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Íconos. Revista de Ciencias Sociales

versión On-line ISSN 1390-8065versión impresa ISSN 1390-1249

Íconos  no.60 Quito ene./abr. 2018

https://doi.org/10.17141/iconos.60.2018.2781 

DOSSIER

Dinámica sociopolítica de la revolución ciudadana. El arte de servir como trabajo político que une y separa sociedad y Estado

The Socio-political Dynamics of the Citizen’s Revolution.Political Work as the “Art of Serving” that Separates and Unites State and Society

Dinâmica sociopolítica da revolução cidadã. A arte de servir como trabalho político que une e separa sociedade e Estado

José Antonio Villarreal-Velásquez* 

1* PhD (c) en Historia, Universidad de Bielefeld, Alemania. jose.villarreal@uni-bielefeld.de.


Resumen

Este artículo analiza las relaciones que se instituyen entre sociedad y política en el contexto de la denominada revolución ciudadana en Ecuador. A través del estudio etnográfico de la práctica de la intermediación o arte de servir, el texto propone comprender la especificidad del trabajo político, los vínculos y las tensiones que se construyen entre los habitantes del suburbio de la ciudad de Guayaquil, los miembros de Movimiento Patria Altiva i Soberana (PAIS) y los funcionarios del Estado. Las reuniones de socialización política y las ferias sectoriales -como rituales de institución- son los escenarios seleccionados para observar las interacciones y la performance pública de los actores protagónicos del actual régimen de predominio político en Ecuador.

Descriptores :  política; intermediación; redes de confianza; rituales de institución; revolución ciudadana

Abstract

This article analyses the relations between politics and society during the so-called citizen’s revolution in Ecuador. Drawing on ethnographic research focused on political brokerage or the ‘art of serving’, the article analyses the particularities of political work by analysing the linkages and tensions that are constructed between the population of a suburb of the city of Guayaquil, the members of the governing political party of the Citizen’s Revolution, Movimiento Patria Altiva i Soberana (Alianza PAIS) and State functionaries. Meetings of political socialization and sectorial events- understood as institutional rituals- are taken as scenes in which to observe the interactions and the public performance of the protagonists of the pre-dominant political party in contemporary Ecuador.

Keywords :  politics; brokerage; networks of trust; institutional rituals; citizen’s revolution

Resumo

Este artigo analisa as relações estabelecidas entre sociedade e política no contexto da chamada revolução cidadã no Equador. Através do estudo etnográfico da prática da intermediação ou da arte de servir, o texto propõe compreender a especificidade do trabalho político, os vínculos e as tensões que se constroem entre os habitantes do subúrbio da cidade de Guayaquil, os membros do Movimento Patria Altiva i Soberana (PAIS) e os funcionários do Estado. As reuniões de socialização política e as feiras setoriais - como rituais institucionais - são os cenários selecionados para observar as interações e a performance pública dos protagonistas do atual regime de predominância política no Equador.

Descritores :  política; intermediação; redes de confiança; rituais institucionais; revolução cidadã

Introducción

El movimiento político ecuatoriano Alianza PAIS - Patria Altiva i Soberana (AP) alcanzó la Presidencia de la república en el año 2006. Luego de aproximadamente una década de inestabilidad política en Ecuador, este movimiento liderado por Rafael Correa ganó las elecciones. Desde un inicio, AP intentó mostrarse como una alternativa innovadora, modernizadora y democrática que planteaba una nueva relación entre Estado, partidos políticos y sociedad. A través del denominado proyecto de la revolución ciudadana, AP propuso la implantación de la autonomía relativa del Estado como motor del desarrollo de las distintas esferas de la vida social y económica de la nación. La expansión de las estructuras estatales en función de construir un tipo de presencia más sólida del Estado en los territorios en los que éste había permanecido históricamente ausente, se convirtió en una de las prioridades del nuevo cuerpo de especialistas a cargo de políticas públicas y programas sociales con vocación universalista.

Por otra parte, AP planteó, como una posibilidad para superar la crisis del sistema político, modificar radicalmente las formas de hacer política y los esquemas tradicionales en el tejido local y nacional. El monopolio de la representación política ya no sería un bien de uso exclusivo de los partidos, los grupos corporativos y los agentes políticos profesionales; por el contrario, AP propuso una “ciudadanización de la política”. A partir de la aprobación de la nueva Constitución en 2008, se reconoció y se garantizó el derecho de la ciudadanía y de las distintas organizaciones de la sociedad civil a participar en la elaboración y ejecución de las decisiones que atañen al bien común.

No obstante, y a pesar de los cambios propuestos e instituidos por AP, las relaciones entre sociedad y política se han caracterizado por un déficit democrático (Villarreal 2015). Durante los últimos 10 años de revolución ciudadana (2006-2016), en términos generales, se evidencia que el “retorno del Estado a primer plano” -a la vez que implementa significativos procesos redistributivos y distintos mecanismos de inclusión social- se mantiene escéptico frente a las potencialidades políticas de las organizaciones sociales, grupos y redes de confianza que históricamente han estado presentes en el tejido local; organizaciones y redes que se encuentran articuladas con la estructura de AP.

El presente artículo -con base en un estudio de caso y en datos etnográficos producidos durante mi trabajo de campo en el suburbio suroeste de Guayaquil entre 2013 y 2014- intenta explicar cómo se configuran los vínculos entre sociedad y política en el contexto de la revolución ciudadana. Para lograrlo, el objeto de estudio empírico es la práctica sociopolítica de la intermediación o “arte de servir”.

A diferencia de aquellas posturas que, inspiradas por la teoría de la acción racional,1 reducen la intermediación a una forma de racionalidad estratégica que origina una red clientelar, sostengo que la intermediación debe ser entendida como un habitus sociopolítico: un conjunto de disposiciones cognitivas y prácticas configuradas históricamente dentro de un conjunto de relaciones ligadas con los procesos de producción colectiva del espacio urbano en Guayaquil y las formas de politización subalterna que emergen desde las mismas.

