INTRODUCCIÓN
En la actualidad, la aparición temprana de las enfermedades mentales se ha convertido en un problema global. La Organización Mundial de la Salud (OMS 2021) señala que la mitad de los trastornos mentales inician entre los 10 y 14 años. Según una encuesta realizada a 4500 niños y adolescentes en Ecuador; de ellos, 4 de cada 10 manifestaron sentir mucha angustia y estrés (Unicef 2020). Esta condición resultó ser más frecuente en los adolescentes que estudiaban en educación básica superior o bachillerato.
La OMS (2016) mediante la Encuesta Demográfica y de la Salud Familiar-ENDES determinó que 1 de 4 individuos entre 7 y 17 años presenta baja autoestima junto a síntomas de depresión, ansiedad y estrés postraumático. La población total de esta encuesta fue de 25000 estudiantes, se concluyó que más de la mitad de los adolescentes poseen pocas personas en quienes confiar. Castillo (2020) confirma lo anterior al señalar que el 65 % de las familias ecuatorianas son disfuncionales, generando principalmente problemas en la vida de los hijos como baja autoestima, inseguridad o depresión.
En consecuencia, las enfermedades mentales suelen tener su origen en la adolescencia, una de las etapas más críticas en el desarrollo de la autoestima o amor propio, donde la autoaceptación se convierte en el factor determinante para la adaptación del adolescente al medio y el desarrollo de su personalidad. Esto evidencia la necesidad de un apoyo o guía para este, de ahí la relevancia de la funcionalidad familiar para fortalecer la autoestima.
Duclos, Laporte y Ross (2003) indican que la adolescencia es el periodo de transición entre la niñez y adultez temprana; por lo tanto, en esta etapa se producen vicisitudes fugaces y relevantes cambios físicos y emocionales. Los adolescentes enfrentan diversos conflictos y necesitan de una adecuada autoestima; satisfacer esta condición puede tener un gran impacto en sus otras necesidades (Saavedra 2004).
De acuerdo al desarrollo vital general, la autoestima se acrecienta hasta la adolescencia, sin embargo, en la mayoría de adolescentes a menudo se reduce (Páramo 2009). Al respecto, el estudio realizado por Riquelme, García y Serra (2018) demuestra que más mujeres que varones revelan una disminución rápida en la autoestima durante la adolescencia temprana.
Por su parte, Saavedra (2004) menciona que la autoestima como mecanismo de autoprotección psicológica permite apreciar el valor de sí mismo; consecuentemente, incide directamente en la salud mental y formación de la personalidad. Desde el enfoque de Maslow (1991), los individuos con alta autoestima presentan rasgos competentes, seguros y exitosos, mientras que aquellos con baja autoestima suelen tener sentimientos de inferioridad, frustración, desesperanza y, por ende, padecen trastornos mentales.
La autoestima puede verse influenciada por diversas causas, entre las principales: los amigos, el colegio y factores internos (Tacca, Cuarez y Quispe 2020); no obstante, el rol de la familia en el desarrollo de la autoestima parece ser indiscutible (Panesso y Arango 2017). Rivera y Proaño (2017) señalan que la familia es el elemento fundamental en el desarrollo del carácter humano.
Las personas desde el nacimiento hasta la muerte se forman dentro de casa; consiguientemente, la madurez física, mental y social tiene origen en la familia (Ahedo, Caro y Fuentes 2021). Esta, al convertirse en el núcleo de la sociedad, es el primer proveedor de las necesidades de todos sus miembros (Romero y Giniebra 2022). Por lo tanto, si la familia cumple con sus funciones con responsabilidad, proporciona al mundo individuos con una mejor calidad de vida, los cuales generarán un impacto positivo en su entorno personal, social, escolar y laboral (Troncoso y Soto 2018).
La funcionalidad familiar, el entorno y las conductas parentales influyen en la salud mental y física de los adolescentes; en tal sentido, un estudio efectuado en Lima por Quiroz, Quiroz y Vázquez (2022) plantea que el funcionamiento familiar impacta en la autoestima de los adolescentes, al existir relación entre las dimensiones cohesión familiar, adaptabilidad familiar y autoestima. En efecto, lo vivido dentro del hogar y su funcionalidad es el elemento clave en la construcción del autoconcepto y atenúa las crisis presentes y futuras en los adolescentes (Urdiales y Segura 2019).
