Cómo citar:
Molins, F. y Serrano, M. Á. (2023). La relación entre el distrés psicológico derivado del COVID-19 y la aversión a las pérdidas es modulada por el rasgo de alexitimia. Retos Revista de Ciencias de la Administración y Economía, 13(25), 39-51. https://doi.org/10.17163/ret.n25.2023.03
Introducción
La toma de decisiones es una tarea ejecutiva compleja y heterogénea que usualmente se estudia dentro de diferentes contextos y condiciones, desglosándola en partes más analizables (Starcke y Brand, 2012, 2016). Uno de los escenarios más estudiados son los contextos de riesgo, donde las opciones o perspectivas de decisión están bien definidas, y las probabilidades de los resultados son conocidas (Volz y Gigerenzer, 2012). Aquí puede evaluarse si la gente utiliza estrategias más lógicas y basadas en reglas, como la maximización de la utilidad (Camerer, 2003; Starcke y Brand, 2016) o, por el contrario, si son más propensos a ser afectados por fenómenos emocionales, tales como la aversión a las pérdidas (Kahneman, 2003; Kahneman et al., 1991; Sokol-Hessner y Rutledge, 2019).
La aversión a las pérdidas, el principio de que “las pérdidas pesan más que las ganancias” (Kahneman y Tversky, 1979, p. 279), es una de las tendencias más estudiadas en la toma de decisiones debido a su importante influencia para inclinar la balanza a favor de evitar el riesgo. Entonces, por ejemplo, las ganancias potenciales deben ser al menos el doble de las pérdidas potenciales para que alguien se arriesgue en una apuesta (Sokol-Hessner y Rutledge, 2019). Usualmente se considera un principio generalizable y fundamental (Gal y Rucker, 2018), o incluso un rasgo de comportamiento estable (Hadlaczky et al., 2018). Sin embargo, la postura actual es que debe tener en cuenta una visión más contextualizada de la aversión a las pérdidas, ya que ésta se puede moderar por varios factores (Gal y Rucker, 2018; Mrkva et al., 2020).
Muchos estudios se han enfocado en los factores contextuales que podrían influir en la aversión a las pérdidas, desde los más estables, tales como los culturales (Wang et al., 2017), a los más situacionales, tales como los olores repulsivos (Stancak et al., 2015) o la saturación de oxígeno en el ambiente (Pighin et al., 2014). Dado que el estrés ha incrementado de manera alarmante en las últimas dos décadas (Ward et al., 2020) y muchas de nuestras decisiones se toman bajo estrés, (Starcke y Brand, 2012, 2016), este factor ha recibido una gran atención por parte de los investigadores.
A pesar de que algunas evidencias no mostraron efectos significativos sobre la aversión a las pérdidas (Metz et al., 2020; Sokol-Hessner et al., 2016), la mayoría de los estudios reportan que el estrés reduce su manifestación (Margittai et al., 2018; Molins et al., 2021; Pighin et al., 2014). Estos resultados podrían estar apoyados por la ‘hipótesis del alineamiento’ (Margittai et al., 2018), es decir, el estrés brinda más peso a las recompensas, ya que aumenta la tasa de disparo de las neuronas dopaminérgicas en puntos clave del sistema de recompensa, tales como el estriado ventral (Mather y Lighthall, 2012), balanceando así el peso de las pérdidas y las ganancias, y reduciendo la aversión a las pérdidas (Margittai et al., 2018; Metz et al., 2020).
Sin embargo, la respuesta al estrés es heterogénea, y podría depender de la naturaleza, duración e intensidad del estresor (Hidalgo et al., 2019). Una característica frecuente en la mayoría de los estudios es que involucran estresores de laboratorio agudos y artificiales (por ejemplo, un video estresante; Molins et al., 2021) cuya duración varía entre 5 y 15 minutos, y la aversión a las pérdidas usualmente se evalúa cuando el estresor ya ha desaparecido o durante una condición estresante inconsciente (por ejemplo, hipoxia; Pighin et al., 2014). De hecho, algunos estresores solo afectaron a nivel fisiológico, sin inducir estrés subjetivo o cambios en el estado de ánimo (Margittai et al., 2018; Pighin et al., 2014). Sin embargo, casi nunca puede estudiarse cómo la aversión a las pérdidas es influenciada por un estresor real y persistente (aún presente durante la evaluación de la toma de decisiones), que además cause distrés psicológico significativo. Esta oportunidad la proporcionó el contexto de la pandemia de COVID-19.
