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Íconos. Revista de Ciencias Sociales

On-line version ISSN 1390-8065Print version ISSN 1390-1249

Íconos  n.73 Quito May./Aug. 2022

https://doi.org/10.17141/iconos.73.2022.5236 

Articles

Conflicto hídrico y defensa territorial: mujeres en el Movimiento Campesino de Santiago del Estero, Argentina

Hydric conflict and territorial defense: Women in the Peasant Movement of Santiago del Estero, Argentina


Resumen

América Latina se encuentra atravesando hoy, en grado preocupante, el avance del modelo extractivo-exportador, el cual agrava los conflictos distributivos asociados a los recursos territoriales e hídricos. Frente a estos procesos, se han articulado resistencias ambientales conformadas por poblaciones campesino-indígenas vulneradas, que se oponen al paradigma productivista planteando éticas de desarrollo sostenible. Este trabajo parte del caso etnográfico de Santiago del Estero, una provincia del centro-norte de Argentina, tradicionalmente considerada como “improductiva”, la cual ha resultado drásticamente afectada por la agriculturización. Allí, las poblaciones perjudicadas por procesos de acaparamiento de tierras, desalojos y contaminación ambiental han conformado el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mo.Ca.Se). Desde una perspectiva de género y un abordaje antropológico centrado en observaciones y entrevistas, se explora el impacto de las injusticias ambientales, específicamente el de la injusticia hídrica, en las comunidades campesino-indígenas y en la sobrevulneración que implica para las mujeres y niñas. Se concluye que las mujeres ocupan un rol trascendental en las estrategias de resiliencia de sus comunidades, dentro de un contexto de escasez, violencias y despojos. A la vez, otro de los hallazgos radica en que la defensa territorial organizada de manera colectiva favorece su situación en relación con el acceso al agua y otros recursos, mediante la generación de redes y alianzas más amplias, incluso a escala transnacional.

Descriptores: agua; conflicto socioambiental; extractivismo; mujeres campesino-indígenas; resistencia; Santiago del Estero

Abstract

Latin America is currently undergoing, to a worrying degree, the advance of the extractive-export model, which aggravates distributive conflicts associated with territorial and water resources. In the face of these processes, environmental resistances have been articulated by vulnerable peasant-indigenous populations, who oppose this productivist paradigm by advancing sustainable development ethics. This study is based on the ethnographic case of Santiago del Estero, a province in the center-north of Argentina, traditionally considered “unproductive”, which has been drastically affected by agriculturization. There, the populations affected by land grabbing, evictions, and environmental contamination have formed the Peasant Movement of Santiago del Estero (Mo.Ca.Se). From a gender perspective and an anthropological approach focused on observation and interviews, we explore the impact of environmental injustices -specifically, water injustice- on peasant-indigenous communities and the extreme vulnerability that it entails for women and girls. It is concluded that women play a transcendental role in the resilience strategies of their communities, within a context of scarcity, violence, and dispossession. At the same time, another of the findings is that collectively organized territorial defense facilitates their access to water and other resources, through the generation of broader networks and alliances, even on a transnational scale.

Keywords: water; socio-environmental conflict; extractivism; peasant-indigenous women; resistance; Santiago del Estero

Introducción

América Latina durante las últimas décadas ha sido testigo de cambios drásticos en las lógicas productivas, económicas, políticas y sociales. La mayoría de los países atraviesan la consolidación y generalización de un modelo extractivo-exportador basado en recursos no renovables y en el monocultivo, el cual amplía las brechas de desigualdad Norte/Sur y acelera la contaminación ambiental, la pérdida de biodiversidad y las consecuencias del cambio climático. En Argentina, este modelo ha fomentado el interés comercial hacia territorios anteriormente considerados “improductivos”, expandiendo las fronteras de la “pampa húmeda” y generando un proceso de agriculturización de nuevos suelos (Svampa 2008). Santiago del Estero constituye una de las provincias mayormente afectada por dichos procesos. Se trata de una región ubicada en el centro-norte argentino, de clima subtropical con estación seca; la mayor parte de su territorio está conformada por extensas y áridas llanuras (dominan los paisajes de monte y sabana). Su población ha sido calificada como mayoritariamente rural dispersa.

Varios estudios ya se han ocupado de analizar e historizar de qué manera Santiago del Estero ha resultado profundamente afectada a partir de los procesos de agriculturación, que han acentuado desmontes, desertificación, raleado de la vegetación y modificaciones en la composición de los suelos -con elevados niveles de salitre y arsénico- (Durand 2006; De Dios 2009). A su vez, estos procesos fueron favorecidos por el corrimiento de las líneas de lluvia, un fenómeno asociado al cambio climático (SAyDS 2015). Estos cambios ambientales han perjudicado notablemente a la población local (de la cual la mayoría se reconoce como campesino-indígena) y a su modo de vida tradicional.

Las consecuencias de los fenómenos derivados de la conflictividad entre dicha población y productores agropecuarios que procuraron acaparar estas tierras dio lugar a la resistencia campesina que lleva el nombre de la provincia: el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mo.Ca.Se). Desde 2016 vengo analizando el desempeño de las mujeres en la organización social, los vínculos entre las dimensiones político-económicas más amplias y las relaciones íntimas, desde un enfoque de la antropología feminista, gracias al financiamiento del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Con este trabajo avanzo un paso más en tal análisis, considerando que luego de la deforestación y la expulsión del campesinado de sus tierras, es necesario explorar las consecuencias del neoextractivismo1 (Svampa 2019) agrario en relación con los recursos hídricos y las estrategias de resiliencia adoptadas por las comunidades campesino-indígenas2 locales.

