Slavoj Žižek es, quizá, la figura más controvertida del campo de la filosofía actual. En este libro, Santiago Castro-Gómez presenta un abordaje crítico que combina una lectura atenta con la reposición de ciertos debates y metatextos que clarifican las posiciones del esloveno en el campo de la filosofía política contemporánea. Además, el autor propone una lectura situada de Žižek centrada en identificar su contribución para el pensamiento político sobre los procesos sociohistóricos de América Latina, recientes y actuales.
La entrada a la obra de Žižek que propone el autor resulta indicada desde el mismo subtítulo del libro. Consiste en analizar la postura del esloveno frente a lo que denomina historicismo posmoderno, aquella “tendencia a explicar todos los fenómenos políticos y sociales recurriendo a la historia, es decir, reduciéndolos a las relaciones históricas de poder que les han dado origen”.1 De esta manera, para Žižek en la interpretación de Castro-Gómez, lo que ha operado es el olvido de una ontología que contiene algo trascendental y universal que, por lo tanto, es irreductible a las prácticas históricas. Sus adversarios son la filosofía francesa, en especial, Michel Foucault, Gilles Deleuze y Jacques Derrida, así como las herencias de los levantamientos de 1968 que marcaron un conjunto de pensamientos de izquierdas europeo.
Como Castro-Gómez expone, en términos filosóficos, una de las preocupaciones centrales de Žižek es la restitución del sujeto trascendental (en tanto antagonismo fundamental) como respuesta a la disolución del sujeto en los procesos de subjetivación (históricos y políticos). Esto tiene consecuencias metodológicas puesto que ya no es la genealogía la vía de comprensión del sujeto (que no puede ser historizado) y en su lugar se erige la crítica a la ideología. El retorno del espinoso sujeto significa para Žižek una recuperación del idealismo alemán (Immanuel Kant, pero especialmente Georg Hegel y los escritos tardíos Friedrich Schelling) a la luz del psicoanálisis lacaniano. El reconocimiento de la imposibilidad de la plenitud como condición ontológica que hace fracasar cualquier intento de identidad es el anticipo del idealismo alemán de la teoría psicoanalítica. Esto ubica a Žižek en el terreno del pensamiento político posfundacional junto con autores como JeanLuc Nancy, Claude Lefort, Alain Badiou y Ernesto Laclau (indicados por Marchart 2007).2
El núcleo traumático como un vacío constitutivo representa la piedra de toque de la crítica de Žižek a la concepción tradicional de la ideología como falsa conciencia o deformación de una realidad subyacente. En este punto el filósofo esloveno sitúa tanto su crítica a Karl Marx como a la izquierda posmoderna que enfatiza la lucha por los particularismos. A Marx cuestiona el supuesto prehegeliano de la posibilidad de eliminar el antagonismo constitutivo en un proceso de reconciliación originado en el fin de la lucha de clases. A las izquierdas feministas, ecologistas, antirracistas, antiimperialistas objeta su pretensión ingenua de una armonía (entre géneros, con la naturaleza, entre razas, entre naciones) y, más provocativamente, de gozar con la reproducción de las desigualdades que dicen combatir.
Más allá de que toda exégesis está contaminada de una hermenéutica (como no podría ser de otra forma), un mérito de Castro-Gómez es el trabajoso esfuerzo por resituar a Žižek en un campo de problemas filosóficos y políticos que no siempre se vislumbran detrás del histrionismo del personaje, sus chistes, referencias hollywoodenses o escatológicas. La puerta de entrada que elige Castro-Gómez -la crítica del historicismo posmoderno- es muy acertada, así como ciertas críticas, algunas de las cuales Žižek aborda en uno de sus últimos libros Event (traducido como Acontecimiento). Asimismo resulta destacable el tratamiento riguroso tanto en los supuestos como en las consecuencias políticas de la propuesta del esloveno. La crítica política más seria es -quizá para quienes están interesados en la acción política- la indefensión a la que se somete Žižek en cuanto carece de una estrategia política para el cambio social y, por lo tanto, conduce a una posición poco productiva como opción emancipatoria, sintetizada en su “¡no actúes, solo piensa!”
