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Íconos. Revista de Ciencias Sociales

versión On-line ISSN 1390-8065versión impresa ISSN 1390-1249

Íconos  no.76 Quito may./ago. 2023

https://doi.org/10.17141/iconos.76.2023.5509 

Articles

Movimiento en las calles: rasgo espacial significativo del centro histórico de Quito

Movement in the streets: Significant spatial features of the historic center of Quito

Estefanía Piñeiros, Dra*  
http://orcid.org/0000-0001-6486-1254

Investigadora

* Investigadora. Universidad de Edinburgo (Reino Unido). (e.pineirosc@gmail.com)


Resumen

Un imaginario urbano del centro histórico de Quito ligado a la configuración de la identidad nacional ecuatoriana y al discurso patrimonial oficial guía su planificación y gestión, mientras ignora las relaciones espaciales cotidianas y las memorias locales que configuran una ciudad diferente. En este artículo se analiza cómo residentes, comerciantes, artesanos y artesanas del centro de la urbe quiteña experimentan, piensan y valoran su espacio. Se utiliza una etnografía móvil en la que se combinan distintas herramientas cualitativas, como el mapeo y la fotografía, para examinar experiencias corpóreas y afectivas. Se identifica una variedad de lugares dentro y alrededor del centro histórico, cuya memoria se basa en el movimiento y la relación con emociones positivas y un sentido de lugar de parte de la gente que lo ocupa. Con el artículo se propone que quienes habitan el centro histórico utilizan la noción de movimiento para describir un abundante flujo de personas, dinero y bienes en distintos sitios y calles; en contraste se problematiza la pérdida de este en distintos espacios públicos que, en la segunda década del siglo XXI, son percibidos por sus habitantes como vacíos y muertos. Se concluye discutiendo cómo la relación entre movimiento, transporte y comercio popular genera atmósferas afectivas, evoca otro tipo de imaginario popular y plantea una identidad urbana alternativa.

Descriptores: afectividad; comercio; etnografía; imaginario; movimiento; urbe.

Abstract

The urban imaginary of the historical centre of Quito is strongly linked to the configuration of the Ecuadorian national identity and to the official patrimonial discourse which guide the planning and management of the city centre while ignoring the daily spatial relationships and local memories that make up a different city. Therefore, this research seeks to understand how the residents, merchants and artisans of the city centre experience, think and value their space. This research uses a mobile ethnography and combines different qualitative tools such as mapping and photography to analyse corporeal and affective experiences in the city. The inhabitants use the notion of movement to describe an abundant flow of people, money and goods in different places and streets. The research identifies a variety of places in and around the historic centre remembered by the inhabitants for their movement and related to positive emotions and a sense of place. The article identifies and discusses how the relationship between movement, transportation and popular commerce generates affective atmospheres and problematizes the loss of movement of different public spaces that are currently perceived by the inhabitants as empty and dead. The article proposes that the places of movement evoke another type of popular imaginary and generate an alternative urban identity.

Keywords: affect; commerce; ethnography; imagination; movement; city.

1. Introducción

Este texto se centra en esclarecer la noción de “movimiento” usada por sus habitantes para describir un rasgo espacial valioso del centro histórico de Quito (en lo adelante CHQ), catalogado como primer Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1979 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Debido a su peso simbólico y material, en cuanto lugar que concentra la memoria colectiva de la nación en las últimas décadas del siglo XX, el CHQ se volvió uno de los proyectos urbanos más importantes de Ecuador. Después de la expansión urbana y el crecimiento poblacional acelerado, también durante las últimas décadas del siglo XX, el centro histórico se vio marcado por una continua fase de renovación caracterizada por un discurso patrimonial encaminado a dinamizar la economía de la ciudad.

Cuando se dice habitantes en este artículo se alude a todas las personas que han estado en el centro de la urbe el tiempo suficiente para haber formado un vínculo con el lugar sin importar si son residentes o no. Esto incluye a los residentes a largo plazo, comerciantes, dueños/as de tiendas y artesanos/as. Tales habitantes tienden a usar la palabra movimiento para describir la efervescencia de espacios públicos que en el pasado solían tener un abundante flujo de personas, dinero y bienes. En la actualidad, suele contrastarse el movimiento significativo de otrora con el estado poco transitado de hoy en día.

Haciendo uso de recursos creativos para realzar este contraste y una etnografía centrada en el caminar se reflexiona sobre lo que el movimiento significa para quienes habitan el CHQ. Al entender la relación entre movimiento, transporte y comercio popular e informal,1 en este artículo se problematiza la pérdida de movimiento de varios espacios públicos que en la actualidad son percibidos como vacíos y estáticos. Se discute cómo en busca de una movilidad dominante, a fin de efectivizar el transporte y adaptarse a las necesidades de una ciudad en crecimiento, se realizan intervenciones urbanas que afectan negativamente al movimiento. También se discute cómo proyectos urbanos basados en una forma de patrimonio que prioriza el potencial lucrativo de sitios históricos estigmatiza, ignora y desplaza el movimiento del centro de la ciudad. Por último, se describe y analiza cómo los lugares de movimiento evocan otro tipo de imaginario popular que a su vez plantea una identidad urbana alternativa.

2. Imaginarios urbanos y atmósferas afectivas

A fines del siglo XX se da un “giro subjetivo” en los estudios urbanos y hay un interés en la dimensión subjetiva de las ciudades. La urbanización acelerada de las urbes latinoamericanas provocó un interés sustancial en el intercambio entre sus componentes materiales e inmateriales (Greene 2018). Esto ha incentivado el interés en el estudio de los imaginarios urbanos, ya que estos pueden ser entendidos como un umbral entre dimensiones materiales e intangibles.

