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URVIO Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad

versión On-line ISSN 1390-4299versión impresa ISSN 1390-3691

URVIO  no.22 Quito ene./jun. 2018

https://doi.org/10.17141/urvio.22.2018.3191 

Tema central

Transdisciplinariedad investigativa: una apuesta en construcción para las Relaciones Internacionales e inteligencia

Investigative transdisciplinarity: a bet in construction for International Relations and intelligence

María Noboa1 

1 Pontificia Universidad Católica del Ecuador,Ecuador, manoboago@uide.edu.ec


Resumen

Apostar por una estrategia investigativa transdisciplinaria entre las Relaciones Internacionales (RI), en su sub-campo de seguridad y los Estudios de Inteligencia (EI), implica un triple compromiso: rigurosidad epistemológica, pertinencia teórico-metodológica y una clara responsabilidad político-ética, para desarrollar líneas analíticas adaptables -y con voz propia- a las necesidades investigativas locales. Este artículo constituye una reflexión crítica orientada a evaluar la pertinencia metodológica trandisciplinaria en construcción, para la generación de conocimiento nuevo; de esta manera, ampliar la comprensión de objetos de estudio del mundo internacional y de inteligencia de manera glocal. Los hallazgos muestran que gran parte de la literatura en RI y EI, especialmente en el ámbito de la seguridad, basan su producción en métodos ortodoxos, que marginalizan las potencialidades transdisciplinarias e instrumentan miradas pragmáticas con escasa reflexión epistemológica del método.

Palabras clave: conocimiento; contexto; epistemología; metodología

Abstract

Betting on a transdisciplinary research strategy between International Relations (RI) and Intelligence Studies (EI) implies a triple commitment: epistemological rigor, theoretical-methodological relevance and a clear political-ethical responsibility, to develop adaptive analytical lines with a voice of its own before the local investigative needs of both fields. Thus, this article constitutes a critical reflection aimed at evaluating the methodological relevance of transdisciplinarity in construction, towards the production of new knowledge that allows to expanding the understanding of the objects of study of the international world and of intelligence in a glocal way. The findings show that a large part of the literature in RI and EI bases its production on orthodox methods, marginalizing transdisciplinary potentialities and implementing pragmatic views with little epistemological reflection of the method.

Key words: knowledge; context; epistemology; methodology

Introducción

Solo los nómadas descubren otros mundos. Hay que saber pervertir la ley (jugar con ella) y a veces subvertirla (ponerla en cuestión) para cambiar y/o quitar la ley: provocar malos pensamientos en el bien-pensante, asediar las sedes de la verdad, el bien y la belleza. Sólo los malditos mejoran este mundo

.

Jesús Ibáñez (1994).

Navegar en la epistemología y principios derivados de la investigación de segundo orden, es un desafío académico a la hora de pensar nuevas formas para abordar, de manera convergente, los objetos de estudio de diversas disciplinas, mediante una estrategia investigativa transdisciplinaria. Inicialmente, esto exige tomar posición respecto del aún no clausurado debate contemporáneo entre: la episteme de la ciencia occidental y una nueva episteme vinculada al paradigma de la complejidad y la ciencia posnormal.

De modo breve, la primera postura se articula al positivismo lógico, anclado a una racionalidad clásica, a partir de la cual la razón es el fundamento clave para la coherencia en la producción de un conocimiento científico-objetivo -con exactitud-, que estudia una “realidad que está fuera”, escindiendo al sujeto del objeto. Es más, se considera al método como un recetario instrumental que, desde los principios de la disyunción (fragmenta para conocer) y reducción (esencializa), produce conocimiento para dominar la Naturaleza de manera neutral. Para ello, se expulsa la “posible perturbación” de la subjetividad del investigador. Es más, “el hombre dotado de herramientas poderosas de la cognición científica, se sitúa fuera de la Naturaleza como un ente dominador” (Sotolongo y Delgado 2006, 36).

La segunda postura es la complejidad-en este trabajo considerada como forma de pensamiento- vinculada a los nuevos conceptos: responsabilidad científica, alcance del conocimiento y sentido de la objetividad, que trascienden la mirada de un “mundo” al que hay que conocer, para trasladarse a una realidad de interacciones, de redes complejas (Sotolongo y Delgado 2006, 36), donde factores como la inestabilidad, la impredictibilidad y la emergencia son clave en el proceso de producción de conocimiento. El eje no es solo una práctica científica escéptica, sino la co-constitución entre sujeto y objeto de conocimiento, la ominijetividad,1 que sitúa y transversaliza las condiciones éticas y políticas del investigador, el contexto y la práctica investigativa; así, la nueva mirada del mundo supera el reduccionismo mediante consideraciones holísticas emergentes -no holismo lineal- y sistémicas.

De lo argumentado, este artículo se ancla en la segunda postura y va un poco más allá: la mirada epistemológica de segundo orden que, además de recuperar la condición relacional sujeto-objeto, considera que las propiedades de mundo emergen en el transcurso de las interacciones y no están ‘ahí’ esperando a ser indagadas (Sotolongo y Delgado 2006, 44), y son susceptibles de cambio en entornos azarosos e inciertos. Precisamente estas características han definido el encuadre de la denominada ciencia posnormal, como un nuevo estilo de actividad científica, cuya base está en la gestión de la impredicibilidad y la posibilidad de visiones múltiples (Ravetz y Funtowicz 2000).

