuales 198 son hombres y 160 mujeres (INEGI 2010). Forma parte del ejido Ley Federal de Reforma Agraria. Las principales fuentes de ingreso para los hombres son la construcción, la pesca, la agricultura y la ganadería en pequeña escala, y la mayoría de las mujeres son amas de casa o trabajan en el sector turístico, afuera de la comunidad.
La segunda localidad, Pérula, perteneciente al ejido La Fortuna, en la bahía de Chamela (o bahía de Pérula), tiene 793 habitantes, de los cuales 406 son hombres y 387 mujeres (INEGI 2010). En esta comunidad, la principal actividad económica para los hombres es la pesca y para las mujeres, el sector turístico. Las dos localidades se encuentran en la selva tropical seca o bosque tropical caducifolio. Este ecosistema es considerado un lugar de particular importancia para la conservación (Lazos 2015, 280). Sin embargo, la región costa sur fue sometida a un proceso de deforestación por la siembra de maíz y pasto para el ganado desde la formación de los primeros asentamientos, en la década de 1950.
La investigación se llevó a cabo mediante la aplicación de entrevistas semiestructuradas, que permitieron generar datos cualitativos y cuantitativos. Se realizaron 40 entrevistas a 20 hombres y 20 mujeres entre enero de 2017 y junio de 2019. Las personas entrevistadas se seleccionaron con base en la edad (de 35 años en adelante) y la experiencia de haber vivido al menos uno de los huracanes, Jova o Patricia. La muestra es representativa del 10 % de la población, estimada a partir de los datos del Instituto de Información Estadística y Geográfica de Jalisco (IIEG 2019) y del Censo de Población y Vivienda del INEGI (2010).
Percepciones de la variabilidad y el cambio climático
De manera similar a lo observado en otras investigaciones (Correa 2012), el cambio climático no forma parte completamente de las categorías locales utilizadas para explicar los cambios observados en el clima. Al contrario, diversas personas no conocen su significado, especialmente las mujeres ancianas. Sin embargo, todas las personas entrevistadas perciben que el clima ha cambiado en los últimos 10-20 años.
La mayoría de las mujeres entrevistadas perciben un aumento de la temperatura por las actividades de reproducción doméstica asignadas al género femenino, como la preparación de alimentos. “Hay más calor, está más caliente el mundo. No tenía refri y no se echaba a perder nada y ahora hasta en el refri se echa a perder” (mujer, 67 años, Arroyo Seco). Por su parte, los hombres perciben el mismo cambio en sus actividades productivas. Uno de ellos comenta al respecto: “Antes no ocupábamos hielo para ir a pescar y ahora, si no le echamos hielo, se echa a perder. Antes lo mojábamos y eso era todo, llegaba el pescado bien fresco y ahora necesitas la hielera” (hombre, 80 años, Pérula). Asimismo, se percibe una prolongación de la “temporada de calor” hasta diciembre, lo cual se refleja en cambios en la temporada de lluvias, que se caracteriza actualmente por ser más impredecible que en el pasado.
Antes en noviembre y en diciembre no caía el agua, y ahora ya no. A veces en noviembre no desfilan los niños el 20 [Día de la Revolución Mexicana] porque está cayendo el agua, porque hay charcos. No desfilan, no porque no quieren, sino por el tiempo. Ya las lluvias están bien descontroladas. Cada año va cayendo el agua en un tiempo que no caía (mujer, 53 años, Arroyo Seco).
Ante una temporada de lluvia, como de junio a septiembre, era lo más fuerte. Ahorita está empezando un poquito más tarde, ya empiezan de septiembre y agarran por diciembre y van terminando por febrero. Antes no se veía eso, eran dos meses de lluvia normal, crecía el arroyo, lluvias limpias se podría decir, ahorita son lluvias con mucho rayo, con mucho trueno, está todo descontrolado (mujer, 35 años, Arroyo Seco).
Los testimonios anteriores muestran las percepciones de algunas mujeres respecto a los cambios en el inicio y el término de la temporada de lluvias que, históricamente, es de junio a octubre; mientras ahora tienden a empezar en septiembre, hasta enero-febrero. Las “lluvias limpias” del pasado están convirtiéndose en lluvias más escasas y a la vez intensas. Tanto, que varias personas consideran que las precipitaciones acontecen solo en asociación con un evento hidrometeorológico extremo. “Me acuerdo cuando tenía 18 [años], ni ciclones, ni huracanes, pura tormenta normal, llovía bonito y todo, sin peligro. Ahora vienen más fuertes” (hombre, 60 años, Arroyo Seco). “Las lluvias solamente cuando viene un ciclón, menos no […] Dicen las personas de hace años que antes sí llovía, lo que era el temporal bien. Ahora las aguas se van alzando” (mujer, 45 años, Pérula).
