Para José Luis Macas los fenómenos lumínicos que acontecen en los solsticios y equinoccios del calendario solar son el eje vivencial, conceptual, y plástico de prácticas que exploran el entorno a través de emplazamientos visuales y corporales. En la última década su investigación-acción ha girado alrededor del paisaje andino ecuatorial y su posición privilegiada con relación al movimiento de los astros. José Luis ha realizado intervenciones efímeras en el “disco lítico” o plataforma circular de piedra ubicada en el sitio arqueológico de Catequilla, considerado como observatorio astronómico y centro ceremonial ancestral. También ha recorrido ceques o alineamientos trazados durante las salidas y puestas del sol que conectan cerros tutelares y atraviesan ciudades andinas. Ha organizado ofrendas y caminatas rituales colectivas en consonancia con el calendario agro-astronómico kichwa, propiciado así el reconocimiento del paisaje local. Su propuesta artística apela a múltiples sentidos; sin embargo, el ‘sentido de lugar’ es el más importante, construido a través de la experiencia corporal, colectiva, y capaz de guardar memorias que pueden ser reactivadas (Hamilakis, 2013, p.168). Con sus emplazamientos en la pacha o tiempo-espacio andino, el artista actualiza y activa una serie de diálogos con entidades más allá de lo humano, interacciones donde resuena las ontologías animistas y analogistas caracterizadas por el antropólogo Philippe Descola (2012). José Luis con su poética contribuye a tejer una densa trama de correspondencias e influencias mutuas entre el ser humano y el cosmos, en consonancia con los modos de percibir y vivir el mundo andino. Para Perugachi y Yuyak (2021), la espiritualidad kichwa está presente en una serie de prácticas y conceptos que “permiten el diálogo entre el runa (ser) y la pacha (tiempo-espacio)” (p.15). Para el artista, el sol no es únicamente una fuente de cualidades lumínicas, ópticas y estéticas; también es el Inti, un ser sagrado con el que es necesario e imprescindible relacionarse ya que articula, organiza, y repara el mundo.
Cromotopos1 fue una serie gestada durante los equinoccios del 2018 que implicó ubicar una serie de dispositivos cromáticos translúcidos en fachadas del centro de Cuenca. A manera de ‘esténcil de luz’, en palabras del artista, estos dispositivos lumínicos advertían la presencia y mediaban el encuentro de vecinos y transeúntes con los ritmos del sol, contrarrestando así la marcha mecánica de la ciudad. La selección de las fachadas intervenidas respondió a un estudio previo del movimiento aparente del sol en el territorio durante los equinoccios de marzo y septiembre. Así, Cromotopos marcó el eje este-oeste donde el cerro Guagualzhumi y el macizo del Cajas se alinean durante la salida y puesta del sol (Macas, 2018) (figura 2). Con estos sutiles artefactos solares, el artista propone otro modo de percibir el entorno frente a la disociación internalizada entre naturaleza y sociedad propia de la cultura occidental, dicotomía que las urbes tienden a exacerbar. José Luis asume el reto de conectarnos a una memoria sensorial del paisaje muy antigua, que sigue latiendo a pesar del parcelamiento, despojo, y borramiento de territorios ancestrales por parte de las historias coloniales y nacionales.
La serie Luminancias, presentada en la galería N24 en el marco del Kolla Raymi o equinoccio de septiembre 2022, nace cuando el ‘esténcil de luz’ de Cromotopos ingresa a la galería y despliega la expresividad de su forma (figura 1 y figura 3).
