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Índex, revista de arte contemporáneo

versión On-line ISSN 2477-9199versión impresa ISSN 1390-4825

Índex  no.12 Quito nov./may. 2021

https://doi.org/10.26807/cav.vi12.435 

Temas del arte

LA COLECTIVIDAD FEMINISTA EN EL ARTE ACTIVISMO: METODOLOGÍAS EN “CALZONES PARLANTES” DE ANDREA ZAMBRANO ROJAS

FEMINIST COLLECTIVITY IN ART ACTIVISM: METHODOLOGIES IN ANDREA ZAMBRANO ROJAS’ PIECE “CALZONES PARLANTES”

1 Kasumi Iwama (EEUU/Japón, 1989). Artista, activista, traductora, investigadora independiente. Licenciada en bellas artes por School of Visual Arts, y master en Estudios de la Cultura por La Universidad Andina Simón Bolívar. Su obra se centra en temas como el feminismo, las fronteras y las identidades. Vive en Quito desde 2017.


Resumen

Este artículo plantea la relevancia e importancia de la visualidad y el arte en el activismo feminista, a través de la obra “Calzones parlantes” de la artista ecuatoriana Andrea Zambrano Rojas. Se presenta a la artista y a su proyecto y se lo analiza con énfasis en el cruce entre metodologías feministas, el activismo y el arte, retomando el planteamiento de la filósofa Marina Garcés. Se cierre el artículo destacando la relevancia del arte activista y su capacidad de levantar una voz colectiva y de reclamar una humanidad crítica en el capitaloceno. El artículo se basa en dos entrevistas con la artista sobre la reflexibilidad de su experiencia.

Palabras clave: feminismo; arte activismo; poner el cuerpo; Andrea Zambrano Rojas; prácticas transdisciplinarias; colectivo

Abstract

This article investigates de importance of visuality and art in activism, through a research of the piece “Calzones parlantes” by Andrea Zambrano Rojas, Ecuadorian artist. I introduce the artist and her project, which is analyzed focusing on the intersection between feminist methodologies, activism, and art. This is related to activism using the Spanish philosopher Marina Garcés’ approach to activism based on the idea of “poner el cuerpo”, or “presenting the body”. The article concludes by emphasizing the relevance of art activism for its capacity to help us speak out collectively and, moreover, reclaim our humanity in an age of capitalism. The article is based largely on two in-depth interviews conducted with the artist and her reflections on the experience.

Keywords: feminism; art activism; putting the body; Andrea Zambrano Rojas; transdisciplinary practices; collective

Andrea Zambrano Rojas y Calzones Parlantes

Andrea Zambrano Rojas (Quito, 1984) es una artista, feminista, activista, integrante del colectivo Mujeres de Frente y co-fundadora de la revista feminista “Flor de Guanto”. Es licenciada en artes visuales por la Universidad de Guadalajara, México y obtuvo su maestría en ciencias sociales con mención en género por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - Ecuador (FLACSO).

Zambrano Rojas dictaba talleres de arte para niños y niñas en el barrio La Ferroviaria en el sur de Quito, cuando decidió visitar el barrio La Venecia proponer un taller ahí. En este el barrio, encontró una lavandería pública todavía en uso por la comunidad (figura 1) y propuso su trabajo alrededor de las mujeres que utilizaban estas facilidades. Eso fue el comienzo del proyecto comunitario “Calzones Parlantes”.

Figura 1 Lavandería en el barrio La Venecia (imágenes cortesía de Andrea Zambrano Rojas) 

En este contexto, la artista conoció de la convocatoria abierta organizada por el festival al-zurich, operado por el colectivo Tranvía Cero. Cada año al-zurich convoca a proyectos comunitarios de arte para apoyar a los artistas con fondos económicos y con un acompañamiento del proceso. Andrea aplicó a la convocatoria con su propuesta para hacer talleres de arte con mujeres de La Venecia, en la lavandería del barrio. Su intención era crear obras de arte comunitario, mientras las mujeres del barrio tenían la oportunidad de hablar de la violencia en sus vidas. Este proceso terminaría con una fiesta-exposición final para las mujeres y su comunidad. El festival aprobó su propuesta y con los fondos la artista pudo conseguir materiales y ayuda necesaria para realizar el proyecto.

