INTRODUCCIÓN
En la adolescencia, etapa de transición donde ocurren cambios físicos, emocionales y sociales, surgen situaciones que pueden influir en la salud mental y las relaciones familiares. Fernández et al. (2020) destacan tres condiciones que fomentan la colaboración y el apoyo dentro de la familia:
La primera de estas condiciones hace referencia a la proactividad de la intervención para la adquisición de competencias por parte de la familia. La segunda condición, crear experiencias donde la familia pueda poner en acción sus competencias. Y la última de las condiciones, el sentido de control por parte de la familia, con relación a la toma de decisiones de sus asuntos familiares. (p. 2)
Desde la perspectiva de Tizón et al. (2020, p. 161): “
”. La relación entre padres y adolescentes sostiene una influencia como característica protectora; es decir, los conflictos familiares y la falta de comunicación afectan negativamente la psique de los adolescentes (Zaborskis et al., 2022).la reducción de la interacción social ha supuesto un debilitamiento de los factores de protección de la salud mental: por ejemplo, del efecto protector de los contactos sociales habituales cotidianos, del soporte social y emocional
La familia cumple un papel crucial en el desarrollo de las habilidades sociales de los adolescentes, los padres pueden ser una fuente valiosa de apoyo y aprendizaje temprano (Pérez et al., 2018). Por su parte, Paschall et al. (2019) aluden a que las relaciones intrafamiliares expresan vínculos entre los integrantes de una familia, lo cual resulta fundamental para entender cómo los niños y adolescentes se desarrollan emocional y socialmente. El componente emocional y social puede afectar el estado de salud psicológica de loa adolescentes, se estima que entre un 80 % y 85 % de estos a escala planetaria crecen en función de las relaciones primarias, unas de las más duraderas en su desarrollo (Garcia et al., 2019).
Recientes estudios en el campo de las relaciones intrafamiliares clasifican a las relaciones receptivas como positivas. Para Castro et al. (2021) se basan en tres dimensiones:
1) Unión y Apoyo, que hace referencia a la disposición de la familia a convivir, realizar actividades compartidas y a proporcionarse apoyo mutuo; 2) Expresión, que mide la comunicación verbal de las emociones, ideas y acontecimientos de la familia en un ambiente de respeto; y 3) Dificultades, que agrupa los aspectos considerados problemáticos, negativos o difíciles, ya sea por el individuo o por la sociedad. (p. 21)
En este sentido, varios factores afectan su desarrollo, como la falta de comunicación, los problemas interpersonales, sociales, emocionales, académicos, entre otros (García et al., 2020; Huang et al., 2022). En consecuencia, deben abordarse estos factores para prevenir y brindar mejor salud mental a los adolescentes.
Dentro del campo filial, las situaciones académicas, los problemas intrafamiliares y sociales son vistos como factores de riesgo que generan estrés en los adolescentes, pues históricamente han presentado un alto riesgo de experimentar cambios en su salud mental. Según De Anta et al. (2022), hasta el 20 % de este grupo padece algún trastorno mental, donde la ansiedad, la ira y el abuso de sustancias actúan como síntomas principales. Aquí pueden estar involucrados aspectos genéticos, circunstancias del entorno educativo como carga, demanda académica, apoyo financiero, interacción social con compañeros y maestros e, incluso, experiencias traumáticas como el acoso escolar o bullying (Tizón et al., 2020). Una forma de abordarlo sería por medio de la prevención.
Por lo tanto, el ámbito sanitario resulta ideal para un abordaje preventivo de los conflictos psicosociales y trastornos de salud mental. Así también, el entorno educativo genera redes sociales que permiten a los adolescentes interactuar con la mayor cantidad de personas (Zapata et al., 2021). Los individuos con problemas de salud mental tienden a buscar ayuda terapéutica (Buitrago et al., 2022). A nivel práctico y médico, las alteraciones emocionales no detectadas precozmente por los profesionales alcanzan un mal pronóstico y pueden provocar dificultades graves (Eleftheriades et al., 2020). En consecuencia, sería importante implementar un adecuado abordaje multidisciplinario donde participen psicólogos, psiquiatras y médicos.
