1. Introducción y estado de la cuestión
Las instituciones educativas son un espacio de aprendizaje y, por supuesto, de convivencia, aspecto que muchas veces es interrumpido o perjudicado por los conflictos escolares, que suelen influir gravemente en el rendimiento del estudiantado. Debido a ello, es de suma importancia sumergirse en dicha problemática para analizar la conexión existente entre la conflictividad y el desempeño académico; según Leyton (2020), la convivencia forma parte esencial en el proceso educativo, ya que mediante esta se promueve la inclusión, la participación, la democracia y la solución sosegada de problemas, convirtiéndose, a su vez, en un aspecto clave en la cotidianidad académica. Asimismo, García et al. (2019) mencionan que “se busca una convivencia dirigida a conseguir elementos generadores de bienestar, y que permita el desarrollo óptimo” (p. 179).
Es importante reconocer que el acceso a la educación es un derecho de los seres humanos, el cual debe ser equitativo y accesible para todos. El proceso educativo interviene en el bienestar y productividad humano, este debe ser de manera pacífica y armónica, libre de conflictos que interfieran en una buena convivencia. Cabe resaltar que dicha convivencia se ha venido perjudicando por la desigualdad social que está atravesando el país, lo cual según la UNESCO (2020) las causas de la desigualdad son diversas “y entre sus consecuencias se encuentran las diferencias en el acceso a la escolarización, la permanencia y, sobre todo, el aprendizaje”.
La necesidad de hallar una respuesta frente a este tema ha generado un sinnúmero de investigaciones basadas en comprobar si realmente la conflictividad escolar influye profunda o superficialmente en el desempeño escolar de los estudiantes. Para Serrano y Sanz (2019), el convivir en las instituciones educativas “obliga a hacer incesantes ajustes cada cierto tiempo para resolver los conflictos que se van produciendo. Estos ajustes, que en realidad son las formas de abordarlos, ayudan al menor a crecer como persona y a no estancarse” (p. 181).
Barreto y Álvarez (2017) plantean en uno de sus estudios “Clima escolar y rendimiento académico en estudiantes de Preparatoria” (p. 31), que el entorno educativo no es considerado un elemento que determine el alcance de buenas calificaciones, comprobando así, que no ha sido posible hallar algún componente que pronostique el rendimiento escolar. Por otra parte, Franco et al. (2016) mencionan en su trabajo “Conflictividad escolar en centros de educación secundaria en el cantón Guayaquil (Ecuador)” (p. 25), que la forma en la que el alumnado entiende su ambiente de convivencia puede considerarse como un factor que desarrolle conductas que favorezcan o damnifiquen la formación de sus aprendizajes, influyendo en el centro de relaciones sujetas al entorno académico.
Según la OCDE (2016), la mayor parte de países latinoamericanos como Perú, Colombia, Chile, Argentina, Brasil y Costa Rica, los estudiantes de 15 años presentan una puntuación baja según el nivel de aprendizaje deseado en Lectura, Ciencia y Matemáticas, evaluadas por el Programa Internacional de Evaluación de los Alumnos, PISA.
De acuerdo al INEVAL (2018), la prueba PISA-D dio como resultado que, en Ecuador, un 22,6 % de estudiantes con rendimiento académico alto por lo menos en una competencia, pero existe un 44 % de estudiantes que han obtenido un rendimiento bajo, es decir, no alcanzan ninguna competencia. Todos estos resultados, para la UNESCO (2019), enfatizan que el desempeño escolar es influido por la conflictividad, ambientes violentos y el acoso que se pueden evidenciar en el contexto educativo. Asimismo, Cid et al. (2008) destacan que, existen factores que provocan dichas dificultades de aprendizaje, siendo estas las agresiones y los conflictos que se puede presenciar en las escuelas.
Además, se ha observado en la práctica docente la falta de autoridad del profesor, falta de recursos y de una gestión adecuada para la convivencia que genere ambientes de aprendizaje apropiados para el desarrollo del proceso educativo. Según Castro (2009), “para hablar de calidad en educación es preciso partir de la calidad de las personas profesionales que la realizan, especialmente el profesorado” (p.137).
Dentro del entorno escolar es de suma importancia conocer las relaciones interpersonales que existen. Estas, determinan la convivencia, la cual se origina dentro de las relaciones sociales entre estudiantes; además, debe poseer un enfoque equitativo, justo, empático y respetuoso, aunque en ocasiones esta se vuelve negativa, ya que suelen surgir conflictos entre estudiantes en el transcurso de los mismos, los cuales, muchas veces, son dejados de lado y no son resueltos. Araneda y Zuñiga (2021) afirman que, dentro de las escuelas, la convivencia no es vista como un proceso de sociabilización entre las personas, lo cual hace que esta pierda su objetivo cultural y transversal. De este modo la convivencia se constituye como un factor determinante para lograr un buen ambiente escolar y mejorar el rendimiento académico.
