1. Del trabajo experto al trabajo colaborativo
La práctica del urbanismo moderno de principios de siglo pasado, ubicó al urbanista en un papel de experto solitario inmerso en su mundo creativo cuya tarea fundamental ha sido innovar la ciudad y transformarla para su desarrollo social y económico. Además, los procesos de tecnificación hicieron del urbanista un técnico entre muchos (Pavez, 1996), cuya tarea fundamental era resolver los problemas técnicos del acelerado proceso de urbanización, sin considerar la complejidad de las dinámicas territoriales, y alejado de la opinión y visión de ciudad de los principales actores: los habitantes.
Lo anterior se vio reflejado en la forma de enseñanza del urbanismo, misma que coincidió con los patrones establecidos por los gobiernos, donde el experto decidía la vocación y dirección de la ciudad y hacía “partícipes” a los habitantes a través de encuestas para validar sus propuestas. Esto no ha sido más que un reflejo de lo que Pavez (1996) califica como la incomprensión del hecho urbano en su nueva realidad, que se traduce en dificultades para una adecuada formación profesional, y en la disminución de la participación del Estado, que deja vacíos en beneficio de los organismos privados, y donde la colectividad no cuenta con la información ni medios para enriquecer las decisiones en sus ciudades.
Después del informe Brundtland (WCDE, 1987), la ola de la sustentabilidad impregnó tanto a los discursos oficiales como a la reflexión académica, sobre la importancia de satisfacer las necesidades de las generaciones venideras y de las actuales. Aunque el énfasis de la sustentabilidad recayó en los aspectos ambientales, también se consideraban los económicos y sociales, y con el tiempo ha ido adquiriendo relevancia la participación social para hacer más democráticos los procesos de gestión y mejorar la toma de decisiones. Una de las visiones del desarrollo urbano sustentable, en la que muchas escuelas de urbanismo y ordenamiento del territorio coincidimos, consiste en promover, integrar y adaptar los valores y principios del desarrollo sustentable en la planeación urbano-territorial, en las diferentes escalas territoriales: las regiones, ciudades, distritos, barrios, y las edificaciones (arquitectura). Para ello, como anota Ascher (2007), el urbanismo ya no puede basarse en unas leyes y métodos racionalizados y consensuados por unos pocos -los expertos, debe basarse en la interacción y debate con los diversos actores de la ciudad, para avanzar sobre nuevas formas de pensar y ejecutar las decisiones públicas, para desarrollar proyectos acordes con los intereses de todos.
En este contexto, las diferentes áreas de conocimiento empezaron a reflexionar sobre su papel ante tal consigna y a reflexionar e incorporar el concepto de la sustentabilidad en el sentido más amplio de la palabra dentro de sus planes de estudio, enfrentándose al enorme reto de empezar a transitar hacia un cambio de paradigma, más equitativo, económicamente viable y ambientalmente duradero. En este contexto, el objetivo es mostrar nuestra experiencia y reflexión sobre cómo, desde el trabajo universitario, se puede influir en el avance hacia la sustentabilidad de las ciudades.
2. Hacia una enseñanza conscientemente participativa
La formación académica de muchos de los actuales profesores en urbanismo y arquitectura se basó en los principios funcionalistas del movimiento moderno y que, en nuestro campo, a pesar de las valiosas aportaciones para la ciudad, algunos han tenido efectos negativos profundos. Por ejemplo, la división por funciones, las zonas monofuncionales, el excesivo uso del automóvil por encima del transporte público u otros modos de desplazamiento, la pérdida de áreas verdes, etcétera, han dado lugar a problemas como el incremento de la contaminación ambiental, la segregación socio-espacial y las islas de calor, entre otros. A esto, añadimos una serie de retos emanados del crecimiento poblacional como la demanda de agua, suelo, vivienda, salud, educación y servicios públicos en general, que han sobrepasado la capacidad de gestión y planeación de los gobiernos locales.
Los revolucionarios años 60, enfocados fuertemente al medioambientalismo, trajeron consigo cambios significativos en las universidades y sentaron las bases de nuevas formas de pensamiento dirigidas hacia prácticas más sustentables.
