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URVIO Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad

versión On-line ISSN 1390-4299versión impresa ISSN 1390-3691

URVIO  no.22 Quito ene./jun. 2018

https://doi.org/10.17141/urvio.22.2018.3324 

Tema central

Estudios estratégicos: entre la rigurosidad y la subjetividad

Strategic studies: between rigour and subjectivity

Raúl Salgado1 

Daniela Barreiro2 

11 Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Ecuador, rsalgado@flacso.edu.ec

22 Universidad Central del Ecuador, Ecuador, danielabarreiro91@gmail.com


Resumen

El presente artículo propone que los reducidos diálogos y debates entre los grupos académicos provenientes de las diferentes regiones y perspectivas han contribuido a la expansión ilimitada de las temáticas abarcadas por los estudios estratégicos. Desde una perspectiva metodológica y para desarrollar este argumento, este artículo hace un análisis descriptivo-analítico de la literatura sobre los estudios estratégicos desde tres diferentes encuadres: mundial, regional y nacional. El texto se desarrolla con la premisa fundamental de que la “estrategia” como objeto de estudio ha perdido su cualidad de concepto analítico a causa de su ampliación más allá de lo militar.

Palabras clave: desarrollo conceptual; Ecuador; estudios estratégicos; guerra; Latinoamérica

Abstract

This paper proposes that the limited dialogue and debate amongst groups of academics from different regions and perspectives have contributed to the unlimited expansion of the strategic spectrum and the themes that cover strategic studies. From a methodological perspective and in order to develop this argument, this article provides a descriptive-analytical study of the literature of the field of strategic studies, from three different angles: worldwide, regional and national. The text develops with the fundamental premise that “strategy”, as object of study, has lost its original content as an analytical concept as a result of the broadening of its meaning.

Key words: conceptual development; Ecuador; strategic studies; war; Latin America

Introducción

Los temas clásicos de los estudios estratégicos están actualmente complementados con contribuciones que analizan desde los debates teóricos sobre el objeto mismo del campo de estudio hasta estudios sobre paz, derechos humanos y cultura estratégica. De este modo se conjugan estudios sobre el vínculo entre política, estrategia y táctica en el sistema internacional, estudios sobre inteligencia militar e inteligencia policial, elementos coercitivos de política exterior, conducción estratégica de política pública en defensa y seguridad, aplicación de la nueva tecnología al poder convencional, viejas y nuevas guerras irregulares como factores de la economía política nacional e internacional (Viamonte 2017), crimen organizado y actores violentos no estatales, y nuevos imaginarios geopolíticos en la política internacional del siglo XXI. En este sentido, los estudios estratégicos experimentan un reto en su intento de mantener su identidad y redefinir el concepto u objeto mismo del campo de estudio: la estrategia. Por tanto, este artículo propone que los reducidos diálogos y debates entre los grupos académicos provenientes de las diferentes regiones y perspectivas teóricas han contribuido a la expansión ilimitada del espectro de lo estratégico y de las temáticas abarcadas por los estudios estratégicos. Esto ha permitido que la “estrategia” como objeto de estudio de la disciplina vaya perdiendo su cualidad de concepto analítico.

Desde una perspectiva metodológica y para desarrollar este argumento, este artículo hace un análisis descriptivo-analítico de la literatura sobre los estudios estratégicos desde tres diferentes encuadres, planteándose la pregunta ¿cómo y por qué los estudios estratégicos han sufrido un cambio sustancial desde su creación? El primero se enfoca en analizar el surgimiento de la disciplina y su estado a nivel global. El segundo se centra en las contribuciones sobre América Latina. El tercero hace una breve revisión de la literatura y tendencias de la disciplina en Ecuador.

Así, el artículo está dividido en tres secciones centrales y una corta conclusión. La primera sección contempla la parte histórica y visión global. La segunda sección aborda las perspectivas y contribuciones regionales. La tercera sección revisa las tendencias de esta área de estudio en Ecuador y la parte final presenta la interpretación y las conclusiones.

