Introducción
La problemática habitacional refiere a las posibilidades desiguales en el acceso y uso de la vivienda que tienen las personas, así como las condiciones de habitabilidad en relación con la calidad de los servicios básicos, la cercanía o lejanía con fuentes de trabajo, hospitales, instituciones educativas, transporte, lugares de esparcimiento, espacios verdes, arroyos y ríos, basurales, industrias contaminantes, etc. Es decir, incluye a la vivienda, su entorno y sus conexiones con el territorio (caminos, calles, rutas, infraestructura que lo rodea con otros barrios y ciudades) que estructuran modos de vivir, moverse y apropiarse del espacio (Lefebvre, 2017). Esta definición persigue una mirada sociológica que se vincula con la teoría de la estructuración de Giddens (2003) que implica abordar los modos en el que la estructura social habilita o restringe la acción de las personas y da cuenta del modo en el que se logra ligar tiempo y espacio, así como los principios de organización de la vida en base con estos parámetros.
En diálogo con esto, introducimos un concepto desde la sociología de los cuerpos/emociones denominado políticas de las sensibilidades que se cristalizan en este proceso de estructuración social (Scribano, 2009). Estas son prácticas sociales cognitivo-afectivas tendientes a la producción, gestión y reproducción de horizontes de acción, disposición y cognición que refieren a:
i) la organización de la vida cotidiana (día-a-día, vigilia/sueño, comida/ abstinencia, etc.); ii) las informaciones para ordenar preferencias y valores (adecuado/inadecuado; aceptable/inaceptable; soportable/insoportable); y iii) los parámetros para la gestión del tiempo/espacio (desplazamiento/emplazamiento; murallas/puentes; infraestructura para la valorización del disfrute). (Scribano y De Sena, 2019, p. 53)
Teniendo en cuenta esta mirada teórica, y como parte de un trabajo que busca aportar al estudio sobre la problemática habitacional, nos proponemos como objetivo describir y analizar las urbanizaciones informales del partido de La Matanza, -ubicado en Buenos Aires, Argentina- distinguiendo las características que presentan en cada zona o “cordón” en la que se segmenta para el estudio de sus condiciones socio-económicas y las desigualdades que presenta. También, se busca abordar algunas sensibilidades que se estructuran allí configurando modos de ser, sentir, pensar y actuar (Scribano, 2010). Este abordaje se realizará a partir de una estrategia metodológica que combina datos cualitativos -entrevistas en profundidad a organizaciones de la sociedad civil relacionadas a la problemática habitacional en La Matanza- y datos secundarios cuantitativos, desde un relevamiento realizado por Registro Nacional de Barrios Populares (2023).
Para comenzar a describir la problemática habitacional en este territorio específico, primero mencionamos algunos datos a escala nacional y luego vamos a profundizar en lo local. En Argentina, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos, al primer semestre de 2024 retomando la Encuesta Permanente de Hogares, el 52,9 % de la población se encuentra en condición de pobreza; el 14,5 % posee condiciones de vida parcialmente insuficiente y el 8,2 % insuficiente; solo el 49,5 % de la población accede a los tres servicios básicos (agua corriente, gas de red y desagües cloacales); el 5,6 % habitan cerca de basurales y el 9,1 % en zonas inundables. Respecto a la calidad de los materiales de la vivienda, el 14,5 % de las personas posee parcialmente insuficiente y el 8,2 % insuficiente, y sobre las condiciones de hacinamiento el 77,6 % representa a menos de 2 personas por cuarto, el 18,6 % de 2 a 3 personas por cuarto y el 3,7 % a más de 3 personas por cuarto (hacinamiento crítico) (INDEC, 2024). Asimismo, según el Registro Nacional de Barrios Populares (2023) se relevaron en todo el país 6467 urbanizaciones informales que incluyen villas, asentamientos y conjuntos habitacionales degradados.
La Matanza es un municipio que integra el aglomerado urbano denominado como Gran Buenos Aires, cuenta con una superficie total de 325,71 km2, 1 837 774 habitantes, un total de 577 276 viviendas particulares y está dividido en 16 localidades. El índice de Necesidades Básicas Insatisfechas es del 12 %: de un total de 484 909 hogares, 58 053 tienen necesidades básicas insatisfechas. Presenta una profunda segmentación y segregación socio-espacial que divide al territorio en tres zonas o cordones diferenciados en cuanto a sus características socio-habitacionales, económicas, ambientales y culturales, donde a medida que se aleja de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) se presentan mayores condiciones de vulnerabilidad y precariedad (PELM, 2005, De Sena, 2019). En este territorio, el déficit habitacional (cualitativo y cuantitativo) afecta a 331 420 hogares (Di Virgilio y Serrati, 2019) y, dentro del mismo, es mayor la cantidad de viviendas que presentan situaciones de déficit cualitativo (ampliación/mejoras) que el cuantitativo (viviendas irrecuperables). Asimismo, el acceso a servicios básicos e infraestructura de los barrios relacionados directamente con la habitabilidad, la salud y la calidad de vida de la población se presenta de forma desigual en el territorio donde las mejores situaciones se encuentran en el primer cordón y las peores en el segundo y tercero (De Sena y Bareiro Gardenal, 2019). En la Matanza se registraron 163 urbanizaciones informales (RENABAP, 2023).
