Introducción
La presencia de fenómenos socioespaciales distintivos se manifiesta en la actualidad en determinadas áreas de la ciudad, que en esta investigación se denominarán la periferia urbana. Estos fenómenos llevan a la reflexión sobre problemas latentes como las desigualdades sociales y la exclusión social. Se trata de fenómenos que crecen sostenidamente y sobre los cuales se debe actuar para transformar dicho proceso en algo que verdaderamente evolucione hacia formas superiores de intervención en la escala urbana. Es ineludible intervenir y articular estas zonas caracterizadas por la informalidad con el resto de la ciudad.
Durante el desarrollo del presente trabajo se detallan aspectos asociados al contexto urbano como soporte de todas las actividades del ser humano, las relaciones sociales y las formas de apropiación del espacio, desde la mirada del urbanismo sobre un área muy especial de la ciudad actual: su periferia o borde. Para el caso latinoamericano este tema supone singularidades respecto a la ocupación, usos predominantes, tipologías edificatorias, carencias y potencialidades. La ciudad de Quito constituye un importante laboratorio que permite ilustrar el fenómeno socioespacial dentro del contexto latinoamericano.
La investigación asume como meta hacer un llamado de atención sobre la ocupación socioespacial que se localiza en zonas muy sensibles de la ciudad. Es precisamente en esos lugares donde se concentran grupos sociales predominantemente de bajos ingresos, los cuales expresan un comportamiento social y formas peculiares de apropiación del espacio; se muestra la relación socioespacial entre las personas, el lugar donde habitan y las demandas insatisfechas debido a la inadecuada provisión de servicios y la escasez de infraestructuras.
Resulta pertinente fundamentar desde el enfoque teórico el tema que se aborda, el significado de la ciudad, qué entendemos por periferia, cómo se expresa la ocupación espacial de las personas en estas áreas de la ciudad, cómo se dan las ocupaciones del suelo y otras singularidades propias que distinguen dichas áreas de la ciudad actual.
La organización espacial de las actividades urbanas, la estructura física que las contiene, así como los usos e intensidades interactuando entre sí, muestran la relación entre las diferentes zonas funcionales y las múltiples dimensiones del fenómeno urbano en sus necesarias afinidades y complementariedad, para garantizar el mejor funcionamiento a escala de la ciudad en un momento clave donde las desigualdades sociales y el malestar de las personas ha ido en aumento. En el presente trabajo se pretende dar respuesta a la interrogante: ¿identificar el comportamiento social y las formas de ocupación en la periferia norte de la ciudad de Quito y sus implicaciones en el desarrollo urbanístico a futuro permite incluirla dentro del fenómeno socioespacial de la región de América Latina como un caso de estudio?
La investigación ha sido organizada sobre la base de los métodos generales del conocimiento científico, transita del análisis a la síntesis, y ha utilizado las técnicas tradicionales de indagación para el estudio de los problemas urbanos, apoyados en la exploración de campo, la observación, entrevistas, levantamientos fotográficos y videos, los cuales facilitaron la elaboración de un diagnóstico exhaustivo que identificó las transformaciones espaciales del territorio y su estrecha relación con el comportamiento social de sus habitantes. Se revisaron además las fuentes bibliográficas y cartográficas, así como informaciones levantadas por las instituciones competentes. La indagación posee una visión transdisciplinar basada en la comprensión del lugar, el comportamiento de las personas que lo habitan y los elementos culturales que constituyen la base de las relaciones que componen la ciudad.
Ciudad
Es considerada como el conjunto de sucesiones de elementos construidos y paisajes que reflejan la superposición de tiempo, culturas, generación tras generación, de ahí la complejidad y diversidad de un espacio intrínsecamente vinculado a las personas; el cual se encuentra en constante transformación, crece sobre sí mismo como red estructurada y mezclada de lugares públicos, privados, parcelados, construidos, vacíos.
