La exposición antológica del artista Pablo Barriga se realizó en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito entre diciembre de 2016 y marzo de 2017, como parte del Premio Mariano Aguilera a la Trayectoria Artística, que le fue otorgado en la edición de 2015. Barriga (Quito, 1949) es artista visual, docente y escritor. Estudió en la Facultad de Artes de la Universidad Central del Ecuador y cursó estudios de posgrado en la Saint Martin’s School of Art de Londres y en la Universidad de Cincinnati. Fue profesor en las carreras de arte de la Universidad Central y la Pontificia Universidad Católica. Sus obras se inscriben en el conceptualismo, enfatizan en los procesos y la experimentación, discuten el estatus elevado del objeto artístico y plantean un acercamiento a las estéticas populares. Su práctica se ha caracterizado por transgredir las fronteras de los géneros artísticos, cuestionar a las instituciones del arte, apropiarse de espacios no convencionales y abrir posibilidades para que el espectador re interprete su papel (^{Cevallos, 2016}).

Este texto acompaña el ensayo fotográfico de Mateo Barriga, su hijo, quien interpreta la puesta en escena curatorial. En las imágenes, podemos recorrer los tres pabellones titulados Pintar, Actuar y Leer, que acogieron a esta exposición. Lejos de producir un registro documental neutro, Mateo Barriga nos acerca a los ambientes y detalles de las obras, resignificando el trabajo de su padre. La curaduría, a su vez, plantea una lectura que destaca el uso del archivo personal del artista como una forma de interpelar los diversos procesos creativos y reconstruir fragmentos de una trayectoria desapegada de la materialidad del objeto. Los diálogos del archivo (recortes de prensa, cartas, afiches, postales, notas) con las obras, posibilitan al espectador ubicar las incidencias, reverberaciones e influencias de las propuestas de Pablo Barriga en el campo artístico y social. Así como interpelar las construcciones discursivas sobre “una” historia del arte ecuatoriano.

La Historia, con mayúsculas, enfatiza en ciertos sucesos, olvida otros, omite contar ciertos hechos, ensalza a nombres de héroes, mártires y estadistas e invisibiliza. Cualquier narrativa es una construcción parcial de los hechos, generalmente las historias se producen desde una mirada hegemónica, pero frente a las narrativas oficiales, hay también voces que plantean relatos alternativos. Frente a las historias nacionales que construyen un guión que ensalza valores patrios, hay consensos y disensos, se trata de miradas que cuestionan la idea de nación que vienen de las minorías, los movimientos sociales y los pensadores críticos como, por ejemplo, filósofos, antropólogos y artistas.

Los historiadores discuten las diferencias entre memoria e historia, “la memoria -individual, colectiva, social o cultural- aparece como una forma de contacto entre tiempos y sujetos, una latencia afectiva. …; Mientras que la historia se ha vinculado con la oficialidad, la manipulación política o la institucionalización del pasado” (^{Hernández, 2012}, p. 29). Sin embargo, desde la visión de la historia de Walter Benjamin, hay lugar para la relación entre memoria e historia, entendida como un campo de tensiones, Benjamin propone una historiografía penetrada por la memoria, “una historia afectada y afectiva que en realidad se encuentra a medio camino entre Historia y memoria” (^{Ibíd., p. 30}).

En las prácticas artísticas contemporáneas, hay un diálogo con la noción de Benjamin sobre la historia. Los artistas contemporáneos plantean modelos alternativos de historia y escritura distintos a las visiones autoritarias o hegemónicas, confían en la potencia material de las imágenes y “en la puesta en cuestión de la linealidad del texto histórico” (^{Ibíd., p. 11}). Benjamin plantea que la labor del historiador consiste en visibilizar aquellas partes que el archivo oculta. Para él, hay una diferencia entre la historicidad como narrativa de los vencedores y el materialismo histórico que cuestiona esa visión de la historia, para entender que “No hay documento de la cultura que no sea a la vez de barbarie”, en ese sentido, el materialista histórico: “Mira como tarea suya la de cepillar la historia a contrapelo” (^{Benjamin, 2008}, pp. 42-43).

Una línea de trabajo de Barriga se puede ubicar en esta lectura benjaminiana de la historia. En sus propuestas se presentan tres tipos de acercamientos a la historia: el primero se relaciona con la ficción de la nación y las narrativas oficiales; el segundo tiene que ver con su aproximación a la historia del arte; y el tercero se relaciona con la memoria de los espacios en los que interviene.

En Mapas, arquitecturas e inquisiciones (1992), se acerca a la historia para cuestionar y recalcar en lo nacional como construcción. En esta muestra realizada en el Colegio de Arquitectos, el artista pone en tensión varios elementos. Por un lado, pinturas sobre los instrumentos de tortura utilizados por la inquisición que se sobreponen a unos retratos de manera agresiva y violenta. Por otro, mapamundis que evidencian la visión europea sobre el “descubrimiento” de América son intervenidos con dibujos de Guamán Poma, cronista indígena. La pertinencia de esta obra está atada al contexto de la conmemoración de los 500 años de la colonización y las interrogantes que el artista se formulaba:

¿Se conmemoran las imposiciones? ¿Es recuerdo festivo el desalojo, la explotación y la muerte? ¿Tienen los vencidos que rendir honores a sus vencedores? ¿Hay dicha y plenitud que hayan llegado hasta nuestros días? (…) Creo que esta fecha implica esclavismo. Con ella, hay unos que dan brillo a sus cadenas y otros que tratan de reemplazarlas (^{El Comercio}, 11 de octubre de 1992).