Los cambios en la temporada de lluvia aumentan la vulnerabilidad de los campesinos de temporal, obligados a trabajar para los agricultores de riego (mujer, 66 años, Pérula). Asimismo, se comparte entre hombres y mujeres la percepción de una mayor radiación solar, que provoca quemaduras en la piel (mujer, 74 años, Arroyo Seco; mujer, 45 años, Pérula y hombre, 80 años, Pérula). También se registra el caso de un ejidatario que relaciona el cambio climático con el fenómeno El Niño y, por lo tanto, lo considera cíclico y reversible (hombre, 42 años, Arroyo Seco).
Tanto hombres como mujeres perciben que los cambios del clima influyen en la flora y la fauna local. Se mencionan cambios en la floración del barcino (Cordia elaeagnoides) que normalmente es en octubre, pero que durante el año 2016 ocurrió tres veces. Eso es considerado un evento negativo y causa de incertidumbre (hombre, 80 años, Arroyo Seco). De la misma manera, se perciben cambios en la llegada de especies de peces sobre las cuales se basan las actividades pesqueras de muchas familias.
En octubre entraba el pescado dorado [Coryphaena hippurus] y es cuando ellos [los pescadores] aprovechan para sacar mucho pescado, hasta una tonelada. Ya no llega en octubre, a veces va entrando en diciembre y antes en diciembre es cuando ya se estaba acabando. Ahí es donde se ve mucho el cambio (mujer, 47 años, Pérula).
La observación de la naturaleza también ofrece señales que permiten conocer con anticipación la llegada de las lluvias y de fenómenos meteorológicos más intensos, como los ciclones. Los hombres mayores demuestran tener un mayor conocimiento de la relación entre el tiempo y el comportamiento de otras especies, en particular de diversas especies de aves, insectos y algunos vegetales.
Ocho días antes de que empiecen las aguas, el jobero [Coccoloba uvifera] tira las hojas. Las chachalacas [ave del género Ortalis] cantan cuando vienen las lluvias. Los esquilines y las tarascas1 cambian a sus crías cuando va a llover (hombre, 70 años, pescador, Arroyo Seco).
Hay aves que salen, no las ves por aquí, están en las islas y salen. Las ves en el día que andan tres, cuatro, cinco, ocho, diez… Se acercan. Si va a haber ciclón en la noche, en la tarde vienen. Salen, no se quedan aquí, se van. Son golondrinas [ave del género Hirundo]. Con el ciclón, dos se vinieron a la casa (hombre, 80 años, ejidatario, Arroyo Seco).
Los animales que pasaban por aire, como los borregones [Pelecanus Occidentalis], cuando se dirigían de un lado a otro, nos avisaban del temporal. Era un conocimiento que había antes. La hormiga colorada cuando se sube a los postes avisa que va a haber agua. Ahorita se nos avisa antes, antes no había nada de eso. En la televisión uno sabe qué va a pasar, pero sigo con mis creencias que me anuncian cosas de la naturaleza. Las mariposas también anuncian cuando hay temporal (hombre, 80 años, ejidatario, Pérula).
Este último testimonio explica que se trata de conocimientos que se tenían en el pasado, resultado del contacto cotidiano con la naturaleza, que permitía reconocer los cambios en los movimientos y las acciones de otras especies. Esa inmersión en la vida de la naturaleza influía directamente en la percepción de los fenómenos hidrometeorológicos, sin la intermediación de los medios de comunicación y las redes sociales.
Actualmente, diversas personas (sin distinciones entre hombres y mujeres) perciben una “ruptura” determinada por las actividades industriales, la contaminación y otras actividades que degradan la naturaleza.
Estados Unidos rompe el ozono, es una capa que está entre la Tierra y la atmósfera, se forma un agujero y rompe el ozono. Ya no tenemos ozono […] El clima lo está acabando Estados Unidos, con las grandes fábricas que hay. Todo está rompiendo, la atmósfera, se va para la Luna y está acabando la naturaleza (hombre, 80 años, Arroyo Seco).
