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Romero Cabrera, Juan Ignacio (2019). Trabajo rural entre adultos y jóvenes asalariados rurales en Uruguay. Universitas, 30, pp. 173-189.
Introducción
Uruguay forma parte de las transformaciones que se observan en la reconfiguración del espacio social rural latinoamericano en las últimas tres décadas: consolidación del proceso de transición demográfica lo que impacta en la estructura y configuración de la familia rural; proceso de urbanización de medianos y pequeños centros urbanos; desarrollo de modelo tecnológico intensivo (revolución verde, biotecnología, bioinformática); transformación de la estructura del mercado laboral; procesos de emigración campo-ciudad.
Transformaciones que en el continente latinoamericano mayoritariamente han respondido a la emergencia de un nuevo modelo de desarrollo, el cual se ha caracterizado por la liberalización de los mercados (la menor intervención del Estado y su respectiva reestructuración) y políticas de ajuste estructural aplicadas al medio rural por un lado, por otro, el desarrollo de corporaciones agroalimentarias a escala global factores estos que han incidido en la reconfiguración de la sociedad rural latinoamericana, expresada en las tendencias señaladas.
El presente trabajo plantea analizar de forma comparativa en los últimos diez años las principales características del mercado de empleo rural, condiciones sociales de los asalariados rurales por medio de las categorías de R. Kaztman y cuatro dimensiones del empleo decente: contexto socioeconómico, oportunidad de empleo, seguridad social e ingresos monetarios (Instituto Nacional de Estadísticas, 2017); dicho análisis hay que realizarlo de forma transversal desde el enfoque de generaciones. Este enfoque posibilita considerar las principales características del empleo juvenil rural de los asalariados, y compararlo con sus pares adultos. Estas condiciones se generan en un marco de debate acerca de las transformaciones productivas-tecnológicas del proceso capitalista agraria y su impacto en los territorios rurales de los cuales el mercado de trabajo es uno de sus indicadores.
Transformaciones productivas y sociales en el territorio rural uruguayo
En los últimos 25 años, aproximadamente, se intensificaron los cambios socioespaciales y político-institucionales del capitalismo en su fase post-fordista, o sea, los efectos más generales de la reestructuración de los procesos productivos que no solamente se globalizan, sino que recomponen e impactan determinados espacios sociales.
La ruralidad de Uruguay no escapa de las tendencias globales en materia de transformaciones productivas y sociales, el crecimiento a nivel internacional de los precios de las materias primas, a raíz de la demanda de energía y alimentos (Rubio, 2008), produce un ciclo de expansión productiva y alza de los precios que transforma al sector agropecuario nacional. Un indicador claro de estos cambios es la evolución del precio de la tierra en el país que en esos años aumenta casi ocho veces su valor, con precios record, alcanzando en los casos de las tierras más fértiles precios similares a los de la región fronteriza.
Este nuevo contexto como se ha mencionado en Riella y Romero (2014) está signado por cuatro factores que conjugados entre sí componen el escenario socio económico actual sobre el cual debe analizarse la estructura agraria contemporánea nacional. Ellos son las alteraciones en el uso del suelo, los cambios legales para la tenencia de la tierra, la extranjerización y el dinamismo del mercado de tierras.
El corolario de todos estos factores ha sido el aumento del precio de la tierra que al inicio del año 2000 tenía un valor de precio promedio por hectárea vendida de U$S448, pasando en el 2011 a un valor promedio de U$S3196. En las regiones con mayor aptitud agrícola el precio promedio superó los U$S5000 a fines del período. Los precios de los arriendos también mostraron un aumento importante en el período, pasando de U$S28 promedio en el año base a U$S152 la hectárea en el 2011, y en los predios agrícolas el precio de arriendo promedio se ubicó por encima de los U$S300 para ese año. El acceso a la tierra, la democratización de la estructura agraria y los intentos por reducir su grado de concentración se han visto detenidos por las dificultades y por el papel de los actores que actúan en ella.
Los impactos territoriales han sido muy heterogéneos dando lugar a una nueva regionalización de las áreas rurales, por otro lado, se observan cambios generados por las dinámicas laborales en los grupos etarios que integran el mercado laboral en especial a los jóvenes, quienes pasan a integrar los mismos de manera precaria e informal, aunque en porcentajes menores que en el resto del continente.
