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Letras Verdes, Revista Latinoamericana de Estudios Socioambientales

On-line version ISSN 1390-6631

Letras Verdes  n.23 Quito Mar./Aug. 2018  Epub Mar 01, 2018

https://doi.org/10.17141/letrasverdes.23.2018.2735 

Dossier

Movimientos sociales populares frente el Tercer Sector: estudio comparado de organizaciones campesinas de Brasil, Argentina y México

Popular social movements faced with the third sector: A comparative study about peasant organizations of Brazil, Argentina and Mexico

Lucas Henrique Pinto1 

1Argentina, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), lucashpinto@gmail.com


Resumen

El trabajo aborda el tema de la acción colectiva internacional desde el ascenso de las organizaciones del llamado tercer sector, hasta el (re)surgimiento de movimientos campesinos contrahegemónicos, que internacionalizan y ambientalizan su lucha a partir de la agroecología y los debates de la soberanía alimentaria y justicia ambiental. Estos debates serán ejemplificados a partir de tres organizaciones campesinas de Brasil, México y Argentina. Las mismas expresan los procesos de territorialización campesina y sus dinámicas en los tres países, además de un complejo acercamiento a las temáticas ambientales que propone un quiebre normativo en relación a la actuación de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), fundaciones y organizaciones ambientalistas tradicionales. Si bien las organizaciones que buscaremos caracterizar en clave comparativa sean organizaciones novedosas en relación al movimiento campesino clásico, por adentrarse en problemáticas contemporáneas como la cuestión ambiental, democracia interna y la soberanía alimentaria; resignificando y ambientalizando a la cuestión agraria contemporánea; las mismas cuestionan al capitalismo y rescatan críticamente las experiencias de los movimientos sociales y sindical que las precedieron. Luego, las organizaciones campesinas estudiadas afirman en su existencia y base social algunas características que la Escuela de los Nuevos Movimientos Sociales tiende a negar frente su interpretación analítica de la acción colectiva internacional en la globalización y los sujetos sociales (tercer sector) que la misma privilegia en sus análisis.

Palabras clave: sociedad civil; movimientos sociales; cuestión agraria; Brasil; Argentina; México

Abstract

This research approaches the issue of the international collective action, from the rise of the third sector organizations to the resurgence of counter-hegemonic peasant movements that internationalize and “environmentalize” their struggle from the discussions of agroecology, food sovereignty and environmental justice. These discussions will be exemplified by three peasant organizations in Brazil, México and Argentina. The organizations above mentioned express the processes of peasant territorialization and their dynamics in the three countries, in addition to a complex approach to the environmental issues that proposes a normative break related to the actions of the traditional environmental NGO´s, foundations and organizations. The organizations that we characterize in comparative terms are innovatory in relation to the classic peasant movement, because they move further into contemporary issues such as environmental questions, internal democracy and food sovereignty; resignifying and “environmentalizing” the contemporary agrarian question. Also, these organizations confront capitalism and rescue, from a critical perspective, the experiences of the social and trade union movements that preceded them. Then, the peasant organizations studied in this work affirm in their existence and social base some characteristics that the School of New Social Movements tends to deny in its analytical interpretation of the international collective action in globalization and social subjects (third sector) that this School privileges in their analyzes.

Key words: civil society; social movements; agrarian question; Brazil; Argentina; Mexico

Introducción

El presente trabajo buscará discutir la acción colectiva rural contemporánea a partir de la experiencia de movimientos campesinos de tres países de América Latina. Los movimientos sociales seleccionados tienen en común su representatividad a nivel nacional y también internacional, a partir de la participación de los mismos en “La Vía Campesina Internacional” (LVC). Seleccionamos como estudio de caso a tres organizaciones de Brasil, Argentina y México: el MST (Movimiento de los trabajadores Rurales Sin Tierra) de Brasil, el MNCI (Movimiento Nacional Campesino Indígena) de Argentina y la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA) de México. Tal propuesta se fundamenta en los resultados de trabajos previos (Pinto 2013), en los cuales se pudo corroborar la unidad programático-política de las organizaciones que conforman LVC; ello más allá de divergencias puntuales debido a las particularidades de cada movimiento y sus distintas realidades nacionales.

Buscaremos problematizar los estudios de caso de los movimientos antes citados, con los debates teóricos de la llamada Escuela de los Nuevos Movimientos Sociales (ENMS) (Seoane, Taddei y Algranati 2012).1 Las lecturas vinculadas a la ENMS pretenden explicar las singularidades de los movimientos sociales de nuevo tipo surgidos hacia mediados de la década de los ochenta y durante los años noventa, principalmente. Estos movimientos buscan, según tal lectura, una ruptura con el movimiento sindical clasista del siglo XX, así como una visión clientelar (según nuestro análisis) del accionar de la sociedad civil en el neoliberalismo, que a partir de la figura profesionalizada del tercer sector busca, anclada en una especie de ideología participacionista, deslegitimar los movimientos sociales críticos al capitalismo (considerados viejos y obsoletos), así como legitimar las ONGs, fundaciones, etc., en el reemplazo del Estado en la gestión y oferta de servicios públicos básicos, que pasan así a ser privatizados en el ámbito del giro neoliberal. Consideramos para efecto de hipótesis del presente trabajo, que aunque las organizaciones caracterizadas en clave comparativa en los próximos apartados sean organizaciones novedosas en relación al movimiento campesino “clásico”, por adentrarse en problemáticas contemporáneas cómo la cuestión ambiental, agroecología, horizontalidad-democracia interna y la soberanía alimentaria, resignificando y ambientalizando, así de la cuestión agraria contemporánea, los mismo son críticos al sistema capitalista y al mismo tiempo rescatan críticamente las experiencias de lucha previa de los movimientos sociales que los precedieron.

3. El trabajo está dividido en tres partes, primero, discutimos los aspectos teóricos e históricos de la perspectiva del tercer sector, basado teóricamente en la ENMS, y el cuestionamiento crítico a la misma. Posteriormente, debatiremos tres movimientos sociales campesinos de nuevo tipo que cuestionan en su accionar a los postulados de la ENMS. Y al final, argumentaremos en las conclusiones que más allá de sus demandas agroecológicas-ambientales y cuestionamiento al burocratismo partidario prevaleciente en muchos movimientos sociales del siglo XX, los movimientos estudiados no renuncian a su composición sociocultural de clase y cuestionamiento al capitalismo. Buscaremos así demostrar la conflictividad de la acción colectiva rural-ambiental contemporánea frente perspectivas conciliatorias de las injusticias sociales y ambientales.