Para Vergara Figueroa (2007), el imaginario necesita del símbolo para expresarse, existir en sociedad y superar su condición virtual. No obstante, Vergara Figueroa (2007) también subraya que el desplazamiento de sentido entre imaginario y símbolo no sucede directamente, sino que implica a la intuición y la emoción involucrando al cuerpo y sus potencias cognoscitivas. Siguiendo lo que plantea Vergara Figueroa (2007), una aproximación fenomenológica al concepto de imaginario propone que este no representa directamente. Es decir, no puede ser leído en representaciones, pero se nota su presencia al tener un efecto en la vida social cotidiana. El imaginario participa en un proceso más complejo al mediar entre la fantasía y la realidad.

En la investigación en la que se fundamenta este texto se adopta una aproximación conceptual a los imaginarios urbanos desde la antropología. David Sneath, Martin Holbraad y Morten Axel Pedersen (2009), Sarah Pink (2008) y Claudia Strauss (2006) toman distancia de los enfoques dominantes con los que se trata lo imaginario como algo compartido por toda la sociedad; apuestan por un significado ampliado que trata al imaginario como un símil de la cultura y la ideología.

Sneath, Holbraad y Pedersen (2009) parten de los escritos filosóficos de Cornelius Castoriadis (1987) sobre el carácter indeterminado de la imaginación y proponen entenderlo en cuanto efecto en vez de resultado, al centrarse en las tecnologías que generan imaginarios particulares. Strauss (2006) recurre a Jacques Lacan (2001) para la conceptualización del imaginario, debido a que Lacan distingue explícitamente entre la fantasía de una persona específica y los símbolos socialmente compartidos, que son parte de la construcción cultural del inconsciente y las realidades más allá del símbolo.

De manera similar, Pink (2008, 183) argumenta que la similitud no se encuentra en los imaginarios, sino en los ambientes sensoriales y las realidades materiales que las personas comparten. Por lo tanto, un planteamiento antropológico del imaginario privilegia el estudio de sujetos reales sobre sujetos abstractos. En lugar de buscar el imaginario en las representaciones sociales se prefiere investigar las realidades materiales que comparten las personas. De este modo, el estudio de lo imaginario puede mantener el carácter del imaginario como estado intermedio entre lo inmaterial y lo material.

El concepto de “atmósferas” (Edensor 2012) de la geografía humana se relaciona con la concepción de imaginario desde la antropología, ya que no están limitadas por la representación e integran afectos y emociones al momento de experimentar y pensar el mundo. La geografía humana diferencia conceptualmente entre espacio y lugar. Al primero lo define como una locación geográfica, mientras que el segundo constituye un elemento que produce y da forma a la experiencia humana (Tuan 1977). Esta experiencia espacial comprende la percepción, el sentido, la memoria de lugar y el habitar humano. En este planteamiento fenomenológico se destaca cómo los individuos experimentan el espacio que es producido, a su vez, social y simbólicamente.

En esta línea de pensamiento está el concepto de “atmósferas” (Edensor 2012) con base en teorías del afecto que recalcan el componente no representacional y no cognitivo de la producción social y cultural. En la geografía humana el afecto se enfoca en la corporeidad humana, la práctica y la performatividad, y en cómo sus políticas centradas en la capacidad corporal pueden afectar a otras o verse afectadas (Rogers, Castree y Kitchin 2013a). El afecto es concebido como un proceso en el cual lo inmaterial, comprendido por sueños, intuición, imaginación y pensamientos precognitivos estructura respuestas a experiencias físicas y discursos sociales (Rogers, Castree y Kitchin 2013a). Las atmósferas son generadas por el flujo de afecto y emoción en un lugar y, a la vez, son productoras de un espacio social; estas mezclan emociones, afectos, sensaciones y significados (Edensor 2012).

Los conceptos y discusiones desarrolladas alrededor de los imaginarios urbanos y las atmósferas afectivas forman parte del marco teórico de este artículo, ya que facilitan la observación e interpretación de territorios que en un pasado se sentían vivos y activos por la cantidad de movimiento que tenían y que en la actualidad se encuentran desolados y se sienten inhóspitos. Una conceptualización del imaginario desde la antropología permite aplicar un marco metodológico empírico que explora las realidades sociales y materiales que engendran otro tipo de imaginarios urbanos. Las atmósferas afectivas ayudan a ubicar y comprender las relaciones entre los diversos actores que contribuyen a los “lugares de movimiento”, que son el resultado de experiencias espaciales significativas, como las de quienes habitan el CHQ.

3. Caminar, mapear, fotografiar

A partir de una conceptualización del imaginario como un proceso en vez de un producto, se adoptó una postura etnográfica para indagar en las experiencias urbanas que evocan distintos imaginarios urbanos. La investigación de lo urbano2 (Delgado 1999) a través de una comprensión profunda de la relación habitante-espacio plantea un reto. ¿Cómo cubrir un área considerable de la ciudad y entender distintas subjetividades? En respuesta, utilicé el caminar como método principal porque permite examinar las subjetividades espaciales mientras se cubre un área citadina considerable. La práctica móvil como estrategia de investigación no implica una inmersión completa para la totalidad del trabajo de campo dentro de un sitio y una comunidad, lo que Raymond Madden (2017, 78) llama etnografía de entrar y salir.

Durante doce meses me mudé al CHQ y seguí diez caminatas organizadas por cuatro colectivos barriales: Mi Loma Grande, La Colmena Colectivo Chakiñan, Corredor Chimbacalle y Guardianes del Patrimonio (figura 1). Si bien el área de mi etnografía abarcaba todo el CHQ (línea rosada, figura 1), esta no estaba completamente delimitada al inicio. Dependiendo de lo que pasaba en el campo mi foco de interés se movía por distintas áreas. Como resultado de participar en las caminatas barriales mi foco de interés se centró en la parte centro-sur del CHQ, incluso integrando los barrios Chimbacalle y Colmena localizados al sur e incluso fuera de sus límites oficiales.

