1. Introducción
El mundo, la manera en que lo concebimos, las leyes, los discursos, los saberes, los imaginarios sociales, las distintas formas de relacionarnos con otras personas y todo aquello que es considerado “verdad” está construido en clave binaria: masculino y femenino, dos entidades diferentes e inmutables. Como manifiesta Héritier-Augé (1990), el pensamiento simbólico está estructurado binariamente y la jerarquía entre masculino/femenino es la base fundamental de esta estructuración.
Así mismo los cuerpos de las personas se dividen en dos categorías: hombres y mujeres, cada cuerpo con su respectiva función social dentro del sistema binario de género1 que los clasifica a partir de la sexuación2. A los nacidos con pene se les asigna el género masculino, mientras que a las nacidas con vagina el femenino. Los órganos sexuales son funcionales a la reproducción de la especie humana y, por ello, a partir de la sexuación no solamente se asigna/impone un género, sino también un deseo/orientación sexual: el heterosexual. Tales mecanismos vuelven inteligibles únicamente dos formas de identificación: la masculina y la femenina; y una única manera permitida de desear, relacionarse y amar: la heterosexual.
A esta correlación entre sexo, género y deseo, Rubin (1986) la denominó sistema sexo-género, mientras que Butler (2007) la llamó “matriz heterosexual”. Dicha matriz opera a nivel social como una imposición que recae sobre los cuerpos. En el presente artículo, estableciendo un diálogo con estas autoras, se hablará de cuerpo sexuado, género impuesto y deseo construido.
A propósito, Foucault explica que “el individuo, con sus características, su identidad, en su hilvanado consigo mismo es un producto de una relación de poder que se ejerce sobre los cuerpos, las multiplicidades, los movimientos, los deseos, las fuerzas” (Foucault 2002, 120). En esta relación de poder no solamente se imponen roles y conductas ideales, también se crean sujetos modélicos que son presentados como la norma, lo natural. Así se crea un sistema de recompensas y castigos que dependerá de cómo cada persona se adapte a la conducta impuesta por el ideal. Para este autor, la normalización implica la construcción de una norma idealizada de conducta, refor-zada a través de recompensas hacia quienes se aproximan a esa norma o castigos para aquellos individuos que se desvían de este ideal.
Entre las distintas recompensas que reciben quienes se adaptan a la norma se encuentra el libre acceso al espacio público y la percepción del mismo como seguro, mucho menos violento y hostil que como lo percibe su contraparte, para quienes se dirige “el castigo”. Quienes no se ajustan a la norma habitan la ciudad en constante miedo y bajo amenaza, cargando con el estigma de ser diferentes, de no encajar. Debido a esto las personas de la diversidad sexual se han desarrollado socialmente en un contexto de discriminación y exclusión (Butler 2007).
Cabe mencionar que el conjunto social leído como “mujeres” percibe el espacio público de forma distinta al conjunto social leído como “hombres”. Siguiendo a Soto (2016),
el género en cuanto construcción simbólica de la diferencia sexual ha sido fundamental en la configuración de espacios específicamente para uno y otro sexo. Los límites simbólicos que se han impuesto culturalmente a las mujeres han tenido una correlación espacial […]. Cualquiera de estas espacialidades ha tenido como característica principal la reclusión, la invisibilidad y el silencio (Soto 2016, 77).
Es decir, no solamente las personas de la disidencia sexual se encuentran en un lugar de desventaja frente a las personas cisgénero-heterosexuales, sino también las mujeres frente a los hombres.
Son parte de la diversidad sexogenérica las personas trans3 y travestis4, cuya expresión e identidad de género no corresponde a la impuesta a partir del sexo biológico. Estas personas han construido sus narrativas de vida por fuera de las normas conduc-tuales asociadas a su cuerpo. Ahora bien, existen una infinidad de identificaciones que rompen con el binarismo de género y que van más allá de lo masculino y de lo femenino, que a su vez son constructos sociales y no identificaciones estables e inherentes al sujeto. Con relación a lo anteriormente señalado, Serret (2018) argumenta lo siguiente:
La identidad de género es la que hace a una persona considerarse y ser considerada, en términos del imaginario social, como hombre, mujer u otras variables entre estos dos términos, y se halla referida al ordenador simbólico masculinidad-feminidad. Siendo el núcleo de toda identidad, el género en una persona es igualmente imaginario y se conforma a lo largo de un complejo proceso en la formación subjetiva (2018, 138).
Para efectos del presente artículo se va a hablar de un grupo de personas trans, quienes por sus datos biológicos fueron asignadas mujeres al nacer y que a partir de esto se les socializó con la estética y con los roles de género asociados a la feminidad. Sin embargo, su identidad de género no coincidió con la impuesta a partir de sus datos biológicos, ya que esta fue desde la infancia tendiente hacia la masculinidad, por lo que, una vez que se reconocen a sí mismas como personas transmasculinas, empiezan a realizar en sus cuerpos una serie de transformaciones estético-corporales a fin de ser leídos por la sociedad como varones.
