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ALTERIDAD.Revista de Educación

versión On-line ISSN 1390-8642versión impresa ISSN 1390-325X

Alteridad vol.18 no.1 Cuenca ene./jun. 2023

https://doi.org/10.17163/alt.v18n1.2023.08 

SECCIÓN MISCELÁNEA

Malestar subjetivo e incertidumbre educativa durante la pandemia por Covid-19

Subjective distress and educational uncertainty during the Covid-19 pandemic

Denisse Espinosa-Valenzuela1 
http://orcid.org/0000-0003-1486-7046

Carlos Rodríguez-Garcés2 
http://orcid.org/0000-0002-9346-0780

Geraldo Padilla-Fuentes3 
http://orcid.org/0000-0003-0882-1818

1Profesora e investigadora de la Universidad del Bío-Bío, Chile

2Profesor e investigador de la Universidad del Bío-Bío, Chile

3Profesor e investigador de la Universidad del Bío-Bío, Chile


Resumen

La crisis sanitaria por la Covid-19 tiene secuelas que van más allá de los aspectos estrictamente biomédicos impactando diferencialmente sobre el mercado del trabajo, bienestar económico y subjetivo de la población, provocando una alta vulnerabilidad y una prolongada incertidumbre. Con datos de la Encuesta Jóvenes Covid-19 y mediante tablas de contingencia y árboles de clasificación, el objetivo de este artículo es analizar la percepción, incertidumbre y sentimientos que jóvenes entre 14 y 24 años tienen sobre la pandemia y sus efectos, con especial énfasis en quienes temen perder el año escolar por la crisis sanitaria. Los resultados destacan que los y las jóvenes reconocen la gravedad de la Covid-19, aunque perciben que los adultos exageran la crisis y que los jóvenes no se contagian; además, reportan altos niveles de incertidumbre por la muerte de algún familiar o amigo/a, problemas económicos familiares y temor a perder el año escolar. Incertidumbre educativa predominante en jóvenes de menor edad con altos niveles de preocupación, angustia y miedo, junto con la manifestación de ingesta compulsiva e insomnio. Las conclusiones remarcan los impactos que la pandemia ha tenido sobre el bienestar subjetivo de la población joven, deterioro socioemocional cimentado sobre un extendido miedo a la muerte de cercanos/as, los problemas económicos familiares y perder el año escolar; problemática que plantea la necesidad de un abordaje multidimensional y extendido más allá del término de la pandemia.

Palabras clave Estudiantes; pandemia; educación; salud mental; efectos psicológicos; comportamiento social

Abstract

The health crisis caused by Covid-19 has consequences that go beyond the strictly biomedical, having a differential impact on the labor market, economic and subjective well-being of the population, causing high vulnerability and prolonged uncertainty. The pandemic has produced events that escape the biomedical, impacting differentially on people’s economic and subjective well-being. By means of contingency tables and Classification Trees, we analyze the perception, uncertainty and feelings that young people between 14 and 24 years old have about the pandemic and its effects, reported in the Covid-19 Youth survey. Of special interest are those who fear losing the school year due to the health crisis. The results highlight that young people recognize the seriousness of Covid-19, although they perceive that adults exaggerate the crisis and that young people are not infected; in addition, they report high levels of uncertainty due to the death of a family member or friend, family economic problems, and fear of losing the school year. Educational uncertainty is predominant among younger youth and is linked to high levels of worry, anxiety and fear, together with the manifestation of compulsive drinking and insomnia. The conclusions highlight the impacts that the pandemic has had on the subjective wellbeing of the young population; socioemotional deterioration related to the fear of death of close ones, family economic problems, and losing the school year. This problem raises the need for a multidimensional and extended approach beyond the end of the pandemic.

Keywords Students; pandemic; education; mental health; psychological effects; social behavior

Forma sugerida de citar:

Espinosa Valenzuela, D., Rodríguez Garcés, C. y Padilla Fuentes, G. (2022). Malestar subjetivo e incertidumbre educativa durante la pandemia por Covid-19. Alteridad, 18(1), 99-112. https://doi.org/10.17163/alt.v18n1.2023.08

1. Introducción

La crisis sanitaria debida a la pandemia de Covid-19 (SARS-CoV-2) ha repercutido directamente sobre la salud y vida social y económica de las personas, colapsando los sistemas sanitarios, laborales y educativos. Los Gobiernos se enfrentaron a una serie de complicaciones sin precedentes, donde a la incertidumbre médica se sumaron las demandas ciudadanas por respuestas y medidas contra una amenaza invisible, cuyos altos niveles de reproducción básica, superaron incluso a la hallada en la Influenza virus A subtipo H1N1 del año 2009 (Gutiérrez y Varona, 2020), presentando elevadas tasas de mortalidad, principalmente entre adultos mayores, además de una sorprendente capacidad de mutación. Lo anterior demandó un rápido estudio para descubrir y aplicar formas efectivas de contención, inmunización y/o erradicación (Cortés, 2020; Pérez et al., 2020; Saravia Bartra, 2020).