El caminar fue utilizado para observar y participar en las realidades materiales y sociales de los habitantes, centrándome en como espacios específicos son experimentados y relatados para interpretar los imaginarios que se desprenden de la interacción con el espacio. Caminar con otros y ser guiada por vecinas y vecinos a través de lugares valiosos para ellos de un espacio particular, como un barrio o un parque, proporciona el punto de vista de quienes integran la comunidad sobre un sitio y se utiliza como un método participativo para la investigación etnográfica (Moles 2018).

Es una forma mutua de “hacer-lugar” que da una idea de la condición de una persona de estar en un sitio familiar (Pink 2008).

Además de seguir las caminatas conducidas por los colectivos organicé y conduje dieciséis “caminatas de orientación” sola o con otra persona (líneas color café en la figura 2). Una parte importante del diseño de la investigación exigía no limitar el trabajo de campo a un barrio o grupo de personas específico para tomar distancia de trabajos clásicos de etnografía urbana. Por ello, no me enfoqué solo en residentes sino en gente que habita regularmente el espacio, ya sea por ocio o porque tienen su lugar de trabajo ahí. Las caminatas de orientación me permitieron expandir el trabajo más allá del área física y social de los colectivos barriales y cubrir la parte centro-norte del CHQ.

Figura 2 Mapa de caminatas barriales y caminatas de orientación 

Estas caminatas están sustentadas en la concepción de “orientación” de Tim Ingold (2000, 232), quien la describe como una narración retrospectiva de la experiencia de moverse de un lugar a otro dentro de una región. Con base en los distintos sitios mencionados por los habitantes como curiosos y valiosos compilé una lista organizada por tipos de sitios: iglesias, miradores, paradas de buses, etc. Luego seleccionaba tres o cuatro sitios que estaban relativamente cerca para armar el itinerario de cada caminata. Durante todas las caminatas grabé los sonidos ambientales o las explicaciones de los guías, rastreé las caminatas haciendo uso del Sistema de Información Geográfica, tomé notas y fotos con permiso de los organizadores, en el caso de ser caminatas organizadas. Luego combiné el material de cada caminata en un escrito sobre la experiencia de la caminata que sirvió para analizar y reflexionar sobre la experiencia urbana en conjunto.

Las caminatas de orientación también se sustentaron conceptualmente en las similitudes entre la psicogeografía3 y la etnografía como formas de experimentar de primera mano los ritmos y la cotidianidad de lo urbano (Jenks y Neves 2000). Estas caminatas me permitieron enfocar las presencias materiales de la ciudad y abrieron espacio al encuentro fortuito y la improvisación en vez de seguir un itinerario fijo, lo cual me generó una relación más íntima con lo urbano. La lista de lugares valiosos me permitió experimentar y circular físicamente sobre los viajes e historias de los 193 habitantes. Las caminatas fueron complementadas con la generación de mapas con distintos habitantes del CHQ. Si bien las caminatas organizadas por los colectivos fueron útiles para adentrarme en una experiencia colectiva del espacio, era necesario complementar esto con formas individuales de experimentar y percibir el lugar, distintas de la narrativa de los colectivos barriales.

Los once ejercicios de mapeo, uno a uno, fueron ejecutados como parte de la etnografía urbana. No se consideró la edad ni lugar de vivienda como factor decisivo para la selección de quienes participaron, pero sí procuré que haya la misma cantidad de hombres y mujeres, ya que la experiencia urbana femenina tiende a ser invisibilizada. También traté de que no sean integrantes de los colectivos barriales para poder comparar las narrativas de los colectivos con experiencias individuales de habitantes. Los participantes fueron encontrados de manera azarosa (puntos rojos de la figura 2). Seis fueron contactados durante las caminatas barriales; algunos asistieron a las caminatas barriales conmigo; otros eran dueños de los lugares que visitábamos durante las caminatas. Los otros cinco participantes fueron encontrados de manera fortuita durante las caminatas de orientación.

Este ejercicio de mapeo no se sujetaba a una práctica cartográfica estricta y técnica, sino que se centraban en la experiencia cotidiana del espacio urbano del participante y el aspecto performativo del mapeo (Crampton 2009). El ejercicio fue dividido en distintas etapas diferenciadas por el uso de distintos colores (figura 3) para ubicar límites, calles, lugares, emociones, memorias y sensaciones (visuales, olfativas, táctiles y degustativas). El acto de dibujar sobre un papel en blanco permitió a los participantes reflexionar sobre su relación corporal y sensorial con el espacio durante tiempos particulares.

Figura 3 Mapas realizados con habitantes 

El resultado final no era tan importante como el proceso. Los participantes podían saltarse etapas o dejar de dibujar, lo importante era mantener un flujo de conversación continua. En este sentido, el ejercicio de mapeo se asemeja a una entrevista y su análisis e interpretación se abordó a través de la búsqueda de temas. A partir de todos los datos de campo identifiqué el movimiento en cuanto tema principal. Durante la realización de los mapas se habló de movimiento en relación con emociones positivas: alegría, diversión, tranquilidad, facilidad. También se volvió un tema al hablar de memorias y se subdividió en memorias sobre una agitada actividad comercial y memorias sobre calles y esquinas ocupadas por vecinos y vecinas que conversan o juegan.

