Las artes visuales han experimentado un desarrollo sistemático de la perspectiva de género y el pensamiento feminista.Estos discursos visualescon conciencia de género han subvertido representaciones de la cultura hegemónica y han posibilitadoel derecho a la autorrepresentacióndesde una mirada propia de la alteridad subjetiva,al tiempo que constituyen testimonios visuales y sociales altamente significativos en su dimensión histórica. De este modo, a continuación, se busca, desde los aportes de la teórica franco-chilena Nelly Richard (1996, 2004, 2008), profundizar en las intersecciones entre feminismo, arte y política, a partir de la producción artística de Catalina Parra, Virginia Errázuriz, Diamela Eltit y Lotty Rosenfeld,quienes fueron parte importante de la “Escena de avanzada” como se conoce alconjunto de obras, artistas y escritores chilenos posteriores al golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Ellas compartieron el uso de un lenguaje críptico como modo de evasión de la censura del régimen, a través de las categorías del signo mujer, lo femenino y el feminismo en el arte.
La problematización de la interpretación tradicional del arte producido por mujeres y de lo femenino requiere, en primera instancia, el acto de desmontar el mito de lo universal en el arte. La neutralidad, construida sobre los principios del racionalismo y el cientificismo, no es más que una construcción social de cultura que ha forjado a lo masculino como símbolo absoluto de lo universal-general en relación a lo femenino como lo concreto-particular. Razón por la cual el discurso de la neutralidad de género para la valoración del mérito artístico, en términos estéticos-formales, se traduce como la aprobación de lo masculino-universal y, por ende, de la cultura hegemónica dominada por los hombres. Por otro ladoNelly Richard (1996),en sus reflexionessobre el papel del arte en las crisis y transformaciones culturales, apela a desneutralizar los signos de la cultura.
De estamanera, la historización de la categoría de “arte” posibilita sostener que lo artístico obedece a una construcción social e histórica ubicable en un momento determinado de la historia. En este sentido, se apela auna ponderación de las piezas, no tanto por las cualidades estéticas basadas en cánones del arte erudito, sino más bien asu historicidad y capacidad de evocación relacional (Kingman, 2012, p. 55). En definitiva, esta mirada inserta la expresión de su otredad en el discurso universalizante. Todas las colecciones, autorizadas o no, son históricamente contingentes, sujetas a reapropiaciones y generadoras de metahistorias.
Así, lo femenino se presenta como un signo subversivo capaz de combatir las lógicas de dominación. Respecto a la diferenciación entre arte de mujeres, arte femenino y arte feminista, Richard (1996) afirma que el primero se refiere al trabajo firmado por mujeres artistas que no cuestionan necesariamente la diferencia masculino/femenino y sus formas de simbolización; el segundo ilustra la gama de valores y sentimientos atribuidos a la feminidad universal; y el tercero presenta obras que actúan sobre la cultura visual para disputar la hegemonía de la masculinidad y su representación de la diferencia sexual. Por lo tanto, la expresión o representación de lo femenino, entendido como estereotipos de la ideología sexual dominante, que vincula a la mujer con la naturaleza y al hombre con la cultura, no caracteriza el arte de las mujeres. Precisamenteson cuestionadas aquellas identidades esencialistas cargadas de determinismos biológicos. Lo femenino es lo radicalmente diferente, el afuera del discurso de la razón, una amenaza para la estabilidad del discurso hegemónico y, por ello mismo, una posibilidad de transformación.
El golpe de Estado de 1973, que instauró el régimen militar de Augusto Pinochet, quebró la institucionalidad democrática, desató una violencia institucional, consolidó cruentas políticas neoliberales y generalizó el miedoen la sociedad chilena. En este contexto de censura y vigilancia, el arte abandona la idea pasiva de ser contemplación y recogimiento y se convierte en una poética de la fisura y el desarreglo.Particularmente, la “Escena de avanzada”, con su inspiración neovanguardista y corte deconstructivo, desplegó una autorreflexividad crítica en torno a micropolíticas para “reconceptualizar el nexo entre arte y política fuera de los caminos trazados por la subordinación ideológica a los repertorios de la izquierda ortodoxa” (Richard, 2008, p.345). Por lo tanto, agrupó un arte recompositivo del tejido comunitario sobre la base del corte, el fragmento, la interrupción y los quiebres de lenguaje y sentido, a través de nuevos formatos y géneros (el performance, las intervenciones urbanas, la fotografía, el cine y el video, etc.) que batallaron contra el academicismo de las Bellas Artes y la institucionalidad cultural de la dictadura.