La estrategia argumentativa de este artículo se estructura de la siguiente manera: el primer apartado desarrollará una problematización teórica y una revisión de antecedentes sobre las urbanizaciones informales. El siguiente apartado se dedicará a algunas aclaraciones metodológicas, para luego presentar el análisis de los datos. Este análisis se dividirá en dos secciones: primero, una descripción general de La Matanza en relación con la problemática habitacional; y luego, un enfoque específico por cada cordón, con el objetivo de profundizar en las sensibilidades relativas a los barrios en cada caso.
Un recorrido teórico posible para problematizar sobre las urbanizaciones informales
Si se busca realizar una conceptualización sobre urbanizaciones informales es necesario comenzar definiendo lo urbano en tanto “perteneciente o relativo a la ciudad y, por extensión, a otros núcleos de población” (RAE, 2024). Autores clásicos del norte global como Lefebvre (2017), -desde una perspectiva sociológica y filosófica- y Harvey (1977) -desde una que incorpora lo geográfico y económico- abordaron la problemática urbana, la noción de ciudad y del derecho a la ciudad, las desigualdades sociales asociadas a la planificación y producción del espacio. Para Lefebvre (2017) es esencial partir desde el concepto de “habitar” ya que la ciudad “es forma y envoltura de este lugar de vida ‘privada’” (p. 83). Desde este enfoque se conduce de lo particular a lo general y se destaca la vida cotidiana, sus ritmos, sus ocupaciones y su organización espacio-temporal. Para Harvey (1977) “toda teoría general de la ciudad ha de relacionar, de algún modo, los procesos sociales en la ciudad con la forma espacial que la ciudad asume” (p. 6).
En términos de Cervio (2020), desde una mirada estructural sobre la segregación socio-espacial y de la intensificación de las condiciones de pobreza, las políticas de las sensibilidades, en su operación cotidiana y desapercibida, “erigen un conjunto de muros (“mentales” y “de concreto”) en torno de los cuales las ciudades quedan fragmentadas, propiciando la emergencia de una compleja articulación de prácticas, experiencias y conflictos” (p.138). Específicamente, si se observan las segmentaciones y segregaciones socioespaciales que se producen en las ciudades, quedan en evidencia sectores poblados por sujetos que vivencian en su cotidianeidad la fragilidad de este sistema, la falta, la precariedad, la clandestinidad e informalidad.
Siguiendo a Lefebvre (2017) el fenómeno de la segregación se podía analizar según diferentes criterios:
Ecológicos (chabolas, barrios pobres, podredumbre del corazón de la ciudad), formales (deterioro de los signos y significados de la ciudad, degradación de lo urbano por fragmentación de sus elementos arquitectónicos) o sociológicos (niveles y modos de vida, etnias, culturas y subculturas. (p. 116)
La segregación, que Lefebvre describía en París de 1967, tendería a potenciar sus resultados en relación con impedir “la protesta, la oposición y la acción” ya que se dispersa espacialmente a quiénes otrora participarían (la clase obrera, según el autor).
En los barrios populares que en otras décadas se identificaban con los barrios obreros según Garnier (2015), se podían trazar sociabilidades ligadas al trabajo dada la proximidad entre las fábricas y las viviendas, así como la participación en expresiones políticas y culturales de resistencia. El mismo autor hace referencia a que uno de los objetivos fundamentales de la política urbanística fue “expulsar a las clases populares hacia la periferia y organizar su dispersión espacial” (Garnier, 2015, p. 39) a partir de la planificación urbana y la especulación inmobiliaria. De esta forma, a la marginación socioeconómica se sumó la marginación socioespacial.
En Argentina, siguiendo a Cervio (2020), desde mediados del siglo XX los territorios prototípicos de la pobreza y la vulnerabilidad social son las villas y asentamientos informales. Según Alcalá (2007), desde la década de 1970 se inició un proceso progresivo e ininterrumpido de ocupaciones ilegales tanto en terrenos fiscales como privados que iniciaban el proceso de urbanización con la construcción de una vivienda mínima precaria y la subdivisión irregular del suelo. La dotación de infraestructuras era en primer lugar clandestino y luego podían registrarse consolidaciones a partir de construcciones domiciliarias que se regularizaban. Estas urbanizaciones estaban conectadas por alguna vía de acceso que permitían la vinculación y abastecimiento con el resto de la ciudad o estaban al lado de algunas de las urbanizaciones anteriores y desde ellas se realizaba la extensión de las primeras infraestructuras. En peores casos, se encontraban en áreas vulnerables a inundaciones y contaminación, junto a lagunas, bordes del río (“camino del sirga”), tosqueras, basurales, etc.