El 30 de enero 2020, el brote de COVID-19 fue declarado una emergencia de salud pública de interés internacional por la Organización Mundial de la Salud (Mahase, 2020), y varios países, tales como España, respondieron con estrategias de confinamiento. El confinamiento involucra pérdida de libertad, aislamiento social, aburrimiento, cambio de la rutina, alteraciones del sueño, entre muchos otros factores que, junto con el miedo o preocupación acerca del contagio del virus propiamente, trastocaron la vida psicosocial normal y promovieron un distrés psicológico importante, caracterizado por mal humor y síntomas de ansiedad y depresión (Brooks et al., 2020; Ingram et al., 2020; Liang et al., 2020; Pierce et al., 2020; Shuja et al., 2020).
Otros estresores relacionados con el miedo, y que condujeron a distrés psicológico, han sido asociados con la interconectividad de la red de saliencia (Hermans et al., 2014; Hermans et al., 2011), estimulando nódulos cerebrales clave para la aversión a las pérdidas, tales como la amígdala (Sokol-Hessner y Rutledge, 2019). Por lo tanto, de acuerdo con la “hipótesis de la saliencia de las pérdidas” (Margittai et al., 2018), la hipervigilancia hacia las pérdidas puede aumentar y, con ello, una aversión a las pérdidas conductual. De igual forma, los sobrevivientes de otras catástrofes como el desastre nuclear de Fukushima Daiichi, que también experimentaron distrés psicológico severo, reportaron altos niveles de aversión a las pérdidas (Iwasaki y Sawada, 2015). Finalmente, usualmente se observa un elevado nivel de este fenómeno en pacientes con ansiedad y depresión (Baek et al., 2017; Sip et al., Stern, 2018). Con base en lo anterior, podría esperarse que la situación angustiante surgida del contexto del COVID-19 produjese un incremento de aversión a las pérdidas.
Sin embargo, debe notarse que la aversión a la pérdida es una respuesta emocional al “dolor producido por las pérdidas” (Hintze et al., 2015; Sokol-Hessner y Rutledge, 2019). Por lo tanto, desde un nivel intrapersonal, también debe considerarse qué tan sensible es una persona a sus propias emociones, ya que esta variable podría moderar el grado en el cual emociones tales como la aversión a las pérdidas influyen en la toma de decisiones. En este sentido, estudios recientes destacan el importante papel de la alexitimia. La alexitimia es considerada un rasgo de la personalidad caracterizado por dificultades para identificar, describir y regular las emociones (Patwardhan et al., 2019; Shah et al., 2016; Walker et al., 2011). En el campo de la toma de decisiones, se ha encontrado que la alexitimia dificulta la incorporación de información emocional al decidir, conduciendo a decisiones “frías” (Kano et al., 2011; Shah et al., 2016). De hecho, otros fenómenos emocionales estrechamente vinculados a la aversión a las pérdidas, tal como el efecto marco, se redujeron cuando la alexitimia era alta (Manzoor et al., 2021; Shah et al., 2016). En consecuencia, la influencia del estrés derivado del COVID-19 sobre la aversión a las pérdidas podría moderarse por la alexitimia, aunque esto no ha sido probado hasta la fecha.
En este estudio se pudo evaluar el nivel de aversión a las pérdidas de una muestra de población española un mes después del inicio del confinamiento, y compararlo con el nivel que tenían antes de la implementación de esta medida de seguridad. Planteamos la hipótesis que durante el confinamiento los individuos mostrarán un mayor distrés psicológico con síntomas crecientes de depresión y ansiedad, así como también una mayor aversión a las pérdidas, en comparación con las mediciones antes del confinamiento. Además, considerando el papel moderador que podría jugar la alexitimia en la expresión de la aversión a las pérdidas, también planteamos la hipótesis que la alexitimia amortiguará el aumento esperado de la aversión a las pérdidas durante el confinamiento. Entonces, una mayor alexitimia se traducirá en un menor incremento en la aversión a las pérdidas. Finalmente, planteamos la hipótesis de que el distrés psicológico estará asociado con el incremento en la aversión a las pérdidas, pero esta relación también dependerá del nivel de alexitimia. Con este estudio buscamos contribuir a un mejor entendimiento del impacto de la pandemia de COVID-19 sobre la salud y el comportamiento mental, específicamente en la toma de decisiones.