Cabe resaltar que, el deterioro y las dificultades que surgen en la convivencia académica no son de ahora, sino que estos vienen desde antes. Dichos problemas o conflictos escolares son considerados como desacuerdos que existen entre actores educativos respecto a la defensa de los intereses propios de los involucrados. Cortés (2018) define los conflictos educativos como “un proceso social que comprende las más variadas formas de agresión y que se caracteriza por tener un efecto multiplicador y expansivo que no solo afecta a las víctimas, sino a la sociedad en pleno” (p. 138). Aunque los conflictos escolares sean un fenómeno que sucede ocasionalmente, afecta no solo de manera intrínseca y extrínseca a los y las estudiantes, sino que se convierte en uno de los grandes obstáculos que dificultan el desarrollo social del individuo y a una sana convivencia en el colectivo escolar, tanto del alumnado como el de los docentes, y el alcance de los objetivos planteados en el proceso educativo, es decir, los conflictos escolares no solo afectan a la convivencia sino, también, el rendimiento académico (Pacheco, 2018).
Es importante comprender que el rendimiento académico es la valoración de aprendizajes, habilidades y esfuerzos que logran los alumnos dentro de su educación. Estas variables son valoradas en diferentes niveles como: alto, medio y bajo; aunque, Erazo (2012) expone que existen cuatro niveles: el nivel alto, bueno, bajo y fracaso educativo. Es fundamental resaltar que en el entorno de la educación en el Ecuador el rendimiento académico se mide a partir de una escala establecida en los siguientes niveles: de 9 a 10 puntos corresponde a un nivel alto y da a conocer que domina los aprendizajes requeridos, de 7 a 8,99 un nivel medio haciendo referencia a que alcanza los aprendizajes requeridos, y puntuaciones iguales o menores a 4 un nivel bajo equivalente a que no alcanza los aprendizajes requeridos.
Muchas veces dicho rendimiento se ve perjudicado por diversos factores, uno de ellos son los conflictos que suelen ocurrir dentro del entorno escolar. “Las conductas de agresión y violencia alteran el ambiente escolar repercutiendo negativamente en el aprendizaje” (Cid et al., 2008, p. 22). Asimismo, Franco et al. (2019) plantean “el deterioro de las relaciones perjudica la calidad de las clases y el desempeño académico de los estudiantes” (p. 305). A veces, el proceso educativo se torna perjudicado por diversos factores externos como la desigualdad social, pobreza, es uno de los principales factores que impiden el acceso a uno de los derechos más importantes de los niños y niñas, como lo es la educación (Cárdenas y Coronado, 2017). Frente a ello, el sistema educativo no está totalmente preparado para enfrentar un sinnúmero de situaciones por las que pasa un estudiante, por ello, la UNESCO (2023) “ha establecido un nuevo contrato social para la educación diseñado para reimaginar y dar forma a sociedades más pacíficas, justas y sostenibles”.
En ocasiones los conflictos se perciben de forma constructiva o como algo destructivo. Todo ello se refleja según como se atiendan dichos conflictos y cuan grandes o pequeños se puedan tornar. Carmona et al. (2020) comentan que, a pesar de que los conflictos generen molestias, tensiones o enfado, estos no siempre perjudican a las personas; dentro del entorno educativo esto puede ser muy cierto, ya que en ocasiones el conflicto se convierte en la iniciativa de crear una solución que beneficie a todo el grupo de estudiantes, y con ello, que no se generen consecuencias o aspectos mucho más graves. Sin embargo, no siempre sucede lo mismo, en ocasiones las conductas violentas o los conflictos escolares que surgen entre estudiantes, no son percibidos por los demás actores educativos, lo cual convierte la problemática en algo habitual (Rodríguez et al., 2006). Soriano (2009) manifiesta que, es necesario que el sistema educativo trabaje en la construcción de una convivencia armónica y pacífica para un buen desenvolvimiento y formación de estudiantes, no solo en el aspecto conductual sino también, en el rendimiento académico. Además de esto, Arenas (2018) manifiesta que, impulsar la transformación de la sociedad se basa en “fomentar la formación integral, tanto en el hogar como en las escuelas, ejecutar acciones que garanticen el cambio y la disminución de agresiones y aumentar más la convivencia pacífica para llegar a la transformación social que se anhela” (p. 54).