Movimientos sociales ante la globalización neoliberal

El surgimiento de LVC está inmerso en un contexto de alza de la acción colectiva internacional, vinculada al surgimiento de distintos movimientos sociales y organizaciones del llamado tercer sector (ONGs, Fundaciones, etc.). Tal puja en las movilizaciones políticas, ya en partes, vinculadas a la implementación del neoliberalismo y fruto de la crisis económica de los años setenta, en un contexto de vaciamiento del Estado del Bienestar Social y demás funciones reguladoras del poder político y económico centralizados en la figura de los Estados nacionales, abre camino para una mayor participación política de la sociedad civil, en sus distintas y antagónicas manifestaciones:

El nuevo debate político se comprometió con la protesta social, desenterrando la noción de ‘sociedad civil’ y ensalzando sus virtudes, pero también despojándola de su potencial transformador. La ‘sociedad civil’-el dominio designado como la forma y el contenido ‘apropiado’ de la política bajo el capitalismo- vino a oponerse conceptualmente al ‘Estado’. De una forma tal que, en la práctica, la oposición política al Estado y particularmente a su entremetimiento en el mercado se convirtió en el sine qua non de la expresión política civilizada. Luego, la política ‘correcta’ sería ‘amigable con el mercado’. La primera y obvia consecuencia fue la despolitización de la base clasista de la sociedad civil-en palabras de Marx, la ecuación del ‘ser humano real’ con el ‘ser humano privado’ (…)- y la relación de los asuntos clasistas fundamentales al terreno ‘incivilizado’ (Moyo y Yeros 2008, 49).

El nacimiento de organizaciones sociales que no compartían el imaginario político y social contenido en las experiencias históricas del movimiento popular y sindical surge como algo supuestamente novedoso y superador. Tal pretensión se basa por privilegiar debatir cuestiones poco valoradas por las históricas organizaciones clasistas y sectoriales del proletariado; o mismo por el advenimiento de nuevas problemáticas en tal etapa de desarrollo del capitalismo. Discusiones que van a suscitar el nacimiento de una nueva corriente teórica, que opondrá política y conceptualmente el revigoramiento de la acción colectiva hacia mediados de los 80 (con base en la clase media, la “sociedad civil global”), a las consignas que se pautaron históricamente por una perspectiva política desarrollada desde un corte analítico clasista-obrero y antisistémico:

(…) la ENMS surgió y se consolidó frente a la dinámica de creciente movilización y de conflictividad social experimentada en Europa a partir de los años 60, siendo que sus reflexiones se profundizaran en los 80 tras las derrotas de la radicalización y cuestionamiento social al capitalismo primero, y las resistencias frente al neoliberalismo después. (…) Dicha dinámica de movilización contaba entre sus principales protagonistas a movimientos feministas, estudiantiles, pacifistas, ecologistas, ciudadanos, de consumidores, entre otros, que parecían destacarse frente al conservadurismo de las organizaciones tradicionales del movimiento obrero. En este sentido, con diferencias entre las distintas vertientes, la ENMS coincidirá en identificar este ciclo de movilizaciones como un indicio irrefutable de las tensiones provocadas por el advenimiento de una sociedad ‘pos-industrial’ caracterizada por la caducidad de los antagonismos de clase. (…) En esta mirada, los llamados ‘nuevos movimientos sociales’ -considerados también simplemente como ‘los movimientos sociales’ actuales- ya ni lucharían por bienes materiales sino por los recursos simbólicos y culturales, por el significado y la orientación de la acción social (…) estos movimientos se caracterizarían por no constituirse en clave socioeconómica ni estar sesgados por el corporativismo o particularismo atribuido como característica de la acción colectiva de los trabajadores; aunque al ser considerados en términos de su inscripción económica, los mismos resultan ser más homogéneos de lo confesado ya que se asentaban fundamentalmente en la participación de sectores medios (Seoane et al. 2012, ,06)

Los nuevos movimientos sociales pasaron a representar, según su imaginario, no solamente una ampliación de las consignas y metodologías de actuación en relación a los “viejos” movimientos sociales vinculados a la clase obrera, los “nuevos” pasan a representar según su discurso, los movimientos sociales que mejor expresarían el mundo contemporáneo, afirmándose en la deslegitimación del movimiento clasista histórico:

Dichos ‘nuevos movimientos sociales’ no solo se diferenciaban, sino que además tendían a contraponerse al movimiento obrero demonizado ahora por su arcaísmo. En esta perspectiva, los movimientos de clase dejaban lugar a la aparición de nuevos movimientos caracterizados por orientarse a la disputa por los recursos culturales o simbólicos, formulándose de esta manera una crítica a los esquemas interpretativos del paradigma marxista en particular, y del pensamiento crítico en general. Se postulaba así el abandono de la consideración del antagonismo de clase capital-trabajo y de las formas de explotación inherentes a esta relación social bajo una pretendida superación del mismo por corresponder a un modelo social del pasado (Seoane et. al. 2012, 06)

Este intento de hegemonizar la legitimidad de la acción colectiva organizada, a partir del accionar de los nuevos movimientos sociales, tiene dos bastiones destacados de defensa y difusión de sus ideas a partir de una profunda propagación adentro de grandes filas de estudios académicos y también por los medios de comunicación masivos. En su afán de difundir la globalización neoliberal y los nuevos inventos “democráticos” traídos supuestamente por la misma (también como reflejo de los esfuerzos posmodernos de posicionarse en la delantera teórico-científica de moda), situaba el accionar de distintas ONGs, fundaciones filantrópicas, asociaciones de amas de casa y consumidores, movimientos ambientalistas, de género, etc., como la manifestación legítima y pura (sin el componente ideológico crítico al capitalismo) de la democracia burguesa:

La base social para el surgimiento de estos ‘movimientos sociales nuevos’ fue el surgimiento y luego el fortalecimiento de la ‘sociedad civil’ en el contexto de un Estado en retirada y de un empujón para democratizar su relación con la sociedad civil en interés de establecer una ‘buena gobernabilidad’; orden político con un gobierno mínimo y la participación en la formación de políticas de organizaciones civiles representativas de la sociedad (…). Las organizaciones no gubernamentales estaban alistadas en este proceso para ayudar a asegurar no sólo una ‘buena gobernabilidad’ sino el matrimonio propuesto entre capitalismo (mercados libres) y la democracia (elecciones libres) (Veltmeyer 2008, 323)