Para los años noventa, Tudela (2001) hacía una crítica a la rigidez académica para dar respuesta a los problemas urbanos (tecnológicos, administrativos y políticos). Decía que los estudios sobre la población urbana se mantenían, salvo excepciones, al margen de las consideraciones medioambientales sin considerar la relación entre ellos. Es decir, hablaba de un trabajo académico sectorializado y convencional. También la administración pública daba (y continúa haciéndolo, a pesar de sus esfuerzos) respuesta a los problemas urbanos con propuestas tecnológicas convencionales, sobrepasadas en el mediano plazo por el crecimiento poblacional y con altos costos económicos y ambientales. Tudela observaba que las respuestas no residen en el diseño de artefactos, sino en el diseño de operaciones complejas y de gran alcance donde se involucran aspectos normativos, administrativos, financieros y un mayor contacto con los usuarios. “La modernidad radica mucho más en el descubrimiento de nuevas preguntas y en el replanteamiento de los problemas que en la reformulación de las soluciones tradicionales” (Tudela, 2001, p.55). Con ello, Tudela daba paso a la reflexión sobre la necesidad de redefinir los problemas observados en las ciudades, construyendo sistemas orientados a dar soluciones menos costosas en todos los ámbitos de la sustentabilidad. Esta era una clara invitación a cambiar de paradigma para la (re) construcción de las ciudades.
Por su parte, Leff (2010), en la década del 2000, analizaba la crisis ambiental más allá de su carácter ecológico, entendiéndola desde la problemática social, generada por procesos históricos y movilizada por los conflictos sociales, destacando la necesidad de deconstruir, a través de una epistemología ambiental, el conocimiento global y universal para dar su lugar a los saberes locales y construir un nuevo saber. Este nuevo saber, entendido como el resultado de poner frente a frente y en interacción a los grupos técnicos de expertos con los habitantes, conjugando y enriqueciendo sus conocimientos para avanzar en el mejoramiento de las ciudades.
Bajo esta mirada diversos autores, como Callón, Lascoumes y Barthe (2001), Morin (2011), Borja (2003), etc., han estudiado y puesto en evidencia la importancia de la participación social para el fortalecimiento de la democracia ante la diversidad de los problemas urbano-territoriales. Morin (2011) anota la importancia de reinventarse a través de las experiencias locales, en las cuales los ciudadanos deben participar en el debate público para concretar las decisiones sobre problemas específicos. No obstante, con frecuencia la participación de los interesados no resulta eficaz puesto que su percepción suele estar imbuida en el paradigma preestablecido, es decir, solamente se demanda lo que se conoce. La participación popular termina por ser una apariencia que enmascara, y a veces legitima, a los procesos tecnocráticos habituales (Tudela, 2001).
Para cambiar de paradigma se necesita un cambio profundo desde el interior de cada uno de nosotros a través de conductas sustentables, es decir, “un conjunto de acciones efectivas y deliberadas que tienen como finalidad el cuidado de los recursos naturales y socioculturales necesarios para garantizar el bienestar presente y futuro de la humanidad” (Corral y Pinheiro, 2004, p.10). El cuidado del ambiente físico y social requiere que las personas anticipen las consecuencias de sus conductas, pensando en el bienestar común, incluso de los que no han nacido. Esto significaría tener un alto grado de conciencia sobre nuestras acciones y sus efectos. Sería una característica de individuos maduros, educados y responsables (Corral, Fraijo y Pinheiro, 2006). Para ello, el trabajo académico desde el aula deberá sobrepasar sus propios límites de acción: pasar del confinamiento del aula al terreno, al contacto con los afectados por los problemas: los habitantes.
3. Metodología
La metodología que empleamos es predominantemente cualitativa, basada en el enfoque de los sistemas complejos y la investigación-acción. En este sentido, en la Facultad de Arquitectura de la BUAP (2014), particularmente desde el posgrado, tratamos de construir sistemas explicativos para mostrar y entender los problemas desde sus causas, precisar las consecuencias y efectos que tienen las diferentes problemáticas territoriales, estableciendo los ámbitos (político-administrativos, sociales, institucionales, mentales o de otro tipo) que les afectan directamente. Nuestro enfoque coincide con García (2006, p.97), cuando dice que “…la principal motivación de los estudios - es poder actuar sobre el sistema (…) detener y, en lo posible, revertir los procesos deteriorantes…” y sobre el hecho de que los criterios y prioridades, para atender las problemáticas, no surgen solamente del interior de las ciencias, también se basan “en un sistema de valores cuya justificación proviene de una ética social”. Para esto, resulta fundamental la conciencia del investigador (estudiantes y profesores) sobre el modo en que la sociedad condiciona la construcción del objeto de estudio (García, 2006).