También decidí articular la etnografía y la práctica artística en el proceso de investigación, mediante la fotografía, una práctica creativa que me ayudó a afianzar y amplificar la exploración y comunicación de los registros sensoriales y corpóreos de los espacios que son recordados por su abundante movimiento. Con base en las memorias de los y las habitantes busqué estos sitios para ver cómo están en la actualidad y experimentarlos por mi cuenta a través de la fotografía (figura 4). El trabajo fotográfico no es entendido como una representación objetiva de la realidad, sino como una práctica imaginativa que permite representar la etnografía. En la serie fotográfica “Movimiento en las calles”4 (figura 5) trabajo la dimensión estética de la imagen y exalto la capacidad comunicativa de la misma. La serie es una forma de articular y expresar experiencias afectivas y estéticas tanto de habitantes como de la investigadora que no pueden ser verbalizadas.

Figura 4 Espacios muertos ubicados geográficamente 

Tras combinar varios métodos cualitativos, en este artículo propongo un conjunto de herramientas metodológicas para analizar experiencias corpóreas y afectivas en la urbe.

Figura 5 Fragmento de la serie fotográfica “Movimiento en las calles” 

Es importante señalar que las herramientas no fueron usadas secuencialmente y no tienen un orden jerárquico. Estas se complementan al abordar el campo y la recolección de datos de maneras distintas. La base de la metodología es el caminar que permite recorrer un territorio extenso. Las caminatas con los colectivos sirven para conocer mejor el sentido de lugar de grupos de habitantes del centro histórico que transitan con fines específicos. Las caminatas de orientación permitieron tomar distancia de la narrativa urbana de los colectivos. Estas abrieron la puerta a la exploración y sirven para recorrer exhaustivamente la urbe sin un fin puntal. Además, permiten profundizar en el encuentro con la materialidad del centro y su cotidianeidad. El mapeo con habitantes y la práctica fotográfica permite tener un acercamiento más íntimo al sentido de lugar de los participantes y de la investigadora al revelar la dimensión sensorial y afectiva de la urbe.

4. Espacios muertos y un movimiento pasado

A partir del análisis de las caminatas barriales y organizadas, y de los ejercicios de mapeo, identifiqué el movimiento como un tema que surge de la experiencia espacial. Esto se hizo más notorio en los mapas, ya que los y las habitantes utilizaban esta palabra para describir lo que pasaba en espacios públicos recordados por ser concurridos y llenos de vida. Reconocí tramos de calles y sitios como plazas y paradas de buses que en el pasado se distinguían por un abundante intercambio de bienes y dinero y por el constante flujo de personas (figura 6). Decidí agrupar estos lugares bajo la palabra movimiento.

La Plaza de Santo Domingo como era antes. Las paradas eran ahí y los buses pasaban por un lado y por el otro. Había cualquier cantidad de movimiento. Pasaban todos los buses: Colón-Camal, Villaflora-Iñaquito, Camal-Hipódromo. Esas eran las líneas tradicionales de buses que pasaban por aquí. Todo el mundo se amontonaba en Santo Domingo para coger los carros. La calle Flores era bastante movida, después ya cerraron eso y nos modernizamos con el trole. Esas calles sí que se volvieron medio desoladas. ¿No? (Johana, 56 años, conversación durante ejercicio de mapeo, 17 de octubre de 2019).

Chimbacalle era un lugar textilero y ferroviario. El ferrocarril traía mucho movimiento al barrio. Hasta la una de la mañana había gente caminando por las calles. A los alrededores había las pensiones, ya que el tren salía a las cinco de la mañana y no había transporte como ahora (Marcelo, 71 años, conversación durante ejercicio de mapeo, 25 de septiembre de 2019).

Por un lado, los lugares de movimiento se refieren a una actividad comercial intensa relacionada con una fuerte circulación de personas y, por otro, a una actividad de socialización entre vecinos y vecinas que activa el espacio público. En los dos casos, el movimiento es percibido como una cualidad que llena de vida el espacio. Al hablar de lugares de movimientos en el barrio -esquinas, calles y paradas de buses-, los colectivos barriales acentúan el aspecto social de estos lugares como puntos de encuentro que facilitaban un sentido de comunidad. Por tal razón, los colectivos expresan su intención de mantener o renovar estos sitios de encuentro, al activarlos con distintas iniciativas como caminatas y fiestas.

Figura 6 Tramos y sitios de movimiento 

Los mapas también hacen referencia a un sentido de pertenencia y comunidad generado por los lugares de movimiento. Sin embargo, los ejercicios de mapeo enfatizan el aspecto comercial de los lugares y cómo el tener un flujo de bienes materiales y transporte cerca genera alegría, tranquilidad y facilita el diario vivir. Además, en los ejercicios de mapeo se mencionan las calles Benalcázar y Rocafuerte en cuanto tramos de alto movimiento que corren el riesgo de perderlo a futuro debido a una posible peatonalización. Esto genera en los habitantes ansiedad y tristeza. Al recordar lugares de movimiento los habitantes tienden a comparar la vitalidad de estos en el pasado con su estado actual.

Que conozcan un barrio vivo. No como La Ronda, el ejemplo de un barrio muerto, donde todos los vecinos se fueron, ya no hay tiendas. Aunque era un barrio problemático, las prostitutas y los drogadictos eran vecinos también como el resto. Sobre San Marcos se dice que ha muerto, que es puro café y hotel y que no hay dónde comprar.

La gente de allá viene a comprar a La Loma (Marco, 38 años, conversación durante caminata con el colectivo Mi Loma Grande, 24 de noviembre de 2018). Al frente del teatro Sucre era la parada de los taxis y un playón de carros… Mi papá dejaba parqueado el carro ahí y se veían a las cinco de la mañana porque todo esto era un barrio vivo. O sea, el centro histórico tenía vida hasta las doce de la noche. Este local se cerraba a las doce de la noche. Once y media ya bajaban la puerta porque había barrio, la gente venía a comer, se tomaban un cafecito, una cerveza, lo que sea. ¡Había barrio! (Joffre, 47 años, conversación durante caminata de orientación, 23 de agosto de 2019).

