1. Introducción
Ouro Preto (Minas Gerais - Brasil) consiguió el título de Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) en 1980. Este hecho genera un atractivo histórico que promueve que muchos turistas brasileños y extranjeros visiten la ciudad en busca de las raíces nacionalistas indentitarias que habían sido construidas por los vanguardistas en el gobierno de Getúlio Vargas. Esta ciudad colonial, constituida en el imaginario social como “ciudad histórica mineira”, presentó diversos desafíos para su desarrollo desde el período en el que fue construida, en el siglo XVIII, hasta sus transformaciones modernas, como el aumento de la población, nuevas modalidades de transporte y el uso turístico del patrimonio cultural. Aun así, los espacios urbanos deben ser accesibles, independiente de las dificultades físicas y sociales que posean, y deben satisfacer las aspiraciones del ciudadano. En relación al patrimonio cultural, es imperativo analizar las prácticas de accesibilidad y su capacidad de acogida para diferentes tipos de habitantes y de turistas.
Desde esta perspectiva, esta investigación analiza el Centro de Información Turística y el Museu da Inconfidência: el primero por su ubicación en la principal estación de transporte de llegada a la ciudad (estación de autobuses) y por su función de recibir visitantes; el segundo por su marco simbólico representativo del patrimonio nacional y su localización central en la Plaza Tiradentes. Bourdieu (2002) considera que la historia del sujeto se descubre en la historia del objeto. Así, estudiar la acogida y la accesibilidad del Museu da Inconfidência y del Centro de Información Turística fue una manera de verificar la forma de desplazamiento de los turistas y de los habitantes con movilidad reducida y como se integran (o no) en el espacio físico y social de la vida urbana de Ouro Preto. La metodología está basada en una investigación bibliográfica en libros, artículos y tesis en las áreas de accesibilidad, hospitalidad y patrimonio. Se ha realizado, también, investigación in situ con registros fotográficos y análisis de percepción en ambos objetos de estudio. El resultado del trabajo es que, a pesar de las dificultades de estas instituciones en proyectos de accesibilidad física debido a una imposición de la legislación de preservación del patrimonio y de la topografía urbana, algunos proyectos han sido realizados, pero no están totalmente articulados para recibir al habitante y al turista. Para las personas que poseen una movilidad física reducida es necesario crear herramientas de acceso que no se baseen solamente en aparatos físicos, pues se trata de propiciar su inclusión social. Por lo tanto, no sirven solamente las soluciones normativas para el acceso a lo patrimonial, pero sí, aludir a la necesidad de encontrar en cada bien cultural sus características, sus usos, apropiaciones y transformaciones con una metodología que atienda a los principios del acceso universal, con el objetivo de garantizar los derechos de la ciudadanía, sobre todo, del amplio usufructo social de los espacios culturales de la ciudad.
Ese artículo pone en discusión las siguientes problemáticas: ¿Cuáles son las formas de hospitalidad para las personas con movilidad reducida en la ciudad patrimonio de Ouro Preto ante sus peculiaridades históricas y turísticas, específicamente en el Museu da Inconfidência y en el Centro de Atendimento ao Turista (CAT)? ¿Cómo optimizar esos espacios en relación a sus accesos físicos para personas que poseen una movilidad corporal reducida en lo que se refiere a la acogida social?
2. La acogida humana en el ambiente urbano: proceso de intercambios sociales
Pensar la hospitalidad significa analizar las variadas formas de relación entre el visitante y el anfitrión pues, en ciudades turísticas, esas relaciones pueden ser conflictivas por los intereses distintos existentes entre la comunidad local y los turistas. Ser acogido reaviva una nostalgia primaria y arcaica: la seguridad, el calor del refugio, la lactancia, el rosto de la madre (Montandon, 2002).