Santos y Larzabal (2021) en su investigación sobre la relación del apego, autoestima y funcionamiento familiar en los estudiantes de Riobamba, deducen que el apego seguro tiene el mayor nivel de correlación significativa y positiva con respecto a la autoestima y funcionamiento familiar (P < 0.01); las conclusiones establecidas en este estudio apoyan la importancia del apego para el desarrollo adecuado del autoconcepto y el funcionamiento familiar.
Otro estudio ejecutado por Castillo y Merino (2018) a 25 niños de familias desintegradas, establece que la causa principal de la desorganización familiar es el alcoholismo, lo cual afecta directamente al desarrollo emocional de los niños y a su baja autoestima. En tanto, Honorato et al. (2019), quienes investigaron a adolescentes de 15 a 18 años, demuestran que aquellos pertenecientes al grupo de estructura familiar inestable obtuvieron menor puntuación en autoestima y mayor en riesgo suicida.
Comúnmente, la disfuncionalidad familiar origina las catástrofes de la sociedad, ya que la incompetencia del hogar afecta negativamente en la conducta del niño (Azuara et al. 2020), mientras que la funcionalidad familiar aporta, apoya y cría individuos útiles para la colectividad (González et al. 2018).
METODOLOGÍA
La investigación que sirvió de origen al presente artículo se desarrolló con base en el paradigma pos-positivista. Se empleó un enfoque de investigación cuantitativa, en razón de su alto “alcance explicativo y predictivo, así como a su firme proceso de estimar el error propio de toda inferencia” (Cuenya y Ruetti, 2010, p. 276).
Además, se aplicó un diseño no experimental de corte transversal, puesto que los datos fueron recogidos en un período específico, con un alcance descriptivo y correlacional. El diseño descriptivo tiene como objetivo presentar y describir las características específicas de una variable, mientras que el diseño correlacional establece el estado de relación que puede existir entre dos o más variables (Ramos 2015), en este caso: funcionalidad familiar y autoestima en el entorno estudiado.
Para iniciar, se aplicó un muestreo no probabilístico por conveniencia con criterios de inclusión, a partir de un universo poblacional de 300 adolescentes de la Unidad Educativa Fe y Alegría situada en Ambato, Ecuador. La muestra final estuvo comprendida por 285 adolescentes: 133 hombres y 152 mujeres, con una media de 13,81 años, el valor mínimo fue 12 años, el máximo 16 años y una desviación estándar de 1,31.
Los criterios de inclusión establecidos fueron:
Rango de edad entre 12-16 años.
Estar legalmente matriculados en la institución antes mencionada.
Tener el consentimiento informado de sus padres o tutores.
Aceptación voluntaria de participar en el estudio.
Presentar habilidades intelectuales y físicas básicas para el desarrollo óptimo de la evaluación.
Los criterios de exclusión fueron los siguientes:
Presentar un diagnóstico de algún tipo de discapacidad a nivel físico o intelectual que impidiera o limitara el óptimo desarrollo y comprensión de la evaluación.
De acuerdo a los principios éticos, el estudio se fundamentó en la declaración de Helsinki, respetándose el principio de autonomía, confidencialidad, privacidad y anonimato de los participantes (Manzini 2000), para lo cual, desde el momento inicial de la evaluación se procedió a la entrega de un documento para obtener consentimiento informado previo a los instrumentos psicométricos, con la finalidad de informar a los participantes sobre los objetivos del estudio y garantizar que los datos entregados fueran usados únicamente con fines científicos. Estos principios están basados en las normas éticas establecidas para las investigaciones en seres humanos (Rodríguez 2017).
Para la recolección de datos relevantes y caracterizar a la población, se aplicó una ficha sociodemográfica donde se solicitaron los siguientes datos: género, edad, estado civil, discapacidad e información sobre la composición familiar.
