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Íconos. Revista de Ciencias Sociales

versión On-line ISSN 1390-8065versión impresa ISSN 1390-1249

Íconos  no.73 Quito may./ago. 2022

https://doi.org/10.17141/iconos.73.2022.5183 

Articles

Labores de cuidado y covid-19: cambios en la movilidad cotidiana de mujeres en Santiago, Chile

Care work and Covid-19: Changes in the daily mobility of women in Santiago, Chile

Catalina Paz Zúñiga-Olave* 
http://orcid.org/0000-0002-3120-5645

Marie Geraldine Herrmann-Lunecke** 
http://orcid.org/0000-0003-0186-441X

Asistente de investigación

Profesora asociada

*Asistente de investigación. Universidad de Chile.(catalina.zuniga.o@ug.uchile.cl)

**Profesora asociada. Universidad de Chile.(mherrmann@uchile.cl)


Resumen

Desde el año 2020 el mundo vive en un contexto de pandemia debido a la covid-19, lo cual ha significado cambios drásticos en las ciudades y en la movilidad cotidiana de las personas y ha agudizado las desigualdades, en particular para las mujeres. El confinamiento profundizó la desigualdad de género en diferentes dimensiones y contextos, pues muchas mujeres han debido asumir, como parte de su rol reproductivo, una carga mayor de labores de cuidado y tareas domésticas en distintos entornos, sobre todo en el hogar y en el barrio. El objetivo de este artículo es analizar el impacto de la pandemia en la movilidad cotidiana ligada a las labores de cuidado de mujeres del barrio San Cristóbal en Recoleta, Santiago, Chile. Con este fin se realizaron mapas exploratorios virtuales y entrevistas semiestructuradas a mujeres que realizan labores de cuidado, comparando dichas labores y la movilidad cotidiana antes y durante la pandemia. Los resultados muestran que desde el confinamiento pandémico se ha acrecentado la desigualdad de género que viven las mujeres, reflejada en sus actividades cotidianas, particularmente en relación con el aumento del trabajo doméstico y las labores de cuidado. Asimismo, se observa un cambio en la movilidad cotidiana de las mujeres cuidadoras, centrada más en la caminata y ubicada en el entorno barrial a fin de cubrir sus necesidades básicas.

Descriptores: caminata; covid-19; labores de cuidado; movilidad del cuidado; mujeres; vida cotidiana.

Abstract

Since 2020, the world has been impacted by the Covid-19 pandemic, causing significant changes in cities, affecting the daily mobility of people, and exacerbating inequalities, particularly for women. Confinement has deepened gender inequality in different dimensions and contexts, whereby many women, as part of their reproductive roles, have assumed more care and domestic work in various spaces, especially at home and in their neighborhoods. This article analyzes the impact of the pandemic on the daily mobility of women linked to their care work in the San Cristóbal neighborhood of Recoleta in Santiago, Chile. With this aim, online in-depth interviews and exploratory maps were conducted with women who perform care work, comparing their work and daily mobility before and during the pandemic. The results show that since the pandemic began, the gender inequality experienced by women has increased, as reflected in their daily activities, particularly in relation to the increase in domestic work and care work. Likewise, a change is observed in the daily mobility of women who perform care work, as they have focused more on walking and movement within their own neighborhoods to cover basic needs.

Keywords: walking; Covid-19; care work; care mobility; women; daily life.

1. Introducción

Dentro de la ciudad mujeres y hombres cumplen diferentes roles socialmente establecidos, los cuales condicionan las actividades y desplazamientos que las personas llevan a cabo cotidianamente. Los roles de género que históricamente se han perpetuado en la sociedad han incidido en generar profundas desigualdades en las condiciones de vida y formas de relacionarse con el entorno urbano para mujeres y hombres (Falú 2009; Valdivia 2018): a la mujer se le asocia con el rol reproductivo y de cuidados del hogar, mientras que el hombre es quien trabaja y cumple las labores productivas “externas” al hogar (Segovia y Nieves Rico 2017).

Las desigualdades de género no solo se han perpetrado a través de los roles socialmente establecidos y las actividades de la vida cotidiana, sino también en la forma en que ha sido pensada la ciudad y sus diferentes espacios. La ciudad se ha ido desarrollando en función de un ser único y universal que trabaja y posee un ingreso, sin contemplar y visualizar las diferentes realidades, necesidades y características de otras personas que habitan el espacio urbano (Domínguez 2017); por ejemplo, mujeres, niños, niñas y personas mayores muchas veces no son incluidas en esta visión de la urbe (Col·lectiu Punt 6 2019). La ciudad no se pensó ni diseñó para la multiplicidad de labores de cuidado que realizan generalmente las mujeres, como ir a dejar a la escuela a hijos/as, llevar al médico a alguien, comprar alimentos y una serie de factores que afectan el desarrollo cotidiano, laboral, personal y la autonomía de las mujeres (Segovia y Nieves Rico 2017). En este sentido, la movilidad de ellas se ve condicionada por la realización de estas múltiples labores; el espacio público y la calle juegan un rol importante pues es el sitio donde ocurren estas movilidades.