Esa narrativa, que engloba el cambio climático y el agujero en la capa de ozono, sirve para atribuir responsabilidades geopolíticas concretas acerca de los principales causantes de la destrucción de la naturaleza. En la percepción de otro anciano, el objeto de las actividades de rompimiento es la superficie de la Tierra, la cual está siendo perforada para la extracción de combustibles fósiles.
La Tierra se está alivianando, la están explotando, le están sacando todo el gas. Este gas está en el peso que compone la Tierra, entonces la Tierra se está alivianando y por eso se está arrimando al sol poco a poquito. Hay mucha gasolina de por medio, mucho chopopote, lo que se quema, la madera… Esto hace que la Tierra se eleve tantito más. Me he preocupado en que así es la cosa, simplemente estoy viendo el desgaste que hay. Está bien cueveada la Tierra, de Oaxaca a México, a diario está llena de alumbre (hombre, 80 años, Pérula).
La gente local, basándose en sus percepciones, conocimientos y observaciones, reinterpreta de manera creativa los nexos causales entre el cambio climático y las actividades extractivistas. Sus visiones deben ser analizadas en sus implicaciones ecológicas, sociales y políticas. La percepción de habitar un planeta desgastado y roto, tanto en sus partes atmosféricas como terrestres y subterráneas, nos habla de las relaciones necróticas que se han establecido entre seres humanos y naturaleza, de las cuales las comunidades rurales están observando los impactos.
Percepciones de los huracanes y su relación con el cambio climático
Las personas entrevistadas perciben los huracanes de dos maneras. Por un lado, son una amenaza que genera destrucción y emociones como miedo, angustia e impotencia. Por el otro, son un fenómeno natural benéfico y un recurso para las actividades del campo. Un ejidatario anciano explica que, si no hay huracanes, tampoco hay lluvias.
Como Moisés en el desierto, así también nosotros estamos, esperando que pase un huracán, que pase un mal tiempo. Fíjate como estamos entre el miedo y la alegría. Así vivemos [sic] la humanidad. Parte de la humanidad. Yo creo que los que más se asustan es donde no pegan los ciclones, porque donde no pegan los ciclones es donde se pegan unos con otros, donde roban y matan y quién sabe cuántos secuestros. Pero acá no vemos eso (hombre, 80 años, Arroyo Seco).
Para el informante, el riesgo de huracanes es percibido con mayor preocupación por la población que no está expuesta y que vive donde hay riesgos de otro tipo, relacionados con la delincuencia. Una de las mujeres entrevistadas también afirma que los huracanes no son perjudiciales en sí, pero lo que ha aumentado es la debilidad de los seres humanos frente a ellos (mujer, 53 años, Arroyo Seco). Se percibe una ambivalencia no solo respecto al huracán como amenaza y recurso, sino también respecto a la fase de reconstrucción postdesastre, que beneficia a algunos sujetos mientras aumenta las vulnerabilidades de otros.
Para varios informantes, las ayudas otorgadas después del huracán Patricia no se distribuyeron de manera equitativa, según las necesidades de las personas afectadas. Al contrario, se repartieron dependiendo del grado de influencia política y de cercanía con el poder municipal. “El ciclón a algunos los hace ricos y a otros los deja en la calle”, lamenta un anciano ejidatario de Arroyo Seco, que narra haber recibido la mitad de las láminas que necesitaba para techar su vivienda, mientras otros pobladores obtuvieron muebles para revenderlos. La gestión clientelar de las ayudas es el reflejo exacerbado del tipo de relaciones políticas comunes en la región, que dificultan realizar acciones encaminadas a la equidad y el bien colectivo.
También se observa una recuperación postdesastre cosmética por parte de las instancias gubernamentales, que cumple solo la función de fortalecer la popularidad y la aprobación del partido en el poder. Un ejemplo de ese tipo de recuperación es la donación de láminas para reconstruir los techos en lugar de material más duradero (e.g. cemento), que deja a la población en el mismo nivel de exposición a la amenaza de huracanes futuros. Más claro aún es el caso de los cuartos y viviendas reconstruidos en ambas comunidades con los recursos del Fondo de Desastres Naturales (FONDEN), las cuales no son considerados seguros por el tipo de materiales de baja calidad utilizados y por no tener cimientos apropiados.