En las últimas dos décadas se ha consolidado el proceso de modernización agraria en el cual las relaciones sociales capitalistas y de contratación salarial pasan a ser predominantes, en la última década en particular debido a factores de la demanda mundial hay un crecimiento de trabajadores asalariados para luego estabilizarse, en tal proceso se configura una forma de explotación secundaria en la cual la racionalidad del “intercambio de equivalencia” deja de aplicarse o sólo se aplica de forma limitada (Dörre 2013a en Cerda, 2016), utilizándose formas simbólicas y la fuerza política para devaluar el trabajo de ciertos grupos sociales o para excluir a ciertos grupos.
De este forma, se generan condiciones precarias de empleo en el sector agroexportador lo que implica la instalación de diferencias y jerarquizaciones con base en la segmentación y categorización de los/as trabajadores, en este caso por la edad. Diferenciaciones y jerarquizaciones que implican una lógica de devaluación del otro que, a su vez, legitima la distribución diferenciada de protecciones así como el acceso diferenciado a derechos (Cerda, 2016).
En definitiva, esta última década ha marcado un quiebre en el proceso de estancamiento dinámico que caracterizaba a la estructura agraria nacional desde mediados de los años 70, dicho quiebre ha significado profundizar las relaciones sociales de producción capitalista en la sociedad rural uruguaya de inicios del siglo XXI. Proceso que se fundamenta en la articulación contradictoria entre una realidad técnica agropecuaria precapitalista y formas nuevas de sociedad y tecnología, que se han intensificado, consolidado y generado una base social ampliada de propietarios de los medios de producción.
La ruralidad en América Latina: enfoque según generaciones
La construcción social de la juventud como concepto de análisis de los fenómenos sociales en las sociedades rurales en Latinoamérica, se asocia al proceso de internacionalización del proceso de modernización agrario en el continente, promovida y llevada adelante luego de la Segunda Guerra Mundial en el cual los/as jóvenes rurales son percibidos como agentes de desarrollo.
Ahora, la juventud es una construcción socio-cultural relativa al tiempo y al espacio que se presenta como una fase de la vida comprendida entre la infancia y la vida adulta (Feixa, 2004). La noción de juventud corresponde a la toma de consciencia social de la existencia de ciertas características particulares que diferencian a los/as jóvenes en relación a los/as niños y adultos. De esta manera entonces, la existencia de la juventud está relacionada al reconocimiento social de una edad específica del ciclo de vida de las personas y a la proposición de una serie de instituciones y prácticas normativas de los comportamientos juveniles, como también una serie de imágenes culturales que imponen determinadas expectativas acerca de los comportamientos juveniles (Bevilaqua Marín, 2010).
En el caso del estudio de la juventud rural implica considerar las especificidades de las relaciones de dependencia con la vida y el trabajo (dimensión fundamental en dichas relaciones) en los espacios agrarios, como también las redes económicas, políticas y culturales en las que los/as jóvenes y sus familias se encuentran integrados. Hay condiciones estructurales para que esto ocurra, como la distribución asimétrica del gasto público al interior de las sociedades, que hace que las oportunidades de educación, empleo y salud sean desiguales entre jóvenes de distintos territorios. Pero en la naturaleza heterogénea de la juventud entran en juego otros factores como la subjetividad, el sustrato étnico-cultural, el género, la pertenencia a un estrato socioeconómico dado y el contexto histórico generacional e intergeneracional de cada joven. Así, por ejemplo, ser joven, y ser un joven del medio rural, es una condición particular, que no viven igual jóvenes rurales inclusive de un mismo país (Romero, 2004).
En definitiva, la juventud de un territorio, un país o una región, se compone de sectores y grupos heterogéneos, con condiciones de vida desiguales y con diversas formas de apropiación del medio natural, cultural y social entre los jóvenes y con otras generaciones. Es decir, se presentan inequidades intergeneracionales en el desarrollo humano y social inclusive en países más igualitarios como Uruguay, por lo cual se hace necesario no solo hacer evidente las mismas sino conocer al respecto de su dinámica.
Materiales y métodos
La metodología aplicada fue de diseño cuantitativo, la fuente de datos las Encuestas Continuas de Hogares entre 2006 y 2016, dado que incorporan los territorios rurales y es el período de mayor crecimiento de la producción agroalimentaria, además se sumarán los datos del último Censo Agropecuario de 2011, el cual posibilita analizar los cambios productivos a nivel territorial. El análisis empleado con técnicas de análisis exploratorio (estadística descriptiva univariable), de análisis bivariable con fines descriptivos (descripción del conjunto de la población observada) y con fines explicativos (analizar posibles relaciones causales entre dos variables: independiente y dependiente).