Asumir el desafío de la epistemología crítica, y concomitantemente la transdisciplina como método, implica considerar que la construcción de objetos de estudio garantizará la producción de conocimiento nuevo, llamado “consiliencia” o unidad del conocimiento (Wilson 2000), abogando por una nueva relacionalidad, superando el reduccionismo de la episteme de la ciencia moderna. Es más, se reflexiona en profundidad, acogiendo el punto de enunciación investigativo, que aglutina decisiones, no solo metodológicas-instrumentales, sino políticas y éticas, desde las cuales se propone una nueva mirada a la práctica investigativa. Por ello, y con el fin de aclarar la lógica argumentativa, se tomaron varias categorías seminales de ambos campos de estudio: el Estado, la identidad, el sentido de la seguridad, la naturaleza de la inteligencia y la escritura de la amenaza para mostrar las potencialidades de una metodología convergente, asegurando a la vez las posibilidades de una evolución teórica-disciplinaria, de cara a las complejas y cambiantes problemáticas del mundo global.

En consecuencia, se alude, desde esta base conceptual, a los fenómenos vinculados con las relaciones internacionales y la inteligencia, en el ámbito de la seguridad, de los países suramericanos y que son sensibles de ser estudiados transdisciplinariamente. Así, se reconoce que se piensa diferente los conceptos mencionados en una nueva dimensión inscrita en marcos unificados de entendimiento, de una manera más creativa, pero no menos rigurosa. Con este propósito, se han tomado en cuenta orientaciones diversas de autores de las RI (Dunne, Hansen y Wight 2013; Rengger 2015; Murillo 2013; Tickner y Weaver 2009), y de los EI (Barger 2005; Rathmell 2002), quienes coinciden en la necesidad de ampliar sus agendas investigativas superando la denominación de ‘escuelas’ o ‘itsmos’, utilizados para agrupar orientaciones teórico-metodológicas y analíticas de los campos disciplinarios. Este abordaje, que trasciende la mirada impuesta y legitimada por el mainstream de los RI y EI, rebasa los presupuestos de la ciencia moderna (Rodríguez 2014) e incorpora la discusión político-ética, que caracteriza la producción del conocimiento científico, no como fin en sí mismo y producto, sino como un proceso.

Esto supone una verdadera evolución en ‘el conocer’ del mundo internacional, en materia de seguridad e inteligencia, permitiendo la inclusión de novedosos y diversos aparatos de producción intelectual. Por tanto, este artículo inscribe su discusión en los comportamientos asimétricos y emergentes de los distintos fenómenos que se configuran en el ámbito de la seguridad, como sub-campo de las RI, cuyos conceptos seminales, ya mencionados, son mirados desde la inteligencia en complejidad. Se pretende mostrar la posibilidad de generar conocimiento nuevo, de manera convergente, para redimensionar analíticas que, permitan identificar con mayor claridad la multidimensionalidad de las problemáticas de seguridad e inteligencia, que evidencian profundas mutaciones, no consideradas en contextos históricos precedentes.

Lo fundamentado anteriormente, entonces, abre el espectro de la comprensión y manejo de conceptos en marcos más amplios. Así, en el caso de la seguridad, exige considerar las dinámicas relacionales entre los diversos actores e intereses con las estructuras de poder de los Estados, su ‘sentido rector de identidad’ y las estrategias de conducción, dentro de los nuevos ambientes que impone el mundo internacional.

Consecuentemente es esencial reconsiderar la interpretación de las amenazas(2) a la seguridad, a fin de consolidar mecanismos pertinentes de identificación, definición y escritura; en definitiva, complejizar su conocimiento, trasgrediendo las fronteras disciplinarias, para generar marcos unificados de conocimiento multidimensional, más amplios, flexibles, adaptables, casi como en una aventura de descubrimiento. Desde allí, es válido el desarrollo de una dinámica glocal, que facilite situar el comportamiento particular y diferenciado de las amenazas en los ámbitos domésticos de los Estados, sin desdeñar sus características globales. Con ello, adquiere valor la desfronterización de las amenazas, dando paso a una mejor comprensión de sus redes y dinámicas transregionales y transfronterizas. Igualmente, se alude a una comprensión de las dinámicas no lineales y de auto organización de las dimensiones espacio-temporales, socio-históricas y político-discursivas que atraviesan los diversos fenómenos y problemáticas en materia de seguridad e inteligencia, especialmente en la región suramericana, tarea sensible por las propias condiciones de tensión y discontinuidades de la región.

La propuesta se centra en develar los principios rectores y doctrinarios de la seguridad, como sub-campo de las RI y como correlato de las nociones de inteligencia, cuya naturaleza y rol se tornan ontológicos, en tanto son modeladores de los imaginarios de la relación e interacción entre actores y contextos. Esto, sin duda, construye sentidos de interacción particulares en torno a la dinámica: amigos-enemigos; aliados-antagónicos; amenazas-salvaguardias. Dichas dicotomías se inscriben en los escenarios de disputas por el poder en diversos niveles, sean estas reales, simbólicas o discursivas. No obstante, sería un error pretender conocer linealmente la realidad suramericana, debido a su disimilitud de intereses y necesidades, a su heterogeneidad y a sus agendas de seguridad contradictorias, que develan su elevada complejidad e inestabilidad estructural.