Se abordará a varones transmasculinos pertenecientes a la organización Fraternidad Transmasculina Ecuador (FTM), radicada en Quito, provincia de Pichincha. En lo que concierne a las personas trans que integran la FTM, el denominador común en sus relatos de vida es la escasez de fuentes de información, el desconocimiento y el desinterés por parte del Estado y de las instituciones de poder respecto a su existencia y a las demandas específicas de su sector. A ello se suma la consecuente vulneración de derechos que esto provoca, derechos entre los que se encuentran el acceso al espacio público y una vida libre de violencia dentro de la ciudad.
Con base en lo antes planteado, en el presente artículo se pregunta: ¿qué efectos producen las transformaciones estético-corporales de los miembros de la Fraternidad Transmasculina del Ecuador en la percepción del espacio público y en la forma de habitar la ciudad? Se entienden a las transformaciones estético-corporales como el resultado de procesos de hormonización mediante la administración de testosterona y la adecuación a determinadas prácticas asociadas a la masculinidad. Como se desprende de la investigación en que se basa este texto, las transformaciones de las personas en mención conducen a una masculinización de sus cuerpos incidiendo en la forma de percibir, usar, disfrutar, acceder y habitar la ciudad.
El artículo se organiza en cuatro apartados. Después de la introducción se aborda la metodología. En el tercer apartado se desarrolla el marco teórico donde se construye una relación entre identificación y cuerpo; también aparece el contexto de la FTM y las características generales de las vidas de estas personas. En ese mismo apartado se describen los efectos que producen las transformaciones estético-corporales de los miembros de la FTM en la percepción del espacio público y en las diferentes formas en las que habitan la ciudad. Finalmente, se presentan las conclusiones generales del estudio.
2. Metodología
Este artículo se desarrolla a partir de la investigación de la tesis titulada “Hombres trans: narrativas biográficas de los miembros de la Fraternidad Transmasculina Ecuador”, previa a la obtención del título de maestra en Ciencias Sociales con mención en Género y Desarrollo por FLACSO Ecuador. En el trabajo investigativo, realizado en 2019, se utilizó un marco metodológico cualitativo y el método de investigación etnográfico, el cual permite “describir y analizar ideas, creencias, significados, conocimiento y prácticas de grupos, culturas y comunidades” (Hernández Sampieri, Fernández Collado y Baptista Lucio 2010, 501).
La investigación implicó el desarrollo de trabajo de campo, descripción densa y entrevistas en profundidad. A su vez, permitió describir e interpretar la construcción de la masculinidad en los cuerpos de los transmasculinos pertenecientes a la FTM a partir de sus narrativas biográficas desde los recuerdos más tempranos en la niñez, pasando por el reconocerse como varones trans durante la pubertad y la adolescencia, hasta encontrar en los grupos de pares y en el transfeminismo un espacio seguro de acompañamiento.
Las entrevistas en profundidad realizadas implicaron el desarrollo de “encuen-tros cara a cara” entre la investigadora y los informantes, “dirigidos hacia la comprensión de las perspectivas que tienen los informantes respecto de sus vidas, experiencias o situaciones, tal como las expresan con sus propias palabras” (Taylor y Bogdan 1987, 194-195). El fin fue “adentrarse en la vida del otro, penetrar y detallar en lo trascendente, descifrar y comprender los gustos, los miedos, las satis-facciones, las angustias, zozobras y alegrías, significativas y relevantes del entrevistado” (Robles 2011, 40). Las entrevistas se realizaron a cinco de los diez miembros que conformaban la FTM en el año 2019, cuyas edades oscilaban entre los 16 y 35 años; todos ellos viven en el norte de Quito, capital del Ecuador, en la provincia de Pichincha.
Se investigó, mediante la misma técnica de la entrevista en profundidad con un sujeto de estudio, acerca de los procesos personales de transición hacia la masculinidad mediante las transformaciones estético-corporales que los integrantes de la FTM han realizado en sus cuerpos y los principales problemas que han enfrentado una vez que han empezado este proceso, para luego ubicar el relato en un punto de convergencia entre dos aspectos: 1) el testimonio subjetivo de un individuo a la luz de su trayectoria vital, de sus experiencias, de su visión particular; y 2) la plasmación de una vida que es el reflejo de una época (Pujadas 1992, 41).
Finalmente, se realizaron entrevistas a activistas transfeministas del Proyecto Transgénero (plataforma Madre de la Fraternidad Transmasculina Ecuador) creado en el año 2012 con el objetivo de trabajar por el mejoramiento de las condiciones de vida de las personas trans.