Materiales y métodos
Participantes
Un análisis a priori de potencia estadística utilizando G*Power indicó un prerrequisito de 15-20 participantes para encontrar un efecto de tamaño mediano (d = 0.50, potencia = 80 %, α = 0.05) al realizar un test ANOVA de las diferencias en la aversión a la pérdida, antes y durante el confinamiento, incluyendo la interacción de la alexitimia. 85 participantes españoles, todos ellos estudiantes de Psicología de la Universidad de Valencia, fueron captados antes del confinamiento, preguntándoles si querían participar a cambio de créditos académicos. Sin embargo, 15 participantes no respondieron durante el confinamiento y no pudieron ser comparados. Entonces, un total de 70 participantes (71,4 % mujeres y 28,6 % hombres) se incluyeron finalmente en el estudio. Ellos llenaron un cuestionario para confirmar que cumplían con los siguientes criterios de inclusión cuando fueron inicialmente contactados: no tener enfermedades neurológicas o psiquiátricas, no consumir drogas regularmente, no consumir más de cinco cigarrillos diariamente y no haber experimentado un evento altamente estresante el mes anterior.
Procedimiento
Esta investigación fue aprobada por el Comité Ético de Investigación de la Universidad de Valencia, de conformidad con los estándares éticos de la Declaración de Helsinki de 1969. Los participantes fueron inicialmente captados en febrero de 2020 para participar en otro estudio, no reportado aquí. Ellos leyeron y firmaron un consentimiento informado y completaron la primera batería de cuestionarios, que incluyó preguntas biométricas y socioeconómicas, así como también las mediciones previas al confinamiento de distrés psicológico y aversión a la pérdida. Los participantes fueron contactados telemáticamente para la segunda evaluación un mes después de la declaración del estado de alarma en España. Los participantes fueron informados acerca de los objetivos del estudio, firmaron un nuevo consentimiento, y completaron una nueva batería de cuestionarios. Esta batería estuvo enfocada en su nivel actual de distrés psicológico y aversión a la pérdida, pero también abordó su rasgo de alexitimia y varias variables informativas acerca del confinamiento.
Cuestionarios
Las preguntas socioeconómicas fueron desarrolladas ad hoc para el propósito de la investigación y recolectaron información acerca de la edad, género y estatus socioeconómico. Para este último se utilizó una escala Likert de 10 puntos, donde 0 es la peor situación socioeconómica y 100 la mejor, tomando como referencia la situación socioeconómica en España.
Para el distrés psicológico antes y durante el confinamiento, se utilizó la versión en español del Cuestionario General de Salud (General Health Questionnaire, GHQ, α = .86) (Rocha et al., 2011). El GHQ es una medida de autoinforme recomendada y administrada en investigaciones epidemiológicas (Gnambs y Staufenbiel, 2018). Su versión corta de 12 ítems (en una escala Likert que va desde 0 – de ninguna manera, hasta 3 – mucho más de lo usual), permite examinar el distrés psicológico durante el mes anterior y el riesgo de desarrollar desórdenes psiquiátricos (Gnambs y Staufenbiel, 2018; Puustinen et al., 2011). El GHQ-12 tiene una estructura bidimensional: 8 ítems correspondientes a síntomas de depresión y 4 a síntomas de ansiedad, donde las puntuaciones más altas indican la manifestación de más síntomas. En nuestra muestra, el alfa de Cronbach fue .88 antes del confinamiento y .85 durante el confinamiento, es decir, el GHQ tuvo una alta confiabilidad.
