El diálogo como método
“El acto mágico consiste en ligar dos cosas que están distantes, en producir una chispa en el roce de dos heterogeneidades, en encontrar el lugar en el que se realiza una conexión inesperada. Como ya lo mostraba Giordano Bruno (De la magia, De los vínculos en general), la magia es el arte de producir vínculos y de allí su vocación política: se trata de un modo de pensar los modos en los que “estar juntos” en un espacio que, en última instancia, es el territorio que la propia conexión mágica construye”.1
En la práctica artística conjunta que desarrollamos, consideramos a nuestros diálogos como un método de creación. Este método nos ha llevado a experimentar escribiendo textos “a cuatro manos”. Se trata de una serie de reflexiones verbales y gráficas “de ida y vuelta”. Las preguntas que vamos a intentar responder en este artículo son ¿cómo la interlocución de dos artistas, de generaciones alejadas, aporta a su creación artística? ¿cómo registramos este proceso de interlocución?
Nuestras conversaciones empezaron en abril del 2016 con el objetivo de construir nuestros procesos artísticos desde estos diálogos. En primer lugar, desplegamos las imágenes que cada uno estaba trabajando y las preguntas que teníamos sobre ellas; no nos planteamos caminos cerrados ni un objetivo en común, sino que quisimos explorar a dónde nos llevaría lo que, individualmente, teníamos en ese momento. Consideramos que este intercambio podría potenciar nuestros viajes.
Estos diálogos empezaron a darse de manera permanente, con el compromiso de aportar “un ladrillo a la vez”, sin imaginar todavía “la pared”, ni con el cuestionamiento de para qué serviría ese “ladrillo”. Cada uno de nosotros es parte de otra generación, es así que percibimos la realidad, la vida, y la creación de la obra, de maneras diferentes. A cada uno nos enriquecen experiencias distintas, sin embargo, creímos posible generar un espacio de encuentro y apostamos por un terreno neutral, a pesar de las distancias.
Estas conversaciones se dieron de varias maneras, alrededor de una mesa o inclusive en comunicaciones virtuales a distancia.2 Esta práctica de comunicación desbordó el proceso creativo para, muchas veces, detenerse en los temas que atraviesan la vida y la complejizan. En estos diálogos conectamos lo que nos estábamos preguntando en el trabajo artístico, con los retos que movilizan la experiencia del día a día.
Tres años después, estos encuentros y sus diálogos, nos han llevado a una construcción de pensamiento a través de varios escritos, que contribuyen a la construcción de elementos conceptuales que sostienen nuestras discusiones. Hemos escrito varios textos3 y hemos logrado identificar las dimensiones que nos preocupan; en este transcurso, nuestro lenguaje de imágenes se potencia al identificar las abstracciones del proceso artístico. Vislumbramos estos diálogos desde la creación artística, como una posibilidad de entrever sistemas sin bordes definidos y con configuraciones distintas. La fuerza de la escritura a dos voces está precisamente en que, lo dicho y lo escrito es escuchado de manera permanente, respondido y cuestionado simultáneamente. El otro artista se convierte en un espejo, que nos permite reconocernos, vernos y, a la vez, ver el mundo y situarnos en él. Así, en el proceso, la escritura se ha convertido en la obra artística.
En nuestras conversaciones, nos preguntamos acerca de las formas de comunicación que crean la fantasía de una conectividad total y una extrema exposición de la intimidad de las personas.4 Existe una aparente transparencia y una cercanía ficticia; pero al escarbar un poco, descubrimos que esta forma de comunicación da la ilusión de abarcarlo todo y tiene el peligro de la homogeneización que desdibuja particularidades y, al mismo tiempo, del rechazo a la alteridad y a la diversidad. Esta hiperconectividad confunde la referencia de la motivación desde la cual nos construimos. Una de las maneras de responder a esta situación es a través de la noción de Byung-Chul Han quien, frente a “la resistencia de lo “otro”, (que) perturba y retarda la lisa comunicación de lo igual” (A. 2018, p.13) propone la ternura como una forma de resistencia que respeta lo diferente. Además, cree necesario “ejercitarse en la “actitud de la distancia” para acercarse al Otro aceptando “lo que no entendemos”5; no es necesario que entendamos todo, que conozcamos todo, que desvelemos todo.
Así, nos propusimos un espacio de comunicación donde el diálogo, desde la ternura, es el núcleo. Acudimos a estas conversaciones con la confianza de que, en los cruces de ideas y preguntas, nos encontraríamos en nuestras diferencias. En este contexto, entendemos la ternura como Jacques Salomé la describe: “un arte de la comunicación, de la puesta en común, un arte de la relación que permite a cada uno ser más uno mismo” (1991, p. 41). Una de las formas que usamos para registrar las conversaciones, fueron apuntes e imágenes (Imágenes 1-5), las cuales nos sirvieron como mapas mentales para la escritura de textos cuyas reflexiones recogen el proceso del diálogo. Mediante el ejercicio de escritura, hemos profundizado en la complejidad de la búsqueda de sentido en los diversos aspectos de la vida. Nos afirmamos en esta relación vida-procesos artísticos desde el punto de vista de García Canclini (2013, p.22) quien nos dice que el arte atraviesa todos los espacios donde se desenvuelve el ser humano.