3. Análisis y resultados
Para analizar los resultados de la presente investigación se priorizaron los relatos de vida de los miembros de la FTM en lo relacionado con la percepción del espacio público y las distintas formas de habitar la ciudad. Siguiendo a Bertaux (2005),
un relato de vida no es un discurso cualquiera: es un discurso narrativo que trata de contar una historia real y que, además, a diferencia de la autobiografía escrita, se improvisa en el marco de una relación dialógica con un investigador que, de entrada, orienta la entrevista hacia la descripción de experiencias que le ayuden al estudio de su objeto (Bertaux 2005, 73-74).
Así, en un primer momento se profundizó en las narrativas de los entrevistados cuando estos se relacionaban con su entorno bajo la estética femenina. Después, en un segundo momento, se analiza cómo masculinizaron sus cuerpos y empezaron a habitar la ciudad bajo una estética masculina.
Identificación y cuerpo: hacer el género
La cuestión de la identidad ha sido el foco de varios estudios y debates dentro de las ciencias sociales. La idea esencialista -la cual concibe la identidad como natural, fija e inherente al ser humano- ha marcado por mucho tiempo este concepto. Mientras, el pensamiento constructivista -en el que se concibe la identidad en cuanto constructo social que responde a determinado contexto- se ha opuesto a estas ideas acerca de la identidad como algo fijo e inmutable, afirmando que esta responde a un proceso de construcción constante en determinado contexto social. El mismo concepto se ha vuelto problemático como categoría de análisis pues dentro de las ciencias sociales no existe un consenso sobre lo que realmente significa. Brubaker y Cooper (2001) señalan que en unos casos la categoría “identidad” tiene un significado fuerte y en otros, débil; que en ciertos contextos se le considera algo fijo e inherente a la esencia y en otros algo maleable y en proceso de construcción, es así que proponen el uso del término “identificación” en lugar de “identidad”.
Restrepo (2014), en su lectura de Hall (1999), argumenta que “existe una tendencia a abordar el debate sobre la identidad en oposición directa a los enfoques esencialistas y antiesencialistas. Hall arguye una tercera posibilidad: una crítica de la interpretación de la identidad como una posición fija y naturalizada sin asumir que, en consecuencia, la identidad es volátil y subsumida a la voluntad del individuo” (Restrepo 2014, 106). “Así, no existe una identidad fija, pero tampoco la identidad es un horizonte abierto del cual simplemente se escoge” (Hall 1999, 207 citado en Restrepo 2014, 106).
Estos autores indican que las identidades se construyen en determinados contextos específicos, en determinados espacio y tiempo, y que responden al discurso de poder dominante. Al respecto, Hall explica lo siguiente:
Precisamente porque las identidades se construyen dentro del discurso y no fuera de él, debemos considerarlas producidas en ámbitos históricos e institucionales específicos en el interior de formaciones y prácticas discursivas específicas, mediante estrategias enunciativas específicas. Por otra parte, emergen en el juego de modalidades específicas de poder y, por ello, son más un producto de la marcación de la diferencia y la exclusión que signo de una unidad idéntica y naturalmente constituida (Hall 2003, 18).
Partiendo de este análisis se puede afirmar que las personas que logran sentirse identificadas con las categorías impuestas y con los formatos que se presentan como únicos e inalterables no suelen percibir la importancia y la necesidad que sienten las personas trans de que su cuerpo, su identidad de género y su expresión de género correspondan entre sí para poder llevar una vida libre de violencia y discriminación dentro del espacio público. Por lo cual es importante interpelar las formas en las que históricamente se han analizado las cuestiones relacionadas con la identidad de género55 para poder mejorar las condiciones de vida de la población trans. En tal sentido, Serret advierte que “la velocidad con la que cambia el mundo de los géneros exige una actualización categorial que nos permita pasar de la sorpresa a la comprensión; que posibilite dar el salto epistemológico demandado por la realidad social contemporánea de las identidades de género” (Serret 2011, 72).
Dentro del sistema binario de género tanto mujeres como varones muestran determinadas características físicas y estéticas que permiten su ubicación en lo masculino o en lo femenino cuando se muestran ante la sociedad. Preciado indica que la categoría de género abre “la posibilidad de usar la tecnología para modificar el cuerpo según un ideal regulador preexistente de lo que un cuerpo humano (femenino o masculino) debe ser” (Preciado 2009, 22). Por esto, para las personas trans resulta sumamente importante que su estética refleje su identidad de género y les permita llevar una vida donde sus derechos de ciudadanía no sean constantemente vulnerados. Así lo expresa Heiko, varón transmasculino:
Nunca tuve una estética muy femenina, usaba ropa holgada para que no se note mi pecho y en sí era ropa de hombre, además no me maquillaba y llevaba mi cabello corto. Sin embargo, cuando iba por la calle la gente siempre me regresaba a ver, como queriendo saber qué mismo es que soy, eso me incomodaba y trataba de no hablar para que no se note mi voz de mujer (entrevista a Heiko, parque El Ejido, abril de 2019).
