1. Introducción
El contenido del presente artículo forma parte de un proyecto de investigación basado en la documentación obrante en el Archivo General de la Administración del Ministerio de Educación español (AGA, Alcalá de Henares, Madrid) referente a la Junta Nacional de Reconstrucción de Templos Parroquiales de la Dirección General de Regiones Devastadas, con apoyo en fuentes de la época1 y bibliografía especializada.2 Su desarrollo se centra en las reconstrucciones de edificios religiosos llevadas a cabo durante el primer franquismo en la provincia de Alicante. Se trata de analizar, no sólo la problemática arquitectónica y estilística sino también la ideología subyacente -presente en estos edificios-, el papel de los arquitectos así como los aspectos económicos a través de sus proyectos de obra.
El golpe de estado del General Franco, el 18 de julio de 1936, supuso, entre otros, un cambio radical en la organización gubernativa de España. La Junta Técnica de Estado, constituida el 1 de octubre de 1936, se transformó en Gobierno con sus diferentes ministerios; el de Gobernación incluyó Reparaciones (BOE, enero 1938) y llevó a cabo sus funciones a través del Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones hasta 1939 (Mas Torrecillas, 2008, p. 82), fecha en la que se transformó en Dirección General de Regiones Devastadas con el objetivo de rehabilitar zonas urbanas y edificios dañados por la guerra (decreto de 25 de marzo de 1938). Posteriormente, se le adscribió la Junta Nacional de Reconstrucción de Templos Parroquiales (BO2, 27 de junio 1941), integrada por una Junta Central en Madrid, de la que dependían las correspondientes en cada diócesis y de éstas, las locales o parroquiales (Cerceda, 2012, p. 331).
Los cambios políticos determinaron una “nueva” arquitectura, en gran medida inspirada por la Falange. En este sentido, se intentó crear un modelo arquitectónico acorde con el régimen (Asamblea Nacional de Arquitectos, 1939) sin llegar a conseguirlo plenamente, dirigido fundamentalmente a la arquitectura oficial y a las reconstrucciones aunque también a otras obras y edificaciones. Las bases de ese nuevo modelo tendieron hacia una arquitectura distinta a la republicana, por contraposición ideológica con unos diseños centrados en la tradición (escurialense, de los Austrias, de Villanueva o regionalista) y, en menor medida, una cierta inspiración en la arquitectura y el urbanismo del Fascismo italiano y del Nazismo alemán.3 Dentro de la línea historicista, El Escorial suponía el recuerdo de la España Imperial, materializada en un edificio que constituía a la vez, un alarde de perfección técnica y el símbolo supremo del glorioso imperio de Felipe II, que el Franquismo perseguía emular.
Así, la línea tradicional fue la que obtuvo una mayor aplicación en las reconstrucciones religiosas. Dichas reconstrucciones y reparaciones religiosas fueron muy abundantes,4 dado que la Iglesia Católica constituía un pilar fundamental del régimen y que considerando la condición de “cruzada” de la Guerra Civil, el Estado estaba obligado a resarcirla de los daños causados por aquélla. En muchos casos de destrucción total, se pretendía reconstruir el edificio en su estilo original y de modo fidedigno.5 En los proyectos de reconstrucción, los arquitectos realizaban frecuentemente sus planos y alzados a partir de los restos de la planta y antiguas fotografías de los templos preexistentes; sin embargo, en la ejecución de la obra, dichos proyectos variaban tanto en la estructura como en las formas y decoración, modificando su estilo.