La pandemia ha permeado las esferas más íntimas de la vida personal y social, poniendo en relieve la vulnerabilidad fisiológica, emocional y afectiva de las personas. Si bien la Covid-19 amenaza con mayor intensidad la supervivencia de los adultos mayores, no es menos relevante la carga psicológica/emocional que genera sobre el resto de la población. Entre jóvenes, la pandemia ha exacerbado sentimientos como el temor, la ansiedad, molestia y confusión, dificultando el desarrollo identitario, la vida familiar y el progreso escolar adecuado.

1.1 Jóvenes y Covid-19 en Chile

La preocupación por el estado de la población joven ha sido una constante durante la pandemia por Covid-19 en Chile. No tan solo referido a los estudios y su migración hacia una modalidad online, el interés por dar cuenta de lo que hacen y piensan las y los jóvenes demuestra su importancia para las políticas públicas contemporáneas, en especial, la tarea de observar y perfilar sus opiniones, sentimientos y percepción general a causa de la crisis (Hincapié, 2020; Mendiola et al., 2020; Salas et al., 2020; UNICEF, 2020).

A grandes rasgos, este interés se ha localizado en cuatro dimensiones de la vida de las y los jóvenes durante la pandemia: salud (bienestar objetivo y subjetivo), educación (hábitos de estudio, rendimiento, estrés), relaciones sociales (distanciamiento, ansiedad, redes sociales) y relaciones familiares (tiempo compartido, quehaceres, tipos de comunicación). Este segmento poblacional ha visto transformada —cuando no interrumpida— su vida, viéndose limitados al confinamiento prolongado y obligatorio, además de un aumento en la dependencia a las redes sociales (Gómez, 2020).

Entre los fenómenos mayormente reportados entre jóvenes se encuentra el estrés pandémico, respuesta psicológica a la situación de crisis que produce sentimientos de miedo, ansiedad e incertidumbre, los cuales se vinculan con síntomas depresivos, comportamientos adictivos y temor a la muerte de algún cercano (Chacón Fuertes et al., 2020). Así también, las medidas de confinamiento han cambiado los hábitos y rutinas de las y los jóvenes; los horarios para comer, dormir, estudiar o divertirse, experimentan gran variabilidad, a lo que se suma el incremento de estilos de vida sedentarios y/o solitarios en razón del aislamiento social. Por otro lado, las medidas para frenar la pandemia han agudizado también la situación de quienes pertenecen a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, sobre todo luego de la migración de una modalidad educativa presencial hacia otra virtual y la consiguiente interrupción o intermitencia de servicios de alimentación, protección e incentivo a la recreación que brindaban (UNICEF, 2020).

Por otra parte, la crisis sanitaria también ha ocasionado que los y las jóvenes deban interrumpir, cuando no paralizar, su vida social. Las medidas de cuarentena y confinamiento han entorpecido el ritmo de vida que tenían estos grupos antes de la crisis, por ejemplo, desde verse obligados a dejar de asistir presencialmente a la escuela donde podían socializar con sus compañeros y profesores hasta renunciar a fiestas o reuniones con sus pares en busca de entretenimiento. Aun cuando es cierto que la crisis ha intervenido en la vida social de todas las personas en general, también es verdad que este grupo en específico lo enfrenta de una forma especial debido al ciclo vital que atraviesan. Al encontrarse en una etapa de maduración y conformación de la identidad, donde la experimentación, las relaciones con otros y la autonomía que se logre dentro y fuera del hogar son esenciales para construir su personalidad, no es de extrañar que al verse restringidos manifiesten conflictos con la autoridad familiar y comportamientos negativos como estrés, ansiedad o irritabilidad.

Aunado a lo anterior, no se puede obviar que los diversos impactos de la pandemia, su profundidad y repercusiones, están mediados por la segmentación que presenta la sociedad chilena, especialmente a lo que a educación refiere. Considerando la marcada brecha de recursos que cada familia tiene según su origen de clase, las posibilidades de resistir y mitigar los problemas derivados de la crisis varían significativamente, tal así que de partida quienes no tienen dispositivos tecnológicos y acceso a internet en casa no pueden ser parte de una educación bajo modalidad online. A esto se suman los apoyos que cada estudiante tiene en razón del capital socioeducativo de su familia, donde las orientaciones, correcciones y supervisión que pueden recibir depende de la educación acumulada por los progenitores.