En las ciudades latinoamericanas el fenómeno de ocupación del espacio con fines urbanos es el reflejo de los procesos de urbanización acelerada que se han desarrollado desde la segunda mitad del siglo XX y que en la actualidad persisten cada vez con mayor fuerza. Las urbes continúan su crecimiento y ocupan suelo de forma desmedida, se constituye en reflejo de un desarrollo insostenible y un predominio de los intereses de mercado por encima de las necesidades prioritarias de las personas y de la eficiencia urbana. Un efecto distintivo en la ciudad actual es su gran tamaño, un crecimiento muy expansivo con altos consumos de suelo, bajas densidades e invasión sobre recursos naturales valiosos. Según Ezquiaga (2012), “se observan macro- tendencias de orden regional que afectarán nuestras ciudades. Una urbanización acelerada y una tendencia a la consolidación de las megaciudades” (p. 63). Es destacable que muchas de las ciudades alcanzan dimensiones inmanejables dando lugar a fenómenos claros de macrocefalia urbana que complican de manera insostenible su manejo, gestión y planificación urbana.
Se observa la existencia de ciudades que se expandieron de forma desordenada, con áreas precarias e informales, carentes de infraestructura y servicios, transporte público o accesos por carretera. Al expandirse sin visión integradora, las periferias pueden exacerbar la segregación y estigmatización socioespacial de las comunidades que las habitan. Las periferias pueden convertirse en trampas de pobreza para grupos de población que no logran aprovechar las ventajas que ofrece la urbanización (ONU Hábitat, 2012, p. 36). Las ciudades de la región encuentran numerosos obstáculos que explican ese rezago; entre los que se destacan la pobreza y la segregación social, la degradación ambiental, la baja competitividad económica, el desarrollo de formas urbanas poco eficientes y la informalidad residencial (Ezquiaga, 2012, p. 65).
La complejidad de las transformaciones se explicita a través de entender las formas urbanas como el modo en que se organizan física y espacialmente las diferentes funciones en la ciudad, su disposición y distribución; donde la calle, ese elemento lineal de transición y conexión entre público y privado, junto a la manzana asumen un rol protagónico. Resulta significativo el desarrollo y consolidación de nuevas formas urbanas, las cuales se apoderan de la ciudad latinoamericana actual. Se destacan grandes desarrollos inmobiliarios, conjuntos habitacionales cerrados (considerados la negación total de la ciudad) y grandes centros comerciales, que responden a un concepto de réplica de la ciudad pero con acceso limitado. Estas nuevas formas urbanas se alejan de las tradicionales configuraciones basadas en la manzana, el protagonismo de la calle comercial y el espacio público de parques y plazas reconocidas, generadas como centralidades con intensas dinámicas de uso y apropiación por parte de las personas de todas las edades, sexos, estratos sociales y culturales.
El reiterado tema de la seguridad asociado al sentimiento de inseguridad se convierte en el justificativo de la generación de conjuntos residenciales cerrados, grandes espacios rodeados de muros con vigilancia y accesos restringidos a los usuarios. Su principal impacto radica en la fragmentación del tejido y la trama de la ciudad, la segregación social, la ruptura de su tejido. Lo más llamativo de esta nueva forma es que ya no es solo privilegio de las clases sociales altas, sino que se ha convertido en una clara manifestación de todas las clases sociales, con las consiguientes ausencias de proyectos adecuados y en muchos casos fruto de la autoconstrucción y el no respeto de las regulaciones y ordenanzas vigentes.
Esta predisposición a la dispersión espacial, posee impactos y costos sociales, ambientales y económicos, las áreas urbanas crecen predominantemente con viviendas, sin crear un verdadero tejido urbano interconectado. Se reafirma entonces que la ciudad como territorio donde se acrecientan las desigualdades sociales y espaciales, se encuentra estructurada en diferentes zonas funcionales y son las áreas de la periferia donde se aprecian con mayor intensidad la multiplicación de la pobreza, la urbanización de baja calidad, la dispersión y la agudización de problemas urbanos que inciden negativamente en la vida de las personas.