En síntesis, Derrida (2004) entiende la ley de la hospitalidad de la siguiente forma: el anfitrión que recibe (host), quien acoge al invitado o huésped (guest), el propietario del lugar, es en verdad un huésped recibido en su propia casa. Recibe la hospitalidad que él ofrece en su propia casa y de su propia casa, que en el fondo ya no le pertenece. El anfitrión como host es un guest. La habitación se abre a ella misma, a su “esencia” sin esencia, como “tierra de asilo”. Quien invita es invitado por su invitado. Quien recibe es recibido, recibe la hospitalidad de aquello que considera su propia casa, incluso su propia tierra. Así, para el autor es preciso acoger al otro en su alteridad sin esperar y no se limita a reconocer sus predicados reales.
Aunque el turismo esté trayendo beneficios económicos a las ciudades, se observa los perjuicios que la actividad turística puede generar, si no hay una planificación adecuada, causando daños que pueden ser irreversibles. Es imperativo pensar la acogida social en el ambiente urbano y sus espacios físicos a partir de la premisa de los ciudadanos.
Xavier (2006, p. 12) relata que en “ciudades históricas” (esta denominación, que es utilizada en los guiones turísticos comerciales, puede ser rehusada por la etimología de la palabra, pues toda ciudad es histórica), así como en la ciudad de Ouro Preto, “sería esperable que la población local automáticamente se introdujera en esta actividad, cuando en realidad lo que ocurre es que la gran mayoría no se siente parte fundamental del éxito del turismo.” Por no pensar en formas de expandir al máximo el abanico de diferencias sociales, los habitantes pueden sentirse excluidos y acabar estando en contra de este tipo de actividad. Xavier (2006, p. 13) añade que la sociedad puede “ser capacitada, orientada y debe tener poder de decisión, por ser su propio medio el que será afectado”.
Se presupone que la relación intensa de intercambios culturales sugiere que la “convivencia con el otro y el respeto a las diferencias étnicas, religiosas y culturales ha sido un aprendizaje, que se puede decir, forzado” (Comandulli, 2015: 3), ya que es practicamente imposible impedir el traslado de personas entre diferentes lugares y la “ambigüedad de la imagen del extranjero tanto puede ser el enemigo en potencia, el intruso, como puede ser huésped, el amigo, aquel para el cual se concreta, por medio de la acogida, la hospitalidad”.
De esa manera, la hospitalidad puede ser entendida como un acto de acoger u hostilizar el ser humano y, de acuerdo a Grinover (2006, p. 32) es “una de las leyes superiores de la humanidad, es una ley universal. Acoger es permitir, bajo ciertas condiciones, la inclusión del otro en el propio espacio”. Dicha acción sirve como un intercambio de experiencias sociales y entre culturas y costumbres, compartiendo así, vivencias a las que nunca tendrían acceso si no hubiese la acción de la hospitalidad en los lugares de destino, aunque los conflictos sean inherentes a este proceso de intercambios que no son simétricos.
La hospitalidad está fundada en la convivencia con el otro y en el respecto a las diferencias. De ella forma parte la gentileza, que es una característica relacionada al carácter, a los valores y a la ética del individuo. El individuo debe ser gentil y no estar gentil conforme las circunstancias del momento. Ser gentil tampoco es simplemente estar de acuerdo con todo; por el contrario, decir no y conociéndose el motivo verdadero del no, puede ser una actitud cortés (Comandulli, 2015, p. 4).
Al relacionar la hospitalidad con la actividad económica del turismo, esa acaba siendo una forma de “servicios ofertados de recepción, hospedaje, alimentación y entretenimiento por los medios de hospedaje privados, específicos y limitados, teniendo como base el cambio monetario” (Silva, Brusadin, 2014, p. 145). De este acto servil se espera una actuación acogedora que genera una relación generosa entre el consumidor y el prestador del servicio, lo que puede resultar en la lealtad del cliente y, consecuentemente, su constante visita al lugar. Sin embargo, se nota que tal acogida pensada bajo la lógica mercantil no presupone, necesariamente, relaciones generosas basadas en la ética con el otro.