En relación con lo mencionado, se tiende a hablar de calidad educativa basada en la convivencia y los buenos resultados académicos; es necesario entender el conflicto como uno de los factores que tiende a condicionar el nivel de rendimiento académico. Los conflictos escolares deben ser percibidos como una posibilidad de aprendizaje o como un llamado de atención respecto a que algo no funciona entre los actores educativos, y de esta forma, promover una buena convivencia entre los mismos y, por ende, que el desempeño escolar no se torne perjudicado (Ceballos et al., 2012). Además, Fierro y Carbajal (2019) agregan que en “el análisis de los distintos elementos del conflicto cobra especial relevancia: origen del conflicto, actores involucrados, procesos seguidos y alternativas de solución propuestas” (p. 4). Es decir, el buen manejo de los conflictos escolares permite destacar posibles soluciones que permitan beneficiar a los actores involucrados en el mismo, generando convivencias armónicas a nivel educativo, social y, por ende, personal.
Por tanto, el objetivo de esta investigación es analizar la incidencia de la conflictividad escolar en el rendimiento académico de estudiantes de Educación General Básica.
2. Metodología
El enfoque que se utilizó para el desarrollo de este estudio fue de tipo cuantitativo, pues este se basa en el análisis estadístico y las evaluaciones objetivas necesarias del problema de estudio; a su vez está sujeto a un método deductivo, facilitando la comprobación de las hipótesis y la representación de las variables planteadas. Para Rodríguez y Pérez (2017) “mediante la deducción se pasa de un conocimiento general a otro de menor nivel de generalidad” (p. 11).
Para la ejecución de esta investigación se tomó en cuenta una población de 1096 sujetos (38 educadores y 1058 educandos), los cuales, de acuerdo con Ventura (2017), comparten características que se buscan analizar. Asimismo, para estudiar dicho tema, fue necesario determinar un segmento de la población, de esta forma, se estableció una muestra de 134 sujetos, divididos en 38 educadores y 96 educandos del décimo año de Educación General Básica. Cabe destacar que, para seleccionar dicha muestra, se consideró un muestreo no probabilístico o, por conveniencia, el cual permite que se escoja arbitrariamente el número de sujetos que serán parte de la investigación (Hernández, 2021). Por ello, esta fue determinada respetando los siguientes criterios: estudiantes que formen parte del último año de EGB, estudiantes que pertenezcan legalmente a la institución, sujetos que estén dispuestos a facilitar la información necesaria y que estén al tanto la realidad del contexto investigado.
Para la obtención de datos se utilizó el cuestionario como instrumento, el cual según Blanch et al. (2010) permite examinar opiniones que poseen los sujetos investigados sobre el problema analizado. De este modo, se hizo uso del cuestionario de conflictividad escolar CUVE 3-ESO, elaborado por Álvarez et al. (2013), el cual está dirigido a los docentes para medir la conflictividad escolar. Al mismo tiempo, se utilizó las pruebas Ser Estudiante, elaboradas por el INEVAL (2016) en Ecuador, permitiendo evaluar el desempeño escolar del estudiantado en las áreas de Lengua y Literatura, Ciencias Naturales y Matemáticas.
Todos los datos obtenidos fueron analizados mediante técnicas de estadística descriptiva, haciendo referencia a la organización y tabulación de los datos obtenidos, cuyos resultados se expresaron mediante la medición de tendencia central, en frecuencias y porcentajes representados en forma de tablas y gráficas. Vargas et al. (2018) mencionan que, dentro de una investigación tanto las tablas como los gráficos permiten representar datos e información de fuentes de manera clara y organizada. Del mismo modo, se utilizó la estadística inferencial permitiendo determinar la correlación entre las dos variables investigadas a través de la prueba paramétrica de Pearson y, para mejorar la organización de la información, se hizo uso del programa SPSS, Paquete Estadístico para las Ciencias Sociales, versión 25.
Al sumar las puntuaciones de la variable conflictividad, se obtuvo un promedio global que contrastó los resultados de la variable rendimiento académico. Esto permitió obtener la correlación existente entre estas, dando a su vez, la significatividad estadística del fenómeno estudiado.
3. Resultados
En este apartado se muestran detalladamente las variables analizadas de forma individual y, a su vez, la correlación existente.
