1. Introducción
La industrialización de la agricultura ha fragmentado y homogeneizado los paisa jes rurales, entre otras formas, mediante la reducción de la diversidad de plantas cultivadas, y la expansión creciente de monocultivos que reemplazan las coberturas vegetales boscosas y las estrategias de agricultura a pequeña escala, sustentadas en co nocimientos ambientales locales.1 Con la industrialización acelerada se transforman y, en algunos casos, desaparecen conocimientos y prácticas de uso y manejo de la agrobiodiversidad desarrolladas por las poblaciones campesinas, que son básicas para la diversidad biocultural y podrían ser fuente de resiliencia frente a las crisis climática y alimentaria (Córdoba Varga, Hortúa Romero y León-Sicard 2020).
A pesar de la expansión de monocultivos orientados a solventar la demanda de los mercados de alimentos en contextos de rápida urbanización, en la ruralidad bogotana y en las regiones aledañas aún permanecen espacios dentro de huertas y jardines cam pesinos, en los cuales los conocimientos locales han sido determinantes para la con servación de la agrobiodiversidad (Acevedo-Osorio, Ortiz-Przychodzka y Ortiz-Pi nilla 2020; Pérez y Matiz-Guerra 2017). Estos espacios se definen como “nichos de agrobiodiversidad” por contener una rica variedad de plantas cultivadas para suplir necesidades y preferencias alimenticias, medicinales, ornamentales, agroecológicas y culturales (Ortiz, De la Pava y Quiroga 2017).
Dentro de los entramados bioculturales de los nichos de agrobiodiversidad se in cluyen las interacciones entre las prácticas culturales, los conocimientos ambientales locales y los sistemas ecológicos, que conforman los agroecosistemas y que involu cran a una diversidad de seres que habitan y coproducen estos espacios, es decir, su agrobiodiversidad (León Sicard 2014). En estos entramados se encuentran sentidos a la organización de los territorios, incluyendo al agua, a los suelos y los ecosistemas, combinando acuerdos y disputas entre diferentes formas de habitar el espacio. Su diversidad biocultural se produce en contraste con los paisajes circundantes, simplifi cados por la predominancia de monocultivos, como es el caso de Bogotá (Ortiz, De la Pava y Quiroga 2017). Como resultado, en sus prácticas cotidianas, las familias campesinas han mantenido sus nichos de agrobiodiversidad como lugares de conser vación, de experimentación, de alimento y medicina, y de innovación agronómica.
Los nichos de agrobiodiversidad son determinantes para la ruralidad bogotana, ya que aportan alimentos y contribuyen al sostenimiento de la vida campesina y a la transmisión de la memoria biocultural. En algunos estudios se ha descrito la diversidad de usos que tienen las especies vegetales en la ruralidad de Bogotá (por ejemplo, Ortiz et al. 2015; Pérez y Matiz-Guerra 2017); sin embargo, faltan datos específicos acerca de las funciones agroecológicas de los nichos, considerando que su composición depende del contexto biofísico y espacial, así como de las necesidades y preferencias de las comunidades campesinas.
En ese sentido, el objeto del artículo es describir y analizar los conocimientos ambientales locales reflejados en la importancia que las personas asignan a sus huer tas y jardines campesinos, por sus funciones y potenciales aportes a la conservación y recuperación de la agrobiodiversidad, de los espacios circundantes del territorio, especialmente del agua, y de las prácticas socioculturales asociadas. Se muestra la necesidad de ampliar el conocimiento sobre las dinámicas espacio-temporales de los nichos de agrobiodiversidad, la multiplicidad de usos y manejos de la biodiversidad local. También se destaca la importancia de entender su potencial contribución para construir estrategias de adaptación, conservación, restauración y aprovechamiento sostenible de los paisajes rurales bogotanos.
2. Materiales y métodos
Para analizar las funciones agroecológicas, identificamos nichos de agrobiodiversidad en 25 fincas campesinas, en el entorno rural de las localidades Ciudad Bolívar (siete predios en las veredas Santa Bárbara y Santa Rosa), Sumapaz (cinco predios en las veredas Nazareth, Peñaliza y Raizal) y Usme (13 predios en las veredas Andes, Arra yanes, Curubital, El Destino, Margaritas y Olarte), en Bogotá, Colombia. Estas loca lidades2 están pobladas principalmente por familias campesinas, que habitan paisajes de alta montaña a lo largo de la cuenca media y alta del río Tunjuelo, y la cuenca alta del río Blanco. El estudio se enfocó en caracterizar esos nichos en términos de funcio nes agroecológicas y socioculturales entrelazadas con conocimientos locales, con base en observaciones cotidianas de las personas que los cuidan y mantienen.
El análisis se orientó a partir de las siguientes preguntas: 1) ¿qué funciones agro ecológicas de los nichos de agrobiodiversidad destacan las y los sabedores locales?, 2) ¿cuáles son las principales funciones socioculturales asociadas?, 3) ¿qué especies sustentan esa funcionalidad de los nichos?, y 4) ¿cuál es su aporte potencial a la orga nización del territorio y al cuidado de los espacios de agua?