Lo dicho hasta aquí supone insistir en un replanteamiento de la episteme moderna si se pretende abrir líneas de investigación transdisciplinarias(3) en materia de seguridad e inteligencia, que deben religarse superando las teorías de resolución de problemas y apoyándose en teorías más reflectivistas. Este proceso incluye la generación de conocimiento experto en cuerpos teóricos más amplios y orientadores de mejores prácticas en el mundo turbulento actual, rebasando las disyunciones matriciales del pensamiento occidental (Rodríguez 2010) en las relaciones: sujeto-objeto, objeto-sociedad, ciencia-prácticas. El panorama mostrado ya fue advertido, en su momento, por autores de las RI, sobre todo en la transición al Cuarto Debate (Der Derian y Shapiro 1989; Smith, Booth y Zalewski 1999); y en EI, desde el advenimiento del realismo adaptativo (Sims y Gerber 2005) y, posteriormente, tras las perspectivas posmodernas (Der Derian 2009; Rathmell 2002).

El giro paulatino dado a la literatura confirmó la necesidad de repensar la disyunción entre ciencia y sociedad, que resultaba crítica sobre todo frente al sinnúmero de flujos, cambios, emergencias y azares que traía consigo la sociedad de la información, impulsada por la revolución tecnológica, escenario que impedía la construcción de un conocimiento transdisciplinario y severas limitaciones para enfrentar analíticamente la complejidad de las múltiples problemáticas del mundo contemporáneo. A ello, se sumó la presencia de “secuelas” que había dejado la imposición del “discurso del mundo global”(4) y su funcionamiento, que agudizaba la hegemonía de los países industrializados sobre los más pobres. Esto construyó el andamio principal de la “colonización del saber” (De Sousa Santos 2010, 10). Con ello,se develaba la marginalización de las posibilidades de emancipación de los “mantras teórico-metodológicos y analíticos”, cobijados en la ciencia normal, orientados a sostener y reproducir la estructura hegemónica de poderes asimétricos, domésticos y globales.

Indiscutiblemente, la suma de estos factores configuró cárceles conceptuales y brújulas que han impuesto maneras de ser, pensar y actuar sobre la región suramericana. Es preciso hacer hincapié, hoy, en lo sensible del tema, sobre todo en el caso de las problemáticas de seguridad e inteligencia, toda vez que muchas de ellas se han convertido en funcionales herramientas que garantizan la prolongación del ejercicio del poder sobre la región suramericana, apuntando inclusive a lograr un modelamiento efectivo de las subjetividades y lógicas decisionales de los Estados. Así, la mirada estadounidense del terrorismo, que fue impuesta como amenaza a la seguridad de la región, funcionalizando a las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo), para regionalizar el conflicto interestatal colombiano (Massé 2004), es un claro ejemplo.

Para matizar la argumentación, dicha hegemonía en las formas de producción de conocimiento respecto de problemáticas de cada país, también legitimó la expulsión del sujeto y su subjetividad en las prácticas. Este factor derivó en la anulación de la capacidad transformadora de los investigadores locales, para “garantizar la objetividad y neutralidad del conocimiento científico” en el marco positivista, considerado como producto terminado e incuestionable, y no como proceso complejo y cambiante, que es la postura de este trabajo académico.

Es más, históricamente se ha silenciado la voz epistémica derivada de los contextos, necesidades e intereses de actores locales de la región (Tickner y Weaver 2009). Dicho silenciamiento ha sido funcional para neutralizar cualquier cuestionamiento a las determinaciones políticas y contingentes del conocimiento científico y sus prácticas, para no poner en riesgo la legitimidad de los presupuestos positivistas de las concepciones sobre seguridad, cuyo núcleo radicaba en el uso de la fuerza militar y en una inteligencia operacional utilizada para la instrumentalización política de las amenazas (Massé 2004). Por ejemplo, es el caso de la Doctrina de Seguridad Nacional vigente en la región, que corresponde en sus diversas fases al militarismo suramericano -viejo y nuevo- y a la creciente influencia político-militar de Estados Unidos en América Latina. Esta estrategia se ubica entre los inicios de la Guerra Fría y la víspera de la Revolución cubana y constituye una mirada externa desde la cual a los estados suramericanos les correspondía enfrentar al enemigo interno, materializado en supuestos agentes locales del comunismo (Leal 2003,76).

Con ello en mente, reconocemos la creciente preocupación de las perspectivas críticas y complejas, para interpretar rigurosamente las realidades disímiles, fluidas, caóticas y desordenadas de la seguridad e inteligencia, que con el instrumental racionalista no pueden ser estudiadas en profundidad. Conviene señalar que las prácticas actuales, emanadas de las múltiples realidades de la seguridad e inteligencia suramericana pueden, incluso, ser concebidas de ideológicas; es decir, procesos de producción de sentido, cuyo cometido se enfoca en la legitimación de relaciones de poder. En el caso de las RI, todo el debate realista en torno a la discriminación del Estado como unidad racional y entidad suprema, la perspectiva fundacionalista de su identidad y el sentido doctrinal de la seguridad se inscriben en esta lógica. En el caso de los EI, la postura utilitarista de los estudios ortodoxos y heterodoxos en torno a la escritura de las amenazas y la consideración de las prácticas analíticas de inteligencia como estudios de caso post-mortem también están matizadas por la misma óptica. Por ende, la organización epistémica racionalista ha incidido en la comprensión unidimensional de los diversos fenómenos del dominio empírico, obstaculizando un verdadero diálogo de saberes (Rodríguez Zoya 2010, 2).