La estrategia y los estudios estratégicos como disciplina

La guerra, el conflicto y cómo evitarla han sido los temas que en mayor parte han moldeado el camino tomado por las Relaciones Internacionales. Dentro de ello los estudios estratégicos como un área de los estudios de seguridad han jugado un rol importante tanto para los tomadores de decisiones en política internacional, como para el rumbo de la disciplina. No obstante, la estrategia como objeto de estudio de los estudios estratégicos no ha encontrado un consenso en su definición y constantemente ha sido cuestionada como un concepto de análisis (Bull 1968; Klein 1994; Peoples y Vaughan-Williams 2010). Esto es comprensible dado que hay una variedad de definiciones que se remontan a la propuesta del clásico Carl von Clausewitz (1873), quien relaciona la estrategia directamente con la guerra. Posteriormente, estudiosos contemporáneos como Robert Osgood (1962) ven la estrategia como instrumentos de poder que se conjugan en un plan general para “la utilización del poder en una intervención armada -en conjunción con instrumentos económicos, diplomáticos y psicológicos- para apoyar la política exterior en forma más eficiente a través de tácitos medios abiertos y encubiertos” (Baylis et al. 2002).

En el presente siglo, el panorama de la política mundial cambió a partir de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 y los sucesivos atentados en Europa, las guerras en Medio Oriente, la Primavera Árabe, los conflictos en África, el desarrollo nuclear en Corea del Norte, etc. Con ello, la estrategia como instrumento para el accionar político ha cambiado de acuerdo a los intereses de los actores involucrados, al desarrollo de la tecnología, de la ciencia y al contexto. Estos son los nuevos retos para la inteligencia y la estrategia que consecuentemente sirven como herramientas para confrontar estas nuevas amenazas y a los nuevos actores políticos que van más allá de los Estados. Esos fenómenos han demandado una explicación, no solo desde el punto de vista político sino también desde las diferentes perspectivas teóricas de la estrategia.

Los estudios estratégicos como disciplina surgieron recién a mediados del siglo XX (Buzan 1987), con aproximaciones naturalistas, realistas y pragmáticas para explicar el conflicto, la guerra y la paz (Klein 1994). El fin de la Segunda Guerra Mundial y el surgimiento de la Guerra Fría, que enfrentaba a dos potencias armadas con arsenales nucleares, constituían la principal preocupación de los líderes políticos y académicos por posible aniquilación de la humanidad con el uso de la bomba atómica en próximas guerras. En este sentido, los postulados idealistas habían sido descartados y se había dado paso a una posición realista. La discusión iba más allá de la anarquía y el interés nacional. Lo principal era evitar la destrucción total no solo de Estados Unidos (EE.UU) y de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), sino de toda la civilización (Baylis et al. 2002). En este contexto surgió una importante literatura sobre la naturaleza de los estudios estratégicos que de la mano de Kahn (2011), Kissinger (2013), Schelling (1981), Brodie (1974) y Wohlstetter (1958) estableció un debate sobre la teoría de la disuasión, el control de armas y la guerra limitada. De esta forma, los estudios estratégicos surgieron justamente cuando la estrategia y el pensamiento estratégico parecían sucumbir a la modernidad de la guerra que con el desarrollo tecnológico militar y el empleo de las armas nucleares desbarataba las estrategias y tácticas clásicas de guerra predominantes hasta comienzos de la Segunda Guerra Mundial.

El debate se centraba en dilucidar si la teoría de estudios estratégicos modifica las acciones políticas o si el accionar político sirve de base para el desarrollo de las teorías. Esta discusión aún no tiene fin, aunque lo más probable es que sea un proceso de ida y vuelta. Lo cierto es que durante la Guerra Fría los análisis de estudios estratégicos mostraban la realidad del uso político del poder militar. Sin embargo, esa misma literatura se mostraba conservadora en las posibilidades de cambio de esas condiciones. En consecuencia y con el relativamente pacífico final del conflicto entre EE.UU. y la URSS, surgieron pensadores que nuevamente pusieron en duda los planteamientos del realismo y de los estudios estratégicos, proponiendo una ampliación conceptual de la seguridad y cuestionando el objeto mismo de los estudios estratégicos (Klein 1994; Peoples y Vaughan-Williams 2010). Por ello, los aspectos ambientales, sociales y económicos de la seguridad con un carácter normativo eclipsaron a los análisis de la seguridad del Estado en términos militares característicos de los estudios estratégicos.

