1. Introducción
El origen del trazado ortogonal de las ciudades del Nuevo Mundo es uno de los temas más estudiados por reconocidos arquitectos, geógrafos, arqueólogos e historiadores del siglo XX; muchos sustentan sus estudios con teorías muy diferentes. Algunos afirman que las nuevas ciudades hispanoamericanas nacieron como referente de las antiguas ciudades griegas, romanas, medievales españolas o incluso las bastidas francesas; otros, en cambio, insisten en que la utilización del trazado reticular surge por la necesidad de colonización de los territorios conquistados.
En la primera corriente de pensamiento está Chueca Goitia (2011, p. 126) quien afirmó que el trazado de las nuevas ciudades americanas se inspiraba en el trazado de las ciudades regulares construidas al final de la Edad Media en Castilla, bajo el reinado de los Reyes Católicos.
Hardoy (1972, p. 171) también especifica que “el modelo de la ciudad colonial hispanoamericana fue un modelo medieval tardío que al ser traído a América fue gradualmente adaptado a las necesidades prácticas de un acelerado proceso fundacional de vastos alcances”. Asimismo, Guarda (1989, p. 45) menciona que “la ciudad hispanoamericana llegará con el tiempo a ser renacentista en lo externo habiendo sido medieval en su concepción interna”.
De la misma forma, Sánchez Carmona (1992, p. 79) insistió en que el último eslabón para la construcción de las ciudades hispanoamericanas fue el campamento de Santa Fe en Granada. Además, subrayó que Torres Balbás, Borah, Lluberes y Palm afirmaban que el origen de la traza regular hispanoamericana se ubica en la larga tradición occidental, consolidada en la época de los griegos, desarrollada por los romanos en sus “castros” y continuada en la Alta Edad Media con las bastidas.
Por su parte, García Fernández (1989, p. 213) afirmó que la ciudad teórica de Eiximenis fue un antecedente claro de la ciudad hispanoamericana; la pertenencia de Eiximeis en la orden franciscana jugó un papel importantísimo en la evangelización del Nuevo Mundo. Asimismo, Eiximenis defendía la ciudad cuadrada como la utopía de belleza y de orden; esto se reconoce en el patrón urbano subyacente en las nuevas ciudades hispanoamericanas.
Sin duda, Fernando de Terán (1997, p. 16) fue uno de los autores que mejor argumentó el origen de la ciudad hispanoamericana; él afirmó que no sería lógico pensar en una única fuente para explicar el origen de la ciudad hispanoamericana, pues sólo tiene sentido admitir que la ciudad nace como consecuencia de todo lo especificado. Además, mencionó que la forma de organización de las ciudades podría haberse deducido de la experiencia urbana y de las instrucciones urbanizadoras de la Corona de Castilla y, también, admitió el carácter renacentista de las premisas contenidas en la Ordenanza de Carlos I de España, fechada en 1523; como ejemplo cita las disposiciones dictadas acerca de la forma y proporciones que debería tener la plaza mayor, concebida según los dictámenes de Vitrubio (Blánquez, 2007, p.109).
En una posición contraria, se sitúa Morris (2007, p. 348) quien no dudó en afirmar que la retícula de las ciudades del Nuevo Mundo se desarrolló tanto por la necesidad de rapidez en la colonización, como por la pretensión de hacer una distribución equitativa del suelo. El autor, además, rechazó de forma categórica la influencia de las teorías de Vitrubio y de los escritores italianos de finales del siglo XV y principios del XVI en la configuración de sus trazas:
Existen algunos autores que en el intento de establecer complejas razones intelectualmente satisfactorias para explicar esos sencillos modelos de calles rectilíneas optan tercamente por ignorar las cuestión fundamental que se planteaba a las autoridades de toda nueva ciudad de cómo empezar lo antes posible…..Si a la variable necesidad de rapidez se añade al requisito característico de obtener una equitativa distribución del suelo urbano, entonces las sencillas razones para una retícula…. resultan evidentes (Morris, 2007, p. 347).