Bajo esta mirada, la investigación-acción, entendida como una alternativa a la investigación tradicional que trata de influenciar directamente el mundo de la práctica (Dolbec, 2003), se ha vuelto fundamental para nuestro trabajo universitario. En este enfoque el conocimiento encuentra su origen en la acción y no en la especulación, y es un elemento oportuno para cambiar la forma de pensamiento de los estudiantes en las instituciones educativas. La práctica y la observación participante nos ayudan a depurar y cuestionar el conocimiento teórico. Además, sirve para la concientización del propio investigador y de los actores con quien interactúa. En este sentido, nuestros trabajos de investigación tienen como base el contacto directo con los representantes de barrios, organizaciones y asociaciones civiles, y con las autoridades competentes.
Así, la investigación-acción genera en el seno de las comunidades los conocimientos que permiten avanzar hacia un empoderamiento para resolver sus problemas. “En este sentido el desarrollo sustentable será entendido en su acepción más amplia, es decir, impulsar la construcción territorial atendiendo sus dimensiones básicas: ambiental, socio-cultural y económica, en un marco democrático (de gestión colaborativa) y en un horizonte intergeneracional” (FA-BUAP, 2014).
4. Vinculando la teoría con la práctica
Somos conscientes de que la participación ciudadana depende en gran medida de la voluntad política del gobierno local y de su relación con la población, así como del instrumental normativo e informativo (Borja, 2003) que se ponga a la disposición de la sociedad en general, y que en el Municipio de Puebla hay serias debilidades en dicha materia. Por tal razón, nos hemos dado a la tarea de impulsar, mediante el trabajo académico, la investigación basada en el diálogo y apoyo mutuo entre expertos, comunidad, estudiantes y autoridades. De esta manera queremos contribuir a la generación de nuevas prácticas, distantes del urbanismo convencional impositivo que deja de lado las necesidades y aspiraciones de la población. Si bien el avance ha sido lento, el impacto es importante puesto que incorporamos en nuestras investigaciones a tesistas tanto de la licenciatura del colegio de Urbanismo y Diseño Ambiental, como del Doctorado en Procesos Territoriales (DPT) y de la Maestría en Ordenamiento del Territorio (MOT). Así, al mismo tiempo que se desarrollan experiencias académicas rigurosas, se logra incidir positivamente en el mejoramiento de las condiciones de vida de la sociedad.
Como ejemplo de estas experiencias, que en algunos casos han contado con apoyos institucionales, particularmente del Instituto Municipal de Planeación (IMPLAN) de Puebla, presentamos brevemente tres experiencias emblemáticas de los últimos años: (1) la construcción del Parque del Esfuerzo, en la colonia Clavijero, (2) la participación social para realizar y gestionar el proyecto urbano para disminuir el riesgo, en la colonia La Hacienda y (3) el mejoramiento del espacio público para disminuir la delincuencia, en el fraccionamiento Los Héroes II. Todos ellos están ubicados en la mancha urbana del Municipio de Puebla (Figura 1).
En la explicación de cada caso enfatizamos el trabajo con los actores involucrados en las diferentes problemáticas observadas. No obstante, fueron estudiados respetando las particularidades de cada situación y a partir de tres ejes fundamentales para el análisis y construcción del objeto de estudio: (1) la formulación de la situación problemática: degradación del espacio público, pérdida de zonas naturales, asentamientos en zonas de inundación, etc.; (2) exploración de las causas que dan origen y sostenimiento a dichas problemáticas (jurídicas, políticas, ideológicas, económicas, normativas, etc.); (3) identificación de los principales actores involucrados, tanto en la generación de las problemáticas, como en las posibilidades de disminuirlas.
Las técnicas utilizadas fueron: la revisión bibliográfica para definir el enfoque y establecer los aportes epistemológicos; el análisis del discurso subyacente en los documentos oficiales legales; los recorridos de campo, levantamientos o muestreos fotográficos. Parte sustancial la constituyen la realización de entrevistas semidirigidas con actores clave, y la implementación de talleres participativos que permitan elaborar, conjuntamente, diagnósticos, revisar propuestas, y sensibilizar y concientizar a los involucrados. Los talleres, junto con otras actividades participativas (reforestaciones, limpieza de espacios públicos, actividades culturales y recreativas, etc.), permiten establecer vínculos más estrechos e impulsar roles más activos en la investigación.