Se utilizó una traducción ad hoc al español del Lottery Choice Task (Gächter et al., 2007) para medir la aversión a las pérdidas antes y durante el confinamiento. En esta tarea, los participantes debían decidir en seis loterías si aceptaban o rechazaban la apuesta. En cada lotería la ganancia se fijó en 6 €, y se varió la pérdida a través de las apuestas (desde 2 a 7 €), alcanzando un valor esperado sucesivamente decreciente para cada lotería. Según Hadlaczky et al. (2018), la aversión a la pérdida se define como la inversa de la apuesta más alta aceptada, ofreciendo así una variable continua entre 0 y 6, donde las puntuaciones más altas indican mayor aversión a la pérdida, ya que la relación ganancias/pérdidas sería mayor. Esta relación mostraría que tan grande debe ser la ganancia potencial con respecto a la pérdida potencial, para que la apuesta sea aceptada.
Para la alexitimia, la versión en español de la Escala de Alexitimia de Toronto (Toronto Alexithymia Scale, TAS-20, α = .78) (Martínez, 1996) permitió la extracción de un factor general de alexitimia sumando las puntuaciones de todos los ítems juntos. A mayor puntuación, mayor el rasgo de alexitimia. Sin embargo, solo puntuaciones por encima de 60 indican alexitimia clínica. El cuestionario está compuesto de 20 ítems en una escala de Likert, que va desde 1 —totalmente de acuerdo, a 5— totalmente en desacuerdo. El alfa de Cronbach en nuestra muestra fue .80, que también indica una alta confiabilidad del cuestionario.
Finalmente, durante el confinamiento también preguntamos si los participantes o sus familias se habían infectado, así como también con quién habían vivido durante esta situación.
Análisis estadísticos
Se utilizó un test de Kolmogorov-Smirnov con corrección de Lilliefors y gráficos Q-Q para verificar normalidad. Las medidas de distrés psicológico y aversión a la pérdida fueron contrastadas en un diseño intrasujeto (antes del confinamiento vs. durante el confinamiento) a través de un ANOVA de medidas repetidas (controlando la interacción de la alexitimia cuando se aborda la aversión a la pérdida). Adicionalmente, para explorar aún más cómo la alexitimia fue moderando la evolución de la aversión a la pérdida, se realizó un análisis de moderación para diseños de Medidas Repetidas de Dos Instancias y se siguió el procedimiento de Johnson-Neyman y el método de pendientes simples con el recientemente desarrollado macro MEMORE para SPSS (Montoya, 2019). El método de Johnson-Neyman selecciona un continuo de valores hipotéticos para la variable moderadora (la alexitimia en este caso), e identifica puntos de transición o críticos importantes (JN) donde este efecto moderador sobre Y (cambios en la aversión a las pérdidas) hace la transición de significativo a no significativo o viceversa (ver Montoya 2019 para una explicación detallada). El método de pendientes simples es similar al anterior, pero en vez de seleccionar un continuo de valores para la variable moderadora, elige tres de ellos que representan un nivel bajo, intermedio y alto con base la media (M) más/menos una desviación estándar (SD). Por lo tanto, es posible ver el cambio condicional de Y en cada uno de los tres niveles de uno o más moderadores (ver Montoya 2019 para más detalles). En cada análisis, el nivel de significación α fue establecido en .05 y el eta cuadrado parcial (η2p) representa el tamaño del efecto. Estos fueron realizados con el IBM SPSS Statistics 25.
Resultados
Descripción de la muestra
A continuación, se muestra una descripción de la muestra y su estatus durante el confinamiento. Los participantes fueron jóvenes (edad: M = 22.56, SD = 2.58), todos ellos estudiantes de psicología de la Universidad de Valencia (España), con un BMI (M = 23.14, SD = 3.39) dentro del rango normal (18.5 - 24.9), y con una condición socioeconómica intermedia (M = 60.30, SD = 10.15). Por otra parte, su nivel de alexitimia (M = 42.50, SD = 8.94) fue significativamente diferente de la puntuación que identifica la alexitimia clínica (60 puntos), t(69) = -19.33, p < .001. Adicionalmente, es importante mencionar que ninguno de los participantes ni de sus seres queridos se infectaron de COVID-19, y además no estuvieron solos durante el confinamiento: 75,7 % vivieron con sus familias, 12,9 % con sus parejas y 11,4 % con amigos o compañeros de apartamento.