La presente investigación se adhiere a la primera corriente de pensamiento expuesta y pormenoriza aún más en sus teorías; se pretende demostrar que las directrices seguidas para el levantamiento de las ciudades hispanoamericanas no fueron pioneras en las tierras del Nuevo Mundo. En este sentido, se especifica que los fundamentos urbanos, a partir de los cuales se construyeron estas ciudades, se fraguaron durante los procesos de repoblación sucedidos en la reconquista cristiana de la Península Ibérica y, además, se señala el reinado de Alfonso X, El Sabio, (1252-1284) cuando renació el trazado ortogonal urbano.
2. Método y criterios para la intervención
La investigación se desarrolla en dos pilares fundamentales: la historia de España y el urbanismo. Se centra en la Baja Edad Media y recorre el periodo comprendido entre los siglos XIII y XV, con el objetivo de demostrar que el trazado de las ciudades del Nuevo Mundo se fraguó en la experiencia urbana acumulada con las nuevas fundaciones poblacionales, llevadas a cabo por los reinos de Castilla, Aragón, Portugal y Navarra; fundaciones que tuvieron como referente la “ciudad Alfonsina”.
Con la consulta de numerosas fuentes bibliográficas y cartográficas se levantan algunas de las ciudades medievales construidas en la península durante la Reconquista que, por su estado de conservación, son un claro exponente de la hipótesis de partida. Además, como base para la identificación, se usarán fotos aéreas corregidas digitalmente; esta herramienta evitará la dificultad que supondría para la investigación el uso de la representación tradicional. En este sentido, se deja de lado la planimetría y se usará la ortofotografía de la ciudad que se estudiará.
En otras palabras, se apuesta por el levantamiento de los tejidos medievales sobre una imagen de área -corregida digitalmente- que representará una proyección ortogonal sin los efectos de la perspectiva; es decir, será posible realizar mediciones sin tener que recurrir a la planimetría de la ciudad porque en ella se combinan las propiedades geométricas de un plano con el detalle de una fotografía, lo que hace que en ningún momento se prescinda de las características necesarias para hacer un correcto levantamiento de la ciudad. Con ello, se evitará cualquier margen de error y conseguiremos una identificación certera sobre la realidad actual que será fácil de interpretar. Asimismo, esta identificación se contrastará y se acreditará con los planos históricos de los cuales se dibujaron los recintos.
En definitiva, se propone un método que nos permitirá reconocer -de una manera sencilla e intituiva- las antiguas ciudades medievales. Además, nos ayudará a descubrir la geometría de sus trazados, poniendo de manifiesto que subyace un patrón común: la regularidad.
3. Contextualización histórica
En 1573, el rey Felipe II promulgó unas ordenanzas urbanas en las que estableció los parámetros que debían de regirse las nuevas ciudades hispanoamericanas, caracterizadas por un soberbio trazado reticular. Los reglamentos se basaron en las experiencias de los primeros colonizadores; se recopilaron las directrices dadas a Ovando1 en 1502, las instrucciones dictadas por Fernando El Católico a Dávila2 en 1513, las ordenanzas promulgadas por Carlos I de España en 1521 así como las características principales del prototipo de ciudad creado en 1524 en el Consejo de Indias (Morris, 2007, p. 354). En definitiva, fue un documento recopilatorio de las directrices urbanas gestadas en el nuevo reino de España.
Sin embargo, los fundamentos urbanos de la ciudad española en América se concibieron en los procesos de repoblación sucedidos durante la Reconquista cristiana; por tanto, habría que retroceder en la historia para averiguar en qué momento nacieron esos patrones urbanos. Bielza de Ory (2000, p. 3) encuentra una relación directa entre las ciudades fundadas durante el siglo XIII al sur de Aragón y las levantadas por los españoles en el nuevo mundo. Además, el autor afirma que la ortogonalidad en el trazado surge con la fundación de Jaca en el 1076, el cual se transmite por todo el reino de Aragón cristalizando finalmente en el siglo XIV con las famosas ordenaciones de Jaime II en Mallorca. Según Bielza de Ory, estas ordenaciones nacen de las teorías del franciscano Eiximenis y se convierten en la base de la primera teoría renacentista, constituyéndose como el referente para el trazado de la futura ciudad española en América.