Nadie más que la persona que habita un cuerpo sabe cuál es la identidad de género que le corresponde. Imponer roles y estereotipos sobre cuerpos ajenos es violento e invisibiliza al sujeto. Sobre ello, Helien y Piotto (2012) afirman:
No nacemos con una identidad determinada, sino que es un proceso que se va construyendo durante toda la vida. Y para muchos especialistas, la idea de una identidad cerrada, a esta altura, es poco menos que un mito, una concepción estable y estrecha que se liga al biologicismo y determinismo, que no hacen otra cosa que estigmatizar e invisibilizar a los individuos […]. Podríamos decir que solo una persona que se mira en el espejo, que elige cada día cómo vestirse, cómo interactuar con el mundo, es quien puede decir cuál es su identidad. Y nadie por fuera de esa persona podría tener la autoridad de realizar un juicio sobre esto (Helien y Piotto 2012, 93).
[…]
Finalmente, podríamos preguntarnos, al fin y al cabo, de quién es el cuerpo, a quién le pertenece; cuanto más si se trata de algo tan subjetivo, complejo y profundo como es la identidad. Sin duda, el cuerpo y la mente como unidad, en cada momento de la historia, pertenecen a la persona. Pero esto, ¿es realmente así? El cuerpo se convierte en un campo de batallas (Helien y Piotto 2012, 105-106).
A razón de lo anteriormente señalado, expresar la identidad de género mediante el cuerpo y la estética llega a tener tal importancia para las personas trans que un gran porcentaje de estas somete sus cuerpos a un cambio radical, transformándolos mediante procesos hormonales y quirúrgicos; es decir, construyen su identidad no solamente mediante la actuación, también lo hacen en la materialidad corpórea, sus cuerpos pasan por un proceso de transición de un género a otro. La adaptación a los roles de género6 y la reproducción de los mismos por parte de las personas trans es una muestra de que lo que se considera natural e inherente a poseer determinados datos biológicos no son más que construcciones sociales convertidas en verdades por medio del discurso hegemónico. Cabe aclarar que no todas las personas trans deci-den hacer estas transformaciones en sus cuerpos; para algunas resulta innecesario consumir hormonas para feminizarse o masculinizarse y tampoco operar sus órganos genitales constituye una prioridad.
A pesar del binarismo hegemónico de género autores-as como Butler (2002, 2007) y Platero (2014) aseguran que el género no debe leerse en clave binaria. Tampoco las personas están obligadas responder a los roles que se le asigna a determinado género, pues existen varias maneras de expresar la identidad en y con el cuerpo. Así, quien se identifique como hombre no necesariamente tiene que reproducir conductas machistas asociadas a la masculinidad hegemónica, aquella “configuración de [la] práctica genérica que encarna la respuesta corrientemente aceptada al problema de la legitimidad del patriarcado, la que garantiza, (o se toma para garantizar) la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres” (Connell 1995, 39). Estas ideas se están deconstruyendo y quien no cum-ple con los roles impuestos no deja de ser quien es por no cumplir con la norma de género socialmente establecida.
Existen varones, mujeres o ambiguos, hechos a “medida única”, en un molde único, capaz de desafiar todo lo instituido y establecido como norma; y capaz de derribar la convención del rosa=mujer, celeste=varón, por tomar la convención instalada para esa diferenciación; y que demuestran, a su vez, la enorme capacidad de los seres humanos para enfrentar la adversidad -que parece redoblarse en un mundo tan adverso como el de los transexuales- y salir fortalecidos (Platero 2014, 94).
Se concluye este apartado argumentando que el concepto de identidad es problemático como categoría de análisis dentro de las ciencias sociales por lo cual se coincide con aquellos autores que han señalado que es más útil usar el término “identificación”.
A partir de los postulados de Hall (2003) se propone la identidad como el producto de un proceso de identificación, producto de tomar una posición. Finalmente, se ha propuesto que la categoría de identidad de género debe romper con la mirada binaria a partir de la cual se la ha analizado y construido históricamente, entendiendo que no existe solamente el binario masculino/femenino y aceptando que pueden existir varias formar de vivir y de hacer el género.
Contexto de la población transmasculina que pertenece a la Fraternidad Transmasculina en Quito
La Fraternidad Transmasculina Ecuador nace como uno de los componentes del Proyecto Transgénero (PT) en la lucha por la visibilización de los hombres trans en el Ecuador. Dicho proyecto
es una propuesta de fortalecimiento de la identidad trans a través de estrategias políticas, socioculturales, paralegales y judiciales de exigibilidad de derechos. El proyecto intenciona, particularmente, mejorar el goce y ejercicio de las libertades de imagen, identidad y asociación de las personas y comunidades trans e intersex, y la ocupación de espacios urbanos y socioculturales de los que los “cuerpos distintos” han perma-necido históricamente excluidos. El PT tiene su sede en Quito y es un referente del activismo trans a nivel nacional (Almeida y Vásquez 2010, 12).