Varias corporaciones han percibido este fenómeno como alarmante. Casañas et al. (2020) refieren que:
La salud mental de la población infantil y juvenil preocupa a las organizaciones internacionales como la Comisión Europea y la Organización Mundial de la Salud, que vienen emitiendo informes y recomendaciones sobre la promoción de la salud mental y la prevención de los trastornos mentales. (p. 40)
Ante esto, debe enfatizarse en el desarrollo de estrategias que implementen programas integrales, integrados y basados en las evidencias para la detección temprana y mejoramiento de la salud mental de quienes los necesitan (Bacigalupe et al., 2020). Este tipo de actividades permitirá el abordaje a tiempo y salvaguardar el estado psicológico de los jóvenes.
Estas organizaciones reconocen el valor de los centros educativos, donde se puede promover el bienestar emocional. Además, para llevar a cabo estrategias que promuevan la salud mental y el bienestar, una variedad de actores deben trabajar juntos, entre ellos: educadores, trabajadores sociales, miembros de comunidades locales y regionales, miembros de familias y organizaciones juveniles (Alcover et al., 2023).
Por otro lado, como resultado de la pandemia por COVID-19 se pone mayor énfasis en los descubrimientos científicos enfocados en la salud mental: parece clara la importancia del bienestar psíquico en los jóvenes y, en particular, la salud emocional (Buitrago et al., 2022). Ello se evidencia por el aumento de los cuadros de ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático, autolesiones, etc., según la teoría médico-psiquiátrica estándar (Galvez-Llompart et al., 2021).
Además de los problemas mencionados, numerosos jóvenes presentan signos de malestar emocional generalizado, coincidente con una disminución de los contactos interpersonales (Gatell et al., 2021). La atención insuficiente progresiva de los jóvenes vulnerables, con un aumento de los indicadores personales de inestabilidad emocional, fenómenos emocionales grupales, intentos de suicidio, autoagresiones y violencia conforman indicadores de posibles riesgos de salud mental (Brooks et al., 2020).
Las personas que padecen trastornos de salud mental con frecuencia experimentan prejuicios, estigmas y exclusión social. El desconocimiento y el temor impiden que accedan a servicios de salud, lo que genera demoras y suspensiones del tratamiento (García et al., 2022).
METODOLOGÍA
La investigación se desarrolló desde el paradigma positivista, con diseño no experimental, de alcance correlacional y corte transversal, utilizando muestreo no probabilístico por conveniencia. Se concibió debido al retorno progresivo a clases, en la etapa post pandemia COVID-19, donde se evidenció conflictos en los hogares, entre ellos, problemas en las relaciones intrafamiliares y de salud mental, situaciones reportadas por el Departamento de Consejería Estudiantil (DECE) de la unidad educativa seleccionada. Por esta razón nació la incógnita investigativa enfocada en las relaciones intrafamiliares y salud mental que afectan a los estudiantes de la institución.
Tras ser concedido el permiso institucional para ejecutar la investigación, se informó a la población y sus respectivos representantes para obtener el consentimiento informado, en correspondencia con las exigencias de la ética de la investigación en Ciencias Sociales. Además, se notificó que toda la información sería confidencial, anónima y de uso específico para esta investigación.
Se tomó como muestra no probabilística intencional a las personas que cumplían con los siguientes criterios de inclusión: tener consentimiento informado por parte de los padres y de los adolescentes, ser estudiantes de la unidad educativa y estar en el rango de edad entre 15 a 17 años. Como criterio de exclusión se consideró cualquier aspecto que no cumpliera con los criterios antes mencionados. Por lo tanto, se seleccionó una muestra de 600 estudiantes.
Cumpliendo con esto, se aplicó la Escala de Evaluación de Relaciones Intrafamiliares (ERI) y General Health Questionnaire (GHQ-28) de Goldberg. Para el procesamiento de datos se utilizó el paquete estadístico Statistical Package for the Social Sciences (SPSS) versión 26.0 IBM para el análisis descriptivo, se utilizaron pruebas de frecuencia absolutas, relativas, medidas de tendencia central y para el análisis inferencial se aplicó Chi Cuadrado como y Kruskal-Wallis como escala comparativa.
La Escala de Evaluación de las Relaciones Intrafamiliares (ERI) es autoaplicable y cada pregunta posee cinco posibles respuestas, entre totalmente de acuerdo a totalmente en desacuerdo, como puntuación cuenta con una escala de Likert con cinco categorías. Existen tres versiones de este instrumento; sin embargo, para este estudio se utilizó el formulario intermedio, que consta de 37 ítems y evalúa tres dimensiones: expresión emocional, unidad y apoyo, y percepción de dificultades o conflictos.