La recolección de información en campo se realizó desde finales del año 2015 y durante el 2016. En un primer momento, se realizaron entrevistas semiestructuradas con seis sabedores locales, que lideran procesos de recuperación de la agrobiodiversidad local y con quienes se tenía antecedentes de trabajo colaborativo (Ortiz, De la Pava y Quiroga 2017; Ortiz et al. 2015; Pérez y Matiz-Guerra 2017). Posteriormente, se ini ció un muestreo no probabilístico de tipo “bola de nieve”, es decir, el grupo inicial de sabedores y sabedoras proporcionó información sobre otras personas, quienes a su vez referenciaron a más personas en la zona reconocidas por mantener nichos, hasta que los nombres comenzaron a repetirse sin nuevas referencias (Martínez Salgado 2012).
De esta forma, se completó una red de 25 familias campesinas que colaboran entre sí frecuentemente mediante la circulación de plantas y semillas, buscan alianzas para co mercializar productos orgánicos de sus huertas, se organizan para gestionar acueductos comunitarios y participan en talleres y encuentros sobre agroecología organizados, en su mayoría, por entidades públicas e instituciones académicas de Bogotá. Cada persona entrevistada gestiona un nicho de agrobiodiversidad, que incluye huertas y jardines, en fincas situadas en el área de estudio.
Para caracterizar los 25 nichos de agrobiodiversidad, se realizó una visita a cada predio y se desarrollaron entrevistas semiestructuradas, observaciones et- nográficas y recorridos etnobotánicos (Albuquerque et al. 2014). Con las entre- vistas se buscó identificar y categorizar las funciones que sabedores y sabedoras consideraban más importantes para el funcionamiento de los nichos como agro- ecosistema, a fin de reconocer y visibilizar sus conocimientos sobre la agrobiodi- versidad, evitando imponer una categorización externa a las realidades cotidianas locales.
Las categorías agroecológicas usadas durante las entrevistas que se realizaron de finca en finca se construyeron previamente con las personas sabedoras iniciales; se les preguntó cuáles son las funciones principales que cumplen las plantas para que sus huertas y jardines se mantengan sanos. El primer listado de categorías se contrastó con las propuestas de Blanco, Vandenbroucke y Carrere (2016), quie- nes incluyen siete agrupaciones: raíces y tubérculos; árboles y arbustos; frutales y vegetales; palmas; artesanías y construcción; condimentos; y ornamentales. Tam- bién se contrastó con la categorización de Ortiz et al. (2015), elaborada en la mis- ma área de estudio, que incluye árboles y arbustos, frutales, hortalizas, aromáticas y medicinales, ornamentales y silvestres. Sobre esta base, se elaboró una categorización final (tabla 1) aprobada por sabedoras y sabedores.
Una vez definidas las categorías de funciones, se preguntó en cada predio por las especies sembradas en sus nichos de agrobiodiversidad. Únicamente se anotó el primer nombre común mencionado y no se indagó por variedades dentro de cada especie. Se pidió a las personas mencionar cuál es la función agroecológica más im- portante a la que asocian cada especie. Solo se anotó la función principal, ya que el estudio no buscaba detallar las múltiples funciones de cada especie, sino caracterizar la multifuncionalidad de los nichos como un todo. De igual manera, se les pidió mencionar las funciones socioculturales y las especies asociadas que consideraban más importantes. Con ello, se recolectó información para caracterizar a los nichos según las especies listadas y las categorías de funciones.
En ese sentido, los resultados reflejan las especies y funciones destacadas por las personas, mas no la totalidad de especies, de funciones y de usos que se pue- den encontrar y que suelen relacionarse entre sí. La información se registró en una base de datos en la que se registraron los nombres comunes y las catego- rías correspondientes para cada nicho. Los nombres científicos fueron confir- mados mediante la plataforma de nombres comunes de las plantas de Bogotá (Rodríguez-Calderón et al. 2019; Rodríguez-Calderón, Muñoz y Celis 2020) y el diccionario de nombres comunes de la Universidad Nacional de Colombia (Bernal et al. 2017).
Adicional a la caracterización de las plantas y sus funciones, se realizaron recorridos etnobotánicos que incluyeron visitas a los predios, enfocadas en los cuerpos de agua bosques y los espacios de conservación. Se realizó observación etnográfica para entender la distribución de los espacios dentro del predio, así como la participación de diferentes miembros de la familia en el trabajo cotidiano de los nichos. Durante los recorridos se preguntó por formas de cuidado del agua, gestión de acueductos comunitarios y procesos de trabajo en redes. Así, se combinó la información cuantitativa con datos cualitativos obtenidos por medio de observación y discusión con sabedoras y sabedores. Los vacíos de información y las respuestas que no se repitieron en las entrevistas fueron confirmados a través de una segunda visita a los predios.
3. Resultados y discusión
A continuación, se analizan los resultados obtenidos teniendo en cuenta los nichos de agrobiodiversidad y su gente; sus múltiples funciones para los agroecosistemas; algunos usos de las especies vegetales presentes en los nichos de agrobiodiversidad; los saberes sobre manejos espaciales de tales nichos y la diversidad de funciones agro ecológicas de los nichos en el paisaje.
