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URVIO Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad

versión On-line ISSN 1390-4299versión impresa ISSN 1390-3691

URVIO  no.20 Quito ene./jun. 2017

https://doi.org/10.17141/urvio.20.2017.2578 

Articles

La vinculación entre geopolítica y seguridad: algunas apreciaciones conceptuales y teóricas

The link between geopolitics and security: a conceptual and theoretical assessment

*Licenciado en Ciencias Políticas y Administrativas, Universidad de Concepción, Chile. Magister en Seguridad y Defensa, ANEPE-Chile. Doctor (c) en Estudios Internacionales, FLACSO-Ecuador.. Correo: cabrera.lester@gmail.com


Resumen

El presente artículo establece una discusión teórica sobre la vinculación que existe entre la geopolítica y la seguridad. En este sentido, la discusión se aprecia desde un punto de vista en torno a la evolución que ha tenido la relación entre geopolítica y seguridad, particularmente sobre la forma en que se comprenden tanto los procesos conflictivos y los actores que se ven involucrados. Así, se establece la vinculación desde comienzos del siglo XX hasta la actualidad, donde se percibe la necesidad de comprender tanto a la geopolítica como a la seguridad desde otros puntos de vista en los que incluso sus elementos básicos se ven cuestionados. Se concluye que se requiere una comprensión holística de ambas perspectivas para entender y explicar los nuevos fenómenos conflictivos, sin descartar la totalidad de los postulados clásicos.

Palabras clave: Seguridad; Estado; Teoría

Abstract

The present article seeks to establish a theoretical discussion about the link between geopolitics and security. In this sense, the discussion is seen from a point of view on the evolution of the relationship between geopolitics and security, particularly on the way in which both conflicting processes and the actors involved are understood. Thus, it is established the linkage from the beginning of the twentieth century to the present, where it is perceived the need to understand both geopolitics and security from other points of view, in which even its basic elements are questioned. It concludes that a holistic understanding of both perspectives is required to understand and explain the new conflicting phenomena, without ruling out the totality of the classical postulates.

Keywords: Geopolitics; Security; State; Theory

Introducción

En el campo de los estudios internacionales y, especialmente, en el área de los estudios estratégicos, la concepción clásica de la geopolítica tiene una fuerte vinculación con una condición de las capacidades que el Estado puede -o debe tener- para lograr determinados objetivos. En este plano, la consecución de objetivos, siempre en el plano internacional, establece a su vez una directa relación en torno a un eventual aumento en los niveles de seguridad. Por lo tanto, la condición geopolítica ayudaría a determinar las cualidades sobre las cuales el Estado y sus tomadores de decisión en el ámbito político, deberían poseer para lograr una mejor percepción de seguridad. Sin embargo, aquello refleja una realidad que era propia del siglo XX y no necesariamente es un parámetro a considerar en la actualidad. Es por ello que resulta necesario establecer, dentro de los planos conceptual y teórico, las vinculaciones que se tienen, como también los alcances que se pueden visualizar, entre ambas disciplinas, constituyéndose, esto último, en el principal objetivo del presente trabajo.

El objeto de estudio es analizar, desde una perspectiva histórica amplia, la evolución de los conceptos de seguridad y geopolítica, así como cuáles son sus vinculaciones teóricas sin dejar de lado los preceptos que fueron parte de su construcción en el siglo pasado. Sin embargo, y pese de que aquella perspectiva radica principalmente en una descripción, se desea al mismo tiempo entender cuáles son los elementos y aspectos que relacionan a la seguridad y a la geopolítica, como una manera de lograr puentes teóricos. Sobre este punto, resulta clave la incorporación de nuevas concepciones desde el punto de vista conceptual como teórico, para así entender qué aspectos, eventualmente, se modifican o se mantienen en la relación entre ambas disciplinas, con vistas a lograr una mejor comprensión sobre el objeto que abarcan y determinar sus alcances y límites

Uno de los elementos que también se busca atender en el presente trabajo, es la falta de rigurosidad académica de los conceptos mencionados. En este sentido, se establece que si bien se puede apreciar, en un primer momento, que existe una directa relación entre la seguridad y la geopolítica, aquello no se puede interpretar como un aspecto absoluto y homogéneo. La incorporación de diferentes elementos teóricos, así como también la propia modificación del contexto internacional, no determinan cambios en la manera en que se entienden ambas disciplinas, sino que también abre desafíos, principalmente para la academia, en la forma de teorizar y comprender la aplicación de estos conceptos, para, a su vez, entender y explicar distintos fenómenos de alcance internacional, así como sus repercusiones en un ámbito nacional. En este plano, se requiere profundizar el debate de los alcances y límites que tienen ambas disciplinas por separado y, particularmente, cuáles serían sus implicancias en temas vinculados a la planificación estratégica de los países, como también al logro de los objetivos internacionales. Pero incluso, en el plano mencionado, también debe considerarse cuál es el rol que le cabe al Estado en la generación de condiciones de seguridad y en la interpretación de sus parámetros geopolíticos.