La enunciación de los riesgos permite a las y los informantes visibilizar otros problemas que no necesariamente se relacionan con los huracanes, pero que determinan sus vulnerabilidades sociopolíticas, convirtiéndose entonces en una arena de negociación política (Torres Cantú 2016). Como menciona una pareja mayor de Arroyo Seco, los huracanes son amenazas superables, mientras el verdadero riesgo es representado por los despojos que aquejan a los pobladores.
La afectación del huracán llega y se va, sin embargo, ¿de la gente? Siguen los problemas. [El huracán] llega y te deja los problemas del huracán, pero con vida todo se alcanza y se termina. ¿Pero esos? Está uno nomás con Jesús en la boca de por dónde le van a llegar (mujer, 65 años, Arroyo Seco).
En el transcurso de los años, muchos ejidatarios han sido víctimas de expropiaciones, en algunos casos violentas, por parte de inversionistas interesados en adquirir los pocos terrenos costeros que todavía se encuentran en posesión de ejidos, comunidades o pequeños propietarios. El marido de la informante arriba citada también minimiza el riesgo de huracanes: “¿El huracán qué te hace? Si tienes buena casita, no te hace nada”. Luego explica:
Andamos peleando por las tierras aquí; los ricos nos quitaron todo… Cabrones gringos y los gobernadores. Cincuenta hectáreas me quitaron en el cerro, un pedazo hasta el mar, tenía mi tierra ahí. Quedamos sin nada, me dejaron un pedacito de tres hectáreas no más. Se arrojaron millones de dólares los cabrones (hombre, 69 años, Arroyo Seco).
Si bien los últimos huracanes provocaron daños significativos, se trata de un riesgo considerado menos grave respecto a los que generan los abusos de poder de estos actores. Los verdaderos riesgos que corre el pueblo son las expropiaciones forzadas y las privatizaciones del litoral, que amenazan desde hace décadas la región entera, y frente a las cuales reconocen su extrema vulnerabilidad.
El aspecto de las percepciones que presenta marcadas diferencias entre los géneros es la causalidad de los huracanes. Las respuestas obtenidas se pueden clasificar de esta manera: a) los huracanes son el resultado de las actividades humanas por la destrucción ambiental; b) los huracanes son el resultado del cambio climático, del calentamiento global y del agujero en la capa de ozono; c) los huracanes son fenómenos naturales y d) no sé. La mitad de las mujeres afirma no saber a qué se deben los huracanes; por el contrario, todos los hombres entrevistados, menos uno, expresan una opinión al respecto.
Algunas mujeres y algunos hombres consideran que los huracanes se originan a partir de diversas actividades de destrucción ambiental (gráfico 1). En ese rubro, si bien ambos géneros comparten la percepción de que los eventos extremos son una consecuencia de las acciones humanas, se puede notar una diferencia en el tipo de acciones mencionadas para ejemplificar esa relación.
Las mujeres se refieren principalmente a las actividades observables a escala local, como las quemas y la deforestación. Sus respuestas contienen a menudo frases como “nosotros tenemos la culpa”, refiriéndose a las y los habitantes de la región. La aceptación de culpabilidad a veces se expresa directamente en oposición a la conducta de la población urbana, considerada más “avanzada” ecológicamente.
Yo creo que ustedes allá [en la ciudad] tienen dónde echar basura, ustedes no queman basura, no queman árboles. Aquí los campesinos hacen sus quemas para sus potreros para el ganado. Queman sus parcelas para que salga el zacate. En una ciudad no hacen eso, en cambio están plantando arbolitos (mujer, 53 años, Arroyo Seco)
Los hombres, por el contrario, relacionan los huracanes con procesos que tuvieron origen en otras escalas y cuyos impactos se reflejan en el contexto local. Mencionan las políticas de fomento a la ganadería, que otorgaron permisos para el desmonte en las décadas de 1960 y 1970, así como la tala ilegal para la exportación de madera de alta calidad, como el barcino (Cordia elaeagnoides). En los testimonios de algunos hombres, las ciudades emergen como lugares de la otredad, donde las fábricas, la contaminación y los desechos están destruyendo el planeta y provocando desastres. A pesar de esas distinciones entre hombres y mujeres, existe una percepción compartida sobre los huracanes y otros eventos con potencial destructivo (e.g. los temblores) como castigos por la mala conducta humana. Ese punto concuerda con los hallazgos de otros estudios, en los cuales se expone que los desastres y las perturbaciones climáticas son explicados a menudo como transgresiones de las normas religiosas, morales y sociales (Roncoli, Crane y Orlove 2009).