Los nichos de agrobiodiversidad y su gente
Las 25 personas entrevistadas, 16 mujeres y nueve hombres, son las principales cuidadoras de los nichos de agrobiodiversidad. Los tamaños de las huertas y jardines oscilan entre 84 m2 y 8622 m2; 19 de los 25 nichos están por debajo de los 792 m2, en predios que tienen desde 0,02 hasta 51 ha, la mitad de ellos con menos de 3,2 ha. Las personas dedican entre una y dos horas diarias al cuidado de estos lugares, y el resto del tiempo lo invierten en cuidar otros cultivos y anima les, en labores del hogar y en actividades fuera de sus predios. Para el cuidado de los nichos, reciben el apoyo de otros miembros del hogar, incluyendo jóvenes y adultos que realizan labores agropecuarias en sus predios, y toman las decisiones sobre qué sembrar, cuándo cosechar y cómo realizar el manejo cotidiano de estos espacios.
Todas las personas entrevistadas afirmaron que cotidianamente consumen en sus hogares productos de sus nichos de agrobiodiversidad: plantas alimenticias, ornamen tales y medicinales. Catorce personas afirmaron que su nicho les generó ingresos adi cionales por la venta de excedentes en mercados urbanos en los últimos tres meses. Para la mitad de ellas, esto solo representaba una pequeña parte, estimada en menos del 15 % de sus ingresos provenientes del trabajo agropecuario. Otras seis personas veían el huerto como una fuente importante de la que obtenían un poco más de la mitad de sus ingresos de origen agropecuario. Estos resultados coinciden con otras experiencias reportadas en Latinoamérica en las cuales los nichos de agrobiodiversidad no reportan ganancias económicas significativas, pero constituyen estrategias sostenibles de super vivencia complementarias (Astier et al. 2011). Veinte de las 25 personas afirmaron ser propietarias de los predios, adquiridos por compra directa (n=9) o por herencia; otras cuatro son arrendatarias, y un predio está en comodato vinculado a una institución pública de salud en la zona.
La ruralidad de Bogotá refleja las disputas históricas que por el acceso del campe sinado a la tierra han tenido lugar en Colombia. La propiedad resulta un elemento clave que determina no solo sus condiciones socioeconómicas, sino también su auto nomía, su identidad biocultural y el desarrollo de sus medios de vida (Fajardo 2002). Según algunas entrevistas, este elemento puede ser determinante para el estableci miento de nichos de biodiversidad, ya que ofrece la posibilidad de afianzar prácticas de forma continua en el tiempo, como la conservación de semillas y su transmisión a través de las generaciones, y la disponibilidad de espacios para la siembra de diversos cultivos que no responden únicamente a las dinámicas del mercado.
Otro aspecto significativo para el funcionamiento de los nichos de agrobiodiver sidad es el acceso al agua. En 23 predios existen procesos de conservación y cuidado de espacios de agua, bien sea directamente dentro del predio o mediante acuerdos colectivos de protección de nacimientos y de infraestructura. Estos 23 predios están asociados a acueductos comunitarios y tienen acceso directo por fuentes naturales como ríos, quebradas o pozos; 19 de estos predios almacenan agua lluvia mediante tanques, albercas y reservorios.
Por otra parte, la siembra de múltiples especies vegetales muchas veces permite cosechar cantidades aptas para el consumo familiar, pero insuficientes para suplir las demandas comerciales en volumen y frecuencia. Con todo, las redes campesinas que vinculan a estos nichos de agrobiodiversidad derivan con frecuencia en intercambios de semillas o de cosechas a pequeña escala, que integran cadenas de suministro de productos orgánicos en el área urbana de Bogotá o en la ruralidad. Estas redes agroa limentarias alternativas son una estrategia de transición hacia una producción diver sificada de alimentos que puede garantizar una mayor soberanía alimentaria a escala local, como se ha reportado en contextos regionales (Novoa-Álvarez et al. 2021).
Sin embargo, la circulación de alimentos se ve limitada por el acceso a las cose chas y los altos costos de transporte y almacenamiento, tanto para el intercambio de productos a escala local como para la comercialización en mercados mayoristas de Bogotá. A la mayoría de predios se accede por caminos sin pavimentar (n=13) o caminos de herradura únicamente transitables a pie o a caballo (n=5); el resto tiene acceso mediante carretera pavimentada (n=7).
Con relación a los roles de género, la mayoría (n=16) de los nichos son diseña dos y construidos por mujeres. Estos espacios se anclan tanto a la vida cotidiana del trabajo campesino y de abastecimiento de alimentos como al cuidado del hogar; la mayoría de las huertas y jardines están ubicados directamente frente a las casas para facilitar el acceso y para el ornato. Se trata de espacios donde especialmente mujeres, niños, niñas y jóvenes trabajan aportando a la economía familiar campesina.
A pesar de ser las principales encargadas de los nichos de agrobiodiversidad, las mujeres no toman las principales decisiones sobre la comercialización y, por tanto, sobre la generación de ingresos. Esto puede afectar su capacidad de influir en la priorización de las necesidades de cuidado del hogar, de educación o de salud de la familia, cuya responsabilidad es asumida frecuentemente por las mujeres (Howard 2006). En las entrevistas realizadas, ocho personas, todas mujeres, aseguraron que son ellas quienes deciden sobre la comercialización de los productos de sus huertas y jardines, doce (siete mujeres y cinco hombres) afirmaron que son los hombres y tres (dos mujeres y un hombre) que no hay diferencia entre quién toma las decisiones al respecto. Dos hombres afirmaron que en sus hogares no se toman decisiones sobre la comercialización.