Seguridad y geopolítica en el siglo XX

SimonDalby, en su libro CreatingtheSecondColdWar, TheDiscourse of Politics, realiza un extenso análisis de las vinculaciones que tiene el discurso político, particularmente en aquellos temas relacionados con lo militar, y la forma en que los tomadores de decisión perciben las amenazas que afectan, en mayor o menor medida, a la consecución de objetivos por parte del Estado. Pero tal vez más relevante que lo mencionado, es la vinculación que realiza el autor con respecto a la imaginación geopolítica de los personeros de gobierno y las medidas que toman en el plano de la política exterior, manifestándose esto último en un determinado discurso político. La idea principal de Dalby (1990) en dicha obra, es cómo el plano político “representa” y “hace real”, su propia concepción de seguridad, lo cual es, de manera subyacente, un aspecto intrínseco a la persona y sus reglas tanto morales como éticas, al tiempo que es altamente subjetivo, ejemplificándose en el discurso del Presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan, sobre una segunda etapa en la Guerra Fría.

Una perspectiva similar es la que establecen John Agnew y GearoidO’Tuathail (1992), en el hecho de evidenciar que las amenazas a la seguridad de los países pasa principalmente por la capacidad de interpretación que de las mismas tengan los tomadores de decisión en los ámbitos estratégicos, como también en la política exterior. Pero incluso más allá, dicha interpretación queda en nada si no se manifiesta dentro de un plano imaginario, el cual sería, para los mencionados autores, el espacio en el que se unen geopolítica y seguridad, debido a que es por medio de la geopolítica en que los tomadores de decisión “espacializan” sus amenazas, así como también la posibilidad de contrarrestarlas, a través de decisiones concretas, las que se manifiestan en políticas de seguridad sobre un fenómeno u objeto en particular.

Paralelamente, esta visión que expresan tanto SimonDalby, como Agnew y O’Tuathail sobre la geopolítica y la seguridad es contrastada con la perspectiva más clásica de ambas disciplinas. En efecto, para Klaus Dodds (2000) la visión tradicional y clásica de la geopolítica, que colocaba al Estado como la principal unidad de análisis, tiene una alta vinculación con la perspectiva realista de las Relaciones Internacionales, principalmente a la concepción territorial que ambas visiones poseen. Por un lado, la geopolítica para el mencionado autor posee un elemento territorial, que es la propia esencia de la disciplina, la que a su vez influye en la manera en cómo los países establecen su política exterior hacia el sistema internacional. Por otro lado, la concepción realista se transformaría en el sustento teórico sobre el cual la geopolítica, desde un punto de vista clásico, lograría plasmar sus realidades.

En definitiva, para Klaus Dodds, la geopolítica y el realismo van de la mano, siendo uno de los elementos claves la política exterior de los países, pues es una forma de maximizar sus condiciones de seguridad frente a un sistema internacional anárquico. Este punto de vista es también compartido por Henry Kissinger. Particularmente, en su obra La Diplomacia, establece a la geopolítica como una forma de comprender los conflictos de poder que se dan entre países en el sistema internacional, aunque cabe mencionar que, pese a que el mencionado autor establece la validez del concepto, jamás lo define, lo que a su vez crea una forma altamente subjetiva de comprenderlo clara y objetivamente, y lo coloca como una forma de entender el balance de poder que existía en plena Guerra Fría entre las grandes potencias (O’Tuathail 1994).

Sin embargo, a juicio de Phil Kelly (2016), la unión entre geopolítica y seguridad no es tal. Esto se produce como consecuencia de una errónea vinculación entre geopolítica y seguridad a través de algunos de los principales preceptos que establece la visión teórica del realismo. Para el autor, la geopolítica descansa sobre el posicionamiento espacial de los países, regiones y recursos que pueden afectar la política exterior de los mismos y las acciones vinculadas a la misma, siempre desde una visión clásica. Mientras que el realismo se basa, fundamentalmente, en los balances de poder que se generan entre los Estados, por diferentes razones, y que se expresan en la configuración del sistema internacional. Así, si bien es cierto que el realismo podría considerar relevante la vinculación entre poder y geografía, aquello se daría en el plano de que las características geográficas le generen un aumento en sus capacidades de poder, tanto materiales como relativas, y una protección a sus intereses. Pero la geopolítica no posee un interés claro en aquello, preocupándose en mayor medida en el impacto que puede generar el posicionamiento espacial de los Estados en las política y comportamiento internacional de estos actores (Kelly 2016).

Finalmente, y desde un punto de vista del desarrollo de la geopolítica en América Latina, se posee un claro posicionamiento sobre la base de la necesaria unión entre la geopolítica y la seguridad. Esto último se explicaría desde el argumento de que el estudio de la geopolítica en la mencionada región, se aprecia en mayor medida como parte de la formación de los oficiales de las diferentes ramas de las Fuerzas Armadas de la región (Dodds y Atkinson 2001; Child 1979). No obstante aquello, que evidencia un fuerte componente realista en la base teórica de las explicaciones geopolíticas, lo cierto es que la geopolítica queda supeditada a la visión de Defensa más que de seguridad, entendiendo en este plano a la Defensa como algo más concreto y restringido que la seguridad. Así, la geopolítica estaría ligada a la forma en cómo se planifican y concretan los denominados “objetivos nacionales permanentes”, indicando al mismo tiempo la factibilidad de la realización de los mismos, y las eventuales amenazas que se ciernen sobre ellos (von Chrismar 2010), y la importancia del actuar de los cuerpos armados en su ejecución.