Una línea novedosa de trabajo local (Riera 2015; Riera y Barrionuevo 2018) sostiene que la apropiación y acaparamiento del agua subterránea para la producción agrícola de exportación implica un nuevo grado de injusticias (hídricas), producto del neoextractivismo agrario. Esto agudiza las desigualdades y aumenta la vulnerabilidad de las poblaciones originarias, ya de por sí más susceptibles a sufrir los efectos de la actual crisis socioambiental por sus condiciones de marginalidad social de base. Al mismo tiempo, varios estudios con mujeres de distintos contextos rurales marginales del Sur Global han demostrado que ellas cumplen un rol clave en la gestión del agua y experimentan en mayor grado el impacto negativo de las restricciones e injusticias socioambientales, por varios motivos (Lahiri-Dutt 2006; Sultana 2009, 2011).

En su condición de cuidadoras, proveedoras de atención sanitaria y alimentos, y como pequeñas agricultoras (debido a su rol de género en diferentes comunidades y grupos étnicos), suelen ser las responsables del suministro y la gestión del agua en el hogar. Esto no solo incrementa los índices de pobreza, sino que las sobreexpone a los riesgos y problemas ambientales endémicos de las zonas rurales y urbanas marginales. Dichas funciones suelen estar naturalizadas, no remuneradas y poco reconocidas, pero también ponen a las mujeres en contacto diario y directo con la contaminación ambiental, la escasez de recursos y los cambios climáticos. A menudo, los niños (y especialmente las niñas) acompañan a las mujeres en su trabajo diario, y ellas trans- 203 miten así los conocimientos relacionados con los recursos a las generaciones más jóvenes (Bennett, Dávila-Poblete y Rico 2005; Hanson y Buechler 2015; Radel 2009).

En este artículo se argumenta que las mujeres campesino-indígenas organizadas dentro del movimiento campesino Mo.Ca.Se, desde (y a pesar de) sus posiciones de marginalidad, cumplen un rol clave en las estrategias de resiliencia de sus comunidades para mitigar los efectos negativos del despojo de recursos hídricos producto del neoextractivismo. A la vez, se demuestra el impacto de la defensa territorial organizada de manera colectiva en favor de los derechos de las mujeres campesino-indígenas, mediante la generación redes, recursos y alianzas más amplias, incluso a escala transnacional. Así, este estudio también en su calidad de caso etnográfico al conjunto de análisis que destaca la importancia global de las prácticas de las mujeres campesino-indígenas y los movimientos sociales emergentes de resistencia socioambiental (Buechler 2016; Resurrección 2017).

Dado que se trata del primer trabajo que aborda la cuestión de los usos del agua y sus vínculos con la variable de género en el contexto estudiado, es de carácter exploratorio. El principal objetivo radica en colocar el caso etnográfico en el marco de las dinámicas contemporáneas del Norte/Sur Global, manifestando su relevancia y arrojando algunas reflexiones que propicien nuevos abordajes y ejes de discusión.

Justicia hídrica, globalización y género: pilares conceptuales

La noción de (in)justicia hídrica (Zwarteveen y Boelens 2014), en la que se enmarca la discusión, parte del corpus de estudios críticos de la ecología política feminista; dichos estudios se distancian tanto de las definiciones como de las soluciones mainstream. Las investigaciones realizadas bajo esta perspectiva se vienen ocupando de examinar cómo los procesos a gran escala y sus mecanismos de privilegio/exclusión en las luchas por los recursos interactúan con las prácticas íntimas y los múltiples ejes de la diferencia social, creando políticas cotidianas en diferentes espacios locales/globales (Agarwal 2000, 2010; Arriagada Oyarzún y Zambra 2019; Elmhirst 2011; Rocheleau y Nirmal 2015).

De tales perspectivas tomo la noción de acaparamiento de tierras (land grabbing) que se refiere al fenómeno de adquisición a gran escala de tierras y derechos sobre estas por entidades empresariales. Aquí enfatizo en que (además del suelo) este proceso involucra a otros recursos vinculados, por ejemplo, el agua, los minerales o montes nativos (White et al. 2012). En otros términos, el “acaparamiento de agua” (Franco et al. 2013)3 es una modalidad específica del acaparamiento de recursos, los cuales se concentran, privatizan y comercializan como bienes privados. A su vez, este proceso refleja las dinámicas Norte/Sur contemporáneas, que involucran, entre otras cuestiones, la externalidad de los costos en la producción de alimentos, energías y de desechos dañinos (Brand y Wissen 2021).

Con relación al asunto del acceso al agua, la ecología política ya ha dejado claramente planteada una mirada que explora de manera integral, multiescalar e interseccional las desigualdades y violencias creadas a partir del conjunto de jerarquías expresadas en los sistemas políticos, sociales y ecológicos. Así, la (in)justicia hídrica (Boelens 2015) es comprendida a partir del cuestionamiento a los límites entre naturaleza, tecnología y sociedad (o seres humanos), planteando el carácter construido de dichas concepciones. La definición, la disponibilidad y el manejo del agua son respuestas generadas por los distintos actores sociales que luchan por el control de dicho recurso (Budds 2012). A la vez, se ha señalado que a la fluidez y la deslocalización de los efectos del acaparamiento hídrico se suman la “invisibilidad” de los sistemas tradicionales de derechos al vital líquido, lo cual dificulta concebir al acaparamiento de agua como una injusticia “real” que requiere de respuestas políticas sistemáticas (Franco et al. 2013).