El instrumento utilizado para recolectar datos sobre funcionamiento familiar fue la prueba de Percepción del Funcionamiento Familiar (FF-SIL), elaborada por Ortega, De la Cuesta y Días (1999) en Cuba, con un alfa de Cronbach de 0,89 (Cassinda et al. 2016). Los creadores del FF-SIL afirman que esta prueba tiene la finalidad de diagnosticar de forma cuantitativa la funcionalidad familiar, evaluando variables relacionadas como: cohesión, armonía, comunicación, permeabilidad, afectividad, roles y adaptabilidad ( Ortega, De la Cuesta y Días 1999).
El cuestionario cuenta con 14 situaciones, con las opciones de respuestas en escala Likert, siguientes: casi nunca (1), pocas veces (2), a veces (3), muchas veces (4), casi siempre (5). La puntuación varía desde 14 a 70 puntos distribuidos en cuatro categorías, que definen a la familia en: funcional (70-57), moderadamente funcional (56-43), disfuncional (42-28) y severamente disfuncional (27-14) (Ortega, De la Cuesta y Días 1999).
En el presente estudio se analizó la fiabilidad de este cuestionario con alfa de Cronbach, y se obtuvo un resultado de 0,848, correspondiente a un nivel bueno (George & Mallery 2003). En cuanto a la validez, se realizó el análisis factorial con un resultado favorable, se puede observar que hubo una distribución en siete factores (varianza total explicada = 72.66%; índice de KMO=0.915; índice de Bartlet<0,05; comunalidad>0,4). Además, en la investigación realizada por Álvarez (2018) en Lima, Perú, se obtuvieron resultados favorables para la validez de constructo con la prueba U de Mann Whitney con un puntaje de 62,0.
Así también, se utilizó la Escala de Autoestima de Rosenberg (EAR), elaborada por Rosenberg en 1965 con un alfa de Cronbach de 0,87 (Vázquez, Jiménez y Vázquez 2004). Este test explora la autoestima con 10 ítems de puntuación directa e inversa, con cuatro opciones de respuesta en escala Likert: muy de acuerdo (4 puntos), de acuerdo (3 puntos), en desacuerdo (2 puntos) muy en desacuerdo (1 puntos) (Vázquez, Jiménez y Vázquez 2004).
La puntuación se distribuye en rangos que establecen el nivel de autoestima en: autoestima elevada (30 a 40 puntos); autoestima media (26 a 29 puntos) y autoestima baja (menor de 25 puntos) (Ferrel, Vélez y Ferrel 2014).
En el presente estudio se obtuvo un alfa de Cronbach de 0,790, que indica una fiabilidad aceptable (George & Mallery 2003). En cuanto a la validez, en la investigación realizada por Clavijo y Palacios (2019) en Piura, Perú, se obtuvieron resultados favorables para la validez de constructo con el coeficiente de correlación de Spearman con puntuaciones de 0.798 y 0.806. En relación con la validez de contenido, se refleja el valor V. Aiken con una puntuación de 1.
El proceso de recolección de datos se realizó de manera presencial entre octubre y noviembre de 2022. El procesamiento fue realizado en el software SSPS IBM versión 21.0, mediante el cual se obtuvieron las frecuencias, porcentajes, las medias, máximo, mínimo y desviación estándar.
Se realizó un análisis categórico de los aspectos sociodemográficos de los participantes que constató los datos de edad, sexo, sector de domicilio, identificación étnica, estado civil, tipo de familia, presencia de discapacidad, economía y trabajo.
También se ejecutó el análisis de normalidad de los datos con el estadístico Kolmogórov-Smirnov, y se obtuvo un valor de Z de 0.992 y significancia de 0.279, concluyendo que los datos siguen una distribución normal (Flores y Flores 2021).