En el presente los lugares que solían tener movimiento son descritos como vacíos y estancados, a veces como “muertos”. Es importante resaltar que, para los habitantes, pertenezcan o no a los colectivos, cuando los lugares mueren deja de haber barrio. El movimiento a través de una práctica social reiterativa, convivencial y lúdica en un espacio familiar genera una atmósfera afectiva.

Las descripciones de estos espacios durante las distintas conversaciones y sus transformaciones a lo largo de los años me dejaron intrigada. Esto me incentivó a aproximarme a ellos con una cámara. Influenciada por los recuerdos de los habitantes comencé a percibir este tipo de lugares aún más vacíos e inactivos que antes. Esto me llevó a crear la serie fotográfica “Movimiento en las calles” (figura 5) que yuxtapone fotografías 199 análogas de los espacios muertos y los fragmentos de las memorias de movimiento. Este no pretende ser un ejercicio puramente nostálgico que solo recuerda una zona que alguna vez fue efervescente y próspero. El ejercicio de poner las memorias de movimiento junto a las imágenes del presente pretende acentuar su vacío y estancamiento hasta volverlos inhóspitos. Aunque el movimiento de personas y los flujos de tránsito no se han detenido por completo, la falta de movimiento es físicamente palpable.

La serie superpone dos atmósferas afectivas diferentes: una plasmada en las memorias de un flujo de personas y mercancías continuo que despierta sentimientos de alegría, pertenencia y tranquilidad; otra, presente en las fotografías análogas que a través de colores deslavados y la textura producida por el grano de la película fotográfica acentúan el vacío y la melancolía precipitada por la falta de movimiento. Con esto, la serie fotográfica intenta transmitir y acentuar cómo el ambiente de estos espacios cambia cuando se mira y experimenta a través de los recuerdos de sus habitantes.

5. La triangulación entre movimiento, transporte público y comercio popular

Tanto los lugares de movimiento recordados por sus habitantes como su estado actual considerado espacio muerto generan atmósferas afectivas. Edensor (2012) identifica al afecto en cuanto aspecto positivo porque descentra el estudio del sujeto humano.

Esto permite abordar el espacio de una manera relacional y explorar cómo actores y energías emergen, se relacionan y se distribuyen de manera diferente y se inscriben en lo social para formar “campos afectivos” (Edensor 2012, 1105).

Por lo tanto, para entender en profundidad el modo en que los lugares de movimiento funcionan y lo que significan es importante identificar los distintos aspectos que generan atmósferas afectivas y cómo se articulan. La relación entre movimiento, transporte público y comercio popular e informal se vuelve evidente en las memorias que describen espacios públicos de alto movimiento.

Las emociones positivas que emergen de las memorias de los lugares de alto tránsito se refieren al movimiento de mercancías, a una próspera economía popular y a un antiguo sistema de transporte. Los habitantes mencionan antiguas paradas de buses, terminales y paradas de cooperativas de taxis como lugares que facilitaban el alto tránsito. La mayoría recuerda el nombre y recorrido de las distintas líneas de autobuses y cómo se veían. Tener acceso a una red de transporte extensa y físicamente cercana a su hogar o sitio de trabajo era algo satisfactorio y cómodo.

En las caminatas organizadas por los colectivos se identificaron algunas paradas antiguas, por ejemplo, la parada Loma-Vicentina sobre la calle Antonio de Rivera o la parada Batán-Colmena sobre la calle Cayetano Cestaris, otrora lugares importantes del barrio. Estas paradas forman parte de la memoria social no solo porque eran puntos de encuentro cotidiano del barrio, sino porque eran espacios dónde se organizaban distintos eventos que fomentaban la generación de lazos sociales y el sentirse parte de una comunidad. Las memorias del movimiento describen cómo la articulación de puntos de alto tráfico y la dinámica socioeconómica del comercio popular activaban el espacio público y lo hacían más ameno y placentero.

El intercambio de bienes y dinero y un flujo de personas considerable depende del alto tráfico de distintas formas de transporte. El comercio popular e informal se ha generado y posicionado cerca de lugares con alto tráfico. Distintas personas comentan cómo su negocio se veía beneficiado por estar cerca de paradas de buses o al paso de importantes arterias de la ciudad como las calles Roca Fuerte y Sebastián de Benalcázar. Moverse una o dos cuadras de estos puntos de alto tráfico, el cambio de sentido de calles o el redireccionamiento y disminución de rutas de buses tiene un efecto negativo en los negocios. En general, cuanto más “movimiento” hay, mejor es para los negocios. No obstante, la atmósfera generada por el movimiento no solo depende de una actividad económica abundante. Los espacios descritos como muertos por los habitantes son percibidos así porque no están generando capital y porque las relaciones socioculturales construidas en torno al comercio popular han perdido fuerza.

En conclusión, las atmósferas afectivas generadas por el movimiento son configuradas por el vínculo entre zonas de alto tránsito y las prácticas socioeconómicas en espacios públicos que han persistido en la memoria social de quienes los habitan. La práctica reiterativa en estos espacios, su activación a partir del alto tránsito de bienes y personas y las relaciones sociales que se dan alrededor del comercio informal y popular lo han impregnado tanto de sentidos como de afectos.

6. Movilidades truncadas

Al analizar en conjunto las memorias sobre los lugares de movimiento, queda claro que no hay un tiempo ni un área específica en los cuales los lugares pierden movimiento. Más bien ha sido un proceso progresivo desde finales de los años 70.5 La razón y locación de las varias intervenciones urbanas y viales que han alterado el movimiento son múltiples. Esto amerita analizar cada caso en profundidad y en una investigación aparte. Sin embargo, a grandes rasgos se pueden distinguir dos razones generales que serán discutidas a continuación.