Las diferentes perspectivas que existen sobre la vinculación entre geopolítica y seguridad pueden tener una explicación sobre la base de los planteamientos clásicos de la propia geopolítica, así como también su posterior evolución y aplicación. En este sentido, observando las bases teóricas y ontológicas de los clásicos, es posible encontrar grandes diferencias en la comprensión de la geopolítica y, por ende, su relación con la seguridad. En primer lugar, si bien se considera que los planteamientos clásicos tuvieron su desarrollo de la mano de geógrafos, lo cierto es que el concepto de geopolítica como tal fue impuesto por un abogado y politólogo, Kjellen, que si bien toma las concepciones teóricas de Darwin, muy populares por fines del siglo XIX, su análisis se enfoca en el Estado (Cohen 2015). Distinto es el caso de los geógrafos, como el propio Ratzel, que establecían principios sobre la misma base teórica, pero su aplicación se relacionaba íntimamente con el entorno que iba más allá de las fronteras de los países (Dodds y Atkinson 2000). Lo anterior es un claro ejemplo de la carencia de una única forma de interpretación de la geopolítica, tomando a los autores clásicos y fundadores de la disciplina.

Siguiendo el planteamiento anterior, si se analiza lo mencionado por autores como Mackinder, Spykman o Haushofer, a juicio de determinados autores (Kelly 2016, Grygiel 2006), esta forma de interpretación geopolítica no es tal, debido a que mezcla por un lado elementos de supervivencia de los Estados, o de determinadas regiones, mientras que por otro toma aspectos relativos a la capacidad de hegemonía en otros espacios territoriales. Se hace una clara vinculación entre la concepción geopolítica y lo que se entiende por geoestrategia, siendo esta última perspectiva la que se identifica con los temas de seguridad. Por ende, si bien para algunos especialistas, la geopolítica en un sentido clásico, se vincula directamente al realismo y a la seguridad de los países, aquello va a depender de la perspectiva sobre la que identifiquen a los actores, como también a la propia interpretación que le otorguen a la geopolítica.

Sin perjuicio de lo anterior, pese a que en un principio se observa una vinculación entre geopolítica y seguridad, aquello respondería principalmente a una concepción positivista, donde elementos como el territorio se observan como absolutos. Y, al mismo tiempo, visualiza al Estado como la principal, si no es la única unidad de análisis, tomando los preceptos realistas al respecto; es decir, el principio de unidad, el actor racional y que lucha por su supervivencia en un contexto internacional anárquico. Aquello, producto de la irrupción de otros puntos de vista, tanto en la geopolítica como en los estudios de seguridad, dan cabida a otra forma de comprender una eventual vinculación entre ambas disciplinas, incluso considerando una variación en el objeto a analizar.

La vinculación teórica contemporánea

Los fenómenos internacionales vinculados a los estudios estratégicos, debido a la configuración de múltiples puntos de vista, tanto epistémicos como teóricos, han proliferado luego del fin de la Guerra Fría. Pero aquello no solamente se debe a la propia evolución del conocimiento, sino que también se puede extraer una eventual explicación debido a los propios fenómenos que se dieron en el sistema internacional, y que afectaron diferentes realidades sociales. En este sentido, la propia concepción de una de las unidades básicas del sistema internacional, como lo es el Estado, ha quedado en tela de juicio incluso en sus elementos constitutivos (Harvey 1990).

Es así como la concepción territorial de los países ha dado paso a que el concepto de “territorio”, producto de las consecuencias del fenómeno de la globalización, no sea el más apto para entender las actuales problemáticas, tanto en término de seguridad, como también para la geopolítica (Hassner 2006). Esto se debe a que la concepción absoluta del territorio, como algo impenetrable e incluso inamovible, sea deja de lado, debido a los avances tecnológicos. Es por ello que el “espacio” no solo se convierte en una perspectiva más dinámica para entender las fluctuaciones de los procesos sociales, sino que va más allá de la figura del Estado, incorporando incluso a otros actores y factores, tanto materiales como simbólicos, que antes estaban disminuidos bajo la presencia del Estado.

El contexto mencionado altera de manera considerable la forma en que se comprende el panorama de la seguridad, debido a que uno de los factores que eran claves para el diseño de las estrategias, tanto en el ámbito de la política exterior de los países como en la Defensa de los mismos, se encuentra en una evolución e incluso, en una comprensión limitada. El siglo XXI no solamente trajo la necesaria incorporación de otros actores, que van más allá de la figura del Estado, en la conformación de las amenazas, sino que incluso el propio objeto de la seguridad se ha modificado (Paris 2001).