Es posible afirmar que el PT es una especie de “organización madre” que ha gene-rado diversas propuestas de trabajo con la comunidad trans con la intención de que estas en algún momento se independicen o continúen trabajando en coalición con la propuesta madre, desde una perspectiva transfeminista. El proyecto desde sus inicios ha tenido programas de base comunitaria (TBC), pero cabe recalcar que es a partir del año 2015 que se les empieza a llamar Programas Comunitarios. Así, la FTM constituye un programa comunitario del Proyecto Transgénero, el cual está hasta el momento radicado en Quito.
La búsqueda de hombres transmasculinos por parte del PT, y específicamente por parte de la fundadora de este proyecto, se da a la par de la campaña de “Mi género en mi cédula”7. La activista contactó mediante las redes sociales a Sebastián, un varón trans al que nombró presidente de la FTM, a quien le propone formar una organización de hombres trans desde una mirada política transfeminista. Sebastián aceptó la propuesta y a partir de ese momento se puede hablar de la formación de la Fraternidad Transmasculina Ecuador.
De esta manera, la FTM fue fundada a la par de la mencionada campaña, con el compromiso y el esfuerzo por parte de Sebastián de encontrar a más chicos transmasculinos para brindarles capacitación y formación política transfeminista a través del Proyecto Transgénero. Sebastián menciona que algunos de los chicos que hoy son miembros de la FTM se acercaron a él una vez que empezó su transición con el único fin de pedirle información sobre cómo llevarla a cabo. Reconoce que en un principio encontrar chicos transmasculinos que estén interesados en visibilizarse y hacer cabil-deo político no fue una tarea fácil. Así lo comenta:
Había muchas personas que veían mi cambio y me contactaban, eran personas cer-canas a mí, […] hay personas que solamente se te acercan por curiosidad, personas que realmente no tienen ningún deseo de transicionar ni nada, siempre va a haber un morbo ahí […]. Yo siempre he tenido el problema de que hay chicos que te dicen: “yo quiero transicionar pero no meterme en la política, ni a luchar ni nada”, y es aceptable porque no puedes obligar a nadie, pero también hay que entender que si no luchas no va a ser posible ningún cambio, o sea, vamos a seguir estando invisibilizados y lo importante es visibilizarse, decir, “estamos aquí y tenemos estas necesidades que deben ser atendidas”, porque el Estado tiene una deuda histórica con nosotros (entrevista a Sebastián, parque Fernando Velasco, abril de 2019).
Después de la campaña “Mi género en mi cédula” los primeros miembros de la FTM en conjunto con el Proyecto Transgénero gestionaron el programa deportivo de la Fraternidad; en el año 2017 inició el programa FTM Boxers (figura 1), iniciativa que permitió que los chicos de la FTM aprendieran a boxear. La Fraternidad se hizo cada vez más visible, nuevos miembros empezaron a llegar y cada vez hay más chicos transmasculinos comprometidos con el activismo político transfeminista. Después de este primer proyecto llamado FTM Boxers se realizaron una serie de eventos, por ejemplo, una exposición fotográfica en FLACSO Ecuador, entrevistas a miembros de la FTM en el canal de televisión Teleamazonas y en el periódico El Comercio, colo-quios y conversatorios en la academia. Como último componente visible, la presentación de la Pasarela FTM en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito que fue el producto final del programa deportivo (figura 2). Pasarela FTM fue un gran evento que convocó a activistas, académicos-as, medios de comunicación y personas de la sociedad civil, en el cual los chicos de la Fraternidad hicieron una presentación artística combinando la danza, el box y la pasarela. Se ofreció un reconocimiento a los profesores que acompañaron a los chicos durante el tiempo de formación deportiva, así como a la fundadora del Proyecto Transgénero, quien fue la gestora de todos los programas realizados por la Fraternidad.
Es importante mencionar que este grupo de chicos al ser transfeministas apuestan por una masculinidad no hegemónica, rompiendo con normas y estereotipos impuestos sobre sus cuerpos. A pesar de que ahora se encuentran en un lugar privi-legiado dentro del espacio público -el masculino- comparado con el lugar social que tenían anteriormente dentro del sistema binario de género -el femenino-, ellos demuestran y argumentan la importancia de no reproducir conductas violentas y patriarcales consideradas “propiamente masculinas”. Por el contrario, su lucha contra el machismo, la transfobia, la homofobia y el sexismo se ha vuelto parte de su día a día y su motor de lucha como activistas transfeministas. Para estos chicos, la percepción del espacio público, así como el acceso, uso y disfrute de la ciudad, están marcados por la deconstrucción constante de los roles de género hegemónicos impuestos acerca de la masculinidad.
La Fraternidad Transmasculina brinda soporte emocional y guía a quienes están empezando la transición, incluso a aquellos que se acercan con las primeras dudas sobre su identidad, con la pregunta: ¿quién soy? En sus diferentes proyectos la FTM ha ayudado a que varones trans se empoderen respecto a su identidad de género y sus derechos como personas trans. La FTM es, como su nombre lo indica, una fraterni-dad, una hermandad, un grupo de amigos que se escuchan, se acompañan, se apoyan y trabajan juntos por el mismo sueño: un mundo más igualitario.