El arte de servir expresa una forma de hacer política en el territorio urbano que no se limita al intercambio interesado de votos por favores durante un período electoral. El arte de servir permite que el espacio social y el campo político tengan una relación permanente. Éste es, siguiendo a Auyero (2001), un sentido práctico inscrito en una red de solución de problemas cotidianos para los pobres urbanos; una red en la que no solo se intercambian recursos materiales sino también se legitiman códigos simbólicos: trayectorias políticas, formas de actuación y rituales de institución a través de los cuales los sectores populares buscan participar en la vida política.

El arte de servir es una categoría nativa que, en términos de Auyero, expresa la dimensión simbólica del clientelismo político. Sin embargo, también explica cómo en esa misma dimensión se encuentra implícito el deseo de un grupo de personas cuya necesidad de sobrevivir, alcanzar reconocimiento y derechos se ha convertido en un tipo de trabajo político. Este trabajo político es al mismo tiempo estructurado y estructurante del espacio social y del campo político.

El caso del suburbio es relevante para analizar cómo opera este arte de servir por tres razones. Primero, la producción social del espacio suburbano -hecho que estudio a partir de 1970- ha estado compuesta por un conjunto de prácticas y complejas relaciones entre las organizaciones barriales y los actores del campo político local y nacional. Estas prácticas y relaciones -como lo he demostrado en otro estudio (Villarreal 2015)- van más allá de las nociones de clientelismo y política de masas defendidas desde el punto de vista escolástico de la sociología política ecuatoriana.2

Segundo, en el suburbio se encuentra localizado uno de los grupos políticos más representativos de AP en Guayaquil: Movimiento PAIS (MP). Es en el suburbio donde, durante los últimos años (2007-2017), se ha consolidado una de las “mejores experiencias de organización político-partidaria que tiene la revolución ciudadana” (Milton 2013a, entrevista).

Tercero, el suburbio es un espacio integrado a las nuevas dinámicas de organización territorial que, desde una lógica de desconcentración estatal, intentan construir nuevas áreas administrativas para mejorar la distribución de bienes y servicios públicos a la ciudadanía.

En este trabajo se busca explicar cómo los miembros de AP hacen política desde el territorio y para esto se usa una perspectiva analítica que conjuga los conceptos de la sociología de Bourdieu (2000, 2008) y Goffman (2009), así como una estrategia metodológica que sigue algunas de las huellas dejadas por las etnografías políticas de Auyero (2001) y Hurtado (2013).

Además, se utiliza la etnografía política como una herramienta para comprender la lógica práctica del arte de servir desde las múltiples relaciones de poder que lo constituyen. El presente análisis etnográfico pone en práctica una triangulación dentro de métodos (Arias Valencia 2000) para validar la información producida por las entrevistas a profundidad, las historias de vida y la observación participante sobre la performance del trabajo político de dos reconocidos dirigentes sociales y políticos del suburbio. Los relatos sobre el arte de servir de quienes se denominan aquí Milton y Ruth3 se analizan en relación con sus presentaciones públicas y con los testimonios de otros agentes que han participado en su red.

El argumento que presento es que los pobres urbanos son agentes que, inscritos en un contexto y en una red de relaciones sociopolíticas, han incorporado y desarrollado la práctica del arte de servir. A través de esta práctica, se tejen relaciones de cooperación y competencia entre los habitantes del suburbio, los “coordinadores político-territoriales” de MP y los funcionarios gubernamentales de la revolución ciudadana.

El texto está dividido en tres partes. En la primera se describe brevemente los orígenes socioespaciales de la intermediación como un arte de servir. En la segunda y tercera parte se analiza cómo este arte de servir es escenificado por Milton en las reuniones de socialización política y por Ruth en las ferias sectoriales. Al final, se exponen algunas conclusiones del análisis.

Los orígenes socioespaciales del arte de servir

En cuanto a la pregunta que tú me dices ¿Quién es Milton? (…) ¿Qué te diré? ¿Cómo me puedo describir? Como un dirigente barrial, como una persona que ha estado, estuvo inmiscuido en la política desde casi mi niñez [sic]. Desde niño estuve ahí. (…) Entre mis hobbies ha habido dos cosas que he hecho [con] esfuerzo y sacrificio para poder ejercer[las]. La una que es la docencia (…) y el otro hobby para mí es la política. Considerada desde mi punto de vista como el arte de servir; ponerte a disposición de la comunidad, [de] las personas (Milton 2013a, entrevista, resaltado me pertenece).

Bueno, yo la caracterizo [a Ruth] como una mujer luchadora, una mujer de triunfos, de mucho emprendimiento y muy sensible. Yo soy alguien transparente, que ha trabajado políticamente a cambio de llevarse [sic] nada. Siempre me gustó la política. Es decir, a mí siempre me ha gustado ayudar, ser colaboradora, ayudar y organizar a las personas, estar en un lado, estar en otro lado. Para mí, el estar durante varios años en la política ha significado eso servir, colaborar y organizar (Ruth 2013, entrevista, resaltado me pertenece).

Al igual que para muchos de los miembros de su red de confianza, tanto la trayectoria de vida cuanto el trabajo político de intermediación de Milton y Ruth se definen a partir de su interpretación de la política como un arte de servir.

Milton, quien se desempeña como asambleísta provincial, es jefe de organización y acción política de un distrito de MP.4 Él, junto a quien considera su “maestro político”, Víctor, ha participado en política durante más de dos décadas. A la temprana edad de 19 años, Milton comenzó su carrera política cuando presidió el club barrial Fuerza Juvenil instalado en el barrio “La C” y fue dirigente de las juventudes del Partido Socialista en Guayaquil. Se vinculó con AP desde la segunda vuelta electoral de 2006.5

Ruth es la coordinadora político-territorial del mismo distrito. Al igual que Milton, Ruth tiene un amplio recorrido en la política. Con tan solo 15 años de edad, Ruth participó como miembro activo del Comité de Lucha Pro Mejoras María Bonita del barrio “La K”. Junto con Milton y Víctor, ella formó lo que denomina su “liderazgo político”. Como parte de la red de confianza de Víctor en el suburbio, Ruth también se vinculó con AP en 2006.

Las historias de Milton y Ruth son un ejemplo para entender cómo los dirigentes barriales y políticos del suburbio han incorporado, desarrollado y puesto en escena la práctica de la intermediación como un arte de servir.