La inclinación hacia la arquitectura tradicional del Estado franquista, no obstante, contaba ya con largos precedentes que se remontaban al siglo
XIX. Así, a principios del siglo XX, el insigne historiador de la arquitectura, Vicente Lampérez y Romea, en el VI Congreso Nacional de Arquitectura de 1915, criticaba el olvido del “arte patrio” y abogaba por la inspiración en la arquitectura histórica (Cabrera, 2010, p.44). Del mismo modo, el prestigioso arquitecto Víctor D’Ors, en 1938, ensalzaba “la vena auténtica de nuestra tradición” y defendía su aspiración imperial (p.209). Por otro lado, durante la República, los grupos fascistas habían tomado
como ejemplo el Nacionalismo de otras formciones extranjeras similares como Acción Francesa, Integralismo Portugués o la Asociación Nacionalista Italiana. Tras la guerra, esta idea de una arquitectura tradicional renovada, ahora símbolo del nuevo régimen, volverá a replantearse (Box, 2009) siendo fruto de un debate teórico durante los años cuarenta 6 y decantándose final y mayoritariamente por la inspirada en Herrera y Villanueva y, muy en particular, en el símbolo de El Escorial.7
La Falange fomentó el tradicionalismo en todas las facetas del Estado, con José Antonio Primo de Rivera y Onésimo Redondo a la cabeza; El Escorial estuvo presente como modelo arquitectónico en diversos teóricos falangistas. Rafael Sánchez Mazas declaró: “El Escorial resume toda nuestra conciencia, ordena toda nuestra voluntad y corrige implacable el menor error en nuestro estilo” (Portela, 2002, p. 338-339).
Pero, sin duda, fue Ernesto Giménez Caballero8 quien defendió, con mayor acento, el modelo simbólico-arquitectónico escurialense, propugnando que esos principios tradicionales “(...) clásicos, cristianos, catolicistas e imperiales” fuesen “expresados a través de una arquitectura desnuda, masiva y proporcional” (Portela, 2002, p.339). El autor falangista crea un cuerpo doctrinario estrechamente ligado con el arte, a partir de tres publicaciones fundamentales: Genio de España. Exaltaciones a una resurrección nacional y del mundo (1932); Arte y Estado (1935) y Roma madre (1939) (Giménez, 1932). Es primordialmente en la segunda obra donde plantea la relación entre el Arte, el Estado y los artistas; establece así los cimientos para la estructuración de un arte y una arquitectura fascista porque para el autor “el fascismo está saturado de espacio”(Santiáñez, 2007, p.35), de allí su redirección por El Escorial que “representa el estado totalitario” (Santiáñez, 2007, p.339) y lo eleva a “ideal jerárquico, estático, transtemporal y totalitario del futuro Estado fascista” (Santiáñez, 2007, p.340)como máximo exponente de la gloria imperial española: “La imagen más sublime de lo que España quiso ser, fue y desearía volver a ser” (Pérez de Tudela,1996,1011).
Del mismo modo, otros reputados escritores falangistas se expresaban en el mismo sentido. Dionisio Ridruejo y Pedro Laín Entralgo, en el editorial fundacional de la revista literaria Escorial en 1940, proclamaban: “(...) es la suprema forma creada por el hombre español como testimonio de su grandeza... es religioso de oficio y militar de estructura: sereno, firme, armónico... como un estado de piedra” (1940); el destacado arquitecto, Luis Gutiérrez Soto, artífice de un Escorial en pequeño (El Ministerio del Aire, Madrid, 1940-51), declaraba: “El Escorial, como precursor de la sencillez, ha de marcar el camino de una arquitectura estatal netamente española” (Fullaondo, 1971, pp.25-26)
2. Desarrollo
Como se ha apuntado, en las reconstrucciones religiosas fue frecuente la modificación de los proyectos a la hora de ejecutar la obra, máxime teniendo en cuenta que en general las construcciones se alargaban en el tiempo por el retraso en las asignaciones económicas del Gobierno (JNRTP). Dichos cambios en los proyectos dieron pie, en algunos casos, a la sustitución de la estética original por una simplificación de formas que evocaba claramente el espíritu de austeridad herreriano-escurialense, evidenciado en las tres iglesias en estudio, situadas en dos importantes ciudades alicantinas.