Queremos destacar que, en cada caso, el espacio público ha sido el elemento clave para detonar la participación social.
Para realizar el trabajo recibimos financiamiento, limitado1, por parte de la Vicerrectoría de Investigación y Estudios de Posgrado de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Los trabajos técnicos que realizamos son entregados de manera gratuita a los habitantes.
4.1. El parque del Esfuerzo
La Colonia Francisco Javier Clavijero data de los años 60 y está ubicada en la periferia oriente del municipio de Puebla. Se caracteriza por ser un asentamiento irregular2 donde habitan 3,525 personas pertenecientes a familias de clase media baja y baja, en un entorno urbano con serias deficiencias de infraestructura y equipamientos (Rivera, 2017). Lamentablemente, su carácter de irregular ha derivado en la falta de reconocimiento oficial por parte del ayuntamiento de Puebla, por lo que no ha podido acceder a los programas de regularización, haciendo muy difícil la gestión de servicios públicos en general.
Al inicio de la investigación emergió la delincuencia como la principal preocupación de los habitantes; igualmente se consideró que la recuperación del poco espacio público disponible podría ser un factor clave para incentivar la vida pública y reactivar la organización vecinal. Los actores clave fueron la mesa directiva de la colonia y el estudiante de doctorado Juan Carlos Rivera Arenas, quien también es funcionario público del área de parques y jardines del Municipio de Puebla.
Para incidir en la mitigación de la problemática se impulsaron reuniones y talleres con la organización, propuestos por el grupo de trabajo universitario, donde se formularon propuestas técnicas de bajo costo para recuperar su espacio público y también se realizaron actividades didácticas encaminadas a desarrollar la toma de conciencia de las necesidades colectivas, pero sobre todo sus capacidades de gestión y acción para mejorar sus condiciones de vida (Milián, Rivera y Flores, 2017). La acción más sobresaliente realizada en la colonia fue la generación de un espacio recreativo que los habitantes han llamado “El parque del Esfuerzo”, ubicado en un predio abandonado que se había convertido en basurero, y por lo tanto un fuerte foco de contaminación, sobre el cual sobrevivían 40 árboles sabinos.
La obtención del predio significó un largo proceso y gran esfuerzo por parte de los habitantes. En mayo de 2013 se iniciaron los trabajos para el acondicionamiento del sitio y, aunque recibieron algunos apoyos por parte del Departamento de parques y jardines y del Departamento del servicio de limpieza, fueron los habitantes quienes, con sus propias manos, realizaron las acciones principales. Después de la limpieza del terreno “…en la conversación, los vecinos ubicaban bancas, juegos (hechos con llantas, piedras y cuerdas) y otros elementos, construyendo un imaginario colectivo (…). Juntos sortearon los obstáculos presentados por los oportunistas que, sin documentos, reclamaban la propiedad del predio” (Milián et al., 2017, p. 61).
Actualmente en el parque del Esfuerzo tienen lugar eventos familiares, celebraciones masivas (destaca la celebración del día del niño, que han logrado congregar hasta 450 personas), y eventos culturales (figura 2) que hablan de un fuerte sentimiento de apropiación. Sobre esta base podemos afirmar que el proceso en su conjunto, además de proporcionar un espacio de recreación, ha ayudado a fortalecer la identidad y el sentido de comunidad, elementos básicos para promover sistemas de autogestión ante la falta del interés de las autoridades.
4.2. Disminución del riesgo de inundación en La Hacienda
En 2013 se empezó el trabajo de investigación en la Colonia La Hacienda (cuyos orígenes se remontan a los años 60), ubicada al oriente del municipio de Puebla sobre la zona urbana consolidada y con familias de clase media (Salgado et al., 2016). Ahí residen 4, 664 habitantes (INEGI, 2010), de los cuales 1,174 se ubican sobre una franja de alto riesgo de inundación por estar al borde del río Alseseca. El contacto lo establecimos a través de Stephanie Salgado, tesista de la Maestría en Ordenamiento del Territorio (MOT) y habitante de La Hacienda, quien empezó el trabajo con la mesa directiva de la colonia. Al trabajo se fueron incorporando tesistas de la licenciatura en urbanismo de la FA-BUAP y de la carrera de Arquitectura de la Universidad de Sinaloa3, y un estudiante del Doctorado en Procesos Territoriales (DPT). El trabajo se enfocó inicialmente a realizar un diagnóstico urbano para hacer una propuesta para disminuir el riesgo de inundación. Se realizaron propuestas para mejorar las áreas verdes, definir las rutas de evacuación, mejorar el sistema de accesibilidad y movilidad, y elaborar estrategias técnicas para intervenir el río (muros de aluvión, bocas de tormenta, tratamiento de aguas residuales, entre lo más destacado). Este trabajo fue realizado mediante visitas de campo y talleres con los habitantes de la colonia. Durante las actividades se realizaron diversas pláticas por parte de los estudiantes y Protección Civil Municipal para concientizar a los habitantes sobre su situación de riesgo de inundación y la importancia de tomar medidas preventivas.
