Hacia una agenda de investigación
Una perspectiva genealógica de trabajo es una posibilidad de acceder a la producción del pensamiento social latinoamericano y caribeño, sobre todo, cuando se trata de representarlo en su diversidad y también en sus reconfiguraciones durante el siglo XX latinoamericano en, por lo menos, tres accesos históricos. Uno referido a la economía global del saber en la cual se puede registrar transformaciones en la producción de pensamiento social, las mismas que están inscritas en políticas del conocimiento que dan cuenta de la dinámica geopolítica en la que aparece ligado a relaciones de poder protagonizadas por élites locales y regionales, así como también intereses vinculados con centros de poder con pretensiones coloniales y neocoloniales (Quijano 2000).
Un segundo acceso tiene que ver con la producción de diferencias históricas en las que se diseñan subjetividades adecuadas a contextos nacionales y globales mediante la aplicación de tecnologías y políticas de la diferencia para su gestión en el marco de proyectos de los Estados nación latinoamericanos y caribeños. Y un tercer acceso en relación con la configuración de matrices de pensamiento por referencia a su inserción en tradiciones críticas de la Ilustración y por los efectos sociales que las acompañan al interior de las sociedades latinoamericanas y caribeñas.
En este marco, se pueden formular algunas preguntas con el propósito de elaborar una amplia agenda de investigación genealógica sobre el pensamiento social latinoamericano y caribeño. Una pregunta general tiene que ver, justamente, con la economía global del saber en la que surge el pensamiento social latinoamericano y caribeño: ¿cuál es la dinámica de producción de diferencias históricas en el marco de la economía del saber en la que se procedió a la producción de un pensamiento social de cuño latinoamericano y caribeño? En segundo lugar, se requiere formular la pregunta sobre el diseño de subjetividades en el marco de procesos asimétricos de modernidad y modernización en los Estados nación latinoamericanos y caribeños: ¿en qué medida la producción de pensamiento social gestionó el diseño de subjetividades históricas para la implementación de proyectos asimétricos de modernidad y modernización de los Estados nación latinoamericanos y caribeños? En tercer lugar, la pregunta sobre el sentido de la crítica por su articulación a matrices de pensamiento social en su relación con el poder y, en particular, con los Estados: ¿en qué aportes de pensamiento social latinoamericano y caribeño se ha recreado una perspectiva crítica dinamizadora de prácticas de hegemonía, resistencia y lucha de los diferentes sujetos históricos?
Herramientas de una genealogía
Así pues, se asume que el campo de análisis de una genealogía del pensamiento social latinoamericano y caribeño es el problema de la construcción de diferencias históricas en la instauración de procesos de modernidad en las sociedades latinoamericanas y caribeñas del siglo XX. Recurriendo al legado metodológico de Michel Foucault, se plantea la tarea de investigar la reconstrucción del entramado representado por las relaciones entre saber, poder y subjetividad que están implicadas en la elaboración de aportes al pensamiento social cuyo aparecimiento se explica como un dispositivo generador de asimetrías y exclusiones sociales que han gestionado el surgimiento de las sociedades modernas latinoamericanas y caribeñas (Foucault 1984). Se plantea explorar la tesis de que, desde sus orígenes, los posicionamientos en torno a un pensamiento social latinoamericano y caribeño estuvieron relacionados con la elaboración de diferencias históricas, recurriendo para ello a diversas tradiciones de la modernidad filosófica para el diseño de subjetividades requeridas en los proyectos de elaboración de los Estados nación latinoamericanos y caribeños.
Puesto que en una genealogía no se busca un origen, sino rastrear la dispersión o multiplicidad del pensamiento cuando se lo desprende de la idea de un sujeto productor de sentido, la expresión pensamiento social latinoamericano y caribeño invita a asumirla a partir de su fundamental diversidad. No existe un pensamiento social latinoamericano y caribeño entendido como una unidad de sentido que se pueda atribuir a un macrosujeto único portador y generador de contenidos, llámese autor, corriente o nación. En este sentido, a diferencia del paradigma de la historia de las ideas, los sujetos portadores de un pensamiento social latinoamericano y caribeño se entenderán como enunciados del discurso en el que confluye un complejo entramado de relaciones de poder y saberes. De aquí que una genealogía del pensamiento social latinoamericano y caribeño procederá a explicitar la gestión de políticas del saber cuya especificidad radica en la creación de ciertos marcos de subjetividad histórica para la creación de diferencias de raza, género, diferencias sociales, entre otras.