Al analizarse las dinámicas en la ciudad desde el entorno más próximo e individual de una persona, vale decir, desde la vivienda y su entorno cercano, adquiere relevancia el análisis del barrio y lo local, donde se realizan la mayoría de las tareas y labores cotidianas ligadas al ámbito de los cuidados y lo doméstico, ámbito históricamente asociado a la mujer. Por lo tanto, para comprender en profundidad las desigualdades que viven las mujeres en la ciudad, el estudio del entorno próximo a la vivienda, es decir, del barrio o vecindario, cobra sentido. Es importante revelar que aquellas diferencias se acentúan aún más en comunas o barrios vulnerados, donde el acceso a oportunidades y recursos es bajo, y la mujer no posee, en muchos casos, trabajo o estudios, por lo que su autonomía económica y oportunidad laboral resulta menor; queda relegada al trabajo doméstico y el rol de cuidados de su hogar y entorno (Segovia y Nieves Rico 2017).

La investigación en la que se basa este artículo se sitúa en el contexto mundial que se está viviendo a raíz de la pandemia por la covid-19, iniciada en 2020 y que ha modificado abruptamente la cotidianeidad de las personas. En marzo de dicho año, la pandemia llegó a América Latina, incluyendo Chile. La dinámica de los territorios, las actividades cotidianas y el contexto social ha ido cambiando fuertemente desde entonces en el mundo y en Chile, debido al distanciamiento físico entre personas y los confinamientos en las casas, que al inicio de la pandemia constituían la principal acción para resguardar a la población. La pandemia no solo ha exacerbado la desigualdad económica y social, ha agudizado aún más la profunda desigualdad que viven mujeres y niñas en distintos países, donde las tasas de violencia contra ellas han aumentado gravemente dado el confinamiento (ONU Mujeres 2020). Asimismo, se ha observado un aumento en la sobrecarga del trabajo doméstico y de cuidados de muchas mujeres en el hogar (Falú 2020).

El llamado a salir lo menos posible durante los períodos más críticos de la pandemia ha provocado la disminución de la movilidad y circulación en las ciudades. Sin embargo, en el caso de Chile, y particularmente Santiago, a pesar de las cuarentenas, un número importante de personas siguió saliendo a las calles por diversos motivos, ya fueran laborales o de cuidados, entre otros. Asimismo, las personas, muchas veces mujeres, debían cumplir con labores no remuneradas, como cuidado en el entorno cercano, por ejemplo, el de la familia o el de vecinas y vecinos. En este sentido, y en particular en sectores más vulnerados, la movilidad cotidiana barrial continuó siendo 17 esencial para el mantenimiento de la vida de muchas personas y familias, a pesar de los llamados al confinamiento en casa; tomó un fuerte protagonismo la movilidad peatonal, para realizar compras, brindar apoyo, etc. Así se parte de la primicia de que, a raíz del contexto actual de pandemia, con las diferentes restricciones de movilidad y períodos de confinamiento, ha habido una disminución de la movilidad en general, pero ha existido un aumento de las labores domésticas y de cuidados en el hogar, y de los viajes relacionados con el cuidado en el interior de los vecindarios, principalmente a pie. Esto puede estar generando una mayor necesidad de potenciar y realizar las actividades ligadas a los cuidados de manera más próxima al barrio, por lo que la movilidad peatonal de mujeres en el entorno próximo al hogar se ha mantenido o potenciado, centrada en su mayoría en tareas de cuidado a partir de la caminata.

En este contexto, el objetivo del presente artículo es identificar y analizar los cambios en las actividades cotidianas, específicamente en la movilidad, con relación a las labores de cuidado que realizan las mujeres, en el barrio San Cristóbal en Recoleta, Santiago de Chile. Se analiza su movilidad en dicho barrio en un estudio antes de la pandemia y durante el primer año de esta (marzo-noviembre de 2020), buscando mostrar cómo se ha profundizado la desigualdad de género que viven las mujeres, en particular en sus actividades cotidianas ligadas al trabajo doméstico y de cuidados. Se visualiza la situación desde una escala local-barrial a partir de la movilidad cotidiana.

2. Cuidados y movilidad

Los cuidados -o las labores de cuidado- constituyen un concepto reciente en la literatura (Arriagada 2011; Borderías, Carrasco y Torns 2011; Daly y Lewis 2000; Esquivel 2013; Esteban 2017; Tronto 1993; Vega y Gutíerrez 2014), abordado principalmente por teorías feministas. Ha sido desarrollado en los últimos años desde la sociología y la economía, mientras que su uso en el ámbito del urbanismo y estudios de la ciudad, incluyendo la movilidad, resulta incipiente. Autoras como Joan Tronto (1993) lo abordan desde términos más amplios, entendiéndolo como una actividad genérica que comprende todo lo que se lleva a cabo para mantener, perpetuar, reparar el mundo, que comprende el cuerpo, la persona misma, el entorno y los elementos que se entrelazan en una red compleja de apoyo en la vida, de manera que se pueda vivir lo mejor posible. Daly y Lewis (2000) reconocen los cuidados como un trabajo socialmente organizado, donde participan diferentes personas y grupos, instituciones, familias, organizaciones sociales, es decir, una relación entre Estado-mercado-familia que conforma un triángulo social e institucional en el que se desarrollan los cuidados, cuyo denominador común son las mujeres (Daly y Lewis 2000), dada la división sexual del trabajo.