El caso más singular lo representa la Iglesia de Santa María de Alcoy, una de las dos grandes parroquias de la localidad, cuyo proceso constructivo ha sido investigado a partir de la documentación correspondiente a la Junta Nacional de Reconstrucción de Templos Parroquiales, compuesta por diversos documentos, textuales y gráficos,9 al igual que los otros edificios. La iglesia original del siglo XVIII fue incendiada en 1936 y luego desmontada piedra a piedra, quedando reducida a un solar. El proyecto de reconstrucción, firmado en Valencia en diciembre de 1942, corrió a cargo de los arquitectos Vicente Valls Gadea, Pablo Soler Lluch y Roque Monllor Boronat.10 Lo más sorprendente es que dicho proyecto planteaba, según sus planos, alzados y dibujos, la reproducción exacta de la antigua iglesia preexistente, como puede verse en un dibujo de Valls Gadea que presenta la reconstrucción interior, copiado de una antigua fotografía, con su característica decoración barroca (Figura 1).
Sin embargo, tras la conclusión de las obras, el resultado es un espacio desnudo que se asemeja al interior de la Basílica del Monasterio de El Escorial; el uso de las bóvedas de lunetos exentas de decoración barroca, el empleo de las pilastras toscanas que en el proyecto se pretendían corintias así como la traza de la cúpula (Figuras 2 y 3) configura todo ello un espíritu de austeridad muy próximo al concebido en la Basílica de El Escorial11 (Figura 4).
La similitud se hizo más evidente cuando, en 1957, el pintor Ramón Castañer decora parte de sus bóvedas (Botella, 2007) recordando los frescos de Luca Cambiaso en la Basílica escurialense. Por último, la fachada principal presenta un remate en forma de frontón inspirado en la portada del Monasterio; compárese la decoración del tímpano, la bola en el ángulo superior y la forma de las terminaciones laterales inferiores.
Fuente: Archivo General de la Administración, Fondo Dirección General de Regiones Devastadas, TOP-76-11-CA-03500-00007-036
Fuente: Archivo General de la Administración, Fondo Dirección General de Regiones Devastadas, TOP-76-11CA-03500-00007-059
Fuente: Archivo General de la Administración, Fondo Dirección General de Regiones Devastadas, TOP-76-11-CA-03500-00007-060
La iglesia de San Mauro y San Francisco de Alcoy es la otra gran parroquia de la Ciudad, corrió la misma suerte durante la guerra y, asimismo, ha sido estudiada a partir de la documentación del AGA,12 cuya memoria y primer proyecto de reconstrucción son firmados en Madrid, el 15 de marzo de 1943,13 por el arquitecto César Cort Botí si bien, al 31 de octubre de 1948, el templo no estaba terminado, según se evidencia en el dossier enviado a la JNRTP, compuesto por 32 fotografías y 4 dibujos.14.
Fuente: (España) Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de la Administración, Fondo Dirección General de Regiones Devastadas, TOP-76-11CA-03502-00001-041
La iglesia recibe la misma impronta de austeridad escurialense que su vecina de Santa María, aunque aminorado su efecto por la utilización de arcos torales deprimidos; en cambio, la adustez herreriana queda reflejada en el empleo de la piedra sillar (Figura 5), algo totalmente contrapuesto a los enlucidos barrocos, estipulado con claridad por el propio arquitecto: “La construcción del edificio se propone llevarla a cabo con sillería sin revocos de ningún género, tanto en el interior como en el exterior”;15 acentúa todavía más la severidad del espacio, la adopción de las rigurosas pilastras dóricas aunque el aspecto interior del templo fue transformado posteriormente, anulando el pretendido efecto. Por otra parte, las formas externas sufren una drástica simplificación y reestructuración con respecto al proyecto y al edificio original. La torre octogonal ejecutada no concuerda con la original de la antigua fábrica de planta cuadrada, aplicando el arquitecto en sus paramentos una decantación de volúmenes casi racionalista; además, se cambia su ubicación respecto de su situación en el plano del proyecto. Pero la transformación más destacada, la experimenta la fachada principal pues prescinde del hastial curvilíneo barroco para levantar una pantalla clasicista cuya estructura de pilastras recuerda directamente los cuerpos bajos de las torres inconclusas de la Catedral de Valladolid (Figuras 6 y 7) de Juan de Herrera.16
La tercera obra es la Capilla del Santísimo de la Iglesia de El Salvador de Elche. La antigua parroquia de El Salvador databa de 1705 fue destruida en 1936, según consta en la memoria y el proyecto de reconstrucción, fechados en Elche, a 15 de febrero de 1945 y firmados por el arquitecto Antonio Serrano Peral.17. No nos referiremos a la iglesia en su conjunto que imita la parroquial renacentista de Callosa de Segura (1535-1569). El edificio se proyecta sobre grandes soportes clásicos que impresionan por el vértigo de su altura, pero en la pequeña capilla del Santísimo, varía radicalmente su planteamiento introduciendo el simplismo estructural y decorativo emanado de lo herreriano; hace uso de bóvedas con lunetos, entablamento desnudo y, en este caso, pilastras jónicas (Figura 8). Las variaciones de estilo y las sorpresivas combinaciones de formas y elementos fueron comunes en las obras de Serrano Peral (Martínez Prades, 2015) quien reconstruyó numerosos edificios religiosos en la provincia de Alicante.