En el presente apartado se ha desarrollado una breve contextualización de la Fraternidad Transmasculina desde sus inicios como uno de los componentes del Proyecto Transgénero. Aun cuando al principio a la organización le fue difícil encontrar a sus integrantes, en la actualidad hay cada vez más hombres trans interesados en pertenecer a la Fraternidad y hacer activismo político transfeminista. Hoy por hoy es una de las organizaciones trans más representativas de la urbe quiteña.
La testo en el cuerpo: las transformaciones estético-corporales y sus efectos en la percepción del espacio público
Para transformar un cuerpo femenino en masculino es esencial la administración periódica de la hormona masculina testosterona. Esta se puede encontrar en el mercado de la salud en diversas presentaciones como parches, gel, pastillas e inyecciones. En el Ecuador la testosterona es de venta libre y se la puede conseguir en cualquier farmacia. Debe ser administrada cada cierto tiempo y en determinadas dosis según cada caso. En el contexto ecuatoriano, la despreocupación del Estado sobre el tema trans, la desinformación acerca de la hormonización en cuerpos transmasculinos y la falta de capacitación de los servidores públicos del área de salud ha provocado que la mayoría de los entrevistados empiecen su tratamiento hormonal de manera empírica, es decir, sin ningún tipo de direccionamiento médico, siguiendo únicamente los testimonios y experiencias de otros transmasculinos que ya han suministrado testosterona a sus cuerpos.8 Andrey, varón transmasculino perteneciente a la FTM, comparte las siguientes palabras:
Cuando te sucede algo, ¿a dónde recurres?, obtienes el medicamento, pero no tienes después a dónde acudir si te pasa algo, porque como te digo muchos chicos accedemos a este tipo de hormonas sin una guía médica y si nos da alguna hemorragia o alguna cosa, ¿a quién acudimos? El sistema de salud pública no va a saber cómo actuar conti-go, te ven y te preguntan, ¿usted qué es?, como a mí me ha tocado pasar, le presentas tu identificación y te dicen esto no coincide con la anatomía de su cuerpo, […] o si ya hiciste el cambio de nombre y toda la cuestión de los documentos te vas a hacer algún examen ginecológico te dicen “pero usted es un hombre”, no saben cómo proceder con nosotros, es muy complicado. […] Yo sé que corre por nuestra cuenta porque no dan la debida atención que se requiere y te toca hacerlo de esta manera, es como un suicidio, atentar contra uno, quizá no lo vean así de esta manera, pero es la única forma de poder ser quienes somos (entrevista a Andrey, Plaza Foch, abril de 2019).
En cuanto a la transición física, entre los primeros cambios que comentaron haber experimentado mis entrevistados frente a la testosterona se encuentran la voz, que se 8 hace más gruesa, la dureza de la piel, el aumento de la libido y de la energía, aumento de la fuerza física, aumento del vello facial y corporal, ensanchamiento de la espal-da, engrosamiento del rostro. Su transformación física ha de tener implicaciones en cómo se vive la calle, en cómo son percibidos en la misma, y también en lo que podría decirse el “control de las impresiones” (Goffman 1989) en el espacio público. En cuanto a cambios emocionales, ellos expresaron sentir una especie de relajación mental, percibiendo las cosas del diario vivir de manera distinta a como lo hacían antes; con el pasar del tiempo empiezan a normalizar en su día a día las sensaciones nuevas que esta hormona masculina les proporciona. Al respecto Derek menciona que
los cambios dependen de cada cuerpo, cada cuerpo es diferente, hay algunas personas que tienen unos cambios a los cuatro o seis meses, mientras otras recién a los dos años. Los primeros cambios que noté fue la fuerza física, al primer mes empecé a tener más fuerza de lo normal, así que pude hacer ejercicios que antes no podía, al tercer o cuarto mes me dejó de bajar la regla y al mismo tiempo la voz se me empezó a hacer más gruesa, aunque yo creo que aún no está lo suficientemente masculinizada mi voz, aún siento que tengo voz de puberto; me salía bastante vello facial y corporal. Sí te das cuenta… es como que uno empieza a tener la segunda pubertad, la que uno siempre quiso tener (entrevista a Derek, Parque Urbano Cumandá, abril de 2019).
Cabe recalcar que la administración de testosterona es de vital importancia para ellos ya que, si no lo hacen periódicamente y de la manera adecuada, los cambios en sus cuerpos comienzan a estancarse e incluso sus rasgos físicos y facciones podrían volver a feminizarse. La menstruación vuelve a aparecer en un par de meses y pueden llegar a experimentar drásticos cambios en el estado de ánimo como depresión y ansiedad.