Más recientemente, la teoría en torno a los cuidados ha sido abordada desde la economía feminista. El sistema económico capitalista ha omitido e invisibilizado otras actividades como las no remuneradas y sin valor mercantil, orientadas principalmente al cuidado de la vida humana y que son llevadas a cabo en su mayoría por mujeres (Pérez Orozco 2006). En este sentido, Pérez Orozco (2006) puntualiza la importancia del enfoque en el trabajo de cuidados, el cual trasciende la frontera del espacio no monetizado, donde finalmente ocurre una fuerte relación entre mercado y vida, y también se observa la fragilidad en las fronteras entre los espacios público y privado. Existe, por ende, todo un subsistema de mercados, economías y servicios ligados al cuidado, informales e invisibilizados que son esenciales para el mantenimiento de la vida y que permiten atender muchas necesidades sociales (Borderías, Carrasco y Torns 2011). Por ello, el planteamiento de la economía feminista consiste en desplazar la situación privilegiada de la economía monetaria de mercado y poner la sostenibilidad de la vida en el centro, es decir, la satisfacción de las necesidades humanas (Pérez Orozco 2006; Carrasco Bengoa 2016).

En el contexto de América Latina, autoras como Corina Rodríguez e Irma Arriagada abordan el concepto de organización social del cuidado (en adelante OSC), el cual se enmarca también dentro de lo abordado por la economía feminista. Rodríguez Enríquez (2018) define la OSC como la manera en que se producen y distribuyen los cuidados interrelacionadamente entre familias, el Estado, el mercado y las organizaciones comunitarias, donde las responsabilidades de cuidados y las dinámicas que se generan guardan directa relación con los contextos desiguales de América Latina (Rodríguez Enríquez 2018). Arriagada (2011) considera que la OSC es “la forma de distribuir, entender y gestionar la necesidad de cuidados que está en la base del ulterior funcionamiento del sistema económico y la política social” (Arriagada 2011, 6). Ahora bien, resulta necesario pensar los cuidados en un ámbito espacial, es decir, los cuidados se llevan a cabo y son contenidos por un espacio físico que va más allá del espacio doméstico (Comas d’Argemir 2016). Los cuidados desde la perspectiva de la ciudad, en un esquema concreto, se presentan y coexisten en dos espacios de proximidad. Por un lado, los que se producen y reciben dentro del hogar, muchas veces sin remuneración (aunque también se ofrecen los cuidados remunerados como asesoras de hogar o trabajadoras de casa particular) y, por otro lado, los producidos por servicios públicos y entidades privadas, fuera de la esfera hogareña (Durán 2017). Asimismo, se hace necesario romper con aquella rígida dicotomía entre lo público y lo privado, y ver que ambas esferas no están separadas, sino que existe una interdependencia entre estas (Soto 2007, 2013). “En la ciudad nos relacionamos, vivimos, y en ella se expresa la diversidad de contextos, deseos y necesidades […]” (Comas d’Argemir 2016, 8), por lo que los cuidados no deben relacionarse y entenderse solamente dentro del domicilio.

Valdivia (2018) plantea que los cuidados y la vida cotidiana deben ser abordados desde el urbanismo, lo cual permitiría obtener una perspectiva más integral de los procesos y las dinámicas urbanas. A su vez, Comas d’Argemir (2016) propone que los 19 espacios sean pensados con las miras puestas en una sociedad más justa y equitativa donde las obligaciones, que hoy siguen asumiendo mayoritariamente las mujeres, sean compartidas, considerando que sus experiencias y perspectivas son necesarias para promover una ciudad inclusiva. El cuidado es también una dimensión que repercute de manera importante en la movilidad de mujeres y la interdependencia de las personas (Sánchez de Madariaga 2009; Jirón 2017). La experiencia de movilidad genera implicancias no homogéneas en la vida de las personas (Jirón 2007); en este sentido, las mujeres suelen llevar a cabo desplazamientos en áreas más próximas (Soto 2013), pero encadenan más viajes, caminan más y usan más el transporte público (Valdivia 2018; Sagaris y Tiznado-Aitken 2020) que los hombres, quienes viajan distancias más lejanas, usan más el transporte privado y sus motivos de viaje suelen estar relacionados con el ámbito laboral (Allen et al. 2018; Ciocoletto 2014). Asimismo, de acuerdo con Pérez (2019), las mujeres de estratos socioeconómicos más bajos suelen desplazarse en distancias más cortas y generalmente cerca de sus casas. En la misma línea, Figueroa y Waintrub (2015) señalan la tendencia a la movilidad de mujeres a través de la caminata y de mayores trabajos de cuidados a medida que disminuye su nivel socioeconómico (Figueroa y Waintrub 2015). Según estudios sobre viajes en la ciudad de Santiago, más de un 60 % de los desplazamientos que se realizan caminando son hechos por mujeres, y en el caso del desplazamiento en transporte público son más del 55 % (Sagaris y Tiznado-Aitken 2020).