Algunos de estos asentamientos con el tiempo iniciaban un proceso de regularización dominial y mejora urbana que eran lentos y en general, quedaban inconclusos. Además, según la autora en estos procesos:
… pueden llegar a legalizarse vías con anchos insuficientes tanto para la extensión futura de determinadas infraestructuras como para el ingreso de vehículos, lotes con anchos y superficies menores a la reglamentaria, lotes sin salida directa a calle pública, etc. Es por ello que estos procesos, si bien suponen una mejora significativa fundamentalmente en lo que respecta a la seguridad jurídica, difícilmente garanticen que con el tiempo estos barrios puedan alcanzar niveles urbanos y residenciales deseables. (Alcalá, 2007, p. 45)
La autora refiere específicamente al caso de la ciudad de Resistencia en la provincia de Chaco, pero considera que estas situaciones son extensivas a la mayor parte de las ciudades argentinas y de otros países del sur global. En el caso de Chile, tomando el trabajo de Campos-Knothe, (2025), los asentamientos informales -denominados desde los años 70 como “campamentos”- se caracterizan por la falta de acceso a servicios y por la ocupación de áreas expuestas a riesgos y desastres ambientales. La definición que la autora toma basándose en el Ministerio de Vivienda y Urbanismo de Chile (MINVU) es la siguiente:
Un campamento se define como un asentamiento de ocho o más hogares que habitan en viviendas precarias que se encuentran agrupadas y contiguas, que no poseen tenencia regular del terreno que ocupan y carecen al menos de uno de los tres servicios básicos, vale decir, agua potable, electricidad y alcantarillado. (Campos-Knothe, 2025, p.164)
Además, según los datos de ese mismo ministerio entre el 2011 y el 2020 los campamentos en Chile crecieron en un 22 % lo que equivale a 145 asentamientos nuevos en casi diez años (Campos-Knothe, 2025). El aumento de urbanizaciones informales en los últimos años es algo coincidente en varios países de América Latina y de otros continentes como África y Asia (UN-Habitat, 2022).1 Siguiendo a Kovacic (2022), quien analiza los casos de Brasil y Sudáfrica, la persistencia de la informalidad se puede vincular a las políticas sociales que se aplican sobre “barrios marginales” (slums, favelas) que no conducen a su disminución, sino que producen formas nuevas y adaptables de informalidad que tienden a su reproducción.
Retomando a Cervio (2020) “el impacto social, económico, ambiental y estético que estas urbanizaciones tienen sobre la trama urbana es innegable, dando lugar a diferentes intervenciones del Estado, así como del mercado inmobiliario” (p. 143). Se puede mencionar como una de estas intervenciones al Registro Nacional de Barrios Populares en Proceso de Integración Urbana (RENABAP), creado en 2017 entre el Estado Nacional y diversas organizaciones sociales. A partir de este primer relevamiento se detectó la existencia de más de 4000 barrios populares en todo el país y también se instituyó el Certificado de Vivienda Familiar como un documento suficiente para acreditar la existencia y veracidad del domicilio, a los efectos de realizar diversos trámites: solicitar la conexión de servicios tales como agua corriente, energía eléctrica, gas y cloacas; solicitar prestaciones de salud, previsionales y educativas; realizar peticiones ante los organismos públicos; solicitar la clave única de identificación tributaria y/o la clave única de identificación laboral (Brizuela y Campana, 2020).
El relevamiento mantiene actualizaciones desde su creación y existe un Manual para la conformación y actualización del Registro Nacional de Barrios Populares (2023) que define a estos como barrios comúnmente llamados villas o asentamientos que se constituyeron mediante diversas estrategias de ocupación del suelo y que presentan diferentes grados de precariedad y hacinamiento, un déficit en el acceso formal a los servicios básicos y una situación dominial irregular en la tenencia del suelo. Sin embargo, existen algunas diferencias en relación con estos tipos de urbanizaciones, por ejemplo, las villas, siguiendo a Herzer et al. (2008) se definen como ocupaciones de tierra urbana vacante que producen tramas irregulares y siguiendo a Cravino (2018) estas se encuentran ubicadas en el área central, en la Capital Federal y el primer anillo del conurbano bonaerense. Este tipo de asentamientos tienen data desde comienzos del siglo XX y su configuración urbana se caracteriza por calles irregulares y pasillos angostos. Por su parte, los asentamientos se encuentran ubicados más hacia la periferia, en zonas de menor densidad poblacional y se caracterizan por imitar a las urbanizaciones formales en cuanto a las dimensiones de los lotes y a la cuadrícula urbana (Cravino, 2018).
Un aspecto central que engloba a los dos tipos de urbanizaciones es “la extensión de los mercados informales en los modos de producción de suelo urbano y de vivienda” (Fernández Wagner, 2015, p. 32). Procesos sociales que van desde la inquilinización en las villas (Rodríguez et al., 2018) a las tomas de tierra para establecer asentamientos (Clichevsky, 2012) se dan bajo un espectro de informalidad, es decir sin un marco legal formal y en condiciones vinculadas a la precariedad, vulnerabilidad y pobreza.
Aclaraciones metodológicas
Para poder llevar a cabo una descripción analítica de las urbanizaciones informales de La Matanza atendiendo a sus características generales y específicas de cada cordón esta investigación se propuso trabajar con datos primarios cualitativos (entrevistas semiestructuradas) y datos secundarios cuantitativos (provenientes del RENABAP, 2023). Entendemos que estos tipos de datos son complementarios y tienen la capacidad de potenciarse a partir de una estrategia metodológica multi-método (De Sena, 2015) donde se integran diferentes técnicas y procedimientos sobre el mismo objeto de estudio para poder fortalecer su lectura y análisis.