Con el fin de la Guerra Fría se llegó a pensar que se inauguraba un mundo más pacífico y se cuestionó la naturaleza misma de los estudios estratégicos (Klein 1994). La centralidad del aspecto militar de la seguridad, la obsesión con el conflicto y la fuerza, la insuficiente preocupación por las cuestiones éticas, la primacía del Estado, el enfoque teórico restringido al realismo y la falta de rigurosidad y ética académica fueron las principales críticas hacia los estudios estratégicos (Gray 2007). Sin embargo, nuevos conflictos surgidos en los Estados resultantes de la extinción de la URSS y en las zonas pivótales de África y Europa -como las guerras en Yugoslavia, Bosnia, Kosovo y Chechenia en los años 90-, los atentados terroristas ocurridos a principios del 2000 y las consecuentes guerras en Afganistán, Irak y Libia, desatadas como resultado de estos, demostraron que el poder militar seguía siendo un importante factor en la política mundial. Pero también que los factores morales, físicos, matemáticos, geográficos y estadísticos, así como las dimensiones sociales, logísticas, operacionales y tecnológicas, ya no se encontraban únicamente bajo el control del Estado, sino que se constituían instrumentos de las políticas de varios actores. Todo lo cual demostró la vigencia de los estudios estratégicos y motivó su fortalecimiento.

Actualmente, las guerras inter e intraestatales, la evolución de los asuntos militares, la ciberguerra, la guerra híbrida, el terrorismo y el nuevo orden mundial son parte de los temas de análisis de los estudios estratégicos (Vargas, Reyes y Recalde 2017). Pero estos contenidos específicos se encuentran enmarcados en temáticas mucho más amplias que han marcado el desarrollo de la disciplina. El primer gran tema es la continuidad y discontinuidad de la historia estratégica; el segundo es la relación entre política y guerra, entre la guerra como concepto legal y la guerra como situación real, entre políticos y soldados, entre guerra y paz, y, finalmente, el tercer gran tema es la guerra como una institución social (Gray 2007).

Por lo tanto, la definición de estudios estratégicos no es unívoca y está directamente relacionadas con la falta de consenso sobre la definición del objeto de los estudios estratégicos: la estrategia. Existen tres posturas principales que comparten características, pero también contienen diferencias importantes en sus definiciones. Autores como Carl von Clausewitz (1873), Conde H. von Moltke (2016), Liddell Hart (2009) y André Beaufre (1965) “se centran en una definición bastante estrecha, que relaciona la fuerza militar con los objetivos de la guerra” (Baylis et al. 2002). Por otra parte, Gregory Foster (1990) y Robert Osgood (1962) ponen la atención en el enfoque más amplio del poder (Baylis et al. 2002). Finalmente, Williamson Murray (1996) y Mark Grimsley (1997) destacan el proceso dinámico en la formulación de la estrategia. Asimismo, se debe diferenciar entre la estrategia vista en términos militares y la gran estrategia como el arte de gobernar que incluye tanto los aspectos políticos, sociales y económicos como los militares.

Una de las definiciones más utilizadas es la de Hart (2009), quien plantea que “la estrategia es el arte de distribuir y aplicar los medios militares para cumplir los fines de la política”. Por ello, los investigadores de estudios estratégicos requieren de conocimientos tanto militares como políticos. Sin embargo, los profesionales de estas áreas tienen diferentes formaciones, valores, habilidades y formas de pensar y actuar. Por ende, existe una constante tensión entre personal civil y militar al momento de desarrollar una gran estrategia. Lo ideal es una cooperación entre las dos ramas, pero si se debe elegir, autores como Brodie (1974) y Clemenceau (1968) se inclinan por analistas civiles, aunque a pensadores como Betts (1997) les preocupa que se pierda la indispensable sensibilidad militar. De igual manera, para una efectiva estrategia no se pueden dejar de lado áreas como la economía, geografía, historia, sociología o estadística. En tal sentido los estudios estratégicos son multidisciplinarios y transdisciplinarios.

Los estudios estratégicos se centran además en el cómo llevar a cabo las acciones militares necesarias para obtener los objetivos políticos de una manera eficiente. Por lo tanto, el campo tiene elementos de un arte y de prácticas empíricas y analíticas que pueden ser una ayuda académica en las decisiones políticas. Sin embargo, los estudios estratégicos no son una disciplina en sí misma (Baylis et al. 2002), pues, aunque tienen una función, se basan en muchas y muy diversas áreas para poder cumplirla. Esto también ha incidido en que no exista un acuerdo entre los académicos sobre la metodología que se debe emplear en los estudios estratégicos. Autores como Brodie (1974) plantean una metodología similar a la usada en la economía, pero sin perder de vista a la historia y a la política. Por eso, de las pretensiones metodológicas absolutamente cientificistas de la década de 1950 se pasó a un análisis histórico comparativo de los estudios estratégicos en la década de 1970 (Baylis et al. 2002).