Pese a su deseo de independencia que la crisis pone en suspenso, los y las jóvenes no constituyen un ente aislado. Evidencias recientes han dado cuenta de la empatía que tienen hacia sus cercanos y su preocupación frente a la posibilidad de que se contagien y padezcan los efectos de la Covid-19 (Chacón Fuertes et al., 2020; Taylor, 2019; UNICEF, 2020). Aunque eventos transgresores como fiestas clandestinas ampliamente reportadas por los medios de comunicación tienen a los y las jóvenes como protagonistas, el temor por el sufrimiento de los cercanos es también una constante que refuerza la adopción y respeto de las medidas de cuarentena.

Este estado de situación reporta la necesidad por conocer cómo se sienten, qué hacen y cómo enfrentan la pandemia los y las jóvenes en Chile, indagando respecto de sus angustias, miedos e incertidumbre, en particular las referidas al proceso educativo cuya dinámica ha sido abruptamente interrumpida.

2. Metodología

2.1 Diseño

Este trabajo adopta una perspectiva cuantitativa de análisis estadístico desde un diseño transversal. Por medio del cálculo de índices y pruebas de contraste de hipótesis, tanto en contexto bivariante como multivariante, se examina la percepción de riesgo e incertidumbres que reportan jóvenes respecto a la actual crisis sanitaria por Covid-19. A nivel bivariante, se analizan proporciones y estimaciones, las cuales son complementadas mediante la técnica multivariante Árboles de Segmentación en procura de modelar los itinerarios decisionales y atributos distintivos en la configuración de la percepción de riesgos.

2.2 Instrumento

Se hace uso de la base de datos de la encuesta “Radiografía nacional de jóvenes frente a la crisis sanitaria Covid-19”, en adelante Jóvenes Covid-19, realizada por la Subsecretaría de la Niñez del Ministerio de Desarrollo Social y Familia (MDSF), organización que tiene como propósito la protección, promoción y difusión de derechos en la niñez y adolescencia.

La encuesta Jóvenes COVID-19 pretende conocer los sentimientos y comportamientos que la pandemia ha ocasionado entre adolescentes y jóvenes chilenos. Es una encuesta de carácter oficial y de representación nacional, realizada en 70 comunas de Chile durante el mes de abril del año 2020, teniendo como población objetivo a personas entre 14 y 24 años.

Este instrumento tipo cuestionario se estructura en un conjunto de baterías de ítems que abordan, bajo la modalidad de respuestas categóricas tipo Likert y de pregunta de respuesta múltiple, la percepción de riesgo al contagio por Covid-19, efectos económicos, familiares y personales de la pandemia, además de ítems relacionados con la salud mental e incertidumbre académica entre jóvenes.

2.3 Muestra

El artículo de investigación se circunscribe a la población joven que se encuentra estudiando en enseñanza media o universitaria y corresponde a 367 sujetos (tabla 1), submuestra que representa el 61 % del total de encuestados. La muestra general fue extraída mediante procedimientos probabilísticos con criterios de estratificación para garantizar representatividad a nivel nacional y posibilitar el proceso de extrapolación inferencial.

Nota. Elaboración propia con datos de la encuesta Jóvenes COVID-19 (2020).

Tabla 1 Caracterización de la muestra de estudiantes (n=367) 

En términos sociodemográficos, la muestra de estudios evidencia un predominio de estudiantes mujeres (54,2 %), adolescentes entre 14 y 17 años (39,5 %), mayoritariamente pertenecientes a enseñanza media (53,4 %) y donde solo un porcentaje marginal compatibiliza sus estudios con alguna actividad laboral (13,6 %).

2.4 Procedimiento

Con los datos de la encuesta Jóvenes COVID-19, se realiza una fase exploratoria a fin de seleccionar los casos de la submuestra previamente establecidos los criterios de inclusión, se subsanan errores lógicos y examina la métrica de las variables de interés. Posteriormente se realizaron los procesos analíticos con el tratamiento estadísticos de los ítems y dimensiones relevantes para el objeto de estudio.

En primer lugar, se efectúa un análisis descriptivo mediante el cálculo de proporciones de las variables categóricas, sean estas de métrica nominal u ordinal; información que es representada a través de Tablas. En esta fase se modelan las percepciones que tienen los y las estudiantes respecto de la gravedad atribuida a la crisis Covid-19, las incertidumbres y sentimientos que les provoca, así como las consecuencias negativas que el confinamiento les genera en su cotidianidad, análisis que son segmentados sobre la base de atributos clasificatorios considerados significativos, como la edad y el sexo.