Se realizaron entrevistas a ocho personas que integran organizaciones de la sociedad civil que llevaron a cabo intervenciones habitacionales en diferentes barrios de La Matanza entre 2020 y 2023 de manera presencial. Estas entrevistas se enfocaron en poder describir el rol que tienen las OSC en la problemática habitacional, por tanto, las dimensiones que se abordaron fueron: información sobre el entrevistado, información sobre la organización y el vínculo con la comunidad -tareas, recursos y estrategias relacionadas con el acceso a la vivienda-, vínculos con otros actores, emociones vinculadas a la implementación de intervenciones de acceso a la vivienda -cómo les parece que sienten las personas que vienen a la organización, qué siente al intervenir en los barrios-. Dentro de esta última dimensión se realizaban descripciones sobre los barrios donde las organizaciones intervenían, tanto en asentamientos como en villas de La Matanza. En algunos casos, las personas que integraban estas OSC también habitaban esos territorios, en otros los transitaban al llevar a cabo diferentes actividades que les permitían tener conocimientos sobre esos barrios en tanto actores externos a ellos.
En otros trabajos se abordó el rol de las OSC en el entramado de actores que se conforma en torno a la problemática habitacional (Bareiro Gardenal, 2023a) y también sus prácticas y emociones (Bareiro Gardenal, 2023b; Faracce Macia y Bareiro Gardenal, 2025). Asimismo, se realizó una distinción entre aquellas organizaciones internas a los barrios (su nacimiento y permanencia se vincula al mismo territorio en donde realizan sus actividades y sus miembros viven allí) y externas a los barrios (tienen su sede en otro lugar diferente al territorio donde realizan sus intervenciones y sus miembros no viven en dónde se interviene). Tomamos esta distinción en este trabajo para señalar que algunas de las personas entrevistadas habitan las urbanizaciones informales que van a describir y otras las “transitan” de modo que sus condiciones de vida son diferentes. Sin embargo, lo que nos interesa analizar es como, desde diferentes miradas, se describen a las urbanizaciones informales de La Matanza a partir de las narrativas de estos dos grupos. Por tanto, se realizó una matriz codificando estas entrevistas respecto a sus descripciones sobre los asentamientos informales de La Matanza en general y también según cordón atendiendo a la OSC y si la personan informante habitaba en el barrio o no.
Sumado a esto, se descargó una base de datos del Registro Nacional de Barrios Populares actualizado al 2023 que cuenta con las siguientes variables: ID RENABAP, nombre del barrio, cantidad de familias que viven en el barrio, año de creación del barrio, década de creación del barrio, tipología barrial (asentamiento, villa, conjunto habitacional degradado), situación dominial, situación predominante sobre la conexión a la energía eléctrica, situación predominante sobre la conexión a la red de agua, situación predominante sobre la conexión a la red de gas. La base original contaba con información sobre los municipios y departamentos de todas las provincias de Argentina, pero se filtró por aquellos que pertenecen a La Matanza, Buenos Aires.2 Para complementar la información respecto a la localidades y poder profundizar sobre las diferencias en los cordones se agregó información del portal mapa.poblaciones.org3 en el cual se accede y visualiza diferentes mapas posibles de modificar según los indicadores elegidos, en este caso también se toman los datos provenientes del RENABAP (2023) para su elaboración.4
Urbanizaciones informales en La Matanza, entre homogeneidades y heterogeneidades
A continuación, presentamos algunos datos que nos permiten caracterizar a las urbanizaciones informales en el partido de La Matanza. Siguiendo los datos de Mapa Poblaciones en base con el RENABAP (2023) son 163 los barrios distribuidos dentro de las 16 localidades del distrito con un total de 65 132 familias que viven en ellos. Asimismo, el tipo de urbanización informal se distribuye de la siguiente manera, 50 se clasifican como villas, 110 como asentamientos y tres como conjunto habitacional degradado (mapa 1). Y teniendo en cuenta el mapa 2, un aspecto que se puede observar preliminarmente es que, en la zona del primer cordón, se distribuyen en su mayoría las villas (color rojo) mientras que en el segundo y tercero predominan los asentamientos (en violeta y celeste los tres denominados como “conjunto habitacional degradado”) dando cuenta de una distribución diferenciada respecto al tipo de urbanización, el cordón y la localidad.
Como vimos en el apartado teórico, existen algunas diferencias en cuanto a la morfología de estos tipos de urbanizaciones pero que también dan cuenta de diferentes tramas socio-históricas que vinculan la conformación de lo espacial y territorial con los procesos sociales que tienen lugar allí. Desde el abordaje cualitativo encontramos esta distinción reflejada en las narrativas de las entrevistas al momento de comenzar a describir qué problemas ligados a lo habitacional detectan en La Matanza. En primer lugar, trazan algunos límites y fronteras entre el primer cordón, el segundo y el tercero:
Ahí yo haría un distingo… del cordón, uno, o sea, de la de la Ruta 4 para la General Paz hay villas y villas tal vez de una manzana… y de ahí para el fondo vamos a mirarlo de Laferrere para Cañuelas son asentamientos de tomas, primero fueron tomas y después asentamientos. Es una característica general, no quiere decir que no haya excepciones a lo mejor en Laferrere te vas a encontrar con alguna villita igual que acá. Pero en general, las villitas son hasta Casanova porque en Casanova está la Sanpete (Villa “San Petersburgo”). De Casanova para General Paz las características es que son villas. De Laferrere para el para el 35, 38, 40 (kilómetros de la Ruta 3) son tomas y asentamientos, una característica general a grandes rasgos eh, no quiere decir que sea así tal cual, pero más o menos es eso. (OSC1, varón, no-habitante de una urbanización informal)
En otros trabajos (Bareiro Gardenal, 2023c) hemos abordado la problemática de las tomas de tierra y la creación de nuevos asentamientos informales en La Matanza en el marco de la pandemia por COVID-19 en los años 2020 y 2021. En ese contexto particular la emergencia sanitaria -junto a la alimentaria, la habitacional y otras- agravó la situación que ya se presentaba riesgosa y precaria sumando la dificultad de cumplir las consignas como “quédate en casa” y “lávate las manos con agua y jabón” entendiendo que estos territorios carecen de servicios básicos o son ineficientes además de que otra característica que tienen es el hacinamiento. Por tanto, respecto a la fecha de creación del barrio, vemos que nueve fueron creados en la década del 2020 mientras que la mayoría (66) tienen fecha de creación entre la década de 2000 y la década de 2010. Asimismo, en la década de 1990 se crearon 24 barrios, en los 80 fueron 18, en los 70 se crearon 16, en los años 60 se crearon 17 y los restantes ocho entre 1900 y 1950 (gráfico 1).