Figura 7 Avenida Maldonado 

Durante los años 70 se construye el paso elevado que lleva a la Marín derrocando la Biblioteca Nacional y reubicando el mercado de la Plaza de San Blas. La estación del tren en Chimbacalle dejó de funcionar a fines de los años 80 y fue reinaugurada en 2007 para volver a cerrar en 2020. Las fábricas textiles de Chimbacalle, La Industrial y Victoria cerraron a fines de los 90. El sistema integrado de transporte que redujo las rutas de buses tradicionales fue puesto en marcha desde los 90 hasta la primera década del siglo XXI. El mercado de la plaza de Santa Clara fue reubicado tres cuadras al occidente en 1994. El boulevard 24 de Mayo ha sido renovado varias veces; su último proceso de renovación fue en 2011. El Penal García Moreno cerró en el 2014 y la última calle peatonalizada fue la Venezuela en 2018.

La primera tiene que ver con volver efectiva la infraestructura del transporte público y sus rutas a través de intervenciones urbanas. Durante los años 70 se dio el primer gran cambio de infraestructura a partir del Plan Director de Urbanismo (Municipio de Quito 1967) para acomodar a una ciudad que crecía aceleradamente en territorio y población. El subsistema de corredores integrales fue implementado entre los años 90 y la primera década del siglo XXI para aliviar el tráfico y usar las arterias principales de la metrópolis, ya que pueden transportar más pasajeros y moverse más rápido porque tienen un carril exclusivo. Habitantes del barrio de Chimbacalle se acuerdan de la Avenida Maldonado (figura 7) como un lugar muy movido, lleno de locales y ventas ambulantes.

¡Uta, había la de negocios pues! Tiendas, ventas de muebles, ventas de todo, desde aquí hasta el sur. Vino el trole y nos quitaron los buses y se bajó totalmente las ventas, porque todos los tipos de buses -Colón-Camal, Villaflora, Vicentina, San Bartolo- venían por la Maldonado y de ahí se iban diseminando. Ahora el trole solo pasa de una sola y tiene paradas específicas, entonces la gente ya no camina ni circula por esos espacios (Patricio, 43 años, conversación durante caminata barrial con el colectivo Corredor Chimbacalle, 14 de junio de 2019).

Según Patricio, el tipo de buses afecta la forma en que las personas se relacionan con su entorno y su participación en él. Aunque los buses viejos llevaban menos pasajeros y tardaban más porque las rutas tenían más paradas, este transporte permitía a la gente dedicarse a la contemplación. Las personas podían mirar por la ventana y seguir lo que sucedía en las calles, y hasta bajarse del autobús para conocer y preguntar sobre el mundo que estaban viendo detrás del vidrio. La posición de observación que ofrecen estas viejas dinámicas de transporte es una especie de relación de vitrina con el exterior que permite poner la atención a los negocios sobre la calle.

Con la investigación que sustenta este texto no busqué enmarcar las atmósferas afectivas generadas por el movimiento dentro de la nostalgia, tampoco proponer que se mantengan formas ineficientes y contaminantes de transporte público, especialmente en una ciudad que ha crecido aceleradamente en medio siglo. No obstante, las administraciones municipales desde los años 70 hasta la segunda década del siglo XXI han buscado generar áreas de tránsito continuo en lugar de espacios de tránsito que faciliten el intercambio. Por lo tanto, se puede inferir que la planificación urbana de Quito sigue siendo preponderantemente técnica y debería integrar estudios de impacto socioespacial, económico y cultural en la movilidad urbana.

La segunda razón que detiene el movimiento en ciertos espacios públicos e influye en su percepción como muertos es su reconfiguración y el tránsito en función de un discurso conservador que prioriza el patrimonio material para justificar el desarrollo del centro histórico como un destino turístico. Un elemento importante de esta línea de reordenamiento urbano del CHQ es el Programa de Peatonalización del Centro Histórico, que forma parte del plan parcial para el desarrollo del Centro Histórico de Quito (Orbea Cevallos et al. 2003), direccionado a racionalizar las actividades y usos del espacio a través de la reubicación del comercio informal y los mercados (Ortega Lloré 2014).

Durante mi trabajo de campo conté once tramos de calle que han sido peatonalizados hasta la presente fecha. A partir del 2012 la Municipalidad de Quito con la cooperación internacional de la Junta de Andalucía de España iniciaron el proceso de peatonalización de algunos tramos del centro histórico; la calle Venezuela fue la última en ser peatonalizada en septiembre de 2018. Estos tramos de calles peatonalizados están ubicados dentro de la zona especial turística. De acuerdo con el Plan parcial para el desarrollo integral del Centro Histórico de Quito (IMP 2019), esta zona obedece a regulaciones y solo promueve pequeñas empresas de relevancia turística como alojamiento, alimentos y bebidas. La zona especial turística también se encuentra dentro del perímetro del núcleo del CHQ (figura 8). En los mapas oficiales, los límites del núcleo de la capital ecuatoriana están definidos por los límites del área declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987 (IMP 2019).

Figura 8 Mapa de calles peatonalizadas 

La peatonalización de tramos de calles ha empujado a la periferia del núcleo del CHQ al tráfico motorizado popular, beneficiando la zona especial turística.