El segundo tipo de respuestas se refiere a la asociación entre huracanes y cambio climático.2 En total nueve personas contestaron de esa manera: cinco mujeres y cuatro hombres. En un trabajo sobre percepciones en Yucatán se muestran las mismas asociaciones (Soares y Murillo-Licea 2013). Esa percepción se origina de las experiencias de las poblaciones asentadas en zonas fuertemente expuestas a huracanes, que están observando cambios en sus características e impactos.
Respecto al tercer rubro, seis hombres y solo una mujer consideran que los huracanes se deben a causas naturales. Un entrevistado de género masculino relaciona directamente esos sucesos con la prueba de que la humanidad se encuentra en su etapa final. A lo largo de las entrevistas, emergen discursos judeocristianos sobre el fin del mundo. Algunos interlocutores de ambos géneros explican que los huracanes Jova y Patricia, al ser eventos cuya magnitud no se había observado anteriormente, cumplen las palabras de la Biblia.
No sé dar una explicación clara. Dicen que ya son los fines del mundo: que tendrías que ver cosas que nunca has visto y sí las estamos viendo. En los años que tengo nunca había visto huracanes (hombre, 87 años, Pérula).
Estamos en los fines del mundo, no quisiera que fuera así porque estaríamos más tranquilos, todas las pérdidas que hay, se gasta mucho dinero […] Estamos en los fines del mundo porque hay muchas cosas que no están bien, hay maltratos en las familias, mucho vicio… Son las profecías que se están cumpliendo poco a poco, porque esto lo leí en la Biblia (hombre, 81 años, Pérula).
Estas percepciones muestran cierta coincidencia con las documentadas en otras áreas, como las islas del Caribe colombiano, donde los cambios del clima son interpretados como señales del fin de los tiempos y del juicio final (Correa 2012, 216). Si bien el discurso apocalíptico y su moral podrían generar actitudes inmovilistas, en las localidades de estudio, los actores religiosos (principalmente curas y misioneros) abogan por el cuidado de la naturaleza y fomentan un cambio de conducta entre los fieles.
[El cura] dice que los árboles, quieran o no quieran, protegen mucho la naturaleza, y no tenemos tanto smog. Luego el huracán busca el modo. El humo llama el huracán, dice. Todas las cocinadas de llantas, todo se va para arriba y se acumulan los huracanes. Así lo dijo el padre, que por eso no [se debe] quemar llantas (mujer, 53 años, Arroyo Seco).
Los huracanes son utilizados por estos actores como instrumentos narrativos para crear conciencia sobre los efectos dañinos de actividades que se realizan comúnmente en la región, como la quema de basura y neumáticos. Debido al potencial educativo de los curas y misioneros presentes en las localidades, cabe profundizar cuál podría ser su papel también en la creación de capacidades para hacer frente al riesgo de futuros eventos extremos.
Percepciones del riesgo de huracanes en el futuro
En cuanto a las percepciones sobre la ocurrencia futura de huracanes (gráfico 2), la mitad de las personas entrevistadas, tanto hombres como mujeres, piensa que aumentará. Las mujeres muestran también mayores incertidumbres respecto a los riesgos futuros. Cabe resaltar que solo para dos personas (una mujer y un hombre) no aumentará la ocurrencia de huracanes en el futuro y que para cuatro (una mujer y tres hombres) dependerá de la voluntad y de las acciones humanas. Un testimonio que resume esta idea es el siguiente: “Si todos pusiéramos nuestro granito de arena a reforestar para que se volviera a poblar de árboles otra vez, tal vez no habría más huracanes, si todos cooperáramos. Pero también buscar la manera de contaminar menos en las fábricas” (hombre, 53 años, Arroyo Seco).
Los habitantes de Arroyo Seco y Pérula, así como de muchas otras localidades de la zona, han vivido la experiencia de dos huracanes intensos en la última década, lo cual tiene implicaciones en la percepción y las actitudes hacia riesgos futuros. Se observan dos posturas opuestas al respecto: una que debilita y la otra que refuerza la percepción de inmunidad subjetiva estudiada por Mary Douglas (1996).