Distrés psicológico
Para probar si el contexto del COVID-19 incrementó el distrés psicológico, se compararon los síntomas de ansiedad y depresión (valorados mediante el GHQ-12) antes y después del confinamiento a través de ANOVAs de medidas repetidas. Se encontraron diferencias significativas en ambas variables, mostrando niveles más altos durante el confinamiento (ver figura 1). Específicamente, los síntomas depresivos tuvieron un promedio de 7.05 (SD = 3.7) antes del confinamiento, y de 9.69 (SD = 4.7) durante el confinamiento, F(1, 68) = 9.01, p = .004, η2p = .12, mientras que los síntomas de ansiedad tuvieron un promedio de 4.89 (SD = 2.21) antes del confinamiento, y de 6.23 (SD = 2.28) durante el confinamiento, F(1, 68) = 8.03, p = .006, η2p = .17.
Aversión a las pérdidas y el papel moderador de la alexitimia
El objetivo de este estudio fue probar si la aversión a las pérdidas aumentó durante el contexto estresante, así como también si la alexitimia moderó este aumento. Para verificar esto, se realizó un control de la alexitimia mediante un ANOVA de medidas repetidas. Se encontró un incremento significativo durante el confinamiento (ver figura 1). El promedio de la aversión a las pérdidas fue 3.74 (SD = 1.6) antes del confinamiento, mientras que durante el confinamiento fue 3.91 (SD = 1.4), F(1, 68) = 7.52, p = .008, η2p = .10. Asimismo, se encontró una interacción significativa de la alexitimia con el momento, F(1, 68) = 6.72, p = .012, η2p = .10, lo cual evidencia que la alexitimia tuvo influencia sobre la evolución de la aversión a las pérdidas.
Para explorar aún estos resultados, se realizó un análisis de moderación en medidas repetidas. La ecuación de regresión resultante fue . Esto indica que, durante el confinamiento, se esperaba un incremento de 2.33 unidades en la aversión a las pérdidas antes del confinamiento, t(69) = 2.7, p = .007. Sin embargo, por cada unidad de alexitimia (W_i) hubo una reducción de .05 unidades en la diferencia en la aversión a las pérdidas, t(69) = –2.5, p = .01. Siguiendo el procedimiento de Johnson-Neyman, se encontraron dos puntos críticos en los niveles de alexitimia (ver figura 2). Las puntuaciones de alexitimia menores a 38.47 experimentaron un incremento significativo en la aversión a la pérdida durante el confinamiento, pero las puntuaciones mayores a 63.57, que indican alexitimia clínica, experimentaron lo contrario. Sin embargo, el último punto está fuera de nuestro rango de datos, y los metodólogos no recomiendan interpretar esos resultados (Montoya, 2019). Finalmente, las puntuaciones entre ambos puntos críticos no mostraron un cambio significativo en su nivel de aversión a la pérdida. Por lo tanto, el incremento en la aversión a la pérdida fue significativo solo cuando el nivel de alexitimia fue bajo (menor a 38.47 puntos).
Nota. Un punto JN es donde el intervalo de confianza alrededor del efecto de la condición intercepta el cero en el eje y. Por lo tanto, el cuadrante sombreado es la región de significación, es decir, aquellos valores de alexitimia para los cuales el cambio en la aversión a las pérdidas es significativo. Como puede observarse, estos cambios son significativos únicamente para valores bajos de alexitimia. Este cuadrante incluye el porcentaje actual de participantes que caen dentro de estas puntuaciones de alexitimia. Finalmente, se observa otra región de significación que no ha sido sombreada (para valores altos de alexitimia); esto se debe a que ninguno de nuestros participantes tienes tales valores altos de alexitimia y los metodólogos recomiendan no interpretar estos resultados.