El arte de servir es un habitus, es decir, un esquema cognitivo y práctico a través del cual Milton y Ruth conceptualizan y despliegan su trabajo de intermediación sociopolítica. Ello es una práctica que se originó en el proceso de transformación urbana de Guayaquil, las dinámicas de integración social e incidencia política promovidas por las estructuras organizacionales del suburbio -comités pro mejoras y clubes deportivos- y las complejas relaciones que se han entretejido entre éstas y los agentes del campo político local y nacional.

Por eso el arte de servir no puede ser entendido simplemente como una “capacidad o cualidad personal para reunir votos” (Menéndez Carrión 1986, 283). El arte de servir es mucho más que eso. Es un sentido práctico incorporado por algunos dirigentes barriales que, en su rol de dirigentes políticos, han buscado que los grupos que representan resistan y se adhieran a las distintas formas de organización espacial y dominación política que han configurado la historia del suburbio guayaquileño.

Por razones de espacio, no explicaré detalladamente las características del tipo de relaciones que configuraron el arte de servir en cada una de las etapas en las que comprendo el proceso de expansión del suburbio: su consolidación como territorio informal de 1970 a 1991, su inclusión en la ciudad neoliberal de 1992 a 2009 y su participación en el régimen de bienestar nacional desde que se inició en 2010 hasta la actualidad. No obstante, con el objetivo de proporcionar algunos elementos de contexto a lectoras y lectores, mencionaré brevemente algunos.

La época de 1970 a 1991 se caracterizó por la debilidad institucional del Estado y el fortalecimiento de un mercado especulativo de tierras (Rojas 1990) a nivel local. El Estado, más allá de impulsar políticas de donación de terrenos y desalojos, evitó combatir la dinámica especulativa que, mediante una valorización indiscriminada del suelo urbano, fue el origen de las condiciones de informalidad, segregación sociorresidencial y estigmatización simbólica del aún en ciernes suburbio suroeste.

Como una forma de enfrentar estas condiciones, la primera generación de moradores que llegó al sector fundó los comités barriales y las agrupaciones de lucha pro mejoras a partir de 1974. Desde los barrios La C y La K, estos espacios de acción colectiva se crearon con el objetivo de tener instituciones barriales que sirvieran para la apropiación, organización y transformación del espacio suburbano. Las historias de vida de algunos exdirigentes y las narraciones de los moradores del sector coinciden en que ahí surgió la práctica de la intermediación como un arte de servir.

Para ser reconocido como dirigente barrial y político, el intermediador debía saber hacer dos cosas: a) “ayudar y apoyar en la desgracia”, es decir, impulsar desde el comité diferentes acciones dirigidas a crear un soporte moral y económico para afrontar los imprevistos y calamidades de los habitantes del barrio; b) “crear consensos y acuerdos” para así consolidar la unidad de los moradores y, sobre todo, mostrar una postura del comité como una instancia de representación política.

En los barrios de Milton y Ruth, el arte de servir se forjó como un habitus cotidiano de quienes ejercieron las funciones de “ayudar y apoyar en la desgracia” y “crear consensos y acuerdos políticos” al mismo tiempo. Ser considerado dirigente implicaba realizar un trabajo social y político continuo y riguroso que permitiera solventar algunas necesidades urgentes de la población y mostrar resultados concretos en la transformación del barrio. El dirigente debía tratar de materializar el deseo de rechazar el orden que dividía a la ciudad en dos zonas -informal/formal- y la aspiración de ser reconocidos como propietarios legales dentro de la gran ciudad.

El intermediador debió desarrollar un conocimiento práctico para sobrellevar los problemas sociales internos y armonizarlos con las complejas relaciones políticas en las que, la doble naturaleza -vocacional y profesional- de sus acciones empezaba a adquirir una notoriedad simbólica.

En este sentido, el intermediador no era ni el propietario ni el inventor del comité, sino su portavoz autorizado (Bourdieu 2008). El intermediador recibía la delegación de los miembros del comité para generar alianzas con otros barrios, negociar con los partidos políticos y reclamar derechos sobre las autoridades encargadas de la legalización de terrenos y la provisión de servicios básicos. Al mismo tiempo, él imponía los principios de unidad e identidad sobre su grupo.

Con el advenimiento de la ciudad neoliberal (Villarreal 2015), el espacio y la vida cotidiana del suburbio experimentaron progresivamente un conjunto de modificaciones. A partir de 1992, la debilidad del Estado se mantuvo y el mercado especulativo de tierras se consolidó. A pesar de aquello, después de muchas negociaciones y luchas, la mayoría de los pobladores que habitaban el suburbio fueron incluidos paulatinamente en el nuevo orden de la ciudad. Esto solucionó su condición de ilegalidad, pero no los problemas relacionados con la carencia de infraestructura urbana y estigmatización simbólica.

Milton y Ruth, como miembros de la segunda generación de moradores y, sobre todo, como dirigentes sociales y políticos, experimentaron estas condiciones de cerca. Al igual que lo hicieron sus antecesores, ambos comprendieron que los esfuerzos voluntarios realizados al nivel social no eran suficientes para suplir las necesidades estructurales y simbólicas que los sujetaban a la miseria urbana. Una transformación radical del espacio y del estigma que se mantenía sobre su posición social dependía de alcanzar alguna solución política a los problemas que los acechaban. Es decir que dependían de las relaciones políticas que ellos, como dirigentes de sus barrios, pudieran establecer.

Milton y Ruth forjaron el habitus del arte de servir desde su participación simultánea en clubes juveniles, comités y partidos políticos con los que constituyeron lazos de confianza basados en la transformación del espacio suburbano. Esta transformación, en sintonía con el espíritu de la época, ya no solo se inspiraba en la idea de ser reconocidos como propietarios legítimos, sino también en la posibilidad de convertirse en sujetos de derechos y miembros de una sociedad civil empoderada. Milton y Ruth aprendieron a representar y escenificar su arte de servir en un doble sentido: social-vocacional enfocado hacia la “ayuda mutua” y político-profesional encargado de la “autogestión comunitaria” y la “organización política por la que se adquiere reconocimiento, derechos y justicia social” (Milton 2013b, entrevista).