Sánchez de Madariaga y Zucchini (2020) expresan que la movilidad de las mujeres se ve afectada por tres ámbitos importantes. El primero es la gestión del territorio y la accesibilidad, y está dado por la dificultad de llegar a un lugar por la distancia y el tiempo usado en el viaje. Otro ámbito clave es la seguridad. Asimismo, la movilidad de las mujeres está fuertemente condicionada por roles de género, ya que existe una fuerte carga de trabajo en relación con el hogar y el cuidado de otras personas, y, en consecuencia, viajes encadenados para realizar las múltiples tareas (Sánchez de Madariaga 2009).

Un término con que se aborda la movilidad de las mujeres es el concepto de “movilidad del cuidado”, acuñado por Sánchez de Madariaga (2009) para referirse a los desplazamientos que generalmente realizan mujeres, aunque también en ciertos casos hombres, en relación con las labores no remuneradas y de cuidados. La autora manifiesta que, “la movilidad del cuidado incluye todos los viajes realizados para llevar a cabo las tareas cotidianas para esos propósitos, incluyendo el acompañar menores al colegio, a actividades extraescolares o a practicar deporte; hacer la compra; hacer recados; visitar o acompañar familiares enfermos y ancianos, etc.” (Sánchez de Madariaga y Zucchini 2020, 91).

3. Materiales y métodos

En esta investigación se caracterizan y comparan las labores de cuidado y la movilidad cotidiana de mujeres antes y durante la pandemia por la covid-19, en el barrio San Cristóbal en Recoleta, Santiago de Chile. Para esto se realizaron entrevistas semiestructradas y se construyeron mapas exploratorios con seis mujeres, entre octubre y noviembre de 2020. A partir de ambas técnicas se buscó conocer en profundidad los siguientes aspectos: i) las labores de cuidado de las mujeres antes de la pandemia y durante la pandemia; ii) la movilidad cotidiana asociada a las labores de cuidado antes y durante la pandemia; y iii) los cambios en la experiencia del cotidiano en el espacio público. Se optó por un muestreo no probabilístico, reclutando a las participantes a través de la técnica de la bola de nieve. Las seis participantes fueron adultas, que tienen al menos una persona a su cuidado (ya sea hija/o, sobrina/o, hermana/o, madre/padre, vecino/a, persona cercana, etc.) y que se reconocen como jefa de hogar.

Debido a la pandemia por covid-19, se aplicó la técnica de entrevistas semiestructuradas y de mapas exploratorios de forma remota, utilizando la plataforma Zoom. La entrevista y su correspondiente mapeo con cada mujer contempló dos partes: una primera centrada en cómo eran las labores de cuidado y la movilidad precovid, mapeando sus desplazamientos y experiencias cotidianas; en una segunda parte se argumenta cómo la pandemia afectó las labores de cuidado y la movilidad de cada una.

Barrio San Cristóbal en Recoleta, Santiago, Chile

El Barrio San Cristóbal, ubicado al norte de la comuna de Recoleta, se conformó a través de tomas de terreno y se ha consolidado como población popular. En el último índice de prioridad social [IPS] (2019) -que considera parámetros como ingreso, línea de pobreza, situación educacional y de salud- se categoriza a Recoleta con prioridad media alta con un 74 %; en las comunas pericentrales se concentran las cifras más negativas (Secretaría Regional Ministerial de Desarrollo Social y Familia 2019). Por esto se considera una zona vulnerada que requiere de programas y recursos estatales.

Un análisis de la categoría género en Recoleta arroja que en el barrio existen 22 411 hogares con jefatura femenina, dato que representa un 45 % del total de hogares de la comuna (INE 2017), un 2 % mayor a la cifra total de jefas de hogar de la Región Metropolitana correspondiente a un 43 %. La comuna de Recoleta se halla entre las que presentaron una de las cifras más alarmantes en la llamada “primera ola” de la pandemia en Chile, con una tasa de 86,8 fallecidos por cada 100 000 habitantes a mediados de junio del 2020 (Said 2020), mientras que a nivel de la Región Metropolitana se registró una tasa de 43,8 fallecidos por cada 100 000 habitantes. Una de las principales razones que explicaría este alto número de muer- 21 tes producto del coronavirus es el hacinamiento, pues resulta imposible lograr un suficiente distanciamiento y espacios separados para los habitantes de una misma vivienda. A este motivo se suman la pobreza y la falta de acceso a la salud, factores que también incidieron en los altos niveles de contagio (Cafaro 2019; Falú 2020) en el área de estudio (figura 1).