En este sentido, también los términos “local” y “global” son examinados de manera crítica, ya que se entiende que los denominados fenómenos “locales” a menudo consisten en manifestaciones específicas de procesos y poderes supralocales que actúan en interseccionalidad con otras variables de la diferencia social (O’Reilly et al. 2009; Zwarteveen y Boelens 2014). Por último, este marco también pone de relieve la necesidad de que los estudios académicos acompañen y den visibilidad a las resistencias sociales frente al despojo material, incluyendo la dimensión de los recursos hídricos y la destrucción ecológica que esto ocasiona, a través del análisis crítico del conocimiento sobre el agua, su asignación y las formas de gestión (Boelens 2015).

Sobre los vínculos de este asunto con la problemática de género, ya ha sido señalado que las mujeres y otros grupos marginados por razones de género, clase o etnia en las regiones rurales del Sur Global son las personas más injustamente perjudicadas por los efectos negativos del cambio ambiental y del despojo producto de las economías neoextractivistas (Ahlers y Zwarteveen 2009; Harris 2009). Harris et al. (2016), a partir de la recopilación de múltiples estudios de caso, han sugerido que las tareas de recolección de agua suelen estar diferenciadas según el género: son las mujeres las principales responsables. Ellas, generalmente, se encargan de administrar del líquido 205 para usos domésticos (higiene corporal, alimentación, limpieza del hogar, bebida), y esta tarea suele demandarles una gran cantidad de tiempo diario, situación que se acentúa cuando escasean las redes de agua potable.

En el mismo orden, estudios comparativos, como el de Neumayer y Plumper (2008) entre áreas rurales de 141 países, han demostrado que existen diferencias de género en términos de mortalidad y morbilidad, y asociadas a las catástrofes naturales (incluidas las inundaciones y las sequías). Al mismo tiempo, sin embargo, las mujeres campesino-indígenas se han conformado como las actoras sociales más protagónicas en cuanto a estrategias de resiliencia y a alternativas de protección ambiental a escala local y mundial (Hanson y Buechler 2015; Lahiri-Dutt 2006).

Sumado a esto, Harris et al. (2016) han llamado la atención sobre el hecho de que un análisis generizado debiera incorporar no solamente variables binarias hombre-mujer, sino también otras identidades e intersecciones (por ejemplo, la propiedad de la vivienda, el empleo o la edad). En nuestro caso, la perspectiva interseccional pone de relieve el eje de la organización colectiva, o más precisamente el contexto de mujeres campesino-indígenas en movimientos de defensa territorial.

Ya otros trabajos, si bien de manera un tanto aislada, se han preocupado por resaltar la consideración de los vínculos comunitarios/colectivos a la hora de pensar en los derechos de propiedad de las tierras y de acceso al agua. Ahlers (2005) y Ahlers y Zwarteveen (2009), por ejemplo, a partir de estudios en comunidades rurales de México y otras partes de América Latina, han argumentado que en determinados contextos los derechos usufructuarios sobre el territorio, defendidos de manera colectiva, brindaban a las mujeres mayores posibilidades de acceso al agua que los derechos de propiedad privada individual. Estos estudios también problematizan la concepción de que un título de propiedad individual necesariamente les proporcione mayor seguridad, y que la defensa de sus intereses debiera orientarse en ese sentido, dada la disponibilidad siempre variable del recurso. El carácter fluido del agua, justamente, la imposibilidad de contar con la “propiedad” individual de una cantidad estable y determinada, pone de manifiesto las limitaciones de una perspectiva de género pensada de manera abstracta y visibiliza las complejas tramas de conflicto y colaboración entre el género en interseccionalidad con otras formas de la diferencia social. Dicha agenda feminista podría estar obedeciendo o cayendo en “la trampa” de las mismas lógicas neoliberales que cuestiona, reificando de forma acrítica y sin concesiones el valor de individual vs. colectivo y privado vs. público (o comunal).

Almacenamiento de agua de lluvias como estrategia de resiliencia: análisis de casos en territorios rurales del Sur Global

De la ecología política también han surgido numerosos estudios empíricos en torno a los usos estratégicos del agua en contextos rurales de despojos, escasez y muchas veces dentro de lógicas de organización comunitarias alternativas, incluyendo algunos enfoques generizados (Crow y Sultana 2002; Vera Delgado y Zvarteveen 2008). Una de las respuestas frecuentes por parte de las comunidades campesino-indígenas ante la falta de redes de agua segura/potable (y cuando las condiciones lo permiten) consiste en el aprovisionamiento mediante el almacenamiento de las lluvias, estrategia predominante en muchas comunidades del Mo.Ca.Se. Service Opare (2012), por ejemplo, sostiene que, en un contexto mundial donde aumenta la escasez de agua, el almacenamiento de aguas de lluvias debe ser considerado como una estrategia comunitaria sostenible de suministro destinado al uso doméstico. La noción de sostenibilidad de este sistema se basa en un conjunto de factores asociados al hecho de que el abastecimiento de agua se lleva a cabo en el mismo sitio en el que va a ser consumida, evitando costos de infraestructura, intermediaciones, etc. Asimismo, el sistema carece de la sofisticación de otros como las redes de agua potable, facilitando la captación del agua, el almacenamiento, la gestión y el mantenimiento por parte de los propios usuarios y usuarias.

Este y otros estudios similares (Efe 2006; Ishaku et al. 2011; Ishaku et al. 2013; Owusu y Asante 2020) sugieren que tanto desde la academia como desde las políticas públicas debieran fomentarse mayores iniciativas para mejorar su asequibilidad. Al mismo tiempo, desde estas perspectivas se propone la identificación de soluciones ecológicas para contrarrestar factores que dificultan o convierten a esta estrategia en riesgosa para la salud. Entre dichos factores y condicionamientos los hay de varios tipos y dependen en gran medida de las condiciones locales (muchas veces marcadas por la pobreza), tales como el uso de materiales inadecuados para su transporte y almacenamiento, la contaminación y la falta de conocimientos o de insumos.