La hospitalidad, como dice Jacques Godbout (1997), es un don del espacio para ser leído, habitado, atravesado o contemplado. Tales investigadores estudian la hospitalidad a la luz de la teoría del donativo de Marcel Mauss (2008) en el que las relaciones de intercambio se vinculan a la tríada dar-recibir-retribuir.
En ese camino, Lucio Grinover (2006), indica algunas categorías para el análisis de la hospitalidad en el espacio urbano: la accesibilidad que evoca el físico y no físico del ciudadano a sus necesidades de vivencia socioeconómica; la legibilidad, entendida por la calidad visual y semiótica de una ciudad y; la identidad delimitada por la representación de los procesos histórico y cultural de la ciudad. Dichos aspectos se cruzan, en la práctica, cuando se visualizan las prácticas de la acogida para diferentes actores sociales.
La palabra “hospitalidad” traduce, lleva adelante, reproduce las dos palabras que la precederán: “atención” y “acogimiento”. Una paráfrasis interna, también una especie de perífrasis, una serie de metonimias que expresan la hospitalidad, el acogimiento: tensión en dirección a otro, intención atenta, atención intencional, sí al otro (Derrida, 2004, p. 40).
3. Las prácticas de acogida a los discapacitados
Se entiende que el acto de acoger implica ofrecer hospitalidad a los diversos tipos de público, tanto en los aspectos físicos como en las formas de inclusión social. En el caso de este trabajo, el foco se da en el acto de acoger a los que poseen limitaciones de movilidad corporal en los espacios físicos mencionados de la ciudad de Ouro Preto.
Pensar la accesibilidad exige un coste financiero para que se cumplan todas las directrices. Delante de la norma NBR 9050 (2004) de accesibilidad de la ABNT (Asociación Brasileña de Normas Técnicas) es posible advertir que los edificios todavía incluyen las normas en sus construcciones. Sin embargo, es necesario entender que eliminar obstáculos para las personas con discapacidad no significa solo facilitar su desplazamiento, pero sí, incluirlas socialmente como acto de acogida.
Tratándose de una sociedad capitalista, la ciudadanía se compone por los derechos civiles (referentes a la libertad individual), políticos (la participación en los ejercicios del poder político a través de la representación o de la participación) y sociales (comprendiendo el bienestar del individuo, el derecho a la seguridad, al trabajo, al ocio, a la educación, a la salud, entre otros) considerando también el orden simbólico (creencias, valores, significaciones socialmente establecidas y aceptadas mediando entre el individuo y el Estado) (Kushano, Almeida, 2008, p. 92)
Durante muchos años, la discapacidad fue tratada como una anormalidad, donde eventualmente una u otra persona era dependiente de un tratamiento especial para el resto de su vida “eran la familia y las entidades especializadas que tenían que responsabilizarse de sus cuidados” (Nunes, 2011, p. 6). Y, si antes era el discapacitado que necesitaba adaptarse al ambiente, Melo (2013) entiende que ahora es el ambiente el que necesita igualar a las personas transformando el “modelo médico” en “modelo social” de discapacidad.
Por el modelo “médico”, actualmente considerado ultrapasado, se identifica una discapacidad como una enfermedad o condición que afecta a un individuo, que entonces se vuelve el depositario de toda la carga de lidiar con las consecuencias. En ese modelo, se culpa o se responsabiliza a la persona, dejando que ella misma busque las soluciones. En el “modelo social”, más reciente, se identifican los obstáculos existentes en la sociedad como los que generan las discapacidades de los individuos. Esos obstáculos pueden ser físicos, organizativos y posturales. La responsabilidad por eliminar los obstáculos empieza a ser compartida por todos los involucrados en cada situación o integración social. Un ejemplo simple es que, por el modelo médico, una persona puede ser considerada incapaz de subir escaleras porque tiene una minusvalía que la obliga a usar la silla de ruedas, mientras que, por el modelo social, es la escalera la que iba a ser considerada un obstáculo que impide la entrada del usuario de silla de ruedas al edificio (Museologia - Roteiros Práticos, 2005).