Por lo tanto, en medio a los cambios oriundos de los avances tecnológicos en las telecomunicaciones y transportes, vinculados a la transnacionalización de la economía en un periodo de cambio en la matriz de acumulación del capital y descrédito creciente en relación al comunismo representado por la vía soviética, la categoría de “nuevos” alza a tales actores sociales y presupuestos teóricos a la vanguardia interpretativa de tal momento histórico “nuevo” y “final”:

La reflexión propuesta por la ENMS conllevará a la difusión de dos paradigmas. El de la novedad, a partir del cual se establece la oposición entre los antiguos movimientos de base clasista y los nuevos, suponiendo una valorización positiva de estos últimos no ya en función del carácter emancipatorio de sus proyectos, sino por su correspondencia con el orden social vigente. Y el paradigma de la diferencia que implica una desvalorización y cuestionamiento a la idea de igualdad- asignada como propia de la modernidad por la contemplación de diversidad en el terreno cultural abriendo el camino al camuflaje del proceso de creciente desigualación económica y social que caracterizaba a la nueva fase neoliberal (Seaone et al. 2012, 07)

Los movimientos sociales (MST, MNCI y UNORCA) que serán discutidos en el próximo apartado, y que conforman a nivel internacional partes de LVC en el Cono Sur latinoamericano, Norte y Mesoamérica, no comparten la lectura presente en la rogativa de la ENMS, principalmente, en las interpretaciones de la actual división socioeconómica del ingreso, recursos naturales y los distintos extractos sociales formados en su consecuencia (algo verificable sin mayores profundizaciones analíticas). Además de la distinta conformación de su base social en relación a las ONGs, redes y demás organizaciones sociales auto declaradas “nuevas” 2 (lideradas y conformadas sobre manera por extractos de mediano y alto ingresos). Así, estos movimientos sociales campesinos -que diferenciaremos aquí como contrahegemónicos- no niegan lo político en su debate social, sino más bien lo resignifican frente a las experiencias pasadas del movimiento obrero internacional y los problemas derivados de su verticalismo y ortodoxia (sin negar su legado político-teórico y simbologías). También cuestionan los postulados de la ENMS y su negación de lo político (como conflicto) en beneficio de la gestión política civil de los problemas sociales abandonados por las desregulaciones de los Estados nacionales bajo el neoliberalismo, en una visión reformista y asistencialista de las desigualdades sociales y su causalidad:

La irrupción de los movimientos sociales en la escena pública latinoamericana venía así a cuestionar y a quebrar esta reducción y dilución de la política, a la mera administración técnica del programa único de las contrarreformas neoliberales y al desarrollo de las tecnologías de control de las poblaciones y sectores sociales afectados, gravemente, por la apropiación y concentración del ingreso y la riqueza. (…) cuestionando de esta manera la matriz política liberal (Seoane et al. 2012, 15).

Estos movimientos sociales campesinos latinoamericanos, sujetos de nuestra investigación, representan también novedades en relación con los movimientos sociales, partidos y sindicatos marxistas, hegemónicos en los años precedentes a la impronta de la globalización, no obstante, su novedad no niega algunos postulados básicos defendidos por las organizaciones de los sesenta y setenta, sino más bien los actualiza, sin tildarlas a priori como ultrapasadas per se.3

A diferencia de los movimientos ‘nuevos’ de la década del 80, estos se formaron en el sector rural, tuvieron una base campesina y fueron conducidos por campesinos. Muchos de ellos también tenían un carácter étnico y una base social en las comunidades indígenas de agricultores campesinos. (…) Aunque las dinámicas y el futuro de estos movimientos en el siglo XXI permanecen inciertos y requieren más estudios, está claro que en numerosos aspectos pueden ser vistos como ‘nuevos’, es decir, como diferentes de sus predecesores. Lo que no es nuevo es la dinámica fundamental de su lucha por la reforma agraria y la tierra. (…) Entre los movimientos rurales, incluyendo el MST, las decisiones críticas en lo que se refiere a estrategias y tácticas se toman siempre consultando a los miembros, en forma asambleas populares o basadas en comunidades. Otras características nuevas son también relevantes, como la equidad de género y la autonomía de los partidos políticos respecto del Estado (Veltmeyer 2008, 323) [Además del proceso de acercamiento a los debates ambientales].

Creemos que LVC y los movimientos que conforman sus bases en los territorios nacionales estudiados en el presente trabajo (Brasil, México y Argentina), ingresan en estos debates sobre los “nuevos movimientos sociales” en contraposición al “movimiento obrero clásico”, en una posición que tiende a presentar novedades al respecto de las clásicas consignas de luchas sociales (reivindicativas y/o revolucionarias) de base clasista marxista, a la vez que no las niega por completo, sino más bien las reinterpreta según la actual dinámica societaria:

El cruce analítico entre la conceptualización de la novedad de los movimientos sociales -en sus particularidades concretas- y las características de la fase neoliberal configura uno de los elementos destacados de la revitalización del pensamiento crítico. Asimismo, dichas reflexiones implicaron y plantean delimitar críticamente los objetos construidos por las escuelas sistémicas, y considerar particularmente la colonización del término movimiento social por parte de aquella perspectiva que entiende a estos ‘nuevos movimientos’ como contrapuestos al movimiento obrero concluyendo en el ocultamiento tanto de los antagonismos sociales en el capitalismo, como de la cuestión social y colonial. Estos desafíos suponen otorgar una especial relevancia a los estudios empíricos imprescindibles a la hora de abordar las necesarias reelaboraciones teóricas y los debates actuales sobre los horizontes emancipatorios (Seoane et al. 2012, 19)

Por lo tanto, entendemos que el debate planteado por la ENMS (de corte liberal) no tiende a abarcar-expresar la complejidad del fenómeno de la internacionalización de las luchas campesinas representado paradigmáticamente en la emergencia y consolidación de LVC. Tampoco una lectura ortodoxa oriunda de la tradición teórica marxista, 4 -por el subalterno papel que interpretaciones de tal pensamiento han determinado al campesinado históricamente- puede explicar por sí sola tal fenómeno, que además de lo expuesto hasta aquí ya hemos vinculado a los procesos de ambientalización de la cuestión agraria (Pinto 2013a). Asimismo, la utilización del concepto de movimiento social desde una perspectiva crítica5 hecha a partir de la experiencia de LVC (teóricamente asentado desde interpretaciones no ortodoxas del pensamiento marxista), frente la hegemonía de una interpretación (neo) liberal relatada por la ENMS, tiende a sobrepasar un relato en ciertos puntos a-histórico hegemonizado por la perspectiva analítica liberal, en consonancia al expuesto por Vieira:

(…)la historia de la acción colectiva a nivel internacional es liberal, y centrada en la experiencia histórica de los países del centro del capitalismo, con especial énfasis para la experiencia estadounidense. Los autores transforman, así, la experiencia histórica particular de la sociedad en que viven en la historia universal. (…) Sorprende que frente de una tradición tan rica y una experiencia con tan relevantes consecuencias sobre la historia de la humanidad en el siglo XX, la literatura de inspiración liberal sobre redes y organizaciones transnacionales no tenga a ofrecer nada sino la ignorancia y el silencio. (…) Existe por lo tanto una laguna analítica y teórica que necesita ser llenada para poder identificar lo que hay de novedad y lo que hay de permanencia en la situación contemporánea de las articulaciones internacionales (Vieira 2008, 129 y 188).