Periferias urbanas
Es importante entender qué es la periferia urbana. Al revisar el término desde su definición más común descrita por el diccionario, esta se presenta como “parte de un conjunto alejada de su centro, especialmente la de una ciudad” (RAE, 2019). Sin embargo, va más allá de esta definición. Según expresan Aguilera y Medina (2017), son zonas que, por su informalidad y segregación, han sido lugares que carecen de condiciones para el bienestar y, en términos generales, áreas de la ciudad desprovistas de oportunidad y condiciones para satisfacer la calidad de vida de quienes habitan allí. (p-79)
La naturaleza de las problemáticas que experimenta este tipo de entornos urbanos lleva a su necesaria interpretación conceptual. Desde una perspectiva social y física, Blanco, Fleury y Subirats (2012) plantean que
La dualidad existente desde el punto de vista social y físico se encuentra regida por la pobreza, la segregación y la informalidad urbana. Todo ello se está dando en escenarios llenos de incertidumbre, formas de crecimiento de las ciudades que no son ni serán sostenibles, excesivo protagonismo del automóvil, déficit de infraestructuras, una ciudad formal y planificada versus una ciudad informal (Cruz, 2016, p. 5). Se pone el acento en las condiciones socioeconómicas de las áreas periféricas en relación con los centros urbanos, ha estado siempre fuertemente connotada como un espacio de miseria, ausencia, carencia y subordinación. Desde una perspectiva física, la periferia remite a un proceso de ocupación irregular del suelo perimetral de los núcleos urbanos (p. 11).
El tema de las periferias urbanas se hace más complejo en las grandes ciudades ya que el fenómeno es de mayor escala; es por ello que la academia a través de su comunidad científica pone su mirada en la identificación de las transformaciones sociales en el espacio que provocan impactos negativos sobre la estructuración urbana y la funcionalidad de la ciudad actual y futura. El objetivo es mostrar cómo esta zona se constituye en ejemplo de la forma de apropiación del espacio por parte de las personas, las cuales buscan incesantemente poder satisfacer sus necesidades de relacionarse en territorios poco o nada preparados para dar las respuestas adecuadas.
Dadas las propias particularidades de estas zonas periféricas, es necesario tener clara su interpretación como áreas neutras y un poco confusas, donde los límites entre lo construido y lo no construido, entre naturaleza y urbanización, no están claramente delimitados. “Se puede afirmar desde la mirada físico espacial que estas áreas de la ciudad presentan una baja ocupación y utilización del suelo; existe una mezcla entre lo natural y la urbanización realizada por el hombre” (Cruz y Fernández, 2018, p. 116). “Es en la periferia donde se desarrolla la no ciudad, la urbanización sin ciudad, difusa y segregada, rompedora de los lazos sociales y culturales” (Borja y Carrión, 2016, p. 24).
Es apreciable cómo la expansión periférica está estrechamente asociada a las ganancias e intereses del capital inmobiliario, en detrimento de la articulación con el territorio preexistente. Se ratifica el concepto de ciudad difusa, donde prevalece la vivienda unifamiliar de bajas densidades, una fuerte tendencia a dar prioridad al transporte privado y una peatonalidad insegura e incómoda como forma de movilidad de las personas. Conjuntamente con la transformación que atraviesa la ciudad como consecuencia del modelo neoliberal en el ámbito económico, social y urbano, se da una profunda crisis en la planeación debido a las complicaciones técnicas, la lentitud de los procesos administrativos, la escasa transparencia y la elevada corrupción en la toma de decisiones urbanísticas, y, por otro lado, se complejiza y agudiza en esta crisis el desbordamiento de los límites administrativos de carácter urbano. El planeamiento no aborda los límites funcionales reales de la metrópolis y se acrecienta la conflictividad entre las diferentes visiones profesionales sobre la ciudad (estética, económica, eficiencia, equidad).
Es importante conocer qué pasa en la periferia de la ciudad, esta se ha vuelto una interrogante permanente que conduce a una necesaria e insoslayable reflexión sobre lo que sucede en ese preciso lugar en el momento actual y lo que podría suceder a futuro: ¿es un espacio susceptible de transformar?, ¿es un espacio perdido u olvidado de la ciudad?, ¿cómo encontrar un equilibrio real y sostenible entre las formas de ocupación y las formas de apropiación y uso de los grupos sociales que la habitan, para que sean lugares equitativos, equilibrados, eficientes y menos segregados?
“Estos lugares de la ciudad están cargados de memoria, de escenas y vivencias que contienen información; elementos con identidad cultural en cada calle, esquina o frente a la vivienda, que quien habita reconoce, defiende y arraiga” (Aguilera y Medina, 2017, p. 91). Es por ello que es necesario potenciarlos para generar una producción más social de ese hábitat singular y poco abordado, y mejorar el déficit visible de la calidad urbana y por ende de la calidad de vida de las personas.
