Estos son los hechos:
1º
El arte contemporáneo es el arte de nuestro tiempo. Nos sintamos más o menos cercanos a él, es el que mejor nos representa, aunque no seamos conscientes de ello; es también el que habla sobre asuntos que nos afectan, que nos importan y que, de una u otra manera, determinan nuestra existencia. Es por esto que la extrañeza que mucha gente siente hacia su lenguaje, el desconocimiento, rechazo o desinterés que despierta entre quienes no han tenido la oportunidad de conocerlo, resulta, cuando menos, algo fuera de toda lógica.
2º
Vivimos absolutamente invadidos por las imágenes, de todo tipo, tamaño, origen y naturaleza. Sin embargo, apenas somos capaces de leer algunas de ellas. Además, en los últimos tiempos, no solo las recibimos, sino que también las producimos y las emitimos de una manera sobredimensionada e igualmente analfabeta. Es decir que, aún sin haber aprendido a leerlas, la inercia del sistema que conforman nos empuja también a producirlas. Los dispositivos móviles han logrado que nos sirvamos de manera compulsiva de un lenguaje cuyos códigos desconocemos y con el que, sin embargo, nos comunicamos (o eso creemos) lanzando mensajes no a un único o a unos pocos interlocutores, sino a millones de ellos1.
3º
Los niños nacen con una increíble capacidad para aprender, pensar, vivir e interactuar con el mundo de manera creativa, están abiertos a nuevas ideas y tienen un modo innovador de pensar y de resolver problemas. Sin embargo, cuando esos niños llegan a la edad adulta han perdido más del setenta por ciento de estas aptitudes creativas innatas porque, aunque todos nacemos con esta capacidad, si no la estimulamos a través del entrenamiento y la educación, a medida que vamos creciendo va cayendo en un letargo del que difícilmente vuelve a salir.
De una reflexión profunda sobre estos tres hechos nació en 2015 el Espacio MiniTEA, con la vocación de convertirse en un lugar permanente para la educación dentro del museo, en un espacio “puente” reservado para el encuentro entre el arte contemporáneo y el visitante. Para conseguirlo, lo guían algunos principios básicos, como el uso de una metodología participativa basada en el aprendizaje autónomo y por descubrimiento, el fomento del trabajo colaborativo, el contacto directo con las obras de arte, y el uso de un lenguaje accesible para el conjunto de la población. Todo ello ha convertido a MiniTEA en ese “otro lugar” dentro del museo que el visitante encontrará siempre abierto. Sus ciento ochenta metros cuadrados se dividen en tres ámbitos diferenciados pero conectados, que ayudan a ordenar el uso del espacio y a no “despistarse” del trabajo en cada uno de los tres frentes en los que se trabaja: el de la relación con el arte contemporáneo, el de la descodificación de su lenguaje y el del desarrollo de la creatividad.
Ámbito 1. Miniexpos: otra forma de contar es posible
El primer ámbito es el que acoge exposiciones de pequeño formato, que cambian cada tres meses y que proponen al público reflexionar sobre temas que surgen del análisis detenido sobre los intereses e inquietudes de los visitantes. El objetivo es conseguir que, al entrar en el espacio, estos visitantes vean las obras, que se detengan unos segundos a observarlas, que se pregunten por ellas, que les maravillen o les desagraden, que capten su atención en un grado suficiente como para permitirles establecer algún tipo de relación con ellas. Es, al fin y al cabo, un lugar donde las obras de arte se presentan al espectador sin los obstáculos que las rodean cuando son expuestas en un espacio de exhibición convencional.