De igual forma, para explorar si los cambios en el distrés psicológico estaban asociados con cambios significativos en la aversión a las pérdidas y si la alexitimia moderaba esta asociación, se realizó un análisis de moderación con medidas repetidas que incluyó como salida el cambio en la aversión a las pérdidas y, como moderadores, tanto el nivel de alexitimia como el cambio en los síntomas de ansiedad/depresión (es decir, el nivel durante el confinamiento menos el nivel antes del confinamiento). Según nuestro conocimiento, y tal como lo especifica el macro MEMORE, “el procedimiento de Johnson-Neyman no está disponible para modelos con más de un moderador”, pero el método de pendientes simples sí lo está. Utilizando este método, se seleccionaron tres niveles para cada moderador (bajo, medio y alto) de acuerdo con la media más/menos una desviación estándar a partir de la media. Los resultados de este análisis revelaron que el aumento en los síntomas de ansiedad estaba asociado únicamente con un incremento significativo de la aversión a las pérdidas, cuando la alexitimia fue baja y el incremento en la ansiedad fue medio (t(67) = 2.47, p = .016) o alto (t(67) = 2.24, p = .02). Para menores niveles de incremento en la ansiedad y niveles medios o altos de alexitimia, no se observaron cambios significativos en la aversión a las pérdidas. Sin embargo, el aumento en los síntomas de depresión estuvo asociado con el aumento significativo en la aversión a las pérdidas para todos los niveles de cambio en la depresión: bajo (t(67) = 2.25, p = .02), moderado (t(67) = 2.59, p = .011) y alto (t(67) = 1.94, p = .04), siempre que el nivel de alexitimia fuese bajo. De lo contrario, no se encontraron cambios significativos en la aversión a las pérdidas para ningún nivel de cambio en los síntomas de depresión.
En resumen, el distrés psicológico (síntomas de ansiedad y depresión) estuvo asociado con incrementos significativos en la aversión a las pérdidas, cuando el nivel de alexitimia fue bajo. Por el contrario, para niveles de alexitimia moderados o altos, aún si el distrés psicológico empeoraba, no se encontraron cambios significativos en la aversión a las pérdidas.
Conclusiones y discusión
Los estudios previos abordaron cómo el estrés influye sobre la toma de decisiones y, específicamente, el impacto psicológico de las pérdidas o la aversión a las pérdidas. Sin embargo, la mayoría utilizaron estresores agudos y artificiales, muchos de los cuales afectaron sólo a nivel fisiológico, pero no produjeron distrés psicológico (Margittai et al., 2018; Pighin et al., 2014). Sin embargo, en nuestro estudio tuvimos la oportunidad de abordar un estresor real y persistente, derivado de la situación de pandemia de COVID-19. Nuestros resultados, obtenidos a través de un diseño intrasujeto, indican que este contexto estresante produjo un aumento significativo en el distrés psicológico y, como se esperaba, un nivel más alto de aversión a las pérdidas sólo un mes después del inicio del confinamiento. Asimismo, la alexitimia jugó un importante papel moderador, amortiguando el incremento de la aversión a las pérdidas. A continuación, se discuten en profundidad estos resultados.
Primero, se evaluó el distrés psicológico utilizando el cuestionario GHQ-12 que proporciona información acerca de los síntomas de ansiedad y depresión. Como era de esperar, los síntomas tanto de ansiedad como de depresión incrementaron significativamente con respecto a sus valores medidos antes del confinamiento, lo cual evidenciaría que el contexto estresante de pandemia produjo un distrés psicológico significativo. Los umbrales para determinar la sintomatología pueden variar (Goldberg et al., 1998), pero una referencia adaptada del manual GHQ original (Goldberg y Williams, 1988) indica 8 puntos para síntomas depresivos y 4 para síntomas de ansiedad. En promedio, durante el confinamiento nuestra muestra presentó puntuaciones mayores a estos umbrales tanto para depresión (M = 9.69, SD = 4.7) como para ansiedad (M = 6.23, SD = 2.28). Pero el aspecto más preocupante es que estos niveles se alcanzaron en sólo un mes. Dado que el GHQ-12 es un buen predictor de desórdenes psiquiátricos en desarrollo (Gnambs y Staufenbiel, 2018), no es sorprendente que, meses más tarde, varios estudios sistemáticos y meta análisis resaltaron que la prevalencia de todas las formas de depresión, ansiedad, estrés, problemas de sueño y distrés psicológico en la población en general fue más alta durante la pandemia de COVID-19 (Lakhan et al., 2020; Salari et al., 2020).