Conforme a la tabla 1, el nivel de conflictividad que ha sido percibida por docentes correspondió a una media de 62,68 reflejando un nivel de conflictividad medio. De esta manera, se puede deducir que no existe una buena convivencia y un buen ambiente escolar dentro de la entidad educativa; aunque, cabe resaltar que, la conflictividad al encontrarse en un nivel medio y si es atendida a tiempo tiende a encontrar una solución, es decir, se puede controlar el nivel de incremento evitando problemas mayores.
Por consiguiente, con la intención de analizar la correlación de las variables estudiadas es importante conocer no solo el nivel de conflictividad sino establecer el nivel de rendimiento escolar que tiene el alumnado como se muestran en la tabla 2, esto permitió establecer la incidencia que tiene una variable sobre la otra.
Según la tabla 2 existe un nivel de rendimiento académico global de 3,14 puntos sobre 10, lo cual equivale a un nivel bajo, dando a entender que los y las alumnos no alcanzan los aprendizajes requeridos. Al mismo tiempo, se presenta un déficit significativo para lograr los aprendizajes mínimos que tienen que obtener el alumnado para cursar al siguiente nivel educativo. Es necesario destacar que las mayores deficiencias se registran en las asignaturas de Matemáticas y Ciencias Naturales con una calificación menor a los 3 puntos.
De acuerdo con la tabla 3, tanto la conflictividad y el desempeño escolar tienen una relación de 0,123, lo cual explica que existe una fuerza correlacional positiva baja, asimismo se puede observar que no existe una significancia estadística, pues el valor p es igual a 0,240, mayor que 0,05. Por tanto, se puede mencionar que no se presenta una relación significativa entre los objetos de estudio, es decir, la conflictividad escolar no influye necesariamente en el rendimiento escolar del alumnado.
De la misma forma, con la intención de predecir la relación que llegará a existir entre las variables, se elaboró la tabla 4 donde se muestran los datos transcendentales de la simulación predictiva de la conflictividad sobre el rendimiento académico.
De acuerdo con la tabla 4, la relación que se proyecta alcanzar entre las variables estudiadas es estadísticamente significativa, ya que el valor p de las áreas estudiadas es inferior al del valor significativo (0,05). Cabe señalar que la fuerza de correlación es moderada para las Ciencias Naturales y la fuerza de la correlación es baja para Lengua y Literatura y Matemáticas. Por lo tanto, se puede predecir que, aunque existe una fuerza de correlación positiva baja, a medida que se agravan los conflictos escolares esta tiende a influir en el desempeño académico del estudiantado.
4. Discusión y conclusiones
Según los resultados alcanzados en base con el nivel de conflictividad presente en la institución educativa, se puede establecer que existe un nivel medio de conflictividad escolar. Román y Murillo (2011) plantean en una de sus investigaciones que, el 51 % del alumnado del Estado Ecuatoriano ha sido víctima de agresiones e insultos, reflejando un alto nivel de conflictividad en su entorno escolar. Del mismo modo, la UNICEF (2017) constata que más de la mitad de estudiantes de todo el Ecuador (60 %) entre las edades de 11 y 18 años de edad son víctimas de violencia o conflictos escolares, lo cual muestra que cada 3 de cada 5 estudiantes son afectados por este problema. Por otra parte, contrastando con lo mencionado, Jordán et al. (2021) exponen que el 37,4 % del alumnado ha presenciado violencia entre compañeros y, de acuerdo con las instituciones investigadas, se observan innumerables situaciones de conflicto y agresiones, sin embargo, según el bajo nivel determinado, estos podrían ser resueltos sin la intervención de medidas complejas.
Ahora bien, enfatizando el nivel de rendimiento escolar reflejado entre las alumnas y los alumnos del plantel educativo estudiado, se determinó un nivel bajo respecto al desempeño de los mismos, quienes, a su vez, dan a conocer que no alcanzan los aprendizajes requeridos. Según un estudio realizado por Shapiro (2011) “el bajo rendimiento escolar es un problema frecuente y tiene múltiples causas; las alteraciones que lo caracterizan, se expresan fundamentalmente en las áreas de funcionamiento cognitivo, académico y conductual” (p. 218). Así mismo, Estrada (2018) manifiesta que, la presencia de un bajo rendimiento académico nace por factores psicoeducativos como el clima familiar o social y las rutinas de estudio, además, agrega que la intervención docente es necesaria para atender dicho problema y hallar soluciones prontas frente al mismo.
Finalmente, y según los resultados, se proyecta una relación estadística no significativa entre las variables, y con ello, se demuestra que la conflictividad no incide necesariamente en el rendimiento escolar de los estudiantes. Dicho resultado se asemeja a lo mencionado por Soriano (2009) quien indica que los conflictos no son un problema que afectan necesariamente al rendimiento académico, sino su resolución, además, alude que es importante interpretarlos y prevenirlos de manera armónica y enriquecedora.