Precisamente, por todo lo dicho, la nuez de la discusión es la capacidad y medios con los que cuentan los investigadores suramericanos para producir una nueva forma de hacer ciencia: políticamente comprometida con sus ciudadanos y las problemáticas locales -seguridad e inteligencia- y, que, a la vez, se constituya en un instrumento de emancipación de los actores, en la gestión de nuevos imaginarios. En base a ellos, se aboga por la construcción del tipo de sociedad en la que dichos países desean vivir, bajo modelos propios. Esta preocupación adquiere un matiz particular para las temáticas de seguridad e inteligencia, que desde finales de los 90 empiezan a bullir, aun cuando no se han logrado institucionalizar académicamente los campos en la medida requerida (Diamint 2001).

Sin embargo, la incursión de los académicos en las denominadas corrientes disidentes y los presupuestos de la ciencia posnormal, aportaron, sin duda, a la evolución disciplinaria y teórica de los campos de las relaciones internacionales, la seguridad e inteligencia, y dejaron valiosas lecciones aprendidas, en las dimensiones onto-epistémicas, metodológicas y analíticas. Con todo, esta reflexión se focaliza en las múltiples interrogantes que quedan todavía por resolver en la dimensión metodológica, y que, precisamente por su amplitud y pertinencia, han sido jerarquizadas y escogidas para esta reflexión.

Recorriendo arenas movedizas transdiciplinarias

Lo cierto es que los autores críticos -en el marco de sus proyectos inter y transdisciplinarios- plantean la posibilidad de un permanente movimiento y transformación de carácter teórico-analítico desde, entre y más allá de campos y disciplinas, como formas de convergencia de saberes. En definitiva, se busca la autorreflexión, considerando lo plural, lo multifacético y lo heterogéneo. Es así que, alrededor de las concepciones clave de la seguridad y de la naturaleza de la inteligencia y sus prácticas, la propensión es a buscar la multicausalidad, patrones tendenciales, rupturas, emergencias, redes de actores e incidencia de los contextos, que parecen ser aquellos los que definen la inestabilidad estructural reinante.

Así, moverse con estrategias metodológicas transdisciplinarias es un desafío para lidiar con la impredecibilidad, la incertidumbre y el surgimiento de factores emergentes. Por ejemplo, constituiría una enorme ventaja estudiar el comportamiento interméstico(5) y transfronterizo de las amenazas, tales como: la delincuencia trasnacional y el crimen organizado en la región, mediante el diseño de rutas analíticas derivadas de núcleos teóricos de las RI y de los EI de manera convergente.

Este viraje metodológico, entonces, permitiría la construcción de visiones que sitúen bien las coordenadas analíticas de las diversas problemáticas vinculadas con las relaciones internacionales y los fenómenos de seguridad e inteligencia, dando paso a una renovada perspectiva, no lineal, anclada a un mapeo de las nuevas concepciones de la estrategia para un mundo líquido, caracterizado por la ausencia de puntos fijos y certezas.

La figura 1, muestra inicialmente la mirada del contexto para el análisis transdisciplinario propuesto; es decir, el punto de enunciación general para la práctica investigativa. El contexto global azaroso, caótico, mutable, inestable, incierto, co-constituye el sentido dado a las amenazas en el ámbito global. Por eso se las ubicó en el núcleo de la reflexión como categoría rectora para ligar el sub-campo disciplinario de la seguridad y el rol de la inteligencia; adicionalmente, se consideró la dinámica de la glocalización la propuesta para situar, de manera pertinente, las amenazas. Este punto se articula con lo expuesto en la figura 2.

De esta manera, la construcción de un objeto de estudio transdisciplinario (OE), implica un ejercicio metacognitivo de autorreflexión, orientando a la construcción de conocimiento de alto valor que debería incidir en la evolución teórica de ambos campos disciplinarios, desde una nueva racionalidad que sea capaz de adaptarse a la contingencia del mundo contemporáneo. Dicho conocimiento se convertiría en el producto de la convergencia dinámica de los distintos campos, que van alimentando la comprensión del fenómeno de manera multidimensional, no esencialista y jamás estática. Es decir, que el sentido específico de poder doméstico de un Estado, su identidad, sujetos6 y orientaciones estratégicas, no se hallan divorciados de la construcción ontológica que la inteligencia hace de las diversas amenazas a la seguridad, y, peor, de los dispositivos discursivos que legitiman tal proceso.

Figura 1 Propuesta contextual para inscribir el análisis. 