Otra consecuencia metodológica de la consideración previa es que la producción de pensamiento estará inmersa en un entramado de relaciones de poder que tampoco pueden sintetizarse en un análisis histórico de carácter meramente ideológico, ya que el conjunto de efectos sociales no se concentra ni reduce a una clase dominante a partir de la determinación operante desde una esfera del tejido social. La relación entre pensamiento y poder se explicará en tanto mediaciones o intervenciones múltiples en la complejidad del conjunto social donde su ejercicio posibilitará resistencias y efectos múltiples de emergencia en sociedades asimétricas. La producción de pensamiento con una pretensión de originalidad latinoamericana se entenderá como un dispositivo caracterizado por su combinación con otros dispositivos en una red o correlación de fuerzas.
Puesto que se parte de la consideración de que la producción de pensamiento está inmersa en un complejo histórico resultado del accionar de múltiples esferas de la vida social, no se parte de la idea de sentidos afincados en primera instancia en la identidad lograda en cuanto que constituye el corpus de la obra de un autor. A estos se los entiende como una función discursiva que, por lo tanto, no se agota en una corriente de pensamiento o, viceversa, que no necesariamente funda una idea, filosofía o corriente. Un autor y su obra, por lo tanto, no se tomarán como un conjunto coherente de postulados que, explícita o implícitamente, encontrarían un centro de articulación temática por referencia, en última instancia, a un mensaje o contenido esencial que, supuestamente, tendría que ser asumido como el legado permanente y homogéneo de una idea o corriente de pensamiento. Una analítica de la producción de pensamiento social plantea mostrar que una corriente puede ser motivo de disputa al interior de las mismas corrientes y, además, entre ellas. Esto tiene que ver con el hecho de que la elaboración de aportes al pensamiento social es una compleja elaboración histórico-social abocada a la relatividad, heterogeneidad y contextos históricamente dados.
Matrices de pensamiento social
Lo anterior, sin embargo, no significa que no se pueda ubicar aportes específicos cuya caracterización muestre la presencia de ciertas matrices de pensamiento. La novedad consiste en mostrar que la presencia de dichas matrices siempre estará abocada a un conjunto complejo de relaciones en las cuales encuentran sentido. De modo que, con fines de exposición de diferentes planteamientos de pensamiento social, sus contenidos serán referidos al mencionado conjunto de saber, poder y subjetividad. En este sentido, podemos ubicar desde ya algunas matrices de pensamiento que esbozaremos intentando mantener un cierto criterio cronológico que, por cierto, tiene que ser relativizado debido al amplio margen de tiempo al que nos referiremos -siglo XX- y, por lo tanto, la necesidad de contextualizar en cada momento. Hablaremos de matrices de pensamiento que articulan un conjunto complejo de enunciados y efectos sociales.
Una primera matriz de pensamiento puede ser ubicada en relación con la presencia de tesis pertenecientes a las tradiciones del positivismo y el utilitarismo filosóficos.
En efecto, en la construcción de las nacientes repúblicas latinoamericanas en el siglo XIX, se recurrió a planteamientos filosóficos provenientes de, entre otros autores, Auguste Comte, Jeremy Bentham y Herbert Spencer. Matriz de pensamiento que sirvió de base a verdaderas ideologías de Estados autoritarios y que contemplaban un mecanismo de exclusión vía inclusión de la población originaria y afroamericana en proyectos de una supuesta nación civilizada (Alberdi [1852] 1946), habiéndose generado lecturas de la realidad histórica de la población indígena y afroamericana a partir de la narrativa de su condición enferma (Alcides Arguedas [1909] 1979), en el marco de las sociedades andinas moderno-feudales e incluso hasta la segunda mitad del siglo XX, recreando la duda respecto a si el “comportamiento” (Bonifaz 1988) de las mencionadas poblaciones era un impedimento insalvable de cara a procesos de modernización de las sociedades de la región. Matrices de pensamiento accionadas por élites nacionales y regionales que estuvieron vinculadas, sobre todo, a los intereses neocoloniales de Estados Unidos.