Al romper con el marco y el soporte tradicional, los elementos de la obra se liberan y pasan a integrar y jugar con el tiempo y el espacio. José Luis elabora en este tipo de aperturas estéticas promovidas por el neo-concreto brasilero durante la década del 50 y 60 en Brasil, donde los artistas combatieron la representación fija y naturalista creando ‘objetos especiales’, a decir del teórico Ferreira Gullar (2017 [1959]). Estos ‘objetos especiales’ eran dispositivos altamente sensoriales que buscaban transformar la actitud estática y contemplativa frente al arte. Así, el color, superficie, estructura, movimiento y sus interrelaciones buscaban establecer un diálogo activo con el espectador. A este tipo de exploración, José Luis incorpora la luz, su energía y fuerza, como componente clave para afirmar el arte como organismo vivo que nos interpela desde múltiples perspectivas y dimensiones afectivas y sensoriales. En este caso, la luz no ilumina obras consumadas sino que activa formas translúcidas que constituyen componentes esenciales de las composiciones. Cada composición y la exhibición en su conjunto se desplazan de una aprehensión del mundo basada exclusivamente en la mirada frontal, central y focal, propia del oculocentrismo occidental (Bardet, 2021). Luminancias conduce al cuerpo y mirada hacia lo lateral, los bordes, y a un tipo de espacio-tiempo sin límites. Pero José Luis no se limita a exploraciones meramente estéticas. Se vale de la toma del espacio-tiempo presente, que el neo-concreto conquistó para el arte, para afirmar la vigencia y presencia de una matriz de pensamiento muy antiguo que se suele relegar y fijar en el pasado. La inquietante belleza de las composiciones de Luminancias proviene de patrones en la cerámica de culturas precolombinas como Carchi-Nariño, Manteño-Huancavilca, Pasto, Inca, entre otras2. Al investigar las gráficas precolombinas, el artista se aproxima a la materialidad del pasado no como objeto inerte sino en cuanto a la potencia vibrátil de sus signos que remiten a la arquitectura y pulsión del cosmos. En Luminancias, el retorno de estos patrones a través de los flujos luminosos cromáticos no es simple fácil de describir; las imágenes evocan visiones siderales, espectrales, o psicodélicas. Astros, volutas, retículas, escalonados, o animales se proyectan tan palpables como ilusorios. Las composiciones flotan, dialogan, y sus límites son los que llega a sugerir la luz. En las mismas subyacen principios andinos de paridad y complementariedad, como por ejemplo en los colores seleccionados, en la superposición de formas, así como en el diálogo activo entre varios opuestos como sólido y vacío, fondo y forma, cuadrado y círculo, materia y espíritu (figura 4, figura 5 y figura 6).
Resulta interesante notar que la arqueóloga Karen Stothert (2006) caracteriza a los motivos iconográficos en cerámicas precolombinas de Ecuador como “los mismos fosfenos que se presentan y huyen cuando uno entra en trance al ingerir sustancias psicotrópicas: representan una visión del mundo paralelo, el de los espíritus y de la fuerza vital” (p. 270). En la dinámica traducción que el artista realiza del legado gráfico precolombino resuena esa misma fuerza vital. Más que obras a ser leídas o deconstruidas, Luminancias figura como portal para acceder a otra realidad (figura 7).
Cabe mencionar que, a través de un sutil y potente gesto, José Luis se las ingenió para advertir la presencia de los ritmos del sol al interior de la galería. A ciertas horas del día, una bella chakana situada en una claraboya, proyectaba su mágica y efímera luminancia (figura 8).
José Luis es un gran estudioso de los símbolos y estructuras del pensamiento andino. Uno de los modos en que cultiva su identificación con el mundo andino es la repetición de patrones, formas, y signos por medio del dibujo. El dibujo como gesto estético-político-ontológico que le permite comprender, encarnar, y actualizar varios principios que pulsan en las formas. Achikyakushuyu (Dibujos de sol y agua) responde a este simple y profundo gesto de reiteración, como también al interés que el artista tiene por establecer una poética sincronía con las andanzas del sol, la atmósfera, y el paisaje circundante. Esta serie de ‘caligrafías andinas’ fue plasmada en un proceso fotográfico monocromo en azul cian, que depende de la agencia directa del sol y del agua para revelar y animar los dibujos, en este caso de fases lunares, ciclos solares, discos líticos, serpientes bicéfalas, y geometrías que ordenan el mundo andino como la tripartición o cuatripartición. En esta serie resuena el período actual del Kolla Raymi - equinoccio de septiembre, donde se honra al ciclo lunar, a las aguas, y a la fertilidad de la Pacha Mama (figura 9).
En tiempos de crisis ecológica global, el arte de José Luis nos orienta hacia otros modos de estar en el mundo, en sincronía con belleza de las formas y los ejemplares principios del mundo andino.
María Fernanda Cartagena
Equinoccio del 21 de septiembre, 2022.