En segundo lugar, se ejecutó un análisis multivariante, específicamente la técnica Árboles de Segmentación o Clasificación. En efecto, a fin de dar mayor profundidad analítica se realizó el modelamiento de los perfiles que estructuran la incertidumbre por perder el año académico en el nuevo escenario educativo mediante árboles de clasificación. Procedimiento de naturaleza multivariante que posibilitó diagramar la estructura jerárquica, en ramas y nodos, de los factores con mayor capacidad de discriminación y predicción de la variable modelada. El método de segmentación basado en Chi cuadrado maximiza las distancias entre grupos, define perfiles y estructura itinerarios (Gervilla y Palmer, 2009).

Junto con la variable modelada Incertidumbre por perder el año escolar, se incorporaron a modo de predictores un conjunto de atributos que la literatura reporta como relevantes, todos los cuales cumplían con el criterio de contraste de asimetría categorial 90/10. Asimismo, se establece una poda de tres niveles y el criterio de 50 casos para el nodo padre y 20 para el nodo hijo, con el propósito de evitar sobreajustes. Bajo estas condiciones y requerimientos, el algoritmo CHAID estructuró un árbol de tres predictores [Edad, Escepticismo y Sexo] con diez nodos, seis de ellos terminales. Este árbol clasifica correctamente al 75,5 % de los casos, con un nivel de sensibilidad del 67,2 % y especificidad del 83,4 %, agrupando el Nodo más pequeño a un 7,6 % de la muestra analizada. Parámetros considerados adecuados para el uso de la técnica de árboles de clasificación.

En el modelamiento por Árboles de Clasificación se incluyeron inicialmente un total de cinco predictores:

Nota. Elaboración propia con datos de la encuesta Jóvenes COVID-19 (2020).

Tabla 2 Listado de variables análisis multivariante 

3. Resultados

La crisis sanitaria por Covid-19 ha significado un desafío de gran envergadura para toda la ciudadanía, aunque sus impactos y preocupaciones varían en razón de las características sociodemográficas de los grupos que la integran.

Para el caso de los y las jóvenes, la situación de pandemia en los últimos meses ha implicado una serie de modificaciones en su estilo de vida, comportamientos y expectativas, especialmente entre quienes están estudiando, dado el abrupto cambio que ha significado migrar desde una modalidad presencial a una modalidad online o a distancia. A este respecto, la tabla 3 expone que prácticamente la totalidad de los estudiantes (97,3 %) reconoce que la crisis por coronavirus es grave, no encontrándose diferencias significativas entre grupos. A pesar de reconocer esta gravedad, un 46,1 % piensa que los adultos exageran y 32,2 % afirma que normalmente los jóvenes no se contagian, cifras que son particularmente elevadas entre estudiantes de Enseñanza Media, observándose diferencias estadísticamente significativas en el contraste de hipótesis (p<0,01). En términos generales, un 55,2 % señala estar de acuerdo en que terminar con la crisis es responsabilidad de los médicos y un 72,0 % atribuye igual responsabilidad al Gobierno, proporción particularmente elevada entre estudiantes de Educación Superior [chi2=9,598; p<0,05].

Nota. Ítems de respuesta graduada en cinco niveles, consignando proporciones de acuerdo y muy de acuerdo; **= significativo al 0,01; *= significativo al 0,05; --= no significativo. Elaboración propia con datos de la encuesta Jóvenes COVID-19 (2020).

Tabla 3 Percepción general sobre la situación de pandemia por Covid-19 

Dentro de las incertidumbres provocadas por la pandemia (tabla 4), destaca entre los jóvenes el temor por la muerte de algún familiar o amigo (76,2 %); igualmente relevante, aunque de menor magnitud, es la preocupación por problemas económicos que la crisis ocasiona a la familia (49,7 %). Percepción de riesgo que es significativamente más acentuada en estudiantes Mujeres y de Educación Superior.

En la misma tabla 4, alrededor de 1 de cada 2 encuestados/as (49,2 %) manifiesta dentro de sus principales preocupaciones el riesgo por perder el año escolar, cifra que es particularmente elevada entre estudiantes de Enseñanza Media (61,5 %).

Con el propósito de determinar cuáles son los sentimientos y angustias que manifiestan los estudiantes que temen perder el año escolar, eje de interés para este estudio, se ha realizado un análisis de contraste a nivel bivariante (tabla 5), complementado con una exploración de los perfiles de riesgo mediante el modelamiento multivariante de Árboles de Clasificación (figura 1).

Nota. Los valores corresponden a cálculos de respuesta múltiple según número de casos en cada categoría de respuesta. Elaboración propia con datos de la encuesta Jóvenes COVID-19 (2020).