Para iniciar, diseñó un afiche para convocar a las mujeres a participar en los talleres. También fue a la lavandería varias veces para conversar con las mujeres que la frecuentaban. Les ayudó a lavar, llevar cosas y tender la ropa para conocerlas, a la comunidad y empezar a construir una relación de amistad con ellas. Quince mujeres conformaron el grupo que sería el núcleo que asistió a los talleres. Andrea y las mujeres se reunieron en la lavandería y la utilizaron como su espacio de auto consciencia. Durante estas actividades, la artista incorporó metodologías adquiridas en su experiencia de educación popular y de feminismo comunitario. La producción de la obra, es decir los calzones, no fue el objetivo central en este sentido. Ella describe así su acercamiento al proceso:

...hay unos espacios para el cuerpo, para sentirte bien, ejercicios de respiración, de estiramiento, hay un momento para el juego, porque también reírnos nos hace bien. También acerca full, esta cosa de tener un espacio para divertirnos un rato. Unos espacios de reflexión, es decir que dediquemos un tiempo para hablar. Y luego, unos espacios de producción. No todo eso ocurre en la misma sesión. Las sesiones de producción pueden ser después. Pero yo sí tenía en mi cabeza y también era el planteamiento de las mujeres que trabajemos sobre calzones. (A. Zambrano Rojas, entrevista personal, 29 y 30 de julio 2020)

Es importante anotar que los talleres no se hicieron exclusivamente para la producción de la obra, sino que fueron un espacio de autoconsciencia, dónde se pudo conocer a las demás, construir la confianza necesaria y reflexionar, porque el tiempo que tienen las mujeres para dedicarse a ellas mismas es escaso y precioso. Todas estas acciones y actividades fueron cruciales para el proyecto, ya que permitían compartir historias de vida y experiencias de violencia. Estos planteamientos parten de la idea feminista de que “lo personal es político”, como núcleo del concepto del proyecto.

Figura 2 Una mujer participante con su calzón (imágenes cortesía de Andrea Zambrano Rojas). 

Eventualmente, los talleres condujeron a la producción de las obras. Usando los calzones como soporte, las mujeres intervinieron en ellos con materiales como pintura para tela, hilo para bordar, lápiz de labios, imperdibles y lentejuelas (figura 2). Cada prenda expresaba las reflexiones de las mujeres sobre la violencia y sobre sus historias de vida. Andrea comenta “las mujeres tenemos muchas cosas que decir, y este fue un espacio para decirlo, con las palabras, con los gestos, con el cuerpo; bordando, dibujando, pintando, con maquillaje, con pintura, con mullos” (Zambrano Rojas, 2013, párr. 6). Asimismo, explica la razón por la que usaron las prendas interiores como soporte de la obra de la siguiente manera:

Los soportes sobre los que se trabajó fueron calzones porque el calzón es un lugar que guarda memorias, de reclamos, de silencios, de violencias, de placeres, de comunicación, de sexo, de amor, de palabras, gritos, erotismo, sensualidad, susurros, miedos, orgasmos, satisfacciones, insatisfacciones y realizaciones. Justamente porque un calzón puede decirnos tanto de cada una, le dimos la posibilidad de que fuera “parlante”. (Zambrano Rojas, 2013, párr. 5)

Al final del proceso, que duró 3 meses aproximadamente, se hizo una exposición pública en la lavandería. En cada puesto de las piedras de lavar, se puso un retrato de las mujeres y colgaron los calzones arriba de cada retrato, a modo de tendedero. Las mujeres y la artista cocinaron, prepararon bebidas y toda la comunidad fue invitada y celebrar la culminación de meses de trabajo y de reflexión de las mujeres sobre la violencia (figuras 3 y 4).

Figura 3 Instalación Calzones Parlantes en la lavandería pública del barrio La Venecia. (imágenes cortesía de Andrea Zambrano Rojas). 