Dado que el acceso al suelo se da de manera informal y está vinculado a la pobreza de la población, la falta de empleo y/o la informalidad laboral, así como los bajos salarios (Clichevsky, 2012), estas tierras no están urbanizadas o, en caso de estarlo, presentan condiciones precarias (Alcalá, 2007). De esta manera en la estructura sobre la que se asientan quienes habitan estos territorios es predominante la conexión de servicios irregulares lo que presenta riesgos respecto a las condiciones de vida. En el gráfico 2 se observa que la mayoría de los barrios (121) tiene una conexión irregular a la red eléctrica, uno no cuenta con conexión, y 22 tienen una conexión formal con medidor. De las conexiones consideradas ‘regulares’, seis corresponden a medidores domiciliarios sin factura, cuatro a medidores prepago, tres a medidores comunitarios y uno a un medidor domiciliario con consumo limitado.
En relación con la red cloacal, observamos diferentes tipos de conexiones precarias y/o irregulares como sucede respecto a la red eléctrica. En general predomina el desagüe a pozo negro/ciego u hoyo (87) seguido por el desagüe a cámara séptica y pozo (40), también existen conexiones irregulares a la red cloacal (6) y conexiones formales (17). Son cinco barrios los que conectan la red cloacal a la red pluvial (es decir, la red que escurre las aguas de lluvia) y tres dejan sus desagües a intemperie o a un cuerpo de agua.
Además de la conexión a la energía eléctrica y la red cloacal, el agua es un indicador que se vincula directamente con la salud de la población y como se observa en el gráfico 4, se accede en general de manera irregular (82 barrios) mientras que 35 tienen conexión formal con factura, tres lo hacen sin factura y los demás recurren a otras modalidades comunitarias (canilla dentro del barrio, bomba de agua de pozo comunitaria) y por fuera de barrio (acarreo de baldes/recipientes).
En el caso del gas este se consigue de forma predominante a partir de la compra de garrafas (gráfico 5). En este asunto, se tiene que tener en cuenta el precio elevado del gas envasado, la cantidad que se requiere comprar por mes y los riesgos asociados a su uso.6 Solo cuatro barrios acceden a la red de gas con factura y tres utilizan leña o carbón.
Como se ha revisado en De Sena (2020), el acceso a los servicios básicos y otros indicadores de habitabilidad como el hacinamiento, así como el nivel socioeconómico, la educación, salud y el empleo, empeoran desde el primero al segundo y tercer cordón de La Matanza. En un índice que desarrolla la autora sobre las condiciones básicas de vida -que incluye las mencionadas variables- se identifica que en el primer cordón la mayoría (69,7 %) si posee condiciones básicas de vida, esto cambia en el segundo y en el tercero en donde la población es casi la mitad (47,8 y 44,1 % respectivamente). Respecto a las localidades en donde se ubican quienes no poseen las condiciones básicas, se destacan González Catán con el 30,4 %, Rafael Castillo con el 34,8 %, Ciudad Evita con el 13 %, Gregorio de Laferrere con el 4,3 %, Ramos Mejía con el 4,3 % y San Justo con el 4,3 %. Esto da cuenta de algunas heterogeneidades al interior del partido que vamos a profundizar a continuación.
Como mencionamos anteriormente existen algunas particularidades en la caracterización de las urbanizaciones informales según el cordón y según la localidad. La mayoría de las urbanizaciones informales se encuentran en el tercer cordón con 81, le sigue el primer cordón con 43 y el segundo con 39 (gráfico 6). Si observamos lo que sucede según localidades, siguiendo el gráfico 7, vemos que González Catán y Virrey del Pino son las que nuclean la mayoría con 44 y 37 respectivamente y ambas forman parte del tercer cordón. Sin embargo, la localidad que lo sigue en cantidad es Rafael Castillo con 16 y esta es del segundo cordón. Continúan en orden San Justo (11), Gregorio de Laferrere (9), Isidro Casanova (8), La Tablada (7), Villa Celina (7), Ciudad Evita (6), Lomas del Mirador (5), Tapiales (5), Villa Luzuriaga (3), Ciudad Madero (3) y Aldo Bonzi (1).