Entendemos el trabajo artístico como una entidad viviente y compleja. Anteriormente, hemos hecho referencia6 a la metáfora de los sistemas vivos, esta metáfora ha sido tomada de los jardines construidos como parte del proyecto “Bitácoras de Color”,7 que son “dinámico(s), cambiante(s) y depende(n) de sus constantes relaciones con el entorno” (Llamazares 2011, p. 278). De esta misma manera entendemos nuestro trabajo: el diálogo transformado en textos de reflexión crece y se complejiza de la misma manera que un jardín. Es un sistema vivo que se sostiene en la relación de sus partes.
Byung-Chul Han define la complejidad de los sistemas vivos tomando en cuenta tres aspectos. Primero “la peculiaridad de lo viviente consiste en interrumpir la causa exterior transformándola y haciendo comenzar en sí algo nuevo”. Segundo, “lo viviente reacciona con autonomía a lo externo” y, por último, “lo viviente nunca padece la causa externa de forma pasiva. Sin aportación ni decisión por parte de lo interior, la causa externa nunca llega a repercutir” (B. 2018, p. 15). Asimismo, el autor anota que estos puntos también alumbran la complejidad de la vida espiritual.
En el sistema de escritura al que hacemos referencia, reconocemos ejes conceptuales que articulan las partes micro y macro de este proyecto, en total cuatro: a) el intercambio en la convivencia, b) el reconocimiento del sujeto, de su mirada y de sus preguntas, c) la diversidad, d) la apertura y e) la inestabilidad. Así, este ejercicio se constituye igual que un jardín, un aula de clases y un proceso de montaje, todas, dimensiones del proyecto “Bitácoras de Color”8.
El proceso de escritura fue complejizándose mientras avanzamos, lo que nos permitió identificar sus ejes y definirlos. Ayudados por gráficos, construimos ensambles que nos permitieron nombrar, situar y relacionar los modos de configuración y las partes de este sistema multidimensional. Similar a un sistema vivo, este proceso se nutre del cambio y se construye desde la incertidumbre, la duda y la intuición. Byung-Chul Han sostiene que, el exceso de información no lleva a la construcción de conocimiento, pues “la ´intuición´(...) va más allá de la información disponible y sigue su propia lógica (...) tanto el pensamiento como la inspiración requieren un vacío” (A. 2018, p.17).
Hemos puesto énfasis en la duda filosófica expresada en preguntas que están en movimiento, en viaje, que cambian, emergen, se desarrollan, desaparecen, se transforman y se problematizan. ¿Cómo una obra artística se materializa en un texto? ¿Cómo un texto abarca la complejidad de un proceso cuyo núcleo es visual? ¿Cómo desde el interior del sistema pensamos sobre el mismo?
Me interesan aquellos delicados momentos en los que la mente entiende algo de pronto, la revelación, la epifanía. Esos momentos íntimos descritos por poetas y pintados por pintores en todas las culturas. Es algo que ilumina desde el interior y no desde el exterior (2015, p. 188).
dice Sol Le Witt, en una entrevista que le realiza Fietta Jarque. Además, en 1969 escribió en relación a los procesos creativos: “los artistas (…) saltan hacia conclusiones que la lógica no puede alcanzar” (p. 255). Para nosotros, ese “salto” es posible a través de la intuición.
El viaje, la navegación en el océano en la que los vientos redireccionan la barca, nos trasladan en horizontal, pero también nos sumergen. En la tierra tendríamos una sensación de estabilidad y cercanía, en el mar estamos a merced de los vientos. Nuestro proceso creativo es una estancia compartida en una barca, que se mueve, son las palabras las que sostienen esos encuentros.
Para la construcción de los elementos conceptuales que sostienen nuestras discusiones y la identificación de las dimensiones que nos preocupan, hemos escrito varios textos sostenidos por imágenes y mapas mentales que localizan las ideas y sus relaciones. A manera de conclusión creemos que la creación en el diálogo es posible en espacios que acogen lo nuevo, lo diferente y lo contradictorio, y está abierta a generar conexiones inusuales, en condiciones que no son estables. Encontramos que esta forma de creación es rizomática, nos acercamos a ella con la confianza de que “algo” va a emerger. No es pasiva frente a lo exterior; y su singularidad está en la manera de prestar atención al mundo y, desde él, influenciarlo y transformarlo.
La potencia del diálogo está en salir del espacio individual para encontrarse con Otro y reconocerlo en la particularidad de su mirada y de sus preguntas. Así, la creación en el diálogo se convierte en una entidad viviente y compleja en constante cambio.