Las amenazas han sido definidas de múltiples maneras. No obstante, en el presente trabajo se las asume como propone Stratchan-Morris (2012, 73), las personas o cosas que pueden causar daño o implican peligro, definición que conjuga perfectamente con la postura de Saint-Pierre, quien considera a la amenaza, como fenómeno perceptivo y psicológico, con particularidad subjetiva. Es más, según él, la amenaza es un concepto relativo, una concepción estratégica autónoma, en la medida en que esta se constituye en una percepción (Saint-Pierre 2006). Consecuentemente, la definición -escritura de la amenaza- es operativamente anterior y fundante a cualquier práctica de defensa que objetive un estado de seguridad. Por ende, el imaginario del poder configurado por el Estado, deriva en la co-constitución de su doctrina de seguridad y defensa, apalancada en la definición de las amenazas y sus proyecciones internacionales. Así también, se incorpora la significación dada a la identidad, a los intereses nacionales y a los intereses de sus poblaciones,7 que, a su vez, se institucionalizan en las agendas rectoras de la seguridad de cada Estado, como los documentos oficiales en los cuales se plasman las políticas públicas.

Figura 2 Modelo analítico propuesto 

Con ello, se devela un proceso de interacción entre el poder que un Estado construye de y para sí, y las maneras en que define su conducción en diferentes niveles, sin escindirse del rol de la inteligencia en la escritura de la amenaza. Este proceso se inscribe en escenarios no estáticos, que muestran procesos de co-evolución sistémica en la relación de sus operadores estratégicos de seguridad e inteligencia con el entorno (aparatos de fuerza militar).

Teorías críticas en seguridad: el desencanto de los metarrelatos del realismo epistémico

Interrogarse respecto de los modos de producción del conocimiento, sus condiciones lógicas y epistémicas; los puntos de articulación y diferenciación entre disciplinas; y, la racionalidad que exige la transdisciplina es esencial para consolidar “consiliencia” que aporte a los distintos campos. El reto está planteado y, por ende, este trabajo se ha inscrito en algunos presupuestos críticos de RI, seguridad y EI, para lo cual se han identificado caracterizadores fundamentales de las nuevas concepciones de los campos, trascendiendo las restricciones del realismo y abogando por algunas consideraciones:

En primer lugar, las nuevas concepciones críticas en las teorías sustantivas de las RI, la seguridad y los EI, pospositivistas y antifundacionalistas, críticas de los aparatos conceptuales dicotómicos, binarios y excluyentes, y de la descontextualización del conocimiento, se afianzan debido al desencanto producido por las narrativas mainstrean, limitadas para explicar las diversas problemáticas de los campos. En segundo lugar, la recuperación de un sujeto investigador autorreflexivo, reconociendo además que la subjetividad no es un factor perturbador al ideal de la neutralidad y objetividad de clave positivista, porque permite entender que el investigador está situado y es contingente; por ende, cualquier decisión metodológica que tome, estará determinada por su punto de enunciación. Así, la comprensión de la magnitud y alcance de las amenazas, escritas desde una mirada específica de la inteligencia, depende del sentido rector del poder de un Estado, afianzado en su identidad y la suma de identidades de los operadores de seguridad.

En tercer término, la necesaria discriminación del rol de la teorías y los teóricos en los avances de los campos disciplinarios, sobre todo, en la evolución convergente, en ejercicios permanentes de construcción de nuevos objetos de estudio, que va ligado al establecimiento del nivel de los conceptos y categorías conceptuales de las disciplinas. En definitiva, considerar que la seguridad(8) es una categoría que se instrumentaliza en función del rol ontológico que adquiere la inteligencia. En otras palabras, el tipo de escritura de las amenazas a la seguridad que configuran imaginarios de poder Estatal, también son asumidos por otros actores en los ámbitos doméstico e internacional. Dichos imaginarios también transversalizan las dinámicas trasnacionales, transregionales, transfronterizas e intermésticas de las amenazas, que han sido rastreadas desde una perspectiva proactiva de la denominada inteligencia de las amenazas (threath intelligence).

Finalmente, dado que la visión posestructuralista busca la emancipación y el desarrollo de capacidades para lograr una vida mejor, es claro que una crítica al orden prevaleciente (Jones 1999) abre la posibilidad de construir múltiples diálogos de saberes, neutralizando la postura dominante y humanizando el conocimiento. Por tal motivo, esta propuesta asume la necesidad de diseñar modelos analíticos que permitan deconstruir los discursos de legitimación del mainstream para comprender los fenómenos de seguridad-inteligencia, desenmascarando el simulacro racionalista de la transparencia y neutralidad (Der Derian 2009, 191-192), a sabiendas de que las diversas teorías que guían las prácticas en la seguridad e inteligencia “son planteadas por alguien y con algún propósito” (Cox 1981). Esto se articula también con la necesidad de desarrollar una sensibilidad cognitiva, reconociendo que la ética en el posestructuralismo se ubica precisamente en la construcción de la subjetividad y se encamina a religar el conocimiento científico y la política, con sus propias singularidades prácticas y contextuales, en una producción amplia e interdefinible, como lo es la seguridad e inteligencia en la región Así, urge pensar la glocalización(9) de los fenómenos de seguridad en nuestros países y la construcción de teorías derivadas del trabajo en objetos de estudio específicos que rebasen las perspectivas impuestas. Todo lo dicho hasta aquí busca particularizar las miradas teórico-metodológicas respecto de las amenazas, factores de riesgo y oportunidades en los espacios locales, mediante el ejercicio de una autonomía epistémica y el diseño de rutas y núcleos analíticos que se adapten a los fenómenos de nuestra realidad.