Los estudios reseñados ponen de relevancia la necesidad de investigaciones que analicen la viabilidad, los beneficios y la seguridad de los usos estratégicos del agua realizados por comunidades campesino-indígenas en contextos locales, y que midan de manera periódica la calidad o cambios en el agua y los suelos. Esto es crucial en nuestro contexto, en donde las comunidades que resisten en medio de parcelas para ganadería, cultivos de soja y otros productos agroindustriales, ya han denunciado el uso desmedido de agroquímicos y otros contaminantes atmosféricos perjudiciales para la salud.

Asimismo, considerar el almacenamiento de aguas de lluvias como estrategia de resiliencia en muchas comunidades rurales evidencia claramente el modo en el que los efectos del cambio climático afectan de manera desproporcionada a las poblaciones vulnerables (especialmente a las mujeres) y la urgencia de poner el foco en esta cuestión. Una última cuestión a puntualizar aquí: estos estudios de caso contribuyen a colocar el énfasis en la (in)disponibilidad del recurso debido a procesos de acaparamiento y, por lo tanto, la importancia de la organización comunitaria para disputar 207 territorios con acceso básico al agua.

La organización campesino-indígena Mo.Ca.Se: su relevancia etnográfica en el contexto latinoamericano de acaparamiento de recursos

La profundización de los esquemas productivos del agronegocio con el uso de nuevas tecnologías para el riego se observa tanto en Argentina como en otros países de la región, por ejemplo, México, Brasil, Ecuador, Uruguay y Chile (Budds 2012; Mena-Vásconez et al. 2016). Para el contexto nacional argentino, Riera y Barrionuevo (2015) han remarcado cómo la introducción de dichas tecnologías (junto con la posterior difusión de granos de soja transgénica y glifosato) estuvieron en el centro del cambio productivo conocido como “sojización”,4 fomentado por las políticas neoliberales a partir de la década de los 70 y profundizadas en los 90.

De acuerdo con los análisis regionales y nacionales, estos procesos se caracterizaron mayormente por la ausencia de la intervención directa del Estado, dependiendo fundamentalmente de la iniciativa privada (Kemper 2007; Riera 2018). Ello hizo que la valorización y uso del recurso hídrico subterráneo se realice por fuera de cualquier regulación pública. En Argentina, como en la mayoría de los países, el agua subterránea se ha usado y aún se usa como un recurso de acceso abierto. Varios estudios académicos han alertado sobre los riesgos y consecuencias de dicha expansión e intensificación agrícola con base en el riego en un contexto de crisis hídrica global (Cirelli y Melville 2000). Este uso desregulado y la sobreexplotación de acuíferos se traducen en un peligro de agotamiento o deterioro de los recursos hídricos subterráneos, y ponen en riesgo no solamente la sostenibilidad del desarrollo agrícola iniciado, sino a la totalidad de los ecosistemas de los cuales dependen y a las poblaciones locales (Budds 2012).

También es importante señalar que dichos procesos de acaparamiento, aunque fragmentarios, difusos o descentralizados, ocurren dentro del marco de legitimidad que brinda el discurso neoliberal en torno a las bonanzas de la libertad de mercado, la propiedad privada y la perspectiva individualista. De este modo, los diferentes recursos o agentes no humanos son convertidos en mercancías transferibles entre individuos abstractos, desvinculándolos de sus usos y significados sociales, culturales e históricos para comunidades concretas y contextos locales específicos. Tales transferencias de recursos exacerban (en silencio) las jerarquías estructurales, encarnadas en sujetos generizados y racializados (Ahlers y Zwarteveen 2009). Es así que, en un contexto de crisis socioecológica, estos procesos profundizan las desigualdades preexistentes e incrementan las incertidumbres asociadas a la disponibilidad hídrica debido al aumento de la variabilidad climática y de la temperatura.

Dentro de esta coyuntura, se han ido forjando nuevos paradigmas y sujetos que cuestionan el ideario productivista y sacan a la luz las consecuencias destructivas del proyecto neoextractivista, considerando diferentes dimensiones (humana, ambiental, cultural, entre otras) y colocando la cuestión del territorio y el ambiente como eje de las disputas. Se trata, siguiendo a Harvey (2005), de un escenario de “postdesarrollo” y de un proceso global de “desposesión por acumulación” desde cuyas grietas se potencian nuevas formas de movilización ciudadana (Slater 1998). Así, la organización de pobladores rurales locales Mo.Ca.Se, que enfrenta el impacto del despojo de recursos, se enmarca como uno de los exponentes del fenómeno más amplio de emergencia de movimientos campesino-indígenas que colocan al ambiente, a los recursos naturales y al territorio en el centro de sus reclamos.