Tabla 4 Incertidumbre frente a las consecuencias de la pandemia (%) 

A nivel general, como reporta la tabla 5, la preocupación es el sentimiento que predomina entre adolescentes con ocasión de la crisis sanitaria (68,1 %), seguido por la angustia (45,8 %) y el miedo (30,2 %). Igual configuración en orden de importancia tienen estos sentimientos al interior del subgrupo que teme perder el año escolar, no obstante, las proporciones que alcanzan son levemente más atenuadas (% columna). Por su parte, entre quienes declaran aburrimiento o “lata”, miedo o enojo, prevalece el temor a perder el año escolar (% fila), con incidencia del orden del 62,3 %, 60,4 % y 58 % respectivamente, diferencias por lo demás estadísticamente significativas respecto del subgrupo de comparación.

Nota. Los valores corresponden a cálculos de respuesta múltiple según número de casos en cada categoría de respuesta; % Fila= corresponde a la proporción de estudiantes que, manifestando el sentimiento, temen perder el año escolar; % Columna= representa el sentimiento manifiesto o efecto negativo, en término de proporciones, de quienes temen perder el año escolar. Elaboración propia con datos de la encuesta Jóvenes COVID-19 (2020).

Tabla 5 Sentimientos y efectos negativos frente a la pandemia (%) 

Por otro lado, entre los efectos negativos que los y las estudiantes atribuyen a la crisis, destacan la ingesta compulsiva (61,5 %), el insomnio (49,7 %) y la irritabilidad (47,8 %). Cifras que adquieren mayor preponderancia entre quienes temen perder el año escolar, particularmente en lo que sobrealimentación o comer en exceso refiere (77,3 %). En el sentido opuesto, entre quienes declaran abuso de bebidas alcohólicas e ingesta compulsiva es donde encontramos mayor temor a perder el año escolar (66,7 % y 56,3 % respectivamente), con diferencias estadísticamente significativas respecto de quienes no manifiestan dichas conductas.

Según los hallazgos aportados por el árbol de clasificación (figura 1), la Edad, Percepción de riesgo a Covid-19 y Sexo son las variables que jerárquicamente perfilan el temor a perder el año escolar. La Edad se posiciona como el atributo con mayor capacidad discriminativa [x2=55,512; p=0,00], donde los estudiantes de menor edad, es decir, entre 14 y 17 años, manifiestan una preocupación particularmente elevada por su año escolar (73,1 %; Nodo 2); proporción que es significativamente menor a la registrada en los estudiantes mayores de 17 años (33,3 %; Nodo 1).

Nota. Elaboración propia con datos de la encuesta Jóvenes COVID-19 (2020).

Figura 1 Incertidumbre por perder el año escolar 

En un segundo nivel de segmentación y para ambos nodos precedentes, irrumpe la variable Percepción de riesgo a Covid-19, según la intensidad que declaren. Para el caso de los adolescentes (Nodo 2) la Percepción de riesgo discrimina significativamente [x2=31,939; p=0,00], de modo que la incertidumbre aumenta en estudiantes que manifiestan baja percepción de la gravedad del COVID-19 (90,6 %; Nodo 5). Por su parte, quienes manifiestan menor incertidumbre por perder el año lectivo son los jóvenes con alta percepción de riesgo (Nodo 4) mayores de 17 años (22,1 %).

Entre los jóvenes con baja percepción de riesgo (Nodo 3) y en un tercer nivel jerárquico, emerge el Sexo [x2=7,571; p=0,01] como variable de segmentación, siendo las Mujeres quienes manifiestan menor incertidumbre (36,9 %; Nodo 8). Por otro lado, entre los adolescentes con alta percepción de riesgo (Nodo 5), el Sexo presenta igualmente capacidad de discriminación [x2=8,210; p=0,00], siendo los Hombres quienes expresan mayor preocupación por perder el año escolar (65,6 %; Nodo 9).

A modo de síntesis, se puede determinar que el itinerario que define al estudiante que evidencia mayor preocupación o incertidumbre por perder el año escolar con ocasión de la pandemia corresponde a adolescentes entre 14 y 17 años que manifiestan baja percepción de riesgo frente a la Covid-19.

4. Discusión

La generalidad del estudiantado chileno piensa que la crisis por Covid-19 es algo grave, cuyas consecuencias se hacen sentir sobre diversas dimensiones de su cotidianidad, siendo particularmente relevantes las referidas a la familia y la escuela. No obstante, una alta proporción considera que los adultos exageran y que los y las jóvenes gozan de cierta inmunidad, percepciones que se encuentran significativamente más desarrolladas entre quienes cursan enseñanza media.