Conforme Santos (2003) apud Kushano, Almeida (2008, p. 93), el universalismo que queremos hoy es aquel que tenga como punto en común la dignidad humana. A partir de esta idea, surgen muchas diferencias que deben ser respetadas. Tal como la hospitalidad, la accesibilidad necesita alcanzar todas las formas de sociabilización y no se puede descartar el turismo como una actividad que necesita adaptarse a las leyes universales de accesibilidad.
Nunes (2011, p. 13) explica que “el turismo surge como potencial motivador de la inclusión social, buscando la ampliación de la participación de todos en la actividad turística”. Como complemento, el “Manual Sobre Turismo Accesible para Todos” presenta la importancia de que el turismo logre acoger a distintos públicos.
El turismo en la actualidad es un elemento incorporado a la forma de vida de una parte importante de la sociedad. Tiene un peso notable en la economía de muchos países y está entre los primeros temas del comercio internacional. Además, cumple una creciente función en la comunicación y conocimiento entre las personas. Por su naturaleza y afectos, es una actividad que debe estar al alcance de todos los ciudadanos. La aplicación universal del principio de igualdad de oportunidades ha llevado a que tanto las directrices y resoluciones emanadas de las instituciones internacionales como las normas de los países postulen que el turismo es un derecho de todos los ciudadanos y que las barreras deben ser suprimidas para que sea posible el ejercicio de esos derechos.
Nunes (2011, p. 6) menciona que “la calidad de los servicios turísticos es un elemento de destaque para el éxito, una característica muy importante en lo que toca a las ventajas competitivas”, es decir, cuanto más grande sea el público que el turismo consiga alcanzar, mejor serán las posibilidades de aumentar la afluencia de personas que necesitan edificios con un diseño universal y de personas que los acompañen. Así, cuanto más diversificados sean los ambientes, más afectividad en los espacios públicos y más acogedor será. Acoger está íntimamente relacionado al sentido de recibir al otro, conviviendo con lo diferente (Melo, 2013).
De este modo, la situación de las personas con movilidad física reducida se destaca todavía más en el escenario de la hospitalidad en ciudades consideradas históricas, puesto que se encuentran barreras de acceso a los espacios e infraestructuras turísticas. En principio, la hipótesis es que este desarrollo social que busca un crecimiento ambientalmente sano necesita, entre otros cambios, considerar la integración de estas personas en esos ambientes.
4. La accesibilidad en la ciudad-patrimonio de Ouro Preto
Ouro Preto es una ciudad que posee una gran circulación de turistas que esperan poder apreciar tanto los paisajes naturales como la belleza de sus construcciones históricas. Esto muestra que la economía y la vida cultural de la ciudad son altamente influenciadas por el sector turístico. Durante el Gobierno del Presidente Getúlio Vargas, la ciudad gana notoriedad debido a su regencia basada en un discurso nacionalista, también muy difundido por los vanguardistas. La ciudad terminó siendo declarada Monumento Nacional en 1933, después inscrita en el Libro de Tombos de las Bellas Artes como Conjunto Arquitectónico y Urbanístico en 1938 y, posteriormente, fue nombrada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1980.
A partir de esta ampliación del contexto del patrimonio, Silva y Brusadin (2012, p. 71) afirman que “el tema patrimonio histórico está, cada día más, aumentando su alcance, atrayendo el interés de diversas personas que viajan por el mundo para presenciar la herencia de otros pueblos”. Entonces, pensar el turismo en contacto con la historia puede ser una forma de fortalecer la identidad de los ciudadanos ante la muestra de la memoria social constituida.