Los estudios estratégicos proporcionan una capacidad de interpretación que permite explicar, si no todos los aspectos de los últimos 200 años de historia de la humanidad, al menos gran parte de los hechos que marcaron esa historia (Gray 2007). Los grandes conflictos bélicos han transformado las relaciones internacionales, llegando al punto de que la mayoría de los países han sido creados, desechos o rearmados como resultado de una guerra. Además, el miedo, el honor y el interés como los principales motivos para la guerra propuestos por Tucídides no han cambiado con los años. Por lo tanto, las guerras concretas pueden solucionarse, pero la guerra como institución social aún no encuentra un fin cercano. En consecuencia, los estudios estratégicos y el desarrollo de su aplicación son indispensables para comprender la historia contemporánea, analizar el conflicto y explicar teóricamente las diferentes estrategias empleadas por el actor político para alcanzar sus objetivos. No obstante, aún no hay un consenso si la estrategia es un arte o un concepto de análisis. En tal sentido, los estudios estratégicos como un área o disciplina académica también están expuestos a un alto grado de crítica (Peoples y Vaughan-Williams 2010).

Los estudios estratégicos en el contexto latinoamericano

Los centros de investigación que se enfocan en temáticas concernientes a América Latina en este campo de estudio varían en su carácter y proveniencia. Entre ellos se ha podido identificar centros de investigación de fuera de la región latinoamericana como el Center for Strategic and International Studies, el Strategic Studies Institute, o el Army War College de los Estados Unidos. Las contribuciones realizadas por estos centros se pueden encuadrar en tres grandes grupos: estudios de los efectos económicos y políticos en los Estados Unidos debido a las recientes relaciones de América Latina con Rusia y China, estudios de la situación interna en países latinoamericanos y estudios sobre la postura de los Estados Unidos hacia Latinoamérica y el Caribe.

El primer grupo de estudios sugiere que las relaciones tanto militares (Ellis 2012), económicas, comerciales (Ellis y Lovelace 2015), como geopolíticas (Arimatéia da Cruz 2015) encierran factores amenazantes a los intereses de las relaciones que Estados Unidos mantiene con los Estados de la región. Además, resaltan la preocupación y la importancia de una estrategia apropiada para enfrentar esos vínculos establecidos entre varios países latinoamericanos y hegemones regionales como China y Rusia (Morgan 2015). En este contexto se enfatiza en cómo estas relaciones afectan a la seguridad interna de Estados Unidos y a la vez se convierten en una amenaza hacia el hemisferio.

Por su parte, los estudios sobre la situación interna en países latinoamericanos destacan la preocupación norteamericana sobre dos ejes de interés estratégico en la región. El uno encierra tanto la caída económica de Venezuela (Manwaring 2014), como su modelo político “chavista” (Manwaring 2005), lo que se considera el principal elemento desestabilizador en la región y un factor importante para la política exterior norteamericana (Rendon 2017). El otro eje se concentra en el alto grado de criminalidad y número de organizaciones delictivas en Latinoamérica (Farah 2012), lo que podría llevar a una securitización internacional de la región por la cercanía física de Estados Unidos con América Latina.

Finalmente, los análisis que se enfocan en la postura de los Estados Unidos hacia Latinoamérica (Ellis 2014) y el Caribe (Matera et al. 2017) subrayan la relevancia de esta región para la política norteamericana, sobre todo en términos de seguridad regional y como lugar donde se encuentran ciertas fuentes de inestabilidad. Esta perspectiva tiene relación con, por un lado, el interés de Estados Unidos en el papel de Latinoamérica en el futuro de su política internacional (Schulz 2000) y, por el otro, con cómo pensar estratégicamente las relaciones Estados Unidos - Latinoamérica (Ellis 2016). En este sentido, el alcance de estrategia tiene un carácter ubicuo que se expande a una variedad de áreas tanto del accionar político como de las ciencias sociales y no parece reflejar necesariamente una estrategia de guerra como se presenta en el significado clásico de estrategia.

Otras contribuciones académicas en el campo de los estudios estratégicos con carácter extra-regional provienen de varios institutos y centros de estudio españoles como el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), el Real Instituto Elcano (ERI) y el Grupo de Estudios en Seguridad Internacional de la Universidad de Granada (GES). Sus estudios se pueden clasificar en tres corrientes claras de investigación: estudios particulares de las situaciones puntuales de un país latinoamericano específico, estudios de las relaciones de Latinoamérica con otros actores, y, estudios sobre América Latina en su conjunto, sus oportunidades y desafíos en el contexto global.