Figura 4 Instalación Calzones Parlantes en la lavandería pública del barrio La Venecia. (imágenes cortesía de Andrea Zambrano Rojas). 

En 2018 este proyecto participó en la exposición En mis Quince, Exposición antológica por los 15 años del Encuentro de Arte y Comunidad, al zur-ich (2003-2017); se presentaron las piezas de Calzones Parlantes, las fotografías de las mujeres y también imágenes del proceso (figuras 5 y 6). La exposición tuvo lugar en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito.

Figura 5 Instalación Calzones Parlantes, Centro de Arte Contemporáneo, Quito, 2018. (imágenes cortesía de Andrea Zambrano Rojas). 

Figura 6 Instalación Calzones Parlantes, Centro de Arte Contemporáneo, Quito, 2018. (imágenes cortesía de Andrea Zambrano Rojas). 

La transdisciplinaridad y el trabajo colectivo como metodología feminista

Julia Antivilo Peña señala que el arte feminista latinoamericano, desde su emergencia, ha tenido dos facetas básicas: la transdisciplinaridad y lo colectivo (Antivilo en Fajardo-Hill y Giunta, 2017, p. 39). Esta noción presenta la dimensión metodológica del arte feminista. Es decir, el arte feminista no solo lo es por su contenido o posicionamiento, sino que también es feminista por la metodología utilizada para la realización de la obra. En este caso la transdisciplinaridad y lo colectivo son metodologías feministas por su capacidad de desafiar nociones del arte tradicional, como la del artista genio-solitario y la autonomía del arte, para así dar un giro político en la producción artística. Además, estas metodologías tienen la capacidad de alimentar la subjetividad individual que conduce hacia una voz colectiva que, a su vez, cambia el imaginario colectivo.

La transdisciplinaridad fue lo que permitió a este proyecto funcionar como arte procesual, donde lo que ocurre es más que la producción de una obra, sino que es un proceso que lleva a cabo un cambio de mentalidades, el fortalecimiento de lazos comunitarios y una autoconsciencia que toma paso más hacia la liberación.

Para Andrea, “Calzones parlantes” fue un proyecto que sirvió para crear un espacio de autoconsciencia a través del diálogo y también para producir obra. Para esto trabajó con metodologías de educación popular, propuestas por Paulo Freire y también, con ideas del feminismo comunitario, a partir de su experiencia en el colectivo Mujeres de Frente (A. Zambrano Rojas, entrevista personal, 29 y 30 de julio 2020).

Otro método utilizado en el proceso de Calzones Parlantes fue el diálogo. La artista indica que, con su participación en Mujeres de Frente, aprendió la importancia de ayudar o acompañar a las mujeres para encontrar su propia voz y para que puedan expresarse desde su lugar y realidad; por eso trabaja en el cruce entre arte y pedagogía del diálogo. Esto hace que los talleres además de ser espacios de producción sean también espacios de auto consciencia donde las mujeres pueden hablar y expresar sus pensamientos, experiencias y deseos. Asumir esto fue crucial para la realización del proyecto, porque “Calzones parlantes” es una obra artística que se puede exhibir, pero también es un proceso de autoconsciencia y de liberación de las mujeres y de su expresión en el espacio público.

Trabajar colectivamente desafía la idea de la genialidad individual del artista, porque intervienen varias subjetividades en la estética de la obra. Relacionarse desde el arte, rompe con la jerarquía del artista que desarrolla individualmente su visión de la obra. Este proceso es distinto a la relación de producción que mantienen artistas contemporáneos como Damian Hirst o Jeff Koons, quienes trabajan con otras personas, pero en sus procesos únicamente el artista tiene el poder creativo, y los asistentes desarrollan la obra solamente como fabricantes.

¿Qué pasa cuando los participantes tienen el poder de apropiarse del proyecto? En esta dinámica, se pone en cuestión la noción del artista como un experto con formación para “entender lo estético”. El arte feminista al que me refiero con la propuesta de Zambrano Rojas busca valorar y estimular la creatividad colectiva buscando incidir en la subjetividad de las personas, sin importar su procedencia y en favor de una mejor convivencia. De esta forma, su objetivo dista mucho de la intención de instrumentalizar a los sujetos participantes, ya que se enfoca en la des jerarquización de la noción del arte hecho por las y los artistas con formación académica que obedecen al patrón romántico del “artista genio”.