Hacia inicios del siglo XX, surgió una matriz culturalista protagonizada por élites ilustradas que expresaron su malestar ante el déficit cultural y político ocasionado por aquellos regímenes autoritarios de inspiración positivista y utilitarista. Así por ejemplo, el arielismo que, inspirándose en el Ariel de José Enrique Rodó [1900] (1967) y entroncándose con las propuestas del modernismo literario en la región, generó un amplio y diverso movimiento hasta bien entrado el siglo XX latinoamericano. Su reivindicación de la especificidad cultural apelaba al rescate y afianzamiento de las tradiciones católicas, habiendo servido de sustento para lo que, más tarde, se articuló en el discurso del “mestizaje” (Vasconcelos [1925] 1948) o, en otro ejemplo, la propuesta de la nación “indoamericana” (Haya de La Torre [1938] 1979). La construcción de una supuesta identidad latinoamericana, como reivindicación de identificaciones propias, se elaboró como discurso antepuesto a la civilización norteamericana, lo cual, sin embargo, tampoco ocurrió al margen de élites nacionales occidentales que se aliaron a intereses neocoloniales provenientes de Europa, siendo el caso de los discursos de la hispanidad y la latinidad.
Otra matriz de pensamiento social que surgió alrededor de la segunda década del siglo XX fue aquella que se configuró recurriendo al legado del materialismo histórico, en particular a la obra de Karl Marx, aunque no exclusivamente. El recurso al ideario marxista posibilitó abordar, por ejemplo, el “problema indígena”
(Mariátegui 1928) en su configuración histórica y de clase en el marco de las sociedades capitalistas de la región y, al mismo tiempo, inscribiendo dicho proceso en el contexto mayor de la modernidad periférica capitalista. El análisis de clase desentraña la dinámica ideológica en la que burguesías nacionales detentan medios de producción -la tierra-, apoderándose de su plusvalía en la medida en que la población originaria resulta sometida. La “proletarización de la comunidad indígena”
(Luengo 1998) se acompaña de una perspectiva emancipadora que, sin embargo, se formula desde la ambigüedad de un proyecto que pretende la liberación de los oprimidos desde matrices occidentales, reproduciendo para ello, incluso, discursos raciales opuestos a poblaciones que se representan como obstáculo para la consecución de una modernidad socialista, como es el caso de la población afroamericana y china. Esta matriz de pensamiento se ha mantenido hasta finales del siglo XX en el difundido debate sobre las implicaciones teóricas y políticas de la tensión clase/etnia, habiéndose transformado en el debate del socialismo del siglo XXI a finales del siglo XX y, a principios del XXI, reformulándose en el planteamiento de un “socialismo del buen vivir” (Sousa Santos 2010) que retoma un discurso afincado en el encuentro de tradiciones indígenas y marxistas.
Posterior a la Segunda Guerra Mundial surgieron preguntas sobre la naturaleza de la modernidad capitalista latinoamericana y sobre las posibilidades de salida de su situación de “subdesarrollo” en la que estaba inmersa la región respecto al mundo “desarrollado” (Prebisch 1981). De aquí que se hizo de la dependencia estructural de las naciones latinoamericanas y caribeñas, respecto de los centros de poder representados por los Estados norteamericanos y europeos, el tema central a la hora de buscar estrategias que hicieran frente a aquella dependencia. La salida a esta situación estructural no habría que buscarla fuera de las posibilidades de proyectos capitalistas, sino en la renegociación de los términos de intercambio respecto del mundo “desarrollado”, protegiendo y fortaleciendo la economía de las sociedades de la región. En realidad, “fábulas” (Escobar [1996] 2007) del desarrollo, detrás de las cuales se escondía un complejo entramado de poderes que se encargó de señalar el rumbo a las sociedades latinoamericanas y caribeñas hacia una deseada modernidad.