En lo que sigue, nos enfocaremos en los datos cualitativos para establecer conexiones entre las sensibilidades que emergen en torno a la problemática habitacional vinculada a las distintas urbanizaciones informales de cada cordón de La Matanza. Vamos a retomar en cada caso la descripción que realizan los sujetos entrevistados sobre los siguientes aspectos: el origen del barrio, la infraestructura del barrio y el acceso a los servicios básicos.
Primer cordón
Las localidades que conforman el primer cordón se extienden, algunas de ellas, a lo largo de la Avenida General Paz, que es una de las primeras fronteras señaladas para dividir -material y simbólicamente- la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) con los partidos que conforman su área conurbana y pertenecen a la provincia de Buenos Aires, como es el caso de La Matanza. Su cercanía con CABA establece ciertas estructuras socio-históricas debido a que fueron los primeros territorios en comenzar a urbanizarse a medida que la trama urbana comienza a expandirse durante todo el siglo XX. Así también fueron los primeros lugares donde se reubicaron las villas de emergencia que se encontraban en la Capital Federal, en el marco de una política de erradicación que comienza a fines de los 60 y continúa durante los años 70 y 80 (Oszlak, 2017; Moreno, 2002).
Se destaca, en el siguiente fragmento de entrevista la noción de Núcleos Habitacionales Transitorios (NHT) que se construyeron en el marco de estos planes de erradicación. Específicamente en el período de 1968 a 1971 se erradicaron en total 83 villas con 35 691 personas en el período de 1968 a 1971, de las cuales 25 052 fueron alojadas en los NHT. Estos se transformaron en residencia permanente siendo viviendas que contaban con una alta precariedad de los materiales y sistemas constructivos (Yujnovsky, 1984). Algunos se ubicaron en el primer cordón de La Matanza:
Cuando llega la dictadura bueno toma una serie de medidas… eso sacar gente de la de la capital la mandaba para acá para La Matanza a los núcleos transitorios habitacionales como Puerta de Hierro, Palito…No sé si me olvidé de alguno…Los sacaban y los mandaban para acá con la promesa de que eran transitorios y fueron eternos. Hoy ya van más de 50 años por eso también nosotros decimos que es una deuda de nuestra democracia lo de la tierra y la vivienda porque no conseguimos en democracia darle una solución al gran déficit habitacional que tiene la provincia de Buenos Aires y el país. (OSC1, varón, no-habitante de una urbanización informal)
Claro que no todas las villas de esta zona comenzaron como NHT sino que existen diferentes orígenes. Además de la Av. Gral. Paz, otra de las fronteras que delimita los espacios, es la Ruta Provincial N°4, coloquialmente llamada “Camino de Cintura” ya que atraviesa varios municipios del conurbano bonaerense y también divide algunas localidades del primer cordón con las del segundo cordón. Sobre esta ruta se ubican algunas de las villas presentes en la zona y también sobre la Av. Crovara, perpendicular a la primera.
Yo vivo en Aldo Bonzi, justo sobre Camino de Cintura, o sea, Ruta 4 ahí hay cuatro pasillos es como una T así. Nosotros ahora conocemos nuestros pasillos y como somos parte del territorio a través del relevamiento nacional de barrios populares. Nosotros no existíamos éramos un punto, o sea, no, no existíamos en el GPS, no existíamos en los mapas, no existíamos en ningún lado… figuraba campo. Nosotros éramos verde. Hoy yo sé que el pasillo en mi casa es así y es así, sé cuánta gente vive en cada uno de los pasillos. (OSC4, Varón, habitante de una villa del primer cordón)
En el fragmento anterior, aparecen algunas sensibilidades asociadas al reconocimiento por parte del Estado a partir de una política social que a su vez permite tener mayor conocimiento sobre el territorio en el que viven: los pasillos de la villa, sus pasillos. A continuación, se describen otras emociones vinculadas a la casa como lugar que estructura y organiza la vida cotidiana:
Yo como te decía, tengo una casa, chiquita, no tenemos gas porque no hay, no hay gas en las villas en general y muchos barrios formales tampoco, pero pude… tengo un termotanque eléctrico en casa, que lo conecto (…) cuando la haces vos… yo hice mi casa e hice la cosita a la cosita y ahora hay cosas que las quiero cambiar y voy viendo, junto plata… para mí la vivienda es no sé, es un montón, es todo, es… uno piensa también es desde donde pisa, desde dónde vive, desde dónde come, entonces la vivienda es parte nuestra… es nuestro hábitat. (OSC4, Varón, habitante de una villa del primer cordón)
A partir de esta aproximación cualitativa, podemos vincular algunas cuestiones estructurales características de esta zona y vinculadas entre sí: el origen histórico de las villas que se conformaron allí, el reconocimiento de estos territorios, pero aun así la ausencia de algunos servicios básicos, el reclamo por la permanencia de la precariedad, del déficit habitacional y la noción de casa/vivienda como ordenador y de los pasillos de la villa como las vías de conexión con los otros (figura 1).