Posteriormente, se analizó la correlación entre la Funcionalidad Familiar y la Autoestima a través del Coeficiente de Correlación de Pearson (r), prueba que fue utilizada “debido al tamaño significativo de la muestra y la variabilidad que permiten una aproximación relevante al cumplimiento del teorema de límite central” (García y Lara, 2022, p. 100). El coeficiente de Pearson es útil en casos de correlación lineal entre variables, muestra significativa y ausencia de valores atípicos (García y Lara 2022), situaciones cumplidas durante el proceso de evaluación y análisis estadístico, es decir, se realizó el análisis de la normalidad de las variables previo a la elección de la prueba de Pearson.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
ANÁLISIS DEL PERFIL SOCIODEMOGRÁFICO DE LA MUESTRA
En la Tabla 1 se aprecia el análisis y las características sociodemográficas de los participantes. En primer lugar, se identificó que el 46,7 % se ubica en un rango de edad de 12-13 años (adolescencia temprana), mientras que el 53,3 % se encuentra en el rango de 14-16 años (adolescencia media). De igual forma se observó la predominancia de participantes femeninas en un 53,3 %.
Acerca del sector domiciliario, se examinó que el 85.6 % vive en la zona urbana mientras que el 14,4 % en la rural. En cuanto a la variable identificación étnica, se encontró que el 97,2 % se considera mestizo, el 1,8 % indígena y el 1,1% blanco. Posteriormente, el 72,6 % declaró que vive con sus padres, el 24,2 % con su mamá, el 2,8 % con sus abuelos y únicamente el 0,4% con sus tíos.
Referente al tipo de familia, se identificó que el 66 % proviene de una familia biparental, el 15,1% familia monoparental, el 9,8 % de una familia extensa y el 9,1 % de una familia reconstruida. En cuanto a la situación socio-económica, se analizó que la mitad de la muestra se ubica en un nivel regular, el 44,2 % buena, el 5,3 % muy buena y únicamente el 0,4 % mala.
Un dato importante a considerar en este estudio sobre la variable identificación étnica es que disminuyó la cantidad de estudiantes indígenas, lo que concuerda con datos sociodemográficos del Ecuador que indican que la población indígena registra menos años de escolaridad, este segmento de la comunidad emplea 7,2 años a estudiar primaria y secundaria (Machado 2002).
Del mismo modo, en la variable sector de domicilio escaseó el número de adolescentes que viven en zonas rurales. Esto concuerda con lo informado por el INEC respecto a que la escolaridad en las zonas rurales es de solo 7,7 años mientras que en áreas urbanas es de 11,5 años (Machado 2022).
En cuanto a las variables con quién vive y tipo de familia, se reportó con un porcentaje considerable que los adolescentes viven con sus madres y provienen de familias monoparentales.
Según Ordóñez, (2017, párr. 2) “
”. Esto se relaciona con lo postulado por el INEC (2010) que informa sobre el incremento de los hogares monoparentales de un 9 % a 12 % en Latinoamérica entre 1990 y 2010. Asimismo, este informe expuso el claro crecimiento de la jefatura materna, en un aumento de 10 % a 12 %.de los niños y adolescentes en el Ecuador, el 92 % vive con sus madres, pero solo el 70 % lo hace con sus padres
Por otra parte, según la situación académica y laboral de los participantes, existió un pequeño porcentaje que estudia y trabaja. Según la Organización Internacional del Trabajo y la Unicef el COVID-19 desencadenó una crisis sanitaria y económica en los hogares, por lo cual muchos niños y adolescentes debieron abandonar sus estudios y empezar a trabajar. De acuerdo al informe “
” (OTI/Unicef, 2020, p. 3).el número de niños en situación de trabajo infantil podría aumentar de 160 millones en 2020 a 168,9 millones a finales de 2022
Resulta importante destacar la relación y el porcentaje de adolescentes que viven solo con la madre y pertenecen a familias con un único progenitor u otros parientes; además, la mitad de la muestra presenta una situación socio-económica regular.
La relación entre estas características sociodemográficas es evidente ante los resultados, pues Trejo et al. (2020) mencionan la importancia de considerar el sistema familiar en su conjunto, las dinámicas e influencias emocionales durante la pandemia de la COVID-19, para comprender mejor el ajuste emocional de los adolescentes y sus cuidadores. Tomando en cuenta los resultados se podría realizar estudios para evaluar los efectos psico-sociales de la pandemia del COVID-19 en las familias.