Andrea señala que son las relaciones jerárquicas las que se vuelven violentas. Por lo tanto, es necesario des jerarquizar los roles, reconociendo el trabajo de cada mujer y nombrándolas a todas para visibilizar los trabajos que sostuvieron el proyecto.

En la exposición En mis Quince… en el Centro de Arte Contemporáneo, la artista pidió que todos los nombres de quienes participaron aparezcan en la cédula de la obra. Comenta, “yo sí quería que aparezca cada [nombre], porque [...] cada calzón tiene su autoría. No puede ser autoría mía porque [...] yo ni siquiera hice ningún calzón. Entonces ahí hay algunas autorías individuales y también de haber participado en un proceso [sic]” (A. Zambrano Rojas, entrevista personal, 29 y 30 de julio 2020).

Para Zambrano Rojas, es importante trabajar en colectivo, pero también reconocer el trabajo de cada mujer incluyendo, por ejemplo, a Nina Velasco, quien no participó desde un aspecto creativo, pero ayudó con el proyecto, al estar encargada del cuidado de los hijos de las mujeres que participaron de los talleres. Andrea reconoce que, sin el apoyo de Nina hubiese sido imposible realizar un proyecto con la participación de las mujeres.

El reconocimiento también es importante. A lo largo de la historia, las mujeres se han encargado del “trabajo sin nombre”, trabajo no remunerado ni reconocido, como la crianza de los hijos, las tareas del hogar o el cuidado de los mayores. Históricamente, el feminismo explica que existen estos trabajos y que además son los que sostienen la estructura del capitalismo.

Por la relación oculta entre trabajo y género, el reconocimiento feminista de la artista hacia sus compañeras de proyecto era importante ya que “Calzones parlantes” no es remunerado monetariamente, sin embargo, hay mucho valor en la participación. Para Andrea es importante nombrar a todas las mujeres que han participado, contribuido y apoyado el proyecto, para así des jerarquizar los roles y reconocer toda la labor que hizo posible la obra (A. Zambrano Rojas, entrevista personal, 29 y 30 de julio 2020).

El problema de la violencia machista

Hablar de la violencia machista o de experiencias personales, puede ser duro para muchas mujeres que han sido víctimas. Me gustaría destacar que la metodología que utilizó Andrea en la ejecución de “Calzones parlantes” demuestra que el arte activismo puede ser un medio potente para abordar el problema de la violencia machista.

Aunque se imagina la violación o el femicidio como las formas más graves de violencia de género, en realidad, la violencia toma muchas otras formas. El Instituto Nacional de Estadística y Censos, divide la violencia en 5 categorías en su encuesta, Encuesta nacional sobre relaciones familiares y violencia de género contra las mujeres (ENVIGMU). Las categorías son: violencia psicológica, violencia física, violencia sexual, violencia económica o patrimonial y la violencia gineco-obstétrica (Instituto Nacional de Estadística y Censos, 2019, p. 6). Por lo tanto, es posible que haya mujeres que no se den cuenta de que su experiencia es violenta, generalmente por asociarla únicamente con el aspecto físico.

Mucho de lo que Andrea hace como artista, es recoger las experiencias que están frente a ella o en su entorno y ponerlas en otro lenguaje; el de las artes. La violencia machista es algo que siempre está en la vida de las mujeres; dice la artista: “la violencia es algo que está presente y también por eso creo que no es solo mi idea, sino que está ahí. Yo simplemente hago los hilos para unir porque ya está ahí” (A. Zambrano Rojas, entrevista personal, 29 y 30 de julio 2020).