En síntesis, se aplica el análisis secundario de datos, este tipo de análisis posibilita la evaluación de tendencias y la comparación de los datos disponibles para un amplio período de tiempo, países y regiones en escala nacional o internacional, de tipo descriptivo y bivariado.
Análisis de resultados: indicadores de contexto en los últimos diez años
Escasos son los estudios acerca de cómo los cambios señalados han generado o no dinámicas laborales diferenciales en los grupos etarios y sociales que integran el mercado laboral como un todo. Ante ello, en el próximo ítem se plantean las que se consideran tendencias principales del trabajo rural uruguayo, procurando situar sus características e impactos en las condiciones de los asalariados rurales.
Al observar la trayectoria en estas últimas cuatro décadas (1975-2013) en la Tabla 1, se presenta la evolución de los ocupados en el sector agropecuario[1 ] y la importancia del sector en relación al total de ocupados en el país. En términos generales se aprecia que el volumen más alto de ocupados en el país se registra en el año 2010 y el más bajo en el año 1996 (179 833 y 147 515, respectivamente), aumentando en el período 1996- 2010, aproximadamente en 30 000 los ocupados en el sector (Ion, 2015).
Cuando se considera los datos aportados por la Encuesta Continua de Hogares (ECH) en el período analizado, el porcentaje de ocupados en el sector agropecuario mantuvo una tendencia creciente entre 2006 y 2010, se registra un aumento acumulado de aproximadamente 29 000 en estos cuatro años, y una retracción significativa en el año 2016, cuando dejaron de estar vinculadas con el sector 13 000 personas aproximadamente.
Durante el período 2006-2016 los ocupados en el sector agropecuario con respecto al total de los ocupados en el país, oscilaron entre el 10,8, 11,6% y 8,4%. Se observa una disminución en el año 2016 con relación al año base de 2010, en referencia al total de los ocupados del país, en términos absolutos dicha disminución de los ocupados en el sector agropecuario en el año 2016 registra 13 000 ocupados menos con respecto al año 2010.
Para este cuadro se analiza la situación del desempleo en el período ya mencionado. Los jóvenes prácticamente duplican la tasa de desempleo con relación a la tasa general y cuadriplican con respecto a los mayores de 25 años desempleados. Presentan un promedio geométrico de 17,9% de desempleo, mientras que los mayores de 25 años 4,5%.
Al analizar la ruralidad, la situación es diferente pero la tendencia la misma, es decir, mayor desempleo juvenil tanto con relación a la tasa general y con los mayores de 25 años. Diferente porque los jóvenes presentan una tasa de desempleo promedio geométrico de 7,3% y los mayores de 25 años de 2,5%, es decir, menores al comparar con el panorama nacional y las diferencias de mayor desempleo de los jóvenes con relación a la tasa general rural y adultos es del doble, menor a la observada a nivel nacional.
En resumen, durante el período analizado la tasa de desempleo se comportó generacionalmente desigual más allá del espacio social, dado que los jóvenes presentaron mayores tasas de desempleo tanto a nivel nacional como rural con relación a los adultos.
La Tabla 3 presenta información sobre algunas dimensiones del trabajo decente, en este caso se hace énfasis sobre la formalidad del trabajo considerando si por la ocupación desarrollada el trabajador aporta a la caja de jubilaciones (cualquiera sea ella) y/o recibe el pago de aguinaldo por dicha actividad.
Lo primero que se observa es un continuo aumento de trabajadores asalariados aportando a caja de jubilaciones entre 2006 y 2016, mientras que ocurre el movimiento inverso con el cobro de aguinaldos. Esta situación podría estar indicando una característica del tipo de empleo que se ha venido desarrollando en el país, empleos formales pero de mayor flexibilidad en tiempo, tipo de vínculo laboral con quien demanda el mismo e intensidad de la tarea.
En segundo lugar, al analizar por generaciones en términos de tendencia general los asalariados más jóvenes durante el período analizado han presentado tasas menores a la general y en relación a los adultos tanto en el aporte a caja de jubilaciones como en el cobro de aguinaldo. Ahora, es de señalar el constante aumento en el aporte a caja de jubilaciones en ambos grupos generacionales pero con mejoras diferenciales, en el caso de los jóvenes un aumento del 55% y de los adultos del 15%, pero a pesar de ello los adultos continúan con mejor cobertura que los jóvenes. Se aprecia que el punto de llegada en la cobertura jubilatoria de los asalariados jóvenes en el período de estudio (2016), es el punto de partida para los adultos (2006). Es decir, las desigualdades generacionales se mantienen aunque es de subrayar su disminución.