Figura 1 Área de estudio 

Nota: A la izquierda, la Comuna de Recoleta; a la derecha, el barrio San Cristóbal de dicha comuna.

4. Análisis y resultados

A continuación, se presentan las experiencias de movilidad cotidiana de seis mujeres del barrio San Cristóbal. Se analizan sus actividades cotidianas y sus experiencias de movilidad en relación con el cuidado tomando como referencia dos momentos: uno previo a la pandemia y otro a partir de los cambios producto de esta.

Mujeres en el barrio San Cristóbal, antes y durante la pandemia: movilidad cotidiana y labores de cuidado

Para desarrollar el análisis, se realizó una clasificación en cuatro motivos de actividades cotidianas en torno a la movilidad de las entrevistadas: 1) trabajo doméstico no remunerado, 2) labores de cuidado no remuneradas, 3) trabajo remunerado, y 4) actividades de autocuidado (actividades personales) (CEPAL 2016), como consta en la tabla 1. También se tuvo en cuenta la frecuencia de dichas actividades (tabla 2). Si bien en la investigación en la que se basa este texto, se busca analizar en particular la relación movilidad cotidiana-labores de cuidado y sus cambios dada la pandemia, es necesario comprender la cotidianidad general de las entrevistadas y cómo sus actividades están ligadas a los cuidados que realizan en beneficio de otras personas.

Tabla 1 Clasificación de actividades cotidianas de las entrevistadas 

Tabla 01 (Continuación) 

Elaboración propia

Nota: La categorización se basa en la Clasificación de Actividades de Uso del Tiempo para América Latina y el Caribe (CAUTAL), instrumento que se enmarca en el contexto regional para la producción de estadísticas sobre uso de tiempo y temáticas de género.

Tabla 2 Identificación de la frecuencia de sus actividades cotidianas 

Elaboración propia.

Al dibujar y superponer las movilidades y actividades cotidianas que realizaban las seis entrevistadas previo a la pandemia (figura 2), se evidencia que las mujeres se movían principalmente en relación con el cuidado de otras personas (labores de cuidado no remunerado), yendo a dejar a hijos/as al colegio, visitar a familiares (en su mayoría personas mayores) y realizando acompañamientos a actividades recreativas en plazas cercanas al barrio (figura 2). Asimismo, más de la mitad de los recorridos en torno a estas actividades de cuidado eran realizadas a pie, tanto dentro del barrio como en sectores cercanos; las mujeres caminaban en general un promedio aproximado diario de 2,9 km previo a la pandemia.1 Se observa una alta frecuencia de mucho de estos recorridos a pie, relacionados en gran parte con las actividades de cuidado, pero también con trabajos remunerados que realizaban durante la semana.2 Por otro lado, las mayores distancias eran realizadas a través de vehículos, de transporte público o particular.

Figura 2 Mapeos actividades y movilidad de entrevistadas antes de la pandemia 

Destaca también la movilidad de las entrevistadas en torno a la realización de trabajo doméstico no remunerado, la mayoría de las veces ligado a compras de alimentos para el hogar. Dichas compras en general eran adquiridas en supermercados dentro de la comuna (figura 2), lo cual requería moverse en el transporte público, colectivo, en auto particular y ocasionalmente a pie, dependiendo de la cantidad de compras, según relatan algunas de las entrevistadas. En cambio, las compras del día a día eran realizadas frecuentemente dentro del barrio, caminando hacia almacenes, las propias ferias del barrio u otras cercanas a este (figura 3). En tal sentido, algunas entrevistadas relatan su relación con el entorno barrial, con vecinos y vecinas, y con los comercios de dicho sitio como factores que generan mucha identidad y arraigo hacia el sector.

Figura 3 Mapeo actividades y movilidad de entrevistadas en pandemia 

Las entrevistadas expresaron varias experiencias negativas en torno al barrio y la experiencia de movilizarse tanto dentro como fuera de este. Destacaban comentarios negativos sobre los microbasurales en algunos sectores, la realización de corridas o pruebas de autos en calle Gac Ovalle, perros agresivos y situaciones relacionadas con otros vecinos, como ruidos molestos. Dos mujeres mencionaron las condiciones del espacio público en el sector, particularmente el pavimento dañado en algunos puntos (calle Uruguay) y la falta de arborización (Av. Pedro Donoso Vergara). Asimismo, las entrevistadas relatan y visibilizan las dificultades que les generan las malas condiciones de calles y veredas para movilizarse en torno a labores de cuidado (mala pavimentación o falta de pavimentación, hoyos, vehículos mal estacionados, etc.). A modo de ejemplo, una mujer que cuida a un hijo en situación de discapacidad señala los obstáculos que enfrenta con la silla de ruedas por las malas condiciones de muchas veredas:

[…] Hay una parte en la calle Gac Ovalle en donde las personas estacionan los autos en las veredas, en casi toda la calle en verdad, y no están muy buenas. Entonces tengo que bajar a la calle para poder pasar con el niño. Igual es complicado porque tener que bajar a la calle, pasan autos de repente, no faltan los que andan rápido […] Tienes que ir haciéndoles el “quite” a las veredas (entrevista a mujer de 37 años, Recoleta, Santiago, 27 de septiembre de 2020).