En la adolescencia crece una autopercepción de relativa invulnerabilidad frente al peligro y se flexibiliza la tolerancia al riesgo físico y emocional, hechos que se exacerban en la relación con otros y el intento por captar su atención y reconocimiento (Alvites, 2019). Percepción que se instala, paradójicamente, en una de las etapas de especial vulnerabilidad, donde factores familiares, barriales y socioeconómicos pueden afectar el crecimiento y desarrollo satisfactorios (Di Segni, 2019).

A esta aparente contradicción entre una actitud adolescente con elevada tolerancia al riesgo y una etapa vital de vulnerabilidad, se añade el proceso de maduración neurofisiológica por el que transitan los y las jóvenes, el cual motiva cambios conductuales, hormonales y psicológicos. En la compleja relación de estos componentes aparece el sentimiento de inmunidad, pudiéndose explicar las conductas de riesgo como una extensión de los intentos por fortalecer la identidad, mejorar la adaptación social, captar el reconocimiento de los otros y/o afirmar la autonomía (Suárez Relinque et al., 2017). Fenómeno profusamente reportado en lo que refiere a investigaciones sobre embarazo adolescente, prácticas sexuales de riesgo, iniciación sexual temprana y/o consumo de alcohol y drogas (Alvites, 2019; Corona y Peralta, 2011).

Se puede tener conciencia respecto de los riesgos que se corren, pero esta no evita o inhibe determinadas conductas. Incrementado por la búsqueda de recompensas o sensaciones placenteras, que generalmente involucran la presencia de otros significativos, el sentimiento de invulnerabilidad lo inunda todo, sobre lo cual el control parental resulta claramente incómodo, cuando no pernicioso (Alonso Stuyck y Aliaga, 2017). Ello explica la significativa proporción de jóvenes que creen que los adultos exageran (46,1 %), a pesar de tener noción sobre la gravedad de la crisis.

A pesar de que los medios de información alertan recurrentemente en torno a la gravedad de la pandemia, los y las adolescentes siguen dudando de la veracidad de sus alcances e impactos. Existe un contingente de estudiantes influenciados por teorías conspirativas que creen que el virus es una creación de laboratorio, una especie de resfrío común que como resultado de la manipulación informativa global se exacerba su peligrosidad como medio de control social, aunque en honor a la verdad hay adultos que también lo creen (Bisso Andrade, 2019; Trujillo, 2020).

En efecto, la concomitancia observada entre la percepción que los jóvenes no se contagian y que los adultos exageran refiere a una mitigada, cuando no distorsionada percepción del riesgo, recurrente de la fase etaria que atraviesan, que llevada al extremo puede vulnerar su salud o la del grupo familiar al contravenir las medidas de seguridad y distanciamiento social dispuestos por la autoridad sanitaria. Aunque en términos estrictos este comportamiento negligente es también observado entre la población adulta, por lo que sería injusto atribuirlo como rasgo distintivo y exclusivo de las y los jóvenes, no es menos cierto que estas conductas se exhiben con mayor tendencia en este último segmento.

La propagación de la Covid-19 derivó en lo inmediato en el cierre de colegios, por lo que las y los estudiantes debieron confinarse forzosamente en sus hogares, lo que conllevó a una pérdida de autonomía y mayor control parental del cual, en su proceso de individuación, han procurado desligarse gradualmente. Los padres y madres ahora, amparados en la cercanía que les proporciona la pandemia, pueden volver a monitorear el comportamiento y supervisar sus conductas, establecer mayores reglas respecto de salidas y compañías, todo lo cual entra en conflicto con la emancipación que el joven creía lograda, de allí a que perciban que los adultos exageran los riesgos de la pandemia.

A pesar del sentido de invulnerabilidad relatada anteriormente, los y las jóvenes son conscientes del peligro que representa la Covid-19 para la salud, la vida y el bienestar económico y emocional de ellos mismos y de su entorno significativo, donde el temor a la muerte, especialmente de un familiar o amigo, es una idea omnipresente, particularmente en estudiantes mujeres y que cursan estudios superiores; asimismo, pervive la preocupación que las cosas no vuelvan a ser como antes en aproximadamente un tercio de la población estudiantil. La propagación del COVID-19 ha derivado en graves impactos económicos para el hogar y significado una amenaza a la salud, cuya peligrosidad ha nutrido un conjunto de sentimientos negativos entre los que destaca el temor a la muerte, algunos de los cuales seguramente continuarán tras la superación de esta crisis.

Tras la pandemia, muchos jóvenes prolongarán hábitos y rutinas adquiridos por el confinamiento y la no asistencia a clases presenciales, como el sedentarismo, consumo excesivo de alimentos, sobreexposición al computador y patrones de sueño irregular. Comportamientos escasamente saludables que afectan la salud física y psicológica y que se han visto acentuados en contextos de pandemia (Bartlett et al., 2020).