Acerca de la importancia que adquiere la estética 9 para las personas trans en la sociedad ecuatoriana, la gestora de la campaña “Mi género en mi cédula” señala:
La estética no ha sido vista por el derecho como algo profundo, ni por la sociedad ni por las instituciones. Siendo la estética ese aspecto de la identidad por el que mueren las personas trans, entonces había que cambiar ese paradigma en muchos niveles. La estética es la razón por lo que detienen a las personas en el espacio público, la estética crea sujetos sospechosos y de segundo orden, la estética está vinculada al colonialismo, al racismo, al etiquetamiento en todo sentido, y, por otro lado, la estética es esa reivindicación de autonomía a toda costa y es profundamente política (entrevista a gestora del Proyecto Transgénero, Plaza de las Américas, mayo de 2019).
Ahora, en cuanto al habitar el lugar de lo femenino para luego encarnar la masculinidad y de esta forma habitar el lugar social masculino, las experiencias de los entrevistados se centraron en la percepción del espacio público, la cual cambia nota-blemente a partir de los cambios estéticos que realizaron en sus cuerpos. Las personas transmasculinas al dejar de ser acosadas por otros hombres debido a que su estética de mujer empieza a cambiar y a masculinizarse sienten la ciudad más amigable, menos insegura y menos violenta que cuando la habitan presentándose socialmente con una estética femenina o ambigua. Experimentan la sensación de libre circulación recal-cando en sus testimonios el poder acceder, entre otras cosas, al derecho a la noche que con la estética femenina que tenían en un primer momento sentían limitado e incluso nulo por las violentas interacciones con sujetos masculinos. Bruce, varón transmasculino, relata algunas de sus experiencias:
Cuando ya empiezas a tomar testo puedes pasear libremente por la ciudad. Nadie te molesta, nadie se da cuenta [de] que eres trans a menos que tú mismo lo digas o que vean en tu cédula o tus papeles, y eso es bueno porque puedes salir de noche y aunque también puedes correr peligro de un asalto o cosas así ya no tienes ese miedo de que por violarte te terminen matando, o sea, es distinto en ese sentido, porque como mujer no solo es el miedo a que te roben, ¿me entiendes? (entrevista a Bruce, barrio 133 Marianita de Jesús, abril de 2019).
Este nuevo privilegio de acceder a la ciudad de forma más libre y segura se asocia a la masculinidad que se debe principalmente a que la nueva estética de las personas transmasculinas se confunde fácilmente con la de un hombre biológico, lo cual se conoce como cispassing.10 Según Falú (2009, 23), “el espacio público sigue siendo masculino. Las mujeres han tenido históricamente vedado el espacio público y la ‘irrupción’ en él ha sido producto de sus luchas”.
Escuchar las narrativas sobre las diversas experiencias vividas dentro del espacio público derivadas de la estética ayuda a comprender cómo hombres, mujeres y personas de la diversidad sexogenérica acceden a la urbe, de forma jerárquica y diferenciada. Ello permite descubrir las diferentes formas sociales y culturales de la subordinación de los cuerpos femeninos y feminizados, así como de los masculinos no hegemónicos y los cuerpos que no asumen una estética normativa de hombre o de mujer.
Narrar los modos en los que se experimenta el espacio citadino permite analizar las violencias sistemáticas asociadas a las formas de masculinidad hegemónica en las urbes y su incidencia en las demás existencias. Para Aguilar,
es en las voces de los ciudadanos que es posible encontrar recreaciones de lo local y la vida cotidiana que no están articuladas a estas grandes narrativas de lo urbano y permiten conocer modalidades novedosas en cuanto al vínculo con lo urbano desde la escala de la experiencia del habitante (Aguilar 2009, 160).
Las distintas interacciones que pueden darse entre los habitantes de una ciudad conforman uno de los principales asuntos a tratar en la agenda de políticas públicas, ya que abarcan el tema de la seguridad ciudadana al movilizarse dentro del espacio público. Un punto de partida para conocer la ciudad es pensarla como espacio social y simbólico percibido, vivido y apropiado por individuos y grupos diferentes, que tienen un papel activo en la definición del orden urbano y en la producción de la forma, la estructura y las actividades socioeconómicas y político-culturales (Lefebvre 1994). Derek describe las diferentes formas de interacción que ha percibido a razón de su nueva estética masculina luego de dos años de administración periódica de testosterona:
Cuando estamos interactuando con alguna mujer mis panas son frescos, pero cuando estamos solo entre hombres es un asco y a veces me da rabia, entonces en el aspecto de lo que es ser transfeminista a veces yo he peleado con bastantes hombres cisgénero […]. Los hombres tenemos más privilegios, siempre me pareció muy sobrevalorada la masculinidad, antes de cambiar, antes de las hormonas me discriminaron full porque 134 si eres mujer y para colmo naces negra es peor en la sociedad; una mujer sufre más […], por ejemplo, como yo siempre fui masculino en una ocasión un profesor me dijo: “señor Mina, ¿quiere que le enseñe a ser mujer?”, fue asqueroso… (entrevista a Derek, Parque Urbano Cumandá, abril de 2019).
