El incendio que afectó Valparaíso el 12 de abril de 2014 es considerado el mayor incendio urbano ocurrido en Chile. Las catástrofes como este incendio, además de generar enormes destrozos materiales, son acontecimientos que intervienen nuestros modos habituales de dar inteligibilidad al mundo que nos rodea (Bensa y Fassin 2002). Vale decir, destruyen nuestro entorno de vida y desarticulan nuestra cotidianidad, acabando con la sensación de familiaridad que impregna nuestras relaciones con el lugar y con los otros.
En el caso de Valparaíso, los habitantes de la zona afectada por el fuego desplegaron múltiples prácticas y estrategias con el propósito tanto de reconstruir su hábitat, como de hacer inteligible el acontecimiento, recomponiendo así la normalidad (Mellado 2014). Removieron escombros, limpiaron terrenos, prepararon alimentos de forma conjunta, se coordinaron para el cuidado de niños, organizaron equipos de vigilancia. Pero también escribieron textos. En efecto, escribieron carteles, afiches, cartas, mensajes. En este ensayo nos detenemos en algunos de esos textos para abordar una práctica en particular: la generación de escrituras expuestas (Fraenkel 2002). Nos interesa re flexionar sobre los efectos socioterritoriales de la publicación de dichas escrituras en el contexto posterior al incendio, ya que, desde nuestro punto de vista, juegan un rol importante en la composición del territorio y la organización de las relaciones sociales; función que se ve incrementada durante el período que sigue a un desastre.
Entendemos por escrituras expuestas aquellos escritos de acción que, surgidos en el espacio urbano, buscan actuar sobre otros, particularmente sobre la forma y características del espacio público y que tienen como rasgos destacados el ser visibles, legibles y públicos. De acuerdo con Fraenkel (2007 y 2008), los efectos pragmáticos de dichas escrituras son especialmente relevantes en la configuración de nuestras ciudades, particularmente en lo que ella denomina situaciones de catástrofe. Dicho en otros términos, las escrituras expuestas participan de la producción del lugar (Augé 1999), en la medida en que son elementos mediadores y agentes productivos en la creación de las huellas en las que se expresa la identidad, la relación y la historia, las tres dimensiones propias del lugar, de acuerdo con el antropólogo francés.
En este sentido, partimos de la base que el incendio desarticuló el lugar existente, ya que desaparecieron los elementos en los que se plasmaba la identidad y la trayectoria de vida de quienes vivían en la zona afectada por el incendio. Se produjo una suerte de “borramiento” donde el lugar en que vivían dejó de ser lo que fue. “Era como si lo hubieran bombardeado”, nos decía un vecino afectado por el incendio para transmitir el hecho que no había quedado nada. Ese borramiento, como decíamos al comienzo, se refiere a los aspectos materiales de la vida en el lugar, pero también a otros de orden simbólico e intangible relativos a los patrones relacionales que dan forma a la cotidianidad de un grupo.
Planteado de otra manera, esto quiere decir que el borramiento de las casas, de los cercos y de las señales que configuraban el lugar, no solo es un problema relativo al espacio habitado, sino que también posee efectos concretos sobre la coordinación y la acción conjunta de los habitantes. Es necesario recordar aquí que nuestras prácticas requieren siempre de apoyos y soportes materiales (Conein et al. 1993), y que nunca se producen en el vacío. Tales soportes y apoyos permiten que la acción se conduzca, funcionan como recordatorios, pero también como contenedores, canalizadores y orientadores. Por esto, cuando desaparecen, la práctica se ve afectada. Se requiere, entonces, una intensificación del esfuerzo por coordinar la acción con los otros. Es lo que evidencian algunos de los escritos identificados en nuestro trabajo de campo: se trata de escritos que buscan actuar sobre otros; conminarlos a actuar en conjunto, a organizarse; persuadirlos del valor de la comunidad a la que pertenecen y que con el incendio -y su borramiento- ha quedado en entredicho.
Sin pretender exhaustividad, es posible plantear que, en tanto objetos escritos, todos los textos que encontramos en la zona afectada por el incendio buscan actuar sobre quien los lee. Es propio a la naturaleza de la escritura esa intencionalidad (Heinich 1990), pero en el caso de las escrituras expuestas, es posible plantear que esa característica se ve intensificada “ya que, a pesar de que no se trata de un destinatario específico, como en el caso de una carta o un reporte, se aspira a la lectura de muchos, de todos aquellos que se encuentren en el radio de acción del escrito” (Campos 2014, 22).
En esta ocasión quisiéramos detenernos en dos tipos de escritos de especial relevancia en relación con su intención de actuar sobre otros. A los primeros hemos llamado “escritos de marcaje” y su característica distintiva es que funcionan al modo de una etiqueta que delimita y nombra el territorio, y señalan la condición de propiedad privada de una porción de terreno de la superficie afectada por el fuego. A los segundos hemos denominado “escritos de organización”, puesto que están orientados a coordinar la acción de otros, sus lectores.
Escritos de marcaje
En los escritos de marcaje se destaca el uso del nombre propio del o los propietarios del terreno que es etiquetado. Se delega en el texto escrito la función de reemplazar la presencia física habitual de los moradores de los lugares devastados por las llamas. Esto se ve reafirmado por los demás componentes del escrito, ya que a la mención del nombre propio le acompaña la referencia a la calle y el número de la vivienda.
Los escritos de marcaje buscan informar al lector, señalando la existencia de propiedad privada mediante una escritura sobre los restos o ruinas de ella: son escritos en las paredes, en el piso, en los cercos metálicos que soportaron el fuego. Son escritos que delimitan el espacio, pero también el comportamiento de los actores del territorio (por ejemplo, habitantes y autoridades).
Escritos de organización
Estos escritos conminan a sus lectores a coordinarse y a actuar de forma conjunta. Su ámbito de acción son las relaciones entre los habitantes. Es posible establecer un matiz entre aquellos que declaran la existencia de la comunidad y mediante tal operación buscan producirla, y aquellos que, volcados a orientar la acción, por ejemplo, convocan al lector a protestar.
Generalmente en este tipo de escritos no hay firmante, son anónimos. Este elemento sugiere que es la comunidad la que se expresa y no uno de sus integrantes de modo individual. Los carteles informativos, intervenidos con colores y dibujos, son frecuentes en este grupo, pero también hay otros escritos, generalmente más breves, con un tono declarativo.
Como toda tipología, la aquí propuesta es provisoria. En la imagen 6 se combinan las lógicas de marcaje y de coordinación de la acción: el tono declarativo del texto reconoce y afirma su conformidad con la existencia de propiedad privada y, al mismo tiempo, compone un patrón de convivencia.