La prolongación de las secuelas físicas y psicológicas de la pandemia dependerá de la naturaleza y gravedad de las experiencias vividas. Eventos traumáticos como la pérdida del empleo, infección, hospitalización o la muerte de un ser querido, generan altos niveles de estrés. A estas afectaciones le acompañan otras experiencias que, al ser menos directas y concretas, pueden catalogarse como subjetivas, aunque no por ello menos relevantes, como por ejemplo el miedo al contagio, sensación de vulnerabilidad, incertidumbre y pesimismo por el futuro (Espada et al., 2020). Por lo anterior, es complejo estimar cuánto perdurarán sus efectos sobre el bienestar.

No solo las experiencias traumáticas, sino también el simple confinamiento forzado y prolongado, pueden resultar angustiantes para las y los jóvenes, generando depresión, estrés y/o enojo (Alvites Huamaní, 2020). Malestar que puede ser exacerbado por la asidua participación en redes sociales, principal medio de información entre la población joven, lugar donde circulan y se difunden multitud de fake news, las cuales alcanzan un vasto grupo de internautas, apuestan a la desacreditación de las fuentes oficiales y promocionan perspectivas erradas sobre la realidad, sus problemas y soluciones (González, 2019; Huarcaya, 2020).

Este deterioro socioemocional afecta las relaciones con la familia y la predisposición motivacional hacia la educación. La presencia de estresores perjudica algunas funciones cognitivas en el área del procesamiento de la memoria y la función ejecutiva, esenciales para el aprendizaje, además la modalidad online tensiona los procesos de adaptación, aprendizaje y rendimiento escolar (Cortés, 2020).

Entre este malestar y las nuevas condiciones educativas en pandemia, emerge el temor a perder el año escolar. Preocupación relevante que se manifiesta por 1 de cada 2 jóvenes (49,2 %) y que se acentúa entre quienes cursan enseñanza media (61,5 %). Por la etapa en que se encuentran, los estudios no solo son la base sobre la cual se cimentarán los proyectos personales en tanto motor de movilidad social y desarrollo humano (Gilbert, 2012), sino que además es la actividad que mayor tiempo, planificación y esfuerzos demanda. La presión social, familiar y personal que recae sobre los y las jóvenes respecto a la importancia del progreso educativo explicaría la germinación de sentimientos como la preocupación, la angustia y el miedo por estancarse en su proceso formativo y/o perder el año escolar, más aún entre quienes se encuentran ad portas de un cambio de ciclo o el egreso.

Esta preocupación pudo crecer conforme progresó el año escolar en una modalidad online a través de plataformas virtuales, la cual fue más el producto de una innovación forzada por las condiciones de la pandemia que una propuesta planificada y eficiente por parte de las instituciones escolares. Los diferentes miembros de las comunidades educativas no tan solo manifestaron problemas de accesibilidad y manejo de plataformas para organizar y realizar clases o distribuir materiales de estudio, sino que la comunicación entre estudiantes, profesores y apoderados/as se vio entorpecida (Cáceres Muñoz et al., 2020; Leiva Guerrero et al., 2022). Más aún, las políticas evaluativas se vieron enfrentadas a un nuevo panorama de aplicación donde las convencionales pruebas de lápiz y papel centradas en la adquisición de conocimiento se volvieron obsoletas e impracticables; esto alimentó la incertidumbre respecto a la política de promoción escolar.

Bajo la educación a distancia, tanto los contenidos como las evaluaciones se condensaron y cambiaron de orientación, adquiriendo carácter evaluativo factores no siempre considerados por la modalidad tradicional, como la asistencia y participación en clases o la entrega de guías y trabajos. A esta gran improvisación que se desplegó durante el 2020 para superar el año escolar, se suman las incertidumbres intrínsecas de la pandemia, sus efectos directos e indirectos sobre la población joven, todo lo cual alimenta el temor a permanecer un año más en el mismo nivel.

Por otro lado, la emergencia de la modalidad online supuso desarraigar a los y las jóvenes de sus rutinas para instalar otras nuevas que requerían competencias no necesariamente desarrolladas. La mayor autonomía que deriva de la educación a distancia precisa una adecuada y responsable gestión del tiempo, siendo la procrastinación una conducta particularmente riesgosa. En efecto, el hábito de postergar las tareas o compromisos académicos se convirtió en una práctica recurrente que con el transcurrir del tiempo profundizó la angustia e incertidumbre sobre la culminación exitosa del año escolar. Evento que por lo demás contó con la tolerancia y aceptación entre padres y madres por cuanto asumían que perder el año escolar en esta situación de crisis sanitaria era un mal menor.