Pero además, menciona que el modelo regular urbano ya se había dado en Castilla, bajo el reinado de Alfonso X, El Sabio, (Bielza, 2000, p. 4). Por otro lado, el autor reflexiona sobre la plaza mayor española -considerada la gran aportación del urbanismo español al europeo- para concluir que, en realidad, la hispanoamericana es la gran aportación española al urbanismo universal (Bielza, 2002, p.3). Asimismo, subraya que la concepción de esta plaza se remonta a las nuevas pueblas de Aragón del siglo XIV y también a las de Castilla del siglo XIII, señalando en concreto las nuevas pueblas del sur.
Quizás Bielza de Ory se remonta al Aragón del siglo XIV para explicar el origen de las ciudades hispanoamericanas por las ordenaciones mallorquinas; es por primera vez que queda establecido un modelo formal urbano sobre el que Eiximenis elabora toda una teoría urbanística que divulga con planos y manuscritos (Figura 1), documentos que podrían haber sido utilizados como referente en las instrucciones para colonizar el Nuevo Mundo. Aun así, como él mismo admite, este modelo urbano ya había aparecido un siglo antes en la Corona del Castilla, bajo el reinado de Alfonso X, El Sabio; lo afirma a pesar de que no se haya encontrado ningún documento que lo acredite3 (Arzaga, 1978, p.38-49).
Lo señalado por Bielza de Ory queda reforzado con las aseveraciones de Ruiz de la Peña (1981, p.120). En referencia a la puebla de Llanes, especifica que el trazado del plano regular en cuadrícula de la puebla es consecuencia de la aplicación de lo dispuesto por Alfonso X en la Ley XX tít. XXIII de la Partida III.4 En definitiva, también afirma que la regularidad y la ortogonalidad eran características de trazado que se venían aplicando desde los tiempos de Alfonso X en Castilla.
4. Los resultados del análisis
En el siglo XI, el renacimiento cultural despertó un gran interés por el estudio de los clásicos y por el conocimiento de sus tratados filosóficos, documentos que se recuperaron y tradujeron; también se recuperó la formación en las artes liberales respetando la agrupación Alcuiniana5 del Trivium y el Quadrivium. Por esta razón, a partir del IV Concilio de Letrán en 1215, surgieron las universidades como centros de enseñanza de estudios generales.
Alfonso X, El Sabio, participó en el movimiento cultural de la época, en 1254; contribuyó en la confirmación de la Universidad de Salamanca y, en 1260, en la creación de la Universidad de Valladolid. También intentó rehabilitar la Universidad de Palencia en 1263 y en 1254 fundó la Universidad de Sevilla, aunque estos últimos proyectos no prosperaron. Su interés por la cultura fue extraordinario y así lo demostraron las grandes obras que nos legó: “Las Partidas”, “Las Cantigas”, “Los Libros del Saber de la Astrología”, “Las Tablas Alfonsíes”, etc.
Del mismo modo, Alfonso X, El Sabio, se adentró en el estudio de todas las artes liberales y también se interesó por lo urbano. Fue importantísima su labor en la institucionalización de la Escuela de Traductores de Toledo, gracias a la cual se tradujeron los tratados y las grandes aportaciones científicas de los ilustres pensadores griegos y romanos; tratados que fueron la base de las nuevas formas urbanas.
Tras la Reconquista, la labor de Alfonso en la recuperación del territorio fue fundamental para la Corona de Castilla; repobló casi todas las regiones fundando numerosas pueblas en Galicia, Asturias, el País Vasco, la Transierra y en el sur peninsular. Por su interés e investigación sobre lo urbano, redescubrió la perfecta configuración urbana del trazado Hipodámico regido por la simplicidad y la belleza que emanan de la ortogonalidad de su traza. Se podría decir que las empleó como generatriz de trazado en sus nuevas fundaciones, puesto que en todas ellas subyace la regularidad.
De esta forma, surgieron nuevos modelos urbanos regulares, reticulares y cuadrangulares; modelos que sirvieron de patrón para la importante labor urbana que se fraguó en ésta época y que se extendió durante la Reconquista hasta llegar a la construcción de las ciudades españolas en América (De Tomás, 2015, p. 20).
En este sentido, las tramas urbanas del Nuevo Mundo también se caracterizaron desde su nacimiento por la regularidad de su trazado; regularidad que dio paso al levantamiento de tejidos ortogonales como los de Veracruz y la antigua Panamá en 1519; aunque en Lima en 1535 y en Santa Fé de Bogotá en 1538, la retícula se hizo cuadrícula.