Según estos resultados, la mitad de las mujeres entrevistadas reconocen y asu men un liderazgo en la decisión sobre la comercialización, mientras que ningún hombre reconoce ese liderazgo de las mujeres. A pesar de no ser reconocido, los nichos de agrobiodiversidad integran el trabajo de mujeres, niños, niñas y jóvenes a las economías campesinas mediante el aporte a la alimentación de sus hogares y como espacios de cuidado compartido entre los miembros de las familias, teniendo en cuenta que ahí se cultivan especies medicinales clave. Estas observaciones coin ciden con estudios en otros países en los que se resalta el liderazgo y la gestión de las mujeres a la hora de establecer, mantener y circular la agrobiodiversidad en huertas y territorios rurales (Díaz-Reviriego et al. 2016; Galluzzi, Eyzaguirre y Negri 2010; Howard 2006).
Las múltiples funciones de los nichos de agrobiodiversidad para los agroecosistemas
La definición colaborativa de las funciones y categorías destacadas por sabedores y sabedoras iniciales resultó en ocho categorías diferentes, enfocadas en interaccio nes clave dentro de las huertas y jardines (tabla 1). Denominamos estas funciones como “agroecológicas” porque denotan conocimientos ambientales sobre interac ciones consideradas importantes para el funcionamiento de los nichos, por ejem plo, las que se dan con el entorno (barreras cortavientos, retención de humedad, protección frente a las heladas), entre especies diferentes (atracción de polinizado res, control de plagas, alimento para aves e insectos), e interacciones edáficas (pro tección y oxigenación del suelo). Además, las personas afirmaron que los nichos facilitan la propagación espontánea de biodiversidad vegetal, definida en referencia a las plantas arvenses y ruderales que crecen sin control, debido a que se encuentran en los bancos de semillas y emergen por la acción humana, contribuyendo a otras de las funciones categorizadas.
Según sus experiencias cotidianas, las personas destacaron funciones socioculturales, como el cuidado de espacios de agua. Así, resaltaron que las interacciones en los ni chos de agrobiodiversidad incluyen las relaciones de la gente con especies vegetales y animales y otros elementos de la naturaleza, especialmente con el agua, debido a su papel en el sostenimiento de la vida campesina y de la producción agrícola. Las principales funciones socioculturales identificadas fueron las alimentarias, las medi cinales y las ornamentales. Al inicio se consideró la categoría de funciones ligadas a especies animales (PE) por la importancia de registrar su presencia en los nichos. De acuerdo con las personas, estas ayudan a controlar plagas y a fertilizar los suelos. Se mencionaron vacas, gallinas, conejos, chivos, cerdos, gansos, caballos, pavos, patos y cuyes. Sin embargo, dado que este trabajo se centró en especies vegetales, la categoría PE no fue objeto de un estudio más detallado.
Se mencionaron en total 249 nombres comunes, asociados al mismo número de especies vegetales. En los resultados de Pérez y Matiz-Guerra (2017) se encontraron cifras de abundancia semejantes, usando otra metodología para la recolección de datos etnobotánicos en las mismas localidades. El mayor número corresponde a la categoría PO (89) y el menor a las categorías OS (10) y ES (6). De las categorías CB, PS y CA se mencionó similar número de especies. Dentro de la categoría PS (42) también se incluyen algunas especies que son localmente llamadas “árboles que llaman agua”, consideradas clave para el cuidado de los espacios del vital lí quido, usados en procesos de reforestación y de recuperación de bosques nativos. Todas las categorías de funciones se encuentran en todos los nichos, con excepción de la oxigenación del suelo (OS), mencionada por 20 personas, y la diversificación espontánea (ES), por 11, lo que indica que estas especies son importantes para el diario vivir de las personas consultadas y por esta razón están presentes en sus huertas y jardines. El hecho de encontrar especies de diferentes orígenes y hábitos de crecimiento demuestra que las comunidades hacen un uso adaptativo de especies naturalizadas, así como un manejo de las nativas del medio circundante (Taylor Lovell et al. 2021).
Las personas estiman que algunas especies son especialmente abundantes según las categorías (tabla 2). Sin embargo, varias de ellas fueron mencionadas por menos de un tercio de las personas entrevistadas, tal como las orquídeas (Orchidaceae), el ajo (Allium sativum), el sietecueros (Tibouchina spp.), el rábano (Raphanus spp.) y el nabo (Brassica rapa), cada una mencionada en menos de 10 nichos. Esto significa que, a pesar de ser abundantes, estas especies están presentes en pocos nichos y su abundancia depende de pocos cuidadores. Su presencia no tiene necesariamente un patrón explicativo general. Por ejemplo, en uno de los predios se encontró una diver sidad de orquídeas dentro de un parche de bosque que su cuidador indicó como parte de su nicho de agrobiodiversidad. La siembra del ajo, el rábano y el nabo dependen de las preferencias de alimentación de las familias.