De antemano se debe pensar que todas las ciudades necesitan ofrecer accesibilidad para la población para que la barrera física no sea motivo de exclusión, y la inclusión social sí sea la plataforma básica de acoger al otro. Es posible comprender que la ciudad de Ouro Preto, por poseer el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad, hereda una responsabilidad aún mayor con la accesibilidad, pues precisa atender a sus habitantes y a una gran variedad de turistas, o sea, acoger a las más diversas formas de constitución humana y sus necesidades. Ante la diversidad cultural de la ciudad y sus peculiaridades, se optó por realizar un estudio en dos ambientes distintos con los que se pretende mostrar algunas de las prácticas accesibles para la acogida de los que poseen alguna limitación física. En las situaciones estudiadas que serán presentadas a continuación, fue realizada una investigación cualitativa de observación participante con registros fotográficos y análisis de percepción.
4.1 Museu da Inconfidência
El Museu da Inconfidência es uno de los museos más visitados de Brasil. En él se encuentra un fondo que rememora la historia de la Inconfidência Mineira siendo inaugurado en 1942. Su edificio, que está ubicado en la Plaza Tiradentes, la principal de la ciudad de Ouro Preto, desde la que se obtiene una bella vista de la urbe donde predomina la arquitectura colonial, no surgió con este propósito, ya que albergó la “Casa de Câmara e Cadeia” de la antigua Vila Rica desde 1863 (Figura 1).
El Panteón de los Inconfidentes, lugar de descanso de los “héroes” nacionales fue, así, construido en el interior de un edificio planeado para ser monumento desde su concepción. Los ajustes realizados en el edificio, su limpieza y la incorporación de nuevos elementos estéticos se unieron a la importancia simbólica concebida en aquel lugar y que servirían para el disfrute de variados públicos brasileños y extranjeros.
En la actualidad, en lo que se refiere al recibimiento del público discapacitado, foco del presente análisis, se hace necesario avisar sobre la visita con antelación, pues el acceso del vehículo automotor, disponible para atender las necesidades físicas especiales, hasta la rampa se encuentra bloqueado por una cadena y para entrar en el museo es necesario abrir un portón de hierro pesado que da acceso a la sala donde se ubica la tienda y la cafetería (Figuras 2, 3 y 4).
De este modo, al contrario que los demás visitantes, los que poseen algún tipo de limitación física entran por la cafetería, circulan por el patio y siguen en sentido a la recepción. A pesar de que la ruta sea un poco diferente, no interfiere en la lectura de la exposición, pues el recorrido hecho no posee ninguna obra expuesta.
El hall de entrada del edificio es el lugar en el que se realizan las identificaciones de las personas y, también, donde se adquieren las entradas del museo. Se nota que los mostradores son altos, hecho que genera una sensación de alejamiento entre el trabajador del museo y el visitante. Detrás del mostrador también está la silla de ruedas ofrecida por el museo. Durante la investigación in loco se observaron varias bolsas y objetos sobre la silla, lo que puede indicar que ese tipo de material es poco utilizado.
Sin embargo, la silla de ruedas ofrecida por el Museu da Inconfidência está adaptada para la utilización tanto en rampas como en escalones. Así, se evita el trastorno de hacer grandes cambios en el edificio alterando sus características. Al analizar el funcionamiento de la silla se verificó que, aunque tenga el mecanismo electrónico, todavía es necesario el auxilio de otra persona para ayudarle a subir. También existe un ascensor en el lugar que solo puede ser accionado con el consentimiento de los guardias de seguridad. Algunas partes del museo están en plantas diferentes, dificultando la transición de un lugar a otro. Además de la silla de ruedas y del ascensor, otras infraestructuras fueron adaptadas con subtítulos más bajos, fuentes de agua en dos tamaños y baños adaptados (Figura 5).