Sin embargo, el objetivo principal de este estudio fue analizar cómo este distrés psicológico afectó la percepción de las pérdidas económicas y, por lo tanto, la toma de decisiones. Tal como se estableció en las hipótesis, y en relación con la evidencia previa de sobrevivientes de contextos estresantes (Iwasaki y Sawada, 2015), la aversión a las pérdidas aumentó durante el COVID-19, lo que se corresponde con el papel estimulador que, se cree, ejerce el distrés psicológico sobre la red de saliencia (Hermans et al., 2014, 2011). Entonces, esto promovería un aumento de actividad en regiones tales como la amígdala o ínsula, las cuales, a su vez, constituyen los nodos principales de aversión a las perdidas en el cerebro (Sokol-Hessner y Rutledge, 2019). Por lo tanto, este contexto causaría un estado de alerta que proporciona mayor saliencia a las pérdidas y aversión a las pérdidas conductual (Margittai et al., 2018).
Debe notarse que una mayor aversión a las pérdidas no es buena o mala per se (Sokol-Hessner et al., 2016). De acuerdo con el enfoque clásico de racionalidad económica (Camerer, 2003), la aversión a la pérdida es un fenómeno emocional que dificulta la toma de decisiones lógicas o con base en reglas. Sin embargo, siguiendo el enfoque de racionalidad ecológica (Gigerenzer y Gaissmaier, 2011), la aversión a las pérdidas debe ser analizada en términos de su contexto. Entonces, un aumento en la aversión a las pérdidas podría considerarse adaptativa, llevando a decisiones más cautelosas. De hecho, el reciente estudio de Presti et al. (2022) encontró que la orden de confinamiento se acató mejor en personas que tenían una elevada aversión a las pérdidas. Sin embargo, dado que los desórdenes ansiosos y depresivos están usualmente asociados con mayores niveles de aversión a las pérdidas (Baek et al., 2017; Sip et al., 2018), nuestros resultados también pueden constituir evidencia adicional del empeoramiento en la salud mental. Así, en vez de decisiones cautelosas, la aversión a las pérdidas podría representar una toma de decisiones inadecuada como la que comúnmente se observa en estados de ánimo o desórdenes ansiosos (Alexander et al., 2017; Bishop y Gagne, 2018). Por lo tanto, sería importante estudiar en mayor profundidad si la aversión a las pérdidas continuó creciendo, así como también obtener medidas conductuales adicionales, con el fin de analizar si este fenómeno estuvo relacionado sólo con la prevención del riesgo o, por el contrario, llevó a la indecisión y otras vías inadecuadas de decisión, típicas en estados de ansiedad y depresión (Alexander et al., 2017; Bishop y Gagne, 2018; Pushkarskaya et al., 2017).
Una posible explicación es que el incremento en la aversión a las pérdidas puede ser adaptativa en las primeras etapas de este contexto de pandemia, pero si el distrés psicológico se agrava a través del tiempo, la aversión a las pérdidas puede eventualmente llegar a ser muy alta y llevar a decisiones inadecuadas. De hecho, nuestros datos corroboran que el mayor distrés psicológico anticipó aumentos en la aversión a las pérdidas, al menos parcialmente. En consecuencia, podrían encontrarse mayores niveles de aversión a las pérdidas cuando la salud mental empeora. Sin embargo, un hallazgo importante de nuestro estudio es que la alexitimia parece jugar un papel clave en la evolución de la aversión a las pérdidas. Una menor alexitimia estuvo asociada con un mayor aumento de la aversión a las pérdidas. De hecho, para niveles de alexitimia por encima de 38 puntos, no se encontraron cambios significativos en la aversión a las pérdidas. Este resultado estaría alineado con la evidencia que señala que la alexitimia podría dificultar la incorporación de estados emocionales (tal como el afecto negativo derivado del distrés psicológico) en el proceso de decisión, llevando a decisiones “frías” o racionales (Manzoor et al., 2021; Shah et al., 2016; Zhang et al., 2017). Adicionalmente, nuestros análisis de moderación también mostraron que mayores síntomas de ansiedad y depresión estaban asociados con un aumento significativo a la aversión a las pérdidas cuando los niveles de alexitimia fueron bajos.