Presentaremos en los próximos apartados la experiencia de movimientos sociales campesinos de Argentina, México y Brasil, y los contextos de sus demandas por la recampenización frente el avance de los procesos de acaparamiento de tierras; y el resurgimiento de la acción colectiva internacional popular a partir de mediados de la década del ochenta.

Contexto de nacimiento y desarrollo del MST, MNCI y UNORCA

Presentaremos, de forma breve, a los procesos de formación y base social de movimientos sociales populares campesinos surgidos a partir de los años 80, en el contexto de la transnacionalización de la agricultura mundial. Estos movimientos participaron también de la construcción de una novedosa organización campesina internacional (LVC), siendo tres de sus entidades de base en Brasil, México y Argentina. Estos casos demuestran que más allá de representar novedades conceptuales (acercamiento a la cuestión ambiental-agroecología, debates de género, internacionalización etc.) y organizativas frente a los movimientos campesinos tradicionales del siglo XX, los movimientos relatados no comparten las características hegemónicas consideras “nuevas” por la ENMS antes discutidas, pues sus consignas y accionar están vinculados a los debates de la justicia social, crítica al capitalismo, reforma agraria, justicia ambiental y étnica, teniendo en su base política y social claros componentes de clase campesino indígenas.

Los procesos estructurales que fomentaron el nacimiento de los movimientos sociales que discutiremos, están definidos por los cambios en los modos de acumulación, producción y reproducción del sistema capitalista mundial, vinculados a la liberalización económica que tuvo en el ascenso neoliberal y en los procesos de globalización sus grandes marcos definitorios en los últimos 40 años. Como efectos colaterales de estos procesos nacen movimientos sociales que cuestionan a los postulados de la economía de mercado, representando alternativas productivas, políticas y discursivas a las prácticas económicas y sociales hegemónicas a partir de los años setenta, y principalmente pos la caída de la Unión Soviética hacia fines de los ochenta. En este sentido “La integración de los campesinos al proceso de reproducción global del capital y con ello, su capacidad para preservar su forma productiva, las fases de recampesinización o descampesinización (…) son resultado de una contienda a través de la cual los campesinos ganan o pierden su derecho a pertenecer al sistema, a constituirse o no como una clase explotada” (Rubio 2011, 53). Estos movimientos que, posteriormente, pasarán a formar parte de un frente internacional en 1993, nacen como fruto de las contradicciones internas de sus países, frente las formas de inserción subordinada que cada nación tuvo en la economía mundial, y los procesos de industrialización, división de tierras, concentración y división de la renta agraria, dictaduras, gobiernos neoliberales, crisis financieras y etc.

El caso del MST en Brasil

En el caso de Brasil la formación del MST (1984) logra dar nueva visibilidad a la cuestión agraria en un contexto de dictadura militar (1964-1985). La dictadura había sido apoyada geopolíticamente por Estados Unidos (abriendo paso para los procesos dictatoriales en el Cono Sur latinoamericano), en una coyuntura de Guerra Fría, que destituyó al gobierno constitucional de João Goulart (1961-1964), que se había comprometido en realizar “reformas de base” en el Estado brasileño, entre ellas la reforma agraria. Durante el gobierno dictatorial se organizó un proceso de industrialización (tardía recuperadora-sustitutiva-conservadora), que en poco más de diez años organizó las estructuras del mayor parque industrial de América Latina.

Sin embargo, este proceso de industrialización conservadora (Oliveira 2009) bajo un régimen dictatorial ha aumentado las desigualdades sociales entre la población brasileña y la brecha entre el campo y la ciudad. El crecimiento económico e industrialización fueron erigidos así, sobre las contradicciones fundacionales de tal sociedad, sin corrígelas sino aprovechándose de las mismas como fuente de acumulación de capital a partir de la precarización laboral, concentración agraria, éxodo rural, y formación de un enorme ejercito industrial de reserva en los grandes centros urbanos (Oliveira 2009). La desocupación resultante de la lógica de expulsión rural y urbanización/industrialización generó una enorme presión despreciativa en los sueldos de los trabajadores formales. Otra consecuencia complementaria de tal proceso fue exponer a masas enormes de trabajadores desocupados sin tierra- o informales- a condiciones cercanas a la semi-esclavitud en el campo y precarización laboral en la ciudad, principalmente en el área de servicios (trabajos domésticos, restaurantes, comercio etc.) (Oliveira 2009; Singer 2012).

Procesos que van incrementar a partir de los 70 a un contingente creciente de poblaciones desposeídas del acceso a sus medios productivos (acentuado por el éxodo rural en los procesos de concentración urbana e industrialización), y de posibilidades laborales dignas en el medio urbano, por su poca escolaridad y por la falta de oferta de trabajo formal en general, que no implicara en la precarización laboral hegemonizada en el área de los servicios (bajos sueldos y en muchas categorías falta de legislación laboral).

Sectores de esta población se van a movilizar políticamente a partir de mediados de los años 70 influenciados por las experiencias de movimientos sociales rurales de los años 50 y 60 (Morissawa 2008), y también apoyados por sectores progresistas de la Iglesia Católica como la Teología de la Liberación (Pinto 2015a). En un contexto totalmente desfavorable para los campesinos pobres donde la única “salida” propuesta por el gobierno militar para la cuestión agraria era la colonización en el norte del país, en la selva amazónica, no obstante, parte de esa población decide quedarse en sus respectivas regiones (centro, sur, sudeste y nordeste) y luchar por la tierra, sujetos sociales que se transformaron en la principal base social del MST (Stédile 2005).