Fuente: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de la Administración, Fondo Dirección General de Regiones Devastadas, TOP-76-11-CA-03502-00001-038
En cuanto a los autores de las obras, los artífices de las restauraciones de la posguerra fueron generalmente arquitectos de prestigio, puestos al servicio del régimen porque la dificultad que entrañaba el diseño y ejecución de los edificios religiosos requería un alto nivel profesional para llevarlos a cabo. Aunque utilizaban frecuentemente materiales modernos como el ladrillo y el hormigón para las estructuras, debían mantener las formas historicistas en construcciones de grandes dimensiones. Y así nos lo confirman las autorías de los edificios en cuestión.
En el caso de Santa María de Alcoy, entre los tres arquitectos firmantes del proyecto, Vicente Valls Gadea (Alcoy, 1895-1974, titulado en 1922) es, sin duda, su personalidad más destacada. Practicó el racionalismo durante los años treinta y realizó múltiples proyectos en Valencia; además, de ostentar el cargo de arquitecto municipal en dicha Ciudad y en otras localidades valencianas. Su arquitectura sufre una adaptación tras la guerra, pues pasa a adecuarse a los postulados del nuevo régimen con el proyecto de Santa María y otros edificios en Valencia dentro de una línea tradicionalista (Martínez, 2014).
También Pablo Soler Lluch (Valencia, 1908-1994, titulado en 1933) trabajó activamente en su Ciudad, con algunas obras ligadas al racionalismo, adaptándose después a las condiciones del Estado franquista, como lo corrobora su participación en Santa María y, en especial, en la construcción ex novo de la parroquia del Ángel Custodio en Valencia (1944-1946) en estilo barroco (Martínez, 2015) Roque Monllor Boronat (Alcoy, 1910-1994, titulado en 1940) desarrolló su actividad en Alcoy (Varela, 2001, p. 186).
En cuanto a la iglesia de San Mauro y San Francisco, su arquitecto, César Cort Botí, fue una de las más relevantes personalidades de la profesión en la España de su época. Oriundo de Alcoy (1893-1978) y titulado en 1916, estableció su residencia en Madrid, donde obtuvo la primera cátedra española de Urbanismo (Urbanología) en la Escuela de Arquitectura en 1918. Fue académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y presidente del Instituto Juan de Herrera; así mismo participó en concursos y actuaciones en diversas provincias y elaboró los planes urbanísticos para Salamanca (1925), Murcia (1926), Burgos (1928), Madrid (1929), Ceuta (1930), poblados del Guadalquivir y del Guadalmellato (1933), Montjuic en Barcelona (1935), Valladolid (1938), Badajoz (1940) y La Coruña (1942).18 A partir de la contienda civil, su labor como arquitecto se orientó hacia el clasicismo,19 aspecto que ya hemos destacado por su tendencia escurialense, algo que no debe extrañar, dada la influencia ideológica del Franquismo y por el conocimiento directo del estilo debido a su experiencia profesional.