Segundo cordón
Revisamos en los apartados anteriores que tanto en la zona del segundo cordón como del tercero se caracteriza por tener mayor cantidad de asentamientos informales y de tomas de tierras. Según Gusfield (2014), teniendo en cuenta que la política a finales de los 90 y a principios del nuevo siglo, en relación con los asentamientos informales comienza a cambiar de perspectiva pasando de la erradicación a la regulación, comienzan a densificarse y extenderse las urbanizaciones informales hacia las periferias. Se destaca en estos lugares las experiencias de autoconstrucción como espacios intersticiales que, si bien no subvierten el orden social naturalizado/naturalizante, su potencia radica en que ofrecen/construyen una oportunidad colectiva para pensar maneras alternativas de lo social donde la afectividad es un nodo central (Cervio, 2018).
Todos los vecinos que están acá vienen de tomas desde el (año) 86 imaginate… vivieron en asambleas ayudando a vecinos de los barrios que crearon después… ellos mismos se abastecieron, pusieron su propio medidor… compraron los medidores igual que las canillas ellos hicieron todo lo que es el agua imaginate todo lo que hicieron que después el municipio venga a querer llevarse lo que es tuyo es lo peor que pudieron hacer. Los vecinos siempre recuerdan que en el 2000 y algo era… los vecinos se armaron entre ellos para que… se plantaron ahí para que no le saquen el medidor grande que habían puesto …
E. ¿y por qué se los querían sacar?
porque lo querían poner para otro barrio… pero como le dijeron nosotros lo pagamos que si ustedes se lo llevan perdemos nosotros. Y es la única fase que tenemos acá, el único medidor que hay dentro del barrio… (OSC6, mujer, habitante de un asentamiento del segundo cordón)
El fragmento anterior también se puede vincular con sensibilidades ligadas a ciertas tramas de confianza-desconfianza hacia un otro, los vecinos, el municipio. Cervio y De Sena (2017) señalaron que, desde hace tiempo, muchas de las interacciones que tienen lugar en las ciudades se vienen edificando en gran medida desde la desconfianza, es decir, apoyadas en la construcción del otro (anónimo, desconocido) como una amenaza o, al menos, como “poseedor/merecedor” de una confiabilidad acotada. Esto también se puede analizar en el siguiente fragmento ligado a la infraestructura del barrio:
En el barrio cuando llueve, nosotros no podemos salir… hemos llevado muchos reclamos al municipio y hasta el día de hoy tenemos respuesta. (…) quedamos varado acá, a la escuela no lo puedo llevar porque se inunda, no podés salir de urgencia al hospital, porque los remises no pasan, no tenemos colectivos, entonces no tenemos otra salida. (OSC6, mujer, habitante de un asentamiento del segundo cordón)
“Quedar varado” refiere a quedar detenido o estancado en el tiempo (RAE, 2024), en este sentido no es menor la vinculación entre el tiempo y el espacio y la organización de la vida en base con estos parámetros estructurales (Giddens, 2003). Los muros “mentales y de concreto” (Cervio, 2020) se hacen cada vez más evidentes en este habitar ligado a la carencia, a los “mundos del no” (Scribano y De Sena, 2016) en la infraestructura del barrio y en el acceso a un recurso esencial como es el agua:
Nosotros ahora no tenemos agua hasta la noche sale un poquito a la madrugada, después ya no sale más y en todo el día no tenemos agua y es eso, presenté, pero hasta el día de hoy no tenemos una respuesta a lo que es esa problemática del agua… y queda estancada, entonces después cuando viene el agua ya viene toda sucia. (OSC6, mujer, habitante de un asentamiento del segundo cordón)
De esta manera, las sensibilidades asociadas a las urbanizaciones informales del segundo cordón tienen conexiones con algunas cuestiones diferentes a las del primero como queda conformado en la figura 2.
Tercer cordón
En coincidencia con las urbanizaciones informales del segundo cordón, en esta zona también se ubica el inicio del barrio a partir de una toma, pero en este caso desde la década de 1990. Encontramos también prácticas sociales colectivas que se conformaron para conseguir correr los límites que se imponen ante los “mundos del no”. Estas prácticas activan la recuperación de la capacidad del hacer con otros y para otros en espacios próximos (Cervio, 2018).
Hace 30 años que vivo acá en el barrio. Les cuento que esto era una toma, era una toma o sea no había nada. Y... y bueno, con los mismos vecinos empezamos a ver la necesidad que teníamos, no teníamos colectivos, no teníamos iluminación, no teníamos calle, no teníamos vereda. Así que decidimos armar la junta vecinal. Eh... la junta vecinal empieza a trabajar a través del estatuto replanteando cual era la necesidad de nosotros y bueno, cambiar nuestra calidad de vida. Y a través de eso podemos lograr el asfalto, lo que es la iluminación, los proyectos de vereda, entre otras cosas. La iluminaria no solo acá en el barrio sino a donde nos llaman, nos avisan está el camión, tienen los recursos, los materiales y los vamos a, a acompañar. (OSC2, mujer, habitante de un asentamiento del tercer cordón)
Si bien existen algunas homogeneidades que vincula a la mayoría de las urbanizaciones informales como la conexión insegura/irregular a servicios básicos y que se repite en el tercer cordón, hay ciertas heterogeneidades en esta zona pertinentes de mencionar. La primera se relaciona con la lejanía del territorio:
Bueno particularmente en un barrio de Virrey del Pino que hasta le llaman el último cordón del conurbano porque es como realmente muy lejos, muy muy lejos y es de los más olvidados si se quiere, entonces ahí es donde sentimos siempre que había que estar más. (...) se juntaron firmas para reclamar por la luz en un barrio y ni te enteraste de nada y ahí es donde bueno se trabaja con esa frustración del barrio. (OSC3, varón, no-habitante de una urbanización informal)
Las sensibilidades ligadas a lo “lejano” tiene una implicación tanto espacial como temporal. Es lejos un punto (a) en relación con otro/s punto/s (b, c, d, e, f, etc.) y ese movimiento de un lado a otro conlleva mayores energías corporales, mentales, emocionales. Scribano (2010) describe al capitalismo como una gran máquina depredatoria de energías que consiste en la apropiación de toda forma de energía, involucrando la desposesión de los bienes comunes (relacionados a lo ambiental) como el agua, el aire y la tierra, así como también las energías corporales. Este proceso depredatorio “no consiste en la sola enajenación de bienes, recursos y energías, sino en la destrucción y la muerte” (Scribano y De Sena, 2013, p. 211).