Otra mujer, que cuida a su padre, indica:

Por ejemplo, en el caso de mi papá, de llevarlo al consultorio, nos íbamos básicamente por la calle, era mejor llevarlo por la calle porque la vereda está mala, mal hecha […] (entrevista a mujer de 57 años, Recoleta, Santiago, 16 de septiembre de 2020).

Ambas citas reflejan las dificultades cotidianas que viven mujeres con personas a su cuidado al movilizarse por sus barrios, debido a las malas condiciones de calles y veredas. Finalmente, se observa que previo a la pandemia la cotidianidad en torno al barrio de las seis entrevistadas se ligaba tanto al trabajo doméstico y las labores de cuidado como también al trabajo remunerado en la mayoría de las mujeres. Solo dos mujeres no recibían remuneración por su trabajo, porque tenían a su cuidado personas dependientes en su totalidad y esa situación de cuidadoras permanentes no lo permitía. Se observa también que las mujeres entrevistadas no mencionan (salvo una) realizar actividades que tengan impacto solo en sí mismas, en el bienestar propio, es decir, que sean consideradas actividades de autocuidado, lo que muestra su trabajo de cuidado constante en relación con otras personas. Asimismo, se puede deducir que las mismas entrevistadas no relevan como parte de su cotidiano actividades que sean 26 para su beneficio individual, teniendo en cuenta que puedan existir o no.

Actividades y movilidad cotidiana en pandemia

En relación con las actividades y movilidades cotidianas llevadas a cabo por las entrevistadas previo a la pandemia, durante la emergencia sanitaria3 estas cambiaron radicalmente para ellas. En el caso de las seis entrevistadas, al superponer sus actividades y movilidades durante la pandemia (figura 3) se evidencia claramente la reducción de su movilidad, el cambio de dinámicas en torno a las labores y el lugar dónde llevaban a cabo el cuidado y las tareas domésticas. En este sentido, las labores de cuidado se realizaron principalmente en casa durante la pandemia, como el cuidado de niños/as y personas mayores. Asimismo, se puede observar que las actividades cotidianas en pandemia de las seis se volcaron a realizarse principalmente en sus barrios y se relacionaron en su mayoría con trabajos domésticos, particularmente con la compra de alimentos y artículos de primera necesidad. Gran parte de los lugares donde se dirigían las entrevistadas para realizar estas actividades estaban ubicados en la Av. El Salto, un eje donde se concentran diferentes servicios de comercio (almacenes, locales de comida), por lo que en pandemia las entrevistadas comenzaron a comprar más comúnmente en los almacenes cercanos al barrio, para así no tener que moverse a grandes distancias, ocupar el transporte público y exponerse al contagio con el virus.

Cabe señalar que, aunque haya aumentado el uso de almacenes del barrio y entorno barrial, bajó considerablemente la frecuencia con la que se movilizaban las entrevistadas en general. Las mujeres salían fuera del hogar una o dos veces a la semana como máximo, e incluso había semanas en las que no salían debido a las cuarentenas y por resguardo personal de sus familias y de sí mismas ante el riesgo de contagio. Asimismo, salían por lo general solas, a diferencia de las salidas antes de la pandemia cuando se movilizaban acompañadas de sus hijos/as, etc. (figura 3). Es importante mencionar que los pocos viajes realizados durante la pandemia se realizaron a pie y las mujeres recorrieron en general un promedio diario de 1,7 km en pandemia se redujo considerablemente la caminata diaria al comparar esta cifra con lo caminado a diario previo a la pandemia (aproximadamente 2,9 km).

Se reconoce también que todas las entrevistadas se movilizaron durante la pandemia con una baja frecuencia a lugares fuera del barrio o sus alrededores, y lo hacían a través de un automóvil suyo particular o de un familiar (figura 3), para así no tener que verse expuestas a utilizar el transporte público por temor a contagiarse con el covid-19. Se observa también que las actividades que las mujeres realizaban fuera del entorno barrial se relacionaban principalmente con labores de cuidado, ya sea de

otros familiares o de llevar a hijos/as a espacios abiertos que permitan cierta recreación, pero con una menor frecuencia en comparación con la etapa prepandemia. Con 27 relación a esto, aquellas mujeres que tienen a su cuidado a niñas y niños expresaron que fue necesario sacarlos del encierro debido al estrés que estaba significando, tanto para ellos como para madres y padres, el no poder recrearse, jugar y salir a la calle, considerando también que existía poco espacio dentro de los hogares. Esto resulta particularmente complejo si se tiene en cuenta que existe un número reducido de áreas verdes en el barrio y sus alrededores, por lo que son pocos los lugares donde las mujeres podían llevar a sus hijas e hijos.