Los chicos de la FTM se autoidentifican como varones transfeministas, Almeida (2020) explica cómo los estudios de las masculinidades dan cuenta de una masculinidad hegemónica la cual “se ejerce como una norma de conducta para los varones, que tiene implicaciones violentas tanto para los sujetos varones que se encuentren subscritos a ella, como para los sujetos varones que no” (2020, 14). Ahora, en cuanto a las distintas formas de percibir el espacio público y el privilegio masculino que permite acceder libremente a este, una activista transfeminista y transfemenina relata:
Yo siempre me sentía libre en el espacio público, disfrutaba del privilegio masculino de poder acceder a él incluso en la noche. Cuando empecé con la transición al principio solo eran miradas curiosas, hasta que un día pasó que me manosearon en el trolebús, yo me quedé paralizada, era la primera vez que me pasaba. También cuando mi cuerpo empezó a cambiar [mi] mamá me dijo que ya no esté saliendo en la noche, que no llegue muy tarde, que era peligroso y yo al principio me resistía pero con lo que pasó y con las cosas que fueron pasando, el acoso callejero, yo me di cuenta de que no era una exageración y también empecé a cuidarme, ya no podía ir tranquila en el bus ni caminar tranquilamente por la calle, si veía que había un grupo de hombres de pasar por ese lugar porque ya me decían cosas en grupo (entrevista a Nua, Parque Bicentenario, mayo de 2019).
Concluyendo podemos decir que la ciudad se muestra más amigable para con la masculinidad y los cuerpos normativos. Los varones transmasculinos entrevistados relatan que una vez empiezan a consumir testosterona y a encarnar en sus cuerpos la estética asociada a lo masculino comienzan también a percibir réditos en su vivencia del espacio público, así como en las relaciones interpersonales. La masculinidad de los varones trans que participaron en el estudio se desarrolla como no hegemónica y transfeminista.
4. Conclusiones
El espacio público y el derecho a la ciudad han sido históricamente masculinos. La irrupción de las mujeres y de las diversidades sexogenéricas es un fenómeno reciente que se ha conseguido gracias a los feminismos y a las distintas luchas sociales. Sin embargo, en plena segunda década del siglo XXI, mujeres y personas de la disidencia sexual cuya estética o expresión de género se muestran ambiguas, y salen del canon normativo de “lo propio” de la masculinidad y de la feminidad, aún perciben lo citadino como un ambiente hostil y poco amigable para con sus formas de encarnar y expresar su identidad de género. En el caso de los varones transmasculinos pertenecientes a la FTM se ha evidenciado que al realizar la transición hacia la masculinidad mediante la administración empírica de testosterona han podido contrastar las experiencias dentro de la ciudad, la cual en los primeros años de vida fue habitada desde la feminidad para posteriormente habitarla desde el privilegio masculino.
Los varones de la FTM dan muestras de que cuando empezaron a encarnar la masculinidad, sintieron cómo poco a poco el espacio público se mostraba menos violento y hostil, se sintieron más libres y seguros al habitar la ciudad, incluso durante la noche, una experiencia que temían cuando encarnaban la feminidad. También señalan que en los primeros momentos de la transición cuando su estética se mostraba más ambigua sentían la curiosidad de las demás personas, el deseo de “ubicarles” dentro del binarismo de género, saber “qué son”, a qué lugar pertenecen, esto evidencia la incomodidad del resto de personas ante sus estéticas ambiguas y andróginas.
Con respecto al tema de las diversidades y disidencias sexuales y la percepción del espacio público para con sus existencias se sugiere ahondar más sobre las experiencias de mujeres transfemeninas, quienes pasaron de habitar el lugar de lo masculino hacia el lugar de la feminidad, y cuya estética se muestra más ambigua que la de los varones transmasculinos, quienes fácilmente pueden pasar por hombres biológicos, mientras que las mujeres trans generalmente suelen ser ubicadas como personas trans, experimentan otro tipo de interacciones dentro del espacio público, y son sexualizadas y violentadas por su estética y expresión de género.
Es importante reconocer el valor que las personas trans le otorgan a la dimensión estética, entendiendo que es por cómo se muestran al mundo y ante la sociedad la razón por la cual son aceptadas o discriminadas, bienvenidas o rechazadas. La imagen que brindan al resto toma un papel tan importante, incluso es la razón por la que muchas mujeres trans en su mayoría son asesinadas a causa de la transfobia aún latente en sociedades como la ecuatoriana en general y la quiteña en particular.
Para finalizar la reflexión recalco la importancia de desencializar la identidad de-jando de anclarla a los datos biológicos para permitir que las personas trans, así como cualquiera que tenga una expresión de género no normativa, dejen de ser consideradas “sujetos sospechosos” dentro del espacio público. Se respetará de ese modo su derecho a la libertad estética y a una vida digna y libre de violencia.