Todas estas ciudades obedecen a un patrón común que se explica a través del levantamiento de la ciudad de Panamá (Figuras 2 y 3). En ellas, la plaza se convierte en el espacio por excelencia, el elemento generador y articulador de lo urbano. En la plaza se sitúan los edificios del poder y de la religión, se administra justicia, se comercia, etc. Se obtiene tras el vaciado de una manzana central, añadiéndole el correspondiente espacio público de las calles perimetrales que la enmarcan; se sustenta por los edificios que le proporcionan su fachada, entre los cuales destaca la iglesia, enfrentada a ella y en perfecta armonía con la misma. En los vértices de sus cuatro esquinas nace la traza, isótropa y jerarquizada en su centralidad respecto a la plaza. Es reticular, ortogonal y en su mayoría cuadricular; en ella, la calle no es una línea, sino una banda longitudinal que asegura la movilidad y la relación entre todas las partes de la ciudad.
La alineación adquiere una gran significación como equilibrio entre el espacio público y el privado. El sistema de espacios libres se conforma en sucesivos escalones jerárquicos desde la plazuela hasta el atrio de los conventos; por otro lado, el sistema de espacios privados, la parcelación, se erige como una de las principales características de este modelo de ciudad. Las manzanas o cuadras se dividen en cuatro cuadrantes que posibilita la organización jerárquica por usos y por clase social.6 En definitiva, tras la breve descripción morfológica de las ciudades del Nuevo Mundo se podría decir que se levantaron conforme a las mismas reglas urbanas que llevaban fraguándose desde los tiempos de Alfonso X en la Península.
Como ejemplo de lo descrito, volvemos a Castilla y citamos las fundaciones alfonsinas de Villaviciosa - antigua Maliayo- en 1270; en 1260, Asturias y Mondragón en Guipúzcoa. Villaviciosa fue levantada ex novo pero en Mondragón se esboza claramente el patrón urbano que terminará dirigiendo la construcción de la ciudad española en América. Se trata de una puebla erigida sobre la primitiva Arrasate; la reproducción del damero hipodámico no es exacta, aunque no deja de estar insinuado. Se considera amurallada aunque es el caserío que funcionaba como fortificación; se opone a la traza con una geometría curva y estructura el tejido mediante unos nodos fundamentales: las puertas. La iglesia se sitúa centrada y enfrentada a la plaza que se convierte en el centro neurálgico de la composición (Arizaga, 1978, p.37); de ella, nacen las dos vías principales que articulan el tejido urbano y que forman esa traza regular, casi ortogonal y con una clara vocación de cuadrícula (Figuras 4 y 5).
Aunque en América ya es visible la ortogonalidad y la retícula cuadricular, primero surge en la Transierra y en las nuevas Pueblas del Sur, algunos ejemplos son: Aguilar de Campos en la provincia de Valladolid, El Puerto de Santa María (1260) en Cádiz, y Santa Ana (1276) y San Vicente (1250) en Sevilla. Con ellas se empieza a definir un patrón urbano y se esboza la cuadrícula que verá la luz en las futuras ciudades hispanoamericanas.
Estas son ciudades regulares con un trazado ortogonal, sensiblemente cuadricular, condicionado por la directriz que genera el propio cauce del río que las baña y la muralla no se opone a la traza urbana. Las puertas dejan de ser nodos de la traza y se convierten en meros puntos de paso, no la organizan ni la articulan. La iglesia y la plaza dejan de estar adosadas a la muralla y comienzan a situarse en el centro de la trama; en algunas ocasiones, como organizadoras de la trama. La plaza se perfila tras el vaciado de un trozo de manzana, enfrentada a la iglesia para conseguir la perfecta comunión con ella. Son ciudades que -a pesar de proceder de antiguos tejidos romanos como Aguilar de Campos o islámicos como el Puerto de Santa María o San Vicente- fueron transformadas de acuerdo con la nueva concepción urbana gestada en la época Alfonsina, convirtiéndose en claros ejemplos del patrón urbano que se empezaba a desarrollar.