El trabajo se ha desarrollado bajo condiciones mínimas de material (carpas, sillas, proyectores). A veces la escuela secundaria y la iglesia (ambas ubicadas en la colonia) han prestado sus instalaciones para hacer las presentaciones de los proyectos y de los talleres de prevención y sensibilización (figura 3).
Una vez realizada la propuesta, la estrategia fue presentarla ante los Regidores del Municipio de Puebla, quienes la recibieron con agrado y la incluyeron en la agenda gubernamental como proyecto piloto. Sin embargo, pronto predominó su interés político individualista, dando como resultado la ruptura del trabajo colaborativo. No obstante, los trabajos de gestión por parte de los habitantes para obtener apoyo para desarrollar la propuesta continúan.
Durante el trabajo observamos que la presencia universitaria coadyuva a la apertura de los habitantes hacia los funcionarios públicos, ya que los ciudadanos suelen desconfiar de ellos pues tienen la experiencia de que las autoridades los contactan solamente en periodos electorales; después difícilmente regresan y no cumplen sus promesas de campaña.
Dentro de la colonia el interés de los habitantes fue en aumento, principalmente cuando se empezaron a ver acciones dentro de la colonia, en particular las campañas de reforestación y limpieza. Hasta la fecha, además de la reforestación en algunas zonas al borde del río, se ha gestionado parte del mobiliario (bancas y botes de basura) para algunas áreas verdes. Sin embargo, todavía no es un avance significativo, considerando las fuertes necesidades de la colonia.
A pesar de las complicadas condiciones de trabajo hay incipientes logros, como los acuerdos de comunicación entre la FA-BUAP con la mesa directiva de la colonia y con la Comisión de participación ciudadana, y el compromiso de esta última para convocar a las principales dependencias para impulsar los proyectos (Flores, 2018). Lo más destacado del trabajo ha sido el creciente interés ciudadano, que se ha despertado a lo largo de cinco años de trabajo, y el fortalecimiento de la organización interna de los vecinos, a pesar de los altibajos que han tenido.
4.3. Mejoramiento del espacio público en el fraccionamiento Los Héroes, II sección
El fraccionamiento Los Héroes, II sección, cuenta con una población aproximada de 40,000 habitantes (10,741 casas de interés social) y se ubica en la zona periférica sureste del municipio de Puebla. Se caracteriza por ser un fraccionamiento dormitorio y ha sido catalogado como uno de los más peligrosos del municipio de Puebla. Los delitos más comunes son robo a casa habitación, robo de autopartes, asalto a transeúntes y un caso de asesinato (Bautista, 2017).
En este caso, los actores clave identificados fueron Juan Manuel Bautista Ramírez, estudiante del DPT, Guillermo Lima Poblano, tesista de la MOT y el grupo “Salvemos los parques” (formado por jóvenes, sensibles a la protección del medioambiente). El trabajo de los estudiantes consistió en hacer un diagnóstico sobre las condiciones urbano-arquitectónicas y legales que estaban incidiendo en el aumento de la delincuencia para mostrarlas a los vecinos y definir acciones para disminuirlas. Desafortunadamente, la magnitud del fraccionamiento no ha favorecido la organización vecinal, y el desuso del espacio público se traduce en desarraigo, fortaleciendo la indiferencia para participar. Por lo anterior, la estrategia para interactuar con los habitantes fue mediante el mejoramiento del espacio público, básicamente a través de acciones de limpieza, poda y reforestación en dos parques.