Los datos proporcionados durante las entrevistas indican que algunas especies abundantes se siembran en las huertas como policultivos o monocultivos con fines comerciales. Es el caso de la fresa (Fragaria x ananassa), la papa -incluyendo la criolla amarilla (Solanum phureja), la pastusa y la corneta (Solanum tuberosum)-, la cebolla (Allium fistulosum y Allium cepa), el cilantro (Coriandrum sativum), la lechuga (Lactuca sativa) y el maíz (Zea mays). Generalmente, la papa, la cebolla y la fresa son sembradas en monocultivo, mientras el cilantro, la lechuga y el maíz se encuentran en arreglos más diversos. La papa es un cultivo predominante en la región, con fuerte comercialización y asociado a la identidad campesina, por lo que no resulta extraño encontrarla en los nichos en sistemas de monocultivo. La fresa y la acelga hacen parte de esquemas comerciales consolidados en mercados orgáni cos, lo que exige un mayor volumen de siembra y, por ello, también se encuentran en monocultivos dentro de los nichos.
Por su parte, el aliso (Alnus acuminata) y el sauco (Sambucus nigra) son árboles cuya siembra ha sido impulsada en proyectos de restauración ecológica, implemen tados en la zona por parte de varias instituciones públicas y privadas. Este tipo de árboles se integran a los nichos tanto por medio de la influencia institucional como por los conocimientos asociados al cuidado del agua y los bosques. La romaza (Rumex crispus) es una planta arvense reconocida por los entrevistados por expandirse fácil mente cuando el terreno está en barbecho y por ser utilizada para alimentar al ganado bovino y otras especies menores.
Elaborada a partir de las entrevistas semiestructuradas. Nota: Se tuvo en cuenta que las especies fuera mencionadas en al menos ocho nichos (o sea, al menos un 30 % de los nichos). En la cate goría ES, ninguna especie fue mencionada en más de 8 nichos. La romaza fue la especie más aludida.
La mayoría de especies no tienen una presencia generalizada en los nichos de agro biodiversidad. El 21 % de ellas fueron mencionadas en al menos 8 nichos, de estas se destacan 18 (7 % del total) que fueron nombradas en al menos la mitad, tales como el sauco (S. nigra), la caléndula (Calendula officinalis), la curuba (Passiflora tripartita var. mollissima), la cebolla (Allium cepa), el papayuelo (Vasconcellea pubescens), la mora (Rubus spp.) y la ruda (Ruta graveolens). Varias raíces y tubérculos andinos como la papa (Solanum tuberosum), el yacón (Smallanthus sonchifolius), la arracacha (Arracacia xanthorrhiza) y los cubios (Tropaeolum tuberosum) están presentes de manera genera lizada en las huertas y jardines. Igualmente, se destacan cuatro árboles propios de la región: el sauco (S. nigra), el aliso (A. acuminata), el duraznillo (Abatia parviflora) y el arboloco (Smallanthus pyramidalis), comunes en procesos de restauración ecológica.
Otras especies propias de zonas altoandinas se mencionaron escasamente, en me nos de cinco nichos: chuguas (Ullucus tuberosus), lupino (Lupinus bogotensis), quinua (Chenopodium quinoa), feijoa (Acca sellowiana), borrachero (Brugmansia sanguinea), arrayán (Myrcianthes leucoxyla), gulupa (Passiflora edulis var. edulis), ahuyama (Cucurbita maxima), agraz (Vaccinium meridionale) y uva camarona (Macleania rupestris). Las catego rías con más especies comunes son AV y OS; cerca de la mitad de las especies de estas categorías fueron nombradas en al menos 8 nichos, seguidas de CB (un 40 % de las especies), PS (19 %), CA (11 %) y PO (8 %).
La mayoría de las especies fueron nombradas en menos de 10 de los 25 nichos. En particular, las ornamentales (PO) y los árboles y arbustos (CA) fueron mencionadas fre cuentemente en un solo nicho. Por otra parte, el nicho con menos especies mencionadas registra 20, mientras el que más mencionó registra 78. En 13 nichos se indicaron entre 30 y 54 especies. Estos datos indican que las especies no tienen una presencia generalizada, lo que las hace vulnerables a las dinámicas de los pocos nichos en los que se encuentran.
Algunos usos de las especies vegetales presentes en los nichos de agrobiodiversidad
Aunque el estudio se enfocó en la caracterización de funciones generales de los ni chos, durante los recorridos y entrevistas se registraron funciones socioculturales y usos cotidianos de algunas especies. Este no es un listado exhaustivo, pero da cuenta de este tipo de funciones clave.
Sobre los árboles y arbustos maderables, las personas sabedoras indicaron que suelen usarse como madera para postes, leña para fuego, con funciones ornamentales o agroecológicas (sombra, barrera cortaviento, retenedores de humedad, producción de biomasa para el suelo, atracción de polinizadores). En ocho predios se mencio naron usos maderables. Otros usos incluyen el borrachero (B. sanguinea), para la protección del hogar y de las huertas y jardines frente a “malas energías” o “malos deseos”; el aliso (A. acuminata), el pino (P. patula), el eucalipto (Eucalyptus sp.), el sauco (S. nigra), el salvio (Varronia cylindrostachya), el encenillo (Weinmannia spp.), el mortiño (Hesperomeles goudotiana), el durazno (Prunus persica), el arrayán (M. leucoxyla), el duraznillo (A. parviflora) y el cocua (Verbesina crassiramea) fueron nombrados como especies especialmente útiles para cercas vivas. Adicionalmente, acerca de las hojas del sauco se señaló que eran aptas para alimentación del ganado.