Pensando de otra manera

Tras las observaciones ya planteadas, los desafíos que nos impone el hecho de pensar de manera distinta, supone una nueva lógica de razonamiento: la abductiva (Aguayo 2011). Esta se mueve en la dinámica de las posibilidades con un pensamiento de atrás para adelante -del consecuente al antecedente-, desafiando los márgenes de incertidumbre y asumiendo los factores inesperados durante el proceso investigativo.

Lo dicho hasta aquí significa que el desarrollo de una sensibilidad cognitiva, por parte de los investigadores y expertos, incluye integrar los elementos emergentes sin temor, construyendo espacios relacionales con todos los sujetos que intervienen en el proceso; esto, en medio de un mundo de flujos(10) que obliga a gestionar, con ventaja estratégica, las consecuencias del ejercicio de un poder borroso y confuso en las globales relaciones internacionales asimétricas, para develar las construcciones discursivas que representan las amenazas en entornos altamente impredecibles e inestables.

A partir de ello, es imprescindible repensar la identidad como factor clave que podrá ser evaluada, según Bucher y Jasper (2016, 2), en tanto “actos de identificación” y no en un sentido fundacionalista. De todos modos, no hay que perder de vista que desde una perspectiva crítica, la construcción del sentido de la identidad, al perseguir intereses propios, es maleable y movible; por ende, surgen tensiones constantes entre lo doméstico, lo internacional, lo transnacional, lo transregional y lo transfronterizo. Estas tensiones son relevantes porque no solo se configuran por externalidades, sino por la influencia de las representaciones de los universos simbólicos de los Estados y otros actores en sus ámbitos locales, que tampoco son homogéneos ni estáticos. Consecuentemente, las concepciones y necesidades en los ámbitos de la seguridad e inteligencia en la región suramericana se han derivado de los grandes intereses de otros actores más poderosos -sean Estados o no- dentro del sistema internacional.

Esto ha debilitado la perspectiva estratégica en seguridad, instrumentalizando la inteligencia de manera reactiva, fragmentando la capacidad de generar cuerpos de conocimiento unificados que contribuyan a mejores prácticas y, paralelamente, proyecten nuevos escenarios. Como es obvio, la visión mencionada, también ha torpedeado la construcción de arquitecturas e institucionalidad regional de agendas y doctrinas que afiancen la estabilidad en la gobernanza regional en seguridad (Diamint 2001). Después del 11-S, en América del Sur ha primado la orientación de la agenda estadounidense, ante la cual los países de la región se han estancado en una desalentadora inercia que urge romper.

Toda esta discusión exige de quienes apostamos por un locus crítico, motivemos a otros investigadores y académicos de la región para que trasciendan la sofisticación teórica ‘importada’ desde los centros hegemónicos y las orientaciones normativas de las ‘grandes teorías de la seguridad’ en aras de repensar su rol y naturaleza. Para ello, es indispensable estar claros respecto de la permanente mutación de los denominados ‘estudios de seguridad nacional’ que ya se han consolidado en ‘estudios de seguridad’ de mayor amplitud, alcance e integralidad. De paso, es preciso situar las nuevas posibilidades conceptuales y analíticas de la convergencia transdisciplinarias entre RI-seguridad y EI; en suma, ampliar los aparatos teóricos-metodológicos para redescubrir nuevos objetos de estudio, inobservados por la mirada tradicional.

Estas consideraciones permitirán desmantelar la simplicidad que impera detrás de los mitos de la identidad, la soberanía, las amenazas y los factores de riesgo tras los cuales se escudan mascaradas ideológicas, que mediante normas, valores y dinámicas de penetración cultural, legitiman las asimetrías, que favorecen a unos actores en detrimento de otros. Para ello es necesario la deconstrucción de prácticas discursivas ideologizadas, que han consolidado regímenes de verdad para una reproducción del mundo como “es”; de ahí la pertinencia de esta propuesta.

Al respecto, Acharya (2014) propone reconsiderar el poder, las instituciones e ideas que imperan en la política mundial, más allá del legado occidental, hacia la diversificación de miradas glocales, que conjuren en contra de las cristalizaciones teóricas universales, encargadas de naturalizar el status quo (Rodrigues 2014, 91). Desafiar la mirada del poder es el primer paso a la hora de gestionar críticamente la incertidumbre, el desorden, los aparentes agujeros negros. Consecuentemente, el investigador debe mirar a la luz de la complejidad los fenómenos de seguridad e inteligencia, como elementos no separables ni recortables y que se proyectan en lo doméstico, lo regional, lo transfronterizo y lo interméstico, como ya se mostró en la figura 2. Definitivamente, así, se garantiza la construcción de innovadoras analíticas, situando múltiples relaciones e interacciones del dominio empírico, y los procesos de pensamiento, junto a los principios organizadores de quien los estudia.