Al analizar el pago de aguinaldo, se presentan movimientos inversamente proporcionales en términos generacionales, mientras que aumenta la tasa de pago de aguinaldo para los trabajadores jóvenes, desciende para los adultos. Lo que plantearía la interrogante acerca de la flexibilidad de los empleos en esta década analizada, ¿es para todos por igual?
En tercer lugar, al continuar el análisis pero incorporando la ruralidad al mismo se aprecia en términos generales que tanto las tasas de aporte a caja de jubilaciones como de pago de aguinaldo son menores que las tasas generales o del país. Ahora, aunque se mantiene la tendencia general del país no lo es en relación a la intensidad observada, es decir, en el caso de la ruralidad la mejora en el aporte a caja de jubilaciones fue de 0,07% mientras que la tasa general fue de aproximadamente 18%, en tanto, en lo que refiere al pago de aguinaldo nuevamente la tendencia de disminución se mantiene pero en la ruralidad el descenso es del 29% y en el país del 7%, lo que abre la interrogante acerca de la flexibilidad laboral y su ocurrencia en el espacio social del mercado laboral.
Siguiendo con el análisis de la ruralidad pero incorporando el enfoque generacional, se observa que el punto de inicio (2006) las tasas tanto de aporte a caja de jubilaciones como pago de aguinaldo son similares para ambas generaciones pero diferentes puntos de llegada (2016). En el caso de los jóvenes el aumento en el aporte a caja de jubilaciones fue de aproximadamente 21%, mientras que para los adultos hubo un descenso de 3% —esto último es diferente a lo observado en el país. En el pago de aguinaldo dicha tendencia se mantiene, la disminución en los jóvenes es de 5,5% y en los adultos de 34% situación diferente al comparar con la del país, en el caso de los adultos la disminución es de 14% y en los jóvenes aumenta el pago de aguinaldo un 20%.
En resumen, las mejoras y precariedades de las condiciones de trabajo no serían para todos por igual ni en el mismo espacio social del trabajo.
En la siguiente tabla se considera la evolución ingreso/hora en la misma ocupación del asalariado pero en generaciones diferentes, en este caso lo que la ECH define como trabajadores no calificados.
Fuente: Elaboración propia, con base en ECH 2006, 2010, y 2016, INE y BCU por cotización del cambio.
Para este caso se consideró a los asalariados en la misma ocupación, trabajador no calificado. Se aprecia que durante el período analizado hubo una disminución del 9% (2006-2016), ahora, los mayores de 25 años presentaron una mediana de ingreso/hora de trabajo mayor a la nacional, mientras que los menores de 25 años la situación fue la contraria. Al analizar la evolución por cada generación de asalariados, los mayores de 25 años han tenido una depreciación del 9% del ingreso/hora entre 2006 y 2016, en tanto que los jóvenes han aumentado un 16%. A pesar de ello la desigualdad entre generaciones ha sido de un promedio geométrico del 24% en el período en la misma ocupación, cabe señalar que ha disminuido dado que en 2006 era de un 35% y en 2016 fue de un 19%.
Al analizar la ruralidad, se aprecia en primer lugar que la evolución de la mediana ingreso/hora tiende a comportarse como la del país aunque levemente a la baja. Al observar por generaciones, se aprecian también tendencias similares, es decir, los asalariados mayores de 25 años el salario hora se redujo en un 9% y entre los menores de 25 años un aumento del 18%, estos últimos un poco más que sus pares urbanos. Con relación a la desigualdad intergeneracional, ha sido durante el período analizado de un promedio geométrico del 29% en este caso mayor en la ruralidad. Es de subrayar que de igual manera que en el país ha tendido a disminuir la desigualdad intergeneracional en el ingreso por hora de trabajo, ya que en el 2006 era del 55% y en el 2016 fue del 16%, aunque se mantiene sería en menor proporción dicha desigualdad en la ruralidad.