Para este caso, Zambrano Rojas utilizó el diálogo como herramienta, algo que resultó terapéutico para todas las participantes. Sostiene que fue importante que las mujeres abrieran la conversación con sus palabras e historias primero, porque hablar de la violencia es difícil y muchas veces es invisibilizada. La artista comenta que este acto de ponerse en el lugar de la vulnerabilidad fue importante:

…fui la primera en decir ‘a mí me pasaron este tipo de cosas, una violación en esta manera’ [y] contar esas cosas muy íntimas, entonces ahí [abro] un camino [...] que la otra puede regresar. La otra puede dialogar porque [estoy] abriendo este canal. Y por eso creo que se crea una relación más de amistad, de confianza porque una está contando cosas muy íntimas, de mucho dolor. (A. Zambrano Rojas, entrevista personal, 29 y 30 de julio 2020)

El arte como pretexto para hablar sobre la violencia fue importante para crear espacios de diálogo. Andrea destaca el efecto sanador de la combinación de arte y diálogo. Nota que, para muchas mujeres, formar parte del proyecto les permitió, por primera vez, hablar sobre la violencia vivida. Si hubieran sido reuniones más formales, quizás no hubieran salido las historias que tejieron estos procesos; pero la estructura informal y el poder crear mientras se habla, les permitió abrirse y sanar en el proceso, además de crear desde la reflexión. Zambrano Rojas observa que participar en el proyecto conlleva procesos de sanación. Ella lo atribuye al poder darse cuenta de que no están solas, dice:

También una misma sana a la vez, contándole a las otras. Y las otras también pueden contarlo, muchas por la primera vez. Y así [sic.] es una segunda, tercera, cuarta vez, por ejemplo, mientras más una puede contar las experiencias de violencia es como que las puede gestionar más en el cuerpo, y puede también darse cuenta [de] que no es una experiencia individual. O sea, sí es una experiencia individual, pero que también ocurre colectivamente, que no eres la única, que es la estructura […] saber que no estás sola tampoco en eso. (A. Zambrano Rojas, entrevista personal, 29 y 30 de julio 2020)

Poder compartir historias con el pretexto de este proceso artístico resultó en la sanación de las mujeres y en la comprensión de que el problema es social y político, no solamente individual. Eso creó una sensación de solidaridad y fuerza que no se hubiera obtenido si no se compartían las historias y posiblemente, las mujeres hubiesen quedado en el aislamiento social, en cuanto a la violencia patriarcal. Las cifras sobre la violencia machista contra cuerpos minorizados ya existen, pero no generan ningún cambio en sí mismas. Son proyectos como “Calzones parlantes” lo que da forma al asunto sin forma. El arte activismo cambia lo que puede ser visto en público.

Poner el cuerpo en el arte activismo

En este caso, la artista considera su proyecto como activismo e identifica su práctica artística como afín a éste; yo asocio a esta práctica como “arte activismo”. El activismo tiene muchas formas y varía dependiendo del contexto. La idea general de esta práctica es accionar para efectuar cambios sociales. En este sentido, el panorama es amplio; se puede considerar como activismo a las luchas independentistas de un país, a las protestas y manifestaciones y hasta a elementos simbólicas como acciones o imágenes que se viralizan en las redes, que es algo particular en la actualidad.

En su reflexión sobre su experiencia con las okupas de Barcelona, la filósofa española Marina Garcés (2018) habla de la idea de “poner el cuerpo”, que ha sido central en los grupos de las okupas y su compromiso con su activismo. Ella reflexiona:

No era terminología técnica, como sucede ahora cuando las ciencias sociales han incorporado lo que llaman el ‘giro corporal’ y que ha sido el paradigma que ha venido a suceder al ‘giro lingüístico’. Era una expresión intuitiva que señalaba una posición donde, precisamente, filosofía y práctica no se podían separar. ‘Poner el cuerpo’ significaba que sólo se puede pensar actuando y que sólo se puede actuar pensando. [...] Poner el cuerpo significaba, también, exponerse. Arriesgar no sólo bordeando o traspasando los límites de la legalidad, sino también de la propia vulnerabilidad. En un mundo de espectadores, clientes y consumidores, la vida sólo podía volver a ser nuestra poniendo el cuerpo en común, haciendo cosas juntos, compartiendo el espacio y el tiempo (Garcés, pp. 20-21, énfasis añadido).