Por un lado, existe la percepción de tener mayor conciencia de la amenaza de un huracán y sobre la importancia de la prevención. Por el otro lado, hay una tendencia a subestimar el riesgo por parte de quienes consideran que, si ya pudieron sobrevivir a dos huracanes, superarán de la misma manera las amenazas futuras. La primera postura conlleva realizar esfuerzos para reducir la exposición, como mejorar la estructura de las viviendas y la disposición a evacuar en caso de otro huracán. La segunda postura, en cambio, genera actitudes pasivas frente al riesgo, lo cual puede aumentar la exposición.
En los casos observados, las diferencias entre estas posturas no están relacionadas con el género, sino con otros factores, como la condición socioeconómica y la edad. En general, se ha observado que las personas de bajos recursos y en condiciones de vida más inestables (e.g. viviendas de lámina y en terrenos prestados, sin ingresos o con trabajo precario) son las que tienden a pensar que no se puede hacer nada frente al riesgo de huracanes.
Conclusiones
Las percepciones de los riesgos relacionados con el cambio climático se construyen a partir de los condicionamientos sociales, los cambios observables en el entorno físico, así como las experiencias y agencia individuales, que pueden variar significativamente dentro de un grupo y que dependen del grado de vulnerabilidad de los sujetos. En este artículo se han presentado los hallazgos de un estudio sobre percepciones con perspectiva de género realizado en dos localidades afectadas por los huracanes Jova y Patricia, en la costa sur de Jalisco.
Las limitaciones del trabajo derivan de la muestra seleccionada, que no incluye a las y los jóvenes, por lo cual solo se reflejan las percepciones de mujeres y hombres adultos. Para lograr análisis más profundos, desde la interseccionalidad, es necesario realizar más investigaciones y ampliar el tamaño de la muestra, con el mismo enfoque e instrumentos metodológicos, diferenciando los datos con base en los otros ejes de la vulnerabilidad, como edad y condición socioeconómica.
Este primer acercamiento al problema en la región evidencia percepciones compartidas entre hombres y mujeres, así como diferencias. Entre estas últimas, una parte de las mujeres entrevistadas muestra mayor desconocimiento de las relaciones de causalidad que juegan un papel en la formación de los huracanes, así como mayores incertidumbres acerca de las tendencias a futuro de estos fenómenos. El hecho de no tener el mismo conocimiento que los hombres puede ser un factor de vulnerabilidad diferencial y ofrece pistas para futuros análisis interseccionales, dirigidos a conocer de qué otros ejes de vulnerabilidad depende esta diferencia.
En cuanto a las percepciones compartidas entre hombres y mujeres, ambos concuerdan en que el clima ha cambiado (es más extremo e impredecible que en el pasado) y atribuyen los cambios a un proceso de ruptura de la atmósfera. Este es un recurso narrativo que sirve para expresar no solo los impactos visibles de los daños provocados al medio ambiente, sino para denunciar de manera integral que algo no está funcionando en las relaciones entre los seres humanos y con la naturaleza, así como para señalar a los actores responsables. El paralelismo entre cambio climático y ruptura recuerda otro, analizado por Mary Douglas (1996), entre contaminación e impuridad. Como precisa la antropóloga, este tipo de paralelismos, así como la forma selectiva con la cual se aceptan solo determinados riesgos, puede ser utilizado para criticar la distribución y la inmoralidad del poder. El riesgo de huracanes es aceptado por la población local, mientras los que son provocados por los abusos de poder de inversionistas y políticos son criticados y rechazados. La enunciación de riesgos se convierte entonces en una arena política que permite visibilizar y negociar aquellos que no están siendo tematizados (Torres Cantú 2016).
En esa perspectiva, el análisis de las percepciones resalta la visión integral de las personas en contextos rurales, que no está basada en separaciones disciplinarias para explicar los eventos de los cuales se tiene experiencia, sino en la interrelación sin distinciones entre las esferas ambiental y social. Es necesario profundizar en las percepciones del cambio climático y de los riesgos asociados si verdaderamente se busca aportar conocimientos para reducir las vulnerabilidades. Para que esto suceda, se deben abandonar las posturas verticalistas en el proceso de investigación y abordar las percepciones sin el fin último de evaluar el grado de conocimiento de las personas. De ese modo, se aboga por considerar las percepciones en el medio rural como una fuente de aprendizaje sobre la interconexión de los procesos, que tiene que ser asumida por el conocimiento científico que busca alcanzar la sostenibilidad, la decolonialidad del saber y la transdisciplinariedad.