Lo que persiguen todas estas actuaciones es que quien entre al espacio repare necesariamente en las piezas de arte. Buscan obligar al visitante a enfrentarse a las mismas para, inmediatamente después, descubrirle cuáles son las claves que le pueden ayudar a conectar con ellas y sentirse cómodo en su papel de espectador de arte contemporáneo. Esta comodidad es fundamental si se quiere conseguir que la persona haga el espacio verdaderamente suyo y sienta no solo el derecho, sino la curiosidad de volver otro día. Esto ocurrirá si el visitante, además de sentirse cómodo, se da cuenta de que aquello que le presenta la institución tiene que ver con él, que habla sobre el mundo que habita, la sociedad de la que forma parte, y las cuestiones y asuntos que conforman su contexto de vida. He aquí el trabajo invisible y fundamental del Departamento de Educación porque, si un museo se limita a mostrar obras sin procurar que el público pueda conectar con su lenguaje y descifrar sus códigos, lo único que conseguirá es alejar -aún más- a esos visitantes bienintencionados (o, cuando menos, curiosos) que se atreven a adentrarse intramuros.
Ámbito 2. Espacio de descodificación
El segundo ámbito del Espacio MiniTEA reúne una serie de propuestas con las que el Departamento de Educación persigue que niños y mayores se acerquen a los procesos creativos de los artistas cuyas obras se exponen en la miniexpo del ámbito anterior, con el objeto de que puedan aprender a leerlas utilizando las mismas claves que los creadores han empleado para producirlas. Se trata, pues, de hablarle al visitante sobre los procesos creativos del arte contemporáneo, pero de hacerlo en el idioma utilizado por este, esto es, empleando la plástica y las herramientas de producción artística.
Tendemos a explicarlo todo con la palabra, a utilizar el texto para enseñar, aprender, estudiar, memorizar y reflexionar, cuando en realidad la mayor parte de la información que recibimos nos llega hoy a través de las imágenes; cuando es el icónico, y no otro, el universo que nos rodea y que, inevitablemente, además de percibir, construimos nosotros mismos. Son muchos los autores que han llamado la atención sobre este hecho. María Acaso dice que “el mundo como texto ha sido sustituido por el mundo como imagen” (Acaso, 2009, p.33) y Kerry Friedman hace lo propio sobre la rapidez con la que “la cultura mundial se desplaza desde la comunicación basada en el texto hacia la saturación de imágenes” (Friedman, 2006, p.20). Pero, aunque resulta un hecho evidente y difícilmente refutable sobre el que todos parecemos estar de acuerdo, desde la educación no estamos dándole respuesta.
Afrontar este hecho y alfabetizar a los niños en el uso y aprendizaje del lenguaje visual ya no es una opción; ha pasado al estadio de ser una necesidad. Si no se considera pronto como tal, comenzaremos a sentirlos estragos derivados de una mala o nula comunicación. Además, hay que tener en cuenta que hablamos de una capacidad -la de interpretar la información visual- que no es innata en el ser humano sino que “hay que aprender a desarrollar” (Acaso, 2009, p.35), al igual que ocurre con la capacidad de producir esa información. Además de apreciarlas y analizarlas, es importante que aprendamos a construir las imágenes.
El ciudadano del futuro deberá ser un receptor consciente y un productor eficaz de imágenes y/o obras de arte, de lo contrario, el número de personas analfabetas funcionales en estos ámbitos será cada vez más creciente (…) Las capacidades que se deben desarrollar para alcanzar estas finalidades están relacionadas con: la percepción y lo visual, la manipulación y los procedimientos, y la creación y la expresión (Berrocal, M. Caja, J. Y González, J., 2007, p. 15).
Las propuestas de este segundo ámbito del MiniTEA guían al visitante no solo en el desciframiento de las obras, sino también en la codificación de nuevos mensajes producidos por él mismo, utilizando tanto los códigos y las herramientas propias del lenguaje del arte contemporáneo, como las compartidas por el universo más amplio de la cultura visual, y que incluyen desde el manejo de una barra de grafito hasta el de un programa de edición de vídeos en un dispositivo móvil. De lo que hablamos es entonces del uso del lenguaje del arte contemporáneo para aprender -mucho más allá de lo solamente artístico- a comunicarse en un mundo absolutamente icónico en el que la imagen se ha tornado todopoderosa.