Según Ezquiaga (2000), las carencias de estos tejidos urbanos, el estigma social a menudo asociado a la residencia en estas zonas y situaciones de violencia son compensadas para sus habitantes por ser la única categoría de alojamiento a la que pueden acceder. El tejido urbano informal dificulta la provisión de servicios de infraestructura, particularmente de movilidad, de agua potable y saneamiento (p. 67).
Comportamiento socioespacial
“La ciudad proyecta sobre el terreno una sociedad, una totalidad social o una sociedad considerada como totalidad, comprendida su cultura, instituciones, ética, valores, en resumen, sus infraestructuras, incluyendo su base económica y las relaciones sociales que constituyen su estructura” (Lefebvre, 1971, p. 140). Así este autor afirma que el entorno es un medio. El grupo humano lo moldea, lo deforma o lo transforma (Lefebvre, 1971).
Más de un cuarto de la población urbana en la región habita en viviendas precarias caracterizadas por la falta de servicios básicos, el hacinamiento y una tenencia insegura (Ezquiaga, 2012). Un escenario social marcado por la pobreza y la segregación. “La injusticia espacial es un plus que se añade a la injusticia y marginación social, cultural, económica, la ciudadanía no existe si no es colectiva y plural, cuando no hay ciudad, no hay ciudadanía” (Borja y Carrión, 2016, p. 25). Analizar la relación de las personas y el entorno donde habitan, en una correlación de apropiación, uso y disfrute que genera efectos en ambos, se constituye en una premisa para entender cómo funcionan las periferias urbanas y cómo pueden ser intervenidas para integrarlas a la ciudad existente y de la cual forman parte.
La persona como agente social busca y crea significados en el entorno al relacionarse con él. Y estos vienen modulados por la cultura y la estructura social dentro de la cual la persona opera (Valera, 1993). La relación de las personas con su entorno, en correspondencia con las áreas periféricas de la ciudad, conforma un sistema que funciona de forma integrada social, cultural y urbanísticamente. Las personas se vinculan a su entorno en una búsqueda constante de satisfacer sus necesidades más inmediatas: residencia, relaciones, acceso a servicios etc. Esta relación define unas dinámicas de comportamiento que interactúan, se transforman y se complementan unas con otras.
Los procesos sociales de la periferia están atados a la informalidad, una carencia acentuada de infraestructuras, servicios básicos, espacios públicos, donde cada individuo solo se preocupa de sus problemas, sus intereses individuales, sin tener en cuenta el espacio colectivo en el que se dan las relaciones entre individuos. Si se modifican las formas urbanas, estas han de transformar la vida de las personas, de ahí que su vínculo sea continuo y complementario.
Como ya se ha explicado con anterioridad, las formas urbanas están estrechamente interrelacionadas y en función de satisfacer las necesidades siempre crecientes de las personas. Dentro de las formas urbanas, las edificaciones con uso residencial juegan un rol esencial y relevante, ya que es esta la función predominante y condicionante. La vivienda aparece de múltiples maneras, unifamiliar o multifamiliar, aislada o contigua, y más recientemente en grandes conjuntos residenciales; pero es en todos los casos la función sustantiva, la ciudad es para su gente.
Periferia urbana del norte del Distrito Metropolitano de Quito
El Distrito Metropolitano de Quito (DMQ) constituye el área central y cabecera de la provincia de Pichincha; con una ocupación del 44,6% de su superficie, cuenta con 55 parroquias, de las cuales 33 son rurales y 32 urbanas. Posee una población de 2 millones de habitantes, de los cuales 1,6 viven en el área urbana. Su configuración espacial es alargada en sentido norte-sur y estrecha en sentido este-oeste, lo que ha influido notablemente en su modelo lineal de expansión urbana y su estructuración funcional. Al norte de Quito se distinguen tres importantes parroquias, Calderón, San Antonio de Pichincha y Pomasqui, en las que este trabajo ha enfocado su análisis. Dichas parroquias juegan un rol significativo dentro de la metrópoli, de ahí que identificar cómo ha sido su comportamiento urbanístico desde el punto de vista social, cultural y ambiental, y la ocupación/uso del suelo se constituye en una meta esencial para poder correlacionar este modelo de ocupación del suelo y su conexión con el fenómeno socioespacial de las periferias a escala de la región latinoamericana y poder trazar a futuro las acciones que han de mejorar y potenciar estas áreas urbanas, sobre todo para articularlas al resto de la ciudad, fortaleciéndola como un sistema integrado de hábitat y centralidades metropolitanas.