La mayoría de árboles y arbustos son especies nativas (76 %), sin embargo, también se mencionaron algunas foráneas que han sido cultivadas por intereses co merciales u ornamentales, por ejemplo, el eucalipto (Eucalyptus sp.), el pino ciprés (Hesperocyparis lusitanica), el pino (Pinus patula), el brevo (Ficus carica), la acacia (Acacia spp.), el sauco (Sambucus nigra) o el urapán (Fraxinus uhdei). Se nombra ron algunas especies importantes de los ecosistemas de alta montaña en la región, y con varios usos alimenticios reportados en la zona (Ortiz et al. 2021), aunque los sabedores afirman que se encuentran en pocas cantidades, en particular el agraz (Vaccinium meridionale) y la uva camarona (Macleania rupestris).
Con respecto a las plantas ornamentales, además de sus usos en prácticas religiosas y simbólicas, dos personas mencionaron el potencial comercial de las astromelias para de corar cementerios. No se incluyeron en este estudio las especies ornamentales sin iden tificar con un nombre común por las personas entrevistadas. Según los sabedores inicia les, el uso ornamental también incluye elementos de cuidado del hogar y organización de los espacios cotidianos, actividades generalmente lideradas por mujeres. Algunas de estas plantas han sido reportadas como recurso utilizado por las abejas silvestres de la sabana de Bogotá, lo que sugiere su importancia en la dinámica socioecológica: la dalia (Dahlia sp.), la bella Helena (Impatiens balzamina), la begonia (Begonia sp.), el geranio (Pelargonium sp.), la boca de dragón (Anthirrhinum majus), la mermelada (Lantana camara) o el pensamiento (Viola tricolor) (Nates-Parra et al. 2006).
En torno a las especies aromáticas y medicinales, tres personas asociaron a la ruda a la atracción de polinizadores y a usos para baños a recién nacidos, así como para atraer la buena suerte en las parejas, y proteger de malas energías al hogar, las huertas y los jar dines. Igualmente, se reportó en un predio el uso de la acedera (Oxalis sp.) para aliviar dolores de garganta, en dos predios el de la borraja (Borago officinalis) para tratar la tos, y en un predio el de la malva (Malva parviflora) para calmar los dolores menstruales. El toronjil (Melissa officinalis) y la pimpinela (Sanguisorba minor) se señalaron en tres pre dios para mejorar la salud del corazón, mientras la matricaria (Tanacetum parthenium) en un predio, el diente de león (Taraxacum officinale) en un predio y el llantén (Plantago major) en dos predios para aliviar problemas estomacales. Por su parte, la sábila (Aloe vera) fue señalada en dos predios como atractora de buena suerte y para calmar el dolor de cabeza, y la caléndula (Calendula officinalis) en un predio para desinflamar y cicatrizar heridas en la piel. Dentro de estas plantas reportadas con usos medicinales, la acedera, la pimpinela y la matricaria no se encuentran aprobadas para su uso comercial en Colombia (Fonnegra y Jiménez 2007), pero su aparición en las entrevistas da cuenta de su impor tancia en el conocimiento ambiental local.
Sobre raíces, bulbos y tubérculos alimenticios, los sabedores iniciales señalaron que esta categoría, junto con PS, son las que más posibilidades comerciales tienen. La más comercial es la papa pastusa (Solanum tuberosum) y la criolla amarilla (Solanum phureja). Otras variedades de papa nombradas, generalmente para el consumo del hogar, fueron las siguientes: la corneto, la negra, la roja, la papa de año, la pintada, la tocarreña, la camorita y la bandera. Otras especies con raíces tuberosas consideradas abundantes son los cubios (Tropaeolum tuberosum), el yacón (Smallanthus sonchifolius) y la arracacha (Arracacia xanthorrhiza). Su siembra es muy variable, pues depende en gran medida de las dinámicas comerciales reflejadas en variaciones de precios. Sin embargo, las personas suelen mantener una reserva para el autoconsumo. Las familias campesinas han cambiado las variedades locales y tradicionales por opciones mejora das genéticamente que prometen mayores rendimientos en menor tiempo, respon diendo así a las demandas crecientes del mercado (Otálora Moya 2016).
En ese sentido, el modelo agroindustrial que suelen promover las instituciones facilita la pérdida de agrobiodiversidad de estos tubérculos, y son los nichos de agro biodiversidad los llamados a conservar las semillas nativas (Monteros y Pallo 2009; Agredo Berrio, Raz y González 2018) o a promover programas de fitomejoramiento participativo en donde se incluyan variedades de los cultivos más comerciales que consideren las características fenotípicas que la gente prefiere y no solamente los in tereses del mercado (Pérez et al. 2022).