Primero, los estudios particulares de las situaciones puntuales de un país específico hacen referencia a las relaciones entre los países latinoamericanos, la influencia de sus conflictos internos, principalmente políticos, donde cada proceso electoral es analizado como fuente de inestabilidad y conflictos (Urcuyo 2010; Huneeus 2010). En este mismo contexto, sus políticas externas particulares (Torrijos 2010; Malamudy y García-Calvo 2010) son objetivo de análisis para intentar definir hacia dónde se dirige el subcontinente respecto a los desafíos globales. De esta forma los estudios procuran determinar si estos Estados pueden convertirse o no en un socio o en un enemigo potencial más fuerte.

La segunda corriente contiene las investigaciones sobre las relaciones de Latinoamérica con otros actores. Aquí resaltan los intereses de la Unión Europea y España en mantener relaciones estratégicas con América Latina. El rol de España como mediador en las relaciones entre los actores externos como China y Latinoamérica se posiciona como importante para la política exterior española hacia América Latina (Shixue 2011). Se podría decir que España aprovecha sus relaciones con Latinoamérica para favorecer sus intereses y sus empresas al servir de enlace a estos terceros países. Por otro lado, se presenta a China como actor importante para la región, que, frente a la atomización regional y falta de cohesión de los países, ha visto a Latinoamérica como un lugar con gran potencial para explotar dentro de su estrategia global (Verdes-Montenegro Escánez 2014).

La tercera corriente se enfoca en estudiar a América Latina en su conjunto, sus oportunidades y desafíos en el contexto global desde una perspectiva clásica de comprender los estudios estratégicos. Por tanto, la seguridad de las naciones y de la región en general (Martín 2016; Martín 2015), la potencialización de elementos del campo de la defensa (Briones 2013) en el contexto de la integración y crisis global se perciben como desafíos centrales para América Latina. Aunque la región se diferencia de las regiones en crisis, cultural, económica y políticamente, América Latina no parece estar inmune al problema de crisis internacional asociado con el radicalismo islámico (Damitrascu 2016) y las guerras de Medio Oriente. Se presenta entonces la necesidad de una reactivación del campo de la inteligencia estratégica para la formación de una posición de Latinoamérica (Daga 2017).

No obstante, se subraya que una falta de capacitación y profesionalización de los actores políticos y su influencia en la investigación en este campo coadyuva a la politización de los análisis estratégicos (Cabrera 2017). Estos problemas que lastran el desarrollo de la inteligencia estratégica en la región no permiten prever hacía donde camina la inteligencia estratégica en Latinoamérica (Jiménez 2016). A pesar de enfrentar problemáticas similares, los países carecen de una visión colectiva, lo que se refleja en los estudios sobre la región. En conclusión, los estudios estratégicos españoles sobre América Latina no cuestionan la ubicuidad del concepto mismo de estrategia, ni hacen una contribución teórica a la disciplina, sino más bien emplean el concepto de estrategia como una noción flexible que sirve para analizar problemas empíricos tanto nacionales como internacionales.

Para cerrar esta sección, se ha podido analizar que las contribuciones latinoamericanas, similar a los estudios estratégicos españoles hacen limitadas contribuciones a los debates metodológicos y teóricos de la disciplina. No obstante, varios centros e institutos de América Latina han hecho grandes contribuciones con trabajos empíricos al desarrollo y expansión de este campo de estudio. Además, muchos de estos centros en América Latina están ligados a las fuerzas militares de sus países, como el Centro de Estudios Estratégicos en Ecuador; el Centro de Estudios e Investigaciones Militares (CESIM) de Chile; la Escuela Superior de Guerra de Brasil, entre otros. Pero también se han identificado centros universitarios públicos e independientes, así como organizaciones civiles y políticas que pretenden ampliar el espectro de lo estratégico a lo político-ideológico, como el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG). En tal sentido, la disciplina de los estudios estratégicos en América Latina amerita de un debate teórico y metodológico que la reencause en el campo académico o que permita una teorización de los estudios estratégicos en esta región.

A pesar de la amplitud de temáticas que se presentan como estudios estratégicos, se han podido identificar tres tendencias centrales: análisis globales considerando el grado de incidencia de las políticas mundiales en Latinoamérica; los desafíos latinoamericanos como un reto a los estudios estratégicos; y el papel de Estados Unidos en el mundo y en sus relaciones con América Latina. En el contexto de los análisis globales sobre la incidencia de las políticas mundiales en Latinoamérica los estudios estratégicos no son solo una temática estudiada en ámbitos académicos (Jiménez 2016), sino también en los centros militares de investigación. Por tanto, los temas analizan una amplia variedad de situaciones globales. Desde el capitalismo y el gasto militar de los Estados, hasta la importancia del agua en el planeta (Rey 2014), los retos de la Unión Europea, la tecnología y comunicación en las Relaciones Internacionales (Díaz 2014), considerando todos estos factores como elementos importantes de la estrategia.