En un comienzo, la concepción de amenaza estaba dada por actores estatales, los cuales eran altamente visibles en cuanto a sus intenciones, como también en sus prácticas para confrontar un determinado conflicto, lo que puede entenderse desde una visión del conflicto regular o de amenaza tradicional. Sin embargo, en la actualidad aquello no se evidencia de tal forma. Los conflictos irregulares, es decir, entre un Estado y un actor (o varios) no estatales, se ha transformado en la tónica de los enfrentamientos armados. Y en aquella relación, el actor no estatal se evidencia con una alta capacidad de influencia en los temas de seguridad, especialmente en aquellos segmentos en los que tiene una libertad de acción considerable, particularmente por la falta de presencia del Estado dentro de la sociedad (Gray 2012).

Siendo así, los elementos que sostenían a la perspectiva clásica de la geopolítica, no pueden considerarse como inmutables o libres de algún cambio. Al contrario, los aspectos que vinculan a la geopolítica con la seguridad son múltiples, pero no necesariamente obedecen al actuar del Estado o, en su defecto, al condicionamiento geográfico que se pueda visualizar en torno a la seguridad. Es cierto, como bien sostiene Robert Kaplan (2012), los elementos geográficos no van a pasar de moda ni tampoco van cambiar de un momento a otro, pero es la interpretación que se les da a los mismos, como también el grado de afectación que pueden establecer en una localidad más reducida que el Estado, lo que otorga una clara modificación a las formas de comprender en este caso, a la geopolítica (Agnew 2005). Y si a lo anterior se le suma el hecho de que los elementos simbólicos ligados a la geografía generan un grado de influencia en el comportamiento exterior tanto de grupos vinculados al Estado como al propio Estado en sí, las características objetivas de la geopolítica también quedan en duda, como lo mencionado con respecto al territorio (Font y Rufí 2001).

Sin embargo, ¿aquellos aspectos reducen la vinculación entre la geopolítica y la seguridad? No necesariamente, e incluso dependiendo del punto de vista con el cual se trate, amplían la relación entre ambas disciplinas, pero dejando de lado los parámetros netamente positivistas y/o realistas. Al momento de modificarse las condiciones de comprensión de la geopolítica, dejando de lado una visión inamovible del territorio como también de los factores geográficos que influyen en el comportamiento exterior de los países, se amplía la forma de evaluar los fenómenos que, de alguna u otra forma, afectarían a la seguridad, no solo del Estado, sino de las sociedades en general (Roe 2013).

En este sentido, la geopolítica permitiría evidenciar la importancia de fenómenos transnacionales que no necesariamente poseen una concepción territorial (Agnew 1994). Al mismo tiempo, al establecer nuevos parámetros de compresión en torno, por ejemplo, a las amenazas no tradicionales o nuevas amenazas, el objeto de la propia seguridad se modifica. La visión Estado-céntrica, si bien ayudó en su momento a explicar el proceso de la seguridad (de por sí altamente subjetivo) en el contexto de la Guerra Fría, no es representativa de la realidad que viven las sociedades. Por ende, al tomar medidas sobre los fenómenos o procesos conflictivos, se tiene que tener una base de explicación distinta, para poder superar los desafíos que se presentan (Manwaring 2011).

El mismo SimonDalby (1997) logra establecer la vinculación entre un concepto como lo es el de geopolítica crítica y la seguridad, tomando como base la utilización del discurso como forma de deconstruir las realidades socialmente aceptadas, incluyendo en este plano, la validez del territorio como base de comprensión de los fenómenos de seguridad asociados al Estado. Sin embargo, el mencionado autor también deja patente el hecho de que esta manera de acercarse a los nuevos fenómenos que afectan la seguridad, hace necesario un nuevo punto de vista para tratar dichos aspectos. En otras palabras, el foco no se encuentra en los propios acontecimientos, sino en la mente y comportamientos de los actores asociados a los procesos de toma de decisión, especialmente en el ámbito de la seguridad. Con ello, se logra identificar cuáles serían los patrones que están detrás de cada decisión, al tiempo que se busca conocer los elementos que formarían vínculos con aspectos de identidad, como una forma de entender una nueva dimensión de los procesos de seguridad (Agius 2013).

Cuando se cambia el foco de acontecimientos a procesos, los factores culturales adquieren en mayor medida una importancia considerable, teniendo en cuenta que es gracias a dichos elementos que se establecería una unión entre identidad y seguridad, relevando a un segundo plano la integridad territorial como aspecto a resguardar en el plano internacional del Estado. Es más, de acuerdo a Paul Roe (2013), en múltiples ocasiones son las propias localidades ubicadas al interior del Estado, las que no logran un grado de compatibilidad entre la identidad y lo cultural con dicha institución, lo que da como consecuencia una serie de conflictos entre las partes involucradas. Pero incluso más, la visión cultural y de identidad no solamente reafirmaría una condición geopolítica determinada de una localidad, sino que, al mismo tiempo, lograría evidenciar que, en múltiples ocasiones, el Estado basa su propia concepción de seguridad en aspectos netamente simbólicos, lo que no solo da como resultado una clara incongruencia en los parámetros tradicionales de comprender a la geopolítica y a la seguridad, sino que, al mismo tiempo, devela los aspectos subyacentes que se esconden detrás de una eventual realidad (O’Tuathail 1996).