Entre ellas, se destaca la puebla de Santa Ana que se sitúa en la otra orilla del Guadalquivir y enfrentada a la antigua ciudad islámica de Isbiliya. Alfonso X levantó esta nueva puebla (Figuras 6 y 7) que es un claro referente del nuevo esquema urbano que se empezaba a desarrollar (Díaz, 2004, p.16). Nacida en torno a dos antiguos caminos que llegaban a la ciudad, su traza se desarrolla siguiendo la directriz del río y en perpendicular a la misma, formando un tejido regular y ortogonal.
La plaza se sitúa en el centro de la trama urbana, en la intersección de las vías principales, enfrentada a la iglesia; la plaza surge del vaciado de un trozo de manzana, como elemento estructurador y generador del mismo. Con la inicial puebla de Santa Ana y su posterior desarrollo urbano (Figuras 8 y 9) queda esbozado el patrón en el que se basarán las nuevas pueblas que se construirán en América.
Fuente: Elaboración propia sobre ortofoto digital capturada del visor del Ministerio de Fomento del Gobierno de España
Fuente: Elaboración propia sobre ortofoto digital capturada del visor del Ministerio de Fomento del Gobierno de España, (Betrán, 1992, p.204)
5. La herencia Alfonsina
El vínculo entre Alfonso X de Castilla, El Sabio, y Jaime I de Aragón, El Conquistador, (1213-1276) se formó por el matrimonio del Rey sabio con la hija del Rey conquistador. Esta cercanía en la relación entre ambos reyes también se transmitió a lo urbano (Suárez, Ramos, Comellas & Andrés 1990, p. 579). Así, podríamos decir que las numerosas pueblas regulares y ortogonales que fundó Jaime I en Aragón y Valencia, se basaron en el patrón alfonsino y utilizaron la cuadrícula que, años antes, se había vislumbrado en Castilla.
En las ciudades de Aragón fundadas ex novo, como Manzanera (1235) que se sitúa en la actual provincia de Teruel, se lee una traza regular sensiblemente ortogonal, todavía muy influenciada por la muralla que se opone a ella por la geometría curvilínea de su trazado que, además, se señalan las puertas como nodos del tejido urbano. Adosada a ella, suele implantarse la iglesia; su implantación provocó que aparezca la plaza, buscando la centralidad en la composición urbana (Betrán, 1992, p.424). Sin embargo, es en Valencia y en ciudades como Villarreal (1272) en Castellón, en donde se recupera la retícula ortogonal y comienza a dibujarse la cuadrícula (Figuras 10 y 11). La ciudad de Villarreal se convierte en una buena muestra de la continuidad del patrón alfonsino.
Fuente: Elaboración propia sobre ortofoto digital capturada del visor del Ministerio de Fomento del Gobierno de España
En ella, la muralla vuelve a construirse armónicamente con una traza reticular. Las puertas dejan de ser nodos fundamentales en la articulación del tejido urbano y del centro de la trama; en el punto de cruce de las vías principales aparece la plaza como resultado del vaciado de trozos de las distintas manzanas, ésta se constituye como la nueva generatriz urbana (Betrán, 1992, p.202).
Las ordenaciones que Jaime II de Aragón (1276-1311) construyó en Mallorca, en muchas ocasiones, han sido consideradas como el verdadero referente de la ciudad española en América. No obstante, si bien procuraron el modelo formal urbano sobre el que Eiximenis desarrolló toda su teoría urbanística, surgieron del entendimiento y del procesamiento de los patrones urbanos utilizados en las pueblas alfonsinas.
Petra (1300) y Sa Pobla (1300) en Mallorca son buenos ejemplos de nuevas fundaciones en donde se refleja lo especificado. Estas ciudades se levantaron respetando la geometría hipodámica, a partir de una cuadrícula perfecta estructurada por manzanas divididas en cuatro grandes parcelas (Betrán, 1992, p.211). En ellas, la plaza empieza a consolidarse como el elemento generador, estructurante y organizador de lo urbano que surge del vaciado de una o varias parcelas y que, además, se sitúa en el centro en la composición urbana (Figuras 12 y 13).
En coincidencia con el reinado de Jaime II de Aragón, se redujo la labor repoblacional iniciada por Alfonso X en Castilla debido a la larga crisis en la que se vio envuelto el Reino. Sin embargo, fue fundamental la aportación a lo urbano durante este periodo; la traza siguió como la única generatriz urbana, la iglesia siguió dialogando armónicamente con ella y, además, la traza recuperó la ortogonalidad. Se llevaron a cabo actuaciones en Galicia, Asturias, el Pais Vasco, Aragón y en el sur Peninsular.