De lo anterior se desprende una reflexión enmarcada en lo que Morin (1998) entiende como “conocimiento para la construcción de la condición humana”, logrando su pertinencia e integralidad en contexto. En el caso concreto de la realidad suramericana, captando los objetos en sus especificidades, asimetrías, convergencias y divergencias, que arrojen luz en el análisis de los fenómenos securitarios y de inteligencia, para afrontar los riesgos, lo inesperado y lo incierto, que se ubican en el entramado de las dinámicas globales-locales, que den paso a la legitimación de lo glocal, en medio de mutuas comprensiones y construcciones de las agendas internacionales de seguridad e inteligencia, bajo consideraciones antropoéticas de cada uno de los países frente a sí mismos y frente a los otros.

En suma, no solo se alude a la producción de teoría, sino a la derivación epistemológica multidimensional y multilógica, que debe intervenir en la construcción de los distintos objetos de estudio del mundo internacional, que es precisamente el proceso que garantiza la pertinencia y suficiencia del conocimiento situacionalizado para la región, en el caso de las orientaciones doctrinarias y cursos de acción específicos. Igualmente, debe resaltarse el compromiso del investigador y la responsabilidad ética para orientar el tipo de ciencia que necesitamos en nuestros países, rebasando su denominada mercantilización (Lyotard 1987).

Todo lo dicho también se tiñe con la afirmación de Rodríguez Zoya (2010, 64) en tanto el conocimiento científico no es ni será políticamente neutral y desde esta condición, las implicancias éticas se evidencian precisamente en el momento mismo en que un saber se aplica en situaciones concretas. Condensando lo argumentado, las determinaciones políticas son constitutivas de la producción del conocimiento científico y de sus condiciones prácticas de aplicabilidad. Por consiguiente, dada la sensibilidad de las temáticas de seguridad y las implicancias de la escritura de las amenazas en la configuración de los imaginarios del poder de un Estado frente al de otros y a actores no estatales, la transdisciplinariedad, sin duda, es el camino para la gestión de un conocimiento glocalizado y pertinente.

Queda igualmente definida la necesidad de integrar la subjetividad científica, porque el sujeto es “quien organiza con una serie de estructuras derivadas de la interacción con la realidad, el campo de la experiencia o el dominio de la demostración, incluso la objetividad resulta de la máxima actividad por parte del sujeto” (Beller 2012, 34), toda vez que constituye un elemento clave a la hora de construir conocimiento situado. Lastimosamente, parte del conocimiento experto en estos campos ha sido instrumentalizado por un segmento de la literatura ortodoxa; de hecho, se ha priorizado un sentido pragmático en materia de seguridad e inteligencia, silenciando la dimensión axiológica y exorcizando al sujeto investigador, desentendiéndose de su condición de productor y transformador del conocimiento científico y dueño de una reflexión situada respecto de sus prácticas.

Emancipación, responsabilidad y sentido ético

La construcción de objetos de estudio transdisciplinarios, resultantes de la convergencia entre lo internacional, la seguridad y la inteligencia, se relaciona con un instrumental teórico-metodológico y analítico que desafía el estatuto positivista y, fundamentalmente, con el remezón del investigador frente a los paradigmas y dogmas que han ido perdiendo vigencia en medio de los desafíos propios de la turbulencia del mundo actual.

El investigador que apuesta por una epistemología crítica y de segundo orden, a estas alturas deberá ser un experto en la maniobra de las incertidumbres epistemológicas y éticas. Como sostiene Diéguez (2006, 6), es preciso buscar la legitimidad de nuevas maneras de hacer ciencia, que trasciendan la concepción de la racionalidad científica moderna, a partir de un ejercicio que incluya las diferencias, la diversidad y la reflexión axiológica; en suma, estrenar nuevas perspectivas, más pluralistas, y, sobre todo, más humanas, a partir de las cuales se planteen interacciones de mayor dinamismo y alcance entre el investigador y el objeto.

Finalmente, abordar convergentemente temáticas de seguridad e inteligencia exige reconsiderar los aparatos teórico-conceptuales y metodológicos glocalmente. Pero hay más: es indispensable proponer nuevas vías, caminos alternos para una reflexión que supere la mirada estadocéntrica, dicotómica, militarizada, y descontextualizada, sostenida en metarrelatos y mitos autorreferenciales, y repensar nuevas formas de producción de saberes que manejen otros principios, acordes a las realidades histórico-culturales, políticas y sociales de nuestros países: esto es recuperar al sujeto, humanizar el conocimiento y ponerlo al servicio de la emancipación epistémica.

En otras palabras, desprenderse de una geopolítica del conocimiento de dominación, hacia lo que Mignolo (1992) considera “pluriversalidad”, desapegándonos del mito de la modernidad y sus metarrelatos, mediante contrapropuestas situadas en nuestros dominios empíricos, desarrollando paralelamente un sentido de alteridad lévinasiano, asumiendo una gran responsabilidad con el otro, en la constitución de la diferencia y la integración, a partir del dialogismo, tratado de manera magistral por Bajtín, en tanto los sujetos se construyen en la relación con otros.

Exoducción. Entre RI, Seguridad e Inteligencia. El objeto de estudio, un tercero por incluir

Desde lo argumentado no caben conclusiones cerradas, sino exoducciones, caminos trazados y abiertos a la discusión. Indudablemente, la teoría que argumenta y sostiene el enfoque transdisciplinario es sumamente amplia y multidiversa, presenta una gran versatilidad con un margen de adaptabilidad que abarca el espectro de las Ciencias Sociales. No obstante, en atención a la pertinencia epistémica planteada, se ha tomado uno de los aspectos clave que opera condicionando la construcción de un enfoque transdisciplinario y que permite descubrir e incluir nuevos objetos de estudio. Se trata de la concepción de “tercero incluido” planteado por Nicolescu (2002) que supera la visión tradicional del tercero excluido, vigente desde la filosofía griega y legitimado por el paradigma positivista en la modernidad.