El trabajo se realizó los fines de semana durante 15 meses. Los resultados fueron satisfactorios, principalmente en uno de los parques (figuras 4 y figura 5), donde se observó la reactivación del uso del espacio, la creciente solidaridad y la aparición de lazos de confianza entre algunos vecinos. El interés de los niños por participar era notable, particularmente en las acciones de reforestación. Durante el trabajo se presentaron algunos funcionarios públicos, quienes aprovecharon algunas actividades para hacer propaganda electoral. Lamentablemente, la actitud generalizada de los habitantes se caracterizó por la indiferencia y falta de arraigo. No obstante, esto no desanimó a los organizadores, quienes destacan haber despertado el interés y conciencia de algunos vecinos clave, respecto a la importancia de actuar en colectividad.
En este caso observamos que las acciones para mejorar el espacio público atraen, incluso, a los habitantes más pasivos y que pueden incidir en la organización social para disminuir la delincuencia.
Con estas experiencias consideramos que hemos empezado a influir en la transformación de nuestro pensamiento, ya que el trabajo cercano con los actores implicados nos permite desarrollar empatías, idear propuestas y tomar decisiones conjuntas. Reconocemos que nuestro avance es lento y a veces desesperanzador, ya que prevalecen vicios añejos como el fuerte interés proselitista de las autoridades que, combinado con el paternalismo implantado socialmente, aletargan el cambio de paradigma. Sin embargo, visualizamos la transformación de la ciudad desde el cambio del pensamiento individual para transformar el colectivo. Detectamos que, trabajando desde la pequeña escala, a través de talleres, reuniones y la acción directa para mejorar los espacios públicos, es más factible transformar conciencias.
Los estudiantes concuerdan en que hay una transformación de su perspectiva de análisis sobre los problemas territoriales que emergen desde lo individual y que tienen efectos sociales que pueden trascender. Además, hemos logrado influenciar la reflexión sobre la importancia de su papel en la construcción territorial. Esto lo observamos en la siguiente declaración de uno de nuestros estudiantes:
“Encuentro un significado a las cosas que ya hacía, y soy más consciente de las implicaciones sistémicas de muchas de las cosas que hago y digo (…). Siento que el doctorado me ha hecho ser una mejor persona (…); me ha llevado a pensar que la vida, en general, es un ir y venir dentro de un territorio, y que nuestra influencia sobre él viene desde nosotros mismos. Me llevó a entender la teoría desde la vida diaria” (Juan Manuel Bautista, comunicación personal, 14 de junio, 2017).
El trabajo directo con los habitantes ha influido positivamente en las conciencias de universitarios, habitantes y autoridades, sobre la necesidad del trabajo colaborativo para mejorar las condiciones de vida en el territorio, pero también en la necesidad de la investigación-acción como método para analizar la complejidad de sus problemáticas.
5. Conclusión
Es evidente la necesidad de un cambio de visión de vida que nos permita renovar la manera de observar y dar respuesta a los problemas territoriales. Esto significa pasar de la investigación confinada a una más proactiva. Para ello, la investigación-acción es una herramienta metodológica clave, ya que nos ayuda a conjugar el discurso teórico con la praxis, e incide, gracias a la interacción estrecha entre los actores, al fomento de conductas sustentables.
Nuestra experiencia muestra que actuar en el espacio público y en la pequeña escala (el barrio) son elementos de oportunidad para aproximarse a los habitantes. Asimismo, que el entendimiento para la resolución de los problemas territoriales parte de la colaboración participativa; es decir, del proceso en el cual se involucran los diferentes actores públicos, privados y sociales, para dialogar, aprender y negociar. En este proceso, las instituciones educativas juegan un rol fundamental en la transformación del pensamiento.
Aunque los procesos son incipientes y lentos hemos logrado influir en la visibilización de la pequeña escala ante las autoridades, y en la sensibilización y concientización de algunos habitantes respecto a la necesidad del involucramiento social para mejorar su entorno urbano inmediato.
La investigación-acción, nos ha permitido entender que estamos impregnados de un paradigma basado en la visión de un Estado de bienestar que suele dar soluciones convencionales, y que es difícil transitar hacia otro más innovador, proactivo y colaborativo. No obstante, los diferentes actores están cada vez más dispuestos a formar parte de la acción transformadora de sus entornos de vida. En este sentido las instituciones educativas pueden servir de catalizadores para sembrar las bases para avanzar hacia la construcción de ciudades más sustentables.