Con respecto al método de clasificación en la ERI, se estableció analizando la suma total de los ítems correspondientes a cada dimensión. De esta manera se determina que, si los resultados son superiores al 25 %, se considera una puntuación “alta”, si están entre el 26 % y el 74 % se considera una puntuación “intermedia”, y si son inferiores al 25 % se considera una puntuación “baja”. Adicionalmente, se sabe que la validez es óptima (mediana más alta) para su aplicación y que el nivel de confiabilidad del instrumento fue de 0.82,33 (Rivera & Andrade, 2010).
El Cuestionario de Salud General (GHQ-28) se conforma como una herramienta que pide a los participantes que describan cómo se encuentran durante las últimas semanas, a través de elementos de comportamiento con una escala de 4 puntos que representan la siguiente frecuencia de ocurrencias: “nada”, “no más de lo habitual”, “bastante más de lo habitual” y “mucho más de lo habitual”. El sistema de puntuación utilizado se basa en la escala de Likert de 0, 0, 1, 1. Los puntos mínimo y máximo para la versión 28 son 0 y 28, respectivamente. Las puntuaciones más altas indican niveles más altos (Hjelle et al., 2019).
Como base teórica se tomó el enfoque de Rivera & Andrade (2010) que percibe a la familia como parte fundamental de la salud mental. Por otro lado, también para esta investigación se utilizó el enfoque de Goldberg que estudia la salud general (Hjelle et al., 2019). Estos dos fundamentos fueron esenciales para la ejecución de esta investigación en función del objetivo.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
ANÁLISIS DE INFORMACIÓN SOCIODEMOGRÁFICA
La población estuvo constituida por 600 estudiantes distribuidos, en cuanto a género, en 385 hombres (64.2 %) y 215 mujeres (35.8 %). Con respecto a la edad, el 50 % tenía 17 años, el 30.2 % 16 años y el 19.8 % 15 años. En relación con las personas con las que viven, las opciones de respuesta fueron: 1) mamá, papá y hermanos; 2) solo mamá; 3) solo papá; 4) abuelos; y 5) otros. Con esta información se pudo conocer que la opción 1 fue escogida por el 77.3 % y la opción 2 por el 16.5 %. Por lo cual, para esta investigación se tomó estas tres variables antes explicadas.
ANÁLISIS DESCRIPTIVO DE LA MUESTRA
En cuanto a los resultados de la evaluación relacionada con las relaciones intrafamiliares se identificó que 487 personas (81.20 %) tienen relaciones intrafamiliares moderadas (Tabla 1). Sobre la importancia de esto Pérez et al. (2018) mencionan que una buena relación interfamiliar permite una positiva salud psicóloga y viceversa. Estos parámetros se repiten en Colombia; el estudio de García et al. (2022) dio como resultado que entre los aspectos que influyen se encuentra el tipo de relación, es decir, si es positiva o no, lo cual afecta la estabilidad psicológica de los adolescentes. De la misma manera, en Ambato, Ecuador, se constató que las relaciones intrafamiliares se encuentran vinculadas con la satisfacción familiar, lo que limita los conflictos de los jóvenes (Almeida & López, 2018). Ante esto, resulta importante que los padres de los adolescentes logren mejores vínculos con los hijos, en función de ayudarlos en conflictos o problemas.
Con respecto a la salud mental en lo referido a ansiedad, se constató que 204 (34 %) de los participantes en el estudio refirieron padecerla y en cuanto a depresión hubo 44 (7.30 %) casos probables (Tabla 2). Estos dos síntomas pueden ser delicados para la estabilidad de los estudiados y por ende para dicha población, por lo que debe emplearse un abordaje adecuado. En consonancia con los resultados obtenidos en Colombia por García et al. (2022), el estado saludable depende de la salud general y global, cualquier deficiencia frecuente en este sentido puede traer consecuencias para la estabilidad emocional. De la misma forma, en una investigación realizada en España se recalca la importancia de atender a los síntomas involucrados en la salud mental en lo que percibieron ansiedad y depresión para abordar la cronificación (Buitrago et al., 2022). Asimismo, en otra indagación aplicada en España y enfocada en la población joven se percibió que existe poca información sobre este grupo de estudio y que se ha descuidado la salud mental, lo cual, si no se corrige a tiempo puede conllevar problemas de salud psicológicos y físicos graves (Tizón et al., 2020).
ANÁLISIS INFERENCIAL
Al analizar los resultados entre las relaciones intrafamiliares y la salud mental, se conoció que dentro de los síntomas psicosomáticos 8 dieron como moderado; en cuanto a la ansiedad, se presentaron 163 moderados, para la depresión hubo un total de 30 moderados y la disfunción social fue vista por 3 individuos en un contexto leve y moderado, todo esto en función de los casos probables (Tabla 3).