Actualmente campesinas y campesinos organizados desde 1990 en Mo.Ca.Se se agrupan en 10 Centrales Campesinas, distribuidas a lo largo de todo el territorio de la provincia de Santiago del Estero, cada una de las cuales aglutina a las comunidades de base de la zona. Se compone de unos 9000 hogares campesinos, de acuerdo con las estimaciones internas de la propia organización. Ahora, en la tercera década del siglo XXI, muchas de ellas han logrado el reconocimiento formal de la mayoría de los territorios que habitan, en algunos casos logrando la escrituración de las propiedades familiares y en otros la inscripción como comunidades indígenas, si bien en muchos casos continúan los conflictos y la tenencia precaria de las tierras. Esto permite a la mayoría mantener su modo de vida tradicional -cultivo de alimentos y el pastoreo de cabras en pequeñas superficies de entre 1 y 4 ha-, sus hogares y sus predios para las actividades de subsistencia, combinándolas ahora con nuevas estrategias a partir de algunas transformaciones logradas con la organización política. Ello incluye de manera primordial una serie de conocimientos (algunos recuperados desde la propia tradición y otros nuevos que se han ido incorporando) para producir alimentos de manera agroecológica. Tales incorporaciones se han conseguido fundamentalmente mediante la creación de la Escuela de Agroecología en la localidad santiagueña de Quimilí, y de la Universidad Campesina (UNICAM) en la localidad de Ojo de Agua, las cuales apelan a la tradición de la educación popular (Michi 2010).

El Mo.Ca.Se hoy se perpetúa defendiendo su trayectoria como movimiento social de base que propone un modo de vida campesino-indígena de contestación al modelo del extractivismo neoliberal, mediante la propuesta de prácticas y lógicas alternativas. Amalgamando discursos globales con tradiciones y lenguajes propios, estos ejes incluyen las nociones de sustentabilidad, agroecología, “buen vivir” y soberanía alimentaria vinculadas también con propuestas feministas autónomas (Zaragocin 2017; Paredes 2017). También proponen transformaciones del campo educativo y político, para favorer la participación horizontal (Michi 2010). Como han señalado 209 varios estudios sobre procesos similares, los movimientos de organización social de base constituyen modos emergentes de empoderamiento local-territorial, y tienden a ampliar y radicalizar su plataforma representativa como parte de la misma dinámica de lucha (Rauber 2005; Svampa 2008).

Estrategia de abordaje metodológico

Este análisis se enmarca en un trabajo más amplio de corte etnográfico (Guber 2011), a partir del cual posteriormente se ha recortado el eje temático de las injusticias hídricas y la diferencia social. La construcción de la actual problemática parte de la observación de las prácticas cotidianas de las mujeres campesino-indígenas en sus comunidades, dentro del contexto de escasez y despojo de recursos que he descrito más arriba. Esto fue posible durante visitas periódicas a comunidades campesinas de Mo.Ca.Se ubicadas en la Comunidad Rincón de Saladillo, perteneciente al Departamento y Central Campesina Quimilí entre los años 2016 y 2019, durante los cuales se ha efectuado trabajo de campo convivencial (Aschieri y Puglisi 2010) de duración semanal.

Quimilí es una ciudad ubicada en el centro-este de la provincia, a unos 200 km de la capital provincial y a 80 km de la frontera provincial con Chaco; cuenta con una población de 15 052 habitantes (INDEC 2010). Allí, las comunidades de base se encuentran dispersas, a distancias de entre 5 y 70 km de la ciudad por caminos no asfaltados y anegadizos, reuniendo a una cantidad de no más de 20 hogares familiares distanciados entre sí de 1 a 5 km. En el marco de esta investigación se ha visitado la comunidad Rincón de Saladillo, a unos 60 km de Quimilí. Las antiguas notas de campo y las entrevistas realizadas durante esa etapa fueron el primer elemento desde el cual se ha partido para profundizar en esta cuestión, y el cual ha aportado aspectos contextuales relevantes para iniciar la elaboración teórico-metodológica que encuadra este estudio.

Por otra parte, a partir de 2020 se ha recurrido a informantes y redes de contactos de la organización campesina generados a lo largo de todos los años de trabajo para realizar entrevistas en profundidad (Atkinson 1998) vinculadas a los ejes temáticos actuales. Más específicamente, esta etapa de relevamiento se ha centrado en una serie de conversaciones y entrevistas dirigidas a referentes de distintas comunidades campesinas del Mo.Ca.Se. Debido a los fuertes condicionamientos impuestos por el contexto pandémico se ha ensayado la modalidad virtual, contando con la ventaja de que los lazos de confianza necesarios para establecer un intercambio más profundo ya estaban establecidos.5 Dada la enorme extensión territorial que abarca el Mo.Ca.Se y su distribución en 10 Centrales Campesinas, pedimos a la organización una serie de encuentros con 15 mujeres de diferentes zonas y comunidades para realizar una primera etapa de relevamiento general en torno a la organización comunitaria y las tareas cotidianas vinculadas con los recursos hídricos. Durante esta serie de encuentros virtuales hemos conversado de manera grupal con las mujeres campesino-indígenas con un doble objetivo: ajustar y redefinir las preguntas y la información previa recolectada durante el trabajo de campo 2016-2019, y establecer lazos con distintas comunidades de base.

Una segunda serie de encuentros tuvo como propósito la recolección de datos cualitativos centrados en una única comunidad de base considerada, a modo paradigmático, para reconstruir en profundidad la experiencia vinculada al agua durante la trayectoria político-organizativa de Mo.Ca.Se desde un enclave específico. Para ello, y en función de la disponibilidad ofrecida por la organización Mo.Ca.Se, se ha seleccionado y continuado con La Central Campesina Las Lomitas, ubicada en el noroeste de la provincia de Santiago del Estero, la cual será descrita con detalle más adelante. De este modo, se realizaron una serie de entrevistas individuales con cuatro mujeres campesino-indígenas de Las Lomitas, pautadas de manera consecutiva. En esta parte, los índices temáticos empleados durante las conversaciones tuvieron que ver con la reconstrucción de sentidos en torno a la dimensión colectiva en las estrategias vinculadas a los recursos hídricos, por un lado; y de las prácticas de resiliencia empleadas por ellas de manera cotidiana, por otro. Todas las entrevistas fueron grabadas con consentimiento informado en el cual se explicitaban los objetivos de la investigación. Para el análisis de datos se emplearon técnicas cualitativas.