Una explicación podría obtenerse a partir de estudios de neuroimágenes. Como se explicó anteriormente, las bases cerebrales de la aversión a las pérdidas (Sokol-Hessner y Rutledge, 2019) involucran un sistema aversivo (principalmente la amígdala y la ínsula) que reacciona de manera desproporcionada a las pérdidas y envía la información a la corteza prefrontal (principalmente a las regiones dorsolateral y ventromedial) para ser sintetizada y determinar las decisiones. Bajo condiciones de ansiedad o depresión (aun subclínica), varios estudios mostraron un incremento en la reactividad de la amígdala y de la ínsula (por ejemplo, Klumpp et al., 2012; Laeger et al., 2012; Stein et al., 2007). Dado que estas regiones son los centros principales de aversión a las pérdidas, puede explicarse por qué este fenómeno es usualmente alto en estos desórdenes (Alexander et al., 2017; Bishop y Gagne, 2018). Sin embargo, también se ha observado que la alexitimia se caracteriza por hipoactividad de la corteza prefrontal ventromedial, así como también conectividad reducida entre esta región y la ínsula (Sutherland et al., 2013). Esto se ha propuesto como el mecanismo mediante el cual las respuestas emocionales no son incorporadas adecuadamente en el proceso de decisión (Kano et al., 2011; Zhang et al., 2017). De igual forma, a pesar de que aumentan los síntomas de ansiedad y depresión, y con ello la actividad del sistema aversivo, la aversión a las pérdidas puede mantenerse baja ya que la información emocional puede tener dificultades para llegar a la corteza prefrontal cuando la alexitimia es alta. Sin embargo, se requiere más investigación para abordar los mecanismos específicos que explican nuestros resultados. De hecho, no debe olvidarse que la naturaleza del estudio es correlacional y no experimental, por lo que también pueden ser plausibles las explicaciones en la dirección opuesta. Por ejemplo, puede ocurrir que existan aumentos en la aversión a las pérdidas, pero sólo aquellos con baja alexitimia desarrollaron más síntomas de ansiedad y depresión. Por lo tanto, puede ser muy útil utilizar técnicas neurofisiológicas y neuropsicológicas objetivas para abordar estos aspectos.
De hecho, una de nuestras principales limitaciones es que este es un estudio natural y los participantes no pudieron venir al laboratorio para tomar ese tipo de mediciones. Además, debido a la emergencia de la situación, no se estudiaron otras variables preconfinamiento que también podrían ser importantes. Adicionalmente, nuestros datos deben ser interpretados con base en la muestra específica: gente joven, con estatus socioeconómico medio, y que estuvieron acompañados durante el confinamiento. Es probable que otros factores, tales como la soledad o una condición económica precaria, puedan llevar a resultados diferentes. Sería necesario replicar nuestro estudio en muestras más amplias para verificar si nuestros resultados se pueden extrapolar más allá de jóvenes estudiantes de psicología. Por otra parte, todos los análisis fueron replicados, incluyendo la variable género. Los resultados fueron muy similares, y la variable género no mostró resultados principales significativos ni efectos de interacción. Sin embargo, la muestra fue desproporcionada, y esta conclusión no debe tomarse de manera firme, ya que los análisis podrían no ser suficientes. De hecho, hay evidencia de que el género influye en las respuestas emocionales al estrés, teniendo los hombres menos probabilidades de desarrollar síntomas psicológicos (Liu et al., 2020; Moccia et al., 2020). Por lo tanto, en el futuro sería necesario incorporar una muestra más grande y balanceada.
A pesar de las limitaciones, nuestro estudio fue un primer paso para entender cómo el contexto estresante generado por el COVID-19 influyó en la toma de decisiones, y específicamente en la aversión a las pérdidas. Como puede verse, nuestros datos muestran que existe una relación entre el distrés psicológico, la alexitimia y la aversión a las pérdidas que debe ser considerada, más allá de prestar atención a las diferentes variables, separadamente o en pares. Entonces, el distrés psicológico parece aumentar la aversión a las pérdidas siempre que el nivel de alexitimia sea bajo. Futuras líneas de investigación deben abordar si la mayor aversión a las pérdidas en un contexto amenazante como el COVID-19 debe entenderse como un factor protector o, por el contrario, como una manifestación de una salud mental más afectada. Además, se debe incluir a la alexitimia en futuros estudios sobre toma de decisiones y estrés, ya que parece ser un factor importante en el proceso de decisión.