En cuanto a las hojas, flores, tallos y granos, se destacó la abundancia de lechuga (Lactuca sativa), maíz (Zea mays), arveja (Pisum sativum), haba (Vicia faba) y repo llitas de Bruselas (Brassica oleracea var. gemmifera). Aunque la mayoría es para auto consumo, la siembra de algunas de estas especies también fue asociada a dinámicas comerciales. Por ejemplo, una sola persona afirmó tener 100 plantas sembradas de cogollos de Tudela (variedad de Lactuca sativa), aclarando que esto responde a la apertura de oportunidades de venta dentro de una red de comercialización solidaria.
Con relación a los frutos, la mayoría de especies de esta categoría son arbustos o plantas trepadoras y rastreras, usadas especialmente para jugos, mermeladas y com potas, aunque se mencionaron algunos árboles caducifolios como el durazno (Prunus persica), en diez predios, el peral (Pyrus communis), en cinco predios, y el manzano (Malus spp.), en un predio. Posiblemente, el mantenimiento de estas especies frutales fue una estrategia para suplir su demanda en el mercado urbano, pero en las últimas décadas la introducción de frutales importados ha impactado la comercialización de variedades locales debido a las limitaciones competitivas que existen, en especial para el manejo de plagas y enfermedades en el contexto climático cambiante (Fachinello et al. 2011; Miranda, Fischer y Carranza 2013).
Se cierra el listado con las espontáneas y arvenses. La romaza (Rumex crispus), mencionada en cinco predios, se considera la más abundante. En un predio se indi có su uso alimenticio para animales como las vacas, conejos y cuyes. La romaza ha registrado empleos para la cocina como elemento que favorece la cocción de algunas recetas tradicionales de la ruralidad bogotana (Consuegra, Ortiz y Pérez 2017). Por su parte, la flor del guargüerón (Digitalis purpurea) fue mencionada en tres predios en los que se usa como ornamento en honor a símbolos religiosos como el de la Virgen.
Saberes sobre manejos espaciales de los nichos de agrobiodiversidad
Se encontró que 18 de las 25 personas consultadas siembran las especies vegetales independiente de sus categorías funcionales, en un diseño que mezcla las plantas bus cando asociaciones beneficiosas entre los cultivos, mientras que el restante agrupa las especies según sus categorías funcionales. Todas las personas mencionaron distintas técnicas de cultivo, incluyendo rotación de cultivos, barreras cortavientos, cultivos trampa y cultivos para atraer organismos favorecedores como los polinizadores, aso ciación de especies, y coberturas de suelos con materiales vegetales.
El uso de insumos orgánicos resulta generalizado, aunque 14 de las 25 personas entre vistadas los combinan con insumos de síntesis química. Los insumos orgánicos nombra dos incluyen los siguientes: biopreparados, cal, estiércol de animales de la huerta -vaca, caballo, cuy y conejo, gallinaza-, ceniza, humus de lombriz, compostaje de restos orgáni cos de cocina, aspersiones de distintas plantas tales como el tabaco, el ajo, el ají, la sábila, la caléndula, la ortiga y la hierbabuena, junto con jabón, cáscara de huevo o biomasa.
La diversidad de funciones agroecológicas de los nichos en el paisaje
Al comparar el contexto espacial de cada nicho con la abundancia de las especies ve getales y las necesidades que suple cada función agroecológica, es posible identificar algunas explicaciones potenciales de las relaciones entre los conocimientos ambienta les locales, la agrobiodiversidad, el paisaje y la resiliencia del campesinado bogotano. En la figura 2 se muestran los nichos de la vereda Santa Bárbara que, aunque se encuentran relativamente cercanos, cumplen múltiples funciones agroecológicas. Por ejemplo, se pueden encontrar estrategias complementarias a los monocultivos comer ciales, como los policultivos, los jardines o los espacios de compostaje, que brindan ingresos secundarios a las familias o brindan otros beneficios de autoconsumo, pro tección del suelo, retención de humedad, atracción de polinizadores y control de pla gas. Un elemento interesante de estos nichos tiene que ver con la importancia de la siembra de cercas vivas y bosques que conectan los hogares con los espacios naturales de agua y los bordes de las fincas vecinas. El uso de árboles como barreras cortavien tos y cercas vivas permite comprender las conexiones potenciales entre predios y la producción de paisajes que integran los espacios de agua.
En el caso de los nichos ubicados en las veredas Chisacá y Las Margaritas, que se encuentran geográficamente próximos (figura 3), también hay una tendencia a com plementar los beneficios de cultivos monetarizados con las funciones de las huertas y los jardines, especialmente la atracción de polinizadores y el control de plagas. En los predios cercanos a bosques o espacios de agua, la siembra de árboles y cercas vivas constituye un elemento importante de la construcción de los nichos. Por el contrario, en hogares lejanos de las fuentes de agua naturales este tipo de plantas disminuye. Esta pérdida de biodiversidad se asocia a predios en donde el monocultivo es más extendido.
En los casos de los nichos de la vereda Raizal y del corregimiento Nazareth (figuras 4 y 5), geográficamente aislados de otros nichos estudiados, también se priorizan las mismas funciones agroecológicas. A diferencia de las veredas anteriores, en estos dos lugares la producción en monocultivos es menos extendida y aún se mantiene más espacio en áreas de conservación. En ese contexto, varias plantas usadas como pro ductos forestales no maderables se encuentran disponibles, por el manejo adaptativo, e integradas en los nichos de agrobiodiversidad.