Es decir, ¿cómo se puede explicar, desde una perspectiva realista y clásica tanto de la geopolítica como de la seguridad, que los “intereses nacionales” sean en buena manera elementos simbólicos y que, en términos pragmáticos, se observen como representaciones de aquellos que toman decisiones en el ámbito estratégico del Estado? En una eventual respuesta, el discurso juega un papel clave, considerándose este como una herramienta que permite la elaboración de patrones sociales, los cuales a su vez son reconocidos y legitimados por la población. Lo señalado puede considerarse como uno de los elementos sustanciales de la perspectiva constructivista, en el ámbito de las Relaciones Internacionales (Santa Cruz 2009; Kubálková 2001).

El impacto de las tecnologías de la información es otro de los elementos que necesariamente deben ponderarse, para entender la concepción contemporánea de la geopolítica y la seguridad. Si bien es cierto que dichas tecnologías han tenido una influencia en la forma de evidenciar una “disminución” de las distancias entre los diferentes espacios territoriales del planeta, también es cierto que dichas tecnologías han incrementado los espacios de vulnerabilidad de las sociedades (Ayoob 1997). Incluso, desde un punto de vista estratégico, la aparición de las nuevas tecnologías de la información, han dado como consecuencia la aparición de una nueva dimensión de la estrategia, la cual es el ciberespacio (DunnCavelty 2013). Sobre este punto, la perspectiva clásica de la geopolítica no permitiría otorgar explicaciones ni respuestas a las eventuales interrogantes planteadas por dicho fenómeno, el que, sin perjuicio de ello, tiene importantes implicaciones en el tema de la seguridad. Un ejemplo de aquello, es la interconexión que poseen las denominadas “infraestructuras críticas” dentro de un país, a un determinado sistema informático. En términos de afectación tanto económica como social, los ataques informáticos poseen un alto impacto tanto para los propios Estados como para las entidades privadas que se encuentran en dicho espacio territorial.1

Tanto para Peter Taylor como para Colin Flint (2002), las vinculaciones entre el imaginario geopolítico y las amenazas que se perciben a la seguridad, ya sea del Estado o bien de las propias sociedades, se debe principalmente a la diferenciación entre los sistemas de producción, y particularmente, por la manifestación de aquellas diferencias en espacios territoriales. Así, la división entre centro y periferia, pese a que fue elaborada y desarrollada dentro la primera parte de la segunda mitad del siglo XX, aún mantiene una vigencia geopolítica. Es así como Peter Taylor y Colin Flint concibieron, siguiendo los parámetros teóricos de InmanuelWallerstein, que los países establecen un posicionamiento geopolítico no solo de acuerdo a los procesos de producción que imperaban dentro de su geografía, sino también por el grado de influencia política que pueden tener, a través de los mismos, en el sistema internacional. Aquello les permitiría tener una posición que se evalúa tanto en términos económicos como políticos y, particularmente, geográficos. Por lo tanto, las amenazas quedarían visibles desde otras perspectivas, más allá de las concepciones tradicionales de seguridad, en el sentido de que un proceso puede interpretarse como amenaza, cuando afecte la sustentabilidad de un modelo económico, y que a su vez atente contra la visión geopolítica de un país. Y aquello no tiene una visión territorial clásica, lo que requeriría ampliar el espectro de las herramientas que se utilizarían para lograr dicha percepción de amenaza.

Como se mencionó en su momento, la cultura juega un papel central dentro de la construcción, ya sea real o simbólica, de los elementos que configuran patrones de seguridad desde una visión geopolítica crítica. Pero incluso en este plano, de acuerdo a lo establecido por Martin Müller (2008), si bien el discurso ayuda a generar patrones sociales, aquello puede ser a su vez interpretado como un absolutismo, especialmente cuando se habla de geopolítica. Así, cuando se toman las nuevas perspectivas de la geopolítica desde una visión crítica y, como producto de su bajo nivel de comprensión y dominio, se tiende a mezclar con lineamientos muy cercanos al propio análisis crítico del discurso, con lo que, a juicio del mencionado autor, se amplía el rango de discusión de la geopolítica, incluso dejando a un lado la naturaleza misma de la disciplina. Por lo tanto, no todos los elementos o procesos culturales, poseen una vinculación con la geopolítica, ni menos con la seguridad, así como también la geopolítica como tal, debe ser apreciada desde determinados parámetros, para no desnaturalizar su objeto de estudio. Entre dichos parámetros, se encuentra la concepción espacial y territorial de los problemas, los que pueden ser vinculados a perspectivas de seguridad. Es por ello que se requiere tener una comprensión más amplia de los procesos mencionados, como el de seguridad y la geopolítica, con el fin de encontrar aquellos elementos en común y que permitan dilucidar y explicar de una mejor forma, aquellos fenómenos conflictivos de la actualidad.