Estas nociones, también presentes y legitimadas por los discursos de las instituciones de beneficencia, las organizaciones no gubernamentales y los principales agentes del campo político de aquella época, se convirtieron en conceptos y formas de actuación naturalizadas en las interacciones cotidianas que acontecían entre los habitantes del suburbio, sus intermediadores, los representantes de los partidos políticos y algunas autoridades estatales locales y nacionales.

A través del arte de servir, los moradores de los barrios La C y La K reconocieron a Milton y Ruth respectivamente como sus portavoces. Ellos, al asumir el rol otorgado, construyeron una narrativa biográfica y una forma de performance pública6 basada en la reproducción de los vínculos sociales y políticos necesarios para mantener unido al barrio y transformar material y simbólicamente el espacio suburbano. Los políticos, en este caso Víctor, diputado por el Partido Socialista, establecieron alianzas con Milton y Ruth y consolidaron junto con ellos una red de confianza.

Una vez que Milton y Ruth conformaron una red con Víctor, ambos, además de continuar con las actividades sociales y benéficas que tanto el club juvenil como el comité solían realizar, generaron acciones políticas concretas que cambiaron el aspecto material y simbólico de sus barrios. Consiguieron instalar líneas telefónicas, luz eléctrica, alumbrado público, entre otros. Pero además construyeron las denominadas “calles recreativas” por las cuales la estética de sus barrios se transformó. Se pintaron las casas, se sembraron árboles, se pavimentaron algunas calles, en fin, “todo el entorno cambió y este barrio se convirtió en un lugar más decente”, me explica don Quino, morador del barrio La C (nota de diario de campo, 20 de septiembre de 2013).

El cumplimiento efectivo de estas actividades dotaba a los intermediadores y a sus organizaciones sociales y políticas de un capital simbólico (Bourdieu 2000) por el cual ellos eran reconocidos como portavoces. Mediante el arte de servir, Milton y Ruth adquirieron una reputación basada en lo que ellos mismos, sus vecinos y compañeros codificaron como una capacidad inherente para “saber comprender”, “sentir el dolor del otro”, “solucionar los conflictos” y “trabajar incansablemente para conseguir lo que el barrio consideraba como necesario” (Milton 2013b, entrevista). Así es como aprendieron a justificar y mistificar tanto sus intereses en el juego político como la relación de dominación que su papel de portavoces conllevaba.

Así se expresan Jorge y Yesenia sobre el rol de intermediadores de Milton y Ruth: “El esfuerzo constante por comprender a la gente, esa vocación innata por servir y las relaciones políticas que tuvo Milton”, señala Jorge, “sacaron al barrio adelante (…), por eso la gente lo respeta. Con él, con el club, logramos dignidad para el suburbio” (Jorge 2014, entrevista). “La tenacidad de Ruth, su fuerza de espíritu, su forma de servir a la gente que son tan propias de Ruth”, me explica Yesenia, “es lo que hizo que, en esa época en la que la gente de aquí no tenía nada, se consiguiera lo que para muchos significaba poco: servicios básicos, autoestima. Yo la seguí, y la sigo, porque ella ha luchado por nuestros sueños, por nuestros derechos; lo que otros nos han querido robar” (Yesenia 2013, entrevista).

En la lucha por resistir y adherirse a la expansión de la estructura urbana de Guayaquil, el arte de servir se convirtió en un habitus, un conjunto de disposiciones cognitivas y prácticas legitimado en las actividades de las organizaciones barriales e interiorizado por los dirigentes que, como Milton y Ruth, han participado en las dinámicas de integración social e incidencia política implícitas en el proceso de transformación del suburbio y de la ciudad en su conjunto.

En 2006, Milton y Ruth, como miembros de la red de Víctor, entraron a formar parte de MP. El contexto urbano del suburbio ya no era el mismo de los años anteriores. Las condiciones sociales habían mejorado sustancialmente. El aparecimiento de nuevas demandas de reconocimiento y de derechos de los sectores populares y la promoción de nuevas técnicas de administración poblacional y distribución de recursos impulsadas por AP y los funcionarios del Estado se adhirieron al progresivo debilitamiento de las estructuras organizacionales barriales acontecido desde el año 2000.

En la siguiente parte del texto me interesa demostrar cómo el habitus del arte de servir se inserta y reformula en este proceso. Analizaré dos escenarios o rituales de institución utilizados por MP como espacios de participación ciudadana y redistribución de recursos. Primero, describiré la performance pública de Milton durante las “reuniones de socialización política”. Segundo, describiré el rol de Ruth en las “ferias sectoriales”. En ambos casos explicaré cómo el arte de servir activa una relación de cooperación y competencia en la que interactúan los habitantes del suburbio, los militantes de MP y los agentes burocráticos del Estado.

Las reuniones de socialización política y la institucionalización del arte de servir

“¡Vente ñaño, ahorita! A las cinco tenemos una reunión en el sur que te va a interesar”.7 Esta fue la frase utilizada por Milton para, por primera vez, invitarme a participar como observador de un acto político de MP. La reunión a la que asistimos fue un componente fundamental de una nueva estrategia política que había sido sugerida por él a Víctor y a los demás compañeros de su equipo político. Las reuniones, me explicó, tienen como objetivos “socializar los proyectos de ley que han sido aprobados en la Asamblea Nacional y rendir cuentas del trabajo de los asambleístas para no perder el contacto con la gente” (notas de diario de campo, 13 de julio de 2013). Pero más allá de esto, las reuniones significaban para Milton una forma de “construir la revolución desde las bases” (Milton 2014, entrevista).

Como parte de una intensa agenda de actividades del asambleísta programadas para el fin de semana, la reunión en la Central del Estero es la primera de tres reuniones con un carácter similar.

Al entrar a la Central, la primera imagen que cautiva mi atención es la escenografía preparada: más de 175 sillas plásticas estaban colocadas en total, todas perfectamente alineadas en formas horizontales y divididas en siete filas de 25 unidades a lo largo del local. La mesa central tiene 12 sillas reservadas exclusivamente para los “invitados” o dirigentes de circuito y asambleístas. Estos últimos son quienes tienen la autorización legítima para usar y conceder la palabra. La parte central del salón es ocupada por los “anfitriones” o militantes que forman parte de los circuitos del distrito 4.