Las parroquias estudiadas: Calderón posee una extensión territorial de 79,17 km2 y es la más poblada del DMQ. Su crecimiento poblacional ha sido sostenido durante los últimos 60 años: en 1960 tenía 6931 habitantes; en 1962, 8854 habitantes; en 1982, 18 059 habitantes; en el 2001, 84 848 habitantes, y en el 2010, 152 242 habitantes, correspondiente al 5.09% del total de la provincia de Pichincha. San Antonio de Pichincha tiene una extensión de 116.26 km2 que representa alrededor de la tercera parte de la superficie de la ciudad de Quito. Su población es de 32 357 habitantes y en el 2001 era de 19 816 habitantes según el Censo de Población y Vivienda 2010 (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, INEC), lo que demuestra que casi se duplicó el número de personas en el lugar en solo diez años. Pomasqui cuenta con una superficie de 23,16 km2, su población en 2001 era de 19 803 y en 2010 era de 28 910 habitantes demostrando también su sostenido crecimiento.
El análisis y la investigación realizada ponen en evidencia la necesidad que han tenido estas parroquias estudiadas de dar respuesta a un crecimiento sostenido de su población, la cual necesita asentarse y ubicarse dentro del espacio físico y ha encontrado esa respuesta en un proceso de expansión periférica cada vez más desordenado (Figura 1). Las formas de ocupación desarrolladas durante años expresan el desaprovechamiento de los espacios: se reflejan fenómenos de dispersión que en la generalidad de los casos no contribuyen favorablemente a la calidad de vida de las personas ni del entorno en que viven.
Cambios morfológicos como reflejo socioespacial en las periferias urbanas
En las tres parroquias del Distrito Metropolitano de Quito que fueron el sustento de esta investigación, es evidente el fenómeno expansivo del crecimiento hacia sus periferias, se invade el recurso natural valioso y suelos no previstos para la urbanización. Los cambios morfológicos asociados al comportamiento social se pueden demostrar de las siguientes formas:
Concentración de grupos de bajos ingresos como factor económico predominante que ven en estos lugares una posibilidad de acceder a un terreno para construir o adquirir una pequeña residencia, condicionado por las diferencias de precios tanto del suelo como de la vivienda. En la mayoría de los casos se manifiesta el fenómeno de la marginación social y constructiva, se convierten en espacios cuya imagen no es la más adecuada, son entornos de baja calidad y por ende la calidad de vida se ve afectada.
Bordes difusos e indeterminados, donde no se aprecia con claridad el límite entre urbanizado y naturaleza, las construcciones invaden áreas naturales en muchos casos con riesgos para la vida de las personas, como quebradas, laderas, bodes de rio. Continúa un acentuado crecimiento descontrolado, desequilibrado no planificado, de desarrollo espontáneo, con baja calidad urbana y edificatoria.
Los tejidos son predominantemente dispersos, las construcciones (Figura 2) son realizadas en la mayoría de los casos por los propios dueños auxiliados por maestros de obra lo que genera edificaciones de baja calidad, muchas veces no finalizadas, y con bastante afectación a la imagen del lugar sin una línea de fachada continua, ni un perfil claramente definido. Las funciones residenciales son segregadas social y espacialmente, fragmentadas del área consolidada y la presencia de viviendas dispersas es la generalidad del área.
Desarrollo de barrios dormitorios con carencias y déficit de servicios y equipamientos. Existen grandes espacios urbanos desaprovechados, intersticios vacíos, abandonados sin uso definido, que generan una sensación de abandono y la consiguiente afectación a la calidad de vida de las personas que allí habitan, se aprecia la ausencia de servicios y equipamientos que podrían ubicarse en estos espacios.
Ineficiencias en la accesibilidad y movilidad, debido a la existencia de vías incompletas, ausencia de aceras y arbolados unida a una movilidad deficiente, donde el transporte público está poco presente y se prioriza el auto privado. La movilidad peatonal es incomoda e insegura (Figura 3). Son zonas desconectadas del sistema de centralidades ocasionando una baja eficiencia urbana y una negativa influencia sobre las personas que sienten que viven en espacios de exclusión.