Sancho IV de Castilla (1284-1295) recuperó los patrones alfonsinos y los aplicó en todas sus fundaciones ex novo, como Monreal de Deva (1294) en la provincia de Guipuzcoa y Durango (1287) en Vizcaya. Fernando IV de Castilla (1295-1312) hizo lo mismo en sus pueblas, ensayando la retícula ortogonal, incluso llegó a esbozar la cuadrícula que se aprecia en Plenzia (1299), levantada sobre un antiguo asentamiento y en la nueva puebla de Ermua (1295), ambas en Vizcaya.
Aun así, fue Alfonso XI de Castilla (1312-1350) quien desarrolló a la perfección el patrón alfonsino con sus pueblas de Guipuzcoa, Álava, Vizcaya Asturias y el Sur Peninsular. Se destaca su intervención en Briviesca (1305), la antigua Vivoresca romana situada en la actual provincia de Burgos, que se significa como el claro referente de la ciudad española en América. Con ella, se levantan los cimientos de la perfecta ortogonalidad (Figuras 14 y 15).
Rivas, Cieza, Encina & Fernández (2009, p.135) afirman que era conocida como la “bien trazada” y que sirvió como ejemplo para la planificación de algunas ciudades españolas como Santa Fe y otras de colonización fundadas por Pedro de Mendoza. Chueca Goitia (2011, p.126) se refiere a ella como una de las villas cristianas de mayor regularidad, afirma que “al terminar la Reconquista, en estas ciudades regulares del final de la Edad Media está el esbozo de la gran tarea urbanística hispanoamericana, que llenó un continente de ciudades trazadas con rigor geométrico y amplitud de planteamiento…”
Fuente: Elaboración propia sobre ortofoto digital capturada del visor del Ministerio de Fomento del Gobierno de España (Rivas, Cieza, Encina y Fernández, 2009)
La perfección urbana alcanzada en la ciudad de Briviesca parece recuperar el perfecto esquema de trazado de las ciudades romanas. Su retícula se proyecta sobre la plaza que nace del vaciado de la manzana central, ésta se destaca como elemento generador del tejido; la plaza surge en perfecto diálogo con la iglesia que pasa a ser un elemento conformador de la misma, dejando de jerarquizar la traza e incluso de sacralizarla. A partir de los vértices de sus cuatro esquinas se desarrolla la traza, regular, ortogonal y casi cuadricular.
Briviesca se convierte en un hito clave en la progresiva definición de los fundamentos urbanos de la ciudad española en América. En ella, subyacen los ejemplos reticulares del Rey sabio que sirven de cimientos para la ortogonalidad sobre la que se desarrolla su trama urbana, tal y como se aprecia en el levantamiento de Coello.
Lo sucedido en Castilla también se extrapoló a los reinos de Portugal y Navarra, en donde se reinterpretó el legado Alfonsino. Así, el reinado de Borgoña en Portugal trajo consigo una gran riqueza cultural a la Corona y en el Reino Navarro fue cada vez más acusada la influencia francesa. Dionisio I de Portugal (1279-1325) mostró un gran interés por el legado cultural de su abuelo, el rey Alfonso X, El Sabio, y promovió el desarrollo de grandes núcleos urbanos como Serpa, antigua ciudad islámica reestructurada de acuerdo a los patrones alfonsinos. En Navarra, se fundaron nuevas ciudades como EcharriAranaz (1312) y Uharte Arakil (1359) en la actual provincia de Pamplona o Zúñiga (1278) en Estella.
En Uharte Arakil (Figuras 16 y 17) son notorias la influencia alfonsina y francesa, precisamente por la concepción de su traza, de su plaza y de su iglesia. La primera y la segunda son ortogonales como resultado del vaciado de una parcela; la tercera construye la fachada de la misma. A pesar de la descentralización de la plaza, en ningún caso se desdibuja el patrón urbano de las futuras ciudades hispanoamericanas.