Tanto la importancia atribuida al proceso educativo como las conductas de riesgo hacia la reprobación cimentan además afecciones socioafectivas como la ingesta compulsiva, la irritabilidad y el insomnio, hechos que, formando parte del abanico de respuestas de los y las jóvenes en contexto de pandemia, se profundizan entre quienes temen perder el año escolar. Este sentimiento se instala, según la técnica multivariante de Árbol clasificatorio, preferentemente entre jóvenes de menor edad que tienen baja percepción de riesgo frente a la Covid-19, sea porque consideran que los adultos exageran o creen que no se pueden contagiar.

5. Conclusiones

La situación de los y la jóvenes chilenos/as durante la pandemia se ha caracterizado por un malestar multidimensional y generalizado. No solo existe el riesgo de que ellos/as o sus familiares y amigos padezcan las afecciones de la Covid-19, sino que también están expuestos a la experiencia de sentimientos negativos, nuevas rutinas y estilos de vida y una acentuada incertidumbre respecto al futuro, en especial, sobre lo que sucederá con su año escolar.

Según los datos de la encuesta Jóvenes COVID-19, una alta proporción de este segmento poblacional reconoce que la crisis sanitaria es algo grave, opinión que convive con la percepción de que no pueden contagiarse y que los adultos exageran tanto la magnitud de la amenaza como las medidas de precaución. La emergencia sanitaria trastocó rutinas establecidas e interrumpió actividades que son particularmente importantes para los y las jóvenes en términos de ocio, esparcimiento y encuentro con sus pares. El confinamiento no solo obligó a los y las jóvenes a permanecer en el hogar, sino que también reactivó una capacidad de tutela parental de la cual, en razón del tránsito hacia la adultez, se creían relativamente emancipados/as; retroceso no exento de fricciones en las relaciones familiares.

Asimismo, los y las jóvenes igualmente declaran altos niveles de incertidumbre a raíz de la situación de pandemia. En términos generales, se evidencia un variado abanico de sentimientos que afectan el bienestar, en particular, el temor por la muerte de algún familiar o amigo, preocupación fundada en la inesperada mortalidad registrada por el coronavirus entre población de riesgo, la cual diariamente inunda los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales. Además, debido a que no existen a la fecha medidas definitivas para contrarrestar el avance de la Covid-19, este miedo se vuelve latente e inevitable, forzando el estado de alerta constante, cuestión que desgasta y aumenta la reactividad.

Si bien la situación de pandemia genera un estado de incertidumbre generalizado, adquiere relevancia el temor por perder el año escolar, sentimiento particularmente presente entre jóvenes menores de 18 años con una baja percepción de riesgo a la Covid-19. Esta situación nutre sentimientos de preocupación, angustia y miedo; estados socioafectivos que se vinculan a la ingesta compulsiva de alimentos, insomnio y mayor irritabilidad.

En efecto, los y las adolescentes se encuentran en una fase de cambio de ciclo educativo, registran relativa menor autonomía y son más inexpertos que sus pares de mayor edad, factores que incrementan la sensación de vulnerabilidad e incertidumbre respecto de su proceso educativo dada la forzada irrupción de un modelo educativo caracterizado por la virtualidad y nuevos protocolos de evaluación y promoción escolar. Inédito escenario que se complementa con la política de condensación de contenidos en los establecimientos y el riesgo implícito a la procrastinación que conllevaría la mayor autonomía educativa, todo lo cual repercute sobre los niveles de apropiación curricular y desarrollo de competencias académicas, comprometiendo eventualmente el éxito de los futuros procesos educativos.

En definitiva, la crisis sanitaria de Covid-19 no solo pone en riesgo la salud de los y las jóvenes y el bienestar de su familia, sino que trae consigo la vivencia de sentimientos negativos como angustia, miedo y preocupación, estados de incertidumbre que exceden el ámbito doméstico y permean el plano educativo, cuyos efectos pueden prolongarse y extenderse incluso más allá del término de la pandemia. De ahí la necesidad, por un lado, de diseñar y llevar a cabo intervenciones socioeducativas al final del proceso de reclusión para afrontar las dificultades y consecuencias latentes provocadas por la pandemia. Por otro lado, es necesario dar continuidad y especificidad a futuros levantamientos de datos que exploren las secuelas y efectos negativos que dejó la pandemia, en particular su incidencia en el estado de bienestar subjetivo, la convivencia escolar y las condiciones para el aprendizaje.

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Recibido: 25 de Enero de 2022; Aprobado: 18 de Octubre de 2022

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