Por un lado, se presenta como desafío de la mayoría de los Estados latinoamericanos, y de la región como colectivo, la limitada estrategia para convertirse en actor global y reducir los efectos de los cambios que está sufriendo la zona como producto de la alta incidencia del crimen organizado, del cambio climático ydel interés de varios actores políticos internacionales en los recursos naturales Suramérica. A esto se suma el pobre desarrollo económico y social que, como un factor amenazante a la estabilidad política, requiere de propuestas que puedan ayudar a considerar las particularidades de la región y las alternativas surgidas en la misma. Para Serrano (2015), Latinoamérica es un territorio en disputa entre los actores globales. Ello se aprecia en el interés de China, Estados Unidos y la Unión Europea encimentar relaciones fuertes con países latinoamericanos, convenientes para ellos y no siempre beneficiosas para ambas partes. Por tanto, análisis desde los estudios estratégicos no solamente podrían reposicionar este campo como una disciplina fundamental, sino también contribuirían a entender y desarrollar mecanismos para enfrentar dichos desafíos.

Por otro lado, se han debilitado los proyectos continentales y regionales para construir una estrategia de defensa colectiva frente a las amenazas mencionadas. Este declive colectivo se puede ver en la pobre importancia que se le da actualmente a la casi desapercibida Junta Interamericana de Defensa (JID). Entre los objetivos de la JID se encuentra la necesidad de la “existencia de un organismo militar permanente que estudie y resuelva los problemas que afecten al Hemisferio Occidental” (JID 2018b). No obstante, el intento de cooperación y estructuración de un ente u organismo militar conjunto con el fin de buscar una estrategia no se concretó. Pero surgieron instituciones que han procurado articular ciertas visiones de cooperación entre las fuerzas armadas nacionales, como el Colegio Interamericano de Defensa creado en 1993.

La resolución 1240 de la Organización de Estados Americanos dispuso que tanto su Asamblea General como la Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores y el Consejo Permanente tengan la facultad de requerir a la JID asesoramiento y servicios consultivos de carácter técnico militar. En el año 2013 los países del Bloque de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) anunciaron que abandonarían la JID. La continuación de ese debilitamiento se evidencia en la denuncia de los tratados que sustentan a la JID como el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. Así, por ejemplo, Ecuador inició el proceso de desvinculación en 2015 y actualmente no consta como Estado miembro de la JID (JID 2018a).

Si bien las amenazas actuales son muy diferentes a aquellas del periodo de creación de este organismo, hay nuevos problemas como los citados arriba que demandan ser enfrentados colectivamente. Este fue uno de los argumentos para la creación del Consejo de Defensa Suramericano, cuyos ejes temáticos principales son las políticas de defensa, la cooperación militar, las acciones humanitarias y las operaciones de paz, la industria y tecnología de la defensa, y la formación y capacitación. Dentro de ello, la creación de la Escuela Sudamericana de Defensa busca ejecutar estos objetivos. Sin embargo, estos campos han sido abordados generalmente por los ministros de los países miembros de forma tan deficiente, que la realización de los objetivos parece ilusoria.

Finalmente, se evidencia una corriente analítica que se centra en el rol de EE.UU. en el mundo y como parte de ello sus relaciones con América Latina. Estados Unidos ha sido un actor hegemónico, cuyas acciones y política exterior han afectado a toda la región. Sus lazos comerciales, políticos y económicos con los países de América Latina son de una intensidad tan elevada que, por ejemplo, el cambio de presidencia o de estrategias regionales puede afectar gravemente las perspectivas económico-políticas de países enteros en la región. Son estas razones importantes para que la relación EE.UU. con América Latina se haya convertido en una temática de análisis continuo (Hernández 2015; Suárez 2017). De la misma forma los tiempos convulsos o inestables en Latinoamérica interesan particularmente a los EE.UU. Dicho interés se enfoca especialmente en desarrollo de las políticas nacionales y exteriores de Venezuela y Cuba, como se pudo ver en los estudios del CSIS y SSI. En conclusión, los diferentes empleos que puede tener el concepto fundamental de análisis de los estudios estratégicos, la estrategia, dejan entrever que los estudios estratégicos tienen como foco de análisis un concepto ubicuo. Para entender y explicar los eventos bajo el marco de los estudios estratégicos se debe precisar cuál es la definición de estrategia que guía el análisis.