Aunque el edificio sea antiguo, fue proyectado para recibir una alta afluencia de personas y, de esa forma, sus pasillos y puertas ganaron grandes dimensiones, lo que actualmente es favorable al diseño universal. Aun así, el edificio sigue una postura de atención al discapacitado de una forma más “médica”, en la que el individuo con necesidades especiales necesita adaptarse al medio y no lo contrario. Este hecho puede provocar que no se sienta tan cómodo en el museo, pues su movilidad no es autónoma, siempre va a ser dependiente de algún empleado para poder circundar por el lugar, lo que puede generar hostilidad.
No obstante, algunas restricciones del camino se deben a la seguridad y al hecho de que el edificio es un bien protegido por el patrimonio histórico. La rampa fue diseñada en el lateral del edificio para no alterar su lectura, las puertas grandes y pesadas forman parte de la estructura colonial y, también, contribuyen a la seguridad del lugar.
Cuando se trata de la arquitectura como una obra de arte, Benjamin (1994) reflexiona que los edificios comportan una doble forma de recepción: por el uso y por la percepción. Sin embargo, se observa una paradoja en este objeto de estudio. Las leyes que protegen el patrimonio histórico y lo vinculan al pasado contradicen en algunos momentos las leyes de accesibilidad modernas.
La conciliación con las modificaciones necesarias mediante la preocupación por evitar la alteración de las características de ese espacio histórico, en función del turismo, algunas veces genera un espacio mal planeado. Es necesario que las prácticas de acogida humana se vinculen a los espacios y a las posibilidades de cada tiempo histórico.
4.2 Centro de Atendimento ao Turista (CAT)
La estación de autobuses de Ouro Preto es una construcción reciente, construida en 1984. Sufrió una reforma en 2010 debido a un deslizamiento de tierra que la destruyó parcialmente. En este tipo de edificación, además de tener una gran afluencia de personas, algunas con algún tipo de movilidad reducida, también hay personas que cargan pesos tal como equipajes, hecho que también merece atención. Como el Centro de Atendimento ao Turista está ubicado dentro de la estación de autobuses, las infraestructuras de acogida y accesibilidad observadas son las mismas que las de la estación.
La entrada principal posee una rampa de acceso de la calle a la acera y otra de la acera al edificio. A su lado, están ubicadas dos rampas de tráfico exclusivo para autobuses. Existe un ascensor que lleva a los pasajeros a los tres pisos. La planta baja, donde están los autobuses, la segunda planta, donde se ubican los bajos comerciales y el Centro de Atendimento ao Turista (CAT) y la tercera, donde están localizadas las ventanillas de las empresas de autobuses (Figura 6). El día de la investigación in loco, el ascensor estaba en mantenimiento, situación común en este edificio (Figuras 7 y 8).
La primera impresión es que la infraestructura está preparada para recibir turistas de lugares diversos, pero al observar su funcionamiento se advierte que algunos puntos necesitan ser mejorados, principalmente en el acceso a los pisos, para que se ofrezca una recepción social de calidad. El ascensor constantemente está en mantenimiento y esta es la única forma para que el discapacitado pueda acceder a las plantas. Sin embargo, los baños equipados adecuadamente permiten una comodidad y una higiene necesaria al público de destino y a los demás usuarios de aquel lugar. La presencia de un trabajador en los baños también genera una sensación de amparo en el caso de alguna necesidad.
Otra forma de acceso a las plantas es la utilización de las escaleras que se ubican en la parte interna. El CAT está en una localización desfavorable ya que otras salas están vacías reflejando una sensación de abandono del lugar. En esta planta fue posible observar muchos pasajeros, hecho que remite al uso incipiente del lugar que funciona para servir al lugareño y al turista (Figuras 9 y Figura 10).
La placa de información de ubicación del CAT es casi imperceptible. La planta en la que está parece estar abandonada, lo que da lugar a que pocas personas se informen, aunque haya estudiantes del Curso de Turismo de la Universidad Federal de Ouro Preto para ayudar. En el caso de este objeto de estudio, se nota que, a pesar de que el acceso físico está parcialmente preparado para los que posean algún tipo de discapacidad, no hay una acogida social, pues el lugar no transmite la sensación de confort necesaria en razón del uso inadecuado del espacio por los órganos públicos y privados.