De lluvias, pozos comunitarios y brazos de mujeres: vida cotidiana en contextos de escasez, violencias y despojos

Para la mayoría de las comunidades de base del Mo.Ca.Se que, como hemos adelantado, resisten en territorios áridos rodeados de parcelas acaparadas por empresas de agronegocio, el recurso hídrico representa una de las principales preocupaciones cotidianas y siempre debe ser administrado y almacenado con muchos recaudos. En este contexto, una de las estrategias fundamentales consiste en el almacenamiento de agua de lluvia para satisfacer sus necesidades de consumo.

Si bien la práctica de la construcción de “aljibes” para almacenar agua de lluvias era conocida por parte de mucha de la población local, las condiciones para edificarlos de manera eficiente y segura dificultaban su concreción, y en la mayoría de los casos fueron puestos en práctica únicamente a partir de la organización política. El movimiento social Mo.Ca.Se, desde la década de 2000 y aún en fase progresiva, se ha propuesto facilitar o mejorar la práctica de almacenar agua de lluvias en todas 211 las comunidades incluidas en sus territorios como parte de sus políticas sanitarias y educativas internas. Para ello, en primer lugar, fue necesaria la gestión de diferentes fuentes de apoyo y financiamiento por parte de los Gobiernos provincial y nacional (enmarcándose en diferentes programas estales), así como la búsqueda de fondos provenientes de ONG internacionales. Estas iniciativas fueron luego acompañadas por la promoción educativa mediante la Escuela de Agroecología y la organización de los recursos humanos internos.

Mayoritariamente, el agua se obtiene mediante aljibes comunitarios y en algunos casos familiares. Su uso se complementa con otros acuíferos subterráneos (pozos) y represas construidas por las propias comunidades, las cuales son destinadas únicamente al consumo animal y mantenimiento de la vida diaria en los hogares debido a los elevados niveles de arsénico y salitre que contienen. Por último, de manera subsidiaria reciben por parte de sus municipios o compran agua embotellada, recurso menos utilizado debido a las complicaciones de traslado, los costos monetarios y especialmente la insuficiencia del aprovisionamiento.

Nosotros en nuestra comunidad, por ejemplo, utilizamos pozos [se refiere a los acuíferos subterráneos preexistentes, no aptos para consumo humano], varias familias se abastecen de cuatro pozos con los que contamos, somos más de 20 familias las que se abastecen de allí. Para los animales -cuando llueve- tenemos represas, y después tenemos la cisterna -que es el aljibe- y de ahí bueno […] también se toma y tenemos para lavar y otras cosas. Pero hay épocas, por ejemplo, en el verano, que no llueve, y a veces no nos alcanza el agua para todas las familias que somos […] (entrevista a referenta de base de la comunidad de Pocitos, Sumampa, Santiago del Estero, agosto de 2021).

Así, el sistema más frecuente en las comunidades campesino-indígenas de Mo.Ca. Se que no cuentan con redes de agua potable consiste en la combinación de agua de lluvias almacenadas en aljibes, junto con el uso de pozos comunitarios y represas, de las cuales las diferentes familias extraen agua subterránea de manera diaria para las tareas de limpieza/higiene y para las actividades agropecuarias de autosubsistencia. De acuerdo con nuestras observaciones, siguen siendo las mujeres, los niños y las niñas los principales encargados de las tareas de recolección, administración y gestión del agua tanto para la ingesta como para las labores diarias de aseo, mantenimiento de los hogares y algunas faenas vinculadas a la horticultura, mientras que mujeres y varones comparten las tareas asociadas al cuidado de los animales, incluido el control del pastoreo y la ingesta de agua.

La Central Campesina Las Lomitas está ubicada en el noroeste de la provincia de Santiago del Estero y abarca parte de los Departamentos de Alberdi, Copo y Pellgrini. La vegetación que la rodea es la típica del monte, con predominio de árboles de algarrobo, chañar y mistol. Se caracteriza por la presencia de las comunidades y sus luchas para que sean registrados como territorios de la comunidad indígena originaria lule-vilela. Las zonas circundantes han sido drásticamente transformadas y están ocupadas especialmente por actividades agrícolas y de ganadería vacuna con riego subterráneo, con lo cual las amenazas y presiones por parte de los sectores empresarios para desalojar a las comunidades son constantes. Esto ocurre además en un contexto geográfico caracterizado por la aridez (las lluvias estacionales durante el otoño y la primavera no suelen ser suficientes para almacenar durante el invierno/ verano), y temperaturas estivales extremadamente elevadas (por encima de los 45°C).

Actualmente, la Central se compone de unas decenas de comunidades de base,6 entre las cuales se han contabilizado un número aproximado de 340 hogares campesinos. La comunidad que aloja al espacio físico que funciona como Central se denomina El Retiro, y consta actualmente de unas 12 familias con hogares distanciados entre sí por 300 a 500 metros de tierras, distribuidas en 3400 ha aproximadas. La mayoría eran familias que trabajaban en las cosechas del algodón de manera temporaria en regiones lindantes y luego regresaban a sus territorios, donde sobrevivían a base de actividades de subsistencia de manera precarizada.

En la comunidad de El Retiro, hasta el año 1973, dadas las condiciones de los suelos, sus habitantes no contaban con ningún tipo de recurso acuífero y debían desplazarse a pie hasta un río ubicado a unos cinco kilómetros de la comunidad, para obtener agua que utilizaban de forma indiscriminada para beber, higienizarse y para las actividades agropecuarias. De acuerdo con los testimonios orales que hemos recogido, dada la distribución de tareas según el género, la recolección del agua mediante tinajas de barro para su traslado era un trabajo destinado únicamente a las mujeres, niños y niñas.