El MST logró con esta nueva visibilidad política de la cuestión agraria brasileña, protagonizar a los conflictos sociales post dictadura (1985). Luego, a lo largo de la década del 90, el Movimiento iba vivir un momento de fuerte conflictividad política representado por el aumento de su capacidad organizativa- aliado a su alta legitimidad social en el periodo-, a la vez que se deparaba con la ascensión del modelo neoliberal en Brasil (1990) y sus políticas concentradoras de tierra, modelo productivo extractivo, desregulación Estatal y apertura económica (principalmente en la agricultura) (Mattei 2008). Sucesos que debilitaban a la clase trabajadora en general y al campesinado en particular; mientras fortalecían al agronegocio y sus representantes locales (coroneles latifundistas, empresas agroalimentarias, bancos, inversionistas etc.)

Procesos que asociados a los efectos económicos y ambientales colaterales del modelo de agricultura industrial, establecido por la Revolución Verde desde los años 60 y su profundización con el modelo transgénico a partir de los años 2000 en Brasil, iba a llamar la atención para los límites y críticas de tal paradigma productivo desde la perspectiva de la cuestión ambiental (Martínez Alier 2009) y, por consiguiente, generando los procesos de ambientalización de los conflictos sociales campesinos (Pinto 2015b). Debates muy presentes en Brasil desde la realización de la Eco-92 en Río de Janeiro, e internamente en el Movimiento dado los cambios productivos propuestos por las nuevas generaciones de miembros del MST, que optaban por la agroecología en diversos asentamientos a partir de 1998 (Pinto 2015b).

Tales cambios macroeconómicos y productivos, aliados a la ascensión del agronegocio (Neto 2008) y la cada vez mayor criminalización-persecución política al MST, hizo con que el Movimiento reconfigurase sus consignas y modos productivos internos. La reproducción del modelo de producción convencional (Revolución Verde) en los territorios conquistados por el MST desde los años 80, lo estaban debilitando políticamente e incluso afectando la salud de los campesinos que a menudo se envenenan en la aplicación de los agroquímicos del modelo convencional, además de la contaminación ambiental que tal modelo practica hacia los agroecosistemas. Hechos que inducirán a que el MST tome la decisión político-productiva, en el año 2000, de plantear la agroecología como modelo productivo superador al modelo de los monocultivos convencional-transgénico, tanto en sus aspectos sociales y ambientales, como en las perspectivas económicas hacia la producción campesina y la soberanía alimentaria con transición agroecológica (Pinto 2015b). El MST es dentro de las filas latinoamericanas de LVC, uno de los principales impulsores de tal debate, propiciando cursos de formación sobre agroecología en sus escuelas y universidades campesinas y también incentivando su base social a cambiar la matriz productiva en los territorios.

El MNCI en Argentina

En la Argentina, con la ascensión del Gobierno de facto en 1976, la dictadura cívico-militar autodenominada “Proceso de Reorganización Nacional” (1976-1983), se cambió las directrices productivas y sociales del país. La economía que había sido hacia fines de la primera mitad y principios de la segunda mitad del siglo XX de las más dinámicas de Latinoamérica, en su proceso de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) tiene decreto su fin con el giro neoliberal agroexportador asumido a partir de 1976. Otra característica importante de tal periodo fue la conquista de derechos político-sociales para la clase trabajadora, implementados en especial durante el primer gobierno peronista de 1946 a 1952 (Ferrer 2010).

El Gobierno militar, vinculado a un contexto internacional, donde se avecinaba la hegemonía neoliberal e influenciado por su coyuntura y correlación de fuerzas internas, practicó un proceso de desindustrialización y apertura económica, que giró el eje productivo y las políticas macroeconómicas del país a la agricultura de exportación (aunque el país nunca ha dejado de tener como principal fuente de acumulación de capital a la producción agrícola y ganadera aún el auge de la ISI) (Barsky y Gelman 2005). A partir de allí (1976), se ve un exponencial aumento productivo agrícola donde los granos y oleaginosas en general, y la soja en particular, que tienen un marcado crecimiento productivo y de área desde entonces (Dagotto 2008).

A partir de los 80 y principalmente a lo largo la década del 90, hubo un significativo avance de la frontera agrícola, favorecido por las políticas económicas basadas en la desindustrialización y reprimarización productivas, y por los capitales especulativos internacionales, que a partir de la apertura económica neoliberal y de la biotecnología, se aprovecharon de la aptitud y los bajos precios de las tierras extra pampeanas (Zarrilli 2010, 143).

Simultaneo al avance de la frontera agrícola y contrariando una recurrente discusión según la cual los campesinos no existirían más como fuerza política (Baranger, 2008), el MNCI logra generar una novedosa organización política frente a las complejidades simbólicas y materiales de la manutención de su existencial social y de la cohesión política de su existencia colectiva en una sociedad neoliberal agroexportadora (Pinto 2013b). El MNCI, en el actual contexto de transnacionalización de la agricultura, conforma un contrahegemónico proyecto productivo para el agro, a partir de experiencias previas como de las Ligas Agrarias (Ferrara 2007), basado en la justicia social (reforma agraria integral) y la sustentabilidad ambiental (agroecología). Su modelo político-productivo agroecológico, cimentado en experiencias ancestrales y vinculado a recientes discusiones ambientales agroecológicas (Pinto 2011), demarca antagónicas diferencias con los proyectos del agronegocio, que representa una profundización de los procesos de avance de la frontera agrícola realizados a partir del final de la década del setenta (Teubal et al. 2005).

Las evidencias disponibles cuestionan el discurso hegemónico, según lo cual, los territorios extra pampeanos estaban vacíos y/o abandonados, idea que ayuda a negar la existencia y ancestralidad de campesinos y legitima la ampliación de la frontera agrícola (Pinto 2013b). Por el contrario, en estas zonas (extra pampeanas) se advierte la presencia y resistencia históricas de campesinos indígenas que durante décadas trabajaron en el bosque para su subsistencia (Zarrilli 2010). Pero el avance indiscriminado de la frontera agrícola iniciado a partir de las políticas de Estado de 1976, reanimó a un sistemático proceso de desalojo y expropiación de estas comunidades campesino indígenas, a partir de los años 80, que en muchos casos migraron a los grandes centros urbanos o a los pueblos cercanos. En otros casos, optaron por la resistencia, impulsando a la conformación de organizaciones sociales y enfrentando a topadoras, matones y fallos judiciales cómplices, que no reconocen sus derechos ancestrales sobre la posesión de sus tierras (Pinto 2013b).