5. Consideraciones Finales
Al analizar los criterios y soluciones de accesibilidad, como también sus prácticas de recepción a turistas y residentes con movilidad limitada, se ve que la legislación brasileña busca garantizar para la población el derecho de mantener la historia de la ciudad mientras que también busca impedir la discriminación, introduciendo acciones y recomendaciones universales de accesibilidad. Sin embargo, en algunos casos, eso no ocurre de manera apropiada y provoca un conflicto entre la legislación y sus aplicaciones cuando surge la necesidad de alterar la estructura física de los edificios en beneficio de la construcción de infraestructuras que garanticen la accesibilidad.
Posiblemente, al ser la accesibilidad un tipo de imposición, ambos edificios estudiados en esta investigación hicieron adaptaciones de formas parciales, previendo intervenciones físicas. Fue posible observar que, muchas veces, existen las infraestructuras que proporcionarían la accesibilidad, pero que no poseen mantenimiento o no funcionan plenamente o, incluso, que funcionan de manera burocrática, necesitando dedicar esfuerzos de empleados y visitantes, impidiendo el disfrute de la cultura y la obtención de las informaciones de acceso en plenitud.
El público que posee alguna discapacidad debe tener autonomía en los desplazamientos para disfrutar del patrimonio cultural. Es importante recordar que accesibilidad no es solamente retirar barreras puntuales, sino la necesidad de reconocer el derecho de todos los ciudadanos a disfrutar de los espacios urbanos con autonomía, seguridad, confort y comodidad. Estas cuestiones se sobreponen a la legislación en su ámbito técnico, pues se trata del principio de acogida humana.
El problema de la accesibilidad en ciudades que son patrimonio podrá ser resuelto en la medida que las autoridades responsables se esfuercen para proporcionar las reconfiguraciones necesarias en el espacio social y físico. Cada ambiente urbano, y sus edificaciones, tiene sus cuestiones específicas que necesitan un análisis y unos proyectos personalizados, que deben estar vinculados a las necesidades sociales y culturales. De esta manera, en cada caso particular, la accesibilidad universal podrá ser alcanzada, aunque no sea posible relacionar una teoría única que pueda ser aplicada a todos los espacios, específicamente, cuando se trata de las singularidades del patrimonio cultural.
La hospitalidad entendida bajo la perspectiva de la dádiva puede dar origen en el escenario contemporáneo a un debate ético acerca de los aspectos sociales y económicos que forman parte del mercado turístico y sus relaciones con la comunidad local. Así, ciertas relaciones de intercambio entre anfitriones y huéspedes, basadas en la empatía ante la mirada del otro, ayudarían al desarrollo de sociedades en las cuales el valor material no se contrapone a los sentimientos de altruismo y benevolencia (Brusadin, 2016).
Por lo tanto, no es una cuestión de explicitar solo soluciones normativas, pero sí de mostrar la necesidad de encontrar en cada edificación, en función de sus características, su uso, sus empleados y visitantes, una metodología humana de hospitalidad que atienda a los principios del acceso universal garantizando los derechos de la ciudadanía y, sobre todo, del amplio disfrute de los espacios culturales de la ciudad. En los casos de bienes protegidos por el patrimonio histórico no se debe recurrir a la idea de que es algo imposible por creer que cualquier cambio resultaría en la modificación de la estructura que caracteriza el valor del bien, pues su valor de hecho se encuentra en su uso social. La educación y la interpretación del patrimonio depende de la forma como se presentan, de modo que sus prácticas de acogida son decisivas para la inclusión y el disfrute por los variados grupos de la sociedad en una relación dialógica entre el pasado y el presente.