En cuanto a la experiencia de movilidad cotidiana en el contexto de pandemia, la mayoría de las entrevistadas destaca que su mayor preocupación al momento de salir al espacio público era tener que encontrarse con otras personas, más aún con aquellas que no respetaran las medidas sanitarias como el distanciamiento físico o el uso de mascarilla. Asimismo, varias mujeres relevaron que hubo vecinos que realizaban actividades como fiestas o reuniones, lo cual les generaba frustración y preocupación a ellas y sus familias.

Algunas de las entrevistadas perdieron sus trabajos durante la pandemia, por lo que debieron buscar nuevas formas de abastecerse o generar redes de apoyo comunitario en el sector. A lo anterior se suma el aumento de las tareas domésticas dada la permanencia de todas las personas en el hogar, lo cual significó el incremento del trabajo doméstico y las labores de cuidado, situación que fue revelada por todas las mujeres partícipes de esta investigación. El aumento de la carga de trabajo doméstico y de cuidados en manos de mujeres en el contexto de pandemia se vivió en todo el mundo (Falú 2020). Si bien las mujeres históricamente han asumido tal rol (Daly y Lewis 2000; Esquivel 2013; Sánchez de Madariaga y Zucchini 2020), la actual crisis lo ha exacerbado, y ha extendido el cuidado del hogar a las redes locales y próximas a este.

Finalmente, se evidencia que, en el contexto de la pandemia, el cotidiano de las entrevistadas, y también de sus familias, se vio volcado hacia el hogar, el barrio y el entorno cercano a este; ello dimensionó a los cuidados y las labores domésticas como una necesidad vital, tal como es alimentarse y cuidarse unos/as a otros/as ante un momento crítico (Svampa 2020). En este sentido, adquiere relevancia el espacio público vecinal, ya que en este contexto de crisis se refleja lo imprescindible y necesario que es este territorio común, aquel espacio de proximidad en el cual se puedan satisfacer las necesidades básicas (Giglia 2020) y en el cual también surgieron redes de apoyo para enfrentar la crisis. Un ejemplo claro de esto fue el desarrollo de ollas comunes, que permitieron colectivizar los cuidados de muchas familias en el barrio entre organizaciones y las mismas familias; se llegó a entregar más de 100 almuerzos, una actividad desarrollada, una vez más, principalmente por mujeres. Lo anterior evidencia lo relevante que fue la articulación entre familias y organizaciones sociales para atender la emergencia social y sanitaria en relación con los cuidados, es decir, lo importante que fue la organización social de los cuidados que se vio cargada hacia las familias y 28 organizaciones vecinales; esta información se reiteró en varias de las entrevistas.

5. Discusión y conclusiones

Esta investigación muestra que previo a la pandemia la movilidad de las mujeres que cumplían labores de cuidado, así como otro tipo de labores remuneradas, presentaban una multiplicidad de viajes en relación con las labores de cuidado y también con trabajos domésticos, dentro y fuera del barrio, asunto ya planteado en otras investigaciones (Herrmann-Lunecke, Mora y Sagaris 2020; Pérez 2019). Ya antes de la pandemia esta movilidad se daba de manera importante a través de la caminata, sobre todo, en torno al espacio barrial, tal como lo evidencian otros estudios (Figueroa y Forray 2015; Herrmann-Lunecke, Mora y Sagaris 2020; Sagaris y Tiznado-Aitken 2020). Queda en evidencia también que, tanto previo a la pandemia como durante esta, las mujeres no tienen en general tiempo para actividades de autocuidado, por ejemplo, tiempos de ocio, para hacer actividad física u otra, dada la sobrecarga de trabajos domésticos, labores de cuidado o trabajo remunerado (CEPAL 2016).

La llegada de la pandemia cambió radicalmente todas las dinámicas barriales y en particular las dinámicas en torno a los cuidados. Se evidencia la realización de gran parte de las actividades de las mujeres en sus barrios (no así en mayor cantidad dado el confinamiento), movilizándose principalmente a través de la caminata a puntos cercanos al hogar, y dentro de este espacio. La mayoría de las actividades estaban ligadas a trabajos domésticos y labores de cuidado en torno a, principalmente, el grupo familiar, intensificadas dentro del lugar habitacional (Falú 2020).

En este sentido, frente a las problemáticas derivadas de la pandemia, en los sectores más empobrecidos se llevaron a cabo acciones de autogestión, como las “ollas comunes” para proveer de alimento a las familias sin recursos o que fueron quedando sin estos, por lo que se potenciaron las redes de apoyo y se colectivizaron los cuidados en los barrios. Así, la organización social del cuidado producida y distribuida particularmente por familias y organizaciones sociales aumentó en dicho entorno y fue realizada principalmente por mujeres. Estas acciones colectivas pueden considerarse fundamentales para visibilizar los cuidados y cuestionar y replantear la forma en que actualmente se enfrentan.