Los militantes están ahí, por una parte, para ocuparse de los asuntos logísticos y organizativos, cumplir con la disciplina que demanda la organización política y, como señala una de las asistentes, “recibir la capacitación impartida por la dirigencia”. Por otra parte, ellos también asisten porque las reuniones son espacios en los que el trabajo de los dirigentes de circuito y de sus respectivos grupos, que compiten entre sí por legitimar su desempeño político, reciben un reconocimiento por parte de dirigentes y asistentes en general. En las dos últimas filas de la sala se encuentra el “público” o ciudadanía que ha asistido por simple curiosidad o con la inquietud de escuchar y realizar preguntas sobre lo que se manifieste durante la charla.

La adecuación del espacio físico de la reunión no tiene nada de espontánea. Tampoco se trata de un lugar neutral. Por el contrario, su preparación, adecuación y correcto desarrollo implica la movilización de un conjunto de recursos materiales y simbólicos por los cuales se activan y legitiman los vínculos de cooperación y competencia que caracterizan la vida orgánica y la acción política de MP en el territorio.

Considero a las reuniones de socialización política como rituales de institución del arte de servir. Como lo recuerda Bourdieu (2008), la función social del ritual es principalmente instaurar o naturalizar categorías de diferenciación y separación entre individuos y grupos. El rito marca una división del orden social. En el ámbito político, diré que tanto las reuniones como los ritos poseen el poder simbólico para convertir a la performance pública del arte de servir de los dirigentes en una “capacidad extraordinaria” que, de manera vocacional y profesional, garantiza, al mismo tiempo, una relación de acercamiento/distanciamiento entre quienes mandan y quienes obedecen.

Antes de inaugurar formalmente la reunión, Milton evalúa la rendición de cuentas realizada por el coordinador distrital y, sobre todo, formula ciertas sugerencias para fortalecer la acción política del movimiento.

La actuación de Milton se divide en tres actos. Durante los dos primeros, la puesta en escena del arte de servir se enfoca en reducir las fronteras que parecen haberse profundizado por ocupar un alto cargo de designación popular. Éstas son las que lo distancian y diferencian tanto de sus compañeros militantes como de la ciudadanía que votó por él.

En el primer acto, Milton utiliza su conocimiento práctico -incorporado durante sus años como dirigente social y político- para representar su presencia en la sesión como una acción vocacional. Su intervención empieza con una pequeña bienvenida a la ciudadanía y a los militantes que han asistido. Milton se disculpa por no haber podido visitarlos con anterioridad y explica que las razones de su ausencia corresponden a sus responsabilidades como legislador. Su “demandante trabajo” en la Asamblea aparece como la causa de su “abandono”. Luego recuerda al grupo su agradecimiento hacia ellos y hacia el equipo de trabajo que en este distrito se ha formado. Milton reitera su alegría por el tiempo dedicado a esta reunión, y una y otra vez agradece en su discurso “su voluntad para estar ahí” (notas de diario de campo, 13 de julio de 2013).

Milton significa su presencia en el evento como el cumplimiento de “un compromiso de honor” entre compañeros. Más que una simple rendición de cuentas de los asambleístas, señala, “esta reunión se organiza como una forma de mantener un relacionamiento permanente entre los ciudadanos, los compañeros y los dirigentes” (notas de diario de campo, 13 de julio de 2013).

(…) Considérense asambleístas y consideren que ese espacio que tenemos les corresponde a ustedes. ¡Ese espacio de la Asamblea les corresponde por derecho a ustedes! (…) (notas de diario de campo, 13 de julio de 2013).

Como segundo acto, Milton explica los contenidos de las actividades de la tarde y noche. Presenta su tarea y la de su equipo político como una forma de “compartir” e “interpretar” los contenidos de las leyes aprobadas la semana anterior por la Asamblea Nacional. Y pese a que la tarea de interpretación lleva implícita una asimetría de poder, su trabajo, explica, es parte de la “pasión y mística revolucionaria que deben caracterizar a todo revolucionario” (notas de diario de campo, 13 de julio de 2013).

(…) ni Fernando ni Milton son los eruditos que nos van a enseñar nada. Hemos venido con el deseo de compartir y ser un puente entre algunas diapositivas que hemos elaborado y ustedes. Nosotros acá estamos con todo el interés de interpretarlas. Así que nosotros vamos a hacer el papel de facilitadores (notas de diario de campo, 13 de julio de 2013, resaltado me pertenece).

Durante el primer y segundo acto, el eje central de la performance del arte de servir se orienta por una estrategia de conmiseración (Bourdieu 2008). El asambleísta intenta acercarse a la ciudadanía y militantes a través de la anulación simbólica de sus diferentes posiciones y capitales sociales y políticos. Más que un asambleísta o un erudito, pretende ser reconocido como un simple “facilitador”: un compañero que de manera desinteresada y comprometida genera una relación de cooperación entre las inquietudes ciudadanas, los intereses de los partidarios y los discursos gubernamentales.

En el tercer acto, Milton despliega el arte de servir como una cuestión profesional. Como político profesional toma distancia de los anfitriones y del público presente. Ahora él asume el rol de un portavoz que ejerce la voz legítima de mando. A través de sus conocimientos, el asambleísta intenta otorgar un sentido de cohesión e identidad ideológica a su grupo. De esta manera, Milton afianza su capital simbólico y su posición como dirigente social y político a través del dominio de los conceptos y la escenificación de un saber burocrático o técnico adquirido:

(…) compañeros, hoy vamos a socializar las leyes que ya fueron aprobadas. La Ley de Comunicación. (…) Creo que todos hemos escuchado a la derecha, ¿verdad? Dedicada a desorientar y desinformar a los ciudadanos con los alcances de esta Ley. Nosotros no podemos seguir con los brazos cruzados, compañeros. Tenemos que tener argumentos técnicos, conceptos, verdaderos conocimientos (…) que nos permita sacar la máscara a toda esa derecha (…) (notas de diario de campo, 13 de julio de 2013).