Relaciones sociales que tienden al individualismo, sin embargo, ante la ausencia de espacios públicos de intercambio, comunicación, esparcimiento, las personas buscan satisfacer esta necesidad y salen a la calle, convirtiéndose esta en su principal espacio de interacción de unos con otros, jóvenes, niños, adultos, adultos mayores. Cada uno se apropia a su manera: conversar, jugar, comerciar. Son las calles el espacio por excelencia para de alguna manera suplir el déficit de parques, áreas deportivas y de otras funciones atadas a la vida cotidiana de las personas.
El caso específico del norte de la ciudad de Quito no es ajeno al fenómeno de las periferias urbanas de las ciudades latinoamericanas, donde los cambios morfológicos se constituyen en un reflejo espacial y una acentuación de las desigualdades sociales. Como resultado de este trabajo es apreciable el desorden espacial existente en la periferia urbana, con una trama variada, discontinua, desarticulada, que no ha seguido una lógica de continuidad en su trazado mostrando un desarrollo espontáneo, no planificado, con baja calidad urbana y edificatoria. Sin embargo, es innegable que estas zonas son un importante potencial para la intervención urbana en pos de articular y tejer estos espacios a la ciudad y vincularse con la naturaleza que las rodea de una forma sostenible y equilibrada.
Existen instrumentos preparados para enfrentar y mejorar estos problemas identificados. Joan Clos en el prólogo del libro Estado de las ciudades de América Latina (ONU-Hábitat, 2012) fue claro al expresar que
La planificación urbana es la garantía del primer paso hacia la sostenibilidad económica, social y medioambiental de los espacios en los que la mayor parte de la población va a convivir en las próximas décadas: las ciudades. Es el momento de tomar partido y decidir qué futuro urbano queremos. (p. VII)
Conclusiones
La investigación realizada demuestra que en la zona norte del Distrito Metropolitano de Quito existe un comportamiento social y formas de ocupación en sus áreas periféricas caracterizadas por la falta de planificación, desorden, bajo aprovechamiento del suelo y la infraestructura existente relacionadas con el componente socioeconómico, lo que genera implicaciones negativas en el futuro desarrollo urbanístico de la ciudad y permite incluirla sin lugar a dudas dentro del fenómeno socioespacial de las periferias urbanas de la región de América Latina.
El comportamiento social se encuentra muy relacionado con las condiciones del lugar donde habitan las personas y esto se evidencia en las formas en que se apropian y utilizan esos espacios, ya que intentan satisfacer sus necesidades más inmediatas y, si el medio urbano no se las propicia de forma adecuada, sus habitantes intentarán encontrar respuestas, y de esa forma comenzarán a transformar el territorio. De aquí la urgente e ineludible necesidad de atender estas áreas sensibles, esta periferia informal, desarticulada, carente de calidad urbana, servicios e infraestructuras, para transformarla y articularla con la ciudad existente, consolidada y formal.
El cambio de la periferia para su articulación al sistema urbano consolidado debe involucrar a la población que habita el lugar como principal ente transformador y protagonista de la intervención. Y este singular aspecto constituye hoy en día el gran reto que deben asumir los arquitectos, los planificadores urbanos, las autoridades de la ciudad, las instituciones competentes y la sociedad civil.
Las periferias urbanas son en la actualidad sustanciales laboratorios de intervención y transformación de la ciudad y una importante oportunidad para alcanzar el equilibrio de las áreas urbanas, donde el apoyo y acompañamiento de la academia en el planteamiento de las propuestas de ordenación y planificación se constituye en un valioso aporte para el trabajo consensuado, cohesionado, participativo e incluyente que exige la ciudad sostenible, meta a alcanzar a partir de los acuerdos firmados y adoptados en la Conferencia Mundial Hábitat III realizada en la ciudad de Quito en el 2016, mediante la nueva agenda urbana en pos de la ciudad amigable, resiliente y accesible para todos.
Es posible alcanzar la consolidación de la ciudad existente, limitar el crecimiento incontrolado hacia límites insostenibles y poco manejables por los gobiernos locales y atender con prioridad a las periferias como espacios sensibles que constituyen zonas receptoras de gran número de personas que se inscriben dentro de la definición de grupos vulnerables.