En el año 1973, con fondos recolectados a partir de la recaudación monetaria y la mano de obra de las propias familias de la comunidad, se consigue realizar la perforación del suelo y construir el primer jagüel7 para obtener y almacenar agua de las napas subterráneas, las cuales luego eran baldeadas8 con tracción animal. Posteriormente, en el año 2005, se construye (ya a partir de la organización política como Mo.Ca. Se) el primer pozo surgente comunitario con redes de distribución hasta los distintos hogares y los primeros aljibes con cisterna para almacenar agua de lluvias en las casas (ver ejemplos de este tipo de construcciones en las figuras 1 y 2).

Figura 1 Aljibe familiar en la comunidad El Retiro 

Figura 2 Pozo surgente y represa comunitaria en El Retiro 

Por lo tanto, la construcción de los dos pozos, así como de los aljibes comunitarios y familiares, representó un cambio drástico para los pobladores, pero de manera esencial para las mujeres, que han dejado de ocupar tantas horas en la recolección de agua y mejoraron sus condiciones de higiene y salubridad, aunque aún siguen siendo las responsables de la mayoría de las labores domésticas y de crianza. En este sentido, el hecho de poseer aljibes mejora su situación, pero no las coloca en igualdad de condiciones frente a sus compañeros varones. Esto no solo se debe a que continúan ocupándose de las tareas del hogar, sino fundamentalmente a que dadas las condiciones climáticas el agua proveniente de las lluvias es escasa. Por ello, se emplea únicamente para beber, y aún deben ocuparse de recoger agua de manera asidua (diariamente o cada dos o tres días), a partir del pozo comunitario ubicado a una distancia de entre uno y dos kilómetros de los distintos hogares, con el fin de conseguir agua suficiente para las labores domésticas.

En la comunidad de base Rincón de Saladillo, perteneciente a Quimilí y a una distancia de 250 km de Las Lomitas,9 las napas de donde se obtiene el agua son menos profundas, por lo cual no tienen pozos surgentes. Sin embargo, comparten las condiciones de extrema aridez y la contaminación de los suelos con arsénico, además de sus elevados niveles de salitre, y aún no todos los hogares poseen aljibes propios.

Con lo cual, el agua para beber se obtiene del aljibe comunitario y para los animales y otros usos se emplea el agua almacenada en el pozo y la represa, las cuales suelen ser insuficientes especialmente durante la temporada invernal, de menos lluvias.

Allí, por ejemplo, durante una de nuestras visitas participamos de la tarea de recolección de agua de lluvias junto con Susana10 y sus dos hijos más pequeños. El hogar de Susana se compone de ella, su marido y nueve descendientes, aunque la mayoría de los hogares vecinos pertenecen a la familia ampliada. El aljibe comunitario se encontraba a unos dos kilómetros de su hogar, y por lo tanto nos trasladamos en un sulky11 con un recipiente plástico para almacenar aproximadamente unos 50 litros de agua. Al llegar al lugar debimos baldear el aljibe de manera manual, y aunque me ofrecí a extraer el agua mi falta de experiencia y también de fuerza me impidieron realizar la tarea. Los dos hijos de Susana se divertían mientras observaban mis dificultades frente a lo que su madre luego concretó de manera muy rápida y eficiente, demostrando pericia y poco esfuerzo.

Se trata, como hemos detallado, de una tarea que forma parte de la rutina diaria matinal de la mayoría de las mujeres adultas y adolescentes, y que demora alrededor de una o dos horas, dependiendo de las distancias entre los hogares y los pozos, y de la cantidad de agua extraída. La organización y las formas de control comunitarias basadas en la proximidad de los hogares y en las relaciones familiares dificultan el “abuso” en la extracción de este recurso escaso, y posibilitan que el uso 215 cotidiano se realice de manera espontánea. El agua extraída fue llevada nuevamente al hogar y fue utilizada tanto para beber como para lavar a mano algo de ropa de la familia que luego fue secada al sol, para cocinar en una olla sobre el fuego y, por la noche, para bañar a los niños más pequeños de la familia. En todas estas tareas participaron solo Susana y su hija mayor, mientras los más pequeños acompañaban, jugaban alrededor y miraban.

Conclusiones

En la mayoría de las comunidades campesino-indígenas del Mo.Ca.Se, como hemos detallado a partir de los casos de El Retiro y Rincón de Saladillo, la resistencia política y la organización comunitaria han sido claves a la hora de mejorar la situación de las mujeres, en quienes recaen desproporcionadamente los costos del despojo y la escasez de recursos básicos como el agua. La recolección de agua de lluvias consiste en una estrategia de resiliencia ecológica, viable y segura solo si es practicada con los recursos y saberes logrados a partir de las políticas educativas y sanitarias desplegadas por la organización colectiva. Así y todo, las condiciones geográficas, climáticas y socioecológicas (determinadas por el acaparamiento de tierras y las amenazas constantes) son desmedidamente arduas.

Toda la comunidad, pero especialmente las mujeres, aportan la fuerza de trabajo invisibilizada que resiente no solamente sus cuerpos físicos debido a la dureza de las tareas de recolección y almacenamiento, sino que condiciona los usos del tiempo. Además, sobre ellas recae el peso de velar por la administración de las aguas en condiciones que afectan de manera vital su salud y la de sus familias y que están más allá de sus posibilidades, tales como la insuficiencia de lluvias o la contaminación por arsénico. Las mujeres ocupan un rol preponderante en las estrategias comunitarias de resiliencia frente a la escasez y despojo de recursos hídricos, absorbiendo sus costos en mayor medida que sus compañeros varones. Al mismo tiempo, esto ocurre en un contexto en el cual la organización comunitaria las beneficia de manera crítica, lo cual pone de relevancia la discusión en torno al eje individual/colectivo a la hora de pensar los derechos de las mujeres campesino-indígenas.