Hacia una comprensión holística

Phil Kelly (2006) expone un planteamiento central que, según su perspectiva, debiera ser incorporado en la totalidad de los eventuales análisis geopolíticos que se realicen: no necesariamente lo antiguo es malo y debe desecharse, ni tampoco lo nuevo debe reemplazar a lo antiguo. Para el mencionado autor, siempre desde la óptica de la geopolítica, los nuevos enfoques, como lo son la propia geopolítica crítica, como aquella perspectiva que se deriva de la Economía Política Internacional, tienen la virtud de complementar de una buena manera, las antiguas formas de análisis geopolítico. Incluso, la complementariedad se da particularmente en el plano del objeto a analizar, mencionando que el territorio debe ser el elemento clave para que un problema sea, o no, de carácter geopolítico (Kelly 2006).

En línea con lo mencionado por el autor mencionado, tanto John Agnew (2005) como Klaus Dodds (2000) y Colin Flint (2007), desde diferentes concepciones, no estandarizan a la geopolítica desde una visión única, al tiempo que abogan por una complementariedad, principalmente por las herramientas conceptuales que se visualizan desde los nuevos enfoques de la geopolítica, en línea con los parámetros argumentativos de la geopolítica clásica. Es así como el propio Phil Kelly (2016) señala de manera explícita que los criterios para entender el posicionamiento geopolítico de un país, deben ser relacionados con su contexto como también por los intereses y amenazas que evidencia. Y para lograr aquello, no solo se requiere una matriz de pensamiento que se derive, exclusivamente, de los clásicos, sino que incorpore otras visiones más contemporáneas.

En un plano muy similar, determinados autores relacionados con la temática de la seguridad, propugnan mantener, especialmente en el plano conceptual, una serie de elementos y factores que determinan la existencia de un problema de seguridad, desde el plano estratégico (Nunn 2011; Griffiths 2007). Así, una correcta interpretación de dichos elementos, permitiría generar los alcances y límites necesarios para hablar de problemas y fenómenos que se vinculan en mayor medida a la seguridad, pese a que posean una raíz donde el desarrollo sea un factor de explicación. Siendo así, se dejarían de lado en una importante magnitud, conceptos como el de seguridad humana y sus múltiples variaciones.

Pese a lo mencionado, también existe una concordancia en que el cambio en el foco de protección de la seguridad es uno de los fenómenos necesarios para la propia evolución del concepto, estando en línea con el contexto internacional. Por lo tanto, si bien la nueva concepción de la seguridad ha impregnado los parámetros analíticos en la manera de comprender los fenómenos conflictivos, al mismo tiempo se requiere considerar una base sobre la que se permita realizar observaciones y otorgar medidas objetivas, a fin de solucionar o enfrentar los desafíos impuestos por el nuevo contexto (Gray 2007).

Considerando el panorama señalado es que se hace necesario una mixtura entre los dos enfoques, para lograr finalmente una mejor visualización tanto del entorno en el que se desenvuelve el Estado, la naturaleza de los procesos conflictivos, y los procesos de toma de decisión en el interior de los países, como una forma de comprender la “imaginación geopolítica” de los procesos conflictivos señalados (Agnew 2005). Siendo así, se requiere la incorporación de nuevas formas de pensamiento que, unidas a las estructuras clásicas (como el propio Estado), ayudarían a mejorar la comprensión de los fenómenos. Pero sin perjuicio de un posterior análisis sobre las categorías señaladas, se hace necesario conocer el grado de cercanía o lejanía que tienen cada una de las posturas mencionadas, tanto en el plano de la geopolítica como de la seguridad, las cuales se exponen en el cuadro 1.

Cuadro 1: Vinculaciones entre los enfoques clásicos y contemporáneos de la geopolítica y la seguridad 

En el cuadro anterior, se expone, sobre la base de cinco categorías, las similitudes y diferencias que, de acuerdo a la literatura que versa sobre las temáticas analizadas, se dan entre la geopolítica y la seguridad. Por ejemplo, desde la perspectiva que entregan los niveles de análisis, tanto la geopolítica clásica como la seguridad clásica, comparten que se visualizan de una mejor forma los fenómenos si se toma en consideración la estructura que envuelve a los principales actores, los que son los Estados. Mientras que las otras dos perspectivas, es decir, la geopolítica crítica y los nuevos enfoques de seguridad toman perspectivas que comparten algún grado de similitud. Por ejemplo, si bien la geopolítica crítica se enfoca en el proceso de toma de decisión, y específicamente en el ámbito de la política exterior, y los nuevos enfoques en temas de seguridad le otorgan relevancia al proceso de agencia, aquello se deriva en una conjunción de temas, debido a que el proceso de toma de decisión debe a su vez considerar una eventual capacidad de agencia por parte del Estado, para que sea un proceso exitoso.

Existe una directa relación entre las categorías de “base epistémica”, por un lado, y el “objeto de estudio”, por otro. Si se toma en consideración que la base epistémica de la geopolítica y seguridad, desde la perspectiva clásica es positivista, su objeto de estudio tiene que ser un elemento relativamente objetivo, como se evidencia en el cuadro 1. Distinta situación sucede con las otras dos perspectivas. En este plano, cabe destacar que dentro de la categoría de “base epistémica”, ambas visiones contemporáneas se encuentran entre comillas.