Un estudio ejecutado en Chile concluye que los factores somáticos y emocionales en algunas ocasiones pueden ser síntomas de situaciones externas no resueltas. Dentro de los aspectos que se pueden tener en cuenta en estos casos se encuentran las relaciones familiares y sociales que no se expresan, por lo que, el cuerpo (soma) y la mente lo expresan (psique) (Herskovic & Matamala, 2020). Al considerar esto, todo lo que contiene a una persona es importante para su salud mental.
En la búsqueda de una nueva visión, Osorio & Zuluaga (2022) descubrieron que en una población adolescente con algunos trastornos siempre existen elementos relacionados con factores familiares, y en su mayoría presentan ansiedad y depresión como dos de los más representativos. De la misma manera, Buitrago et al. (2022) refieren que la salud mental deviene fundamental para la funcionalidad vital, por lo cual, debe considerarse los aspectos familiares y afectivos.
Respecto a la prueba de Chi Cuadrado utilizada para conocer la existencia de relación entre dos variables, se identificó significancia, por lo cual, se percibió la relación entre Escala de Evaluación de Relaciones Intrafamiliares con las subescalas síntomas psicosomáticos con un valor p = 0,601, depresión de p = 0,038 y disfunción social de p = 0,029, lo que significa que sí existe relación. Además, no se encontró relación entre la ansiedad con p= 0,003 y las relaciones intrafamiliares. Ante esto, se identifica que se debe poner énfasis en las expresiones corporales, emocionales y de interacción.
Fernández et al. (2020) dieron cuenta de que, al percibir los problemas en las relaciones intrafamiliares en primera estancia, previene problemas de salud relacionados con el neurodesarrollo, haciendo énfasis en que los factores emocionales pueden estar influyendo en el desempeño de los jóvenes. Por otro lado, Coronel et al. (2022) comprobaron que en la actualidad los tipos de familias no influyen en la salud mental, pero sí afectan la relación entre los integrantes de la familia. Hasta el momento no se ha abordado las relaciones entre las variables que no se encontraron vinculadas.
ANÁLISIS CORRELACIONAL DE LAS VARIABLES
Con respecto al análisis de comparación de grupos a través de la variable sexo, mediante la prueba de Kruskal-Wallis se identificó que sí existe relación entre estas variables, sin hacer diferenciación del género, por lo cual una afecta a la otra y se afectan entre ellas (Tabla 4). Hasta ahora, Beltrán et al. (2022) en su investigación ejecutada en Colombia conocieron que la ansiedad y la depresión tienen comorbilidad y, ante la muestra estudiada, las adolescentes tenían las mismas sintomatologías, por lo que, se percibió que todo este fenómeno familiar se detonaba por problemas en la relación entre los integrantes.
De la misma manera, Buitrago et al. (2022) en España señalaron que una forma de mejorar la salud mental es a través de una vida satisfactoria. En un intento por comparar los resultados en el que se involucran grupos adolescentes, desde el abordaje de García et al. (2020) en Madrid se conoció que la depresión y la ansiedad presentan comorbilidad y la influencia de un ambiente sano puede mejorar considerablemente estos resultados.
Cabe tener en cuenta que la unión de las variables de estudio bajo una población similar en el contexto ecuatoriano no ha sido estudiada. Sería interesante que este tipo de investigaciones se hagan en la actualidad para ayudar a los jóvenes y prevenir problemas de salud mental en las futuras generaciones.
CONCLUSIONES
Se comprobó relación entre las relaciones intrafamiliares y la salud mental, tomando como referencia los síntomas psicosomáticos, depresión y disfunción social en los adolescentes en una unidad educativa del cantón Pelileo, Ecuador.
En su mayoría, las variables son de nivel moderado y el factor más afectado en la salud mental es la ansiedad, por lo cual, resulta elemental considerar esta variable para prevenir y preservar la estabilidad de los estudiantes. Se presume que las relaciones intrafamiliares pueden involucrarse en factores de la estabilidad psíquica tales como la ansiedad, depresión, disfunción social y síntomas psicosomáticos, por lo cual, es posible prevenir por medio de un buen abordaje de familiar y de salud mental.
Sería provechoso efectuar este tipo de investigaciones en torno a la población ecuatoriana, en función de educar mejor a los padres de familia y por ende brindar óptimos entornos familiares a los adolescentes