ANÁLISIS DESCRIPTIVO DE LA FUNCIONALIDAD FAMILIAR Y LA AUTOESTIMA
ANÁLISIS CATEGÓRICO
Respecto al cuestionario de funcionamiento familiar, la media de la puntuación obtenida fue 47,69, una puntuación máxima de 70 y una mínima de 22, una desviación estándar de 9,85, asimetría de -0,10 y curtosis de -0,62. La escala de Autoestima obtuvo una media de 26,96, una puntuación máxima de 39 y una mínima de 12, con, una desviación estándar de 5,20, asimetría de -0,21 y curtosis de 0,09.
De acuerdo al estudio categórico de las variables investigadas (Tabla 2), los resultados exponen que la funcionalidad familiar de la mayoría de estudiantes es moderadamente funcional (42,5 %); mientras que el 20 % es funcional, el 36,1 % evidencia disfuncionalidad familiar y el 1,4 % restante es severamente disfuncional.
Por otro lado, en cuanto a la variable de autoestima, resalta la categoría diagnóstica de baja autoestima con el 36,1 %, posterior se evidencia la autoestima media (34,4 %) y el 29,5 % restante presenta elevada autoestima.
En referencia a la variable de funcionalidad familiar se evidenció la presencia de una moderada funcionalidad en los estudiantes. Estos resultados coinciden con anteriores estudios, en los cuales se aplicó el mismo instrumento en adolescentes, donde “
” (Romero y Giniebra, 2022, p. 12).los resultados evidencian una alta prevalencia de familias moderadamente funcionales de acuerdo al FF-SIL
De igual manera, los resultados concuerdan con los de Terranova et al. quienes consideraron un grupo de 27 infantes entre 8 a 12 años de la ciudad de Guayaquil; plantearon que “la funcionalidad familiar se denotó mayormente (37,03 %) dentro del rango Familia Moderadamente Funcional” (2019, p. 335).
De acuerdo a la variable autoestima, se evidenció baja autoestima en la mayoría de los estudiantes. Según Vergara et al. “
” (2021, p. 385).el desarrollo de una baja autoestima es consecuencia de un sesgado autoconcepto por situaciones o conflictos de la vida
ANÁLISIS COMPARATIVO
En las siguientes tablas se observa la relación de la Funcionalidad Familiar, Autoestima y las características sociodemográficas de la muestra.
En la Tabla 3 se presentan las medias de las puntuaciones obtenidas en el cuestionario de Funcionalidad Familiar. Los adolescentes varones obtuvieron una media de 48,92, el cual es mayor a la puntuación obtenida por las mujeres: 46,63. No obstante, ambos resultados se ubican dentro del rango de Familia moderadamente funcional.
En cuanto a la autoestima, el género masculino tuvo una puntuación de 27,33 mientras que el femenino obtuvo una media de 26,63, ligeramente menor; sin embargo, ambas se encuentran dentro del rango de autoestima media.
Como se observa en la Tabla 4, la muestra se ubicó en el rango de familia moderadamente funcional, a excepto de la familia monoparental. Las medias obtenidas en los 4 tipos de familia fueron así en orden ascendente: familia monoparental con una puntuación de 42,98, familia reconstruida con una media de 46,77, familia extensa con una puntuación de 47,07 y familia biparental con una media de 48,99.
En referencia a la autoestima, los estudiantes que poseían una familia monoparental tuvieron una puntuación de 23,47 encontrándose en una autoestima baja. El tipo de familia reconstruida obtuvo una puntuación de 26,27, lo cual se interpreta como autoestima media. Los adolescentes de familia extensa tuvieron una media de 27,21, lo cual se ubica en la autoestima media. Finalmente, el tipo de familia biparental tuvo una media de 27,81, es decir, autoestima media.
Al analizar las características familiares, las familias biparentales arrojaron las medias más altas en funcionamiento familiar y autoestima. Asimismo, los adolescentes de familias extensas y reconstruidas se ubican en el rango de autoestima media y familia moderadamente funcional. Por último, los adolescentes de familias monoparentales tuvieron un rango de baja autoestima y disfuncionalidad familiar.