A decir del autor, el axioma de identidad plantea que A es A, sin lugar a duda; en el axioma de no-contradicción A no es no-A; y, en el axioma de tercero excluido no puede existir un tercer término T, que al mismo tiempo pueda ser A y no-A (Nicolescu 2002, 26). Desde esta perspectiva, se impone un solo principio de realidad desde el cual se ha planteado el sentido de objetividad positivista, capaz de descubrir la identidad del objeto de estudio, puesto que su mirada es unidireccional y excluye otras en el momento de construir cualquier tipo de lógica analítica, lo que ha favorecido a la construcción de metanarrativas y mitos fundacionales alrededor de los campos aludidos, justificativos de un determinado statu quo. Ahora es necesario repensarlos sumando el viraje en el punto de enunciación de las investigaciones y la clara decisión de generar conocimiento nuevo, multilógico y multidimensional que cuestione al poder.

El esquema de Nicolescu sirve para explicar la manera en se ha parametrizado la construcción de conocimiento mediante la imposición del criterio esencialista de que el mundo debe ser entendido desde dos patrones de aprehensión, descartando toda posibilidad de construir una tercera instancia de comprensión. En tal virtud, se han establecido casi “normas” comportamentales para administrar la vida de las personas, a partir de categorías dicotómicas: bueno-malo, alto-bajo, blanco-negro, cielo-infierno, izquierda-derecha; valores que, indudablemente, determinan en los sujetos las maneras en que entienden y se sitúan en la vida social, proceso palpable cuando se abordan las temáticas de lo internacional, la seguridad e inteligencia.En resumen, el desafío planteado durante toda la discusión, en torno a la validez y fiabilidad de la metodología transdisciplinaria entre RI e inteligencia en el ámbito de la seguridad, implica la necesidad de romper el referido estatuto maniqueo. Así, se trasciende la construcción de la linealidad axiomática de identidad, contradicción y tercero excluido, toda vez que en la interacción de las disciplinas y campos se erige una tercera instancia transdinámica, que ahora permite encontrar objetos multidimensionales y multidiversos de estudio, invisibilizados por la miopía teórica positivista.

Es precisamente esta posibilidad de encontrar objetos de estudio, nunca antes vistos, lo que prueba la efectividad analítica de la transdisciplina como epistemología y método, que -indudablemente- se ha convertido en la piedra del zapato para la postura ortodoxa a ultranza. En suma, los objetos antes invisibilizados, que funcionaban como tercero excluido, ahora se incluyen y, gracias a la apuesta transdisciplinaria, aparecen a la luz. Estos objetos, hoy como tercero incluido, son capaces de denunciar y evidenciar las verdaderas necesidades de los países suramericanos en materia internacional, seguridad e inteligencia, que han funcionado como ese tercer excluido de las agendas globales de seguridad, impuestas por las potencias militares. Justamente por ello, la región suramericana -con particularidades muy específicas y de manera heterogénea- ha desempeñado roles de instrumentalización y legitimación de los macrointereses de la geopolítica militar, bajo la seducción de los cantos de sirenas, desplegados en las prácticas discursivas ideologizadas co-constitutivas y constituyentes del poder.

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1Se ha debatido ampliamente las implicaciones de la omnijetividad en las corrientes epistemológicas críticas. En este trabajo se la asume como la unidad implícita del campo de interacción entre sujeto y objeto, marginalizando el antropocentrismo y el primado de la razón instrumental en el proceso del conocimiento.

2Es preciso aclarar que la escritura de tales amenazas está en relación directa con las doctrinas de las comunidades de inteligencia de los Estados, y no solo referidas a la dimensión militar

3[xref ref-type="bibr" rid="r36"]Wallerstein (2006[/xref], 10) se basaba en la creencia de que la investigación requería una concentración hábil en las múltiples zonas separadas racionalmente; una especie de espacios estancos fragmentados, en grupos de conocimientos.

4Cronopolítico, dando mayor peso a la velocidad, y tecnoestratégico, asimilando las mutaciones de diversa índole derivadas de los factores tecnológicos (Der Derian 2009).

5Referida al comportamiento doméstico de una amenaza reconocida en el mundo internacional.

6Tomamos la visión moriniana del sujeto.

7Esto determina cuál es el objeto referente de la seguridad y, por tanto, desde ahí se consolida la naturaleza de la inteligencia.

8Se alude a la doctrina y los documentos rectores sectoriales de cada Estado.

9El término de amplio uso fue introducido al hacer referencia en las prácticas comerciales en el Japón; posteriormente autores como Armand Mattelart y Roland Robertson lo acogieron

10Esto ha abierto una línea de discusión significativa sobre la inteligencia líquida a partir de los trabajos de Zygmunt Bauman.

Recibido: 13 de Febrero de 2018; Aprobado: 22 de Abril de 2018

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