La llegada de los Trastámaras a Castilla supuso, entre otras muchas cosas, el asentamiento de las bases del principio unificador peninsular7 y el inicio de una sucesión de acontecimientos que “eclipsaron” las intervenciones que tuvieron lugar en el norte peninsular. Sin embargo, a pesar de la pausa en el desarrollo urbano, en ningún momento se perdieron las claves alfonsinas que subyacen bajo sus fundaciones ex novo, dispersas entre el País Vasco, Castilla y el Sur Peninsular.
En Guipuzcoa, Usúrbil (1371) destaca un trazado regular, ortogonal delimitado por una cerca cuadrangular; en Urechúa (1383) con un trazado regular, sensiblemente ortogonal, en el que el caserío hace las veces de muralla, la iglesia se sitúa excéntrica, enfrentada a la plaza y adosada a la misma. Merece especial atención el desarrollo llevado a cabo en Orduña (1373) Vizcaya; en su morfología emerge de nuevo la cuadrícula como traza perfecta que nace a partir de dos “ensanches” desarrollados en torno a una plaza que, a su vez, vuelve a significarse como auténtica generatriz urbana (Arizaga, 2006, p.300), (Figuras 18 y 19).
Fuente: Elaboración propia sobre ortofoto digital capturada del visor del Ministerio de Fomento del Gobierno de España
Fuente: Elaboración propia sobre ortofoto digital capturada del visor del Ministerio de Fomento del Gobierno de España
Tras la larga experiencia repobladora adquirida durante la Reconquista, los Reyes Católicos (1475-1515) que unificaron los reinos, comenzaron a fundar nuevas ciudades en la zona fronteriza del sur peninsular: Puerto Real (1483) en la actual provincia de Cádiz y Villamartín (1503) sobre un antiguo núcleo del siglo XIII, también en Cádiz o Santa Fe (1492) en Granada; ciudades que se caracterizaban por un trazado regular, reticular y sensiblemente cuadricular. Entre todas las que se fundaron, Santa Fe merece especial mención pues ha sido destacada por casi todos los estudiosos de la materia, como el claro antecedente de las ciudades levantadas por los españoles en América (Figuras 20 y 21).
Fuente: Elaboración propia sobre ortofoto digital capturada del visor del Ministerio de Fomento del Gobierno de
Santa Fe se considera como una de las ciudades más importantes de la investigación. Su tejido urbano es un fiel reflejo de la aplicación del patrón alfonsino pues se enmarca en una retícula gestada a raíz de la regularidad y la ortogonalidad. El elemento generador del tejido es la plaza que surge definitivamente del vaciado de dos parcelas centrales y en el punto de cruce de las dos vías principales; se erige como elemento organizador de la trama que a su vez dialoga con la iglesia que se sitúa enfrentada a ella y configura su fachada (Medianero, 2004, p.128). Con ella, se consolida la hipótesis de partida porque ahí subyace el patrón Alfonsino, lo que significa que éste también subyacerá en las nuevas ciudades de América.
5. Conclusiones
Se podría decir que fue Alfonso X de Castilla, El Sabio, el que redescubrió, gracias al estudio de los clásicos, la importancia y el beneficio de la retícula ortogonal para lo urbano; dejó un legado importante de nuevas fundaciones que atendían a un patrón común que se consolidó en la regularidad de su trazado. Estas fundaciones sirvieron de referente para las nuevas pueblas que se construyeron en la Península durante la Reconquista; las mismas que se constituyeron respetando ese patrón urbano que sufrió algunas variaciones, según las circunstancias de la época.
Por tanto, se podría especificar que las ordenanzas promulgadas por Felipe II no sólo se basaron en las experiencias de los primeros colonizadores en su formulación, también recopilaron las reglas urbanas que más de dos siglos llevaban dirigiendo la construcción de las nuevas pueblas en la Península. Las reglas subyacentes en las nuevas pueblas del bajo Medievo fueron levantadas a partir del reinado del Rey sabio. Arizaga Bolumburu (1978, p.38-39) menciona que a pesar de que no existe documento que las acredite, se puede asegurar que existieron estas reglas.
En consecuencia, se podría afirmar que las reglas alfonsinas llegaron a su máximo exponente a través de las pueblas levantadas por los Reyes Católicos en el sur peninsular y que sirvieron de boceto para el trazado de las nuevas ciudades cuadriculares que se construyeron tras el descubrimiento en América.