Estos datos se asemejan a los alcanzados por García y Lara (2022), donde las familias nucleares obtuvieron la media más alta en funcionalidad familiar, mientras que las familias monoparentales arrojaron una baja autoestima en los adolescentes. Por lo tanto, estos resultados manifiestan primacías en las familias compuestas por padre, madre e hijos; es decir, ambos progenitores son figuras fundamentales para el adecuado desarrollo del autoconcepto y autoestima de sus hijos (Urdiales y Segura 2019).
ANÁLISIS DE LA CORRELACIÓN
La Tabla 5 presenta los resultados del análisis correlacional entre las dimensiones de funcionalidad familiar y autoestima, donde se evidencia que los indicadores se correlacionan de manera positiva. El mayor nivel de correlación significativa y positiva es entre las dimensiones de Afectividad y Autoconfianza (0,508), así como los indicadores Armonía y Autoconfianza (0,463), seguido de Comunicación y Autoconfianza (0,448).
Con base en estos resultados, existe una correlación positiva fuerte (0,553) entre las variables de interés, por lo cual se acepta la hipótesis del trabajo de investigación.
**. La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral).
Nota: CM: comunicación; AR: armonía; CO: cohesión; RO: roles; PE: permeabilidad; AD: Adaptabilidad; AF: afectividad; AC: autoconfianza; IF: inferioridad.
Acerca del objetivo principal de esta investigación, se demostró una relación positiva y fuerte entre la funcionalidad familiar y autoestima en los estudiantes de la Unidad Educativa Fe y Alegría de la ciudad de Ambato.
En la teoría y resultados empíricos existen discordancias sobre la relación entre las variables estudiadas; investigadores como Díaz (2019) y Cornejo (2020) concluyen que no existe correlación estadística significativa entre funcionalidad familiar y autoestima en adolescentes escolares. Mientras que Simón (2021) y Velasco (2020) refieren que sí existe evidencia significativa de correlación entre las variables.
Dentro de las limitaciones de esta investigación se destacan las de carácter geográfico, ya que una población mayor a nivel provincial permitirá posteriormente obtener datos más generales. Del mismo modo, si los instrumentos de evaluación se aplican a nivel rural se pudiera conseguir una visión distinta de la población indígena o de campo. No obstante, se obtuvieron interesantes resultados que servirán de base para estudios posteriores.
CONCLUSIONES
La mayoría de estudiantes evaluados provienen de familias moderadamente funcionales, es decir, pertenecen a hogares que satisfacen las necesidades de sus miembros, pero con carencias en algunas áreas. Sin embargo, se debe tener en cuenta el porcentaje de estudiantes con disfuncionalidad familiar, con el objetivo de mejorar los vínculos fraternos para favorecer el proceso de construcción del autoconcepto.
Los sujetos estudiados presentan variaciones en sus niveles de autoestima, en su mayoría medio-bajos, caracterizados por una percepción errónea o insegura de sí mismos, lo cual puede ocasionar desconfianza, desvaloración y sentimientos de inferioridad. Dicha situación resulta prevalente en mujeres, pues tienden a ser más críticas en su aspecto que los hombres. Los cambios hormonales y anímicos de la adolescencia pueden provocar serios problemas de autoestima, depresión o ansiedad. Por lo tanto, se necesita fortalecer la familia como fuente de socialización y grupo de apoyo.
En referencia al aspecto metodológico se consideró importante evaluar la funcionalidad familiar y autoestima en los estudiantes. Se constató la correlación entre las variables estudiadas, es decir, conforme aumenta o disminuye el funcionamiento familiar también lo hace la autoestima. El propósito fue orientar la intervención educativa y familiar hacia las necesidades de los estudiantes y así propender a un adecuado desarrollo en sus actividades.
Posterior a la supresión de las restricciones asociadas a la pandemia de la COVID-19, es necesario promover este tipo de investigaciones para analizar el modo de comportamiento de las variables de interés, principalmente en los adolescentes fuertemente influenciados por la pandemia. Por otro lado, los resultados pueden incitar la elaboración de procesos de asistencia psicosocial a nivel preventivo como de intervención