Esta serie implicó también una reflexión en torno a los límites y ficciones de la nación. Recurre también a la estética cartográfica para realizar una serie de mapas con la persistente representación nacional. “El Ecuador es y será un país amazónico” era una consigna oficial que se gesticulaba en cuarteles y escuelas. Así, en mapas oficiales, como en láminas y textos escolares, aquel mapa imaginario representaba el ideal y las frustraciones provocadas por los conflictos bélicos con el Perú (1941). El mapa dibujaba él trauma de la pérdida de la mitad de su territorio. El artista redibuja estos límites como imágenes que se vuelven contenedores de comunidades imaginadas (^{Anderson, 2000}).

En 1998 Pablo Barriga indaga en el archivo fotográfico del Banco Central del Ecuador. Este archivo contiene imágenes oficiales de presidentes, eventos conmemorativos y personajes de la élite desde finales del siglo XIX. Pero al artista le interesaron las fotografías que representaban a personajes anónimos y marginales, se apropia de esas imágenes y las reinterpreta a través del gesto de la pintura y el color. A partir del retrato de una mujer indígena desnuda, el artista pinta un cuadro y lo titula como “Enana embarazada”, está imagen grotesca representa la mirada higienista y violenta de principios del siglo XX hacia el mundo indígena. En otras pinturas representa a un guitarrista sin brazos ni piernas, un boxeador, una banda de guerra, una mujer recostada en un sillón... A través de las pinturas Barriga resignifica esas imágenes, otorgándoles una dignidad a esos sujetos anónimos, recalcando que hay otra historia a la contada en los textos.

Sobre el acercamiento a la Historia del Arte, Pablo Barriga expresa una conciencia de su importancia como referente y posibilidad de apropiación. Desde sus inicios, en la década de los ochenta y particularmente cuando cursa estudios en Londres, trabaja sobre los referentes que observaba en los museos, se interesa por artistas como Rembrandt y Delacroix, para incorporarlos a lenguajes cercanos al expresionismo abstracto. El artista interpreta las obras de artistas occidentales emblemáticos y los integra a sus propias búsquedas. Entre 1990 y 1991 trabaja la serie “La Historia del Arte” que surge como una colección personal de estéticas radicalmente diferentes, que van desde los griegos, el arte africano, el gótico y el románico. Estos fragmentos de la historia del arte, tomados de enciclopedias, son llevados a su lenguaje particular y colocados al mismo nivel, de esa manera desplaza la idea de obras maestras para pensarlas como visualidades. Por otra parte, y simultáneamente a esta producción artística, Barriga publicó periódicamente en el Diario Hoy artículos de divulgación sobre la historia del arte que fueron compilados en el libro “El arte y las palabras” (1995) y que nos permiten reconocer la diversidad de sus intereses, así como la profundización en la pregunta por la categoría arte y los contextos que la producen. Un ejemplo más reciente en esta línea es su muestra “Lectura o mirada: el libro de artista” (2013) que consistió en poner a disposición de los lectores de la Biblioteca de la Universidad Andina Simón Bolívar una serie de libros intervenidos. Barriga manipula a través del recorte y la incorporación de elementos a libros de historia del arte, particularmente de artistas abstractos como Robert Motherwell, Clyfford Still y Hans Hartung. El artista invita al espectador a leer y mirar, cuestionando la autoridad de la palabra y jugando con las posibilidades creativas que surgen del lector.

El tercer acercamiento del artista a la historia tiene que ver con su intervención en el Antiguo Hospital Militar. Trabaja con el deterioro del edificio y su carácter vetusto, instala objetos, cuadros, pone en relieve el daño físico y realiza un performance que consiste en barrer el pabellón donde estaban sus obras, vestido con un terno viejo. El artista convoca a pensar en el destino de los edificios patrimoniales, en las historias, memorias y olvidos de un espacio que funcionó como hospital. En la nota de prensa se destaca el hecho de que es una exposición que combina lo pobre con el aspecto conceptual, el artista trabaja con la noción de site specific, en el sentido de que realiza una propuesta que solo tiene sentido en ese edificio. Para el artista “La idea es combinar las dos cosas: el encanto de la edificación- de la cual no ha modificado nada, excepto liberarla un poco del polvo- con los materiales pobres, y que esa combinación resulte artística" (El Comercio, 9 de enero de 1995).

Paradójicamente, un artista que ha trabajado de manera reflexiva sobre la historia, no ha sido visibilizado por los estudios históricos locales. No se trata de una omisión deliberada y dirigida a la trayectoria de Pablo Barriga, se trata más bien de una condición del campo del arte ecuatoriano. Esta limitación ha afectado también al reconocimiento y comprensión de los procesos de otros artistas y no se diga la puesta en valor de mujeres artistas. Si el arte también tiene su historia, atravesada por distintas miradas, también se conforma de discursos hegemónicos y contra discursos, de paradigmas occidentales y propuestas alternativas. En Ecuador la historia del arte contemporáneo es todavía una página en construcción. Benjamin propone al montaje como una forma de construcción histórica, que rehúye de las teleologías, “hace visibles las supervivencias, los anacronismos, los encuentros de temporalidades contradictorias que afectan cada objeto, cada persona, cada acontecimiento, cada gesto” (^{Didi-Huberman, 2013}, p. 21). La pregunta sería: ¿es posible emprender una construcción histórica del arte ecuatoriano a contrapelo cuando son tan pocos los artistas ecuatorianos visibilizados por la historia? En ese sentido, las acciones de un montaje a contracorriente consisten en producir narrativas que desafían al olvido e indagan en las complejas razones de esas omisiones.