En resumen, se observa que el comportamiento del ingreso por hora de trabajo entre los ocupados como trabajadores no calificados en el período analizado ha tendido a la baja en un 9%, el comportamiento en tal sentido en la ruralidad es muy similar al del país. Nuevamente se aprecian diferencias intergeneracionales, dado que los asalariados mayores de 25 años tienden a ganar más que sus pares menores de 25 años, ahora, dichas desigualdades tienden a ser mayores en la ruralidad aunque las mismas se han reducido en mayor grado en la ruralidad con respecto al país.
Ahora, también se pretende analizar las condiciones sociales desarrolladas durante el período de tiempo planteado y aproximarnos al impacto de las condiciones de trabajo, que se han generado por las transformaciones productivas señaladas en estas generaciones de asalariados rurales.
El análisis en las condiciones sociales de los asalariados para conocer el peso de la pobreza, desde la mirada generacional permitirá distinguir las diferentes condiciones estructurales de dichos trabajadores rurales. Para ello se consideró el enfoque de las necesidades básicas insatisfechas, la cual evalúa los bienes y servicios que disponen los hogares, en este caso de los asalariados rurales. Para lo cual se selecciona un conjunto de necesidades consideradas básicas y se determina un umbral mínimo de satisfacción para cada dimensión, en este caso las NBI consideradas fueron: acceso a los servicios de educación, calidad de la vivienda, hacinamiento, acceso a agua, disponibilidad y tipo de servicio sanitario y tenencia de refrigerador (Riella & Mascheroni, 2011).
Considerar este enfoque metodológico para conocer la incidencia de la pobreza en las condiciones sociales de los asalariados rurales, implica descubrir la tendencia estructural de las carencias lo que no sería posible de ser detectado por la mejora circunstancial de los ingresos y que en ciertos casos dependen más de políticas públicas como por ejemplo la educación, vivienda o acceso a la educación (Vigorito, 2005 en Riella & Mascheroni, 2011).
Por otro lado, la pobreza analizada desde la línea de pobreza implica considerar para su medición el método del ingreso, para lo cual como señala el Instituto Nacional de Estadística:
…es necesario definir una Canasta Básica de Alimentos per cápita (CBA) y una Canasta Básica Total per cápita (CBT) con las cuales se definan los umbrales, Línea de Indigencia (LI) y Línea de Pobreza (LP). Si el ingreso per cápita del hogar se encuentra por debajo de la LI o la LP el hogar se define como indigente o pobre respectivamente (INE, 2006, p. 11).
Ante lo cual, el análisis a continuación considera ambos métodos de medición de la pobreza (directo: NBI e indirecto: línea de la pobreza) en forma conjunta también conocido como análisis integrado de la pobreza (Katzman, 1989), y así obtener una nueva medición con mayor nivel de exhaustividad. Esta genera cuatro categorías, a saber: pobreza crónica: comprende aquellos hogares que tienen ingresos (o consumo) bajo la línea de pobreza y una o más necesidades básicas insatisfechas. Este grupo conforma el núcleo más crítico de pobreza; se trata de hogares que viven en condiciones prolongadas de privación y que, además de no poder adquirir rutinariamente los mínimos bienes y servicios, no han logrado obtener una vivienda adecuada ni asegurar a todos sus miembros el acceso a la educación, a los servicios de salud y a oportunidades de empleo; pobreza reciente: incluye a los hogares pobres por ingresos (o consumo) pero con necesidades básicas satisfechas.
Se trata de una situación que sugiere que el déficit de ingreso no ha sido permanente o lo suficientemente prolongado como para afectar la satisfacción de las necesidades de un hogar —que cambia más lentamente que el ingreso— tales como la desnutrición crónica o las carencias habitacionales; es decir, indica un descenso reciente del nivel de vida de los hogares. Son hogares que están en riesgo de caer en la pobreza crónica si las oportunidades de trabajo no les permiten recuperar su capacidad adquisitiva; pobreza inercial: se refiere a hogares con necesidades básicas insatisfechas e ingresos (o consumo) sobre la línea de pobreza. Es una situación que sugiere un proceso de ascenso económico de los hogares, porque la insatisfacción de necesidades revelaría que fueron pobres en el pasado pero que no han logrado todavía eliminar sus carencias acumuladas en las necesidades básicas y por último, integración social: se trata de la población que no es pobre por ninguno de los dos criterios; es decir, tiene ingresos por encima de la línea de pobreza y sus necesidades básicas están satisfechas (SIISE, 2013).