Esto se debe a que no existe una visión exclusiva ni única sobre este tema, el cual se encuentra en plena discusión, debido a que dichos enfoques aún son relativamente novedosos. Pese a lo anterior, la mayoría de los estudiosos consideran las mencionadas perspectivas epistémicas para cada una de las disciplinas en cuestión. Pero más allá de aquello, existe una directa relación entre dicha categoría y el “objeto de estudio”, tanto para la geopolítica crítica como para los nuevos enfoques de seguridad. Ambas visiones son altamente subjetivas y resulta compleja su medición a diferencia de las perspectivas clásicas. Es por ello que se hace necesario una mayor cantidad de información para clarificar dicho objeto de estudio, al tiempo que también se requiere otro tipo de entradas disciplinarias para comprender el fenómeno en cuestión.

Las categorías antes mencionadas se relacionan directamente con los “actores” a los que cada una de las perspectivas establece una importancia. En este sentido, las visiones clásicas toman al Estado como el actor principal sobre el cual establecen sus análisis; mientras que las visiones más contemporáneas no necesariamente consideran al Estado como el actor relevante, sino que existen otros actores que deben ser tomados en cuenta y que, en determinadas circunstancias, su importancia es mayor a la del propio Estado. No obstante dicha lógica, desde las visiones más contemporáneas, no existe una claridad sobre un único actor. Esto puede explicarse por la amplitud y subjetividad que ambas poseen en su objeto de estudio, como también por el hecho de que son corrientes relativamente nuevas, y aún no establecen un campo definido.

La última categoría, la propia “finalidad” de cada una las corrientes en cuestión, las visiones clásicas encuentran puntos de convergencia, tomando en cuenta la necesidad de “previsión” que ambos enfoques propugnan, aunque desde distintos puntos de vista. Sin embargo, logran una conjunción en términos de poseer un conocimiento previo sobre dinámicas que puedan influir, en un sentido positivo como negativo, en el desarrollo del Estado. Mientras que las posturas más contemporáneas se enfocan en determinar la naturaleza de los procesos conflictivos (seguridad), como en la deconstrucción de las realidades socialmente aceptadas (geopolítica). Pese a que en un principio no existiría una directa vinculación entre ambas, lo cierto es que la hay. Para poder entender la naturaleza de los procesos conflictivos, las que no necesariamente están asociadas a una visión de amenazas convencionales, se debe entender el proceso en sí desde una visión diferente. Aquella perspectiva la otorgaría la geopolítica crítica a través de la deconstrucción de aquellas realidades que se consideran absolutas y no permitirían visualizar el fenómeno de una forma más amplia.

De las características dadas por cada una de las categorías, es posible evidenciar tres aspectos de alta relevancia para poder establecer un enfoque holístico en la vinculación entre geopolíticas y seguridades. En primer lugar, la figura del Estado, pese a que es mencionada tácitamente por las nuevas corrientes de la geopolítica y la seguridad, es uno de los elementos en los que las cuatro visiones se unen. Si bien es cierto que las nuevas perspectivas no colocan al Estado como una unidad principal de análisis, tampoco lo descartan como tal, por lo que el Estado puede ser considerado como un aspecto en donde los mencionados enfoques confluyan.

En segundo lugar, si bien es cierto que las nuevas corrientes de la geopolítica y la seguridad poseen elementos altamente subjetivos, resulta necesario otorgar un grado de objetividad a los procesos en cuestión, con el objetivo de comprobar y medir dentro de lo posible, los impactos y consecuencias que los mismos pueden ocasionar. Por ende, se requiere de una base definida para luego descomponer los elementos que se derivan de aquella, lo que se daría en la vinculación entre las corrientes clásicas y contemporáneas de la geopolítica y la seguridad. Y, finalmente, si los enfoques clásicos buscan “prever”, los enfoques contemporáneos pueden ayudar en dicho objetivo, tomando en cuenta que la deconstrucción de las realidades generaría nuevos enfoques de comprensión de un mismo fenómeno, con lo que a su vez se detectarían eventuales debilidades y posibles vulnerabilidades, tomando en cuenta el o los objetos a resguardar.

La vinculación entre los enfoques clásicos y contemporáneos no solo se explica desde las categorías mencionadas, sino también desde aspectos sobre los cuales se puede analizar un determinado fenómeno. Es por eso que se establecen tres aspectos en los que las perspectivas señaladas pueden complementarse para un mejor entendimiento de un fenómeno o problema dado, los cuales, de acuerdo a lo mencionado en su momento, son el contexto sobre el cual se desenvuelve el Estado, la naturaleza de los procesos conflictivos, y los procesos de toma de decisión que generan una “imaginación geopolítica” de los fenómenos analizados.

Al considerar al Estado como unidad de análisis, debe considerarse como base, mas no como la perspectiva que propugna la teoría realista. Es decir, si bien el Estado existe, no debe analizarse como el actor unitario y racional. Esto da como consecuencia una ampliación de los fenómenos que afectarían al Estado y el aumento en el número de actores que intervienen en los fenómenos, con su diferente ponderación. Pero al mismo tiempo, al intervenir nuevos actores, el contexto en el cual el Estado se relaciona no es único: la visión territorial se amplia y la perspectiva de fronteras se aplicaría tanto en un ámbito interno como externo, lo que modifica la visión de los peligros como de las amenazas, tanto en su lógica como en los actores que intervienen.