De este modo, el análisis de las creaciones de Catalina Parra (Fluxus), Virginia Errázuriz (TAV), Diamela EltityLottyRosenfeld (Colectivo de Acciones de Arte - CADA) lleva a notar que,más allá del arte militante y con el significante a ras del cuerpo, lo femenino es la desobediencia a los códigos (políticos, sociales, simbólicos, sexuales) y la estética desestabilizadora que se expresan en poéticas marcadas, respectivamente, por la fisura, la mirada a lo mínimo, el autosacrificio y la intersección. Así, por ejemplo, Catalina Parra, hija mayor del poeta Nicanor Parra,expresa hendiduras en el mensaje coercitivo oficial, heridas metafóricas que representan la guerra encubierta entre la imagen (lo femenino que lucha contra e
Por otro lado, Virginia Errázuriz, confundadora del “Taller de Artes Visuales” (TAV)junto a otros de los profesores y artistas expulsados de la Universidad de Chile, rompe las jerarquías de la visión, utilizando paredes y pisos. Es decir, desempodera la frontalidad de la mirada masculina y niega la importancia del discurso heroico y grandilocuente (masculino), mientras que crea discontinuidades en el campo visual.
Asimismo, Diamela Eltit, a través de sus trabajos vinculados a las letras, su literatura leída y filmada en prostíbulos, libera el placer de las palabras y subvierte las reglas del comercio sexual y los servicios para disfrute masculino. En sus múltiples videos, convierte la “mala imagen” en un símil de las erratas de la feminidad: la imperfección alterando el control de una imagen maestra.
Por su parte, LottyRosenfeld utiliza la intersección e infracción contra la unidireccionalidad. Con su acto interseca líneas, racionalidades políticas, la pobreza social y las utopías críticas. Elimina las líneas disciplinadoras y activa la diferencia de género frente al discurso político masculino. Asimismo, cabe mencionar que tanto Eltit como Rosenfeld emplazaron sus obras en las ciudades y calles, fuera de los recintos protegidos del arte institucional, para explicar la fuerza de las prácticas artísticas que generan contradiscursos del arte y que no se dejan nunca territorializar por la captura del significado fijo. Las relaciones entre el paisaje urbano, la cotidianidad social y el acontecimiento artístico eclosionan en un arte crítico, surgido de la disconformidad social. El arte intervencionista se vale de herramientas que resalten mejor las capas irregulares y disonantes de apariencia conciliadora, pero en realidad estereotipada, de lo diverso.
La cita neovanguardista “arte/vida” que delineó las acciones del “Colectivo de Acciones de Arte” (CADA), al que pertenecieron estas dos artistas, expone muy bien la motivación pordesbordar el dispositivo institucional del arte. Por un lado, con el afán de impactar en el transeúnte de todos los días y liberarlo de su orden cotidiano y sus rutinas de los códigos; y, por otro, para desatar el arte mismo de un único protocolo de lectura y sistema de inscripción artística (Richard, 2005, p. 265).Consecuentemente, se puede apreciar el reivindicativo riesgo callejero de ir al encuentro de un espectador cualquiera, volver a mirar la importancia de la representación de cara a los públicos, sobre todo en un escenario global en el que el imperio de las imágenes despolitizadas y sin carga ideológica domina el entramado de las manifestaciones cotidianas. Especialmentesi se considera que existe una suerte de encuentro intersubjetivo, con un intérprete afectado tanto por sus propios referentes y esfera cultural, como por el poder evocador de las relaciones de sentido del gesto artístico en sí mismo.
En este sentido, la obra de estas artistas puede comprenderse como la capacidad de subvertir los códigos normativos dela representación histórica y social, escabullirse en los márgenes e ir más allá del binarismo sexogénerico. Además, la disposición y el montaje de los signos ponen en escena una crítica política metafórica, es decir, unaestrategia enunciativa no ilustrativa ni evidente. No se encuentran declaraciones feministas explícitas, pero sí mensajes idóneos para empoderar lo femenino como disidencia (Richard, 1996, p. 151). En definitiva, se percibe esta la categoría de arte femenino como un símbolo cambiante y apto para colocar una subjetividad alternativa y contradominante, que desarticule los mecanismos de significaciónen la cultura masculina.
Finalmente, se invita a situar lo femenino como un espacio de reflexión y el lugar de enunciación como posición política. No existe un arte neutro, inocente y apolítico. Consecuentemente, la contribución de estas artistas radica en su concepción del arte como ruptura, denuncia y concienciación. Percibir la dimensión de sus herramientas posibilitaría seguir construyendo nuevas narrativas polémicas y disruptivas. Finalmente, cabe señalar que esta aproximación evidencia la potencia de la transformación del grito en protesta y de la protesta en un acto creativo.