Frente a esta postura, Castro-Gómez expone que, aun aceptando que haya una falla estructural y que sea constitutiva, esto no impide pensar el terreno en el que se disputa por la constitución precaria del orden social. El contrapunto tiene varias consecuencias teóricas y políticas. El autor colombiano contraargumenta que la admisión de una ontología de la incompletitud (o de la negatividad del ser) no implica asumir que la lucha de clases constituya ese antagonismo trascendental que debemos esperar que se realice ni tampoco el pesimismo lacaniano como inspiración de una teoría del sujeto. Así quedan plasmadas dos críticas centrales de Castro-Gómez a Žižek: la objeción a cierta fetichización del capitalismo al asignarle una lógica transhistórica y trasladar el andamiaje categorial del psicoanálisis al campo de la política. De las críticas se desprenden dos problemas centrales que son abordados en el libro y que van más allá de Žižek: ¿cómo pensar el orden social en clave posfundacional?, y ¿cómo concebir la producción de sujetos y la acción política? Para tratar estos problemas, Castro-Gómez incluye autores que han sido objeto de crítica (Foucault), han sido olvidados (Antonio Gramsci), han polemizado (Laclau) o no han sido considerados (Enrique Dussel) por el filósofo esloveno. La particularidad de incluir a autores latinoamericanos en el debate como interlocutores y vehículo para superar ciertos problemas teóricos y políticos en la obra de Žižek es, sin duda, una contribución del autor. Castro-Gómez defiende a Foucault de los ataques de Žižek argumentando que la idea nietzscheana de “voluntad de poder” tiene este estatuto ontológico que no deja consumirse en la posición de sujeto. Dussel, a su tiempo, reemplaza la “voluntad de poder” por la vida (o la voluntad de vivir) como supuesto universal. Ahora bien, esta potencia puede ser pensada, para Castro-Gómez, como poder constituyente que requiere de lo instituido para estabilizarse parcialmente, allí el (o los) antagonismo(s)3 son el síntoma de la ausencia de fundamento. Esto lleva a pensar los sujetos y el campo de la política contra la propuesta de revoluciones sin sujeto. En consecuencia, se instala la necesidad de pensar los modos de subjetivación (siempre parcial) en terrenos que también son de sujeción (en el sentido de coproducción de subjetividades) por fuera de la propuesta žižekiana de atravesar la fantasía. El autor defiende a Foucault y fundamentalmente propone una recuperación de Gramsci como referente capaz de ofrecer categorías para pensar la contienda política contemporánea. La recuperación de Gramsci es también compartida por Laclau, quien es invocado tanto por sus desarrollos de la categoría de hegemonía en el terreno posfundacional como por los diálogos y polémicas que estableció con Žižek. El libro de Castro-Gómez plantea, además, una querella por una disputa en torno a qué se entiende por hacer filosofía política hoy, en y para América Latina. Mientras para Žižek hay una función estrictamente negativa de la filosofía plasmada en su disposición a develar los mecanismos del goce4 (p. 85), el autor se inclina por reivindicar el lugar de la praxis situada en contextos subalternos, donde la acción instituyente adquiere un lugar central en el campo político y se constituyen nuevos escenarios para temas clásicos como el problema del Estado, el pueblo, los movimientos sociales, los modos de producción de la vida, la pobreza, la desigualdad, la legitimidad de la democracia, etc. La recuperación de la democracia radical (como un imaginario igualitario) frente a las críticas de Žižek ubican a Castro-Gómez cercano a las posiciones de Laclau y Dussel, con quienes comparte posicionamientos teóricos y políticos. El libro de Santiago Castro-Gómez merece ser considerado como un aporte serio en el cual se encuentra no solo una exposición de la filosofía política de Žižek sino también planteamientos para pensar con y más allá del autor esloveno, en un horizonte signado por nuestros problemas políticos contemporáneos.