Los estudios estratégicos en Ecuador

Las naciones utilizan el pensamiento estratégico para organizar su poder y mejorar su capacidad de defensa y ataque contra las amenazas. El definir las amenazas y peligros para un país es fundamental dentro de la estrategia estatal. No obstante, la seguridad entendida de manera multidimensional “ensancha de manera excesiva el concepto de defensa hasta volverlo impracticable” (Ramos 2015). Por tanto, se puede establecer como amenaza los más diversos tópicos, desde terrorismo hasta el clima. Los nuevos objetivos geopolíticos y geoestratégicos requieren de la aplicación de nuevas metodologías y conocimientos, tanto militares como de índole social, ambiental y económica. Esto ha llevado al uso político de la seguridad y las amenazas, alejándoles de los intereses nacionales y regionales, ligándoles a los fines inmediatos del gobierno.

En Ecuador, las organizaciones encargadas de determinar las amenazas, intereses y estrategias de protección en 2017 son: el Sistema de Inteligencia, la Secretaría Nacional de Inteligencia, el Ministerio de Defensa Nacional y las FF.AA. Sin embargo, si se analiza la seguridad de manera integral también se incluye el Ministerio del Interior y la Asamblea Nacional. Dado al conflicto limítrofe que mantuvo Ecuador con el vecino país del sur, Perú, la estrategia se mantuvo como instrumento central de planificación de la defensa y seguridad nacional. Por tanto, se estudiaba y desarrollaba sobre todo en los centros de investigación militar. Las transformaciones políticas en el Estado ecuatoriano y a nivel internacional, como la firma de la paz con Perú, sellada con el Tratado de Brasilia en 1998, parecen haber contribuido para que la estrategia y los estudios estratégicos en Ecuador se hayan transformado de una perspectiva netamente clásica a una perspectiva flexible (Ordóñez y Cruz 2017). Esta última incorpora el análisis de factores como el crimen organizado, el tráfico de drogas, las amenazas y riesgos naturales, cuyos estudios más bien se podrían localizar en lo que James Wirtz (2002) califica como la nueva agenda de la seguridad y estrategia.

Para hacer referencia a estos cambios, el Ministerio de Defensa Nacional de Ecuador publicó el documento Política de la defensa Nacional del Ecuador en el año 2002, en el cual identificó las nuevas amenazas para el Estado y la sociedad ecuatoriana. Entre ellas se resaltan como amenazas convencionales externas: i) los efectos para Ecuador del conflicto interno en Colombia, ii) el narcotráfico y crimen organizado, iii) el terrorismo internacional, iv) la inequidad en el comercio internacional, v) la proliferación de armas de destrucción masiva y vi) el deterioro del medio ambiente. Por otro lado, se subrayan como amenazas internas la pobreza y el deterioro del nivel de vida, la corrupción, la migración descontrolada, los conflictos de gobernabilidad, el deterioro del ambiente, los efectos de las catástrofes naturales, los conflictos étnicos y culturales y las tendencias autonomistas exacerbadas (Ramos 2015).

Tomando en consideración la sugerencia de Wirtz (2002) sobre una nueva agenda de los estudios de seguridad y estrategia, este campo contiene una variedad de temáticas que demanda repensar el concepto de estrategia. En el caso de la práctica política ecuatoriana, por ejemplo, la “Agenda sectorial de la Defensa 2014-2017” ya no establece de manera clara las amenazas a la nación, y mucho menos define las estrategias de acción. Esto no quiere decir que Ecuador se haya quedado sin amenazas o formas de responder a ellas, sino que la nueva visión de una seguridad considerada como seguridad integral y humana se ha vuelto tan amplia que resulta difícil el desarrollo de políticas específicas y la determinación de amenazas concretas.

Estas transformaciones de la práctica política repercuten en el plano académico. Los investigadores nacionales y extranjeros han analizado diferentes aspectos de los estudios estratégicos, abarcando temáticas como las estrategias para la defensa territorial y seguridad nacional en el contexto del conflicto con Perú y sus desafíos para la teoría de la paz democrática (Chávez 2008), hasta factores económicos, como la deuda externa, y de crimen organizado y narcotráfico como imperante en las relaciones subregionales y bilaterales, especialmente con los EE.UU.