A nivel urbano, la pandemia refleja la urgencia de que la escala barrial se reposicione como necesaria para enfrentar la crisis y posiblemente el futuro urbano social (Falú 2020). En este sentido, las tácticas comunitarias para enfrentar la crisis de la pandemia han sido fundamentales, pero es necesaria una mayor presencia del Estado, particularmente en torno a las temáticas del cuidado, que ha sido asumido en gran parte por las mujeres. Esto ha significado un aumento considerable de la carga laboral en torno a trabajos domésticos y de cuidado para ellas. Por lo anterior, resulta fundamental que las redes de cuidado y la labor en torno a este, se aborden de manera 29 integral desde las diferentes instituciones, hogares y sociedad en su conjunto, y deje de relacionarse y entenderse solamente dentro del hogar (Comas d’Argemir 2016; Valdivia 2018). Así, el cuidado podría abordarse desde la multiplicidad de aspectos que afecta, por ejemplo, desde el espacio urbano.

Al analizar el caso del barrio San Cristóbal, y en palabras de varias entrevistadas, para facilitar las movilidades alrededor del cuidado es urgente mejorar las condiciones del entorno construido. Desde las políticas urbanas, es fundamental relevar la importancia de que el espacio público es un espacio de soporte para muchas actividades de cuidado, incluyendo la movilidad del cuidado. Así, las políticas públicas deben, por ejemplo, promover la accesibilidad universal y atender las necesidades de niños/as y personas mayores, es decir, deben generar espacios públicos para el encuentro de la diversidad de corporalidades y cuerpos no hegemónicos que conviven día a día en el entorno urbano. Se requieren infraestructuras que permitan el desarrollo de labores de cuidado no solamente en el hogar, sino también en otros espacios, estructuras materiales y socioculturales, lo que Inés Sánchez de Madariaga (2009) denomina infraestructuras para la vida cotidiana.

Asimismo, más allá del ámbito urbano, es necesaria la revisión de las estrategias de cuidado en diferentes escalas y aspectos, desde lo laboral, la participación social, la educación, y muchos otros ámbitos. En tal sentido, las políticas públicas son fundamentales para visibilizar y abordar labores de cuidado tanto en los hogares como en el espacio público.

Al respecto vale apuntar que en Chile prácticamente no existen políticas públicas que aborden los cuidados de manera integral, aparte de unas pocas que buscan apoyar a las mujeres desde lo económico en relación con sus hijos/as.4 Ahora bien, una oportunidad que se está dando en el país es la redacción de una nueva constitución a partir de la Convención Constitucional. En este proceso la temática de los cuidados está siendo fuertemente relevada y considerada, por ejemplo, como parte de las iniciativas populares de normas propuestas por la ciudadanía y levantadas también por convencionales feministas, lo cual podría impulsar futuras gestiones y políticas que consideren los cuidados como una corresponsabilidad social abordada desde toda la estructura social.

En definitiva, resulta fundamental trabajar no solo en la visibilización de los cuidados que realizan miles de mujeres, su mejor distribución entre géneros y un mayor apoyo por parte del Estado, así como en crear una infraestructura para las diversas necesidades de cuidado que siempre han existido en nuestros espacios públicos y calles.

Apoyos

La investigación en la que se basa este artículo fue financiada por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile (ANID), a través del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT) Regular N.°1200527.

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0Cómo citar este artículo:

0Zúñiga-Olave, Catalina Paz, y Marie Geraldine Herrmann-Lunecke. 2022. “Labores de cuidado y covid-19: cambios en la movilidad cotidiana de mujeres en Santiago, Chile”. Íconos. Revista de Ciencias Sociales 73: 15-33. https://doi.org/10.17141/iconos.73.2022.5183

1Para este cálculo se consideraron los metros lineales de caminata diaria de cada entrevistada y se promediaron entre las seis consultadas, contemplando actividades que comúnmente realizaban los días de la semana previo a la pandemia.

2La circulación de las entrevistadas en su barrio se da principalmente en vías importantes o vías que permiten la conexión hacia otros sectores (figura 1).

3Se consideró para esta investigación el período entre el inicio de las cuarentenas (marzo de 2020) y las primeras salidas de las entrevistadas cuando los casos de coronavirus comenzaron a disminuir (septiembre de 2020).

4Un ejemplo es el “Bono por hijo”, beneficio que entrega el Estado para aumentar la pensión de las mujeres que han tenido hijos/ as (adoptados/as o nacidos/as), y que busca remunerar la labor de cuidados llevada por mujeres a lo largo de su vida. No obstante, este aumento de pensión tiene un impacto mínimo en las pensiones de mujeres, y no tiene una mirada integral en relación con otros aspectos de la vida y trabajos de cuidado.

Recibido: 12 de Septiembre de 2021; Revisado: 08 de Diciembre de 2021; Aprobado: 16 de Febrero de 2022

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