Hacia la segunda mitad de la década de 1980, tras el fracaso de los proyectos desarrollistas, la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, y en el marco de un mundo globalizado desde proyectos neoliberales, se experimentó un escenario de replanteamiento de la vigencia de los márgenes discursivos de la nación y las culturas. La irrupción del discurso de la diversidad se percibe como lógica cultural del capitalismo tardío (Jameson 1991) en su condición neoliberal; mientras que para otros sería la hibridez (García Canclini 1989) el resultado característico de procesos ambiguos de globalización, llegando también a percibirse un replanteamiento cultural de carácter epocal, lo cual requeriría de una crítica de la “razón latinoamericana” (Castro-Gómez 1996) que dé cuenta de complejos procesos socioculturales en una perspectiva poscolonial (Mignolo 2003).
El siglo XX latinoamericano y caribeño finaliza con una profunda crisis del mo-delo neoliberal aplicado extensamente en la región, desatando con ello demandas económicas, políticas y étnicas por parte de actores sociales que habían sido tradicionalmente marginados de los Estados nación. Su “emergencia” (Bengoa 2000) política en el marco de condiciones de globalización es el contexto de formulación de propuestas que demandan transformaciones estructurales de los Estados nación. En este marco, surge el discurso de la interculturalidad (Viaña 2009) en la agenda de organizaciones sociales, indígenas, afros y partidos políticos, llegando a ser asumido por los mismos Estados nación de la región como una forma de gobierno que dinamiza la implementación de “tecnologías de la diferencia” (Restrepo 2013) en un entramado global de intervenciones en el que participan los Estados, poblaciones originarias, organismos internacionales, entre otros actores. Las ciencias sociales asumen el desafío de la interculturalidad como el desafío epistémico a encarar hacia finales del siglo XX (Wallerstein [1996] 2006), haciendo de ello un amplio programa que, en otras propuestas -por ejemplo en la propuesta de Boaventura de Sousa Santos (2009)-,debería articular el proyecto de una “epistemología del sur”.
Ya hacia mediados de la década de 1980 surgió un debate que hizo del medio ambiente un tema recurrente a nivel social, internacional y académico. El discurso del desarrollo asumió el debate ambiental, haciendo de la sostenibilidad uno de los debates centrales (ONU 1987); agenda que se convirtió en una suerte de dispositivo global de intervención por parte de organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas (ONU) y su conjunto de dependencias, así como también por parte de los Estados, agencias de desarrollo, una amplia gama de organizaciones de la sociedad civil en la que se destacan indígenas, mujeres y activistas ambienta-listas, entre otros. A más tardar con la consolidación del neoliberalismo, la nueva economía global del conocimiento, a inicios del siglo XXI, opera con políticas de conocimiento que apuntan a la configuración de un capitalismo cuyo objetivo es la capitalización de la misma naturaleza que ha sido llevada al borde de su destrucción (Leonardi 2012).
Queremos señalar, resumiendo, que en un acceso genealógico al pensamiento social latinoamericano y caribeño se puede destacar tres accesos investigativos en los cuales resalta la producción del pensamiento social por su articulación a la economía global del conocimiento en la región; la configuración de diferencias históricas de carácter múltiple destinadas al diseño de subjetividades requeridas en los proyectos de Estados nación en el continente; y la explicitación del sentido de la crítica en tensión con políticas del saber y la diferencia en la instauración de procesos de modernidad y modernización en las sociedades latinoamericanas y caribeñas. Los orígenes dispersos de esta genealogía hallan su sentido en contextos históricos donde múltiples efectos sociales revelan el carácter de dispositivo del pensamiento cuando se articulan y son la ocasión para el surgimiento de diferencias históricas.
Abigarradas dinámicas sociales en las que su inserción en un conjunto de efectos se muestra como un tejido en el que se dan cita múltiples esferas de la vida social; dinámicas que, sin embargo, se entretejen en forma ambivalente y asimétrica.
Con todo, las matrices de pensamiento aludidas también muestran el accionar de un ejercicio crítico que se inserta en tradiciones de la Ilustración. Consecuencia de ello es que la producción de matrices de pensamiento haya surgido siempre en una tensa, no siempre resuelta, relación con dinámicas de poder de Estados y élites nacionales y regionales, en tanto forma de mantenerse como un espacio de resistencia frente al poder.
En nuestras regiones, el pensamiento social surge en el ejercicio de una economía global del saber en la que intervienen geopolíticas del conocimiento vinculadas con la configuración de subjetividades, saberes y poderes que disputan a nivel global la producción de conocimientos sobre las sociedades latinoamericanas y caribeñas.