En este artículo propongo que la práctica de arte activismo analizada en este texto parte de la idea de “poner el cuerpo” como otro aspecto clave de su forma y metodología. La artista toma en cuenta la importancia de crear espacios de autoconsciencia y presencia propia como vulnerabilidad expuesta, como parte de su proyecto. Por ejemplo, el proyecto no implica solamente la participación comunitaria para producir una obra juntas, sino que hay una conciencia de acompañar el proceso de creación, poniendo el cuerpo en común por medio de la reflexión, la sanación y la transformación.

Zambrano Rojas ve el activismo no solamente como una acción tomada en un contexto particular, sino que es una manera de vivir.

...el activismo para mí también tiene que ver con una manera comunitaria y colectiva de existencia. [No] puede estar una solita en el mundo, en la vida haciendo las cosas. Yo no me puedo pensar sola, sino que siempre me pienso en relación con mi comunidad, con otras personas, con mi familia, con mi colectivo, con mis artistas activistas. Entonces el activismo por ejemplo es una manera de estar, de relacionarse, de hacer juntas (A. Zambrano Rojas, entrevista personal, 29 y 30 de julio 2020).

Para ella, el activismo atraviesa toda su vida, porque es una conciencia de vivir y existir comunitariamente. En este sentido, está poniendo su cuerpo en la vivencia comunitaria con un compromiso al entorno, a su comunidad. No habla de una coexistencia pasiva sino, como dice Garcés, de compartir la vida juntas. Este activismo se refiere al accionar entre personas en su entorno, poniendo el cuerpo para hacer las transformaciones y acciones que necesitan.

El activismo es parte de su vida en la medida que se encuentra ligada a su comunidad y a sus convicciones. Por esto es tan importante recalcar lo valioso de su proceder “poniendo el cuerpo”, en el que ella se expone y arriesga su propia vulnerabilidad - como dice Garcés -, contando sus propias historias a otras, organizando iniciativas con su colectivo, para comprometerse con el proyecto, con el colectivo y con su comunidad. La artista cree en el valor y la importancia de lo que hacen así, aún cuando el trabajo en colectivo no es remunerado, estos procesos son una parte importante de su vida, y su compromiso con el trabajo se mantiene.

En el caso del arte activismo, “poner el cuerpo” es la manera de traducir un compromiso social a los lenguajes del arte, reconociendo la potencia de estos lenguajes específicos para producir relaciones distintas y llevarlas al espacio público. En este proceso, la artista y los y las participantes de los proyectos pueden reclamar el espacio y expresar la potencia que tiene el cuerpo en el momento de exponerse. Es un proceso de reconocimiento y apropiación, surgido del descubrimiento de las capacidades del cuerpo y de lo que se puede hacer con sus cuerpos presentes, que ya no son invisibles ni obedientes, sino que actúan con el fin que proponen por sí mismos.

Conclusiones

El arte no existe en un vacío, ni se separa del resto de la sociedad, existe en un contexto, en un continuo, en un tiempo histórico que, a su vez, crea nuevos contextos, extiende el continuo, hace historias, presenta futuros. No obstante, hay momentos cuando los artistas están más conscientes de la relación entre su práctica y la sociedad y generan estos vínculos activamente. Por lo tanto, me interesa proponer que, en el arte activismo feminista, las artistas dialogan con gente y temas que no solamente les interesan, sino que las atraviesan. Hay un énfasis enorme en poner el cuerpo, lo que desafía la idea de que la artista es un ente fuera de una situación, que solo entra para hacer su proyecto o su manifestación con fines artísticos. Las artistas activistas feministas ponen sus cuerpos y sus vulnerabilidades para tratar la situación con la honestidad de personas en la lucha.