Derivado del punto anterior, se comprende la importancia de entender la naturaleza de los procesos o fenómenos conflictivos. En múltiples ocasiones, la respuesta que otorgan las instituciones se contradice con la real naturaleza del conflicto, lo que da como consecuencia un agravamiento del mismo, o bien que se tome en cuenta solamente una parte del fenómeno. Por ende, una concepción más amplia de la seguridad, tanto en los actores como en los procesos, da como resultado una complejidad no menor. Más aún, si se establece que la naturaleza de los actuales procesos conflictivos es difusa, tanto en su actuar como en los actores que intervienen. Por eso que no se puede considerar al Estado como “la” unidad de análisis, ni tampoco a las herramientas clásicas de la seguridad, para lograr una situación de resguardo de los intereses. Y es en aquel plano en donde la geopolítica crítica puede ayudar a mejorar la comprensión de los fenómenos e, incluso, a delimitar si los mismos poseen una naturaleza en el ámbito de la seguridad o no.

La modificación y aumento de los fenómenos y actores que influyen en la visión de amenaza o peligro para el Estado, así como también su propia naturaleza de características difusas, hacen que los procesos de toma de decisión sean más complejos a la hora de calificar y/o cuantificar el fenómeno en sí y su impacto para los actores que se ven afectados. Es por ello que los responsables de tomar las decisiones, ya sea al interior del Estado o en su política exterior, cumplen un rol crucial, debido a que es de la forma en cómo perciban, se realizará el tratamiento para lograr el menor grado de afectación, lo que se deriva en una “imaginación geopolítica”. Dicha “imaginación” resulta de una ponderación entre puntos fuertes, puntos débiles y la propia afectación o emocionalidad que pueda tener el tomador de decisión frente a aquellos fenómenos. La comprensión y deconstrucción de aquellas perspectivas, en parámetros más objetivos, ayudaría a determinar y a clarificar tanto a los actores que intervendrían, los elementos que son parte del fenómeno en sí, como también las consecuencias que una determinada política o decisión traería para el Estado, tomando en cuenta el contexto en el cual se desenvuelve.

Conclusiones

La geopolítica y la seguridad son elementos que, en un principio, se consideran como partes totalmente vinculadas, especialmente en el plano teórico, como una forma de entender el comportamiento de los Estados o, en su defecto, como una manera de explicar la necesidad de contar con un marco que permita argumentar medidas de seguridad sobre una base geopolítica. Aquello, si bien encuentra una forma de manifestación a través del realismo, también se considera en gran parte como inexacto, debido a las diferentes propuestas que se visualizan tanto en el ámbito de la seguridad, como también de la geopolítica. Incluso, analizando la evolución de ambos conceptos, resulta inadecuado señalar que, en la actualidad, la geopolítica y la seguridad poseen un puente únicamente a través del realismo, e incluso si es que tienen un grado de conexión como tal, tomando como referencia al respecto una eventual orientación epistémica en ambos conceptos.

Como se evidenció a través de los propios conceptos y contextos, la geopolítica contemporánea, como también los nuevos enfoques de seguridad, poseen múltiples puntos en común, y su adecuada comprensión permite una mejor explicación sobre los fenómenos que, hoy por hoy, intervienen en la percepción de amenaza tanto de los Estados como de las sociedades. La mezcla y vinculación entre los preceptos clásicos de la geopolítica y la seguridad, y la visión contemporánea de las mismas, no solamente establecen un panorama más diverso de los fenómenos, sino también una complejidad para aquellos que analizan dichas perspectivas, ya que de por sí, el contexto de la propia explicación se amplía.

En este plano, el desafío está tanto en la utilización de ambas visiones. Es decir, la clásica y la contemporánea, como un conjunto único, como también en teorizar y desarrollar perspectivas prácticas, tomando en cuenta que los contextos de inseguridad y los actores que participan en los mismos, son los que marcan las diferencias. Por ende, la realización de trabajos de investigación que desarrollen desde una visión teórica los planteamientos vinculados a la geopolítica y la seguridad, son altamente necesarios para una mejor comprensión de los fenómenos que afectan negativamente a las sociedades.

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1Un ejemplo de lo anterior puede reflejarse en las declaraciones emitidas en octubre del año 2012 por el entonces Secretario de Defensa, Robert Panetta, el cual declaró que el país se encuentra ad portas de un “Pearl Harbor cibernético”, debido a que “podría causar destrucción material como también la pérdida de vidas. Un ataque que podría paralizar a la nación y crear un profundo sentimiento de vulnerabilida”d. Véase al respecto PanettaWarns of DireThreat of Cyberattackon U.S., disponible en: http://www.nytimes.com/2012/10/12/world/panetta-warns-of-dire-threat-of-cyberattack.html

Recibido: 13 de Febrero de 2017; Aprobado: 15 de Marzo de 2017

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