Procesos que gestan la articulación de diferencias coloniales o neocoloniales en un escenario en el que interviene un entramado de actores sociales múltiples, Estados y organismos que gestionan relaciones de poder y saber de carácter global.
Los artículos del dossier
El primer artículo -“El concepto de Matriz de Pensamiento: una propuesta epistemológica decolonial para el escenario actual latinoamericano”- ofrece una perspectiva epistemológica crítica para reflexionar sobre lo que ocurre en la región latinoamericana: la tensión entre proyectos políticos contrahegemónicos debilitados y el avance de procesos neoliberales en la región, destacando para ello la relación entre interpretación de la realidad y praxis política de resistencia desde la llamada herida colonial desarrollada por Walter Mignolo. El autor argumenta que existe una relación intrínseca entre la forma en que dichos proyectos son validados y legitimados por los gobiernos y los saberes sobre la realidad social y las decisiones políticas que se toman tanto para determinar qué problemáticas sociales existen, como para determinar cómo se solucionan.
En “Región América Latina: procesos regionales entre la dependencia y la autonomía”, la pregunta sobre la significación de la región como proceso integrador es producto de un constructo que envuelve una gran heterogeneidad de ideas que oscilan entre la dependencia y la búsqueda de la autonomía; esto es, la región se ha batido entre su subordinación hacia intereses exógenos que marcan sus agendas internas o entre proyectos autónomos que buscan rebatir ideas impuestas, promoviendo integraciones endógenas. Es así que el artículo despliega una suerte de genealogía que rastrea la idea de región desde los inicios del siglo XX para develar el significado de los proyectos integracionistas posliberales de inicios del siglo XXI. Se sugieren cuestiones acuciantes sobre la oscilación de gobiernos hacia la derecha que hacen más incierta la búsqueda de la autonomía y que vuelven a insertar el tema de la dependencia en el debate sobre el pensamiento social latinoamericano.
En “La dialéctica de Calibán: pensamientos descolonizantes para la cuestión negra en América Latina” se plantea un ejercicio descolonizante que posibilite pensar desde los márgenes las economías políticas de producción de diversidades culturales respecto a las poblaciones afrodescendientes que fueron subalternizadas y racializadas en la historia del continente. Para ello, se recurre al pensamiento de Frantz Fanon, cuyo aporte significó una fractura epistémica espacial, generando un conocimiento-otro poscolonial y descolonizador que aborda la tensión entre el presupuesto de universalidad y la diferencia que le es inherente al sistema mundo actual, desigual y combinado.
En “Brasil: entre la modernidad alternativa y la alternativa a la modernidad” se presenta una serie de autores brasileros que han ganado protagonismo por su aporte al pensamiento social como Jesse Souza y su crítica de la modernidad en Brasil, Sergio Buarque o el argentino Walter Mignolo, que hace una crítica radical de la modernidad, como una narración eurocéntrica e imperial, buscando plantear la alternativa a la modernidad desde América Latina.
En el artículo “Agustín Cueva en la década de 1960: dilemas acerca de cultura e identidad ecuatoriana” se destaca que, en su obra temprana, a diferencia de la tendencia a considerarlo solo desde su obra sociológica, abordó temas literarios y artísticos; y aunque su producción tiene un talante regional y mundial, se puede observar que tuvo un momento con temas nacionales que marcaron sus preocupaciones iniciales e incluso posteriores. En aquella época, se ocupó del quehacer cultural en Ecuador y del debate sobre la identidad nacional, accediendo a la discusión sobre las ideas y la cultura en los procesos políticos desde el enfoque de la relación entre vanguardia artística y vanguardia política.
Agradecemos a Íconos. Revista de Ciencias Sociales por la oportunidad para impulsar el debate sobre pensamiento social latinoamericano y caribeño en un momento de la historia regional y global donde se precisa afinar las herramientas del pensar para iluminar posibilidades de acción en un escenario global especialmente complejo.
Esperamos que ustedes, lectoras y lectores, encuentren motivos suficientes en los artículos del dossier y en las demás secciones de esta revista para alimentar sus reflexiones y prácticas.