En teoría, la peatonalización podría aumentar la calidad de vida y facilitar otro tipo de relación corpórea con el ambiente urbano. Además, las zonas peatonales tienen el potencial de fortalecer la economía porque moverse a pie es más lento y redirige la atención de los transeúntes a los negocios de la planta baja (Gehl 2010). Sin embargo, habitantes, comerciantes y artesanos/as del CHQ manifiestan una actitud reacia al proceso de peatonalización, ya que ha limitado la movilidad cotidiana de los habitantes.5 Describen cómo el tránsito, a pie, en carro o en transporte público, se ha vuelto cada vez más difícil a lo largo de los años. Además, la peatonalización quebranta el vínculo entre el transporte público y el comercio popular e incrementa la percepción de inseguridad, lo cual disminuye el movimiento en las calles. Durante los ejercicios de mapeo se ha mencionado un temor a una posible peatonalización de las calles Benalcázar y Rocafuerte (figura 6), pues de acuerdo con los habitantes ello afectaría negativamente a los negocios.

Mientras los habitantes se muestran cautelosos ante la progresiva peatonalización del CHQ, desde un punto de vista oficial e institucional la peatonalización es justificada a partir del ordenamiento de la actividad del sector informal (Vallejo Aguirre 2003). Cabe recalcar que en el Plan parcial para el desarrollo integral del Centro Histórico de Quito no consta una red peatonal articulada (IMP 2019) y se menciona que la vinculación del CHQ con proyectos de movilidad sostenible es nula. Por tanto, los criterios que impulsan intervenciones urbanas como la peatonalización, hasta 2019, parecen inclinarse principalmente hacia la consolidación del CHQ como destino turístico sin tomar en cuenta los aspectos positivos de las actuales dinámicas culturales, sociales y económicas que ayudan a mantener vivo el tejido urbano, ni cómo la peatonalización puede servir a un proyecto de movilidad integral.

7. Memorias de movimiento como ventanas a un imaginario popular alterno

Al considerar las atmósferas afectivas un producto de la relación entre movimiento, transporte público y comercio popular es posible dilucidar otros imaginarios e identidades urbanos. Armando Silva (2006), Fernando Carrión (2009) y Daniel Hiernaux (2006) observan que predominan los imaginarios urbanos sobre los centros históricos latinoamericanos que tienden a caracterizar negativamente el comercio informal y popular y las relaciones socioespaciales que se forman a sus alrededores. La gente percibe las prácticas espaciales relacionadas con el “imaginario popular” (Carrión 2009, 8) como antihigiénicas, inseguras y estéticamente desagradables.

En Quito, este imaginario ha permeado las políticas públicas que apoyan la reubicación del comercio popular por la inseguridad, la falta de higiene y el deterioro del espacio construido (Vallejo Aguirre 2003). Sin embargo, al examinar detenidamente durante el trabajo de campo cómo las prácticas sociales y materiales precipitan imaginarios populares, es posible desvincular imaginarios de la inseguridad y el miedo de los habitantes actuales de los centros históricos y sus prácticas espaciales cotidianas.

Las memorias de movimiento ilustran un ambiente particular asociado a emociones positivas -alegría y bienestar- y fungen como ventanas al imaginario popular. Describen personajes urbanos -cajoneras, limpiabotas, ebanistas, artistas callejeros- y formas populares de apropiación y valoración del espacio que se afianzaron a partir de los años 60 y 70 cuando la migración interna aumentó el tamaño de Quito. El comercio callejero y sus dinámicas urbanas no se rememoran como intrusivos o limitantes del paisaje urbano, más bien son descritos como elementos que le dan vida.

Tampoco el comercio en el espacio público es idealizado completamente, ya que se recuerdan estrategias de venta agresivas y conflictos entre comerciantes. No obstante, también se describe una economía popular paralela, cuyas bases económicas construyen lazos sociales más allá del modelo económico competitivo individual (Kingman Garcés y Muratorio 2014). Las memorias obtenidas a través de los ejercicios de mapeo representan una “cultura en común” (Kingman Garcés y Muratorio 2014, 39), 205 materializada en los mercados y ferias y basada en intercambios permanentes entre diferentes clases sociales y etnias; entre el campo y la ciudad.

Las atmósferas generadas por el movimiento evocan imaginarios espaciales que van más allá de lo festivo y lo lúdico; presentan a lo urbano popular bajo una luz diferente. Los afectos ligados a los lugares de movimiento no solo responden al intercambio de bienes y dinero, sino a las relaciones sociales que surgen a partir de este intercambio y a una forma de transporte que permitía la configuración de espacios de encuentro y socialización.

Las comunidades formadas en torno a economías paralelas, caracterizadas por un constante movimiento, también generan identidades urbanas alternas. De acuerdo con Marta Rizo (2018), la identidad territorial está relacionada con la interacción, la identificación y el vínculo emocional con un área particular que es organizado de forma simbólica y convertido en lugar. Por tanto, los afectos ligados a los lugares de movimiento -la alegría, la satisfacción, la tranquilidad-, las prácticas sociales reiterativas alrededor del comercio y el transporte público, y la convivencia cotidiana generan una apropiación simbólica del espacio ligada a identidades urbanas fundamentadas en la cultura popular.

Tales identidades urbanas han sido excluidas de la noción de quiteñidad que se configuró durante la segunda mitad del siglo XX, cuando la ciudad comenzó a crecer a raíz de una abundante migración interna y surgió la necesidad de diferenciar a las personas que ya vivían en ella de quienes llegaban del campo; a estas últimas las denominaron “chagras,” “cholos” y “longos” (Bustos 1992, 182-186). Por ese motivo, lo “popular-urbano”, que surge de este proceso de migración y urbanización, debe entenderse sobre la base de una diferenciación étnica heredada de la estratificación colonial (Bustos 1992, 187). Esta idea oficial de quiteñidad junto con el discurso patrimonial oficial sustentan el continuo proceso de renovación del CHQ, invisibilizan la memoria popular e ignoran la cotidianidad y las voces de quienes lo habitan actualmente.