Ámbito 3. Minitaller: la experimentación como herramienta creativa
Los niños perciben la realidad de una manera muy diferente a como lo hacen los adultos y esta visión personal y única se traduce en el modo que tienen de representar el mundo. Uno de los principales motivos de esta particular mirada infantil es la ausencia de los condicionamientos y de las conductas estandarizadas que la sociedad nos impone conforme vamos creciendo. La forma en que se enfrentan a un papel en blanco difiere radicalmente de la manera en que lo hace un adulto, casi siempre cargado con una mochila repleta de normas, límites, estándares, prejuicios y miedos. Y es esa diferencia, esa ausencia de contaminación social, la que este tercer ámbito del Espacio MiniTEA se propone utilizar como lugar desde el que contribuir a desarrollar y fomentar la capacidad creativa de las personas.
Para ello el MiniTEA cuenta con un taller de artista que funciona como un atelier compartido para pequeños creadores, en el que los visitantes pueden encontrar mesas, caballetes y estanterías repletas de materiales diversos. Herramientas, pinceles, brochas y demás utensilios se acumulan en este espacio que surgió con la intención de resguardar una buena cantidad de metros cuadrados para que los niños pudieran contar con un lugar de experimentación plástica, en el que poder desarrollar sus capacidades creativas y disfrutar y explotar unas posibilidades de las que normalmente no disponen ni en las aulas de los centros escolares ni en los espacios de sus hogares.
El MiniTaller es un lugar donde se puede pintar en las paredes y donde no importa manchar el suelo ni salirse de la línea de contorno del dibujo. Donde las herramientas y materiales disponibles para trabajar son muchos, diversos y muy diferentes de los normalmente utilizados para llevar a cabo una actividad plástica convencional. Es, al fin y al cabo, un lugar donde probar, experimentar, mezclar, inventar y equivocarse. Donde aprovechar el azar y la casualidad, presentes en cualquier proceso experimental e investigador, y convertir en oportunidad la mancha que deja en el papel la caída de un bote de témpera o la madera astillada de una brocha rota. Un lugar donde cada niño puede trabajar su potencial creativo de manera absolutamente libre, a su ritmo, conforme a sus intereses y dejándose llevar por sus preferencias. Donde se puede colaborar con el otro e intercambiar con él pareceres sobre los procesos propios y ajenos. Un lugar en el que el reloj no determina cuando un trabajo o un proceso han terminado, que ni siquiera establece que tengan que hacerlo.
Además de lo que es el MiniTEA en cada uno de los tres ámbitos que acabamos de describir por separado, en su conjunto todos ellos lo constituyen como:
Un ejemplo de innovación en el ámbito de la educación, al proporcionar a los niños un lugar para que puedan desarrollar, a través de herramientas de creación plástica, toda su creatividad.
Una apuesta clara por el desarrollo de la creatividad, una herramienta fundamental para la formación de individuos autónomos, libres y críticos, sea cual fuere el campo del conocimiento en que esa creatividad cultivada en la infancia luego se desarrolle y aplique durante la edad adulta.
Un lugar inclusivo, en el que niños de diferente nivel social y con diferentes recursos pueden relacionarse y, lo que es más importante, interactuar, compartir y colaborar en la producción de proyectos comunes.
Una demostración de la importancia que una institución museística pública otorga a su función educativa, proporcionando los medios humanos, materiales y estructurales necesarios para que pueda desarrollarse de manera óptima.
Comenzamos investigando sobre la ciudad y ahora mismo lo estamos haciendo sobre la representación de la mujer en la historia del arte occidental. En ambos casos, como en todos los temas que hemos desarrollado entre aquel primero y este último, el enfoque es el de un equipo de educación que privilegia sobre todas las cosas la comunicación con el visitante, que prioriza el derecho de todas las personas que entran en el museo a poder relacionarse con las obras de arte, que confía plenamente en las capacidades creativas de los más pequeños, y que apuesta firmemente por su desarrollo como clave para una educación mejor y más completa. Una educación que les haga personas más felices y autónomas y con más herramientas a su disposición, no solo para crear y comunicarse plásticamente, sino para interpretar, discriminar y desarrollar un sentido crítico que se ha revelado absolutamente fundamental en un mundo invadido por cientos de miles de millones de imágenes que no deberíamos seguir engullendo sin más.