La performance del arte de servir del asambleísta lo conduce a presentarse ya no solamente como un intermediador que “trabaja incansablemente” para transformar el espacio suburbano, sino que ahora Milton pone a prueba una nueva capacidad adquirida para recordar, comprender y transmitir correctamente los argumentos elaborados por el nuevo cuerpo de especialistas del gobierno de la denominada revolución ciudadana. Con esta capacidad, tal como él señala, “se intenta implementar el buen vivir y los derechos en el territorio” (notas de diario de campo, 13 de julio de 2013). Con su actuación, el “compañero Milton”, quien fervientemente reivindica las relaciones horizontales entre iguales, se convierte en el “compañero asambleísta”, quien es reconocido como un profesional de la política que domina los lenguajes técnicos que fundamentan los principios de (di)visión que AP ha instituido como coordenadas del campo político local y nacional.

“¿Si le escucha al compañero asambleísta? Está clarito. Ahora sí entiendo bien eso de la Ley. Con qué claridad siempre nos explica. Se ve no más que, a diferencia de otros, éste es un hombre que sí sabe, que ha estudiado”, comenta Clarita, una militante de MP. “Qué orgullo”, exclama Víctor, quien también participó en la reunión, “nos debemos sentir orgullosos de escuchar a Milton, un dirigente que es del suburbio como ustedes, pero conoce todo y se expresa mejor que cualquier funcionario del gobierno. Gente así es la que lucha por los derechos de todos ustedes desde la Asamblea. Esto solo es posible en la revolución” (notas de diario de campo, 13 de julio de 2013).

La reunión, como rito de institución, asegura que el arte de servir sea legitimado como un trabajo vocacional y profesional. Entre los asistentes se establecen distintos vínculos conectados entre sí por la “capacidad extraordinaria” que pone en escena Milton al asumir su rol de compañero, dirigente de la organización política y asambleísta. La capacidad de Milton no solo lo legitima como portavoz de un grupo al cual confiere una identidad y un sentido de unidad, sino que también le permite disputar una posición de poder en el campo político. Es así como Milton se afianza como un representante de las necesidades y demandas de reconocimiento de los grupos que participan en su red y al mismo tiempo busca consolidar su prestigio como un profesional de la política que sabe cómo cooperar y competir con el cuerpo de especialistas que participan en la institucionalización del Estado.

Los 10 últimos minutos de la reunión se destinan para contestar preguntas de los militantes y la ciudadanía. Milton y su equipo se dedican exclusivamente a solventar inquietudes en lugar de recoger aportes de los participantes. Los aportes no tienen mayor trascendencia ya que la Ley discutida ya había sido aprobada por la Asamblea Nacional antes de esta reunión y, sobre todo, porque las dinámicas que atraviesan la “construcción de la revolución desde las bases”, en última instancia, privilegian la correcta transmisión de conocimientos de los expertos sobre la participación ciudadana en la elaboración de los proyectos de ley gubernamentales.

Ferias sectoriales: el arte de servir y la relación entre organización política y Estado

Las ferias sectoriales son también rituales de institución donde es posible describir y entender cómo la performance del arte de servir establece un conjunto de relaciones entre la ciudadanía, la organización política y el Estado.

Estos eventos surgieron como una iniciativa de MP para “acercar las instituciones del Estado a la comunidad” (Ruth 2013, entrevista). Se realizaron únicamente en el suburbio durante los meses de octubre a diciembre de 2013 y sirvieron como un “ejemplo de que la organización política no solamente es útil para la promoción electoral y va más allá de las elecciones” (notas de diario de campo, 6 de octubre de 2013).8

Las ferias tienen tres fases: preparación, realización y cierre. En cada una se puede observar distintas actividades cumplidas por el arte de servir tanto en su aspecto vocacional cuanto profesional. Ruth, principal coordinadora político-territorial del distrito, fue la responsable de organizar las ferias.

En la fase preparatoria, Ruth muestra su arte de servir como una cuestión vocacional. Ella representa sus tareas como “ayudar en la organización” y, desde la práctica, planifica el evento. Siguiendo la directriz de Milton, Ruth reúne a sus compañeros del circuito anfitrión y los ayuda a realizar un plan de trabajo que sirva para la ejecución de las ferias en sus territorios. Ella se encarga de recoger y priorizar las necesidades y los problemas que los coordinadores de circuito, junto con sus equipos políticos, identifican como prioritarios.

En coordinación con cada responsable de circuito, Ruth define el lugar y día en que se realizará el evento. Esta decisión se formula sobre la base de un conocimiento práctico que conjuga criterios poblacionales, logísticos y especialmente políticos. Los criterios poblacionales dependen del número de viviendas que se encuentren en el sector. La logística está relacionada con las facilidades que existen para que los ministerios puedan llegar a un lugar determinado sin extraviarse y además puedan instalar sus equipos. Entre los criterios políticos se toma en cuenta al menos tres factores: a) los sectores que tengan otras preferencias políticas distintas a AP; b) los sectores que brinden mayor respaldo político a AP, pero que han sido poco visitados por los coordinadores político-territoriales; y c) las áreas donde el gobierno haya inaugurado o esté construyendo alguna obra pública de relevancia.

Como parte de sus responsabilidades en la planificación, Ruth invita a las instituciones participantes y se encarga de supervisar la convocatoria de los asistentes a las ferias. Mediante un oficio, Ruth convoca a los responsables de las instituciones gubernamentales o invitados que han sido seleccionados previamente en razón de las políticas que ejecutan. Como ella me explica, la idea es “llevar a las instituciones que permiten construir el buen vivir y ayudar a nuestras comunidades y barrios” (Ruth 2013, entrevista). Ruth entrega uno por uno los oficios a los responsables de estas instituciones. Esta es una forma de “darse a conocer con los subsecretarios y directores provinciales, ejercer presión y comprometer su asistencia el día de la feria” (Ruth 2013, entrevista).

Ruth conforma equipos de brigadistas y elabora el mensaje que estos repetirán en la perspectiva de convocar a la ciudadanía o público de cada sector en el que se realicen las ferias. Con una semana de anticipación, los brigadistas recorren puerta a puerta las viviendas y, a través de un megáfono, informan la hora y fecha de la feria.