El tercer arquitecto, el ilicitano Antonio Serrano Peral (1928-1968), autor de la Iglesia de El Salvador de Elche, cuya Capilla del Santísimo hemos tratado, constituyó una de las figuras más importantes de la arquitectura alicantina del momento; fue desde 1939 arquitecto diocesano del Obispado de Orihuela y vocal de la Junta Diocesana de Reconstrucción de Templos Parroquiales a partir de 1941, con 42 proyectos arquitectónicos en la provincia,20 dos de los cuales fueron publicados en la Revista Nacional de Arquitectura (Serrano, 1945). Su estilo, inclasificable, combinaba el populismo con las tendencias historicistas presentando, en ocasiones, sorpresivas propuestas que sobrepasaban los estrechos límites de la ortodoxia franquista; por otra parte, fue autor de obras racionalistas pasada la guerra civil (Martínez, 2015).
En relación a los materiales y presupuestos, no se repararon en gastos para la erección de estas iglesias porque a pesar de la utilización de materiales modernos, los templos debían estar recubiertos con materiales tradicionales para la consecución de su aspecto historicista. En este sentido, en la iglesia de Santa María de Alcoy, se previeron muros de mampostería y sillería, ladrillos en arcos, bóvedas y cúpulas, rellenas de hormigón; todo ello con enlucidos de cal. La fachada exterior en sillería y las vidrieras con hierro emplomado, ascendiendo el presupuesto a 5.696.001,34 de pesetas, incluyendo el segundo presupuesto para su conclusión.21
En el caso de San Mauro y San Francisco se hace uso de la mampostería recubierta de sillería22 en la fachada exterior, en muros interiores y en las cúpulas; con un presupuesto que llega a los 6.385.126,5 de pesetas.23 En relación a El Salvador de Elche, el presupuesto cifrado en 1.619.342,89 de pesetas24 no especifica el montante dedicado a la Capilla del Santísimo mientras que su interior sufre también un proceso de ocultación de los materiales modernos.
3. Conclusiones
Los arquitectos estudiados asumen la línea historicista impuesta por el régimen y, en especial, la derivada de la estética herreriana y escurialense.
Dichos arquitectos ajustan su forma de hacer a las exigencias del nuevo Estado. Cambio evidenciado en Valls Gadea y Soler Lluch quienes pasan de proyectar obras en la órbita el movimiento moderno a la realización de otras basadas en la tradición. También César Cort se inclina hacia el clasicismo tras la guerra (Jaén & Urbán, 1999, p. 19) y se adapta políticamente, pues había sido concejal monárquico en el Ayuntamiento de Madrid durante la II República (García González, p. 6, 2013). Serrano Peral desarrolló en todo momento diversos estilos y tipologías edificatorias, abundando en las religiosas por su condición de arquitecto diocesano; pero asimismo mostró, tras la contienda civil, su disposición para la colaboración con el régimen.
Se pone de manifiesto el despilfarro económico en grandes estructuras historicistas y costosos materiales como la piedra, durante la posguerra española; época caracterizada por la autarquía y el racionamiento. Recordemos las sumas invertidas en estos templos:
Santa María de Alcoy: 5.696.001,34 de pesetas.
San Mauro y San Francisco de Alcoy: 6.385.126,5 de pesetas.
Estas tres iglesias nos sirven de referencia acerca de las cuantiosas inversiones en reconstrucción religiosa en España, pero son sólo tres edificios; consideremos ahora las 33 intervenciones registradas en la JNRTP para la Diócesis de Orihuela Alicante y las cientos de las mismas efectuadas en todo el país únicamente en edificios religiosos.
En síntesis, se ha pretendido mostrar no sólo los aspectos relativos a los modos arquitectónicos y estilísticos imperantes en la época, sino también sus vinculaciones ideológicas y, del mismo modo, la posición de los arquitectos y la dimension económica de los proyectos en el contexto de la posguerra.