Este análisis de caso etnográfico pone de manifiesto la necesidad de un abordaje interseccional, multiescalar y crítico que tome en cuenta las relaciones de poder, las negociaciones y un marco más amplio: el de conflictividad por la tenencia de las tierras en la que se enmarcan las diferentes resistencias ambientales. La cuestión de las consecuencias ambientales y humanas de la trasformación agraria acelerada comandada por las industrias neoextractivistas debería salirse de los enfoques tecnicistas y enfocados en la perspectiva individual, para incluir conocimientos situados que consideren a las personas dentro de sus contextos locales, comunitarios, generizados y étnicos. La injusticia hídrica, entre otros motivos a causa de su cualidad fluida, evidencia justamente la deficiencia de las perspectivas sobre propiedad, vulnerabilidad y derechos centradas únicamente en la lógica del individuo abstracto. En este sentido, desde aquí abogamos por la proliferación de más investigaciones feministas en torno a las injusticias ambientales, y más específicamente en relación con el acceso al agua en contextos rurales y de organización social.

Apoyos

Este artículo presenta algunos resultados del proyecto de investigación individual titulado “Políticas de género, emociones y vida cotidiana en movimientos sociales rurales: el caso del Movimiento Campesino de Santiago del Estero”, financiado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina.

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1Para este trabajo se recupera el concepto de neoextractivismo, tal como lo sugiere Svampa (2019), a fin de aludir a la nueva escala que han adoptado a partir del siglo XIX los proyectos extractivistas presentes en América Latina desde los inicios de la colonización. Esto se refiere no solamente a la cantidad y dimensiones de los nuevos proyectos, sino también a la emergencia de las grandes resistencias sociales que los mismos han suscitado.

2La identidad política de la Organización Mo.Ca.Se comienza con una marcada impronta “campesina” –de allí su nombre “Movimiento Campesino de Santiago del Estero”– y luego reconoce y agrega su vertiente indígena, fundamentalmente mediante un proceso político de recuperación de saberes ancestrales y lenguas originarias, acompañado por sectores externos y fortalecido durante la década de 2010. Este proceso reconoce que parte de la población pertenece a los pueblos originarios vilela, lule-vilela, sanavirón y tonocotés; y resultó esencial para el registro de parcelas de su territorio en cuanto comunidades indígenas, de acuerdo con la Ley 26 160. Profundizar en estas cuestiones, sin embargo, excedería los objetivos de este artículo. La distribución de los agentes naturales -tal como queda demostrado en el desarrollo del texto- sigue el derrotero del conflicto territorial del movimiento social que la nuclea como población rural poseedora de dichas tierras, sin discriminar entre los distintos pueblos originarios que forman parte de la organización. En función de ello, aquí se incorpora la categoría de “comunidades campesino-indígenas” respetando y adscribiendo a su propia percepción identitaria, pero se deja de lado la variable étnica como eje del análisis en vinculación con la distribución de los recursos hídricos.

3Franco et al. (2013, 1653-1654, traducción propia) definen al acaparamiento de aguas como “el proceso en el cual actores poderosos pueden tomar el control de los recursos hídricos utilizados por las comunidades locales o por los ecosistemas en los que se basan sus modos de vida, y reasignarlos para su propio beneficio”.

4Especialmente en la región extrapampeana, donde se ubica la provincia de Santiago del Estero, la mayor parte del proyecto extractivo se focaliza en la agricultura industrial mecanizada orientada al cultivo de productos de exportación (protagonizada por la soja transgénica), el cual es comandado por empresarios agrícolas de mediana y gran escala.

5Este evento azaroso y desafortunado habilitó, a su vez, la posibilidad de pautar una frecuencia más asidua de reuniones y la instancia de reunir mujeres desde diferentes localidades, lo cual no hubiese sido posible de manera presencial, debido a las largas distancias entre las regiones en las que habitan las mujeres campesinas y quien está realizando la investigación.

6La contabilización de las distintas comunidades de base que componen cada una de las 10 Centrales Campesinas del Mo.Ca.Se es precaria y está sujeta a varias dificultades entre las cuales se destacan dos situaciones particulares: por un lado, el grado de informalidad, precariedad y ausencia de registros en los que se encuentran los hogares campesinos; y, por otro lado, la alta tasa de movilidad entre comunidades y parajes debido a situaciones de conflicto territorial, de disponibilidad de recursos o de conflictos intracomunitarios, entre otras cuestiones clave.

7Depósito de agua construido artificialmente.

8Se denomina localmente así a la práctica de extraer el agua almacenada en la excavación mediante el uso de baldes.

9Los kilómetros son calculados en línea recta, pero debe tenerse en cuenta la ausencia de rutas directas, las dificultades de las condiciones climáticas y el hecho de que la mayoría de los caminos rurales son estacionalmente intransitables.

10Los nombres han sido cambiados para respetar el anonimato de las personas que nos facilitaron los datos de campo.

11Vehículo de tracción animal (en este caso por un burro), que se utiliza de manera muy espaciada, solo para este tipo de labores y para recorrer distancias muy cortas en el interior de la comunidad campesina.

Recibido: 24 de Octubre de 2021; Revisado: 17 de Diciembre de 2021; Aprobado: 04 de Febrero de 2022

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