Procesos que van implicar en el nacimiento de organizaciones campesino indígenas en distintos territorios provinciales y regionales, en las zonas extra pampeanas, lugares afectados por el crecimiento de la frontera agrícola, aunado a los nuevos métodos productivos de la siembra directa y la biotecnología a partir de los 90. Posterior a la gran crisis económico-político-social (neoliberal) vivida por Argentina en el año 2001, la restructuración del país, a partir de 2003, se sostuvo económicamente en aprovecharse de los cambios productivos del agro instalados en el periodo neoliberal y en el aumento continuo y sostenido de los precios internacionales de las commodities. Esto asignó al Modelo Sojero, como proyecto económico de país, extendiendo las problemáticas de su instalación a varias provincias; lo que vinculado a las experiencias de distintos movimientos sociales campesinos provinciales ya actuantes desde principios de los 90, propiciará la coyuntura de formación del MNCI como un movimiento campesino indígena nacional.

El nacimiento del MNCI, entre 2003-2005, se da en un periodo donde La Vía Campesina Internacional (de la cual algunas entidades de base del MNCI ya eran parte), está bastante fortalecida y actuante en el escenario agrario mundial. Luego el MNCI, según nuestro análisis, absorbe mucho de las experiencias internacionales sintetizadas en las líneas políticas y reivindicativas de LVC, sumándose de manera inmediata como Movimiento Nacional (Pinto 2011). Por lo tanto, basado en el histórico de sus entidades de base y en la capacidad organizativa que pudo montar a partir de su fundación y de la organización de su 1° Congreso Nacional en el 2010, el MNCI ya asume precozmente, en parte por el reconocimiento internacional del histórico de lucha de las entidades de su base, un importante papel a nivel continental (indicando así una renovación en las entidades de base y gestión de LVC), teniendo a su cargo interinamente, a partir de 2013, a la Secretaría Operativa de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones Campesinas (CLOC-VC), regional latinoamericana de la LVC.

Caso de la UNORCA en México

La UNORCA nace formalmente en 1985, como resultado de la unión de 50 organizaciones regionales campesinas e indígenas autónomas, nacidas en el contexto del movimiento campesino mexicano de la segunda mitad de la década de los setenta (Rubio 1987); que procuró a partir de ocupaciones de tierra materializar de facto la reforma agraria planteada en la Constitución revolucionaria de 1917 (Warman 1980) e iniciada de forma masiva en el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940). Este proceso de dotación de tierras sufrió incumplimientos normativos, que ocasionaron problemas burocráticos de falta de titulación, causando la expulsión de los campesinos y el acaparamiento de sus tierras, además del bloqueo directo del acceso a la tierra a gran parte de los campesinos no filiados a las organizaciones cooptadas por el Estado. Las políticas de contrarreforma agraria culminarían con el cambio del Artículo constitucional 27 en 1992, y la apertura formal de la posibilidad de privatización de las parcelas y ejidos campesinos (Pinto 2016c).

El movimiento campesino mexicano de los años 70 surge en el momento de crisis del modelo económico desarrollista implementado a fines de la primera mitad del siglo XX, que tenía en los campesinos como sujetos productivos de alimentos un importante aliado político y productivo de los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) (Rubio 2011). El rol de estos campesinos en la producción de alimentos se ve cada vez más debilitada a partir del avance de la Revolución Verde en las zonas más capitalizadas de la agricultura mexicana, aumentando procesos de acaparamiento de tierras y ampliando la desocupación de los trabajadores rurales y desalojos de campesinos-ejidatarios. Los mismos empiezan a organizarse políticamente reivindicando del estado mexicano el cumplimiento del Artículo 27 constitucional (1917), que garantizaba acceso y permanencia inalienable en la tierra para quienes la reivindicaban. Este movimiento campesino de los 70 tuvo un carácter masivo y logró, a partir de tomas de tierras, expropiar importantes lotes en varias regiones de México (Rubio 1987). De esta forma, se inauguró un nuevo tipo de movimiento social que rompe con las centrales campesinas oficialistas vinculadas al PRI (Costa 1989), que habían sido cómplices del proceso de cooptación campesina realizado concomitante al reparto agrario constitucional.6 Este proceso inaugura un movimiento social que procura su autonomía política, económica y finalmente identitaria, frente el clientelismo y represión estatal prevaleciente por más de 40 años.7

Al obtener la tierra, la demanda central de estas organizaciones pasa a ser la autonomía productiva, donde cobran del Estado una mayor oferta y acceso a créditos y seguros agrícolas y productivos para los campesinos indígenas, conjuntamente con mejores condiciones de precios de garantía (compras públicas), además de un rol protagónico de los campesinos en sus procesos productivos sin la tutela-control de agentes públicos. La unión de entidades, que pasan a tener en las condiciones de producción sus demandas prioritarias, da origen en 1985 a la UNORCA y al movimiento por “autonomía” política y económico-administrativa de campesino indígenas (Costa 1989; Bartra y Otero 2008).

La organización nace en el momento que todo el aparato estatal agroalimentario inaugurado por Lázaro Cárdenas empieza a ser desarticulado, en 1982, preparando el terreno para la firma de Tratados de Libre Comercio (TLC), que desde mediados de los años 80 empiezan a gestionarse. Es en este contexto que las organizaciones campesinas (futuros miembros de la UNORCA), desde el año de 1982, inauguran al concepto de soberanía alimentaria (Pinto 2016c).Estas organizaciones perciben que la desarticulación del aparato estatal de abasto alimentario, aliado a los bajos precios pagados por el Estado a los productores de granos básicos vía precios de garantía (por debajo de la inflación y de los costos de producción), tenía el objetivo de tornar inviable a la agricultura campesina nacional. El objetivo a corto plazo de tal política era abrir el mercado alimentario a las procesadoras de alimentos internacionales y a los productos agrícolas de Estados Unidos practicando dumping a los productores locales y socavando la autosuficiencia alimentaria de México. Según Blanca Rubio:

“Desde 1982 y hasta 2003 imperó el orden agroalimentario neoliberal, que emergió en el contexto de bajos precios del petróleo, el dominio del capital financiero sobre el productivo y la hegemonía política y militar de Estados Unidos en el ámbito internacional. (…) En 1980 Estados Unidos concentraba el 51% de las exportaciones de cereales en el ámbito mundial. Dicho país impulsó una forma de dominio sustentada en la imposición al interior del país, de precios por debajo del costo los cuales eran compensados con elevados subsidios, concentrados en una reducida elite de productores. Para 2002 los precios del maíz y trigo en Estados Unidos se situaban 20 y 46% respectivamente por abajo del costo de producción (…)” (Rubio 2011, 73).