Mediante la organización y planificación, Ruth no solo legitima los conocimientos y destrezas que ha adquirido como política profesional al interior de la organización partidaria, sino que también asegura un tipo de reconocimiento por parte de la ciudadanía y los agentes burocráticos que participarán de la feria. Su trabajo es aprovechado para mostrar a los habitantes del suburbio la “capacidad inherente” que Ruth -primero como dirigente barrial y luego como militante de MP- tiene para gestionar ciertos beneficios del Estado para la comunidad. Al mismo tiempo, ella se posiciona frente a los funcionarios públicos primero como militante de MP y luego como dirigente barrial con capacidad para conocer, convocar y organizar a distintos grupos de ciudadanos en el territorio.

Público e invitados coinciden en que Ruth es el principal “contacto del partido” con el que pueden hablar en el suburbio. Doña Ruth, dicen unos cuantos asistentes a la feria, “es quien nos direcciona a las instituciones cuando tenemos algún problema o necesidad”. Cuando nosotros no lo hacemos directamente, señala una funcionaria, “ella [Ruth] es la que mueve a la gente y nosotros vamos, socializamos y entregamos los programas a los ciudadanos” (notas de diario de campo, 6 de octubre de 2013).

Durante la realización de la feria, Ruth, mediante el arte de servir, se encarga de asignar funciones, cumplir y supervisar tareas. Antes de iniciar, el coordinador del circuito anfitrión es nombrado responsable general del evento. Junto con Ruth debe decidir el lugar preciso en el que se ubicará cada ministerio y además debe indicar dónde los miembros de su equipo político apoyarán a la ejecución del evento (35 a 40 personas en total).

Generalmente en una feria sectorial están presentes ocho instituciones entre ministerios, secretarías de Estado y empresas públicas: el Ministerio del Interior con la Policía Nacional; el Ministerio de Salud Pública (MSP) y su Sistema Nacional de Espectrometría de Masas; el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES); el Ministerio del Ambiente (MAE); el Ministerio de la Producción (MIPRO); el Registro Civil; la Corporación Nacional de Telecomunicaciones (CNT); y la Empresa Eléctrica de Guayaquil (EEG).

Cada invitado está obligado a llevar una carpa en la que se muestren sus programas. Además de las mesas de atención, muchas cuentan con televisores y un proyector de DVD. Cada ministerio tiene un eslogan, materiales promocionales de todo tipo, trípticos, dípticos y videos propios.

Ruth intenta unificar el trabajo de los agentes políticos y los agentes burocráticos. Su idea es que ambos deben promocionar los proyectos, planes y productos ofertados en cada carpa. No obstante, lo que sucede en la práctica es lo contrario. Para los burócratas queda claro que ellos, como representantes del Estado, se encargan de proporcionar un “servicio eficiente y eficaz”. Los agentes políticos no entregan directamente los bienes públicos. Su rol, como muchos de ellos lo dicen, se limita a comunicar a la ciudadanía lo que cada institución está haciendo y a registrar y contabilizar, en una matriz de informe, el desempeño de los funcionarios estatales.

Ni siquiera Ruth tiene oportunidad para actuar o repartir a discreción los bienes públicos a su “clientela electoral”, como se suele afirmar ingenua y peyorativamente. Por el contrario, la acción de Ruth y de los demás coordinadores políticos permanece condicionada y subordinada a la presencia de los funcionarios de Estado, quienes, una vez instalados en la feria, toman control de ésta. Mediante un discurso que privilegia la labor técnica sobre la política, los invitados se presentan frente a los mismos anfitriones y al público como los únicos autorizados para entregar directamente los programas y planes del gobierno de la revolución ciudadana.

La lógica burocrática tiende a sustituir la distribución y el manejo personalista de los bienes públicos por procesos formales propios de la expansión de un proyecto político que intenta mostrar su carácter tecnocrático a través del establecimiento de una relación directa con la ciudadanía en su rol de simples beneficiarios de la política pública. En esta relación, las instituciones estatales y sus funcionarios, en su afán de modernizar y ordenar la sociedad como un todo, anhelan poder prescindir de cualquier cuerpo intermediador que pueda obstaculizar su gestión; hecho que muchas veces incluye al mismo movimiento político.

Ruth no puede entregar directamente el bono de desarrollo humano9 ya que, para ser un beneficiario del mismo, el ciudadano o ciudadana debe aprobar un proceso de calificación que es administrado exclusivamente por el MIES. Durante la feria, los técnicos de esta institución toman los datos de posibles candidatos para recibir este beneficio; sobre todo, de aquellos que por una u otra razón no pudieron participar de la encuesta nacional de selección ocurrida unos meses atrás. Tampoco Ruth está calificada para certificar la constitución de una microempresa de economía popular y solidaria. Esto es un trámite que le compete al MIPRO, ministerio que cuenta en la feria con infraestructura y un equipo de técnicos que asesoran y realizan las evaluaciones necesarias sobre algunas propuestas presentadas.

En fin, lo que mi trabajo de campo me permite constatar es que, en un contexto en que el Estado retorna a primer plano y en el que la participación ciudadana ha sido una propuesta de AP para reformar el Estado, paradójicamente, el margen de acción que tienen los miembros de la misma organización política y sus redes de confianza es cada vez menor. La institucionalización del Estado al mismo tiempo que utiliza, debilita las dinámicas de acción colectiva que están presentes en el territorio.

Durante los últimos años de la revolución ciudadana (2010-2016), el trabajo y las responsabilidades de las instituciones y los agentes burocráticos en el suburbio de Guayaquil han crecido significativamente. Esto es notorio especialmente al comparar este período con los primeros años de gobierno (2006-2009) cuando, como dicen algunos militantes, “sí podías influir en muchas cosas”:

(…) antes incluso podías ayudar a conseguir esas becas, cambio de escuelas, focos ahorradores, las ayudas de la Manuela Espejo, algunas medicinas. Hoy es más complejo. Los directores provinciales casi ni nos escuchan. Ellos están por allá y nosotros por acá. Peor su gente, los técnicos. Ellos, con tal de decirte yo soy técnico y no político, se lavan las manos. A veces nos llaman para que les ayudemos en hacer una campaña u otra; o, como tus has visto, vienen a las ferias y hacen sus cosas. Pero de ahí a que nos permitan trabajar directamente con ellos, mmm. ¡Es bien difícil! Al menos no creo que es con todos igual. Algunos llaman, otros no. Es bien irregular la cosa. A ratos incluso siento que nos utilizan, bueno como nosotros también podemos utilizarlos a ellos [risas]. (…) Eso a la larga llega a debilitarnos como políticos, cómo líderes. ¿Cómo hacemos nuestras gestiones? (Jorge 2014, entrevista).