Según la ubicación de los nichos a nivel del paisaje circundante, se observa que existe cercanía con cuerpos de agua, especialmente ríos y quebradas (figura 1), y con pequeños parches de bosque (figuras 3, 4 y 5). Esto permite resaltar el potencial de tales espacios como articuladores y conectores del paisaje y de los ecosistemas circun dantes, teniendo en cuenta su diversidad de especies y de funciones. La predominan cia de funciones de control de plagas, atracción de polinizadores, barreras cortavien tos y protección de suelos sugiere una posible interacción beneficiosa entre nichos y paisaje. Los nichos de agrobiodiversidad no son espacios cerrados, por el contrario, se comunican con el entorno inmediato generando oportunidades de conectividad que podrían apoyar procesos de restauración del paisaje.
4. Conclusiones
El trabajo realizado en nichos de agrobiodiversidad en áreas rurales bogotanas permi tió avanzar en la definición de categorías asociadas a funciones agroecológicas clave para pensar estos espacios en contextos de expansión de monocultivos, de fragmen tación y de homogeneización del paisaje. Las funciones destacadas fueron la atrac ción de polinizadores, el control de plagas, la protección del suelo y la retención de humedad, las barreras cortavientos y cercas vivas, el alimento para aves e insectos, la oxigenación del suelo y la diversificación espontánea.
Tras cada función subyacen relaciones sociales y ecológicas que se presentan en múltiples escalas del paisaje y que demuestran una capacidad de adaptación a las condiciones geográficas altoandinas y a la pérdida de biodiversidad asociada a la ho mogeneización de los paisajes. Las plantas identificadas tienen relación con otras especies, pero también son la base del sostén y funcionamiento de todo el nicho de agrobiodiversidad en comunicación con los predios y con los paisajes circundantes. Además, las funciones de los nichos están asociadas a la economía de los hogares, tanto monetaria como no monetaria.
Los hallazgos de la investigación en que se basa este texto nos permiten concluir que los nichos de agrobiodiversidad analizados materializan los vínculos de sus cui dadoras, mayormente mujeres, con las plantas y los paisajes, esenciales para la sus tentabilidad territorial y para la preservación de la diversidad y memoria biocultural.
Estos espacios incluyen conocimientos ambientales que, además de la producción de alimentos y productos, permiten la reproducción de plantas funcionales en la vida cotidiana campesina.
Otra dimensión de los nichos involucra la construcción de redes locales y colecti vas. Aunque la mayoría de especies se encuentran en pocos nichos, en particular las ornamentales y los árboles y arbustos, su siembra refleja prácticas culturales cotidia nas, redes e intercambios entre vecinos, amigos y familiares desde la misma ruralidad bogotana y otras regiones. El caso de los árboles y arbustos es particular ya que, aun que las huertas y los jardines no suelen tener espacio para sembrarlos abundantemen te, muchos pueden ser nombrados porque es común recolectar sus frutos, semillas y hojas en las áreas boscosas aledañas. Su presencia refleja el potencial de manejo de especies a escala local en procesos de restauración ecológica participativa.
Se abren así espacios para futuros análisis. En particular, los resultados no reflejan cambios o patrones temporales de los nichos de agrobiodiversidad, sino un registro estático de las especies nombradas, sus funciones y relaciones socioculturales. Esta in formación puede ampliarse, entendiendo que los nichos de agrobiodiversidad suelen ser dinámicos (Ortiz et al. 2015). Para estimar la presencia de la agrobiodiversidad en otras fincas y veredas, en diferentes escalas espaciales y temporales, es necesario elaborar más estudios que permitan realizar comparaciones o inferencias.
Adicionalmente, puede ser relevante analizar el potencial de estos sitios en cuanto articuladores de esfuerzos de conservación y recuperación de bosques, especies nati vas y espacios de agua. Los nichos no solo contienen múltiples especies en espacios reducidos, pues quienes se dedican a su cuidado desarrollan prácticas de manejo que facilitan el reciclaje de nutrientes en los suelos, la retención de humedad, la protec ción de fuentes hídricas, el control biológico de plagas, la producción y uso de bio masa, y la conectividad de los paisajes.
Este artículo ofrece pistas para entender las huertas y los jardines campesinos como espacios vivos, multifuncionales y conectados en dimensiones socioculturales y ecológicas. Su tamaño reducido es compensado y potenciado por su diversidad y heterogeneidad, a partir de las cuales existen posibles articulaciones a escala del paisa je. La alianza entre diversidad de especies, conocimientos y prácticas culturales hace de estos espacios un elemento fundamental de la diversidad y memoria biocultural bogotana, que no ha sido suficientemente reconocido.
Es necesario investigar dinámicas de afianzamiento, en las que se reconozcan los conocimientos locales, en gran parte en manos de las mujeres, y que acompañen programas de acceso y formalización de la propiedad rural y estrategias de comerciali zación diversificada. Ampliar los análisis y visibilizar las funciones de las huertas y los jardines como nichos de agrobiodiversidad constituye un paso clave para comenzar a reconocerlos y entenderlos como bisagras de la estructura ecológica de los paisajes rurales de Bogotá.