La UNORCA, en este contexto, logra organizar parte significativa del movimiento campesino mexicano que será el principal actor social en cuestionar la firma de los tratados de libre comercio y la consecuente pérdida de autosuficiencia alimentaria del país. La metodología de organización descentralizada, la autonomía relativa frente los partidos políticos y gobiernos inauguran prácticas políticas internas más democráticas en el ámbito de los movimientos sociales campesinos, que serán replicadas posteriormente en el seno de LVC, así como en la difusión inicial del concepto de soberanía alimentaria.

A diferencias de los ejemplos del MST y MNCI, la UNORCA no tiene un debate ambiental tan claro, aunque reivindica los modos de producción campesinos tradicionales mexicanos como la Milpa, las semillas nativas y la manutención de la biodiversidad de la cual su base social se considera heredera y guardián.

Dada las particularidades del momento histórico de su nacimiento, y el hecho de que México de los tres países relatados es el que más ha avanzado en la distribución de tierras a los campesinos, las cuestiones relativas a sus luchas estuvieron en un primer momento, considerado de gestación de la entidad a mediados de los 70, centrado en la recuperación (conquista efectiva) del territorio. Posteriormente, los mismos forjaron al concepto de soberanía alimentaria a partir de su búsqueda de autonomía y mejores condiciones de producción frente el control estatal de la producción agroalimentaria, que prontamente sería reemplazado por las industrias agroalimentarias y la dependencia alimentaria en México. Por lo tanto, más que a la dinámica ambiental presente en el cuestionamiento del modelo de agricultura industrial que ha primado en países con producción alimentaria excedentes como Brasil y Argentina, en México el tema del abasto y la reivindicación por la soberanía alimentaria han tenido desde el nacimiento de la UNORCA, hasta los días actuales, particular protagonismo, siendo la organización mexicana una de las difusoras en el ámbito de LVC de tal debate, que tiende a complementar la inicial conquista de la tierra en procesos de reforma agraria.

Consideraciones finales

Los procesos de ambientalización de la cuestión agraria, que se ven reflejados en las dinámicas de construcción de las consignas políticas y en las experiencias de transición agroecológica de los nuevos movimientos campesinos surgidos desde la década de los 80, donde las banderas y posicionamientos políticos “ambientalizados” son construidos discursivamente a partir de experiencias puntuales a nivel local y regional, marcan importantes novedades en relación a la lucha por la tierra realizada durante gran parte del siglo XX. Estas experiencias ambientalizadas generan formas empíricas de resistencia colectiva al antagónico modelo convencional de producción agrícola industrial transgénica y bregan por la construcción de la soberanía alimentaria a nivel internacional. Estas experiencias puntuales son después socializadas y debatidas en el ámbito de LVC (en sus instancias políticas de debate, congresos y protestas), donde son resignificadas y (re)apropiados por cada movimiento nacional de acuerdo a su realidad local y regional.

En este contexto, observamos cómo movimientos sociales con bases sociales masivas (MNCI, MST y UNORCA), emergidos en momentos históricos y procesos políticos nacionales distintos (aunque con gran cantidad de paralelismos), logran consensuar propuestas políticas (soberanía alimentaria) y modos de producción agrícolas agroecológicos como contrapunto al consenso transgénico hegemónico en la agricultura internacional. Señalamos que el consenso programático de las organizaciones populares está directamente vinculado a la creación y fortalecimiento de LVC y de su correlato latinoamericano CLOC-VC, surgidas en los años 90 como forma de resistencia productiva y cultural frente el avance del neoliberalismo y la internacionalización de la agricultura, con las empresas agroalimentarias transnacionales redefiniendo los roles productivos de la agricultura frente a sumisos y desregulados estados nacionales. Es en este momento, que los campesinos directamente afectados por estas políticas buscan unir fuerzas a nivel internacional para combatir tal modelo a partir del intercambio de experiencias locales, procesos de resistencia regionales y solidaridad internacionalista.

En tal labor, cada entidad procura llevar al plano de los debates internacionales sus experiencias de resistencia locales, además de las denuncias a las estrategias de actuación de las multinacionales aliadas a sus cómplices locales (gobiernos, aparatos judiciales etc.); también intercambiando sus distintas prácticas productivas y culturales, en el intento de buscar salidas a la imposición del modelo convencional transgénico como único a ser aplicado indistintamente a los diversos ecosistemas del orbe. En esta coyuntura LVC surge como sujeto social colectivo que pretende ampliar la voz de campesinos indígenas alrededor del mundo, asumiendo así un protagonismo internacional sin intermediarios para que estos campesinos se hagan escuchar en las distintas esferas políticas asimétricas de la sociedad globalizada.

En su evolución organizativa, LVC surgida en 1993 forjó conceptos nuevos como el de “soberanía alimentaria” frente la idea bastante difundida de “seguridad alimentaria”, y también resignificando viejos conceptos prácticamente olvidados del imaginario político y académico mundial para mediados de los años noventa como el de “reforma agraria”. A partir de la actualización de los debates sobre la justicia social y la nueva conceptualización hecha por sus entidades de base frente los cambios traídos por la biotecnología, LVC pasa a representar una de las formas más completas en dialogar con la cuestión ambiental actual, denunciando las contradicciones presentes en el productivismo de la Revolución Verde; entre las cuales se hace hincapié a la contradicción entre el crecimiento productivo agrícola y el crecimiento de pobres y hambrientos en el mismo periodo, donde además de los efectos medioambientales nocivos de las prácticas agrícolas industriales, que desmontan bosques nativos, contaminan ecosistemas y socavan la biodiversidad, se nota un importante deterioro del tejido social rural. LVC termina así por enlazar una perspectiva ambiental de tales procesos productivos, vinculando sus nocivos efectos sociales a los crecientes conflictos ambientales (Martínez Alier 2009), pérdida acentuada de soberanía política y productiva a partir de la hegemonía del dominio neoliberal agroalimentario.

La perspectiva de LVC no desvincula los modos y proyectos productivos hegemónicos de sus inherentes externalidades productivas en el análisis de sus consecuencias sociales y ambientales, a diferencia de las visiones desarrollistas hegemonizadas en los años 50 y 60 para quienes la pobreza y hambruna eran interpretadas en clave de una supuesta incapacidad productiva industrial o sub-oferta mundial de alimentos derivada de un conservador neomaltusianismo de posguerras, que tenía como respuesta ideológico productivista a la pobreza e indigencia al modelo industrial agrícola de la Revolución Verde.