En este sentido, la academia ecuatoriana de los estudios estratégicos presenta tres tendencias. Por un lado, hay autores que parten de un concepto clásico de estrategia y por ello se enfocan en el debate en torno a la doctrina de la seguridad nacional y las prácticas de inteligencia (Barreiro y Rivera 2014; Cruz 2017). Por otro, autores buscan expandir ese contenido de los estudios estratégicos a temas como la defensa de los recursos naturales, el mantenimiento de la soberanía nacional económica sobre las 200 millas de mar territorial, la deuda externa, la competitividad comercial en relación a otros países de la región, y la exportación del banano y de petróleo (Chávez 2008; Mencias 2017; Rojas y Bühler 2017; Raza 2017). A este grupo se suman nuevos autores, cuyos estudios se enfocan en temas ambientales: la extracción de petróleo en zonas protegidas, la tala de bosques, la distribución del agua, la contaminación de ríos y suelos, así como la protección de especies endémicas (Valencia, Vaca-Guerrero, y Garzón 2011).

Finalmente, hay una tercera tendencia que, luego de la guerra con Perú, apunta a explicar y a entender las nuevas dinámicas de la problemática en la zona fronteriza norte del Ecuador. No es de olvidar que el conflicto colombiano y sus consecuencias para Ecuador son evidentes y consecuentemente es un tema de interés para la academia nacional. No obstante, el enfoque analítico sobre los refugiados colombianos, el Plan Colombia, las negociaciones de paz entre las FARC y el gobierno colombiano y sus efectos en Ecuador, las bases norteamericanas, los recursos invertidos en protección y patrullaje, etc., que traen costos para la seguridad interna, la soberanía, la política y economía del país (Mouly 2009; Marcella 2014; Polanco 2003; Ordóñez 2017), prefieren perspectivas críticas, post-modernas y post-estructurales. Con ello, nuevamente el espectro del campo de estudio de los estudios estratégicos se extiende a un área que no permite delimitarlo con claridad. Consecuentemente, el concepto de estrategia pierde su contenido original con el que se posesionó en la academia norteamericana a inicios de los años 1950 y 1960.

Conclusión

El hilo conductor de este artículo es la pregunta ¿cómo y por qué han sufrido un cambio sustancial los estudios estratégicos desde su creación? Este análisis ha podido demostrar que la disciplina de los estudios estratégicos, ya en los albores de su creación u posicionamiento académico en los años 1950 y 1960, fue fuertemente criticada por su rol tanto en la práctica política como en su inconvincente explicación teórica sobre el concepto mismo de estrategia. A esta crítica contribuyó la expansión indiscriminada del concepto de estrategia que parece tenía una función de adaptarse a una variedad de intereses de investigación, convirtiéndose así en un concepto ubicuo que difícilmente tiene un límite de aplicación investigativa. Si bien este mismo fenómeno contribuyó al posicionamiento y expansión de la disciplina, al mismo tiempo aportó a su exposición a la crítica y a un constante debilitamiento, hasta el punto de llegar a tener varios nuevos cuestionamientos sobre el objeto de estudio a inicios de los años 1990. Por otro lado, se evidencia una tendencia a un crecimiento de producción académica desvinculada entre sí y por tanto surgen una variedad de tendencias y encuadres que facilitan la crítica a su cualidad de disciplina.

En ese constante crecer de temáticas que se abordan desde los estudios estratégicos, las contribuciones norteamericanas y españolas sobre temas relevantes para América Latina parecen no favorecer el debate y atenuar el desarrollo teórico de la disciplina. Esta tendencia se presenta con más claridad en la producción de análisis empíricos con un insuficiente sustento teórico en la región, que, si bien contribuyen a la disciplina, poco aportan a su desarrollo teórico. Esto es aún más evidente en el caso de la disciplina en Ecuador. Aquí se evidenció la existencia de tres diferentes tendencias: una centrada en el concepto clásico de estrategia, otra que se acopla a las nuevas amenazas al Estado y a la sociedad y una tercera que se hace eco de las perspectivas críticas y post-estructurales. Con ello el concepto de estrategia parece más bien ser objeto de manipulación e instrumentalización para encuadrar en el interés subjetivo de cada investigador. Por tanto, un debate sobre la naturaleza y teorización de la disciplina en Ecuador y en la región latinoamericana es necesario.

Bibliografía

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Recibido: 16 de Marzo de 2018; Aprobado: 08 de Mayo de 2018

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