8. Conclusiones: el potencial de los espacios muertos y las memorias sobre el movimiento

En este artículo se ha identificado el continuo proceso de renovación del CHQ, en el que se utiliza el discurso patrimonial para justificar el desarrollo del centro histórico como destino turístico. Asimismo, se ha analizado la masificación y eficiencia del transporte público en cuanto causas de la disrupción y el desplazamiento de las atmósferas de movimiento, concluyendo que, una vez transformados los lugares de movimiento, estos espacios son experimentados por sus habitantes como lugares muertos.

La serie fotográfica subraya el carácter vacío, melancólico e incierto de los espacios que han perdido movimiento. Debido a una ausencia de prácticas sociales, espaciales y económicas que los resignifique y reconfigure su uso en el presente, se propone concebir estos espacios muertos como suspensos en el tiempo y disponibles para ser retomados por formas de movilidad popular y grupos sociales que siguen interactuando cotidianamente con ellos. Si bien los espacios muertos pueden ser entendidos como parte de un proceso de gentrificación de las ciudades latinoamericanas, caracterizado por la formalización de las economías y dinámicas informales de las urbes (Janoschka y Sequera 2014), también poseen el potencial para que el movimiento se reconfigure. Al estar disponibles y vacíos estos sitios muertos pueden ser reactivados por productores culturales y colectivos barriales, como los mencionados en este texto.

Una contribución del estudio en que se basa este artículo es el conjunto de herramientas metodológicas para analizar posturas locales y encarnadas en la ciudad, ante la escasez de métodos y conceptos de investigación profundos para registrar las relaciones cotidianas con el espacio urbano. Gracias a la etnografía móvil de base se han podido comprender las subjetividades espaciales y cubrir una gran extensión del centro histórico, sobrepasando incluso sus límites oficiales. Se trata de aportar una nueva perspectiva sobre las etnografías urbanas clásicas que tienden a enfocarse en un grupo de gente y, por tanto, abarcan un área geográfica limitada. Al integrar herramientas visuales y trabajar de manera creativa el mapeo con habitantes y la serie fotográfica, accedí a registros sensoriales y afectivos implícitos en el proceso reflexivo que da coherencia a la experiencia. De este modo, se enriquecen las etnografías emergentes con herramientas visuales y prácticas creativas a fin de transmitir experiencias sensoriales y encarnadas.

El análisis de las atmósferas de movimiento también muestra que un involucramiento directo con el entorno urbano complica y desafía la planificación urbana de la ciudad y el imaginario dominante del CHQ, basado en una idea conservadora de quiteñidad y una visión del patrimonio, en la que se prioriza lo material en función de un rédito económico. Este acercamiento local y experiencial al entorno urbano hace visibles formas de movilidad alternas, prácticas de hacer-lugar y memorias sociales que engendran otros imaginarios populares urbanos, otras identidades urbanas.

Más que comprender las memorias de movimiento como fragmentos de un pasado mejor y lejano, en este artículo muestro memorias que retratan dinámicas socioespaciales que todavía siguen vigentes en Quito. Estas memorias no siempre logran permear la esfera pública. Por esa razón, es importante visibilizar y comunicar posturas locales y corporales hacia los sitios históricos que se manifiestan en las memorias sociales de sus habitantes. En este sentido, los colectivos barriales mencionados han realizado un trabajo relevante al movilizar la memoria social para hacerla pública. La recuperación de la memoria barrial y la activación del espacio público son el resultado de un proceso de gestión cultural comunitaria, con el que se cuestiona la memoria oficial formada por un discurso patrimonial inclinado a la conservación y renovación del espacio construido.

Esto abre una puerta a un cambio de paradigma en relación con los sitios patrimoniales: la propuesta radica en tener en cuenta a sus habitantes actuales y los 207 usos de los entornos históricos para conducir una forma sostenible y participativa de conservación y gestión (Lafrenz Samuels 2016). Los hallazgos aquí presentados demuestran que sus habitantes le dan valor simbólico y afectivo a las dinámicas espaciales cotidianas que generan las atmósferas de movimiento que incentivan un sentido de pertenencia y unas relaciones socioeconómicas. Al reconocer las atmósferas de movimiento como un elemento inherente al CHQ, que dinamiza el tejido urbano, se podría mantener una heterogeneidad funcional y socioeconómica de este espacio.

Apoyos

Este artículo es producto de la beca doctoral proporcionada a la autora por Edinburgh College of Art Scholarship, Universidad de Edinburgo

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Cómo citar este artículo:

0Piñeiros, Estefanía. 2023. “Movimiento en las calles: rasgo espacial significativo del centro histórico de Quito”. Íconos. Revista de Ciencias Sociales 76: 187-209. https://doi.org/10.17141/iconos.76.2023.5509

1El comercio popular e informal en el contexto latinoamericano hace referencia a una actividad comercial de autosubsistencia no regulada por instancias de poder. Es ejercida en países que tienen una industria incipiente y una economía basada en servicios. Lo popular está vinculado con las clases sociales menos favorecidas y tiene un trasfondo étnico, ya que la mayoría de la población indígena es parte de las clases económicas vulnerables y raras veces permea la alta cultura.

2Lo urbano está caracterizado por una naturaleza fragmentaria, la reestructuración continua, la movilidad constante y las relaciones breves (Delgado 1999).

3La psicogeografía es una estrategia artística cuyo elemento distintivo es caminar para explorar los efectos del entorno geográfico sobre las emociones y el comportamiento (Rogers, Castree y Kitchin 2013b).

4La serie fotográfica completa está expuesta en: https://bit.ly/3l0dA9L

5Durante el trabajo de campo la resistencia a la peatonalización no solo se manifestó en conversaciones y entrevistas con habitantes, sino también en tres reuniones barriales, en las que se discutió el tema.

Recibido: 02 de Mayo de 2022; Revisado: 12 de Agosto de 2022; Aprobado: 06 de Diciembre de 2022

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