El aumento productivo en la agricultura tuvo como efecto inmediato y sostenible no la reducción de la pobreza y hambre, sino la ampliación de las desigualdades económicas y el aumento sin precedentes en los niveles de contaminación ambiental, además de la concentración de tierra y renta visualizados en el mismo proceso, ocasionando una creciente pérdida de soberanía alimentaria y política en los países estudiados. Creemos que las experiencias relatadas en el presente trabajo hacen parte de un cuestionamiento más amplio a la globalización y al modelo económico neoliberal, evidenciando las contradicciones generadas por la globalización a través de las luchas por tierra, autonomía productiva y organizativa de los sin tierra, campesinos e indígenas, sujetos sociales rurales que cuestionan en su accionar a la “neutralidad-complicidad” demostrada por la ENMS con el sistema capitalista y sus negativas consecuencias sociales y ambientales.

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1Entre las corrientes de estudio de la acción colectiva a partir de los sesenta están la “(…) escuela de la ‘movilización de recursos’ que, de raíz anglosajona, contará entre sus más conocidos exponentes a Mancur Olson, John Mc Carthy y Meyer Zald. Asimismo, se puede referir a la nominada corriente de las ‘oportunidades políticas’ caracterizada por las obras más actuales de Charles Tilly y Sydney Tarrow, entre otros. Finalmente, y de cuño europeo, también habrán de comenzar a pergeñarse a partir de los años setenta y ochenta los principales aportes de la considerada escuela de los ‘nuevos movimientos sociales’ caracterizada por las contribuciones de Alain Touraine, Claus Offe y Alberto Melucci, entre otros” (Seoane et al. 2012, 04).

2Entre las corrientes de estudio de la acción colectiva a partir de los sesenta están la “(…) escuela de la ‘movilización de recursos’ que, de raíz anglosajona, contará entre sus más conocidos exponentes a Mancur Olson, John Mc Carthy y Meyer Zald. Asimismo, se puede referir a la nominada corriente de las ‘oportunidades políticas’ caracterizada por las obras más actuales de Charles Tilly y Sydney Tarrow, entre otros. Finalmente, y de cuño europeo, también habrán de comenzar a pergeñarse a partir de los años setenta y ochenta los principales aportes de la considerada escuela de los ‘nuevos movimientos sociales’ caracterizada por las contribuciones de Alain Touraine, Claus Offe y Alberto Melucci, entre otros” (Seoane et al. 2012, 04).

3Entre las corrientes de estudio de la acción colectiva a partir de los sesenta están la “(…) escuela de la ‘movilización de recursos’ que, de raíz anglosajona, contará entre sus más conocidos exponentes a Mancur Olson, John Mc Carthy y Meyer Zald. Asimismo, se puede referir a la nominada corriente de las ‘oportunidades políticas’ caracterizada por las obras más actuales de Charles Tilly y Sydney Tarrow, entre otros. Finalmente, y de cuño europeo, también habrán de comenzar a pergeñarse a partir de los años setenta y ochenta los principales aportes de la considerada escuela de los ‘nuevos movimientos sociales’ caracterizada por las contribuciones de Alain Touraine, Claus Offe y Alberto Melucci, entre otros” (Seoane et al. 2012, 04).

4Entre las corrientes de estudio de la acción colectiva a partir de los sesenta están la “(…) escuela de la ‘movilización de recursos’ que, de raíz anglosajona, contará entre sus más conocidos exponentes a Mancur Olson, John Mc Carthy y Meyer Zald. Asimismo, se puede referir a la nominada corriente de las ‘oportunidades políticas’ caracterizada por las obras más actuales de Charles Tilly y Sydney Tarrow, entre otros. Finalmente, y de cuño europeo, también habrán de comenzar a pergeñarse a partir de los años setenta y ochenta los principales aportes de la considerada escuela de los ‘nuevos movimientos sociales’ caracterizada por las contribuciones de Alain Touraine, Claus Offe y Alberto Melucci, entre otros” (Seoane et al. 2012, 04).

5Entre las corrientes de estudio de la acción colectiva a partir de los sesenta están la “(…) escuela de la ‘movilización de recursos’ que, de raíz anglosajona, contará entre sus más conocidos exponentes a Mancur Olson, John Mc Carthy y Meyer Zald. Asimismo, se puede referir a la nominada corriente de las ‘oportunidades políticas’ caracterizada por las obras más actuales de Charles Tilly y Sydney Tarrow, entre otros. Finalmente, y de cuño europeo, también habrán de comenzar a pergeñarse a partir de los años setenta y ochenta los principales aportes de la considerada escuela de los ‘nuevos movimientos sociales’ caracterizada por las contribuciones de Alain Touraine, Claus Offe y Alberto Melucci, entre otros” (Seoane et al. 2012, 04).

6Entre las corrientes de estudio de la acción colectiva a partir de los sesenta están la “(…) escuela de la ‘movilización de recursos’ que, de raíz anglosajona, contará entre sus más conocidos exponentes a Mancur Olson, John Mc Carthy y Meyer Zald. Asimismo, se puede referir a la nominada corriente de las ‘oportunidades políticas’ caracterizada por las obras más actuales de Charles Tilly y Sydney Tarrow, entre otros. Finalmente, y de cuño europeo, también habrán de comenzar a pergeñarse a partir de los años setenta y ochenta los principales aportes de la considerada escuela de los ‘nuevos movimientos sociales’ caracterizada por las contribuciones de Alain Touraine, Claus Offe y Alberto Melucci, entre otros” (Seoane et al. 2012, 04).

7Entre las corrientes de estudio de la acción colectiva a partir de los sesenta están la “(…) escuela de la ‘movilización de recursos’ que, de raíz anglosajona, contará entre sus más conocidos exponentes a Mancur Olson, John Mc Carthy y Meyer Zald. Asimismo, se puede referir a la nominada corriente de las ‘oportunidades políticas’ caracterizada por las obras más actuales de Charles Tilly y Sydney Tarrow, entre otros. Finalmente, y de cuño europeo, también habrán de comenzar a pergeñarse a partir de los años setenta y ochenta los principales aportes de la considerada escuela de los ‘nuevos movimientos sociales’ caracterizada por las contribuciones de Alain Touraine, Claus Offe y Alberto Melucci, entre otros” (Seoane et al. 2012, 04).

Recibido: 31 de Marzo de 2017; Aprobado: 10 de Enero de 2018

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