En contraste a esto, la UNESCO (2019) menciona que el acoso y la violencia entre los miembros educativos si repercuten en el rendimiento académico de varias escuelas del mundo. Asimismo, Araneda y Zuñiga (2021) acatan que la conflictividad escolar si interviene en el aprendizaje y que esta debe ser solucionada de manera oportuna, ya que perjudica las buenas convivencias interpersonales, perdiendo su sentido educativo transversal y, por ende, la educación. Del mismo modo, Cid et al. (2008), consideran a los conflictos escolares como un problema creciente que provoca efectos perjudiciales en estudiantes como la deserción escolar y dificultades en el proceso educativo. En sí, es fundamental reconocer las emociones negativas en el estudiantado, ya que estas juegan un cargo primordial dentro del desempeño académico (Pulido y Herrera, 2017).
Ahora bien, enfocándose en los datos investigados, se puede indicar que cuando existe un clima violento y conflictivo en los planteles educativos de manera consecutiva, estos tienden a afectar a los estudiantes, causando una baja autoestima, desequilibrio emocional y falta de comunicación, temas que, según Barrios y Frías (2016) son factores que afectan al rendimiento escolar, ya que no permiten que los y las estudiantes desarrollen sus capacidades de manera inmediata y efectiva. Además, Bonifaz et al. (2017) mencionan que el nivel de rendimiento escolar se torna perjudicado por diversos aspectos como los sociales, personales y la interrelación de los mismos. A pesar de ello, Carmona et al. (2020), manifiestan que los conflictos escolares generan tensiones entre las personas implicadas, pero, en ocasiones este se vuelve la iniciativa de la creación de soluciones que favorezcan y fortalezcan las relaciones interpersonales, de este modo se puedan disminuir los efectos de los mismos. Por ello, Márquez y Gaeta (2017) plantean que las escuelas pueden prevenir conductas de agresión y violencia, fortaleciendo la gestión de resolución de conflictos en la misma, de este modo favorece las buenas relaciones interpersonales de los actores educativos.
En sí, como ya se mencionó, los conflictos escolares tienden a afectar al rendimiento académico, ya que, al existir algún tipo de conflictos, ya sea menor o mayor, presenta un sinnúmero de emociones en ambas partes las cuales pueden generar un deterioro emocional en el estudiantado, por ende, bajar sus calificaciones. Cabe recalcar que dichos conflictos educativos, si son atendidos a tiempo y adecuadamente no tienden a perjudicar de manera profunda en los estudiantes, sino más bien es una forma de solucionar y aprender a generar ámbitos que ayudan a generar buena convivencia escolar (Ceballos et al., 2012).
A modo de conclusión se puede mencionar que, en el plantel educativo estudiado se presenta un nivel bajo-moderado frente la incidencia que existe entre la conflictividad y el rendimiento académico. Esto a su vez, da a conocer que, a pesar de que se observen actos conflictivos en la institución, existe cierta parte de alumnos que no se ven perjudicados en su desempeño escolar. El punto clave de la investigación está basado en factores determinantes de la conflictividad escolar frente a la convivencia, el entorno de trabajo, los tratos interpersonales y la organización, componentes que, a su vez, afectan el rendimiento académico.
Asimismo, se establece que no se refleja una significancia estadística entre la conflictividad y el rendimiento académico, lo cual demuestra que la conflictividad no siempre se encuentra ligada al desempeño escolar de los estudiantes. Sin embargo, se pronostica que dicha relación se podría tornar positiva a futuro debido a que se observan ciertos vacíos emocionales en el alumnado, es decir que, un entorno hostil dentro del centro educativo se verá proyectado en que los actores académicos se limiten solo a explicar su clase, repercutiendo gravemente en deserción escolar, depresión y por supuesto, bajo rendimiento académico.
Las búsquedas deben enfocarse en las limitaciones del estudio, donde se destaquen las características de la población y la muestra que se va a seleccionar. Por lo tanto, se debe tomar en cuenta la magnitud de los datos, es decir que, al tratarse de una problemática amplia, es necesario considerar no solo una parte pequeña de un conjunto, sino también una muestra más amplia que permita garantizar una representación más específica del problema planteado. Asimismo, se incentiva a futuros investigadores a replicar el estudio, teniendo en cuenta criterios determinantes inclinados al contexto de vida tanto del estudiante como del docente.