Entre Estado y organización política se ha desarrollado una relación de cooperación y competencia en la que la segunda tiene una clara desventaja. La cooperación emerge cuando el Estado depende de las mediaciones forjadas en la política local, a la vez que la organización depende del Estado para tratar de apropiarse de su gestión y la política pública que éste oferta. La relación de competencia es visible cuando las instituciones y los agentes burocráticos, en su pretensión de capitalizar políticamente un evento, entran en disputa y tratan de beneficiarse del trabajo político de los militantes y de la organización partidaria en el territorio.

Al cierre de la feria, Ruth toma nota de las personas que por un motivo u otro no fueron atendidas por una institución. Al poner en escena su arte de servir, ella se compromete personalmente a enviar una brigada extra de cualquier ministerio para que solucione el problema mencionado durante el transcurso de la semana. En el caso de que esto no fuera suficiente, Ruth entrega su número telefónico y con una amable sonrisa se pone una vez más a las órdenes del público. Ahora Ruth debe prepararse para la próxima feria.

Conclusiones

En el contexto de la revolución ciudadana, las relaciones entre sociedad y política se han caracterizado por la consolidación de un cuerpo de profesionales de la política que han intentado imponer una lógica de administración burocrática sobre las organizaciones, grupos y redes de confianza presentes en el territorio urbano. Esta lógica, como se ha descrito, socava algunos espacios de participación social e ingenuamente pretende convertir la distribución de recursos en un asunto apolítico y tecnocrático. Esto, en muchas ocasiones, ha contradicho las mismas afirmaciones oficialistas sobre a “ciudadanización de la política” y ha debilitado la acción política de AP y sus redes de confianza en el territorio urbano.

El habitus del arte de servir -como sistema de disposiciones cognitivas y prácticas configuradas en los procesos de transformación del espacio suburbano e incorporadas por los intermediadores de MP en el suburbio- se inserta en este contexto. Aquí, el arte de servir pretende tejer un conjunto de vínculos de cooperación y competencia entre el espacio social y el campo político. Estos vínculos de intermediación no son, como asumen algunos teóricos del “comportamiento clientelar”, una simple expresión del cálculo egoísta e instrumental que realizan determinados actores para conquistar el voto durante un período electoral.

A pesar de que la práctica de intermediación o arte de servir que analizo en este trabajo se parece más a la conceptualización del habitus clientelista que Auyero (2001) encuentra en las villas argentinas, en diálogo con el concepto de este autor, creo que el arte de servir, desarrollado en el suburbio guayaquileño, abre un camino que permite comprender de manera más dinámica cómo la historia del intermediador es la historia de su grupo y, sobre todo, de las distintas formas de politización que este grupo ha desarrollado. El arte de servir se ha configurado como una práctica para resistir y adherirse a un contexto social y político que se ha modificado rápidamente durante los últimos 40 años.

El arte de servir muestra también que la dimensión simbólica del clientelismo está compuesta por el deseo no solo de sobrevivir, sino de encontrar un tipo de reconocimiento y transformar las condiciones que someten a los habitantes del suburbio a la pobreza y desigualdad social.

Bibliografía

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Entrevista a Jorge, dirigente barrial y coordinador político territorial de Movimiento PAIS, 15 de enero de 2014. [ Links ]

Entrevista a Milton, asambleísta de Movimiento PAIS, 15 de enero de 2014. [ Links ]

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Entrevista a Ruth, coordinadora político-territorial de Movimiento PAIS, 12 de septiembre de 2013. [ Links ]

Entrevista a Yesenia, dirigente barrial del Suburbio de Guayaquil, 15 de junio de 2013. [ Links ]

1La Teoría de la Acción Racional (TAR) es una perspectiva de análisis que busca entender los comportamientos sociales, políticos y económicos de los individuos. Esta teoría explica estos comportamientos a partir de la idea de que el individuo es un actor racional que solamente busca maximizar sus preferencias e intereses, siendo ésta la base para sus decisiones y acciones.

2Este punto de vista ha privilegiado el análisis de la acción política del “líder carismático” y de los mecanismos de conquista electoral de su partido en detrimento de la acción política de las “masas”. Desde aquí se ha asumido que la práctica política de los sectores populares se caracteriza por anomia, pasividad, ignorancia y por ciertos atavismos culturales que han sido catalogados como obstáculos para la democratización.

3Los nombres de los dirigentes, sus barrios y sus organizaciones han sido cambiados para precautelar su identidad.

4MP se organiza en Guayaquil mediante distritos, circuitos y sectores. Se trata de una división adaptada a la nueva estructura del Estado en el territorio. Para mayor información, ver: http://www.planificacion.gob.ec/zonas-distritos-y-circuitos/ (Última consulta: 28 de agosto de 2014).

5En la provincia del Guayas, AP se encuentra conformado por, al menos, seis grupos políticos con distintas orientaciones ideológicas. MP es el grupo que representa la tendencia de izquierda.

6Cuando me refiero a performance, utilizo la definición de Goffman: “Ésta es una actuación que puede definirse como la actividad total de un participante dado, en una ocasión dada, que sirve para influir de algún modo sobre los otros participantes” (2009, 30). La performance se aprende, se practica, se luce y puede ser transmitida en –y por– las interacciones que ocurren en la vida social y política.

7Mi diario de campo contabiliza en total 23 reuniones políticas registradas. Aquí presentaré, como ejemplo, la reunión del 13 de julio de 2013.

8Se realizaron 11 ferias sectoriales en total. Todas siguen el mismo esquema. Aquí presento como ejemplo la reunión del 6 de octubre de 2013.

9Programa social del Gobierno del Ecuador entregado a través del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), el cual consiste en una transferencia monetaria mensual de 50 dólares americanos a personas que se encuentran bajo la línea de pobreza.

Recibido: 23 de Abril de 2017; Aprobado: 08 de Noviembre de 2017

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