Esto último, nos da pie otra diferencia que -por el momento- se pudo captar en las descripciones realizadas sobre el tercer cordón, las catástrofes inminentes consecuencia de ocupar lugares que implican riesgos al asentarse sobre ellos -humedales, arroyos, tosqueras- y/o que están ambientalmente degradados -basurales, tierras contaminadas, fumigadas-.
Hubo una inundación muy importante en varios barrios de La Matanza en octubre del 2019 y en el Nicole (asentamiento ubicado en Virrey del Pino) fue tremendo porque lo que tiene el barrio es que fue creciendo de tal manera que hoy por hoy está el arroyo Morales en la parte del fondo y hoy por hoy hay viviendas que ocupan como el camino del sirga la parte que no se debería ocupar porque si crece el arroyo se inunda y bueno, está ocupada y muchas de esas viviendas se inundaron y perdieron todo. (OSC5, mujer, no-habitante de una urbanización informal)
En este sentido, se suma un factor más a las sensibilidades asociadas a estas urbanizaciones informales. La cercanía con la contaminación y el potencial de muerte (figura 3).
Acompañamos el tema de contaminación de -nombre de empresa-, hemos tenido varias reuniones en La Plata varias reuniones…. con OPDS … la última reunión fue justo prepandemia con los abogados de -nombre de empresa-, porque ellos dicen que no contaminan, pero la mayoría de la gente allá ha muerto de cáncer, o sea que hay contaminación.
E: ¿y hay barrios ahí alrededor?
Hay un barrio que es previo a la instalación de la empresa. ¿Viste? Y ahora hay contaminación por glifosato en el fondo del (barrio) Nicole también porque hay… hay varias hectáreas grandes con siembra de soja y están fumigando con glifosato. Así que eso también es un problema bastante jorobado. (OSC1, varón, no-habitante de una urbanización informal)
Conclusiones
Este artículo tuvo como objetivo describir y analizar las urbanizaciones informales de La Matanza distinguiendo las características que presentan en cada zona o cordón en la que se segmenta este territorio. De esta manera, se observaron tanto desde los datos cualitativos como cuantitativos, homogeneidades (infraestructura deficitaria de los barrios, irregularidad en los servicios y en el dominio de la tierra) y heterogeneidades (origen de los barrios, diferencias entre villas/asentamientos, problemáticas ligadas a lo ambiental como la contaminación, las inundaciones, territorios degradados).
Otro de los objetivos fue vincular a las urbanizaciones informales de cada cordón a algunas sensibilidades en tanto prácticas cognitivo-afectivas que, organizan la vida cotidiana, ordenan preferencias y valores, establecen parámetros para la gestión del tiempo/espacio (Scribano y De Sena, 2019). El habitar (sensu Lefebvre) en estos territorios donde predomina la vulnerabilidad, lo irregular, la carencia y el riesgo, se vuelve cada vez más difícil a medida que se suman otros “muros” que establecen ritmos temporales y espaciales coagulados, es decir cada vez más densos y pesados de sostener.
Las villas del primer cordón se pudieron asociar con la permanencia de las situaciones habitacionales deficitarias como “un siempre si” (Scribano, 2010) pero al mismo tiempo hay una trama relacionada a “reconocer” que existen (los pasillos de las villas, las viviendas, el déficit habitacional). En cambio, en los asentamientos informales del segundo y tercer cordón, hay algo relacionado al olvido, a la lejanía, a “quedar varados”, a la falta de respuesta. Estas sensibilidades tienen una trama que se anuda alrededor de espacios intersticiales que permiten prácticas colectivas (juntas vecinales, asambleas, autoconstrucción, autogestión de los recursos) pero también de la inseguridad, la amenaza y la desconfianza hacia otros actores sociales (Estado, empresas, organizaciones, otros vecinos).
Quedan aún muchos espacios para seguir explorando en relación con estos territorios, sus emociones y sensibilidades. En términos de Lindón (2009) las transversalidades e intersecciones analíticas entre el cuerpo, las emociones, la ciudad y la espacialidad desde las perspectivas de los habitantes resultan en un mecanismo potente para comprender los procesos sociales. En futuros trabajos, se espera poder seguir abordando desde lo cualitativo, las perspectivas del sujeto habitante, con su corporeidad y emocionalidad en relación con la problemática habitacional de La Matanza.


