La información a continuación presenta a los asalariados rurales de acuerdo a su situación de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) y línea de pobreza de acuerdo a los grupos de edades entre 2006 y 2015. Es decir, se considerará como variable de control a la generación teniendo en cuenta como jóvenes aquellos entre 14 y 30 años como indica la normativa uruguaya y adultos a los mayores de treinta años para observar si existe algún cambio o no ante la presencia de tal variable.
Para el año 2006 como se aprecia en la tabla 5, la situación de los asalariados se parte de situaciones de desigualdad diferentes entre adultos y jóvenes, estos en peores condiciones en el 2006 tanto por Línea de Pobreza (LP) como por NBI.
Para el año 2016 la situación mejora para ambos grupos pero en mayor medida para los jóvenes en ambos indicadores. Estos reducen 37 puntos porcentuales la pobreza según LP y aumentan 24 puntos porcentuales los jóvenes con NBS, los adultos también mejoran en ambos indicadores pero en menores proporciones, en definitiva, el énfasis en las mejoras de las condiciones sociales estaría entre los jóvenes asalariados.
En resumen, las condiciones sociales de origen en el estudio presentan mejores porcentajes entre los adultos tanto por Línea de Pobreza y NBI, con relación a los jóvenes asalariados. Al finalizar el período de análisis, se presentan mejoras en dichas condiciones para ambos grupos sociales y especialmente para los jóvenes asalariados.
Estas mejoras en los indicadores sociales convergen con las mejoras observadas en las condiciones laborales entre las generaciones de asalariados a nivel país, pero no ocurre lo mismo en la ruralidad. Por otra parte, siguen siendo los jóvenes quienes participan en mayor grado de la pobreza y condiciones laborales no decentes, y nuevamente en la ruralidad se profundizan.
Conclusiones
Las transformaciones productivas ocurridas en la última década han consolidado las relaciones sociales capitalistas y de asalarización de la mano de obra, durante la primera mitad de la década el crecimiento de asalariados rurales llegó a ser constante, dadas las transformaciones en curso, en donde se caracteriza la misma por baja calidad de empleo y diversificación de la estructura de ocupaciones.
Al analizar indicadores sociales estructurales de los asalariados rurales se advierten mejoras globales, pero no homogéneas, en primer lugar porque los asalariados según sean jóvenes o adultos parten de situaciones de desigualdad social diferentes, siendo los jóvenes los más desiguales. Lo anteriormente señalado estaría indicando una apropiación generacional diferencial en la construcción del bienestar al interior de los asalariados. Esta situación estaría indicando formas diferentes de la precarización laboral, característico del nuevo modelo productivo global al cual se encuentra integrado la agroexportación uruguaya, en el cual las desigualdades de generación permanece (en conjunto con otras variables) como ejes estructurantes de la matriz de desigualdad social de la ruralidad uruguaya.
Como señalan los autores Lima y Carneiro (2016):
Asalariamiento formal no significa trabajo no precario, puesto que se desconsideran las condiciones efectivas de trabajo, las jornadas, la intensificación y las formas de pago. Así, la vinculación a derechos sociales no caracteriza la inexistencia de la precarización (p. 91).
Y en el caso uruguayo (uno de los países más igualitarios del continente) la misma se vuelve difusa transversalmente por la edad.
Finalmente, dicha apropiación estaría relacionada a la calidad del empleo que desarrolla el asalariado en lo cual para los jóvenes el ingreso al mercado laboral sería por empleos de baja calidad lo genera bajos ingresos en relación con sus pares adultos, a lo que se suma el hecho de ser varón o mujer siendo los primeros quienes perciben mayores ingresos, los años de educación en lo cual para algunos jóvenes implica disminuir la brecha salarial pero si ingresa a temprana edad a trabajar no podrá continuar con los estudios y profundizará dicha asimetría en los ingresos y finalmente, estos empleos estarían siendo demandados para períodos cortos e intensos de trabajo.
Tener presente en el análisis del desarrollo rural la dimensión generacional, posibilitaría apreciar la dinámica de quienes llevan adelante los procesos socioproductivos y el resultado de sus beneficios en los territorios rurales, enriqueciendo el mismo al considerar la condición generacional como parte del proceso generador de desigualdades sociales. Tal enfoque es transversal a la situación en la estructura productiva como se analizó, pero sensible a tales condiciones dado que a pesar de estar en situaciones de desigualdad social desfavorables los asalariados, al “abrir” el foco de análisis acerca de las mismas se observa que no se desarrollan para todos de igual forma.