Andrea Zambrano Rojas realizó su proyecto “Calzones parlantes” en 2011, con mujeres del barrio La Venecia en el sur de Quito. Ella asumió su papel de artista como alguien que puede presentar a las mujeres con herramientas para que encuentren sus voces para contar sus propias historias de violencia, dolor, rabia, alegría y esperanza. La artista enfatiza el quehacer colectivo y el reconocimiento del trabajo de las mujeres participantes, que viene desde una consciencia de des jerarquizar los roles tradicionales en el arte y valorar cada parte del proceso.

Lo más importante de “Calzones parlantes” es que junta a la gente y colectiviza sus voces y experiencias como un factor que busca luchar y resquebrajar las jerarquías impuestas injustamente por el patriarcado capitalocentrista (no puedo enfatizar esto lo suficiente). El sistema capitalista, el patriarcado y el Estado, intentan romper los lazos afectivos y comunitarios. Quieren romperlos porque justamente saben que hay fuerza en lo comunitario y en lo colectivo.

En un mundo donde el capitaloceno apunta a mecanizar, medir la productividad y prioriza el lucro generado y construye meros consumidores, el arte feminista comunitario y la creatividad permiten dar cuenta de la dimensión humana y actuar en maneras humanas. Recuerdan que el valor no depende de cuánto se puede generar y de cómo ser útiles para el sistema capitalista-consumista.

A la vez, sin los cuerpos vivos, no hay arte. La relación entre el arte y la vida o el cuerpo humano es una simbiosis donde el uno es necesario para el otro. El arte, el cuerpo y la vida son políticos. Aunque venimos de distintas procedencias, diferentes preocupaciones políticas, cuerpos o estéticas, es posible compartir y tener empatía si entramos en la escena y nos dejamos afectar por las realidades. Zambrano Rojas, con “Calzones parlantes”, hizo esto: fue más allá del “interés personal” y arriesgó su propia vulnerabilidad para exponerse frente a su comunidad. Proporcionó un espacio seguro para sus compañeras y compañeros, y ofreció las herramientas desde las artes para levantar y juntar las voces. Sobre el trabajo colectivo de Mujeres de Frente, Andrea dice:

Nosotras como Mujeres de Frente trabajamos con 15 mujeres, luego 30 y ahora hay una red de 60 personas. Es poquito en relación al mundo, a la población empobrecida, del mundo, desposeída y tal. Pero si te pones a pensar en cada vida de esas mujeres, es muchísimo. […] Ya son mundos que se están cambiando. […] una persona es un mundo…”. (A. Zambrano Rojas, entrevista personal, 29 y 30 de julio 2020)

Cada humano es un pequeño mundo, con una historia propia. El arte activismo feminista apoya a estas voces para que cuenten historias diversas, difíciles y potentes. “Cambiar el mundo” parece una tarea inalcanzable. Pero con cada acción, cada compartir y cada historia contada, se están cambiando los pequeños mundos dentro de las personas.

Los feminismos enseñan que estos cambios pequeños, junto con el fortalecimiento de las subjetividades, son valiosos y significativos porque desde ahí se puede seguir en la lucha. Los proyectos de las artistas activistas permiten que una mujer, una persona disidente, encuentre su voz y se sienta humana con toda la potencia necesaria para cambiar su mundo.

Referencias

Fajardo-Hill, Cecilia y Andrea, Giunta (2017). Mujeres Radicales: Arte Latinoamericano, 1960-1985. Los Angeles, Estados Unidos: Hammer Museum. [ Links ]

Garcés, M. (2018). Ciudad Princesa. Barcelona, España: Galaxia Gutenberg Editorial. [ Links ]

Instituto Nacional de Estadística y Censos. (2019). Encuesta nacional sobre relaciones familiares y violencia de género contra las mujeres (ENVIGMU). Recuperado de https://www.ecuadorencifras.gob.ec/documentos/web-inec/Estadisticas_Sociales/Violencia_de_genero_2019/Boletin_Tecnico_ENVIGMU.pdfLinks ]

Zambrano Rojas, Andrea. (2013). Calzones Parlantes por la No Violencia hacia las Mujeres 2011- 2012, 26 de noviembre. http://andreazrojas.blogspot.com/2013/11/calzones-parlantes-proyecto-por-la-no.html. [ Links ]

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